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Capullo de vida. por Akudo

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Furudate Haruichi.

Este fic lo empecé hace dos años. Santa flojera, pero al fin aquí está.

Notas del capitulo:

Será un two-shot.

Apenas las 5:17 de la mañana. Demasiado temprano para entender por qué la puerta del baño tenía puesto el seguro y por qué al intentar abrirla recibió del otro lado un rugido amortiguado de Bokuto-san.

Con su espalda buscó apoyo en la pared, aun con tanto sueño que al cerrar los ojos para molerlos fuertemente con ambos puños en un intento de conseguir lucidez su cuerpo se tambaleó a lado y lado, amenazando con caer y no volver a levantarse en diez horas más.

Un escalofrío le recorrió desde debajo del ombligo hasta los pies y frotó un muslo contra el otro, volviendo a tomar la perilla.

— Bokuto-san, necesito usar el baño.

Si el otro le había dicho algo en ese grito, no lo entendió. Desde que Keiji regresó del dormitorio universitario la tarde anterior Bokuto se la pasó quejándose de que su vejiga se había vuelto diminuta y debía ir al sanitario con más frecuencia de la que parpadeaba.

Probablemente era eso.

No podía ser que ni siquiera amaneciera y ya se hubiera encerrado allí a pesarse para atormentarse con los gramos que estaba ganando y que realmente no hacían gran diferencia, al menos para cualquiera que no fuera Kotaro. No podía ser eso, definitivamente no-…

La puerta se abrió de golpe.

— ¡¡230 gramos, Agaashi!! ¡¡230!!

Y las lágrimas reales de Bokuto aumentaban el drama. Akaashi estaba seguro de que un vaso de agua pesaba eso.

— Tú no eres el que está ganando peso, Bokuto-san.

— ¡Pero bien que es a mí al que se le nota!

Kuroo ya le había advertido de este nuevo hábito que había desarrollado su ex capitán y con todo su corazón había esperado que fuera una exageración, porque luego de este fin de semana que le tocaba quedarse con Bokuto tenía una agenda de estudio más apretada de lo usual.

Luego de una hora completa confrontando el berrinche del mayor que se negaba a desayunar para no subir más de peso finalmente Akaashi había optado por calentar las bolitas de carne que sobraban en la nevera, y ese atrapante aroma junto con el de algunos vegetales salteados sedujo a un obstinado Bokuto cruzado de brazos, muy seguro de que no iba a ingerir algo más que no fuese agua y aire.

El pelinegro simplemente dejó el plato allí de forma muy casual y salió de la cocina para volver solo tres minutos después, encontrándose con las mejillas rellenas de Bokuto y una terrible mirada de culpa. Tuvo que posponer valioso tiempo de sueño más la hora de limpieza para pasar el resto de la mañana en el sillón y cederle la mitad de su cuerpo al más alto, quien se le aferró con ambos brazos y una pierna viendo la tele mientras sobrellevaba el arrepentimiento.

Akaashi pudo sentir aquel estómago abultado presionando en su costado.

Mientras el ruido del programa humorístico de turno era lo único que llenaba la sala, Akaashi pensó que le gustaría terminar de revisar el manuscrito que debía llevar corregido a la editorial donde estaba haciendo sus pasantías. En su mente sólo se arrastraba el cómo le gustaba el café a su editor encargado que no lo dejaba vivir en paz hasta que se lo llevara bien caliente y la última línea del capítulo donde había quedado, no porque hubiese sido particularmente interesante, sólo se dio cuenta de que había olvidado el número de la página y eso le preocupaba ligeramente. ¿Se habría acordado de guardar los cambios? Rayos.

Con la uña de su índice comenzó a raspar la tela del posa brazos y no lograba concentrarse correctamente. La cabeza de Bokuto se movió en su rango de visión para terminar acomodándose sobre su hombro, y a pesar de que todo su pelo de dos colores caía dócil libre de gel le hizo gracia notar que aun así algunos mechones se mantenían alzados por pura costumbre.

La risa nada disimulada de un entretenido Kotaro estalló y Keiji pensó que estaba bien olvidarse de todo lo demás por un rato.

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Bien, medio día haciendo el vago no daña a nadie, pero no podía permitirse más. Dejó de girar el lápiz entre sus dedos estampándolo contra la mesa algo más fuerte de lo necesario, resoplando hondamente por la nariz antes de levantarse con sus cosas y mudarse un rato a la sala común donde había otro escritorio pegado a una pared. Allí se oiría menos la escandalosa conversación telefónica que Bokuto mantenía en su cuarto.

