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Los chicos de las estaciones por Ghost princess Perona

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Notas del fanfic:

Esto es algo pequeño que se me ocurrió hace poco, espero que les guste mucho. 

Naruto no es mío

Notas del capitulo:

Me inspiré con una película... ¿adivinen cuál es? Espero que les guste el fanfic, aunque este capítulo de seguro que no les va a gustar tanto.

“El invierno había llegado a la pequeña ciudad, de copos de nieve cubierta. Nada se podía escuchar, salvo una casita, llena de movimiento. Era el hotel de los cuatro, que de lejos se veía hermoso, pero que dentro se caía a pedazos. Los lugareños y forasteros murmuraban contra los dueños, cuatro hermanos que se rumoreaba eran los peores males de la región. Las malas lenguas tenían una razón, pues cada uno había nacido en una estación.

Madara, el mayor, era el chico del invierno, que vino al mundo en medio de una tormenta de nieve terrible. Era frío, desinteresado… una persona de gélido corazón.

Izuna, el siguiente, era el chico del verano. Sólo preocupado por divertirse, dejó que sus hermanos trabajaran en su nombre.

Itachi, el tercero, nació en primavera. Se cuenta que en ese pueblo sus manos rápidas nadie más podía imitar.

Sasuke, el último, en el otoño vino. Era terco, egocéntrico y a todos miraba con desprecio. Las mujeres del lugar, que ante él suspiraban en el pasado, lo despreciaban ahora…”

“¡Ya deja de molestarnos!” Madara salió del antaño lujoso hostal con un gran abanico de guerra en las manos para espantar al chistoso que les estaba espantando la clientela esa vez. No era que tuvieran mucha, como había dicho el aspirante a trovador su casa se caía a pedazos, pero eso no le importaba. De alguna manera sacaría adelante a su familia y al negocio que sus padres le habían heredado.

“Déjalo, nii-san, si ese se va vendrá otro” dijo Itachi, cargando un fardo de madera en la espalda. “Traigo madera para mantenernos calientes…”

“Sí, claro… ve y ponla en la chimenea, Sasuke debe tener frío” se puso la mano en la frente, cansado y agobiado. “Dile que luego voy a prepararle una sopa o algo así.”

“Podría ser chocolate caliente…”

“¡No hay dinero para eso!” estalló el pelinegro mayor, sobresaltando un poco a su hermanito. Él se dio cuenta de esto y agitó las manos. “Lo… lo siento, es sólo que… las cosas han estado difíciles estos últimos tiempos y…”

“Todos los años han estado difíciles, Madara-nii, pero no te preocupes. Él lo comprenderá y yo también. El hotel se salvará, tú eres genial y siempre logras lo que quieres.”

“Gracias… no me hagas mucho caso” revisó sus raídos bolsillos y finalmente encontró unas monedas. “Toma, guardé esto de la última vez que tuvimos un cliente, creo que es suficiente para comprar un poco de chocolate…”

“No soy un niño, no necesito mimos” Sasuke salió de la casa. Entre los tres era el mejor vestido y abrigado, porque sus hermanos ponían todos de su parte para que fuera así. “Deberías mejor comprarte ropa nueva.”

“Soy el chico del invierno, no lo necesito. Yo nací en el hielo” comentó Madara en broma. “Además consentirte…”

“Odias el frío, tienes que comprarte algo” el menor se acercó, quitándose la chalina y poniéndola alrededor de su cuello. Empezaron a caer copos de nieve encima de ellos. “Parece que va a nevar, metámonos dentro para que no nos congelemos.”

“Claro… ¿en dónde está Izuna?”

“Adentro, reparando el techo con algunas tablas” entraron y, en efecto, vieron al chico verano trepado en las pesadas vigas del techo, que parecían a punto de ceder ante su peso, martillando un par de maderas para tapar los agujeros en el techo. “¡Eh, Izuna-nii, baja! ¡Tenemos que preparar las cosas para la cena!”

“¿Es que acaso ya ha anochecido?” preguntó distrayéndose de su labor y casi cayéndose. “Aún no he reparado las goteras en tu cuarto ni en el…”

“Sólo baja antes de que te mates”

“Pero, Madara-nii…”

“Podemos vivir con las goteras y yo puedo dormir con Itachi un par de días más” habló Sasuke, cruzándose de brazos. “Ven, obedece”

“Está bien, está bien”  se bajó con cuidado.

“Y ayuda con la cocina”

“¿Es que acaso hay cena hoy? No es Navidad todavía”

“Me las arreglé para cazar un par de cosas hoy” contestó Itachi, mostrándole los conejos que traía al hombro junto con la leña. “Vamos a despellejarlos y a comerlos en guiso. Y la mañana de navidad habrá faisanes, ya te lo digo”

“¿Y cómo lo sabes?”

