Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Insististe por 1827kratSN

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Holi~

Aquí krat viene dispuesta a cumplir con los pedidos que le faltan. Espero que lo disfruten

PD: por el momento no puedo darles un lugar con el que contactarme, me han desabilitado la cuenta de facebook. Espero poder arreglar aquello y si no se puede, pronto publicaré mi nueva cuenta 

Notas del capitulo:

Holi~

Bueno este pedido fue especialmente para un cumpleaños. Valeryn Walker, espero me disculpes la demora, y ojalá este short cumpla con tus espectativas

Disfrútenlo

 

 

 

La vida es buena cuando no hay preocupaciones, es sencilla, haces lo que quieres y no corres riesgos de reprimendas o castigos. Si bajabas tu mirada hay solo hormigas trabajadoras, si levantas tu mirada, hay aves que surcan los cielos y…

 

 

-¡No! ¡No! ¡No! – se quejaba un joven que tal vez bordeaba los veintitrés años, mientras se golpeaba la frente contra la mesa – ¡POR QUÉ! – estaba fuera de sí, mientras se apretaba los cabellos verdosos y se los revolvía con desesperación – de todas las ocasiones… ¿por qué ahora? – bufó mientras se quitaba los lentes y mostraba sus ojos rojos, característicos de su familia

-Aoba-san, deje el drama – se reía una muchachita pelirroja palmeando la espalda del peliverde – ya pasará… los bloqueos a veces aparecen sin aviso

-pero esto es para mañana – se quejaba mientras volvía a releer el texto que recién escribió, enfurecido lo arrugaba con furia haciendo una bolita de papel y lanzándolo por la ventana – ¡maldita la hora en que me dejé llevar por ese idiota!

-¿de quién habla? – veía a Koyo con una sonrisa, le agradaba lo expresivo que era su senpai – debe ser alguien muy talentoso como para que usted le prestara atención, Aoba-senpai

-de un idiota de cabello blanco – se quejó mientras se levantaba y caminaba por aquella habitación – que me retó a una… ¡ni siquiera quiero recordarlo!

-parece interesante, yo sí quiero saber – canturreaba la muchacha mientras se sentaba en una de las sillas y admiraba a su senpai ir de aquí allá maldiciendo entre dientes – ¿qué pasó?

-cree que me puede ganar en una pelea o en una carrera… aunque ayer nos retamos a comer alitas picantes y… no tengo que contarte nada – bufó al darse cuenta que su lengua se aflojaba

-pues sonaba interesante – la muchacha hacía un lindo puchero enfadándose por la actitud de su senpai. La chica era menuda, pequeña, delgada pero no en exageración pues le gustaba comer de todo un poco, de actitud relajada y hasta infantil en ocasiones – quiero saber quién le roba la atención que debe colocar en su tarea de literatura, así reprobará el curso y quién sabe… retrasará su graduación de la universidad~

-Kiki debes irte, no hay caso si no puedo hacer nada en este momento – suspiró profundamente antes de desparramar su cuerpo en el sofá

-bueno senpai – sonrió con malicia y se lanzó encima del peliverde hasta sentarse en el abdomen del mayor – quiero hacerte sentir mejor – sonreía picándole las mejillas

-no lo harás si intentas matarme – se quejó pues el golpe sin aviso le dejó sin aire en los pulmones – Kiki, vete

-te contaré una pequeña historia y…

-no quiero escucharte, vete – le regañó levantándose y tirando a la muchachita. Quería estar solo en ese estudio para ver si podía concentrarse mejor  

-si te digo que hay un hechizo especial que puede traerte el amor de tu vida en un solo día… ¿me dirías que si?

-Kiki, tú y tus hechizos mágicos no me interesan. Tengo tarea que hacer para mañana y no tengo tiempo – gruñó acomodándose los lentes

-vamos, será divertido – sin importarle el ceño fruncido de su senpai, la muchacha de larga cabellera rojiza se sentó y habló con seriedad – esto demora 24 horas – decía mirando su reloj – son casi las 10 de la mañana… y el hechizo acabaría mañana a las 10 de la mañana

-¿y qué?

-y tú tarea es para las cuatro de la tarde y tienes que subirla en archivo en internet – sonreía la chica con malicia – tenemos suficiente tiempo

-aun no entiendo – se quejó Koyo – sigue pareciendo una pérdida de tiempo

-te lo explico – sonreía la chica ya satisfecha al tener la atención de su senpai – tienes que relatar una historia de tu autoría, debe tener seres míticos y esas cosas raras. Yo te estoy dando una base para que la hagas, te doy el hechizo… que conste que las chicas lo usamos y varias tuvieron buen resultado hasta tienen novios lindos y…

-no me interesa – Koyo se quejó saliendo de ese cuarto de estudio en el departamento de la chica. Kiki era como una hermana para él, así que se la pasaba allí algunos días, sumándole a que el departamento tenía aire acondicionado y calefacción, era el cielo en esos días un poco fríos que le desagradaban – me voy, veré si algo se me ocurre en el camino

-AOBA-SAN ESPERA – corriendo tomó una bufanda y una chaqueta y siguió al mayor hasta la salida – déjame decirte la idea completa – lo alcanzó en el ascensor y en ese espacio reducido respiró aliviada. Koyo no podía escapar de allí – el hechizo dice que sentirás la necesidad de recorrer diferentes lugares y seguir el hilo rojo del destino, si encuentras a tu persona especial sucederá algo que cambiará tu vida

-¿qué va a pasar?

-no sé, no lo he intentado – la chica agarró los hombros de su senpai y se le acercó – pero dicen que es sorprendente, es una señal clara y tan obvia que nadie en esta vida lo ignoraría – decía zarandeándolo – pero dicen que es única para cada pareja y… bueno, el punto es que estarás hechizado 24 horas. Pasarán cosas fantásticas y al final… si no encuentras una pareja, al menos tendrás alguna historia graciosa que contar – se quejaba terminando su explicación

-¿me vas a drogar? – se quejó alejándose – no gracias, esas cosas son solo fantasías o sustancias raras que te hacen alucinar

-¡que no es eso! – se quejaba siguiendo al mayor por la calle – inténtalo al menos, te juro que no son alucinógenos – le costaba seguirle el paso y aun así corrió para interponerse en su camino – ¡quiero que senpai tenga una aventura y de paso encuentre el amor de su vida!

-¿podrías no gritar? – le dijo – todos nos están mirando

-¡es tu culpa por ser cabeza dura! – se quejaba la pelirroja ignorando todo y aguantándose el sonrojo de su vida – solo acepta, idiota-senpai

-¿si digo que sí, me dejarás en paz? – gruñó pues no le gustaba llamar la atención de todos esos extraños

-¡SI! ¡HAY QUE EMPEZAR AHOR MISMO! – sin esperar respuesta, la chica tomó la mano de Koyo y corrió de vuelta a su apartamento

 

 

 

Lo hizo esperar en la sala mientras ella iba en busca del hechizo, pero en realidad se internaba en una habitación que… tenía una pantalla enorme en donde su sensei le hablaba. Kiki tenía un secreto, uno muy grande, uno trascendental, uno… ¡EXPECTACULAR! Uno simple… más o menos

 

 

 

-¿ya tienes al sujeto de prueba?

