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Beats [JohnTen] [NCT] por Kuromitsu

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El sudor se agolpa en la base de su cuello mientras su cuerpo reverbera al ritmo de la música electrónica que sus manos mezclan con facilidad, haciendo que los presentes salten y se descontrolen en la pista de baile, llenando el lugar con un aura eufórica donde lo único que importa es pasarla bien. Sonríe e intenta animar aún más el lugar, aunque su mente y ojos estén puestos en un rincón específico del lugar.

Mientras todos dejan sus problemas atrás, Johnny tiene que ver a su mayor problema cara a cara cada viernes por la noche.

Porque en el lugar de siempre, entre las columnas que sostenían al recinto y un grupo de amigos, se encuentra bailando el mismo chico que desde hace más de tres meses le tiene increíblemente embobado con su belleza y talento. Ese mismo que cada vez que le ve termina por hacerle sonreír como un imbécil, sin importar si su trabajo como DJ en un club gay no le da paga suficiente para subsistir, sin importar lo horrible que hubiese sido el día o la semana en general; tan solo necesita ver su sonrisa y sus ganas al mover su cuerpo de un lado a otro para envolverse en una burbuja de felicidad.

Mas esta vez la alegría que expresa el chico de cabellos negros y nariz respingada no es lo suficientemente contagiosa como para alegrarle a él también. Frunce el ceño y procura concentrarse en la mesa de mezclas, midiendo su fuerza para no ser tan brusco con el aparato. Es un simple DJ sobre un escenario, es obvio que aquel chico ni siquiera reparase en su presencia mientras que para él es lo único en lo que se puede enfocar mientras trabaja.

Y aquello supone un problema enorme cada vez que le ve echar sus manos al cuello de otro hombre antes de unir sus labios con un desconocido diferente en cada oportunidad.

Es ridículo que sienta celos por alguien con quien nunca ha cruzado palabra, pero de todas formas los percibe allí, carcomiéndole las entrañas. Por ese chico de sonrisa encantadora de quien solo conoce su nombre y nada más —oído de la boca de los amigos que siempre le acompañan—, de mera casualidad hace semanas atrás mientras lavaba sus manos en los servicios.

Ese que no sabe si es su nombre o solo un apodo, pero que suena hermoso de todas formas.

“Ten”

———

—¿Qué buscas?

Se sobresalta cuando la voz curiosa del dueño del local donde trabaja los fines de semana interrumpe sus pensamientos. Sonríe, nervioso, dejando de recorrer con la mirada la ahora vacía pista de baile.

—Unas monedas que se me cayeron —miente. Taeil parece dudoso con la respuesta mas no dice nada y simplemente se va, dejándole con sus pensamientos.

Como siempre, no ha tenido tiempo para detener al chico de movimientos gráciles. Como siempre tendrá que esperar toda una semana para ver resquicios de su presencia, para ver si alcanza a hablar con él esta vez.

Se muerde el labio inferior. De cierta forma espera no topárselo porque sabe que el momento en que al fin —después de tantos intentos infructuosos— pueda invitarle a salir, la posibilidad de un “no” es más que alta.

¿Quién se fijaría en un simple DJ desconocido, después de todo?

Se pone su largo abrigo para enfrentar la fría temperatura de la madrugada, listo para volver a su minúsculo departamento y dormir antes de que el siguiente turno comience, esta vez en la tienda de comestibles. No es como si pudiese vivir de su pasión, la música, a pesar de que intentó infructuosamente engañarse los primeros meses viviendo lejos de su familia, lejos de su tierra natal también. Al final, simplemente tuvo que tomar dos trabajos para poder solventar al menos todos los gastos más básicos, aunque el mezclar música no lo considerase como un trabajo en estricta regla. Es demandante, sí,  pero tiene sus recompensas.

Aunque no sabe si clasificar a Ten dentro de un beneficio porque es lo único en lo que normalmente puede pensar después de verle, como siempre, en cada viernes por la noche que termina alargándose hasta la madrugada. Y que ni siquiera sea capaz de hablarle es ciertamente frustrante.

