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Máscara de luna por mei yuuki

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Notas del fanfic:

Durarara!! no me pertenece ni tampoco sus personajes. La idea original para este fanfic fue de Montse Heiwajima, pero por razones personales no pudo publicarla y me permitió hacer mi propia versión. Va dedicada completamente a ella.

    Máscara de luna.

 

    Lo siento 1.

 

   —Creo que pronto nos iremos de viaje.

     La voz del niño interrumpió la quietud que había seguido a sus risas estallando conjuntas. Acostado sobre su espalda con la mirada perdida en el cielo despejado de inicios de verano, la frase se le había escapado casi sin que se percatase, como cualquier otro comentario intrascendente.

   No recibió respuesta alguna del chico a su lado; de modo que simplemente continuó contando nubes. Siete, ocho, nueve y... Un rostro infantil y ceñudo obstruyó su campo visual desde arriba. Le enseñó la lengua burlonamente, pero aquel ni se inmutó.

   —¿De viaje?, ¿en serio? —inquirió Shizuo, el chico de su misma edad con quien solía pasar los días jugando y metiéndose en problemas —¿y adónde irás?

   —No lo sé, es algo que escuché de mis padres el otro día —Izaya, el de cabellos negros que había hablado en primer lugar se encogió de hombros con simpleza —. ¿Me vas a echar de menos, Shizu-chan?, ¿O piensas pedirme que te traiga dulces?

   —No es eso, idiota —. Replicó Shizuo fingiendo molestia. Lo cierto es que ni él mismo lo entendía; pero hubo algo que no le agradó en la manera en que Izaya anunció que posiblemente él y su familia saldrían de viaje. Un matiz de seriedad extraño en él; un mocoso cuya sonrisa bailaba casi sempiterna en sus labios.

   —¿Y entonces qué?

   —¡Nada! Olvídalo.

   —¿Se te olvidó antes de que pudieras decirlo? ¡Eres tan despistado, Shizu-chan! —Izaya rió —Un día de estos también olvidarás cómo te llamas.

   —¿Cómo podría olvidarme de mi propio nombre? —dijo ahora sí estando molesto, con las redondas mejillas rojas de la ira. El chico de cabellos negros echó a reír con más ganas al notarlo —¡Izaya, bastardo! ¡Deja ya de reír así! —y se lanzó sobre él, derribándolo sobre el césped. La preocupación que comenzaba a anidar en su corazón desapareció momentáneamente, como un elusivo fantasma.

   Rodaron cuesta abajo hasta la orilla del río; donde finalmente se detuvieron y acordaron una tregua. Shizuo chistó la lengua con desprecio, si bien también se divertía con las tonterías que soltaba Izaya.

   —Pero, en verdad —empezó a decir Izaya, todavía con la respiración agitada de tanto reír y moverse —, incluso si un día se te olvida tu nombre, intenta no olvidarte del mío, ¿sí? Porque para mí Shizu-chan siempre será Shizu-chan.

   La sonrisa de Izaya no era la habitual; es decir, pícara y hasta cierto punto demasiado ladina para un chico de nueve años. No; aquella que en ése momento le mostró a Shizuo era curiosamente serena; transmitía una incipiente melancolía que en ese entonces ninguno de los dos llegaba a conocer y a comprender del todo. Sus ojos reflejaban el mismo sentimiento agridulce, y al mirarlos, causaron una ligera punzada de algo similar a la angustia dentro del joven Shizuo. Tragó saliva en silencio.

   —Izaya... Cómo si pudiera olvidar alguna vez un nombre tan raro. —Soltó. El mencionado expulsó el aire en un bufido, terminando con ese extraño momento.

   —Waah, ¡Qué cruel, Shizu-chan! Es el nombre que mis padres escogieron para mí — se quejó escandalosamente—. No te burles de él.

   —¿Qué?, ¿acaso has escuchado de algún otro chico que se llame Izaya? Te apuesto a que no. Es rarísimo.

   —Calla. —Levantó un poco de agua con el pie, salpicando al otro. Sonrió con malicia y lo hizo una vez más.

   —¡O-Oye! —exclamó, sobresaltándose. Desvío la mirada hacia el río poco profundo frente a sí y una idea apareció en su mente. Se quitó las sandalias y agarró a Izaya del brazo izquierdo —¡Ya verás...!

   —¿Eh? ¡Espera, me empaparé! —espetó mientras Shizuo lo arrastraba dentro del río con él. —Mis padres me regañarán si vuelvo a casa así.

   —Debiste pensarlo antes, idiota.

 

   •••••

 

   Pasaría una semana exacta para que el recuerdo de las palabras dichas aquella tarde cobraran realmente sentido concreto al tomar forma en la realidad como el peor escenario posible que al menos, el pequeño Shizuo Heiwajima, nunca hubiese podido imaginar por sí mismo.

