Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Las cosas que dice Severus Snape sin hablar por Timothy_William_42

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Severus estaba de pie en el oscuro pasillo de Grimmauld Place. Llevaba ahí cerca de cinco minutos, sin moverse, sin poder pensar. Sin poder si quiera llorar, a pesar de sentir sus ojos escocer y sus manos temblar. Todo su cuerpo tiritaba. Y él seguía allí, en ese pasillo en el que se acababa de aparecer para escuchar la noticia que Dumbledore tenía que dar a la Orden el Fénix.


Pero ya sabía qué iba a decirles incluso antes de entrar en la cocina. Aquella voz era inconfundible. Aquella risa. Él era inconfundible.


No se veían desde hacía más de catorce años, pero ahí seguía, en el pasillo, incapaz de moverse.


-Joder –le oyó decir desde la cocina, su voz apagada por las paredes-, qué ganas tenía de veros a todos. ¿Falta todavía más gente? ¿Hay nuevos en la Orden?


-Sólo falta Severus -respondió Lupin.


Y entonces Severus reaccionó. Se sacudió la cabeza y caminó hasta la cocina, mientras recordaba la última putada que le había hecho ese cretino de Sirius Black.


 


-¡No tenías derecho a hacer eso! -gritaba Severus, histérico.


-Yo... Yo no sabía... Lo siento, creí que... que... -que sería divertido, añadió Sirius para sí mismo.


Severus se giró y se fue. Quería llegar a su casa y releer todo su diario. Ese mismo diario que Lupin acababa de devolverle tras descubrir que Sirius se lo había robado para leerlo. Ese mismo diario donde hablaba de él.


Ya hace algunos meses que hemos acabado Hogwarts, pero todavía lo veo de forma continua, en las reuniones de la Orden, en las calles, en mis sueños... Si sólo se fijase en mi. Pero entonces, ¿qué pasaría? He aprendido a amar al hombre que nunca me va a corresponder.


Todo en él me vuelve loco. Su físico es abismal. Es, simplemente, perfecto. Ese cabello, esos ojos, esa cara, ese culo... Todo es perfecto. Y por Merlín si lo viese desnudo, estoy seguro de que podría correrme con sólo verlo, olerlo quizás. Ese olor a hombre, a sudor, a perro salvaje. Ese olor a rebeldía.


Quizás nunca lo llegue a saber, pero él fue una causa importante para que yo entrase en la dichosa Orden del Fénix. Black es como... Es como un ángel de la revolución. Es la rebeldía hecha carne. Siempre activo, siempre dinámico y contento. Imagino que debe ser igual en la cama.


Pero qué más da, si nunca lo podré tener. Y como odio a todas esas simples que pasan por sus brazos, que hablan con él durante horas de estupideces intrascendentes. Si sólo me diese la oportunidad, una oportunidad, yo podría demostrarle que soy inteligente, que sé amarlo sin reservas, que le podría hacer reír... O quizás no. Cuando le miro me siento feo, bruto, estúpido y demasiado aburrido. Él vive en una constante acción y aventura, y yo, en cambio, me siento aquí a leer libros, a pensar, a mortificarme por mi vida y mi pasado.


Envidio a Peter y a Lupin más de lo que me gustaría reconocer. Pero a Potter... A Potter no puedo verlo. Siempre juntos, siempre con él. Potter tiene ese mismo carácter dinámico. Si sólo yo fuese un poco mejor, supiese reír, supiese divertirme, quizás entonces Black se fijaría en mi.”


 


Severus abrió la puerta de la cocina y entró.


 


Sirius levantó la cabeza y lo saludó cordialmente. Hacía tanto tiempo que no veía al viejo de Snape que había empezado a olvidar su cara... Había cambiado. Ahora era un hombre realmente alto, su nariz parecía seguir creciendo, y su cabello, tan negro como sus ojos, seguía cayendo en media melena sobre sus hombros.


-Un placer verte libre, Black -le saludó.


-Sí, gracias.


