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Notas del fanfic:

Holaaaaaaaaa

Este fic está siendo reeditado para hacerlo un long fic ^^ 

Notas del capitulo:

Holas~~~~

Bueno en mi país todavía es 31 de octubre, así que cuenta como reto cumplido

Tres fics en un solo día y esta vez de una parejita que me han pedido, pero que también adoro, me esforcé en corregirlo y al borde de la media noche lo subo para que sea legal

Disfruten de su lectura

 

 

 

 

El frío, la desesperación, la adrenalina, todo se juntaba en ese cuerpo cobijado con la enorme capa negra que tenía, pero era imposible, la nieve calaba en su alma y su cuerpo se congelaba. Tiritaba de frío, pero ni así ganaba calor, la nieve seguía cayendo en grandes cantidades y su pobre cuerpo no podía seguir. Pisó en algún lugar inseguro, se hundió en la blanca y profunda capa de nieve. Lanzó un gritito, pero estaba exhausto. No pudo ser escuchado por nadie. Su mirada chocolate se fijó en el cielo, ya que a duras penas pudo darse vuelta y tratar de gatear, pero quedó ahí. Sostenía el anillo con sus dedos temblorosas, se lo colocó porque era un regalo de su padre y su madre. Dejó de sentir frío en algún punto, se fijó en el cielo tan blanco, los árboles tan muertos… o simplemente secos, no sabía

 

 

—qué bonita vista me has dado – susurró apenas – señor… mi señor… mi creador – sus lágrimas brotaron brillando en diversos colores, tantos como los de un arcoíris – ¿puedo pedirte un favor? – y como si el cielo le hablara, sonrió – haz feliz a quien lo necesite

 

 

Esos ojos chocolates brillaron en conjunto con sus lágrimas de colores brillantes y cerró los ojos con cansancio. La respiración era leve y cada copo que caí solo lo cobijaba como una manta. Poco a poco ese manto blanco casi lo cubría por completo. De la nieve se distinguía la tela negra que lo envolvía, pero solo porciones y entre tanta blancura el sombrero negro en punta parecía asemejar a un tronco caído. Se hacía tarde, no había esperanza y…

 

 

—¿y esto? – la voz infantil era intensa, pero no por eso dejaba de tener el toque agudo de un menor de edad – ¿qué demonios es? – con fastidio jaló del tronco, en donde estaba anclada una preciosa joya, o eso parecía. Cuando lo jaló… no era eso – un niño… no tengo tiempo para esto – se quejó al ver los cabellos y una porción de piel bronceadita ligeramente, además del ojo cerrado – está casi muerto… ¿de qué me serviría? – pero desenterró el cuerpo de la nieve por si podía tener alguna pertenencia valiosa y lo halló – este anillo

 

 

Vio el anillo en el dedo del niño, no tan niño cuando lo desenterró, tal vez de unos catorce o quince años a lo mucho. Lo miró con detenimiento, abriéndole el abrigo, cuerpo delgado, congelado, inconsciente… delicado como una mujer, pero con los órganos de un hombre, o al menos eso distinguió tocándolo un poco… pues no tenía ni ápice de pecho y a esa edad, aunque sea debía tener dos limones pequeños, pero era plano como una tabla, ni esperanzas. Lo tomó de una pierna y tiró de él, a pesar de ser pequeño, era tan fuerte como un adulto, así que solo lo arrastró. Reconoció esa forma en el anillo, una bala, una almeja y dos armas cruzadas, va… los distinguiría cualquiera. Fue difícil transportar peso muerto, pero lo hizo. Llegó a su casa, depositó el cuerpo en el piso, medio lo limpió quitándole la nieve y lo dejó ahí. Lo demás dependía del muchacho, él decidiría si despertar o no. Lo más que hizo fue encender la leña y dejar que el calor de la casa aumentara

