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Inocente lujuria por 1827kratSN

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Notas del fanfic:

Hola, aquí krat reportándose XD

Si desean contactarme, pueden buscarme en facebook como krat Fics

 

Notas del capitulo:

Holi~

Bueno señores, ¿por qué hago más shorts?

Porque puedo gente, porque veo la superluna y me envió inspiración divina, porque practico un tipo de fic en específico, porque quiero ver si puedo matarlos un poquito de ternura y porque... no puedo seguir con mis long fics... me falta ganas

Pinches imágenes de Yuri on ice que me tienen enviciada XD

 

 

Mirada dura, azulada, metalizada, serena, aterradora. Muchos calificativos solo para ese par de ojos que lo veían todo en Namimori. Hibari Kyoya era su nombre, dieciséis años bien cumplidos, llenos de historias que contar, pero por nada de este mundo se iba a dar la tediosa tarea de hacerlo. No le gustaban las multitudes, odiaba estar rodeado por seres inferiores en fuerza. Cuerpo tonificado desde hace años, peleas diarias, mentalidad formada con empeño, sabía de todo, era culto, era inteligente. Tenía la apariencia de un digno japonés, cabello negro, piel clara y una voluntad indomable. Un carnívoro por completo, esa denominación se la dio a sí mismo, porque era superior a los demás. Herbívoros todos aquellos que no podían darle pelea digna, por eso se daba el derecho de manipularlos a su antojo, castigarlos si no cumplían sus leyes. Pero hubo una sola excepción en su vida, solo una y que ahora rondaba en su mente, en su vida, en su oficina, en forma física. Kyoya fruncía su ceño levemente al verlo parado justo enfrente, era una pequeña persona con esos enormes ojos chocolates, curiosos e ingenuos al mismo tiempo.

 

 

Fue hace como un año cuando encontró a un pequeño niño en la calle, perdido, lloroso, moqueando como cualquier herbívoro de su edad, seis para ser exactos. Ese día solo tomó al pequeño niño por la ropa, lo levantó como a cualquier bolsa de compras y lo llevó hasta sus subordinados para que alguno de ellos lo reconociera, pues si vivía en Namimori estaría registrado por su gente. Dejó que llorara hasta que se cansó, no dijo nada más que un “lleven al herbívoro a su casa” y lo dejó en manos de Kusakabe. Fue solo algo que pasó y ni siquiera memorizó las características físicas de ese niño, solo recordaba la mirada chocolate. Pocos días después, una castaña llegó hasta su oficina, en el instituto Namimori, en la dirección del comité de disciplina y no estaba sola. La recordaba perfectamente, cabello corto castaño, mirada dulce, facciones delicadas y bellas, no muy alta y llevando consigo a un pequeño niño. El niño al verlo, se escondió detrás de la mujer, de ahí no salió hasta que la mujer agradeció haber recuperado a su hijo y obligó al mocoso a salir a gradecer también

Pequeño, de cabellos castaños revoltosos, cuerpo frágil y delgado, mejillas rojas debido a la vergüenza. Usaba un pantalón corto, un suéter naranja con un dibujito que figuraba ser un tigre, su carita redondita, levemente, como cuando algo es regordete y quieres apretarlo para saber si es suave. Esa mirada ahora vivaz, ya no estaba llorosa y mostraba intensidad pero a la vez temor, pero cuando la castaña le explicó con simpleza diciendo “Tsu-kun, debes agradecer a quien te llevó a casa de nuevo… debemos agradecer a las buenas personas y Kyoya-kun es una de ellas”. Parecía que esas pocas palabras fueron la llave para que el pequeño castaño explotara en un aura de felicidad. Kyoya ese día vio la mirada más trasparente que existió, tal vez era porque solo era un niño sin mancha, sin malicia, inocente, ingenuo, pero reflejaba tanta pureza que hasta se estremeció un poco. El nombre del pequeño era Tsunayoshi único hijo de los Sawada, tenía la sonrisa más brillante que Kyoya vio, incluso superaba al de la madre. Podía asemejarse a un pequeño animalito que confía en su dueño, en la única persona que ha sido bueno con él, “gracias, Hibari-san” esa vocecita infantil resonó en la cabeza de Kyoya desde ese momento

 

 

Ahora, después de un año, dejando los recuerdos atrás, miraba al niño. No supo cómo permitió que ese niño invadiera su vida, pero debía admitir que le gustaban los animales pequeños y Tsunayoshi era así, pequeño, adorable. Mostraba sus emociones con facilidad, no sabía mentir, se ponía nervioso con las amenazas pues las sentía a kilómetros de distancia por instinto. Aquel instinto que Nana Sawada decía llamarse súper intuición.

