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Agridulce por Gressia

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Notas del fanfic:

¡Hola! Esta historia ya la había publicado hace un tiempo pero la perdí al igual que todas las que había escrito ya que fueron eliminadas (en mi perfil lo explico muy brevemente) sin embargo me di cuenta que la tenia escrita en papel y la quiero volver a subir, también buscare recuperar algunas otras. One Piece no me pertenece, gracias :D

 

Agridulce

Mensaje oculto: Su corazón pertenecía a alguien que no podía quedarse. Y luego, un día…él regreso.

 

Era en estos momentos que se daba cuenta que algo dentro de él dolía, más que cuando se rompió la nariz jugando basquetbol, aún más que cuando le raparon la cabeza en el campamento infantil mientras dormía y tuvo que ver su cabeza calva varios meses gracias a que el tacaño de Zeff se negaba a complacerlo con sombreros fashionistas, todavía más que el día en que el Bull Terrier de Franky casi le arranco el brazo, porque esto era una clase de dolor diferente, la que no solo adormecía su cuerpo, también su espíritu, quebraba sus fortalezas, lo dejaba reducido a nada y alentaba la teoría de que existen cosas de las que jamás te recuperas.

Y sin embargo; lo más gracioso todo es que un corazón roto no era considerado un peligro de vida o muerte.

— ¿Podrías dejar de seguirme? No soy ninguna especie de atracción de circo…— Camina más y más rápido y por el rabillo del ojo se da cuenta que sus palabras son incapaces de surtir el efecto que desea.  

 —Solo estas consiguiendo perturbarme…— Siente tantas emociones distintas fluyendo dentro de su cuerpo que piensa, terminara gritando como un loco en medio de la calle, pero lo único que hace es girarse y mirar fijamente a su acompañante no deseado, poniendo su rostro más intimidante, tiene los ojos rojos e hinchados como si hubiese fumado algo extraño, su fleco escurriendo agua cubre casi todo su rostro, menos sus labios y apenas ve nada, le duele el pecho de tanto estornudar y se siente como un recipiente de decepciones que camina, habla y no se muere.

Pero esto al otro sujeto le da lo mismo, está igual de mojado hasta los huesos y le sonríe suavemente mientras le extiende su paraguas rojo para tratar de protegerlo de la lluvia.

—No estoy de humor para bromas, ¡lárgate de aquí! — Trata de espantarlo pero su voz suena pequeña y se siente inseguro de si echarse a correr  en dirección de los edificios, pero en cambio solo le advierte con la mirada que no es bienvenido.

—Toma—  Él, claramente no haciéndole caso le ofrece otra vez el paraguas mientras es quien se está fundiendo debajo del aguacero y a estas alturas el rubio no entiende si de verdad esta persona tiene complejo de Mahatma Gandhi o simplemente es estúpido.

No se mueve ni un milímetro de la acera mientras el chico avanza hacia él, con cuidado, casi midiendo la velocidad de sus pasos y a Sanji le tiemblan las manos –y hasta los dientes- y decide culpar por su decepción e impotencia a este extraño del paraguas, así que cuando su espacio personal ha sido abusado coloca las palmas sobre su pecho y lo empuja con todas sus fuerzas y lo mira caer de sentón sobre un charco de barro y agua.

Y tal vez se debe al desconcierto en su expresión y a que ha quedado sucio de pies a cabeza cuando sus intenciones no han sido malas que Sanji se quiebra y termina llorando, no un llanto dramático, pero si el que consigue que sus hombros se llenen de espasmos, que dice: —Se cómo me veo, pero te aseguro que no llegare a casa para abrir las llaves del gas y emborráchame en la espera de morir, así que deja de actuar tan amable.

Entonces el chico se pone de pie sin esperar a que le tienda la mano y agita su melena como un perro que trata de secarse, para después mostrarle una adorable sonrisa torcida.

— ¿Y que si pescas una neumonía?

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—Realmente tienes que conocerlo— Ace dice, después de poner su casco en el soporte que está sobre el armario para brigada mientras Zoro cuelga su chaqueta del uniforme en el bastidor del lado que le corresponde.