Y entonces se tensó por unos breves instantes. Recordaba su discusión con Snape tanto tiempo atrás, a cerca de aquél diario que le robó un día de su cartera. Se tensó porque recordaba todavía perfectamente lo que Snape había escrito en ese diario sobre él, sobre su cuerpo perfecto, sobre su carácter activo. Y ahora sentía vergüenza. ¿Qué pensaría ese hombre, que tanto le había amado en el pasado, al verlo ahora, sólo tres meses después de su lamentable huida de Azkaban? ¿Lo seguiría viendo bello, hermoso, alegre? Sirius estaba seguro de que la respuesta no le iba a gustar, pero tampoco pensaba hacer la pregunta. Así que, simplemente, se dedicó el resto de la reunión a intentar ser el mismo de siempre -tan activo, tan risueño-, intentando olvidar sus doce años de martirio.


 


Snape yo... Quería disculparme de nuevo. Mentiría si te dijese que he dedicado un sólo pensamiento de culpa a nuestro último encuentro en todos estos años, pero quiero que sepas que me arrepiento. La intimidad de un hombre no debería ser ultrajada como yo lo hice.


Sirius Black.


PD. Todavía siento cierto orgullo al pensar que te animé a entrar en la Orden. No sé muy bien qué haríamos sin ti.


 


Hace trece años que escribí ese diario, Black. Es algo tarde para sentirse arrepentido. De todas formas, no tienes de qué preocuparte, todos hemos crecido. Incluso yo.


Severus Snape.


 


Pero Sirius sí que se sentía preocupado. Y se sentía preocupado precisamente porque anhelaba que le amase. No por qué fuese Snape, eso le daba igual, era por el simple hecho de saberse un objeto de amor. Y se repetía, noche tras noche incesante, que tras Azkaban, nunca nadie le iba a amar de aquella forma. Nunca más. Que ni su cuerpo, maltratado, ni su mente, desquiciada ahora, podían atraer el amor de alguien medianamente digno. Como Snape.


 


-Remus, esto no puede seguir -dijo, calmado, con la fina nieve cayendo en su cara-. Últimamente han habido cambios en mi vida, ciertas... Ciertas irregularidades. Me cuesta gestionar esos sentimientos, como bien sabrás. No me gustan las sorpresas.


Remus asintió. Lo sabía perfectamente.


-Entonces, ¿se ha acabado? -preguntó, a media voz-. Yo... Yo... Severus, entiendo que ahora que Sirius está aquí...


-Esto no es por él -le cortó.


Pero Remus sabía perfectamente que era por Sirius. Se alegraba de que hubiese vuelto, por supuesto, era uno de sus mejores amigos, uno de sus hermanos, su familia, pero le parecía injusto que la sola presencia del bueno de Sirius pudiese romper todo lo que él, con tanto esfuerzo, había logrado construir con Severus.


Le amaba. Le amaba desde hacía ya tanto. Siete años. El primer año fue un auténtico tormento, siempre a la sombra, negándose esos sentimientos. Siempre esperando las reuniones de la Orden, las cartas de Severus con sus dudas sobre algún plan o información, las horas que pasaban juntos a hacer pociones e inventar y practicar hechizos. Pero luego de un año Severus le correspondió, y ya llevaban seis años de relación. Extraña, por supuesto, seca -pues Severus nunca fue una persona romántica, ni mucho menos dada a las muestras de afecto-, pero de relación al fin y al cabo.


-Entonces ¿por qué es?


-Yo necesito tiempo, espacio. Necesito pensar y aclarar bien mis ideas.


-Es por Sirius.


Esta vez Severus no respondió.


-Está bien -continuó Remus-, lo entiendo.


Pero lo cierto es que no lo entendía. No lograba entender por qué Severus, tras seis largos años, nunca le había dicho que le amaba, ni que le admiraba, ni ninguna de las fabulosas cosas que leyó en aquél diario a cerca de Sirius. Nunca. No entendía qué había hecho Sirius para enamorar así a aquél hermoso hombre. Qué tenía Sirius qué no tuviese él. ¿Qué?


-Deberíamos irnos, parece que va a empezar a nevar más fuerte -dijo Severus.