Los ojos del muchacho se abrieron horas después, donde apenas quedaba un poco de leña en la chimenea y cuando todo estaba oscuro. Tosió un par de veces, se levantó de donde estaba, se tocó la cabeza y su sombrero no estaba. Su anillo le dio seguridad y a gatas buscó su amado compañero, porque usando ese sombrero puntiagudo podía pensar mejor. Cuando lo halló se levantó desorientado, chocó contra algo duro, chilló debido al dolor, retrocedió dos pasos y golpeó algo más, logrando que cosas cayeran. Pisó algo puntiagudo y como no llevaba zapatos -que el cielo sabe dónde estarían- saltó adolorido. Pisó algo más y resbaló cayendo de sentón… en mendo de cinco minutos, destruyó un lugar desconocido… un nuevo récord

 

 

—¡qué demonios pasa! – el pequeño chico se asustó mucho y se escondió donde pudo

—yo no… yo no quise… de verdad lo siento – se disculpó de inmediato

—qué demonios… oh Dios, mi sala – bufó molesto al distinguir varias cosas en el piso – ¿dónde está la lámpara?

—¿necesita luz? – el castaño no distinguía más que una figurilla de un niño, pero esas expresiones no eran de uno… al menos no las verbales, porque no le veía nada más que esos ojos negros o eso parecía – espere – respiró profundo y juntó sus manos. Recitó algo en susurros, como una leve canción en alguna lengua extraña y sonrió – leve luz – susurró y de sus manos surgió una esferita pequeña que se elevó hasta posarse en el techo y poco a poco todo se iluminó, como quedando en una mañana soleada – ya está

—¿y qué harás con mi sala?

—lo arreglaré – entró en pánico al ver el desastre que hizo con tan solo pararse. Recogió el primer libro que vio y se levantó con intenciones de seguir recogiendo, pero pisó su propia capa y cayó de bruces al suelo – itteee…

—serás dame

—lo sé – se quejó el castaño aun en el suelo y bajó su cabeza. ¿Cuántas veces escuchó ese horroroso apodo? No quería ni recordarlo – lo siento – suspiró dejándose caer al piso hasta recostarse en este. Estaba cansado de pasar por lo mismo siempre

—levántate niño – ordenó acercándose, pero el castaño no se movió y con la poca paciencia que tenía, tomó al pequeño camaleón que se ocultaba en su puntiagudo y negro cabello. Con la mirada le ordenó transformarse – ¡dije que te levantes! – un mazo se formó debido al cambio de forma del animalito verde y en la cabeza del castaño chocó con fuerza

—ITTEEEEE – eso lo levantó de inmediato, sollozando por el dolor se sujetaba la parte herida y sus ojitos mostraban finas lágrimas de dolor, que por su naturaleza eran gotitas coloridas y brillantes – ¿por qué hizo eso?

—porque no soporto verte tirado en mi sala

— ¿usted me salvó? – de repente se dio cuenta de eso, pues la última cosa que recordaba fue que charlaba con el cielo. Miró al niño, era pequeño, tenía el cabello negro en puntas, ojos tan negros como la noche, unas bonitas patillas rizadas que lograban suavizar sus facciones y era… pequeño, muy pequeño, cincuenta centímetros a lo mucho. El castaño sonrió – muchas gracias, pequeño – pero no supo más porque un nuevo golpe fuerte lo hizo caer al suelo de cara –itte…. Itte…

—vuelve a llamarme niño y desearas haber muerto en la nieve – dijo con voz tétrica, ¡cómo odiaba que lo llamaran así!

—lo siento… creí que era un niño… entonces – se levantó con dificultad y se sobó la nariz que le sangró un poquito – ¿qué es usted?

—un asesino de criaturas mágicas raras… un hitman profesional

—hiiiiii – retrocedió como pudo, gateando buscaba donde esconderse. Le advirtieron de los asesinos… moriría si se encontraba con uno – yo no… en verdad yo no tengo precio por mi cabeza… ¡se lo aseguro!

—lo sé – se quería reír al ver el pánico del chico, además de que… ese chico cuando se espantaba se tensaba más y… el azabache extrañaba ver el pánico en sus objetivos – ¿cómo te llamas, heredero de Vongola?

—¿cómo sabe que soy…? es decir no soy – suspiró pesadamente, ni siquiera podía mentir, así que se resignó. Sólo se sentó mirando al pequeño no infante… sino asesino – ¿qué desea de mí?