—Por la forma en que hablas de él creo que tienes razón y definitivamente tengo que conocerlo, te tiene perdido. — Responde el peliverde encogiéndose de hombros y levanta una ceja cuando una incógnita viene a los recovecos de su cabeza. — ¿Cómo se llevan tus hermanos con él? Más importante aún, Garp.

Ace se toma su tiempo antes de responder y cruza los brazos en su pecho, por la manera en que frunce los labios parece que quiere reprimir una carcajada y Zoro piensa que seguramente detrás del gesto se esconde una buena anécdota.

 —Luffy lo ama y solo ha hablado por teléfono con Sabo, vendrá a visitarnos el próximo verano, mueren de ansias por conocerse.

Por un momento fugaz Zoro se encuentra pensando en cómo será el clima de Galway, ayer Ace le mostro una fotografía del hermano rubio y su novia Koala en La Bahía De Mannin, Zoro siempre pensó que de salir del país, Sabo iría a Irlanda y no se equivocó, incluso de niño parecía un pequeño duendecillo.

—El viejo ya lo adopto como a uno de nosotros, con todo y lo que conlleva— Dice poniendo una mano en su mentón. — ¿Recuerdas cómo nos trataba cuando éramos niños?

Zoro suelta una sonora carcajada. — ¿Crees que alguna vez seré capaz de olvidar sus “Puños de amor”?

—Pues es el nuevo favorito.

—Lo compadezco increíblemente.

Ace continua hablando, contándole sobre lo perfecta que es su relación pero la cabeza de Zoro está en otra parte mientras clava la mirada en las baldosas del suelo; las expresiones del pelinegro todavía son iguales a cuando eran niños y salían a buscar problemas armados de ramas y resorteras, de hecho, todo sigue igual tras su regreso. La tienda de donas de Dadan aún no tiene ni siquiera moscas a su alrededor y él no comprende la razón, que recuerde sus donas no eran taaan malas y las malteadas estaban pasables, en especial la de plátano; el parque acuático de Kokoro tampoco ha cerrado, cada vez que pasa por la avenida principal mira los mismos murales de tritones y sirenas y se da cuenta que a la pintura solo le han agregado medusas y mantarrayas, pero fuera de eso son las mismas que le despiertan cierta nostalgia y lo hacen acordarse de cuanto le gustaban esos dibujos a alguien.  

—Y tenemos sexo desenfrenado cada mañana y noche…sin falta.

Regresa en si cuando escucha esas palabras y se avergüenza por la forma en que son recitadas. — ¡Gracias por los detalles Ace! — Pone los ojos en blanco y niega con la cabeza. —No sabes cuan al pendiente estaba de su vida sexual.

—Habías entrado en un trance— Él de las pecas sonríe de medio lado y le da un golpecito en el hombro, después mira el reloj en su muñeca y se da cuenta de que es hora de marcharse, sus largas jornadas por fin han acabado. En el camino se despiden del veterano Paulie todavía con el uniforme de bombero completo, chocan las palmas con el novato Usopp y se ríen cuando Kid hace una broma sobre lo calientes que se ven las mujeres paramédicas, Kalifa e Hina y así, entre charlas sin sentido llegan al estacionamiento para después de un apretón de manos separarse, Zoro entra a su precioso Volvo plateado pero antes de arrancar Ace da leves golpecitos con sus nudillos en el vidrio para que se detenga.

Y con una de sus típicas sonrisas, de las que hacen que sus ojos se vean más pequeños y su dentadura impecablemente blanca sea expuesta dice: —Mañana…Ven a cenar con nosotros mañana.

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Muerde sus labios con un fuerte temblor mientras se aferra a la ancha espalda de Ace, palpando con fuerza la piel caliente entre sus dedos y siente los jadeos del pelinegro dando de lleno en su rostro y las manos grandes y callosas agarrar con fuerza sus caderas para levantarlo de su regazo.