   —¡Hey! Izaya, ¿adónde vas?, ¿quiénes son estos tipos? —impertinente, Shizuo le devolvía la mirada con el entrecejo fruncido a un par de sujetos adultos que le sacaban por lo menos medio metro de estatura. Vestían ropajes finos pero discretos, de tonos oscuros. Flanqueaban a Izaya y lo apresuraban para que subiese a un carruaje que Shizuo no había visto nunca en casa del chico. —¿Adónde te llevan?

   A su espalda, la madre de Izaya a quien Shizuo conocía desde hace tiempo lloraba amargamente en los brazos de su esposo. Su desconsuelo era tal que parecía que si este no la retenía en la puerta de la casa, se derrumbaría sobre la duela o correría hacia su hijo. Aquel la contemplaba con una expresión vacua, sin embargo cuando su amigo irrumpió en la caótica escena, sus ojos se volvieron rápidamente hacia él. Palideció y su semblante inexpresivo transmutó en uno de sorpresa y miedo. Sus labios parecieron temblar antes de que de su boca saliera algún sonido.

   —Shizu-chan, vete. Yo..., lo siento —. Parecía que iba a decirle algo más; no obstante súbitamente un hombre en el que hasta entonces el chico no había reparado se interpuso entre ambos y propinó a Shizuo un empujón.

   —Hazle caso a tu amigo, niño. Esto no te incumbe —. Su tono terminante no dejaba lugar a réplicas. Incluso fue todavía más lejos al notar su renuencia a desistir —: Por tu bien olvida que alguna vez existió alguien llamado Orihara Izaya, pues esa persona ha muerto hoy. Creéme, es mejor para ti hacerlo.

   ¿Qué? A oídos del niño eso era inaudito. ¡Izaya estaba de pie justo delante de sus ojos, maldición!, es cierto; Shizuo jamás lo había visto poner una expresión de angustia como ésa, pero eso tan sólo hacía todo más extraño ante sus ojos. ¿Qué se creía ese viejo que era para querer llevarse a Izaya a Dios sabe donde y ordenarle a él hacer algo tan estúpido?

   —¿Qué dices, viejo? —su rostro aniñado se endureció; en una situación de ese calibre, simplemente no conocía el temor.  El que dejara de pensar le ayudaba bastante en ello. —¡Deja a Izaya en paz! —Le asestó un puntapié en la pantorrilla— ¿qué es lo que te hizo?, no dejaré que— un empellón más fuerte que el anterior hizo que se mordiera la lengua, a la vez que derribó su menudo cuerpo contra el suelo de tierra de la calle.

   El hombre desconocido lo miró desde lo alto con ojos pétreos, como si estuviese contemplando a un insecto. Sus facciones marcadamente angulosas lo dotaban de un aspecto implacable y atemorizante. Parecía ser el jefe del grupo.

   Shizuo sintió su piel erizarse ante su mirada ilegible, pero incluso así se obligó a sí mismo a sostenérsela al incorporarse.

   —No eres más que un crío. No me gustaría tener que ser más rudo que esto contigo, ¿comprendes? Harías bien en empezar a respetar a tus mayores y a valorar más tu vida.

   —Señor Shiki, ya estamos listos.

   —De acuerdo —. El sujeto de nombre Shiki le dio la espalda y se encaminó hacia el carruaje en cuyo interior ya aguardaban por él los otros dos tipos e Izaya. Se detuvo un momento y le habló por última vez, sin mirarle —Recuerda lo que he dicho. Olvida. Es lo mejor.

   Después de eso aquel grupo se esfumó llevándose a Izaya con espantosa rapidez. Más tarde caería una llovizna que eliminaría las huellas en el camino, y por ende cualquier rastro de lo ocurrido. Shizuo supo que ya era demasiado tarde en cuanto el sonido producido por el chocar de las patas de los caballos contra la tierra comenzó, sin embargo en primera instancia se sorprendió incapaz de moverse. Se pasaría los siguientes años rememorando una y otra vez aquella fatídica tarde, pero precisamente en esos minutos solamente una cosa pudo sacarlo de su agobiante perplejidad, antes de que fuera completamente aplastado por ella y cayera en estado shock.

   —Lo prometo, Izaya, te lo prometo —sus labios dieron forma al pensamiento al que se aferró con terquedad, junto al recuerdo de hacía una semana atrás junto al río. De ningún modo le haría caso a ese bastardo de Shiki o cómo quiera que se llamase.

   —No pienso olvidarte. Te esperaré hasta que vuelvas aquí

Notas finales:

Gracias por leer. :D


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