—usarte para mi beneficio. Eres hechicero, puedo sacarte provecho. Yo te salvé… ahora tu vida es mía

—pues no lo creo… usted me salvó, es verdad, pero sacarme provecho no es buena idea

—no me digas lo que debo o no hacer

—soy el heredero de Vongola… pero me fui de la montaña de luz porque no soy lo suficientemente talentoso. Me vetaron del linaje – suspiró al recordarlo – me fui de casa porque era solo una molestia y de todas formas se iban a deshacer de mi para colocar a Xanxus en el puesto

—así que salvarte fue un desperdicio… pues por lo que veo… no puedes hacer hechizos, sino hubieses arreglado todo con un solo movimiento de tu mano – el azabache se golpeó mentalmente, pues gastó energía para nada

—soy un desastre – se mordió el labio limpiándose las lágrimas que se le escaparon – lo siento

—entonces vete, niño – bufó y su mascota se transformó en una pistola – o mejor acabo contigo ahora y te libero del dolor

—hiiii espere, ¡espere!… tal vez puedo hacer algo – se espantó y en medio del pánico recordó algo en lo que era excelente. Aunque no le traía cosas buenas en casa, tal vez podría funcionar

—dame una excusa rápida en cinco segundos… cuatro… tres

—SÉ COCINAR – gritó a todo pulmón y cerró sus ojos en pánico cubriendo su rostro con sus manos. Como si eso fuese a salvar su vida de una de esas balas especiales que destruían todo en un segundo – por favor… el cielo me dijo que no puedo morir aún… por algo lo envió a usted a salvarme

—no creo en predicciones, ni eso del cielo que todo lo cubre – bufó y se quedó pensando. Ese muchacho temblaba, tenía un cuerpo delgado, un rostro fino y bonito. Era hechicero, tal vez podría hacerlo un poquito más eficiente y usarlo después… además… tener a quien le cocine era tentador – dime tu nombre

—Tsunayoshi, pero me dicen Tsuna – habló con temor, bajando sus manos y mirando al hitman – ¿y el suyo?

—Reborn y desde ahora eres mi sirviente – dictaminó dejando al castaño confundido – quítate el sombrero y la capa… quiero ver qué cosas tengo que mejorar de ti

—¿qué? – pero el otro lo amenazó con el arma y el castaño asustado le hizo caso – hiii. Está bien, pero aleje eso de mi – se quitó la larga capa que por enfrente se ataba con varios botones. Dejó su sombrero a un lado y se paró recto para que pudieran inspeccionarlo

—¿qué tenemos aquí? – Reborn convirtió a su mascota Leon en una varita larga y empezó a revisar al castaño – tienes piernas delgadas – dijo al ver que el chico traía solo un short que le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas. Golpeó cada pierna asustando al muchacho, qué gracioso era

—lo sé… pero estoy creciendo aun – se quejó al sentir como le golpeaba – ¿Qué es lo que revisa? – pero fue ignorado y sintió como la varita se calvaba en sus costillas. Sintió cosquillas, e inevitablemente se carcajeó bajito, pero le golpearon la frente y se calló – auch… solo debió decirme que me callara – el niño se quedó viendo su rostro y se sintió incomodo, así que se rasco la nuca e intentó arreglar un poco sus alborotados cabellos – ¿qué sucede?

—nada – pero lo que observó en el chico era ese rostro delicado, como esculpido por alguna maestra escultora, una de esas ninfas que tallaban con empeño… se golpeó mentalmente por pensar en estupideces – malo, débil, un dame – rodeó al castaño y le vio la espalda. Una espalda delgada y esa cintura pequeña – lindo trasero – se reía golpeándolo con la varita

—hiiii…  ¿qué hace? – se alejó de inmediato del pelinegro – Reborn-san… deje de tocarme con esa cosa rara que se transforma

—se llama Leon y ya terminé – dijo alejándose – iré a dormir, arregla todo esto y sin ruido… me gusta dormir tranquilo

 

 