Suspira cuando sus labios presionan su garganta y dejan un camino de besos hasta descender a sus clavículas y se separa levemente de su agarre para sonreír de manera perezosa al instante en que toma el atractivo rostro de Ace entre sus manos; se miran fijamente y Sanji pasea sus dedos por el cabello negro bañado en sudor, el pecoso le devuelve la sonrisa de una manera infantil que después se transforma en una mueca traviesa, para presionar sus caderas con más fuerza y hundirse en su cuerpo con una estocada profunda robándole un grito entrecortado al rubio, el ritmo se vuelve más frenético, más rudo y joder, les encanta.

Sanji se abraza del cuello de Ace y entierra el rostro en sus pectorales mientras mueve los labios pidiéndole más, incluso los gruñidos suaves de Ace consiguen enviar un borbotón de humedad entre sus piernas y lo excitan, gime al momento en que aumentan el ritmo, empalándose una y otra vez sobre el miembro del pecoso quien posa sus manos en su espalda acariciándolo, después en su nuca y vuelven a descender haciendo énfasis en remarcar el camino de su columna vertebral hasta llegar a la curvatura de su trasero, apretar sus nalgas y mecerse dentro de su cuerpo.

No tiene tiempo para preguntarse el momento en que sus gimoteos se han convertido en gritos desvergonzados, casi cínicos porque le da igual que puedan estar escuchándolos, se empala nuevamente y Ace lo hace quedarse así unos momentos, enterrado todo lo que puede mientras Sanji piensa en lo mucho que le encanta ser moldeado de esta y cualquier otra manera por este hombre, porque lo enloquece de éxtasis y le nubla la mente, porque lo transporta a un sitio en el que todo esta bien.

Y no existe un lugar para la nostalgia ni para nada que no sean ellos; así que se aferra con sus brazos y piernas a él, como una especie de víbora y  contrae su interior mientras siente el órgano de su amante empujar dentro de sus paredes, dominando su interior.  Sabe que en cualquier momento se vendrán y dejaran un desastre de semen y lubricante sobre las sabanas.

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—Creo que está muerto— Mira al pez dorado inmóvil y golpea la pecera con sus dedos, tal vez con demasiada fuerza  a lo que Sanji abre horrorizado los ojos y prácticamente corre a velocidad inhumana hasta él para detenerlo.

— ¡No hagas eso bestia! — Grita sosteniéndolo del brazo y parpadea varias veces cuando Zoro se escabulle detrás de él sosteniéndolo de la cintura y recarga su mentón sobre su hombro, así que con el hormigueo que nace producto de su nerviosismo comienza a balbucear: —Podrías estresarlo o peor aún, matarlo…

Zoro enarca una ceja y cierra sus manos alrededor de su estómago, levantándole la playera y comenzando a jugar con su ombligo para consternación del rubio quien se sonroja de un rosa pálido que después se convierte en rojo manzana y sigue en aumento, ese desgraciado jamás pierde tiempo para burlarse de él y recordarle que es el dueño del “ombligo más gracioso del mundo”

—Probablemente ya está muerto.

Y Sanji le da un pisotón.

—No apresures el juicio, marimo. — Resopla mientras recarga su peso en el pecho del moreno. —Y no, solo está durmiendo, es la clase de pez que descansa en el fondo de la pecera, la última vez mataste a mi hámster cuando solo invernaba y no pediste una discul…— Zoro libera una de sus manos para sostener a Sanji por el mentón y girarlo de forma en que puede estrellar sus bocas en un beso profundo que hace gemir al ojiazul y sentir que si el peliverde deja de sostenerlo caerá al suelo. Cuando el beso termina se separan, solo rozan sus labios.

—Cállate y deja de decir mierda— Murmura Zoro riéndose por el puchero en el rostro del otro chico, pero inmediatamente parece recordar algo y hace una exclamación de sorpresa, así que suelta a Sanji y comienza a hurgar  dentro de los bolsillos de su sudadera y cuando encuentra lo que quiere, pone la mano en forma de puño y la extiende hacia Sanji.

—Como conozco tu complejo de sirena pensé que te podría gustar esto…

La curiosidad es mayor al grado en que olvida formular un insulto y mira con incertidumbre al chico de ojos cafés, quien tiene una sonrisa de bribón y casi, solo casi puede asegurar que en el fondo de su cabeza tararea la molesta melodía de ta-ta-ta-taan!

