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Una simple historia de amor por Kurenai_801

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Notas del fanfic:

Narrativa.

 

 

 

 

¿Por qué era esa persona importante para él?

 

No lo sabía. O tal vez sí.

Pensó que le debía la vida, y así era.
Esa persona lo había salvado numerosas veces, y aún lo seguía haciendo.
Los sentimientos de miedo y admiración lo tenían confundido.

No creyó razonable que un hombre se enamorara de otro hombre.

Pero tampoco pensó que en el amor poco vale la razón.

No imaginó estar enamorado de aquella persona. Hasta el día en que Mikasa declaró sus sentimientos, aquellos que llevaba consigo desde niña. La joven pidió una contestación, y fue la duda dentro de Eren la que le hizo darse cuenta de que era otra persona quien lo hacía sentir diferente, y no ella.
Aquella tarde sus sentimientos fueron claramente despejados, al igual que el cielo que siguió a aquel ocaso.

Mientras cenaba; mientras recibía instrucciones; mientras investigaban, Eren no podía evitar apreciar esa mirada que lo dejaba extasiado.
Muchas veces indagó en la profundidad de esos ojos, en secreto. El silencio le ayudó a encontrar en ellos una chispa que se parecía al fuego del amor.

Confundido por sus propios sentimientos, pensaba que simplemente la imaginación le estaba jugando una broma; y aunque lo fuera, deseaba que este se realizara.

Miraba con devoción la imagen de aquel ser estoico. Estimaba sus desplantes y correcciones duras. Escuchaba sus tonterías, guardando con aprecio cada sonido de su profunda voz.

 

Sentía que si declaraba sus sentimientos lo arruinaría todo.

Por supuesto, como todo humano, tenía miedo.

Como todo enamorado, no lo dijo.

Lo disfrazó utilizando ese maquillaje malgastado de la amistad, y aún menos que eso: se disfrazó de subordinado fiel.

 

Cada vez que era salvado se sentía como una damisela... se reía de sí mismo.

 

—¡Deja de holgazanear, mocoso!

 

Aunque no fueran palabras de amor, eso le animaba a seguir luchando.

Con tan solo oír su voz.
La misma que pronunció su nombre antes de cerrar sus ojos.
Tras un fuerte experimento, Jeager colapsó.
En los ojos de olivo, alguna vez, creyó ver una mirada que le correspondía. Mientras Eren caía en la inconsciencia, con la poca voluntad de sus ojos, vio en ese momento otros que lo miraron perplejos, iracundos, y... ¿Asustados? bueno, eso fue lo último que notó, cuando la oscuridad lo envolvió.

Fue ahí cuando recordó su cometido... el pasado, los recuerdos: su madre, Shinganshina, la tristeza y el dolor le devolvieron la razón de su promesa.

Recobró su fuerza de voluntad.

No solo por el pasado que le trajo tristeza, también por el presente que le daba esperanza. E imaginaba un futuro construido por esas esperanzas, y un nuevo sentimiento que le hacía sentir un rayo de luz en su corazón.

 

Reconoció el techo de madera, e intuyó que nuevamente había sido protegido y salvado por la persona que más amaba en el mundo.

—Maldito mocoso. Qué susto me diste.

En vela, frente a su cama, el azabache se encontraba sentado, y aunque sus palabras trataron de ser falsas, sonaron tan reales.

La voz atrajo al mocoso, al ver al sujeto, sus orbes se cristalizaron y sin pensarlo tanto… lloró.

Claro que lo amaba, no tenía ninguna duda al respecto.

Por eso, aquel día en el cuartel de la tropa de exploración, mientras todos dormían y el Capitán tomaba su Té, decidió al fin decirlo.

Nuevamente era el receptor de la sarta de tonterías que hablaba su superior. Y cada vez, el arrepentimiento lo embargaba más.

—Perdóneme... pero es que... yo lo quiero... Capitán.

El susurro fue tan perezoso, que el Capitán creyó que el muchacho se estaba durmiendo, aun así quería despejar la duda que le había clavado.

Miró al oji verde que, inquieto, jugaba con sus manos debajo de la mesa, mientras sus ojos perdidos en la taza de té frente a él eran escondidos por su flequillo castaño.

Luego de observarlo por unos segundos, reprendió esa conducta infantil, que dizque no era la actitud de un soldado... en especial la de uno que había matado dieciocho titanes ya. Porque también había crecido en ese aspecto,  sabía que no bastaba solamente con la "voluntad" y el "deseo de..." debía ser más fuerte... y Eren lo estaba logrando.

Ciertamente, no era la actitud de un soldado, pero, en el amor todos son idiotas... corrijo: todos somos idiotas.

Eren repitió su declaración, con tanto miedo al rechazo... con tanta vergüenza de sí mismo, por que no era propio de él. Sin embargo, no era algo de lo que tuviera que avergonzarse.

Su rostro se pintó de carmín.

Dos gotas cayeron por su nariz, mojando todo a su paso, dejando de existir sobre la mesa de cedro.

El sentimiento era tan profundo  que lo hacía llorar.

Allí fue cuando el Capitán Levi se dio cuenta de que el cobarde había sido él.

¿Acaso tendría él las agallas para declarar un sentimiento de gran responsabilidad?

Por supuesto que él era un hombre de palabra, y estas  no eran vacías, pero, ahora ¿Pudo él hacer eso?

Él también era humano y lo embargaba el miedo, el mismo que sentía Eren.

Sintiendo una extraña tibieza en su interior, tomó asiento junto al menor, haciendo que éste le mirara, limpió con una extraña y escondida ternura las lágrimas del oji verde.

El joven Eren pensó que sus sentimientos habían sido correspondidos.

El gran Levi pensó lo mismo, porque, como bien había advertido Eren, en aquellos actos displicentes, en esas miradas apáticas, habitaba la llama del amor: el que Levi callaba por miedo a no ser bienquisto.

Esa noche dejaron de importarles los titanes, los muros y las Tierras humanas por recuperar, al menos hasta que los celosos rayos del sol atravesaran la ventana. Porque entre esas cuatro paredes se encerró el amor, y las cristalinas lágrimas tintineaban a la alegría. El único sonido gigantesco era el latir de dos corazones contra los pechos respectivos.

Repitiendo el "Te quiero" tantas veces como podían, ya que esa emoción ya no cabía en el pecho, ni en la cabeza... y ya tampoco bastaba con palabras.

Solamente la Luna velaba esa noche llena de amor y pureza, prolongando el paso del manto negro de la noche, luchando contra la envidiosa mañana que rogaba por llegar.

No importaba.

Con los rayos del amanecer empezarían una nueva vida juntos, donde ya no solo serían dos extraños peleando por una misma causa.

Ellos se unirían más, para amarse dentro y, posiblemente, fuera de esas murallas, para conocer juntos el mar congelado y el mar de fuego; las cosas terribles del mundo y así mismo las cosas bellas de la vida, así, hasta el día en que la última flor dejara de existir... e incluso, mucho más.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

kurenai
desde el
Rincón emo-kawaii, 2014
Revisión  noviembre 6, 2016


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