“Lo sé porque soy un fantástico cazador y me las arreglaré” contestó el chico, acomodándose la cadena de plata que tenía al cuello. Era uno de los más preciados regalos de su difunta madre, que les había dejado una cosa diferente a cada uno. Un abanico a Madara, un anillo a Izuna, una banda del pelo a Sasuke… era lo único que ellos conservaban de sus padres. “Me las arreglaré como ellos lo hicieron”

“Ellos tenían el mejor hotel de la región”

“¿Y por qué nosotros no?”

“Porque los habitantes nos odian, diciendo que la familia está maldita porque un hijo nació en cada estación del año” suspiró el mayor, tratando de cubrirse mejor. Se arrodilló frente a la chimenea y empezó a trabajar con el fuego. “Y también se encargan de mantener a los huéspedes lejos de nosotros.”

“Cretinos…”

“¿Cretinos? Yo diría cosas mucho más fuertes, Izuna-chan” se levantó una vez que se encendió el fuego. “Pero mejor no sigas mi ejemplo. Vengan los tres a calentarse un rato” ellos obedecieron y el mayor puso sus brazos alrededor de los tres. “pase lo que pase, estaremos bien, ¿no es verdad?”

“Sí, ya deja de preocuparte tanto, nii-san” contestó un sonriente Itachi. “Te van a salir arrugas si sigues haciéndolo”

“Es que…”

“Te sientes la madre de todos nosotros, lo sabemos” añadió Sasuke, sonriendo con sorna. “Mami”

“Eres un…”

“Madara-nii”

“Mocoso”

“Está bien, está bien” les volvió a arropar con sus brazos. De repente se escucharon unos golpes muy fuertes en la puerta. Madara se levantó, alerta como siempre. De vez en cuando los aldeanos venían a molestarlos, culpándolos de muchas cosas por las que no eran para nada culpables. Y siempre los expulsaba con su abanico. Lo tomó y empezó a caminar hacia la puerta, haciendo ruidos con la madera. “Quédense ahí”

“Nii-san…”

“Sólo háganlo, no se muevan” fue y la abrió, para encontrarse con un tumulto de personas delante del hotel, todas ellas reclamando la sangre de los tres hermanos. Tenían picos y antorchas como si fueran a linchar a alguien. “Lo que sea que haya pasado, estuvimos aquí todo el tiempo. No tuvimos nada que ver”

“Maldito mentiroso… ¡devuélveme a mi hijo!” gritó una mujer.

“¿Qué?”

“Lo que escuchaste… ¡devuélveme a mi hijo!”

“Si le ha pasado algo…”

“¡No mientas!”

“¡Sí! ¡Sólo ustedes son capaces de hacer que alguien se pierda en los bosques! ¡con su magia negra deben de haber!”

“¡No hay magia negra! ¡Y nosotros no tuvimos nada que ver!” se quejó Madara. Cuando ellos se acercaron dispuestos a atacarlo, movió el abanico como un arma para alejarlos. “¡Atrás! ¡No se atrevan a dar un paso más!”

“¡Esta vez han llegado demasiado lejos! ¡Hablaremos con el alcalde sobre esto y él lidiará con ustedes de una vez por todas!”

“Como si no lo hubieran hecho antes”

“¡Los vamos a echar!”

“No creo que eso suceda” el pelinegro entró y cerró la puerta, corriendo el oxidado cerrojo y volviendo al lado de la chimenea con sus asustados hermanos. Les dio una sonrisa, tratando de reanimarlos, a lo que ellos poco a poco respondieron. “No se preocupen, es sólo lo de siempre. Nosotros… estaremos bien, siempre lo hacen.”

“¿De verdad no ha pasado nada grave, nii-san?” preguntó Sasuke, acomodándose contra el pecho de su hermano para conseguir más calor.

“Si, el alcalde nunca hace nada” se levantó después de calentarse un poco frente al fuego. “Ahora… hay que preparar la cena. Tenemos que comer antes de irnos a dormir. Y mañana… mañana tenemos que conseguir un árbol de navidad y empezar a decorarlo. Van a ver lo lindo que nos va a quedar.”

“Madara-nii…”

“No se preocupen, no pasa nada…”

-Al día siguiente-

Madara dormía junto a las brazas de la chimenea, como siempre, cuando fue despertado por un sonido de golpeteo en su puerta. Pensando que eran los aldeanos, la abrió para encontrarse de cara con el alcalde, que estaba clavando un papel en la puerta. Lo leyó y sus ojos se abrieron más de lo que nunca habían hecho.

“¿Clausurado? ¿Cómo que clausurado?”

“Es simple, nada más mira este sitio, ¡es inhabitable!” empezó el hombrecillo, dándose muchos aires. “¡Se está cayendo a pedazos! ¡Y eso sin contar con quienes son los dueños! ¡Simplemente ya no podemos tolerar que esté aquí!”