Revisa la hora. Cinco y treintaidós minutos. Hace ya una hora que el lugar ha cerrado sus puertas, y el viento nocturno le hace estremecer apenas cruza el umbral a pesar de las capas de ropa que le protegen. En pleno invierno lo único que quiere en esos segundos es estar hundido entre las mantas, pero todavía faltan varios minutos antes de que su motocicleta le permita llegar a su hogar. Encamina sus pasos hacia el estacionamiento, apegando sus brazos al cuerpo, logrando ver el aliento que sale de sus labios formando volutas en el aire.

Sin embargo, cuando llega al aparcamiento, el aire termina saliendo de golpe de sus pulmones.

—Tú…

Ten está ahí, recostado con tranquilidad contra su negra motocicleta.

Le ve sonreír.

—Pensé que la dejarías botada acá.

Casi puede ver, debajo de la cazadora de cuero que ahora lleva puesta, esa camiseta apretada de lentejuelas plateadas que es su favorita de todas las prendas que le ha visto; favorita porque moldea su delgado cuerpo a la perfección y que al mismo tiempo deja mucho para la imaginación, al igual que los pantalones ceñidos que hacen resaltar su pequeño trasero de una forma que le llega a abrumar.

Aunque no puede dejar entrever lo loco que está por su belleza, menos si se encuentra a tan pocos metros de él que puede al fin apreciar esas lindas facciones en su máximo esplendor.

—Qué… ¿qué estás haciendo acá?

Su sonrisa se ensancha y una de sus cejas se enarca, divertido. Le ve palmear el asiento de la motocicleta casi con un deje de superioridad, como si supiese algo que él no.

—Vamos, que está demasiado frío para quedarse más tiempo.

De haber sido cualquier otra persona habría puesto el grito en el cielo. Que qué hacía invitándose a sí mismo a montar su motocicleta, que acaso no conoce de modales y que definitivamente debieron empezar con presentarse como mínimo.

Pero es él, Ten, y no puede creer que en vez de seguir a su sentido común termina por asentir y le lleva a bordo, pasándole el casco de seguridad extra que lleva por mera precaución a todas partes. “Está helando y seguro no tiene a nadie que le lleve a casa”  piensa para calmarse un poco; sin embargo cuando le pregunta por su dirección una leve risa sale de esos labios de apariencia suave, y no puede evitar notar que el agarre a su cintura se hace más fuerte junto con la presión en su espalda, donde descansa el rostro del enigmático chico.

—¿Vives solo? —le escucha preguntar.

Asiente antes de que sea consciente de ello y solo con el correr de los segundos entiende lentamente que, aunque parezca un loco sueño suyo, está sucediendo.

—Perfecto entonces.

Y tal como si fuese un sueño en vez de la realidad —sin importarle los posibles riesgos, sin importarle nada más que el rápido latido de su corazón—, dobla en dirección a la torre de departamentos donde reside.

Ni siquiera cuando al fin da vuelta a la llave y cierra la puerta tras ambos puede creer que es real, porque no pasan ni dos segundos antes de que Ten se ponga en puntillas y le atraiga hacia sus labios, más dulces de lo que jamás hubiese imaginado. Se deja guiar por su lengua que no pierde tiempo en entrelazarse con la suya, mandándole escalofríos hasta la punta de los pies, desbocando incluso más su corazón de lo que ninguna presentación como DJ ha logrado hacer.

Pero, tal como en las presentaciones, apenas al entender que está ahí y realmente está sucediendo entonces se pone a la acción.

No le deja ningún respiro. Devora sus labios, inclinándose para llegar a su altura que le parece adorable, mientras le conduce paso a paso hasta su pequeña habitación. Agradece que haya tenido la inusual decencia de tener la cama sin la ropa usada que normalmente se acumula en pequeños montoncitos sobre las mantas, y con demasiada adrenalina como para ser realmente cuidadoso le empuja contra la mullida superficie sin dejar de besarle. Solo se separa para trazar con la punta de su lengua el lóbulo de su oreja, poblada con diferentes piercings que no hacen más que excitarle. La cazadora y la apretada camiseta de lentejuelas terminan por caer con rapidez al suelo de la habitación, en un juego de besos y caricias que de cariñoso no tiene nada; el deseo es demasiado fuerte como para que sea nada de eso.