Remus no contestó. Le miraba directamente a los ojos, y aunque se esforzaba por no llorar, sabía que Severus podía leer todas sus emociones en su rostro, en sus ojos lobunos. Y eso le atormentaba todavía más. No quería ser débil. Quizás por eso no le podía amar. Remus sabía de la fortaleza de Sirius, y muchas veces él mismo se había refugiado en ella, en el bueno de Sirius Black. Y sabía también lo fuerte que era Severus Snape, lo decidido, lo determinado. Pero él no era así: era sólo un niño de ojos tristes, que una vez al mes se transformaba en un asqueroso lobo al que todos temían. Sólo era eso, y nada más.


-Te prohíbo que pienses idioteces, Remus Lupin -y Remus contuvo un sollozo de llanto mientras Severus se acercaba a él y le cogía la barbilla con la mano, para encararlo-. Siento... Siento no estar a la altura de las circunstancias, de todo esto que... -tomó aire-. Siento no estar a tu altura. Sólo espero que hayas sido, como mínimo, la mitad de feliz de lo que yo he sido en estos años, Remus.


Y cuando Severus se desapareció, Remus se quedó allí, helado, pensando que todo estaba al revés. No era Severus quién no había estado a la altura, sino que era él, porque de haber sido lo suficientemente bueno, ahora no estaría llorando, solo, en ese estúpido parque. Sino que estaría con el hombre al que tanto amaba, en casa, abrazados, mientras le respondía que esos seis años habían sido los más felices de toda su vida.


 


Snape,


leí ayer tu carta, siento haber tardado en responder, aunque no sé si esperabas una respuesta.


Sinceramente, después de pasar doce años de absoluta soledad en esa prisión, no tengo ningunas ganas de seguir solo. Me apetece rodearme de gente, tener nuevas amistades y experiencias. Quizás tú podrías ser una de ellas. No me refiero a algo romántico, sino algo entre amigos, entre compañeros, entre personas adultas que ya no quieren estar más enfadadas. Estoy muy cansado de estar siempre enfadado.


A veces recuerdo lo que descubrí en tu diario, y me echo a mi mismo de menos. Si pudiese hablar con ese crío ahora, decirle... Le diría tantas cosas. Pero sobretodo le diría que no se enfadase, que intentase aprovechar todas las oportunidades de aprender y de disfrutar con las personas que el rodeaban y le amaban. Supongo que ni la magia puede brindarme esa oportunidad, así que sólo me queda intentar enmendar mis errores pasados.


Yo vivo en la Mansión de los Black, como bien sabes, y no puedo salir mucho para no dejarme ver, así que si algún día te apetece hablar o tomar un té, puedes venir a casa.


Atentamente,


Sirius Black.


 


No me gustaría ofender tu gentilidad, pero nunca hemos sido amigos, y no veo por qué deberíamos forzarnos a empezar a serlo ahora.


Severus Snape.


 


En cuanto envió la nota se dio cuenta de que aquello era exactamente lo último que quería decirle a Sirius Black. Así que, suspirando para tragarse su orgullo, cogió otro pergamino, y se sentó a redactar una carta más sensata.


 


Siento la grosería de mi nota anterior, Black, pero de verdad que logras desestabilizarme. No es que no tenga interés en empezar una amistad con el que, desde hace más de veinte años, ha sido el hombre de mis sueños, sino que no veo el momento en el que esta fantasía se derrumbe, y yo con ella. Por supuesto, estoy dispuesto a ayudarte en lo que haga falta para facilitar tu vida de prófugo, pero no puedes pedirme que me arriesgue a sufrir por ti. No otra vez.


 


-¿Pasa algo, Remus? -preguntó Sirius, entrando en el salón con las dos tazas de té.


-¿Qué? No. Sólo me preguntaba de quién es esta nota... -dijo, mientras la dejaba en la mesa-. No quería leerla, pero estaba ahí encima, abierta y...


-Claro, no pasa nada.


Ambos se sentaron en el sofá principal, y sorbieron su té en silencio durante algunos minutos. El fuego chispeaba en la chimenea, frente a ellos, desprendiendo un calor que era de agradecer.


-Es de Snape -Remus asintió, sin mirarle-. Creo que... No lo sé. Le he contestado una idiotez, como que no iba a dejar que sufriese más por mi culpa. Pero creo que...


-¿Qué crees, perdona?