Media hora después que pudo concentrarse y adelantar deberes ignoró las pisadas que venían desde el pasillo de las habitaciones y se detenían a sus espaldas, o eso hubiese querido, sin embargo en algún rincón de su cerebro saltó la alarma “Bokuto-san” y sus dedos empezaron a teclear en su laptop mucho más lentamente a la espera de algo.

Ese algo no se hizo de rogar y casi rompe una tecla cuando tuvo que apretar los ojos y agarrarse la cabeza, con la música de inicio del videojuego del demonio que Bokuto acababa de poner. Se quitó los anteojos que usaba para estar en la computadora y se dio vuelta en su silla, llamando al mayor.

— Tranquilo, Akaashe. No te molestaré gritándole a mi personaje.

La verdad es que ninguna opción era peor que la otra.

— ¿No puedes usar el psp en tu habitación?

 — Oho… es que se me rompió y no sé dónde van algunas piezas. Cuando venga Konoha le diré que lo repare.

Lo intentó, de verdad trató con todas sus fuerzas pero a pesar de que el juego tenía el volumen al mínimo el tecleo feroz de los pulgares de Bokuto masacrando el control no dejaba de martillarle la cabeza, además de los “ju, jaa, ohhoo, yiaaahh” y maldiciones entre dientes que el otro creía que Akaashi no escuchaba.

Mucha gente moría por un aneurisma cerebral indetectado, y si él tenía uno de esos por dios que esperaba que reventara pronto y ya no saber nada de este mundo.

La silla se corrió hacia atrás cuando el pelinegro se levantó, haciendo que su compañero de piso pausara su batalla virtual. Fue a encerrarse a su cuarto sin voltear ni decir nada, ni siquiera cuando Bokuto lo llamó.

No supo cómo pudo dormirse con tanto estrés en las venas ni qué tanto tiempo pasó, pero debió ser muy poco o al menos eso sintió cuando su cuerpo se sacudió al despertar de repente por el ruido la puerta siendo abierta sin cuidado.

— ¡Agaaashei! ¿Son mejores las setas o los champiñones para un estofado? —Bokuto levantó los respectivos paquetes que llevaba en ambas manos, mirando cada uno como si escondieran un secreto trascendental— No tengo idea de cuál diablos es la diferencia.

Se llevó las manos a la cara y por un momento le pareció una idea fenomenal hundirse los dedos en los ojos hasta hacerlos reventar. Los signos vitales de la paciencia de Akaashi cayeron en picada hasta convertirse en una línea plana que arrastraba un “piiiii”.

— No sé cuál diablos sea la diferencia, Bokuto-san. Pero tengo otra pregunta para ti, ¿será que es tan complicado que puedas pasar siquiera diez minutos sin estar alrededor poniendo todo tu esfuerzo en sacarme de quicio?

Akaashi, el siempre respetuoso y tranquilo Akaashi no estaba levantando la voz, tampoco habló en un tono molesto, pero cada palabra se hundió en la piel de Bokuto como crueles cuchillas. Su vitalidad se desvaneció dejando que sus brazos cayeran lentamente y su cabeza bajara hasta ocultarse tras su flequillo bicolor, boqueando sin saber qué hacer hasta que acabó disculpándose en voz baja antes de retirarse y cerró la puerta sin hacer ruido.

El pelinegro no fue consciente de la gravedad de su reacción, su sistema necesitaba más horas de descanso de calidad para volver a ser el mismo de siempre. Se echó nuevamente con una almohada encima de la cabeza para ocultarse de cualquier sonido y volvió a invocar al dios del sueño.

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Eran casi las 19:30 cuando finalmente se levantó con un terrible vacío de hambre en el estómago, agradecido de que el pulso en su cabeza que amenazó con volverse migraña hubiera desaparecido. Bostezando se asomó a la cocina y bajó la flama de la estufa que descuidadamente fue dejada demasiado alta, mientras en el mesón se encontraba una olla con algo irreconocible adentro de lo quemado que estaba junto a algunas verduras lavadas y los sobres de setas y champiñones.

Esto debía ser obra de Bokuto, seguro se puso a mirar programas culinarios y volvió a entusiasmarse con el tema aún después de todos los fracasos con los que debería auto-vetarse de la cocina para siempre.

