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Dulces y caramelos por Topo

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Notas del fanfic:

Acá con un nuevo KaiSoo... oooootro más, seh.

Tendrá unas 4 partes (eso creeeeo), un extra y un bonus lol

...eso si no me equivoco en la cuenta.

 

Notas del capitulo:

Como soy una enferma con mi OTP volví, con otro KS.

Enjoy!

I

 

Jongin caminaba molesto, muy molesto.

La luna se alzaba tímidamente tras las nubes grises. Era muy tarde, demasiado tarde para que un chico de secundaria caminara solo por una callejuela desierta, con faroles averiados y parpadeantes, callejones oscuros y malolientes, aire contaminado por el humo pesado de la baja Seul.

-Hola, pequeño, ¿quieres caramelos?

Escuchar esa voz rasposa por detrás de donde estaba lo hizo volverse a ver quién se dirigía a él.

Un adulto caminaba hacia un niño de aproximadamente unos ocho o nueve años que estaba a veinte pasos de Jongin. Su uniforme indicaba que estaba en primaria, y Jongin se preguntó qué diablos hacía un niño de primaria caminando por allí a esas horas de la noche.

No le quedaron dudas de que aquel adulto era uno de los pedófilos o pederastas que proliferaban entre los callejones oscuros aledaños a los edificios de los niños de primaria de la escuela, en busca de una presa inocente.

La sangre le hirvió y caminó pisando fuerte hacia aquel repulsivo hombre que ponía un par de caramelos en las manitas del niño que sonreía mostrando sus dientecitos blancos y una amplia sonrisa de corazón.

El adulto intercambiaba palabras con el niño mientras se lamía los labios, y el ingenuo infante contestaba con una voz aflautada típica de los niños.

-Él no necesita sus caramelos, señor. -la voz, producto de su anterior enojo, destilaba furia y acidez.

El adulto alzó los ojos hacia él, y esbozó una sonrisa conciliadora que a Jongin solo le hizo hervir la sangre aun más. Detestaba a esos jodidos adultos con toda su alma por su bajeza y su falta de control.

-Oh, no pasa nada. Tengo suficientes caramelos para ti también. -dijo el hombre con amabilidad y una sonrisa conciliadora, pero el brillo de sus ojos le delataba.

-El único que va a comerse esos caramelos sera usted, y le aseguro que en la estación de policía le darán más caramelos de esos de buena gana con solo llamarlos. Así que, por favor, váyase y déjelo en paz.

Audazmente, trotó y agarró la delgada muñeca del niño que le miraba desconcertado, con la boca formando una perfecta “o”. Echó a caminar con rapidez, incómodo por tener que intervenir, pero aliviado de haber quitado una muy posible víctima de manos de un pedófilo potencial.

El niño no se quejo, confundido, y siguió a Jongin obedientemente mientras trotaban por la callejuela. Jongin se detuvo en una zona más concurrida, acuclillándose delante del niño como anteriormente lo estuvo el adulto.

¿Por qué el niño no se quejaba, por qué se dejaba arrastrar con tal facilidad? Era demasiado dócil.

-¿Qué haces fuera de tu casa a estas horas? -interrogó ceñudo.

El niño lo miró con los ojos muy abiertos y no habló, y pareció a punto de echarse a llorar por la aspereza y el enojo que Jongin cargaba y desquitaba con el niño.

-Ah, no. No no no no no. -Jongin se espantó cuando vio los ojos del niño anegarse en lágrimas, la pequeña nariz enrojecer, las ceño arrugarse sospechosamente y un temblequeo del labio inferior que amenazaba con convertirse en llanto en pocos segundos- No llores, por favor, no llores. Te daré un caramelo si te portas bien y no lloras. -no sabía si funcionaria, pero lo hizo.

El niño alzó uno de sus puños, enjugándose las lágrimas que se desbordaron con la manga y mirándolo con inocente sorpresa.

-¿De verdad? -sus ojos grandes brillaban, y Jongin asintió urgentemente.

-Uh... creo que sí, sí, pero tienes que mostrarme donde vives y decirme por qué no estas en casa, ¿bien? -intentó otra vez, mirando alrededor y luego mirando su reloj de muñeca para darse cuenta de que era la hora de la cena y el estaba fuera de casa con un niño que no conocía intentando convencerlo para regresarlo a casa y averiguar qué hacía fuera de su casa a aquellas horas.

-Hyung no vino por mí. Fui obediente y esperé a hyung pero hyung no vino a buscarme. -el pequeño hizo un puchero de molestia.

-¿Y por qué saliste ahora? -presionó Jongin, nervioso. El pequeño se encogió de hombros.

-Todos los niños se fueron y me quedé solo esperando a hyung. Entonces, vi a sunbae y fui detrás porque no quiero ir a casa solo porque me da miedo.

Jongin suspiró. Al menos haber sido plantado tuvo algo bueno. Si no fuese por el plantón, no sabía que hubiese sido del pequeño niño.