-sí, Verde-sensei – sonreía la muchacha – es Koyo Aoba, será divertido ver qué pasa

-no olvides anotar cada detalle, efectos secundarios y resultados en el comportamiento del muchacho, ya sabes que hacer – el científico que se mostraba tenía una apariencia de al menos unos diecisiete años, causada por los varios experimentos para devolverle la mayoría de edad, cosa que todos los ex arcobalenos probaron. El cabello verdoso despeinado, los lentes acomodados con sus dedos y un aire cansado por las ojeras que mostraba, era un digno científico demente

-el frasquito número tres, de color rosa mezclado con el de color amarillo – sonreía la pelirroja  mezclando dichas sustancias con extremo cuidado… aunque sus gafas protectoras ni rastro daban

-agrégale vainilla para ocular el aroma, aunque… bueno, nada perdemos en ver qué pasa añadiéndole algo más – Verde le restó importancia al asunto y seguía observando a su aprendiz haciendo el trabajo sucio a millas de distancia de su ubicación secreta – que se beba medio frasco en alguna bebida y la otra mitad cuando encuentre a lo que llamaríamos “su predestinado” dásela al otro sujeto de experimentación

-sí, el que Koyo piense que es su destinado… pero obviamente es su subconsciente

-entendiste Kiki, ahora solo hazlo

-aun no entiendo por qué quiere hacer esto – se reía la chica mientras enfrascaba el líquido en una botellita de color rosado con tapita en forma de corazón

-porque… no te interesa

-¿acaso no era para atraer a cierto Arcobaleno sexy que usa ropa china? – sonreía con picardía – yo pensé que le iba a hacer creer que usted era su amor eterno y así lo tendría en su cama en menos de lo que canta el gallo

-calladita te ves mejor. Llámame cuando tengas los resultados – le cortó el discurso y apagó la pantalla, tenía mejores cosas que hacer

-sí señor, señor sí, señor, señor – hablaba haciendo muecas y saltando. Kiki se estaba divirtiendo de lo lindo

 

 

Kiki regresó a la sala con una sonrisa de lado, caminaba de forma despreocupada mientras balanceaba el frasquito entre sus manos. Mostraba esa cosa mágica que no era más que algo que les traería problemas a más de uno. La explicación fue sencilla, medio frasco para que se lo tomara el peliverde y cuando encontrara a su pareja de por vida le daría la otra mitad. Koyo la escuchó solo por escuchar, no pensaba que esa cosa iba a funcionar, es más creía que se iba a intoxicar al beberla. Kiki por su parte buscó las mejores palabras para engatusar a su amigo, a su senpai… a su conejillo de indias, tal vez se le pegó un poco la mentalidad de su maestro…. Pero eso se lo cuestionaría después de terminar con este experimento trascendental en su joven vida

 

 

-tómatelo senpai, toma… la combiné con limonada

-no quiero

-¡hazlo!

-no – pero solo bastó con que Kiki se acercara, le tapara la nariz y vertiera el líquido en su boca como para callarlo… y de paso medio intoxicarlo y ahogarlo – no fue tan malo, ¿verdad?

-¡casi me matas! – decía tosiendo escandalosamente en el suelo

-pero no sabe feo – reía divertida al ver al peliverde

-pues no… bien, es dulce – decía saboreando el resto del líquido que tomaría sin ayuda – ¿seguro que esto no me matará? – miraba el resto de su bebida pero aun así se la terminó

-la pasarás bien – sonreía pero en su mente se preguntaba qué tan efectivo era esa cosa… después de todo estaba en experimentación, jamás alguien la probó, al menos no hasta ese día en donde ya habían tres candidatos a conejillos de indias – y encontrarás a tu amor verdadero

-me siento raro – Koyo frunció su ceño al sentir un cosquilleo en su estómago

-wow, el efecto es inmediato – y aunque fuera raro, no tanto porque necesitaba recopilar información, sacaba una libretita y anotaba – ¿que sientes senpai?

-algo raro

-sé más específico – se quejaba la chica

-quiero salir – sin dar explicación alguna Koyo se levantó y caminó hacia la puerta – quiero caminar un rato

-¿eh? ¿Por qué? – Kiki lo siguió sin dudarlo

-no sé… solo sé que quiero salir a caminar por allí – Koyo no entendía su propio accionar pero bueno, no entendía muchas cosas en esta vida, además le daba curiosidad que pasaría si seguía con el jueguito de su kohai

-oye senpai, los efectos comienzan… ¡ve a por ello! – se reía al acompañarlo al ascensor – eso será divertido, pero es privado así que… ¡buena suerte! – decía al despedirlo en la salida… pero – ni creas, tengo que averiguar todo – reía Kiki mientras sacaba uno de los trajes raros inventados por su sensei y se metía en las escaleras de emergencia para ponérselo – gracias al cielo que Verde-sensei perfeccionó esto – sonreía la pelirroja pues se colocaba el traje de camuflaje óptico que su sensei inventó hace siglos, con la diferencia que ahora solo su sensei era capaz de ver a través de eso… y los menores de 2 años, pero ellos eran niños, no podían decir nada – ¡viva la investigación! – sin pensarlo más salió detrás de su senpai, aunque sería sigilosa y además nadie la vería, no había riesgo remoto

 

 

 

Koyo por su lado… estaba viendo las calles como si nunca las hubiese visto, sabía que era efecto de esa cosa que bebió pero… al diablo, no sabía que había una librería en esa calle. Se paró enfrente de esa tienda admirando cada libro expuesto y sin pensarlo entró, recorrió los estantes con indiferencia hasta que se posó en una sección especial. Sus mejillas se colorearon levemente pues es su sano juicio jamás haría eso, pero tomó uno de los libros de la sección romántica y lo abrió empezando a ojear las páginas, ¡Qué horror!

 

 

 

-es raro que a un muchacho le guste este género – sonreía una chica de cabellera larga y platinada

-me dio curiosidad – sonrió con galantería acomodando su abrigo y escogiendo otro libro… - las mujeres hogareñas que protagonizan la historia son mi ideal de pareja… y más si son bellas como usted – “¿acaso estoy coqueteando? ¡Qué diablos! ¡Yo no soy de ese tipo! ¡Es esa maldita droga, medicina o hechizo! ¡Que alguien me detenga!” gritaba su inconsciente sano juicio, pero su cuerpo no reaccionaba, se movía en contra de su voluntad. Algo malo sucedería si seguía así

-qué lindo – sonreía la sonrojada muchacha – me encantaría conocerte mejor

-te parece salir a la cafetería de enfrente – Koyo sonreía con amabilidad mientras tomaba la mano de la chica y después de dejar los libros en su lugar respectivo, salía del establecimiento, pero en su mente solo estaba las cuestiones “¡qué demonios hago! ¡No la conozco siquiera! ¡Necesito ayuda!”

-eres muy apresurado – sonreía la chica al sentir como Koyo la ayudaba con su asiento – eres un casanovas, ¿puedo saber al menos tu nombre?

-Sora – sonreía Koyo pero en el interior de su mente se cuestionaba su buen juicio, ¿mentir? ¿Coquetear? ¡Eso no era él!

-mi nombre es Yuka – sonreía la chica. Koyo no supo de dónde sacaba las palabras correctas, la conversación amena, las sonrisas, pero en el fondo se sentía incómodo, quería irse y… “¡qué alguien me pare!”

-¿puedo besarte? – Koyo miraba con dulzura a la chica. “¿Qué diablos estoy diciendo? Mi cuerpo no me responde, ¡demonios, demonios, demonios!”

-¿eh? – Koyo no se creía que estaba besando a esa desconocida, se le lanzó sin siquiera pensarlo. Se quería apartar de inmediato. Eso no era de su agrado, pero su cuerpo no le respondía, ¡estaba poseído por el demonio! – Qué… espera – Yuka detuvo al peliverde mostrando un fuerte sonrojo

-lo siento – y cuando al fin Koyo se apartó – tú no eres la indicada, me retiro… no me interesas

-me besas y te vas… ¡idiota! ¡Cretino! –  la bofetada que la chica lanzó resonó en ese pequeño café… la mejilla roja de Koyo poco le importó porque salía a su nuevo destino… en busca de su predestinado

-¿Qué hago? – Koyo se reprendió ya lejos de esa cafetería. Cuando al fin tuvo control sobre sus cuerpo se golpeó la frente con una pared, se limpió los labios con brusquedad, hizo muecas de desagrado y quería despertar de esa pesadilla, aunque el dolor de su mejilla le decía que estaba despierto – ¡¿qué hice?! – se quejaba sintiendo el ardor que tenía en el rostro – joder, mataré a Kiki. ¿Cómo se atreve a darme esas cosas? – pero cuando iba a correr en dirección del departamento, de nuevo sus piernas no lo obedecían – o no… ¡no de nuevo! Ya no por favor – pero aunque luchó contra sus movimientos, quejándose y gruñendo por el esfuerzo de detenerse. Al final no pudo y caminó para otra zona comercial, ¡ese iba a ser un día demasiado largo!

