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El doctor que me atendió... por Adri6

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Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenecen.

Mientras me moría, todos los profesionales de salud que estaban a mi alrededor sentían lastima de mi situación, de una u otra forma, yo era la caridad que necesitan hacer en esta vida. Como todo buen moribundo que se respeta, me preocupe del destino de mis bienes materiales, aunque prácticamente no tenia donde caerme muerto, al final, tenía una que otra cosita que necesitaba zanjar para morir en paz.

Hice un testamento con la ayuda de un abogado samaritano que no me cobro ni un solo yen (gracias a dios). “¿Por qué le dejas todo a la iglesia si no tienes fe?”.  Apenas tuve aliento para responderle a la enfermera: “no tengo… pero hay gente que si… y si el curita ayuda a esa gente… entonces yo lo ayudo a él”.

Cada vez que cerraba los ojos, sentía como mi alma se revolcaba contra mi pecho, es una sensación tan real que parece mentira, chocaba una y otra vez contra mi esternón ya preparada para partir. Mentía al decir: no tengo miedo. ¿Cómo no tener miedo si con cada ataque de tos me desangraba?, pase de tener un tono rosado a un pálido traslucido, baje de peso porque no toleraba la degradación de la comida en mi estomago. Me agarro feo esta enfermedad pensaba al mirar mi reflejo en el espejo. Me estaba muriendo y era un hecho.

Un día, no me acuerdo la fecha, llego un doctor nuevo, era verdad que habían enfermos por doquier pero por alguna razón, se enfoco en mi. Me miro y las primeras palabras que me dedico fueron raras y sin sentido. “¿sabe usted como luce una estrella fugaz?”. Me pregunto a lo que le respondí que eran producto de… pero él me corrigió: “no le estoy preguntando el por qué sino como lucen ante el fin”. Dije que no sabía y eso le causo gracia porque sonrió. No entendía nada, le pregunte porque sonreía y le escuche decir en un tono entre divertido y travieso: “¿a usted le importan las estrellas o se cree una de ellas?” Me dijo claramente burlándose de mí. Le mire feo y con los ojos entrecerrados, en mi mejor época le hubiera golpeado pero ahora, no tenia fuerzas para nada.

A pesar de todo, con las semanas fui sintiendome un poco mejor, tuve ganas de leer, tuve fuerzas para sentarme en la cama,  a pesar de todo eso, no me atrevía a comer, ya que con poco se me revolvía el estomago. “Deja de actuar esta obra patética y alimentate, estrellita”. Las palabras del doctor son como un azote de ironía, nunca se está a la altura del respeto, ni cuando uno se está muriendo. Creo que me comí la gelatina, tal vez bebí un jugo, puede que masticara un chicle y hasta fume un cigarro pese a que esta estrictamente prohibido. La verdad… siempre he ido en contra las reglas.


“¿Necesita que llame a alguien?” –me pregunto la Enfermera de forma amable

“No por favor, mis amistades no saben que estoy aquí” –me defendí

“¿Por qué el secreto?” –era evidente que sentía curiosidad

“Me traerán flores y a mí me producen alergia” –mentí descaradamente, algo tenía que decir y por desgracia, bajo presión, no se me ocurre nada bueno

“Pero podemos decirles que están prohibidas” --¿se habrá dado cuenta de que era mentira lo que le dije?, pensé

“Pero igual las traerán… yo los conozco” –me defendí con uñas y dientes

“… está bien, no insistiré. Lo bueno es que ya tiene mejor semblante” –me sonrió

“¿No me voy a morir?” –la mire fijamente y esperando que me diga la verdad

“Claro que no, la tuberculosis no fue fatal en usted” –tomo mi ficha entre sus manos y escribió algo

“… no me diga eso señorita” –me sentí nervioso al escucharla hablar

“¿Qué le pasa?... ¿se quería morir?” –me miro algo desconcertada

“No es eso… lo que pasa… es que le deje mi casa al cura” --un terrible silencio invadió en la habitación, ella sin duda estaba confundida mientras que yo sufría por el abrupto cambio del destino.