-Que, no lo sé. No sé qué estoy haciendo exactamente. No quiero utilizar a nadie, ¿comprendes? Yo sólo quiero ser normal. Tener una vida, amigos, alguien que me quiera y a quien querer, y no necesariamente como algo romántico. Sino como... Como contigo, joder; como con James hace tanto, o Lily, o Arthur. ¿Sabes? Pero cuando recuerdo las palabras de ese dichoso diario, o cuando veo cómo me mira Snape... A vece siento incluso que me huele, aunque suene rarísimo. Entonces, en estos momentos, o cuando me llegan sus cartas, pienso que mataría por sentirme tan amado el resto de mis días. Y son veces que me pregunto qué tan desagradable puede ser besar a un hombre, sentir... El sexo con un hombre -hizo una pausa. Remus seguía inmóvil a su lado-. Quizás me haya vuelto loco de verdad entre tanto dementor de mierda, pero no lo sé, amigo. No lo sé.


Durante algunos minutos más estuvieron en silencio, hasta que Remus hizo acopio de toda su valentía para hablar.


-Sirius, hay algo que todavía no te he contado. Algo importante, que deberías saber.


Pero entonces entraron Harry, Ron y Hermione en el comedor, para pasar con ellos la última tarde antes de regresar a Hogwarts, y Remus no acabó de contarle a Sirius aquello que quería decirle.


 


Yo no quiero hacerte daño. Todo lo contrario. No voy a dejar que sufras más -no por mi culpa, al menos. Sólo digo que me gusta la forma en la que me... Me gusta lo que siento, cómo me siento, cuando estoy a tu lado, y me miras, y me prestas toda esa atención matemática tan Slytherin. Sólo digo eso, y que, quizás, no sea tan mala idea sentir estas emociones, este bienestar, durante más tiempo, y no sólo en las escasas reuniones de la Orden. Si tú quieres, claro. Si tú quieres podríamos intentarlo.


¿Tú te sientes bien a mi lado? Quizás me equivoque y no sea así.


Sirius Black.


 


Lo sabía. Severus lo sabía.


Sabía que aquello no era real, que, de golpe, Sirius no podía querer formar parte de su vida. Entendía el trauma de doce años en ese antro de Azkaban, con dementores, sin compañía, sin nadie con quien hablar. Entendía que ahora buscase amor de la forma más desesperada que cabía imaginar, pero sabía perfectamente que Sirius Black era una persona heterosexual que no cosechaba ningún tipo de interés romántico por él. Sólo necesitaba sentirse amado, digno y valiente otra vez. Admirado. Él podía brindarle aquellas sensaciones -porque lo amaba, lo veía digno y valiente, y más bello que nunca, con sus canas precoces en su largo cabello negro, y sus tatuajes de prisión en el pecho-, pero ¿y luego?, ¿qué vendría luego? No parecía tan sencillo volcarse otra vez en la misión de amar a Sirius Black, sabiendo que nunca iba a ser correspondido. Justo ahora que empezaba a olvidarle.


 


Harry abrió despreocupadamente la puerta del salón. Quería llamar a Sirius para desayunar con él antes de irse hacia Hogwarts esa misma tarde. Por supuesto, no esperaba encontrar la escena que encontró, así que no pudo evitar soltar un chillido sorprendido.


Sirius, al oír a Harry, se separó de Severus, empujándolo con algo de brusquedad, rompiendo el beso -ese primer beso- que acababan de darse.


Severus tardó unos segundos en retomar la compostura, recolocarse las ropas y salir al pasillo, para poder aparecerse en su casa.


Harry, todavía desde la puerta, miraba a Sirius estupefacto.


-Pero... -logró pronunciar-. Pero... ¿Remus sabe...?


 


Remus John Lupin, ven a mi casa inmediatamente, o puedes estar seguro de que yo mismo te iré a buscar. ¿Por qué no me contaste lo de Severus? ¿Por qué dejaste que yo...?


Ven inmediatamente aquí. Tenemos muchas cosas de las que hablar.


Sirius.


 


Ahora no tengo ánimo para hablar, Sirius.


 


Está bien, está bien. Lo entiendo. Puedes estar seguro de que no intentaré nada más con Snape. Pero tendrías que habérmelo contado, nos hubiésemos ahorrado algunos disgustos y mal entendidos.