 

 

A lo lejos una chica se moría de risa, incluso se cayó de la banca donde se había subido para espiar mejor. Cuando vio la bofetada no pudo evitar reírse a todo pulmón, a pesar de que la gente pensara que era un espíritu que rondaba la zona. Ella tendría mucha información que dar si las cosas seguían con esa ruta. Además que hasta estaba tomando fotografías para chantajear a su senpai después. Analizó el comportamiento extraño, tal vez era la vainilla que se le agregó, debía buscar otro sujeto de experimentación para ver qué pasaba si le añadía otra cosa que no fuese vainilla. Tal vez lo usara con cierto guardián Vongola de mirada azulada y que mordía hasta la muerte a quien quisiera

 

Koyo no supo a cuantas personas besó en un lapso de cuatro horas, era un infierno pues se movía solo, no tenía control sobre las cosas que hacia pero recordaría cada una de ellas. No quería saber de aquellas personas nuevamente, lo único que tenía en cuenta era que besó también a tres muchachos, ¡tres muchachos! los cuales se quedaron en shock y no lo golpearon… ¡al diablo! ¡Eran chicos maldita sea! Koyo quería amarrarse a una piedra y hundirse en un chapoteadero hasta que todo terminara… sí, a un chapoteadero porque aún era joven y tenía que lograr que el  boxeo fuera reconocido al igual que sus habilidades. A más de eso su misión era ayudar a Enma en la reconstrucción de su familia y aún no cumplía con su tarea, pero… ¡ahora lo importante era dejar de hacer esas tonterías! Quería que eso acabara, ya estaba cansado de caminar y de besar personas… aunque agradecía que fuera a desconocidos porque…

 

 

-¡oh no! – Koyo se quejó al reconocer al sitio donde sus pies lo llevaban ahora – demonios, ¡ya basta! … ¡joder! Malditos pies, les digo que me obedezcan – enfurecido trataba de agarrar sus piernas o caerse en algún lado, lo que fuera para no ir allí… su vida se arruinaría si eso pasaba

-¡senpai! – sonreía una de las chicas que era su compañera en la universidad – ¿cómo está?

-eres linda – “¡que alguien me detenga! Por lo más sagrado del mundo mafioso, ¡que alguien me detenga de una maldita vez!” Koyo estaba entrando en pánico, estaba en su universidad, y allí muchos lo conocían – si quieres po…

-… - la chica empezó a reírse bajito al escucharlo – no bromee senpai, no se escapará de entregarme el reporte de esta semana

-puedo darte el cielo si quieres

-me basta con el reporte

 

 

Y Koyo agradeció infinitamente que su compañera fuera de las personas más amables y a la vez exigentes de la vida, porque después de saber que le envió el reporte al correo personal, se retiró para seguir con sus tareas. “Debo salir de aquí” se repetía una  otra vez, mientras seguía su camino hasta que… ¡de nuevo perdió el control! ¡Que se joda el mundo! ¡Y justo cuando ya veía la salida a lo lejos! Quería desmayarse porque sabía que iba a atacar a alguien. No tenía idea de a quién besaría pero… esperaba que todo acabara pronto y que… pasara el efecto ¡de esa cosa que no debió tomarse!

 

 

-Koyo, tengamos un raund, ¡al extremo! – Koyo se quedó callado al llegar, ¡no podía ser verdad! ¡¿Y allí, a quién atacaría?!

-el club de boxeo… de la universidad – dijo con sorpresa mirando a todos sus compañeros, ¡estaba perdido!

-vamos, ¡sube! – sonreía un animado Ryohei que en el ring, lo llamaba de forma escandalosa

-yo… no

-vamos senpai, ¡hágalo! – empezaban a animar los demás novatos. Estaba perdido… completamente perdido, ¡perdido! ¡Allí todos lo conocían! – vamos, Aoba-senpai

-vamos a pelear, ¡al extremo! – el peliblanco con el cabello un poco más largo de lo que llevaba hace tiempo agarraba las cuerdas gruesas que formaban el ring, sonreía ampliamente mostrando su blanca dentadura y esa cicatriz en la ceja… solo lo hacía ver más… más… ¡en qué diablos pensaba!

-si te derroto… ¿qué me darás? – Koyo lanzó una sonrisa llena de mal disimulada malicia, que solo pocos notaron pues estaban interesados en ver una pelea entre los mejores boxeadores que habían aparecido en esa prestigiosa universidad

-no te daré nada, porque no me ganarás… yo te derrotaré, ¡al extremo!

-entonces no lo haré – habló con seriedad – tiene que haber una recompensa

-¿eh? Pues – Ryohei se cruzó de brazos y pensó un momento, pues no quería perder esa oportunidad de una lucha extrema – no sé… ¿qué quieres, Koyo?

-irás conmigo a las cascadas en el norte – habló con serenidad. Escuchaba los murmullos de todos pero le restó importancia, solo se concentró en un confundido Ryohei que ladeó su cabeza un poco – dicen que entrenar allí es una experiencia inolvidable… y necesito un compañero – en su mente no sabía ni que pensar, solo observaba su reaccionar… al menos hasta que entendió la situación, “mi siguiente objetivo amoroso… es Ryohei… ¡Qué diablos!... no aceptes, no aceptes, ¡maldita sea no aceptes!

-TRATO HECHO – Koyo quiso golpearse la cara, aunque claro su cuerpo no le respondía – tengamos un encuentro, ¡extremo!

-prepárate nos iremos después de que te gane en un round

 

 

Un solo round decisivo, se miraban con seriedad. Solo usaban un short, los típicos que usan los boxeadores, guantes puestos, protectores en la dentadura, mirada fiera, posición inicial. Uno de los más jóvenes actuó como juez. Escucharon la campana y empezaron. Sus puños eran precisos, tantas prácticas, tantas victorias y derrotas, su alianza los mantenía en contacto por lo que muchas veces se retaban por estupideces. Koyo lo aceptaba, peleaba con Ryohei por estupideces salidas de algún lado, de alguna frase que soltaba al aire, de alguna palabra que el peliblanco le decía, de cualquier cosa. Agradecía que Gianini le ayudó con unos lentes de contacto especiales para este caos, porque en la vida real jamás le hubiesen dejado pelear con los lentes puestos y sus ojos se quemarían por la luz. Lanzó un middle upper que alcanzó a rozar la barbilla de Ryohei y sonrió con superioridad, darle en ese punto era una condena pues atacaba al sentido del equilibrio, el cerebro vibraba y no podías estar de pie por más que desearas

 

 

-perdiste – le dijo con felicidad

-nunca – Ryohei a pesar de todo se estabilizó antes de caer, su cabeza le daba vueltas así que cerró sus ojos y siguió instintos, lanzando un derechazo bajo que le llegó directamente al hígado del peliverde

-joder – dijo al soltar todo el aire y sentir como sus piernas perdían fuerza

-te ganaré, ¡al extremo! – dio un fuerte jub con la izquierda aun con los ojos cerrados, ubicó a su oponente y lanzó un derechazo, escuchando los gritos de apoyo de sus kohais

-nunca – como pudo dio un salto hacia atrás evitando el gancho y se movió de un lado al otro recuperando su ritmo, su juego de piernas siempre eran efectivos y aunque perdió fuerza en las mismas podía seguir aun – ¡te voy a ganar Ryohei!