Zoro abre su puño medio minuto después y la sorpresa hace que el estómago de Sanji se revuelva porque está mirando el collar más espantoso que ha visto en toda su existencia e inmediatamente reconoce como el regalo secreto para niños que se encuentra dentro de las cajas de cereal.

Es un pez de plástico deforme, con ojos gigantescos y el cuerpo de un amarillo chillón, descolorido en algunas partes, el listón es tosco y grueso. Frunce el entrecejo y aprieta los labios para después fingir un suspiro de decepción que inmediatamente se convierte en una carcajada llena de sentimentalismo y felicidad. Y es que Zoro siempre ha sido así, nunca deja de sorprenderlo. Lo divierte, lo vuelve adicto, lo encanta y lo alucina. Y lo hace saber que ese hombre lo tiene completo porque lo siente en cada fibra de su cuerpo, porque lo grita con cada pedazo de su ser.

—Zoro esto es…— se sorbe la nariz ruidosamente, en los momentos menos indicados siempre ha resultado ser un llorón. —Jodidamente horrible.

Y aun así se lo pone.

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— ¿Qué opinas de lasaña o risotto? — Dice Sanji torciendo los labios. —O tal vez crepas— Mete un cigarro a su boca y no tiene necesidad de buscar fósforos, porque Ace lo enciende inmediatamente usando su mechero electrónico y le guiña un ojo.

—Cualquier cosa comestible es bienvenida— Responde encogiéndose de hombros. Él mejor que nadie sabe que la comida de Sanji, sea lo que sea, terminara sabiendo a gloria.

 —Además…Luffy no vendrá a cenar, tiene noche de cine con tu preciosa Nami y si es buen aprendiz y sigue los consejos de su hermano mayor, no lo veremos hasta dentro de dos días — Dice subiendo y bajando sus gruesas cejas con picardía.

— Eres un pervertido — Sanji pone los ojos en blanco.

—Pero a ti te encantan las travesuras… ¡Auch! — Frota su mano que ha sido golpeada vilmente por un cucharon y mira de mala manera al rubio, quien sonríe triunfante mientras mete las manos en los bolsillos de su mandil con una expresión ganadora en el rostro.

—Por cierto…Estas demasiado animado por la cena de esta noche, ¿a qué se debe? — Sanji pregunta mientras sopla aire de su boca elevando un mechón de cabello.

—Se trata de un viejo amigo, regreso hace unos días a la ciudad, dejamos de vernos hace demasiado tiempo, se fue de la ciudad sin dar explicaciones y ha decidido regresar a sus viejas raíces, solo sentí la necesidad de revivir viejos recuerdos y llenar el espacio de tiempo. Todavía no sé porque perdimos el contacto así de repente…— Termina contando un poco afligido y Sanji coloca su mano sobre su hombro y el pelinegro pone la suya sobre la de su pareja frotando suavemente su palma. —Le hable maravillas de ti y quiero que te conozca.

 

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Si se separan únicamente es por la falta de aire y ríen mientras tienen sexo en el sofá y se miran como si estuvieran tratando de hipnotizarse, Zoro suspira orgásmicamente cuando su pene está totalmente adentro de las entrañas del más delgado y aprieta sus muslos haciéndolo rebotar sobre su miembro al momento en que Sanji se arquea y gime como disco rayado su nombre.  

Tal vez deberían apagar la televisión, pero ni siquiera una película llena de gritos y maldiciones puede hacerlos perder la concentración, también deberían limpiar las palomitas que están en todos lados y se clavan en la espalda de Sanji e impregnan sus pieles con el olor de mantequilla y sal; pero en cambio no les importa y hacen el amor con un vaivén lento, pero profundo y demasiado exquisito, Zoro se relame los labios mientras admira el rostro de Sanji retorcerse de placer y satisfacción, entreabrir la boca y morder sus labios y él se asegura de grabar cada gesto en su cabeza.

Se reclina sobre Sanji, aplastándose dentro de él haciéndolo soltar un lloriqueo y enterrar los dedos sobre sus musculosos hombros, él peliverde acaricia su cuello con la nariz y busca sus labios para besarlo de forma dominante, húmeda y sofocante.