Si no estaba en el departamento ahora debió haber ido a comprar comida de verdad o se embarcó en una visita sorpresa a la casa de alguien para ser alimentado. Fue a buscar su teléfono para preguntarle al mayor si ya venía de regreso con algo o sino terminaría el intento de estofado que éste ni siquiera empezó.

Desbloqueó el aparato viendo la cantidad de mensajes y llamadas perdidas y quitó el modo silencio antes de revisar los textos; eran de Kuroo preguntándole qué pasó con Bokuto, si sabía dónde estaba. Parecía preocupado e incluso debió haber contactado con Konoha que también en un sms le preguntaba qué rayos le hizo a Bokuto.

Estaba a punto de llamar a Kuroo para entender la situación que parecía ameritar una emergencia cuando apareció en la pantalla una llamada entrante de éste mismo. Contestó.

— ¿Qué está pasando?

Eso te pregunto yo. Hace más de una hora Bokuto me llamó decaído diciendo que te hizo enojar, que había salido del edificio y no sabía dónde estaba. —la respiración de Kuroo se notaba pesada por haber trotado por todas partes— Traté de que me describiera el lugar para ir a buscarlo pero respondió que no hiciera nada, que es mejor si salía de nuestras vidas y ya no molestaba a nadie.

— Yo… —hizo memoria; en ese momento tal vez pudo haber tratado mejor a Bokuto pero no creyó que sus palabras hubiesen sido tan graves— Supongo que me fastidió un poco y dije algo que no debí.

Mira, sé que lidiar con un Bokuto encerrado que trata de liberar energías en algo latoso o tener tu atención para no aburrirse es complicado, es como si se volviera cien veces más infantil y dependiente, pero en su estado es peligroso que se altere. Se vuelve impredecible.

Akaashi le dijo que entendía y se disculpó con premura, aunque Kuroo contestó que las disculpas no debían ser para él y que mejor los ayudara a él y Konoha a ampliar la búsqueda. Con suerte Bokuto no debió llegar muy lejos.

Al cabo de cuarenta minutos los antiguos búhos regresaron al departamento cuando Kuroo les avisó que ya había enjaulado a la lechuza fugitiva. Bokuto sólo había dado vueltas al azar en la zona, pero como tenía la cabeza tan revuelta y estaba anocheciendo no reconoció dónde estaba y pensó que se había perdido; Kuroo lo encontró sentado de costado en una banqueta cercana a la cancha multiuso de la plaza, con las piernas subidas y el rostro sumido entre ellas. Había sollozado que quería tomar una pelota, quería jugar, saltar, correr, gritar, trabajar, que la metamorfosis que atravesaba su cuerpo y su mente era demasiado dura para él solo y ya no aguantaba.

Abrieron la puerta y los recibió la imagen de Kuroo rodeando los hombros de Bokuto cubiertos con la chaqueta del más alto, compartiendo risas en el sofá. Incluso el estilo cool de sus pelos parados había resucitado, seguramente un gesto de empatía de parte de Tetsuro para levantarle los ánimos al viejo As.

— Y nosotros preocupándonos como si fuera el fin del mundo. —le susurró el rubio a Akaashi en un tono entre cansancio y alivio, yendo donde Bokuto para jalarle la oreja y quejarse de que lo hiciera caminar tanto.

El ex armador también pudo volver a la calma al verlo a salvo.

— ¡Deberías agradecer que si no fuera por mí no harías ejercicio! ¡No sé cómo es que sigues delgado!

Bokuto empezó a importunarlo con que si se estaba alimentando bien y si ya había dejado de fumar, que le hacía falta deporte.

— Cuidar de ti ya es un deporte exasperante.

La voz de Kotaro acalló y fue cerrando su boca a medida que sus energías recién renovadas lo volvían a abandonar, incluso su peinado pareció decaer. Akinori le dio un zape inofensivo en la cabeza.

— Sí, a veces te pones pesado y todo pero así te soportamos desde que recordamos, sólo aprende a tener consideración con los demás. Ya eres un adulto, joder.

— … Sí.

— También debes meterte en esa piedra dura que tienes por cabeza que el mundo no sólo te afecta a ti, eres responsable de esa criatura. Todos nosotros lo somos desde que decidimos apoyarte así que aprecia un poco lo que estamos haciendo. —a todo lo que Konoha iba diciendo Bokuto respondía que sí con la cabeza gacha. El rubio tenía las manos en la cintura y su ceño fruncido daba miedo, no quería mirarlo— Es más, he cuidado tanto de ti y esa niña que ya soy como el padre, no te sorprendas si sale con mi cabello.