-quien ganará soy yo, Koyo – gruñó mientras de nuevo ya con la cabeza en su lugar empezaba a seguirle el ritmo al peliverde. Atacando con precisión en golpes seguidos a los costados, en cualquier punto abierto, el sudor se le escapaba al igual que al otro

-¡golpe final! – gritó  Koyo mientras lanzaba un gancho

-¡al extremo! – dijo lanzando un golpe también

 

 

Derechas precisas, un golpe poderoso que llegaba al contario y quien primero lo recibiera quedaría inconsciente. Lástima que llegó al mismo tiempo y los adversarios salieron volando hasta caer al suelo con dureza, resonando el golpe en el ring, dejando a los espectadores callados. Silencio total durante la cuenta hasta diez, nadie se movió al ver a los caídos y claramente se dictó un empate justo 3 segundos antes de que acabara el tiempo del primer y único round. Doble K.O., nadie se esperaba eso, pero al final fue tan intenso que gritaron emocionados y cargaron a ambos luchadores hasta la enfermería, para que descansaran

Una hora después, quien abría los ojos era el peliverde, que adolorido un poco miraba a su alrededor y reconoció a Kiki cerca de él. La pelirroja le contó que le llamaron para que lo fuese a ver, que Ryohei aún no despertaba y justo cuando estaba por mandarla al diablo por causarle tantos problemas con esa asquerosa pócima de amor, escuchó el gemido adolorido de su acompañante y por automático se calló. Kiki sonrió divertida besándole la mejilla y despidiéndose en silencio para huir, ¡maldita mocosa de mierda! ¡La iba a matar cuando acabara las 24 horas!

 

 

-me duele la cabeza – se quejó Ryohei pero se levantó de todas formas, sentándose en la camilla y revisando su alrededor hasta que vio al peliverde – ¿Koyo? ¿QUÉ PASÓ? ¡AL EXTREMO!

-no seas ruidoso – se quejó Koyo pero de nuevo su cuerpo no le respondía, ¡que se joda el puto mundo!... pero… ¿qué iba a hacer si era Ryohei? Nada, ellos solo eran amigos pero – pero… ¿estás bien?

-Si – dijo mientras movía sus hombros y su cuello – ¿y tú?

-genial ahora que te veo despierto – vale eso no era lo que iba a decir, pero bueno… estaba con un despistado, que llegaba al borde de ser estúpido, tal vez no entendería nada de lo que le insinuara. Además nadie ganó, así que no había problemas

-pues al parecer fue un empate, ¿o no?

-lo fue – sonrió mientras se sentaba junto a Ryohei – y ahora… – sonrió acomodándose los lentes después de quitarse esos molestos pupilentes

-así que… ¿nos vamos? – Ryohei hablaba con naturalidad mientras estiraba sus brazos y sonreía – ¡hay que viajar, al extremo!

-pero… si no ganó nadie

-dijiste que era un buen lugar de entrenamiento, hay que ir, ¡al extremo! – se reía a carcajadas por la emoción mientras se levantaba de la camilla de la enfermería y se disponía a buscar su ropa

-será un placer – Koyo sonrió pero en su mente era como “eres estúpido, ¿no sabes leer la atmosfera? Idiota nunca debiste aceptar ir, ¡nadie ganó! Si vamos te atacaré… tu no… me niego a hacerte algo”

-mira, tengo tu ropa – Ryohei sonrió mientras le lanzaba la maleta con la ropa, pues aún estaban en… calzoncillos especiales – la mía…

-la tengo yo – sonrió Koyo levantando la mencionada – ¿quieres cambiarla?

-imposible – Ryohei se acercó y le quitó la ropa – es mi favorita, me la regaló Kyoko – bufó mientras la miraba, la sudadera de color beige y los pantalones negros

-envidio a tu hermana porque pasa tiempo contigo – dijo pero el otro ni lo había escuchado yéndose así como así – ¿a dónde vas?

-una ducha extremadamente caliente para relajar los músculos – dijo saliendo de la enfermería – ¿no vienes? – regresó a preguntar con una ligera sonrisa – entonces me adelanto

-¡eres demasiado idiota! – se quejó Koyo al sentirse libre de esa horrible sensación de ser poseído por alguien diferente a él – ¡debiste negarte! ¡No debemos ir de viaje juntos! – se quejaba pero sin pensarlo tomó su ropa y siguió al peliblanco con apuro, malditas piernas que no le obedecían

 

 

Koyo se duchó junto a Ryohei. Las duchas no tenían división alguna por lo que… si, todos entraban en esa zona y se bañaban centrados en lo suyo. Pero claro, Koyo no contaba que su cuerpo se moviera solo, que mirara a Ryohei de vez en cuando detallando aquel cuerpo tonificado, lindo trasero, firmes piernas y… ¡que la tierra se lo trague! Trató de enfriarse la cabeza con el agua, pero no funcionó, su mente no regresaba, no tenía control sobre sus acciones, así que terminó acosando al peliblanco y Ryohei ni cuenta. Le envió frases insinuantes, halagó la firmeza de esos músculos, le ofreció lavarle la espalda, lo acorraló antes de que saliera de la ducha y Ryohei… nada. En el fondo Koyo agradecía la falta de atención del peliblanco, después la maldijo porque en las duchas, aun desnudos, se quedaron mirándose fijamente unos minutos. Koyo se perdió en esos ojos grises, en el cabello un poco más largo de cómo lo llevaba en el instituto que adornaba la frente de Ryohei, esa ingenuidad que evitaba al sol de Vongola darse cuenta que el comportamiento del peliverde era diferente. Al final… se vistieron y en menos de lo que canta un gallo ya se hallaban caminando a la estación de trenes y… claro. Koyo se reprendía mentalmente por todo lo que hacía, ¿cómo podía estar tratando de seducir al sol de Vongola? Ni que le gustara tanto… ¡momento! “¿ni que me gustara tanto? ¿En serio estoy pensando en eso?... ahora sí que esa poción me está friendo el cerebro

 

 

En el viaje fue algo parecido, Koyo miraba con dulzura a un peliblanco que ni se daba cuenta de que el otro trataba de acercársele, es más, lo tomó como bromas en muchas ocasiones. Cosas que terminaban haciendo que Koyo se relajara y disfrutara del viaje de tres horas entre risas y charlas sin sentido. Se retaron a las fuercitas que al final tuvo como diez asistentes que apoyaban a sus favoritos y dos receptores de apuestas. Que gran lio era eso. Cuando llegaron a la zona elegida, Ryohei parecía un niño emocionado, corriendo por allí preguntando la dirección de las cascadas, y si era largo el camino. Comieron por allí compitiendo por saber quien acababa primero, se recostaron un rato hasta que pasara el dolor de estómago y la llenura. Para al final empezar con la caminata hasta las cascadas y posteriormente a las cabañas que por allí daban refugio para lo noche, porque siendo casi las seis ya anochecía, pero no se iban a ir de las cascadas sin al menos entrenar un poco. En algún momento Koyo se olvidó que traía los efectos de la pócima, su cuerpo ahora le obedecía y él no se dio cuenta. Seguían con sus típicas peleas, retos, amenazas, cosas raras

Entrenaron hasta cuando la lámpara  de aceite que llevaron para iluminarse en conjunto con la luna ya no servían. Ryohei no veía nada, Koyo si lo hacía pero tampoco quería resfriarse pues hacía un frio del diablo en esas épocas. Soportaron bien hasta cierto punto pero era hora de ir a descansar a una cabaña que compartirían y después de unas horas de sueño regresar a casa de nuevo, porque ambos tenían clases al siguiente día. Además de que sus respectivos jefes le darían una misión pequeña que cumplir. Era lo típico, más no terminaría como cualquier historia normal

 

Se disponían a dormir, pero primero bañarse en agua caliente era lo correcto. La cabaña contaba con posibilidad de calentar el agua mediante leña, a lo antiguo, cosa que dejaron haciendo antes de irse a entrenar para que al volver estuviera lista y además diera iluminación a la cabaña en medio de la noche. Eran los dos únicos dementes que se quedarían allí esa noche, ninguna de las otras cabañas estaba habitada, eso les daba una grata privacidad.