—Zo…Zoro...¡Ah!

Sanji desea decirle que lo ama, que tal vez más de lo que debería y que aunque no sea visible siente que su nombre esta grabado en alguna parte de su cuerpo como un tatuaje que lo quema y por el cual no le importaría terminar envuelto en llamas.

Pero no lo hace y en cambio aspira el aroma de su piel casi con adoración y sube las piernas a sus hombros para darle más acceso de penetrarlo.

Mañana se irán juntos a un lugar que jamás ha visitado, buscaran un nuevo alquiler y la segunda cosa que harán según Sanji será comprar una pecera el triple de grande y un montón de peces dorados; se relame los labios cuando mira ese perfecto six pack en el abdomen moreno y el pequeño camino de vello púbico verde perderse en su entrada; relaja su respiración cuando el hombre entre sus piernas se detiene y levanta un poco la cabeza para preguntarle qué ha pasado, la razón por la que no continua haciéndolo sentir bien, pero los ojos oscuros están fijos en su cuello, como si apenas se hubiera dado cuenta que todavía usa ese horroroso collar que gano en una caja de cartón y si bien no es vergonzoso para Sanji inventar posiciones aún más excitantes –y extrañas- que las del Kamasutra, el inocente gesto de Zoro mirando su collar lo hace querer cavar su propia tumba, así que lo patea en la nuca haciendo uso de su inhumana flexibilidad para indicarle que continúe.

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Sanji se mira en el espejo, esta vestido demasiado casual con un par de vaqueros grises, una camisa rosa pálido y sus siempre fieles zapatos sneaker, puede apostar que cuando Ace salga del baño lo hará en pantalones de pijama o algún chándal y se ríe, peina su cabello y lo agita varias veces mientras frunce el ceño, debería haber hecho una visita al estilista, está más largo que de costumbre y le causa un ligero cosquilleo en el cuello, son casi las ocho treinta por lo que el maleducado amigo de Ace ya lleva media hora de retraso, tal parece que lo ha invocado cuando el timbre suena, estira sus brazos como un gran gato y bosteza cubriéndose la boca; después de darse una última mirada en el espejo se dirige a la entrada sin ninguna clase de prisa y es en el segundo toque que abre la puerta.

Y su mundo se pone de cabeza.

Parado afuera de su casa se encuentra la primera vez de casi todo lo que ha hecho, la primera vez en que se quedó sin aliento después de un orgasmo, la vez en que lloro como una niña con la cara pegada en la almohada preguntándose una y otra vez “¿por qué?” esta aquel té que le preparo Zeff esperando que pudiera conciliar el sueño, la persona que lo enseño a conducir, las madrugadas en pijama y calcetines mirando televisión, los viajes espontáneos, las discusiones, las risas, las canciones deprimentes, la sombra de la que nunca se desprendió y le mostro extremos incalculables y que después de sentirse tan poderoso, podía reducirse simplemente a nada.

Esta la nueva vida en América que nunca tuvo, el adiós sin explicación, la lluvia de aquel día…Y la vergüenza de tener que ponerse siempre una nueva curita si no quiere que la herida se infecte.

Esta su mundo despedazado.

Parpadea varias veces para asegurarse de que sus ojos no lo están engañando como muchas veces lo hicieron antes, su cuerpo está temblando y se siente frágil, como una pieza de porcelana o un niño prematuro.

La expresión de Zoro no está muy diferente a la suya, dolor, culpa, indecisión, sorpresa y terror, todas esas emociones mezcladas juntas y podría vomitar porque sigue exactamente igual, con esa apariencia intimidante y atractiva, su cabello estúpidamente verde y la piel bronceada de surfista californiano; su chaqueta de cuero… ¿se ha quitado los pendientes de oro?

Y podría decir, si solo sus labios le permitieran articular palabras:

—“Hey, ¿Qué tal? ¿Cómo te ha tratado el tiempo sin mí, bastardo?” pero no lo hace. 