— ¿Cómo sabes que es niña?

— Mi instinto paternal me lo dice.

Bokuto lo miró con ojos mucho más grandes que de costumbre, hasta que se dobló partiéndose de la risa. Para su sorpresa aún le quedaban lágrimas y se las limpió todas tratando de controlarse.

— Y luego dices que yo soy el idiota.

— ¡Oye!

— En otras palabras. —sintió la palma de Kuroo apretar su hombro, mirándolo tan sonriente— No estás solo, no lo estarás.

— Kuroo…

Éste pasó a mirar a Konoha, torciendo su sonrisa a una más desafiante.

— Y lamento decírtelo pero ese pequeño tendrá una espectacular cabellera negra.

— Que sería horrible de peinar.

— O podría tener mi pelo, ¿no creen? —avisó Bokuto con un mohín— Y mis hermosos ojos.

Konoha asintió con una mano en la barbilla.

— Sí, unos enormes y perturbadores ojos de lechuza.

— ¡Hey!

El menor de todos se acercó unos cuantos pasos, suficientes para notar lo rojos e hinchados que Bokuto tenía los ojos y se sintió mal al ser el causante de ello. Bokuto disminuyó sus risas al verlo y se le notó incómodo.

Los otros dos también callaron.

— Akaashi, yo…

Para su sorpresa fue interrumpido por la reverencia que hizo el chico.

— De verdad lamento lo que dije, estaba fuera de mí. No volveré a portarme así contigo.

Exaltado, Bokuto hizo gestos de negación con sus manos.

— No, no. Soy yo quien debe disculparse. Me doy cuenta de que siempre paro haciendo escándalo a donde sea que me muevo y no te dejo hacer tus cosas en paz, después de todo por eso empezaste a quedarte en los dormitorios.

Es cierto. Akaashi se había acostumbrado al Bokuto-san senpai de instituto y compañero de equipo, le agradaba y se llevaban bien en ese aspecto así que recién graduado, cuando Bokuto lo contactó para ofrecerle ser su compañero de piso Keiji no vio lo malo en aceptar luego de preguntar por Konoha, que era la pareja de Bokuto y con quien éste compartía la pieza.

Al parecer, luego de no ser aceptado en ninguna de sus opciones universitarias Konoha se pasó ese año únicamente trabajando para ahorrar y pagarse una carrera técnica con ayuda de su hermana mayor a cambio de que la ayudara en casa con su hijo, lo que conllevó a que se mudara con ella. Keiji se preguntó si eso tuvo algo que ver con la separación amorosa de sus senpais, aunque sin decir nada llegó a salir el tema por parte de Bokuto, quien le aclaró que ellos terminaron su relación en buenos términos hace unos seis meses.

Kotaro siguió siendo un chicle con Kuroo, que de alguna manera le sacaba tiempo a su carrera de arquitectura para hacer el tonto con él. El ex armador empezó con sus estudios superiores y un trabajo de medio tiempo, todo iba bien y a pesar de que sus horarios descuadraban la mayor parte de la semana había espacio para compartir comidas y charlar de todo lo que se les ocurriera.

¿Cuándo empezó a torcerse todo? Muy egoístamente le retribuyó la culpa a Bokuto ya que era el único factor estresante que interrumpía su calma para estudiar en casa, sin embargo Bokuto nunca cambió, fue el mismo en todo momento. ¿Entonces por qué antes era agradable vivir con él y ahora no?

En su segundo año la carrera de Akaashi empezó a ser más demandante y en el siguiente año aún más. Hizo lo posible para equilibrar los estudios y el trabajo, mas en esa balanza no hubo cabida para Bokuto. Tres meses antes de terminar su tercer año solicitó una habitación en los dormitorios de la universidad para ahorrarse el tiempo de ir y venir desde casa y fueron complacientes con él gracias a su beca y excelentes notas, y así pudo estudiar sin la voz de Bokuto atravesando las paredes.

De vez en cuando visitaba a su familia y también a Kotaro, siempre siendo recibido con entusiasmo aún cuando se notara su tristeza por estar viviendo separados. Daba la impresión de ser un ave con plumas marchitas. Bokuto lo convenció de sólo pagar una pequeña parte del alquiler ya que le sabía mal que diera la mitad cuando por lo regular sólo se quedaba un día por semana, además de que el departamento se lo rentaba un pariente así que se lo dejaba más barato.