Bañarse juntos, esa fue la propuesta de Koyo, quien lo dijo al azar y porque no querían esperar por el segundo turno, así que simplemente entraron los dos. Koyo en medio de lavarle la espalda al peliblanco se dio cuenta de algo, que no tenía impulsos malignos de conquistador empedernido y que por el contrario el simple hecho de estar compartiendo con Ryohei era agradable, aunque pelearan por cualquier tontería como que, quien tallaba mejor la espalda del otro, eso sí era competencia. Terminaron riéndose porque regaron más de media tina de agua y el baño era un caos que arreglarían antes de irse en la mañana

 

 

-no entiendo porque no te hago nada – Koyo habló en voz alta

-¿hacerme qué? – Ryohei terminaba de ponerse su pijama de tono amarillo con enormes letras en la espalda que decían “dormir al extremo” en negrillas cuando miró a Koyo

-nada – suspiró mientras también se acomodaba su pantalón de dormir, mientras arreglaba su ropa normal se le cayó aquel frasquito de forma singular, rosado y con tapa en forma de corazón, que ridículo era eso – esto… esto es una estafa – dijo mirando la botella y lanzándola por allí. Aunque si lo pensaba, había terminado en las montañas viendo cascadas y respirando aire puro, no fue tan malo

-¿qué es esto? – Ryohei atrapó la botellita y la miraba con curiosidad, algo le impulsó a abrirla, tal vez la curiosidad – ¿vainilla?

-es jugo – Koyo iba a decirle que tirara eso, pero de nuevo no controlaba su cuerpo, ¡pensó que ya paso esa fase! Pero al parecer no – bébelo, es rico y tiene vitaminas

-¿es como tu elixir para entrenar? – preguntó con curiosidad. Ryohei miraba esa extraña forma pero de todos modos la olió, el olor era vainilla era delicioso

-bébelo – quería callarse pero en vez de eso se acercó y empujó la botellita hasta que rozara con los labios de Ryohei “¡maldita sea! ¡¿Qué demonios estoy haciendo? no te lo bebas Ryohei!” – hazlo – pero una sonrisa salió de sus labios

-descubriré tu secreto – sonrió el peliblanco antes de beberse el líquido. A penas pasó su garganta hizo una mueca – ¡tiene un sabor a vainilla extremo! – se quejó y con apuro buscó un poco de agua pues su lengua sentía el sabor con demasiada intensidad

 

 

Koyo solo se quedó observando, Ryohei bebía agua como desesperado dejando que un poco de la misma se regara por la comisura de sus labios, se veía… tan malditamente normal que Koyo ya es todos sus sentidos solo suspiró. Kiki lo había engañado, nada malo pasaba. En una de las camas individuales que allí había se recostó, junto a él la otra cama vacía le daba indicios que Ryohei aún estaba empalagado o alguna cosa. Miró al techo y suspiró, en realidad no fue un día tan malo, aunque no tenía su reporte para mañana y que Enma le dijo que le asignaría un compañero para la misión, solo esperaba que no fuera Julie porque lo iba a matar si lo escuchaba hablar de mujeres y como conquistarlas nuevamente.

 

 

-esa cosa me dejó la lengua rasposa, ¿en serio te bebes eso? – Koyo frunció su ceño al escuchar a su acompañante quejarse, así que se levantó para reclamar que lo dejara al menos descansar en paz

-hey, idiota, cállate o… – murió, sus palabras murieron al fijarse en Ryohei, quien caminaba hacia su cama con despreocupación – ¿qué demonios?… Ryohei que

-¿qué cosa? – el peliblanco se sentó con calma en su cama y se estiró, ronroneando cuando sintió la suavidad de aquel colchón que… espera… ¿ronro-qué?

-allí – Koyo admiraba al chico frente a él, sentado en la cama adjunta. Se apuntó el mismo encima de su cabeza sin quitar la mirada del peliblanco – tienes… tienes

-¿qué cosa? – dijo levantando sus manos y tanteando su cabeza, notó el cabello un poco húmedo todavía, las orejas suaves y una hojita que se quitó enseguida – ¿por qué me miras así? – dijo bostezando y con su dorso se refregó un poco su mejilla – como sea, vamos a descansar, ¡al extremo!

-sí, buenas noches – dijo el peliverde mientras se acomodaba entre sus mantas y… – ¡ni de coña! ¡Acaso no te das cuenta que tienes dos orejas en la cabeza! ¿Dónde las conseguiste? ¡Quítatelas que en un hombre de tu edad se ven ridículas! – se acercó con rapidez, quitándole las cobijas a Ryohei y agarrándolo para hacerlo sentarse frente a frente

-¿orejas? – dijo y se empezó a reír divertido – ¿qué orejas? – sonreía – no tengo ningu… – pero cuando se tocó la cabeza, sintió algo extraño, algo suavecito al toque, levantó otra de sus manos y halló otra – que…

-es lo que pregunto yo – Koyo se quedó mirando aquellas dos cositas esponjosas de color blanquecino que sobresalían de la cabeza vacía de Ryohei y como impulso las tocó… – son…

-SON REALES – Ryohei lo dijo después de jalar un poquito y sentir dolor – ¡esto es raro al extremo! ¡Qué diablos paso con mi cuerpo! – se dijo mientras entraba en pánico

-¿son de gato? ¿O de perro? ¿O de alguna cosa rara? – Koyo seguía apretando ese par de orejitas que ante su toque se removían un poco

-¡suéltame! – exigió apartando al otro y empujándolo – ¿acaso no ves que tengo dos orejas y no sé cómo diablos paso? ¿Qué es esto? ¡Al extremo!

-yo que sé, tal vez alguien te hizo una maldición y te convertirás en gato – Koyo no dejaba de ver esas orejas, que cuando él dijo aquello se movieron un poco, como captando de donde venía el sonido – ¿y tus oídos?

-siguen aquí – Ryohei se tocó el sector y si, allí seguían, todo era normal hasta que… – ¡deja de tocarme!

-idiota, no ves que estoy aquí – Koyo frunció su ceño y se quitó los lentes, pues era de noche y veía a la perfección con la poca luz que había. Estaba sentado lejos de Ryohei y lo miraba extrañado – ¿cómo que te estoy tocando?

-entonces que… – se tensó de inmediato mientras se giraba despacio para ver quién demonios le tocaba la espalda pero – nadie – absolutamente nada

-¿de qué hablas?

-alguien me está tocando – dijo mientras con las manos tanteaban si alguien estaba detrás pero al verificar que no había nadie, se tocó la espalda – hay algo aquí… ¿una cola? – miró al mencionada, una que salió de entre su ropa y la pudo sostener entre sus manos, era larga, de pelaje blanco y con rayas negras recorriéndola horizontalmente – ¡QUE ME PASA, AL EXTREMO! – dijo asustado pues se la jaló y estaba pegada a su cuerpo, además se movía y estaba tibia, obviamente era suya. Asustado se levantó y empezó a girar sobre sí mismo buscando alguna otra cosa, o verificando si su cuerpo cambiaba más, pero después de unos diez minutos en pánico, nada pasó, nada exceptuando que sus uñas crecieron tornando la forma de garras o algo así

-abre la boca – Koyo se acercó de inmediato, apretándole las mejillas al peliblanco y verificando su teoría – tienes colmillos – dijo mientras deslizaba sus dedos por los mencionados, blancos, muy blancos, brillantes, gruesos y que le daban la idea de – eres un tigre

-¿tigre? Pero soy blanco – decía mirando su cola que se balanceaba por donde él deseaba, le agarró el truco casi de inmediato, no era difícil

-un tigre de aquellos que viven en la nieve entonces – dijo ya como si fuera normal – ¡oh no!… Kiki – tardó unos minutos en procesarlo y recordar las palabras de su amiga

-¿de qué hablas?

-cuando encuentre a la persona indicada y le dé de beber la pócima… verificaré que… es la correcta – Koyo hablaba en pánico – ¡no puede ser! ¡Eres tú!