Te quiero, hermano. No te preocupes. Lo siento por todo.


Sirius.


 


Habían pasado dos semanas en las que Remus ni le había visto, ni había tenido noticias de él. Ni Remus ni nadie. Así que se sorprendió cuando las barreras de su casa le indicaban que Severus acababa de aparecerse en la puerta. Fue a abrir, todavía en pijama, sin camiseta, recién levantado.


En cuanto Remus abrió la puerta, Severus no pudo evitar repasar el cuerpo del licántropo con su mirada. Era deseable, desde luego.


-Eres hermoso -le dijo, mientras le miraba los pies descalzos, la cintura estrecha, las innumerables cicatrices en el pecho y el abdomen, fuerte y marcado, los brazos viriles, masculinos, el cuello largo, la barba incipiente, los ojos miel, el cabello de oro oscurecido, y los labios, esos labios que Severus sabía que podían hacer milagros.


-Pasa, por favor.


Remus cerró la puerta, y ambos se acomodaron en la habitación de Remus, mientras este acababa de vestirse. Aquella habitación donde tantas veces habían follado, dormido juntos, discutido y reído. Incluso, una vez, Severus había accedido a una guerra de almohadas.


-Ya he aclarado mis sentimientos -dijo, rompiendo el silencio-, y si todavía estás dispuesto, yo... -respiró profundamente-. He traído mi cepillo de dientes, para mañana por la mañana -añadió.


Remus sonrió mientras comenzaba a llorar. Se sentó a su lado, en la cama, y le abrazó, depositando besos en toda su cara.


-Siempre estaré dispuesto, Severus. Siempre.


 


Toda la Orden estaba en el cementerio, y aunque todos sabían que no había nada de Sirius Black dentro de esa tumba, dolía igual.


Harry lloraba desconsolado en los brazos de Hermione, y Ron intentaba disimular sus lágrimas mirando al suelo. Remus seguía en shock, sin poderse creer que Sirius ya no fuese a reírse nunca más con él; y a su lado, Severus, no estaba mucho mejor.


Esa noche, al llegar al piso que ahora compartían, Severus le dijo que le amaba, se lo dijo por primera vez. Le dijo:


-Y ahora, Remus, dime exactamente qué quieres hacer. Que yo haga, o que hagamos.


-No te entiendo -respondió, extrañado.


-Te he visto llorar en el funeral de Sirius. Yo... A mi me duele en el alma que ya no esté aquí, pero hay algo que puedo tolerar todavía menos, y es que tú llores. Así que dime: ¿quieres que empecemos a investigar cómo funciona ese velo dichoso? Porque Remus, por Merlín te lo juro, que si me pides que me pase la vida intentando traerte a Sirius Black de vuelta para que puedas ser feliz, lo haré. No dudes de que lo haré.


Remus le miraba en silencio. Nunca más habían vuelto a hablar del corto episodio de Severus con Sirius, pero lo último que Remus esperaba oír ahora era aquello.


-No. Está bien así. No podemos pasarnos la vida intentando resucitar a un muerto, por mucho que le amemos -dijo, en ese doloroso plural-. Nos reencontraremos con Sirius algún día, en el momento oportuno. Hasta entonces, puedes estar tranquilo, porque te aseguro que estará haciendo gamberradas en algún sitio, allá arriba.


Severus le besó.


-Está bien. Tienes razón -suspiro mientras lo besaba de nuevo-. Pero prométeme que no volveras a llorar, Remus John Lupin, porque yo no podría soportar otra vez la impotencia de no poder hacer feliz al hombre al que amo.


Remus no contestó. Simplemente le miró maravillado, porque ambos sabían perfectamente que aquella era la primera vez que Severus le decía que le amaba, tras nueve años. La primera vez. Y a Remus le hizo sonreír el pensar que Severus había esperado hasta después de la muerte de Sirius Black para decirle a él que le amaba.


Eran increíbles la de cosas que decía Severus Snape sin hablar.

Notas finales:

Una vez más, espero que os guste y que comentéis. Es importante para quien escribe recibir comentarios. Igual no hace falta que sean como los míos, que son más reseñas que comentarios (soy una geek, sí, ¿y qué?), pero siempre se agradecen.

Besitos del slashlove, gente.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).