En ese instante justo eran las doce, cuando vuelan los murciélagos por los cielos en la oscuridad, y el firmamento era cubierto por un manto negro con destellos de estrellas que centellaban. La hora cuando el mundo se silencia y entonces la luna sobre el panteón, cubre a los que descansan en paz.
Es palpable el misterio que azota el panteón, una brisa vuela de aquí para allá llevando y trayendo consigo pétalos de algunas flores y lamentos de algunas otras fosas y como ya era costumbre se ve que de una tumba suele asomar un azabache con los ojos cubiertos de negro,parecidos a la bóveda celeste nocturna sin que ninguna galaxia se asome de ellos; es un fantasma que busca el amor. Noche tras noche se ve, sus hábitos no cambian esta tan estúpidamente enamorado del hermoso y angelical joven de cabello de sol, ojos hechos por dos piezas de zafiro y bonita sonrisa. Verlo para él siempre era un espectáculo, sabía que los mismos dioses le tenían envidia a ese encantador e inocente muchacho de nombre Naruto; que es el hijo del enterrador.
Cuentan que sale a vagar por todo el cementerio y al anochecer entre tumbas y bóvedas
marcha en busca de aquel joven.
Encontrarlo no era el problema, el inconveniente era que su padre, un hombre que pegaba los 30 lo dejara sólo. Para que él pudiera y como era una costumbre hablar con el adolescente, para poder empezar una de esas peleas tontas que siempre terminaban sacándole una sonrisa y alegrándole la noche. Cuando se dio cuenta de lo que sentía primero se enojó y dejo de hablarle toda una semana, empero se dio cuenta que con la distancia no disminuían sus sentimientos y además se sentía más solo al no pasar las madrugadas a su lado. Decidió entonces volver a verlo, fue cuando noto que no era un simple gusto o era un capricho, esto definitivamente era amor. Algo que ni cuando tenía vida había sentido.
Era una ironía, se la pasaba añorando aquel corazón que tenía cuando era un mortal para ofrecérselo a su ahora novio. Fue una gran sorpresa y un momento merecedor de recordar
--Flashback--
Una noche cuando Naruto le platicaba sobre que un amigo de su colegio -recordaba que se llamaba Gaara- le había pedido salir un día, entonces encolerizo, un aura negra lo cubrió y fue cuando grito la frase con la que "románticamente" se detonaría un sobre natural noviazgo: "No puedes salir con nadie, porque tú eres solamente mío". Cuando vio que Naruto estaba callado con los ojos abiertos de la impresión se asustó, y temió que hubiera arruinado la única amistad que tenía, además de la amistad que nunca tuvo en su vida. Entonces fue que escucho que una efímera risilla escapaba de los labios del trigueño, un ligero fruncimiento de ceño se instaló en el azabache; se dio la vuelta al creer que Naruto se reía de sus sentimientos y eso claro que lo hería, nunca antes se había sentido así y cuando se confesaba se burlaban de él. Sabía lo que iba a decir Naruto, ya lo escuchaba diciendo:
- No seas teme Sasuke, entiende que tú eres un simple fantasma y no voy a desperdiciar mi vida en ti-
Pero antes de poder darse la vuelta, fue un pequeño grito que lo hizo detenerse
-teme, también te amo-
---fin Flashback--
Y eso lo hizo el fantasma más feliz.
Pero en noches como esta que se quedaba solo -porque su rubio novio no llegaba con su papa al panteón, porque tenía otro tipo de menesteres que hacer- se sentía nostálgico y sus pensamientos no lo ayudaban; se preguntaba hasta cuando su noviazgo podía durar, sabía que su amor por Naruto iba a durar toda la eternidad; más no siempre estaba seguro que el de piel canela le correspondiera ese sentimiento hasta acabados sus días, y más allá de la muerte como lo hacía él. Recordaba lo bello y especial que era para él, no sólo porque fuera ese tipo de personas que podían verlo cuando nadie más lo hacía, sino porque era de ese tipo de personas que calentaban su corazón cuando nadie jamás pudo lograrlo.
Así que el fantasma en su decepción roba flores de algún funeral para que al día siguiente Naruto en su ventana las encontrara.
Antes de que se asome el sol a la fosa tendrá que volver y enterrarse con la ilusión de que algún día pudiera estar toda la eternidad acompañado de su hermosísimo novio.
Soñaba desde el cajón que va una nueva familia forjar y en alguna otra dimensión un pequeño fantasma con cabello azabache y ojos de cielo, criar.