-no entiendo… explícame, ¡al extremo! – se quejó ya molesto de toda esa situación

-no puede ser… ¿verdad? ¿Tu? ¿En serio? No… ¡me niego! –

-¡pues no sé de qué hablas! – Ryohei frunció su ceño y sus orejas se pusieron en alerta, mostró sus dientes y gruño bajito – como sea me voy a dormir, ¡deja de gritar al extremo! – se quejó y dicho y hecho se dio media vuelta en dirección a su cama. Enredó su cola en su vientre y se hizo bolita entre las mantas

 

 

Koyo negó una y otra vez, caminando en la habitación. Pero estaba más que claro, las indicaciones eran precisas. Pasaría algo que hasta el más despistado se daría cuenta, algo demasiado obvio, y la transformación del peliblanco era notable, ¡demasiado notable por el amor a los Shimon! Se golpeó la frente un par de veces, regresó a ver al bulto que parecía dormir plácidamente, vio afuera, la luna, las estrellas, la noche… ¡NO PODIA SER VERDAD! De todas las personas con las que coqueteó ese día ninguna fue la correcta, pero viene a hacer un viaje largo con su amigo-rival y sucede esto. Ahora Ryohei no solo era medio animal, literalmente, sino que… resultaba ser su pareja perfecta, su complemento, su todo su… ¿su qué?

Cuando se calmó se acercó a aquella cama y con cuidado destapó un poco el cuerpo ajeno, admiró a la persona allí dormida. Ryohei no le desagradaba, por el contrario, era especial, siempre peleaban y buscaban superarse pero se divertían sin excepción. Se quedó viendo a aquel hombre que como él, adoraba el boxeo. Tenía una piel un poco bronceadita porque entrenaba bajo el sol, aquellos cabellos un poco largos le daban un buen toque, se veían sedosos. Pasó sus manos entre ellos con cuidado y escuchó un leve suspiro y cuando acarició las orejas escuchó un ronroneo leve. Se le escapó una sonrisa hasta cuando lo vio girarse y mostrarle aquellas facciones, no era delicado, era duro… la cicatriz en la ceja le daba distintivo nato, aquello parpados cerrados escondían esos ojos grises intensos y llenos de vida. Así que… ¡le gustaba Ryohei! ¡Al fin se dio cuenta de aquello!

 

 

-¿Koyo? – el peliblanco se despertó poco a poco, sintiendo la presencia de alguien más – hueles a vainilla – dijo en un bostezo leve mostrando esos colmillos gruesos – ¿por qué no duermes?

-¿por qué debiste ser tú?

-¿de qué hablas? – susurró mientras se adaptaba a la oscuridad, moviendo sus orejas y admirando que podía ver bastante bien

-de todo

-¿estas delirando? – dijo levantándose y restregando sus ojos un poco, acercándose al otro para revisar si tenía la temperatura adecuada – estas bien… nada raro, ¿qué pasa entonces?

-¿te gusto? – preguntó de improviso, pero el otro, aun medio dormido y con aquella expresión confundida, solo ladeó su cabeza, haciendo que un par de mechones se pegaran a su rostro

-¿gustarme? Pues eres mi rival, me gusta eso

-no hablo de aquello

-¿entonces de qué?

-eres idiota

-no digas eso, ¡al extremo! – gruñó sacando el animal en el que se había transformado – ¡eres tú el idiota!

-lo soy – dijo atrayendo la atención del peliblanco – por haber estado negando esto

-sigo sin entender nada, ¡al extremo!

-¡solo cállate! – le dijo y lo arrojó a la cama, posicionándose encima de él – deja de hablar – susurró

-¿qué te pasa? ¿Tienes miedo a la oscuridad? – dijo sintiendo el peso extra encima de su cuerpo

-idiota – pero no le dio opción a reclamo, solo se inclinó y le robó un beso, uno suave, uno sin pasiones, solo... curiosidad, por saber si eso le gustaba. Sus miradas conectaron por  el repentino acto y Koyo supo ahí que ese muchacho… le gustaba, y mucho – solo cállate – susurró encima de los labios ajenos

-que… ¿qué? – dijo balbuceando levemente mientras sentía otra vez esa calidez encima de él, suspiró cuando aquellos labios se movieron encima de los suyos, su cuerpo vibró levemente y sentía cosquilla hasta en las orejas que tenía ahora – Koyo… espera… ¿qué haces?

-besarte – dijo con obviedad sintiendo como las manos de Ryohei lo empujaban

-¿pero por qué o haces? Eso es… extraño, ¡al extremo!

-porque me gustas – declaró tomando esas manos y entrelazándolas con las suyas – acabo de descubrirlo – Koyo sonrió divertido al ver la expresión confusa del otro, aunque tenía las mejillas rojas y se veía malditamente atractivo

-¡de que hablas! – dijo tratando de controlar la sangre que llegaba a su rostro y lo hacía ponerse colorado – Koyo no bromees a mitad de la noche

-me gusta tu compañía… me gusta pasar tiempo contigo porque es divertido y jamás me aburro… incluso me gusta pelear porque al final siempre terminamos riéndonos como idiotas – se reía bajito, mientras con suavidad aprisionaba esas manos a cada lado de la cabeza del peliblanco sin que este se diera cuenta siquiera – porque compartimos pasiones, porque somos amigos, porque quiero algo más que eso… porque… tienes orejas de tigre blanco

-¿solo las orejas? ¿Eso es lo que te hace pensar que te gusto? ¡Estás loco, al extremo! – se quejó y allí se dio cuenta que estaba aprisionado – Koyo… vamos a dormir y…

-claro que dormiremos – sonrió admirando aquellos ojos platinados y mostrando que sus ojos desbordaban cariño y otra cosa también – pero no en camas separadas – sacó sus llamas, lo hizo y diferentes plantas empezaron  crecer en la habitación hecha totalmente de madera

-¿de que hablas?

-dormiremos juntos – sonrió con malicia, su mirada rojiza se afiló, ahora que descubrió sus sentimientos no iba a parar sus necesidades posesivas. Hizo que sus llamas del bosque surgieran para ayudarle con esa tarea. Las enredaderas tomaron posesión de las camas, rodeándolas y de un solo tirón ambos muebles individuales se juntaron para sorpresa del peliblanco que sin entender mucho de la situación, solo veía.

-hace mucho que no veo que las uses – dijo Ryohei al ver aquellas plantas envolviendo las cabeceras, juntándolas para formar una sola y amplia cama. Rodearon las paredes, la parte inferior de aquella cabaña y se detuvieron dejando intacto la ventana por donde ingresaba la luz de la luna y se mostraban las diversas estrellas – siempre me impresionan, ¡al extremo!

- Ryohei – susurró perdido en un deseo naciente que… era fortalecido por el leve aroma que captó desde hace poco – hueles a caramelo – dijo acercándose al cuello ajeno y aspirando el aroma de aquella piel – me gusta eso

-tu hueles a vainilla – se estremeció al sentir la respiración cercana en su cuello – me haces cosquillas, ¿podrías soltarme?

-no lo haré – sonrió acercándose al rostro del otro – porque no quiero que te alejes

-¿alejarme? – admiró esos ojos escarlata penetrantes y ahora… fieros de alguna forma – no me iré, pero me estas poniendo nervioso, ¿qué haces? – dijo al verlo acercarse pero no dio tiempo de respuesta. Solo sintió aquellos labios

 

 

Koyo lo besó, deslizando su lengua por sobre aquellos labios que soltaron un leve suspiro por el contacto. Admiró como el peliblanco se sonrojó de sobremanera y cerró los ojos con fuerza. Sonrió por aquel reflejo tan inocente, lo besó con delicadeza, uniendo sus labios en un toque suave, moviéndolos con dulzura para guiar los del otro. Lo mordió en cierto punto, porque le frustraba no poder probarlo por completo. Ryohei se quejó bajito separando sus labios y sintiendo como un húmedo musculo ingresaba en su cavidad, se sorprendió y su cuerpo se tensó, pero el agarre de Koyo en sus muñecas le impidió hacer mucho, su lengua fue acariciada y lanzó un suspiro profundo.