Ante tal sorpresiva mejora, me apresure en anular el testamento, “¿por qué?” –me preguntaron. Yo tenía mis propios motivos, pero fundamentalmente era que cuando me esté muriendo otra vez, volveré a dejársela al curita, pero por ahora, si me dan de alta quiero vivir en una casa que esté a mi nombre. ¿Qué esperan de mi?... no soy ningún santo y tengo muchos defectos, así que se jodieron, yo soy tal como soy, les guste o no.

Aquí, en el centro especializado de TBC, hay bastantes casos pero cuya única variante es la edad, hay de todo, niños hasta viejitos. La Enfermera me preguntaba sobre mis contactos, con quien me relacionaba para ver si ellos tenían o corrían el riesgo de que los contagiara. Pero no, en casa soy solo yo, en mi vida de bohemio la noche es mi día, mi falta de dinero me ha dado una mala alimentación y para que decir, los lugares en los cuales paso la noche, me matan de frio. Soy como un perro callejero, no me molesta la soledad y no sueño con una vida normal, no entiendo a las personas que se preocupan o se esfuerzan por tener una casita en la pradera.

Como decía, todos estamos jodidos por la misma enfermedad, así mismo, todos están más muertos que vivos. La tos es un ruido molesto, aun mas cuando es acompañado de gemidos de horror al descubrir que cada vez hay más sangre de por medio. Por las noches me quedaba escuchando eso, no tenía nada mejor que hacer que compadecerme a mí y a los demás. ¿Por qué me pasa esto?, ¿por qué a ellos? Cada vez que lo hacía, el doctor me sorprendía en pleno momento reflexivo, por lo que se quedaba callado y tan solo me miraba entrecerrando los ojos de forma graciosa, no sé qué significa eso pero me da la impresión de que piensa que necesito un psiquiatra.

Pero ahí estaba el doctor, como una lapa pegado a la silla que estaba en mi pieza, siempre me mira comer, mientras le pedía a los paramédicos que me ayudaran a ir al baño pero ellos me decían que era mejor que hiciera sin levantarme de la cama. Menuda panda de flojos, pensaba de mal humor. En fin, como les decía, él me miraba casi las 24 horas al día, y lógico, eso conlleva a que no haga nada en todo el día. Había dado la indicación de que lo llamaran solo si ocurría una emergencia, sino era el caso, no tenía motivos para moverse de mi cuarto. Yo sabía que en ciertos casos la atención era especializada pero esto era exagerado, muy exagerado.

“¿Mejor?” –me pregunto de forma amistosa

“Si, doctor” –le conteste de igual forma, trate de llevarme bien con él ya que de alguna forma u otra, debo hacerlo

“¿Te duele el pecho?” –no conforme con la pregunta, también me miro en dicha parte anatómica

“Un poco” –conteste con la verdad

“¿Un poco?” –repitió lo que dije de forma pensativa

“Sí” –le conteste seguro

“¿Quieres morfina?” --propuso como si me ofreciera una aspirina

“…” –no supe que decir

“Lo que oíste, ¿quieres morfina?” --recalco el nombre del medicamento como si fuese una canción pop

“…” --¿Qué le digo?, pensaba algo nervioso

“Si no me respondes te la traeré” –hizo el ademan de levantarse del sillón

“No la necesito doctor…” --respondí a medias

“¿Acaso la estrellita fugaz quiere fingir valentía?... ¿de qué te sirve” –nuevamente se burlo de mi

“… “—Que pedante, pensé frunciendo el ceño pero de igual forma, preferí callar

“La mayoría se va a morir” –cambio de tema y sus palabras sonaron como un susurro desanimado