Jadea cuando siente una mano en su cuello, tocando el collar que debió tirar desde el primer día, al igual que esa sudadera llena de agujeros que nunca le devolvió o la playera que compraron juntos al ir a un concierto de Rock, pero tampoco lo hizo.

—Todavía lo conservas…— Lo escucha susurrando la cosa más obvia del planeta y retrocede un paso mientras busca un punto fijo que mirar que no sea ese rostro tan extraño y a la vez familiar.

— ¿Sanji…?

Ace sale del baño con el cabello húmedo, secándolo rápidamente con una toalla mientras su mirada esta clavada en los dos cuerpos tensos en la puerta, hace una mueca con los labios y se acerca a ellos, poniendo una mano sobre la cintura de Sanji quien todavía luce desconcertado, truena los dedos entre el rostro de ambos y siente que él aura nauseabunda también lo está contagiando a él. Nunca ha sabido leer a las personas, pero si a Sanji.

— ¿Sera que ustedes ya se conocían? — No hay ni un dejo de malicia en su comentario, solamente una ansiedad que le muele las entrañas de manera lenta y lo lastima.

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Ya ha buscado en los alrededores la inconfundible cabellera verde; a veces tratando de pensar como él y caminar en círculos, pero ni así lo encontró, por lo que regreso a esperar en la misma banca con la esperanza de que llegará cuando menos lo esperara.

El reloj hizo su recorrido mientras pensaba en cosas cada vez más tontas, como que quisiera convertirse en la diminuta hormiga que pasa desapercibida mientras camina en el suelo, una mota de polvo o simplemente un grano de arroz y fumo casi la mitad de cigarros de su cajetilla mientras le agradecía en silencio al genio creador de la nicotina, la delicia que ventila la enfermedad y probablemente lo haría morir con algún tipo distinto de cáncer; pero no agradece al creador de la bombilla ni al responsable de la penicilina; ha llamado tantas veces al celular de Zoro y dejado toda clase de mensajes que sus dedos ya se entumecieron, tendría que haberse marchado indignado de allí hace mucho, pero en cambio se aferra a su única maleta como si le fuera a dar consuelo.

Y piensa en lo irónico del paralelismo del clima frio y gris con cómo se siente, de hecho casi se ríe, porque comenzó a llover, en el momento más inadecuado igual que siempre, la gente corre a refugiarse y lo miran como si hubiera perdido la cabeza, ellos no saben que no están ni lejos de la realidad. Incluso una adorable anciana lo invito a pasar a su casa a calmarse y Sanji amablemente la rechazo, porque no puede tranquilizarse hasta que él lo haga sentir cálido.

Seguro está perdido, Hay mucho tráfico, Es tarde pero va a llegar, Él no rompe las promesas.

Él si rompió nuestra promesa…

Y yo me veo como un idiota.

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Un taxi se detiene cuando el semáforo se pone en rojo, justamente en frente de la estación del tren y Zoro limpia el vidrio con la manga de su suéter para entrecerrar los ojos y buscar a la persona más terca del universo, sentada afuera, en las banquillas mientras lo espera. Y siente un nudo en el estómago, en la garganta, en todas partes al verlo solo y mojado y ser incapaz de hacer algo, quisiera quedarse o llevárselo, lo que sea, pero siempre ha sido un nido de problemas e inestabilidad, pero los ojos de ese idiota jamás han visto lo malo dentro de él y son incapaces de ver como lo esta destruyendo.

 Así que saca su celular del bolsillo y busca el número que sabe de memoria, no llama pero si escribe un texto.

—“Lo siento”

El mensaje es corto, simple y demasiado duro.

 

La luz cambia a verde y es incapaz de ver su expresión o la manera en que se ha desmoronado y también es ignorante del chico que sostiene un paraguas rojo y se acerca a él.

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— ¿Sera que ustedes ya se conocían?

Sanji niega con la cabeza para desconcierto del peliverde quien siente un sabor amargo en la garganta, Sanji se muerde los labios y le extiende la mano sintiéndose fatal, porque las mentiras tienen poco tiempo de vida.

Sanji Black, es un placer conocerte.

—Zoro…Roronoa y el placer es todo mío.

 


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