Ten le ha buscado únicamente por sexo, y está dispuesto a entregárselo.

Sus manos terminan por empujarle contra la cama y ahora es él quien se ve despojado de la ropa que cubre su mitad superior. Siente las manos del chico desabrocharle el pantalón y reprime un jadeo cuando sin demora sus bóxers terminan por ser bajados lo suficiente para que su miembro sea atendido por la boca experta de Ten. Echa la cabeza hacia atrás, extasiado, mientras la suave lengua del otro se pasea sin problemas por toda su longitud, entreteniéndose con su glande antes de pasar a sus testículos, utilizando la presión justa y los movimientos indicados. No pasa mucho antes de que su pequeña mano se cierna también alrededor de su miembro, acompañando el vaivén de su boca con una tortuosamente lenta masturbación que le deja deseando más: más rápido, más fuerte, más profundo.

Pero justo cuando el deseo se encuentra en el punto más álgido es que Ten deja de hacerlo y le sonríe, sudoroso, antes de quitarse los pantalones con un rápido movimiento. Pasa las manos por el duro bulto que sobresale a través de la tela de los calzoncillos negros que contrastan con su piel lechosa, y termina haciéndolo esta vez sin ropas incómodas de por medio cuando se los retira por completo. Sobre sus rodillas temblorosas, Ten termina por dejar caer su peso sobre sus piernas, mientras se muerde el labio inferior con una fuerza que es palpable a simple vista; algo inútil porque al aumentar la velocidad con su mano los gemidos reprimidos terminan por salir de todas formas de su garganta. Sonríe, satisfecho, y se sienta para atender con su boca las oscuras tetillas del chico que no hace más que aferrarse a su espalda, enterrando las uñas con suavidad.

—Dios, eres precioso… —no puede evitar susurrar con sinceridad, probando toda la extensión de su piel y aumentando progresivamente el vaivén de su mano—. Y tan sensible…

Y como una mera comprobación de sus palabras le escucha gemir cuando le muerde gentilmente el cuello, succionando esa área tan sensible con un deseo irrefrenable.

—Me encanta la forma… la forma en que lo haces —Ten suspira—. Tú…

—Johnny. Solo dime Johnny —explica antes de mirarle a los ojos y besarle cortamente en los labios—. Y tú…

—Ten —sonríe al ver que ha estado en lo cierto todo este tiempo, mas no se lo menciona.

No quiere dejar entrever lo mucho que le ha gustado desde el principio aunque probablemente Ten ya lo sabe. No por nada le ha esperado al lado de su motocicleta en plena madrugada sabiendo que recibiría un “sí” como respuesta, ¿verdad?

Sus preocupaciones y la sensación tenue de saber que ha actuado patéticamente todo este tiempo se diluye rápidamente cuando Ten, sin previo aviso, le vuelve a empujar contra la cama. Sabe lo que sus ojos buscan cuando le ve mirar alrededor de su minúscula habitación, e indica el cajón de la mesita de noche. Aprovecha de quitarse el resto de la parte de abajo cuando Ten regresa, condón y lubricante en mano.

Es algo más que excitante verle introducir uno de sus dedos en su pequeño trasero con la ayuda de la viscosa sustancia, jadeando y arqueando su espalda en un espectáculo erótico del que solo es espectador; cuando intenta ayudarle Ten le sonríe y le asegura que está bien, que está acostumbrado a hacerlo por cuenta propia y que es mejor así. Por eso es que sus manos solo se encargan a atender el duro miembro del chico, en la única forma que encuentra para aligerarle el proceso, para que sea menos doloroso. Siente a su propia erección palpitar dolorosamente y sabe que necesita hundirse entre las nalgas de quien le ha robado el aliento desde hace tantas semanas. Sin embargo, cuando está a punto de volver a sentarse para darle la vuelta y penetrarle es que Ten le sorprende con algo más.