“Esta es nuestra casa, no puede echarnos”

“Claro que puedo, son un peligro para la seguridad pública. Ya hay muchos desaparecidos, sobre todo hombres jóvenes que cruzaban un bosque que conocían bien de noche, y todas la pruebas los señalan a ustedes…”

“¿Las pruebas o supercherías baratas?” Madara se cruzó de brazos, apoyado en el dintel de la puerta. Este crujió bajo su peso. “Porque no tiene derecho a…”

“Y además está el asunto de que ustedes no han pagado impuestos en años. Tengo el derecho de expropiarles esta casa por sus muchas deudas con la ciudad y con otros comercios” esto dejó al pelinegro de piedra. No habían pagado impuestos… ¡es que cómo los iban a pagar si eran tan pobres que lo que ganaban no les alcanzaba casi ni para comer! “Así que a partir de ahora el hotel Uchiha está clausurado.”

“No puede…”

“Tienen seis meses para desalojar el lugar, luego será bendecido por el cura del pueblo y convertido en un centro de recreaciones para los habitantes, algo que debió de hacerse hace mucho tiempo. Que tenga un buen día” el joven se quedó ahí, viéndolo retirarse. Sabía que las cosas no podían estar peor para ellos… pero ahora sí que habían tocado fondo. Detrás de él apareció Izuna, que había estado escuchándolo todo.

“Ese cerdo…”

“Déjalo” Madara se separó del dintel y cerró la puerta, se sentó en la mesa y ahí se permitió derrumbarse, llorando sobre sus manos. Izuna se acercó para intentar consolarlo, más no había manera. “Primero no alcanza el dinero y ahora hemos perdido el hotel… simplemente ya no sé qué vamos a hacer”

“Saldremos de esta, nii-san”

“¿Cómo? Ya no sé…” Itachi y Sasuke bajaron en ese momento y, al verlo así. Se acercaron para saber qué había pasado. El segundo se los resumió y quedaron igual de consternados. ¿Qué iban a hacer ahora? “¿Te… tenemos algún lugar a donde ir?”

“No, nada. Mamá y papá nos dijeron que una vez teníamos una familia muy grande, pero todos fueron muriendo.”

“Nada… fantástico” Madara miró la puerta trasera, que daba a un patio cubierto de nieve. Cuando eran pequeños, los cuatro solían jugar en él, bailando como cualquier niño. Su papá tocaba la flauta y su madre era una violinista maravillosa. Tenían muchas razones para bailar. Aún podía escuchar las risas… “Era mucho más fácil cuando estaban aquí”

“Y que lo digas” se sentaron todos a admirarlo. Fugaku y Mikoto habían muerto cuando Madara tenía apenas dieciocho años, pero se las había arreglado para mantener a la familia unida y criar a sus hermanitos, trabajando duro en el hotel para darles cosas.

“¿Qué voy a hacer?” sonaba desesperado.

“¿Desesperarnos todos?” Izuna se sentó a su costado. “Aunque tenemos hasta final del invierno para desalojar este sitio. Creo que deberíamos hacerlo lo mejor que podamos y, mientras empacamos, hagamos esta última navidad en casa lo más inolvidable de la vida.”

“Sí, eso suena bien”

“Me apunto”

“Yo también”

-En el bosque-

“Monstruo… helado” un joven moría bajo la mirada atenta de un forastero de pelo blanco como la nieve que caía del cielo. Sus ojos eran rojizos y helados, su piel pálida… como si estuviera completamente hecho de hielo. “Vete… ya déjame en paz… vete y llévate a tus copos de nieve… nadie… nadie te quiere…”

“Eso ya lo sé” comentó como si no fuera nada el extraño ser, moviéndose alrededor con una túnica completamente blanca. “Pero no me voy a ir, mi tiempo todavía no ha pasado y tengo que estar aquí… aunque nadie me lo agradezca”

“Vete…” exhaló su último suspiro, ganándose sólo una mirada fría de ese hombre. Dejó caer una moneda al lado del cadáver y comenzó a caminar hacia la villa. Ese pequeño lugar podía ser interesante y lo suficientemente frío para pasarla ahí mientras duraba su trabajo. Aunque no se esperaba nada fuera de lo común. Al entrar en el lugar todos voltearon las miradas sorprendidos, apreciando al hermoso joven que acababa de llegar. Los dueños de los hoteles rápidamente se apresuraron a ofrecerle un lugar donde quedarse. Este los ignoró y se dirigió al hotel de la familia maldita.

“Quiero una habitación” solicitó en la puerta. Izuna, que estaba en el recibidor, se sorprendió de que una persona tan fina como ese chico quisiera entrar ahí. Puso unas monedas de oro en el mostrador. “Para lo que reste del invierno está bien”

“¿Está seguro?”

“Sí, es el lugar más frío de toda la zona y a mí me encanta lo frío” confesó.

“A mí… me agrada el frío también” le contestó, extendiendo una mano. “Soy Izuna Uchiha”

“Tobirama…”

Notas finales:

Espero que les haya gustado, pero les advertiré que será algo corto. bueno... review!!!


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