“Lo sé” –afirme lo que había dicho

“¿Lo sabes?” --me miro fijamente

“Si, no es difícil adivinarlo, ellos… se ven mal” --acote mientras bostezaba

“Supongo que también imaginaras lo difícil que es para mí… uno habla con un vivo y al día siguiente le está diciendo a los familiares que murió” –suspiro de forma cansada

“… claro, comprendo” –la verdad, no me importaba en lo absoluto



Cuando estuve en condiciones de ponerme de pie, él me rodeo la cintura con su brazo y atrayéndome contra su cuerpo, procuro ser mi apoyo, de pronto sentí vergüenza, mucha vergüenza  se los confieso. Di unos pasos por la habitación y me case rápidamente, me regañó diciendo que debía respirar profundamente, pero me duele le decía yo, entonces necesitas morfina, decía él con aire dogmatico. No lleguemos a esos extremos doctor, respondí con dudas.

Me explicó que la dosis era pequeñita, nunca causaría un paro respiratorio, frente a eso, deje que me administrara la dosis que él decía y consideraba que era inocua. Le mire a los ojos y poco a poco la vida me sonreía, se volvía color de rosa. Que sensación más grata, me enamore de la morfina y el doctor lo sabía, porque él también lo estaba. Que paz, fue así que la tarde cruzo el cielo como un sueño pero la noche me pareció cruel.

“Pensé que te encontraría roncando” --se rio

“… no se burle” –le mire feo

“¿Y?” –alzo una ceja de forma graciosa

“Mejor” –sonreí levemente, lo hice porque en realidad, más que sonreírle por amabilidad, lo hago de los nervios.

“Qué bueno, voy a tomarte la presión y evaluar tu pulso… después voy a auscultar tu…” --Sus dedos evaluaban mi arteria radial y ni siquiera pidió permiso antes de tocarme, bueno, uno tarde o temprano se acostumbra hacer lo que los profesionales de la salud te dicen que hagas: dese vuelta, dese vuelta para el otro lado, tiene que cambiar de posición cada dos horas no se olvide, si… se lo tiene que comer todo, si… se tiene que tomar todos estos remedios, abra la boca… no me haga perder más tiempo, fíjese en el termómetro… fíjese que no se le salga. Un enfermo es un muñeco, uno va de mano en mano, de opinión médica en opinión en médica. Se pierde la autonomía, se pierde la noción del tiempo y lo único que crece es la vergüenza, porque después de todo, todos te ven en cueros.

El tiempo que paso fue tan exagerado que me inquiete, ¿acaso no sabe tomar el pulso? --pensaba mientras los minutos seguían pasando pero él seguía inmóvil sin hacer ni decir nada. Al verle el rostro me asuste, quise que me devolviera el brazo pero no me soltó, forcejee pero en verdad no hice tal cosa, no tenía mucha fuerza para hacerlo.

Entonces resolví hablarle: “oiga pues, como que ya se demoro mucho en tomarme el pulso ¿no cree?” Entonces él resolvió inclinarse sobre mi cama y de lo loco que es, me susurro al oído que la morfina le estaba haciendo efecto. “¿Me está atendiendo drogado doctor?” le dije asustado a lo que él tan solo se rió un buen rato antes de apartarse de mí, se dejo caer sobre el sillon y se durmiera casi al instante. Yo me quede boquiabierta observándolo desde mi cama, en verdad… él… es… esta… mal.

Minutos después entro la Enfermera, lo miro y movió la cabeza como desaprobando que se durmiera en pleno turno. “¿Lo controlo?” me pregunto y yo no le mentí, de buena gana lo hubiera hecho pero yo no iba a inventar las cifras. “Pero qué barbaridad… yo se la voy hacer. Su presión está algo baja” – concluyó— “pero está bien” --me sonrió y se llevo todo el equipamiento médico con ella. Fue entonces cuando mi vista cayó sobre él, en mi vida he visto de todo, ya casi nada me es extraño pero esto, debo decir que no me lo esperaba.

Notas finales:

Gracias por leer!!

besos!!


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