Todo volvía a estar relativamente bien, pero entonces Bokuto se embarazó y eso requería más atención que una visita por semana. Cuando la familia de Kotaro se enteró lo hicieron dejar de buscar trabajo y prácticamente lo retuvieron en casa, y por más que lo interrogaron no soltó el nombre del padre y los suyos llegaron a acusarlo de ni siquiera saber quién fue.

Kuroo y Konoha fueron su soporte en todo momento, mediando para que la familia no entrara en conflicto, pidiendo tiempo para que Kotaro estuviera listo de responder todo lo que quisieran y que por ahora se centraran en ese bebé que ya venía.

En cuanto a Akaashi, tuvo miedo de involucrarse demasiado. Sabía que debía tomar cierta responsabilidad con ello pero no quería que la decisión de Bokuto afectara su vida como estaba ahora, por eso se comprometió a medias y cada tres fines de semana se quedaba con el mayor. Tetsuro y Akinori hacían lo mismo cuando les tocaba, aunque de vez en cuando lo iban a acompañar entre semana si tenían tiempo.

Y aquí estaban ahora, Bokuto de cinco meses hablando de buscar trabajo para sentirse de utilidad, rodeado por sus “cuidadores” y un montón de risas después de todos los altibajos. Tal como su nombre lo decía Kotaro era un hijo de la luz, tan brillante y cálido que atraía a todos.

Konoha le palmeó la espalda haciendo que ocupara el puesto libre al otro lado de Bokuto y en ese mismo instante se vio atrapado en un fuerte abrazo a través del cual el mayor le decía que no quería volver a sentir una brecha entre ambos. Akaashi le correspondió.

— Por cierto. Konoha, mi psp necesita que lo resucites. —recostó su cabeza en el hombro de Akaashi para mirar al rubio sentado en el piso frente a ellos, no tenía ganas de separarse.

— ¿Y yo qué voy a saber de eso?

— ¡Tienes qué! Eres un ingeniero.

— Sí, ingeniero civil.

— Bueno, algo podrás. —empezó a jugar con el cabello de la nuca de Akaashi— Los ingenieros se las ingenian.

Luego de superar la risa de esa estupidez Kuroo intervino.

— Perdona, intenté convencer a Kenma de que viniera a repararlo pero no está dispuesto a ir más lejos de dos cuadras por algo sin importancia.

— ¡Mis sentimientos son importantes!

— Es un psp. —dijo un escéptico Konoha.

— ¡Un psp muy querido para mí!

— Luego me lo dejas para llevárselo. Kenma lo terminará arreglando por diversión.

— Joder, tengo hambre.

— ¿Pedimos algo? —ofreció Akaashi ante el quejido de Konoha y fue secundado por el rugido que salió de la panza de Bokuto, en serio fue estridente, tanto que el de pelo bicolor se sonrojó de la vergüenza y se ocultó en el cuello de su compañero haciéndole cosquillas.

— Re- ¡recuerden que ahora tengo hambre por dos! ¡No es mi culpa!

— Ya le había dado el recado a alguien para que viniera a salvarnos, no debe tardar. —el pelo de cama les dio aliento, y como si se tratara de una invocación la puerta fue tocada.

Como era el que tenía más hambre un emocionado Bokuto fue a abrir.

Grande fue su sorpresa.

— ¡¡Tsukki!!

— Bokuto-san, te ves… —era la primera vez que Tsukishima lo veía desde hace tiempo así que, aunque ya supiera la noticia, era normal su sorpresa al notar la figura del mayor tan cambiada. Se tomó un segundo para observar la sonrisa de Bokuto y más atrás los otros tres que le hacían señas suplicantes de que por una vez en su vida no fuera tan Tsukishima— Te ves saludable. Traje comida.

Se unió al grupo saludándolos con voz aburrida, asimismo respondiendo con monosílabos las incesantes preguntas de Bokuto con las que quería saber cómo iba su vida. Repartió las bolsas equitativamente, aunque cada uno terminó echando algo de su plato en el de Bokuto para aplacarle el apetito.

— Me van a poner como un tanque.

— Nah, ni se nota. —lo consoló Kuroo y Tsukishima tuvo que toser para ocultar su risita.

El aura del niño de luz se hizo más deslumbrante haciendo que las risas de todos fueran más sinceras, que sus sonrisas duraran más en sus rostros. Una llama que dejó una sensación agradable en casa aún después de apagar las luces para dormir.


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