Su delgado cuerpo se pone a horcajadas de su erección y sin mucha dificultad baja por ella, enterrándose más y más hasta llegar al punto donde está completamente dentro de él. Le ve cerrar los ojos con fuerza, respirando rápidamente.

—¿Estás bien? —pregunta apenas, percibiendo las apretadas paredes de Ten envolviendo a su miembro. La calidez de su interior le vuelve loco.

—S-sí —gime—. Johnny…

Se muerde el labio inferior con fuerza cuando escucha su voz temblorosa decir su nombre por primera vez, mas deja salir un jadeo apenas Ten comienza a moverse de arriba abajo, con las manos arañándole los hombros, en un movimiento donde le deja tener el control absoluto de la velocidad porque de otra forma no se contendría lo suficiente.

Ha sido mucho tiempo deseándole, y al fin lo tiene entre sus brazos; sentimiento que se intensifica cuando después de largos minutos de jadeos y besos húmedos el orgasmo les llega con tan solo segundos de diferencia, sin importarle que el pegajoso semen de Ten le cubra el abdomen.

Es que, después de limpiarse mutuamente y envolverse en nuevas caricias, Ten no se marcha tal como ha previsto que haga desde el segundo exacto en que entendió las intenciones que subyacían a su espera en plena madrugada.

Ten se queda allí, tranquilamente durmiendo a su lado entre las sábanas, donde aprovecha de abrazarlo todo lo que ha querido desde hace tanto.

———

Levanta las manos en el aire, aplaudiendo al ritmo de la música electrónica para que los presentes hagan lo mismo; aquellos que no están lo suficientemente ebrios lo hacen y termina por sonreír, feliz. Mas, cuando fija su mirada en la fila de adelante, a punto está de dejar caer su sonrisa en el acto.

Ten está ahí de nuevo, besándose con un desconocido.

Intenta ignorarlo a pesar de que no es la primera vez que ha sucedido después del primer encuentro entre los dos, el que también se ha vuelto a repetir.

Porque a pesar de que le ve continuamente pasar de boca en boca, siendo toqueteado por diferentes hombres a los que tiene ganas de mandarle un puñetazo en la nariz, no puede decir que no cuando lo encuentra a las afueras del recinto esperándole tal como la primera vez.

No puede decirle que no cuando acude a sus brazos porque, le guste o no, se ha terminado enamorando más de lo que jamás pensó posible. Suficiente como para esperar sus largas esperas al responder los mensajes que se mandan a diario, tragándose sus excusas de que ha estado muy ocupado en algo y por eso solo ha podido responder de madrugada en una hora en la que ni siquiera debería estar despierto en primera instancia; suficiente para acogerle entre sus brazos incluso cuando tiene perfume a otro; suficiente para aguantar estoicamente la forma en que descaradamente se besa con otros incluso frente a su presencia, como si no se diera cuenta de todo ello.

Suficiente porque, a pesar de todo eso y mucho más, cree en él cada vez que le escucha decir un “te quiero, Johnny” al que rápidamente corresponde con besos de enamorado.

Es que sencillamente, ese chico —que ahora sabe, proviene de la lejana Tailandia— le encanta.

Ten le encanta porque es como la música; pasa demasiado rápido para que pueda darse cuenta de todos los sonidos que la componen y por lo mismo le instiga a volver a su lado una y otra vez, embriagándole, fascinándole.

Y quiere conocer todas las armonías que componen a su compleja existencia, aunque para ello deba rescatar todos los beats uno por uno, como migajas de amor que se asegura de guardar celosamente.  

De él, su más impredecible y adictiva melodía.

 

Notas finales:

¡Hola! Esta vez vengo a ustedes con un pequeño fanfic inspirado por Johnny y su reciente -muy, muy reciente, lo sé ;;- aparición como DJ. Tenía que ser JohnTen porque sinceramente esos dos son demasiado perfectos el uno para el otro <3

Espero les haya gustado -de ser así un comentario no estaría de más (?)-, ¡nos vemos! 

 


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