Un beso francés, eso era y el movimiento suave daba pauta para el goce mutuo. Koyo saboreó aquella cavidad con extrema calma, deslizando su lengua por cada lugar accesible, rozando su lengua con la ajena, sintiendo que aquella lengua estaba rasposa ligeramente, como la de un felino, le parecía gracioso, pero lo estaba disfrutando demasiado. Mucho más cuando sintió como Ryohei pedía liberarse y se separó. El peliblanco tenía la respiración agitada, respiraba desesperado, dejando que sus labios separados brillaran por la saliva compartida, un poquito de esta se escapaba por su comisura y Koyo sintió que era la cosa más lasciva que vio en su vida

 

 

-respira por la nariz – dijo bajito mientras besaba el cuello ajeno y lo lamía sintiendo como el otro se tensaba de inmediato

-no… no es eso – jadeó al sentir la leve succión en su piel, y como sus muñecas eran agarradas con fuerza – espera Koyo

-¿qué pasa? – se irguió un momento para mirarlo y el sonrojo del peliblanco se intensificó – no me pidas que pare porque no lo haré

-mi cola no puede moverse – dijo avergonzado admirando la sonrisa de medio lado que Koyo le daba – es extremadamente incómodo

-¿entonces dices que cooperarás en lo que planeo hacer?

-yo… supongo que quieres acostarte conmigo – dijo con vergüenza – siento tu miembro ponerse duro – su sonrojo aumentó considerablemente al decir aquello

-¿y no piensas detenerme?

-mi instinto dice que no lo haga – sintió que sus muñecas fueron liberadas y suspiró, apoyándose en la cama para levantar un poco su cuerpo y dejar su cola libre, que agradable era tener movilidad en esa zona – Koyo… tú…

-te deseo – sonrió al ver el sonrojo del peliblanco mientras aquella cola se movía de un lado al otro y las orejas se erguían y bajaban alternadamente –

-ah – soltó un jadeo suave, se quitó a Koyo de encima y apretó la sábanas levantándolas en un amague por cubrirse – no entiendo que pasa… mi cuerpo está caliente y… hueles bien

-¿eres un gato asustado? – y como respuesta una almohada lo golpeó con fuerza hasta hacerlo retroceder – Ryohei

-¡no entiendo por qué demonios estamos así! Tengo orejas y tú… ¡y tú tienes una erección! – habló con vergüenza y enfado a la vez

-¿crees en los cuentos de hadas? – sonrió divertido al ver al otro negar – yo tampoco pero… algo pasó hoy y descubrí que tú me gustas… que eres a quien quiero a mi lado y por esa razón ahora mismo voy a tenerte para mi

-¿qué cosa? ¿Cuentos? ¿Hadas? ¿De qué hablas?

-solo… cállate – dijo Koyo y sin pedir autorización ni nada, jaló a Ryohei hasta tenerlo sentado en su regazo, pegándolo a su cuerpo, rodeándolo con su brazo por la cintura – solo… sigue tu instinto

 

 

Lo besaba nuevamente, pero ahora cargado de deseo, inspirado por los leves jadeos del peliblanco, ese cuerpo que temblaba ante el toque más delicado y aquella cola que se movía de un lado al otro, ansiosa. Lo rodeó con uno de sus brazos mientras se entretenía en jugar con la lengua rasposa del ahora medio tigre. Lo escuchó gemir cuando sus dedos rozaron aquella extremidad extra de color blanco con rayas negras. Koyo sonrió cuando la agarró con cuidado, deslizando sus dedos a lo largo de esta y Ryohei gimió placenteramente entre sus bocas, ronroneando al final y pegándose más hasta que sus cuerpos empezaron a compartir el calor. El peliverde gruñó bajito al sentir como su erección fue presionada ante el abrazo que le daban, deslizó sus manos por la espalda del peliblanco viéndolo retorcerse, deslizó sus dedos una y otra vez por aquella cola y poco a poco sintió como las caderas de Ryohei se movían solas buscando atención

 

 

-Koyo… me siento raro – susurró y los labios contrarios buscaron los suyos para un consuelo a base de mimos delicados

-tranquilo, seré gentil – susurró mientras lo recostaba, dejando la cola a un lado para que se moviera libre – Ryohei… solo serás mío, me oyes – susurró antes de empezar a quitarle la parte superior de la ropa, deslizando sus dedos por el vientre trabajado a base de entrenamientos, subiendo por el abdomen, deslizando sus dedos por el pecho ajeno que ya sin ropa alguna se veía hermoso

-me haces… cosquillas – susurró soltando un gemidito bajo y avergonzado cuando sus piernas fueron abiertas y el peliverde se acomodó entre ellas

-no son cosquillas simplemente – sonrió con malicia mientras descendía en besos por el pecho ajeno, admirando los pezones que empezaban a endurecerse, lamió uno y sintió enseguida como Ryohei lo apartaba, empujándolo con sus manos

-no… ¿qué haces?

-tranquilo, lo disfrutarás – sonrió y una vez más, usando sus habilidades, creó enredaderas, las mismas que tomaron las muñecas de Ryohei

-espera… no quiero ser atado – se tensó al sentir las amarras en sus muñecas, las mismas que se apretaban y hacían que sus manos quedasen atrapadas encima de su cabeza – Koyo, suelta esto… no me… – pero sus labios fueron callados por los del peliverde, quien empezaba a deslizar sus dedos por las piernas del que estaba debajo

-shhh... tranquilo – susurró sobre los labios de Ryohei – no te haré daño… solo quiero que delires de placer

-que... espera – pero no fue escuchado y casi de inmediato sintió la lengua del más alto deslizarse por su cuello. Soltó un ronroneo cuando aquella humedad descendió más hasta morder su clavícula, instintivamente abrió más sus piernas y se arqueó

-buen chico – sonrió al sentir aquella aceptación, acarició los pezones del peliblanco con suavidad y descendió para lamer uno. Estaba poniéndose duro, era de un color un poco claro, tenerlo entre sus dedos era agradable. Succionó uno de ellos, apretándolo con sus labios y escuchó un gemido audible de Ryohei, repitió aquello, escuchando cada vez suspiros más ahogados, placenteros

-Koyo – gimió el nombre ajeno cuando mordieron su pezón con un poco de fuerza, un escalofrió le recorrió entero – yo… quiero que… me sueltes…  ah… mgh – tiraba de sus muñecas pero las putas plantas no lo dejaban liberarse

-no… aun no – susurró mientras deslizaba su lengua por el abdomen, detallando los caminitos, hasta el ombligo y simulando penetraciones suaves con su lengua. Sus manos viajaron al pantalón, deslizándolo con cuidado, quitando las estorbosas prendas que ocultaba el deseo de aquel peliblanco ingenuo – ¿no quieres verme desnudo? – y la respuesta llegó sola, cuando aquella larga cola empezó a enredarse en su pierna y a meterse entre su ropa

 

 

Koyo se quitó cada prenda, dejando que aquella cola traviesa rozara con su piel. Lo hizo lento y admirando la desesperación de Ryohei por soltarse, mientras abría las piernas y apretaba sus dientes. Al terminar estaban en las mismas condiciones, tal y como fueron traídos al mundo, rodeados por naturaleza y bajo el manto de los astros. Koyo sonrió al ver el falo erguido del peliblanco, pedía atención urgente y se la iba a dar porque sentía esa punzante necesidad de tomarlo por la fuerza.

 

 

-¿has escuchado del sexo oral? – Koyo dijo eso atrayendo la mirada grisácea – ¿lo quieres probar?