-¿Sabes cómo llegar a tu casa? -el pequeño emitió un sonidito alegre y asintió varias veces- Te acompañaré a casa, ¿bien? -suspiró cansino y le tendió la mano al niño.

-Yo soy Choi Kyungsoo -pió alegremente, balanceando sus manos tomadas de atrás hacia adelante- ¿Y usted como se llama, sunbae?

Jongin suspiró mientras el niño lo conducía de la mano. Aquel niño burbujeante haría el camino muy largo, teniendo en cuenta lo parloteador que parecía y los pequeños saltitos que daba al caminar con pasos cortos. Iba a bufar y suspirar con frecuencia durante aquel trayecto.

-Kim Jongin.

Una señora al pasar les dio una mirada curiosa y reprobadora al verles con el uniforme a esa hora, pero su mirada se enterneció cuando miró a un Kyungsoo que no paraba de parlotear animadamente.

-¿Jongin? ¡Jongin-hyung! ¿Puedo volver con Jongin-hyung todos los días, por favor por favor por favor? -gorjeó, mirando al mayor suplicante, y Jongin rodó los ojos.

-No.

-¡Por favor por favor por favor! -hizo un puchero y agrandó los ojos, y Jongin se sintió ablandar y alejó la mirada- Es que Minho-hyung es muy malo a veces y tengo que volver a casa solo porque Minho-hyung se va a tomar helados con otras niñas grandes como él y no me lleva con él y se olvida de mí. -gimoteó, intentando convencer al mayor dando tirones a su mano.

Jongin frunció el ceño. ¿Mino? No... ¿Minho? ¿Choi Minho? ¿El idiota que iba a su clase y tenía los ojos tan ridículamente redondos como Kyungsoo? ¿El pequeño era hermano de Choi Minho? Aquello era una amenaza, teniendo en cuenta de que Choi Minho era un idiota que solo razonaba con las hormonas y con el pene porque no tenía neuronas suficientes para hacer otra cosa que no fuese pasar las materias de milagro y perseguir estúpidamente a la arpía capitana de porristas de la secundaria.

Se imaginó otro día en que el no estuviese allí para sacar a Kyungsoo de entre las garras de otro pedófilo y el descerebrado de Choi Minho estuviese Dios sabría donde retozando con otra porrista sin cerebro. Se estremeció. No era tan cruel para desearle mal a un niño que no pasaba de nueve años.

Pero no podía ocuparse de ese niño porque ese niño no era nada suyo, además de estar muy jodido ya con sus problemas en su casa.

-Quizá.

Sabía que no, pero al menos hizo que Kyungsoo dejara de insistir y parlotear tanto sobre regresar solo a casa.

Kyungsoo gorjeó como un gorrión cuando hizo a Jongin detenerse delante de una bonita casa con fachada americana.

-¡Mira, mira, mira! ¡Esta es mi casa! ¿Entrarás y cenarás con nosotros? ¡Jongin-hyung va a sentarse a mi lado! -Kyungsoo no paraba de darle tirones a la camisa de Jongin y este solo tenía ganas de dar media vuelta y regresar a su casa porque realmente estaba cansado y el pequeño mocoso parloteador era otro factor exhaustivo.

-No.

Se vio obligado a tocar el timbre y esperar a que alguien atendiera para dejar al niño bajo su custodia y regresar a su casa y encontrarse con lo de siempre.

La puerta se abrió suavemente y una mujer de rasgos dulces y alegres se asomó a la puerta. Su expresión se vio aliviada cuando sus ojos grandes y redondos se clavaron en el niño que Jongin traía de la mano.

-¡Oh, Dios mío, Kyungsoo! -miró a Jongin agradecida mientras arrancaba al niño de su mano y lo ahogaba con un abrazo apretado- ¡Gracias, gracias, muchas gracias! ¡Estábamos tan terriblemente preocupados! Por favor, quédate a cenar y llama a tu casa para avisar que te quedarás, por favor, porque no tengo otra forma mejor de agradecerte que teniéndote como invitado de honor por haber traído a nuestro pequeño, oh Dios mío. -la mujer se volvió y gritó- ¡Cariño, Kyungsoo ya esta aquí! ¡Avísale a la unidad de búsqueda que ya está aquí! ¡Lo ha traído un chico de la secundaria de Minho! -su voz se volvió amenazante- ¡Minho, puedes dejar de rezar, tu hermano está bien! ¡Pero tu paliza sigue en pie!

Jongin se sintió ligeramente acobardado ante aquel disparo de palabras veloces, cambios repentinos de tonos de voz y expresiones faciales.

-No es necesario, señora, solo encontré el niño y lo traje aquí. Tengo que volver ya a casa. -murmuró huraño, queriendo largarse.

Hizo una reverencia, intentando retirarse, pero la mujer no parecía dispuesta a dejarlo ir tan fácilmente, echándole mano en seguida antes que Jongin pudiese irse inadvertido. Y por más que intento zafarse amablemente se vio atrapado en un efusivo abrazo que tiró abajo sus defensas y se dejó arrastrar a una casa con ambiente cálido que solo lo hizo amargarse un poco más.