Algunos días en las tardes, Kyoya  tenía a Tsuna en su oficina. Era solo por un par de horas, porque según el pequeño solo venía de visita, le traía alguna cosa preparada por Nana, a veces venía solo a ver cómo estaba. En silencio lo acompañaba un rato, también solía venir a ver a los miembros del comité y preguntarles a cada uno si estaban bien y cuando alguno venía herido, el pequeño los curaba… pues al parecer quería ser útil  y la propia Nana le enseñó tácticas de primeros auxilios. Kusakabe siempre sonreía al ver a Tsuna por allí y al parecer también le enseñaba cosas en el tiempo libre que tenía, ¿cómo ese niño, en un año pudo ganarse a cada “matón” del comité? Kyoya adjudicó ese poder a la dulzura del castaño, sea como fuere, allí estaba de nuevo

 

 

-Kyoya-san… vuelvo en un momento – El azabache lo escuchó decir eso en voz baja, como para no molestarlo. Se acostumbró tanto a ese pequeño que su sola presencia era agradable

-¿a dónde vas? – el azabache miraba al niño con el uniforme escolar, pantalones cortos, zapatos negros, la camisa de mangas cortas y la boina que reposaba en el sillón

-al patio – sonrió – parece que tiene mucho trabajo que hacer, no quiero molestarlo – Kyoya iba a decirle que no lo molestaba pero se quedó callado al ver la sonrisa del pequeño antes de que saliera dando pasitos suaves y tratando de hacer el menor ruido posible. Aunque después  lo escuchó correr cuando cerró la puerta, una leve sonrisa se formó en los labios del azabache

-herbívoro – susurró quitándole importancia y siguiendo con lo suyo. Tsuna nunca salía de los límites de la escuela, y si lo hacía, iba directo a casa. Claro que los del comité velaban porque llegara a la misma sin problemas… era como la pequeña mascota del comité

 

 

Pasaron minutos, muchos, casi la media hora cuando Tsunayoshi regresó. Tenía un raspón en la rodilla, manchas de polvo que no avanzó a sacudirse y acunaba algo en su camisa acomodada como un nido. Así que solo llevaba la delgada camiseta que llevaba bajo el uniforme, de tal forma que se podía ver que su cuerpo aún era delgado aunque tenía una apariencia suave. Kyoya iba a preguntar por esa apariencia deplorable pero se calló al escuchar el leve trinar de algo que se removía entre la camisa que el castaño llevaba en brazos

 

 

-Hibari-san, rescaté a este pequeño – dijo con apuro mientras a pasitos presurosos se acercaba al escritorio y se colocaba junto a Kyoya – mueve su alita pero la otra no se mueve – dijo mostrando lo que en sus bracitos llevaba – está herido

-tiene el ala rota – dijo tomando el paquete en sus manos, un ave pequeña, amarilla en totalidad se removía asustada. La acarició con suavidad haciendo que se calme y dejara de removerse

-¿podemos curarla? Debe estar sufriendo

-hum… vístete, iremos al veterinario

 

 

Así fue, Kyoya salió junto al castaño que llevaba su maleta en la espalda porque sabía que era hora de regresar a casa, al menos después de dejar a la avecilla en el veterinario. Kyoya disminuyó su ritmo para que Tsuna pudiera seguirle el paso. Fueron a un especialista que ayudó a la avecilla. La vieron ser vendada, evaluada y al final entregada en manos del castaño que con temor la sostenía en una pequeña canastita rellena de trapitos formando un nido, ese detalle le fue dado por el médico con una sonrisa. Tsuna sonreía al ver al avecilla pero en vez de pedir cuidar de ella, se la dio al mayor con una sonrisa “usted cuida de todos… el avecilla necesita a alguien como usted que la cuide, Hibari-san… además, usted ya no estará solo en su casa” sonreía con ternura

Un mes y la avecilla ya estaba preparada para irse, pero no lo hizo, se había encariñado con aquel azabache. Revoloteaba alrededor de Kyoya y se posaba en sus cabellos. Incluso había aprendido el himno de Namimori y lo cantaba cuando el mayor iba a dormir, era como un arrullo. Tsuna sonreía emocionado al ver al avecilla volar cerca, le puso un nombre para poder llamarla “Hibird… así se llamará, porque su dueño es usted, Hibari-san” y al final el pajarito se posaba en la cabecita del pequeño y jalaba un par de mechones como juego. Todos los que veían la escena parecían sumergirse en un trance pues era adorable y eso a Kyoya no le gustaba, le enfurecía. Así que bastaba lanzar una mirada asesina y mandaba a todos lejos de sus pequeños tesoros. Porque en algún punto Kyoya decidió que Tsuna fuera su pequeño acompañante, su secreto, suyo y de nadie más