El castaño suspiró mientras veía su lucecita en el techo, estaba vivo y eso era lo que contaba. Se arremangó el suéter que usaba y puso su mejor sonrisa mientras empezaba a recoger las cosas. Tenía que hacer lo mejor posible y como decía su madre, si el cielo quiere todo saldrá ben. Tardó un poco y estaba cansado, hasta un poco mojado pues al querer quitar el polvo con un paño húmedo se regó el agua encima, típico de un perdedor como él. Pero solo siguió limpiando. Cuando el sol iluminaba la casa guardó su lucecita y sonrió satisfecho por su trabajo, con complicaciones, pero terminó bien. Caminó en silencio por los cuartos hasta que vio al hitman, cómodo en una cama enorme, se quedó viendo al pequeño niño y a la mascota, quienes suspiraban entre sueños. Sonrió, si lo salvaron no debían ser tan malos… al menos eso quería pensar

 

 

Él…

 

 

Cuando las luces del sol les llegaron a los ojos, despertó, se estiró un poco y… un aroma agradable le llegó directamente. Con curiosidad fue a la cocina y lo vio con atención. Aquel muchacho castaño usaba un delantal blanco, sonreía mientras probaba el guiso que preparaba. Tarareaba algo mientras… un pajarillo revoloteaba en su cabeza, ¿Qué diablos? Pero Reborn se quedó observando un poco más. No era un pájaro, era… algo como una nube que cambiaba de forma. El castaño charlaba en susurros con aquella ave formada de una espesa nube, reía cuando el pajarillo le aleteaba muy cerca y cuando terminó apagó el fuego, al mismo tiempo el ave desapareció. Se formó una pequeña luz que el castaño acunó entre sus manos y posó en su corazón con una sonrisa, después simplemente nada

 

 

—¿terminaste de hacer cosas afeminadas? –  vio al castaño casi gritar y caer, pero logró tenerse de una de las sillas y no colapsó

—bu-buenos días Reborn-san… por favor no me asuste así – pidió, pero solo vio al pequeño sentarse en la mesa y con calma le colocó la porción. También le dejó ración al diminuto camaleón cambia formas y como pidiendo autorización se quedó de pie, observando al dueño de la cabaña en medio de aquel bosque

—siéntate también dame-Tsuna – habló al verlo así, después simplemente probó aquella comida y… se quedó en silencio… hasta Leon se quedó quieto al probarla

—hum… ¿no le gustó? – se tensó al ver a su “señor” sin probar otra cucharada y suspiró – tal vez no le puse la suficiente sal y…

—aceptable – mintió. Jamás probó algo parecido, un sabor intenso y suave a la vez – puedes quedarte – ni loco renunciaba a esa comida, jamás de los jamases

 

 

Después de eso, Reborn vio al muchacho con curiosidad, pues el castaño parecía no amedrentarse por estar siendo el sirviente de alguien, es más, parecía acostumbrado… aunque eso sería improbable, pues el muchacho era heredero de los hechiceros de alto rango. Los Vongola eran sangre fina y no se rebajarían a ser servidumbre. Era raro, así que solo miró a ese jovencito, quien al acabar de arreglar la casa se veía más radiante que en la mañana. Era muy extraño así que Reborn se planteó algo… ¿qué pasaría si entrenara a su propio mago? ¿Acaso podría quitarse esa maldita forma a la que fue condenado hace tiempo? ¿Sabría el muchacho sobre aquella maldición? y más aún… ¿qué tan bueno sería Tsuna como hechicero si lo entrenara un poquito? Tendría que averiguarlo

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, como ya se habrán dado cuenta estoy reeditando esta historia. La volveré a subir por capítulo pequeños porque de esta forma puedo analizar la trama, obviamente me olvidé que ofrecí continuar la historia y pido muchas disculpas por eso. Pero ahora si ya me pongo a continuarla, me tomará un tiempito porque debo recabar detalles y ya marcar las cosas que haré XD 

La alargaré un poco, revisaré faltas de ortografía y cosas así. Lamento si los decepciono con este cambio tan repentino, pero si no lo hago así nunca me iba a acordar que debía continuar con esto

Ya me disculpe mucho... no tanto... ya no les canso más

Se despide Krat~

Besos~


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