Se rindió, y pronto estuvo con las manos limpias sentado en la mesa al lado de un burbujeante Kyungsoo, frente a la señora Choi, quien se presentó como Kyungsora y el señor Choi que se presentó como Minsoo. El hijo mayor de los Choi no se encontraba en la mesa dado que estaba castigado, según informó la señora Choi al momento de sentarse en la mesa, pero ya Jongin tendría la oportunidad de conocer a Choi Minho en otra ocasión.

Tampoco era como si Jongin quería conocerlo.

Una cena caliente compuesta por carne, patatas, verduras, curry, ensalada y pastel como postre, junto con el ambiente cálido y amigable, solo hacían sentir peor a Jongin, y se sintió mejor cuando daba las instrucciones necesarias para llegar a su casa en el auto del señor Choi.

Al desmontarse, unas cuadras más lejos, agradeció con una inclinación y entró al portal de una casa desconocida, esperando a que el señor Choi se marchara, y cuando lo hizo, salió y se dirigió a su casa.

Se internó por una estrecha callejuela débilmente iluminada y sacó sus llaves, deteniéndose delante de una casa maltrecha. Las paredes exteriores, con pintura desconchada y llenas de grafittis con palabrotas, le dieron la bienvenida en conjunto con el olor de la basura de los callejones cercanos y el ruido de la estridente música que venía desde detrás de la puerta que tenía enfrente. Al abrir la puerta, el olor del humo de cigarro lastimó su nariz, junto con el olor a jerez y soju barato. Arrugó la nariz y se dirigió a su habitación, cerrando la puerta con seguro.

* * *

Después de las lecciones de wushu en el gimnasio de la escuela, Jongin se preparaba para marcharse, y el resto de los alumnos de secundaria que se quedaban hasta más tarde por actividades extracurriculares empezaban a marcharse también.

-¡Jongin! -alguien le llamaba, pero esa voz pertenecía a quien Jongin no quería ni ver en ese momento.

Apuró el paso, apretando la mochila tras su espalda, sin molestarse en dirigirse a las duchas.

-¡Jongin! -cerró los ojos con fuerza. No estaba seguro de como podía reaccionar si ella lo interceptaba, porque el enfado del plantón del día anterior no iba a desaparecer así por así.

Con el uniforme deportivo aun puesto, salió de las instalaciones escolares y se dirigía al portón.

-¡Eh! ¡Kim! -la nueva voz que le llamaba no podía pertenecer mas que al estúpido Choi Minho.

Se apretó el puente de la nariz con las yemas de los dedos índice y pulgar, y rodó los ojos antes de girarse a mirar a Choi Minho pavonearse a paso tranquilo hasta el.

-¿Qué quieres? -preguntó con acidez. Aquel idiota lamesuelas no le caía bien.

-La escuchaste llamarte. ¿Por qué ignoras a las damas? Eso es de bastardos, ¿sabes? -como suponía, ella lo mandó a hacer de recadero.

-Te recomiendo que en vez de perseguir faldas que nunca van a alzarse para ti cuides mejor de tu hermano. Te notifico que si no fuera por mí quién sabe lo que le hubiese pasado con el estúpido pedófilo que lo encontró. -masculló con molestia- A ver si empiezas a pensar con la cabeza y no con el pene y te das cuenta de que tienes un niño a tu cargo, y que esa arpía te tiene como el estúpido de los recados.

Dio media vuelta, ignorando la cara ofendida de Choi Minho y los llamados renovados de aquella bruja.

Caminó en silencio, preguntándose por qué y cómo llegó a enamorarse como un tonto a pesar de tener cautela con ello, por qué se dejo embaucar tan fácil por una cara bonita y una sonrisa comprensiva. Por qué unas simples palmadas en su espalda cuando estaba decaído y un “Estará bien, lo prometo” lograron reducirlo a un desastroso charco de baba.

Pero ya no habían mariposas o lombrices moviéndose por su estómago. Él mismo se ocupó de matarlas cuando se dio cuenta de la clase de arpía que era ella. Y aun así dolía un poco, porque de alguna manera algo de el murió. No tenia 12, sino 15, no debía ser tan ingenuo. Mientras más socializaba con los de su edad, más le molestaba hacerlo.

Había entendido que los de su edad eran unos idiotas que no comprendían nada, y los adultos eran aún peores.

Miró al suelo, concentrándose en el pavimento y en la visión de sus zapatillas deportivas haciendo contacto una y otra vez contra el piso. De pronto, un rostro redondeado por la grasita infantil y unos ojos saltones y brillantes golpearon su conciencia, y dio media vuelta corriendo, regresando al plantel escolar. Corrió al pabellón donde estaban los niños de primaria y suspiró aliviado cuando vio a Choi Minho recoger a Kyungsoo.

El pequeño estaba a salvo.

 


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