 

 

-Hibari-san… logré una alta calificación – sonreía el castaño en uno de esos días de visita que tenía hacia el  azabache líder de Namimori – debo agradecerle a Kusakabe-san

-¿por qué? – Kyoya no ocultó su molestia

- porque me  ayudó a estudiar – sonreía feliz antes de caminar hacia la salida con aquella sonrisa luminosa y con la idea de ir a buscar al mencionado

-no está – dijo deteniendo al castaño

-es una pena… porque solo vine a eso, tengo que volver a casa de inmediato – Kyoya se enfadó, frunciendo su ceño al escuchar aquello, ¿cómo que Tsuna venía solo por Kusakabe?

-puedes quedarte

-no puedo, hoy vuelve papá y debo ir a recibirlo

-entonces – se levantó acercándose al pequeño, sentándose junto al niño que se había sentado en el sofá. Kyoya miraba las piernas pequeñas balancearse porque no llegaban al suelo, esa mirada chocolate intensa, esa piel bronceadita e intacta – debo felicitarte

-¿por qué? – ladeó un poco su cabeza con confusión

-por tu calificación

-¿en serio? Gracias Hibari-san… pero no es necesario

-cierra tus ojos – habló con autoridad y el menor lo hizo. Kyoya admiró esos labios pequeños y rosas, los recorrió con su pulgar apreciando la suavidad. Suspiró pues algo raro nacía en él, una necesidad que no podía ignorar. Acercándose y analizando que sin miedo alguno Tsuna esperaba – felicidades – dijo antes de unir sus labios de adulto, con esos labios de infantiles. Un tacto simple, gentil, suave y rápido, uno de esos besos que se dan en la infancia… porque Tsuna era eso, un niño de siete años aún

-Hi-Hibari-san – tartamudeó con las mejillas rojas al momento en que dejó de sentir la calidez sobre sus labios. Mirando al mayor con suma vergüenza para después bajar la mirada y usar una de sus manos para cubrir su boca – eso… eso fue – podía ser pequeño pero sabía esas cosas, sabía que fue un beso y que eso solo lo hacían los enamorados y además…

-es una recompensa – sonrió de lado al ver esa nueva faceta del castaño, avergonzado, rojo, intimidado de cierta forma y esa mirada mezclada de emoción, confusión y vergüenza. Kyoya podía leerlo con facilidad – y solo yo puedo darte algo así

-¿solo usted? ¿Por qué?

-porque eres mío, herbívoro

-¿suyo?

-yo te regresé a tu casa, yo cuidé de ti este tiempo… así que me perteneces – declaró y el menor aun un poco dudoso solo asintió

-entonces le pertenezco – dijo Tsuna con una ligera sonrisa y un sonrojo – cuando yo logré ayudarlo y cuidarlo, se lo pagaré – dijo con decisión

-hasta entonces, me perteneces – declaró acariciándole la mejilla, esa pequeña redada de palabras fue suficiente – esto es un pacto, solo entre nosotros

-¿y eso que significa?

-que es un secreto y que nadie debe saber

-¿por qué? – su curiosidad crecía más, olvidando que aquel muchacho lo besó

-porque eres mío y yo decido lo que hacer contigo

-está bien, será un secreto de usted y mío… porque confío en Hibari-san, porque Hibari-san es quien me ayudó y me sigue ayudando – sonrió finalmente, aceptando las ordenes de Hibari. Tsuna ahora tenía un nuevo objetivo y al final se mostró avergonzado al recordar lo que acaba de pasar – de-debo irme – dijo cuándo la mirada de Hibari se posó en la suya. El pequeño niño se estremeció levemente y sintió más vergüenza, así que hizo lo único que sabía hacer… escapar… porque… no sabía que más hacer

-interesante – dijo con una sonrisa ladeada. Se dio cuenta que… tenía una insana fascinación por el pequeño. Una necesidad de verlo crecer y en cada año que pasara poder ensuciarlo un poco, solo un poco, para ver qué pasa 

 

 

Notas finales:

¿Review?

¿Les mató de ternura un poquito?

Una historia cortita, con el objetivo de practicar, y como no quiero que se quede en la percha pues lo publico

Si al menos les sacó un suspiro me siento conforme

Nos vemos en otra oportunidad, quién sabe y hago otro shota (eso creo que es esto) de alguna otra pareja XD


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