Las calles incendiadas y los gritos de terror rompieron de forma abrupta el ambiente, las sombras se
retorcían y se quemaban en las llamas o corrían en su desesperación por sobrevivir. La noche se había
teñido de sangre, teniendo como testigo a la gigante luna de la noche y frío aire que la acompañaba.
-Ah... Ah...
Los jadeos del muchacho y el sonido de sus pisadas apresuradas impactar contra el suelo se hicieron
presentes y poco audibles alrededor. Corría con fuerza, corría por su vida. Los cortes sangrantes en sus
mejillas estaban morados, tal vez se encontraban inflamados, él tenía el cabello rubio todo sucio, la
ropa mugrienta y otros moretones por los brazos.
Sus ojos azules claros, en vez de mostrar miedo o algo por el estilo, estaban apagados y dominados por
un sentimiento: Rabia.
(PLAF)
Un chillido se hizo presente, alertándolo, había pisado algo que era viscoso y al parecer, tenía vida. Lo
que había pisado, lo hizo resbalar y caer de rodillas contra el suelo. Él se giró inmediatamente para ver
lo que había pisado... Era un pájaro herido de un ala y muerto. Él volvió a mirar hacia adelante, no
tenía por qué distraerse en estupideces mientras su vida dependía de un hilo.
Volvió a levantarse y comenzó a correr hacia lo que quedaba de la carretera... Luego seguiría por el
puente y ya pasado el puente estaría en un país distinto, estaría a salvo, lejos de esa chorrera de sangre.
-Me alegro que estén bien...-Dijo él, soltando al aire la frase, ¿Se refería a su familia?, es posible que
si-Sólo... Debo llegar...
Pero no lo hizo nunca.
Un golpe en la espalda le sacó por completo el aire y le paralizó los músculos, cayó de cara a cara hacia
la acera con un golpe sordo, él jadeó de nuevo, pero no se entretuvo y giró rápidamente, con la espalda
contra el asfalto.
Los ojos le crecieron como dos pelotas, abrió la boca del horror y la expresión se endureció.
Frente a él, se encontraba un león mitad águila, mejor dicho, un grifón. Éste le veía con los ojos rojos
cuales llamas, la mirada felina y afilada, mientras ronroneaba queriendo destrozar un cuerpo, abrió la
boca mostrando sus colmillos asesinos, listo para atacar. El animal saltó encima del muchacho,
sacándole aire con el peso, le rasguñó la mejilla derecha, gruñendo de altivez y soberbia, viendo la
asquerosa sangre bajando por la mejilla y deslizándose por el cuello, hasta caer al piso.
El joven debió darse cuenta que luchar contra la fuerza animal era imposible, él no tenía armas, no
había nadie cerca, al menor movimiento, era posible que el demonio atacara.
Los ojos rojos del animal, se mantuvieron atentos a la mirada de su presa, con los colmillos al acecho,
dio un movimiento brusco y le clavó los dientes en el estómago, sintiendo la maravillosa sensación de
sus colmillos perforando la carne, viendo cómo la sucia sangre salía despavorida del cuerpo del
jovencito, tal vez quería desangrarlo, odiaba ver la sangre, el animal sólo quería la carne del cuerpo.
El rubio por su parte, arqueó la espalda con violencia, mientras su entrecejo se contraía en una mueca
de dolor y de su boca salía un quejido.
-¡Maldito animal...!-Lo golpeó en la cabeza, haciendo que el grifón dejara su labor por un momento y
mirara amenazante al muchacho.
El grifón retiró sus colmillos lentamente, mirando el rostro furioso del muchacho, se relamió los labios
y escupió: Detestaba la sangre. Pero sin pensarlo, el grifón se abalanzó hacia adelante... Con los
colmillos en alto...
Y se los clavó en el pecho.
El muchacho volvió a gritar cuando un nuevo ataque se concentró en sus brazos, él volvió a golpear el
hocico del león con una furia agresiva, producto de la resignación de a entregarse a la muerte.
Sin embargo, las heridas abiertas le quemaban tanto por fuera como por adentro, se sentía desfallecer
por aquel ardor que incrementaba a cada segundo, nublándole la vista, acabando con sus fuerzas,
quedando débil frente a la bestia de horrendos ojos rojos.
Poco a poco, la vista se le fue nublando, fue cayendo preso de un sueño infernal, para escapar de aquel
dolor, comenzó a dejar de moverse, a dejar que el león hiciera su trabajo. Poco a poco, el instinto de
lucha se fue apagando... Hasta que no quedó nada.
(***)
Un muchacho se encontraba parado encima de una silla, viendo por la ventana a lo lejos, el humo que
se extendía hacia el cielo, escuchando uno que otro grito, pero lo que le atemorizó, fueron las bestias
aladas que revoloteaban encima del humo, él se encontraba tranquilo, quieto, con los ojos devorando
cada imagen de aquél abominable situación, el incendio se encontraba muy hacia el norte, muy lejos
de donde estaba él, ¿Cuál ciudad podría haber sucumbido...?
Él sólo emitió un suspiro, se encontraba ante la más difícil decisión de todas: Cuando él y su
hermana cumplieran diecisiete años de edad, uno de los dos tendría que ir a servirle al ejército del país
como Arma, pertenecerían al gobierno Imperial Japonés... Posiblemente hasta morirían en aquél guerra.
Él no quería ir a la guerra, pero si su hermana tampoco quería, uno de los dos sería obligado a ir al
ejército...
Sólo tenía doce años, ¡Tenía muchos días para pensar en ésa obligación!, pero más tiempo equivalía a
más dudas, más temores. ¿Él tenía que dar su vida por la de su hermana? No, la muy
desgraciada no se merecía su vida, pero él estaba seguro, que ante el carácter débil e inservible de su
hermana era más probable que lo eligieran a él, porque él era independiente, porque él SI tenía
autoestima, no como esas mujeres desvergonzadas que salían en la televisión.
Sea como fuera, lo más triste era que como Arma, que él regresara con vida de la guerra, no dependía de él... Si no del estúpido portador en el que caería entre sus manos...
Decidió no pensar más en el asunto, decían que probablemente llegaría a pertenecer a la familia Tepes, que posiblemente su portadora sería Krul Tepes, él la conoció desde niño, la muchacha era atrevida y elegante, algo que sin duda, fascinaba a Yuu.
Frunció el ceño.
¿Por qué él, siendo un demonio, tenía que ponerse en servidumbre de los humanos?
Entonces, lo recordó.