-e-espera… qué… planeas – susurró con dificultad mientras se elevaba un poco para verlo

-ya verás – susurró y lamió tres de sus dedos con lentitud, mientras que su mano libre se enredaba en el miembro ajeno, y empezaba a descender con lentitud

-waaa… Koyo… ah… ah… – sentía la placentera sensación de calor en su vientre, apretó sus puños, su espalda se arqueó ligeramente y hasta los dedos de sus pies se contraían por las sensaciones – Koyo… mgh… que

-respira – susurró al sacar los dedos de su boca. Acarició la entrada del peliblanco, la misma que se contraía con su toque – disfrútalo – dijo mientras soplaba en la punta del miembro ajeno, lo escuchó gemir bajito. Se metió el pene de Ryohei a la boca, solo la punta deslizando su lengua en círculos en la punta y escuchando los gemidos más audibles, agudos y fuertes. Al mismo tiempo uno de sus dedos se aventuró en aquella entrada, deslizándolo con cuidado y dándose cuenta que estaba húmedo, su dedo se deslizó con facilidad

-algo… algo va… voy a… correrme – susurró Ryohei entre gemidos placenteros, sintiendo como la lengua contraria se deslizaba por su erección, desde la punta a la base. Cerró los ojos sintiendo dos intrusos en su parte baja, donde jamás nadie había tocado. Se sentía en el cielo, sus lágrimas brotaron por el placer que le proporcionaba la boca de Koyo que lo envolvía por completo en un vaivén lento, muy lento – Koyo – suplicó

-Estas ansioso – sonrió separándose un momento y observando a Ryohei estremecerse cuando metió un dedo más, resbaloso y cálido. Apreció el movimiento de las caderas del peliblanco para que aquellos dedos se hundieran más en él… ¿eso sería efecto de la pócima? El peliblanco estaba húmedo, su entrada dilatada y parecía no dolerle y por el contrario… parecía disfrutarlo de sobremanera

-tu boca… mgh… ah… ah – suplicó ya perdido en el deseo – Koyo… tu… ah – y pronto sintió de nuevo esa calidez, lanzó un sonoro gemido, soltando el nombre del otro con un tono tan dulce que su cola se enredó en el brazo ajeno y un ronroneo se le escapó. No pasó mucho para que dejara salir su esencia, con placer, soltando unas lágrimas, arqueándose y jadeando por la maravillosa sensación del orgasmo

 

 

Koyo saboreó aquello, tragándoselo sin desperdiciar nada en absoluto, admirando como el contrario aun temblaba y tenía espasmos. Hizo que las amarras se fueran, dejando libre a un Ryohei que suspiraba bajito, moviendo su pecho de arriba hacia debajo de forma errónea y desesperada. No dijo nada al verlo, sacando los dedos de ese interior cálido y lamiéndolos con calma. Se acercó al rostro del peliblanco y le dio un beso dulce, uno que fue correspondido con delicadeza, con cariño, con amor y eso solo hizo que la euforia de Koyo creciera. El peliverde deslizo sus manos por aquellas piernas bien tonificadas, acariciándolas con calma, y rudeza a la vez. Acomodándose entre estas, empezó a rozar su erección contra la entrada del peliblanco, estaba ansioso, su erección punzaba y un Ryohei tembloroso se aferraba a su cuello desesperado, pidiendo ser besado una vez más, solo lo ponía más duro

 

 

-Koyo – suspiró temblando al sentir aquello, incrustó sus uñas en la espalda ajena y volvió a gemir suavecito – Koyo… ah… yo

-respira – susurró mientras empezaba a hundirse en aquel interior cálido, las paredes de Ryohei lo apresaron, era húmedo, pero acogedor – Ryohei… eres tan apretado – susurró escuchando los gemiditos adoloridos del peliblanco hasta que logró profundizar por completo, jadeando por la ansiedad

-Koyo… agh… mgh – susurró entre lágrimas, sollozos, sus piernas le temblaban, su cuerpo tenía escalofríos – me duele

-ya pasará – besó las mejillas ajenas, saboreando las saladas lágrimas, lo acarició por todas partes para relajarlo. Tomó esa cola esponjosa entre sus dedos y la acarició con ternura, escuchando el suave ronroneo que su pequeño tigre le daba – tranquilo

 

 

Lo acarició hasta que las caderas de Ryohei se movieron, buscando contacto, buscando más de aquella sensación. Koyo lo embistió con delicadeza en un principio, disfrutando de como aquel interior se adaptaba a su pene, escuchando como el peliblanco gemía y lo veía aferrarse a las sábanas con desesperación. Viéndolo hacer muecas por la sensación rara, besándolo para distraerlo del leve dolor inicial, mordiéndole el labio porque el sabor era único y quería dejar marcas en aquella criatura. Lo embistió con más fuerza cada vez, pues los gemidos que soltaba Ryohei eran bellos, delicados, maliciosos en ocasiones porque adquirían un tono agudo, seguido de ronroneos o jadeos. Las piernas lo rodearon indicándole que podía dejar de ser delicado y pasar a lo que en verdad quería, el salvajismo, arremeter con fuerza. Lo escuchaba gemir de placer y eso solo lo encendía más. Fue brusco, salió de aquel interior, le dio vuelta y levantó aquellas caderas, se hundió de una sola vez escuchando el grito agudo del tigre. Le mordió el cuello levemente, sintiéndolo temblar, le acarició aquella cola que se movía ansiosa y los gemidos empezaron nuevamente

 

 

-te gusta mucho esto, ¿verdad? – jadeó cuando se movía con fuerza escuchando el rechinar de esa cama, el golpeteo que ocasionaba cuando llegaba al fondo y sus testículos chocaban con las nalgas ajenas

-ca… cállate – susurró apenas cortando los gemidos que no paraban de salir de su boca. Se aferraba a las sábanas con fuerza, sus lágrimas brotaban y de sus labios un delgado hilo de saliva se derramaba pues no podía siquiera respirar normalmente

-me sientes tan profundo – susurró en el oído del peliblanco – ¿te gusta que llegue hondo? – habló con malicia, mientras sus dedos se deslizaban por el pecho ajeno buscando esos botones rosas y estrujarlos, para ver arquearse a aquel peliblanco

-aaahh… basta – pidió pero se estremecía ante esas palabras susurradas en su oído, su cuerpo vibraba por el toque ajeno, se sentía en las nubes

-tu cola es sensible – sonrió con malicia antes de jalarla un poquito escuchando el quejido placentero del peliblanco que se estremecía apretando sus paredes – te gusta mucho que la acaricien

-deja… déjala – suplicaba pero era solo por hablar, porque en verdad le gustaba que hiciera eso – Koyo~ - pero el otro parecía disfrutar de torturarlo y las atenciones desaparecían después de solo un momento

-tus orejas – sonrió mientras las tocaba y lo veía retorcerse – quiero verte… Ryohei, quiero ver tu rostro lleno de placer – salió de aquel cálido interior y le dio vuelta. Lo jaló para sentarlo en su regazo y se hundió sin aviso escuchándolo gritar desesperado al momento de llegar tan profundo como para tocar el punto dulce

-dios… Koyo – gimió con fuerza abrazándolo y arañando esa espalda – ya no… no pue…

-aguanta un poco más – susurró mientras lo embestía con fuerza agarrándole las caderas e incrustando sus uñas. Sentía su orgasmo cercano per no quería terminar con aquello. Mucho menos cuando lo tenía tan sumiso, con aquellas zonas sensibles, aquella cola enredándose en una de sus piernas. Lo besó para apreciar aquellos colmillos que sobresalían, era simplemente delicioso. Sentía como las largas uñas rajaban su piel pero no le importaba, es más le agradaba mucho

-ya no… Koyo voy… ah… ah… mgh – suplicaba entre gemidos, aferrándose a los hombros ajenos, cerrando sus ojos. Gimiendo más alto al sentir los dedos de Koyo sobre su erección masturbándolo, y las mordidas en su cuello que le daban escalofríos – ¡Koyo! – gritó al momento de correrse

-joder – susurró – Ryohei… - gruñó al momento en que se derramó también, jadeando satisfecho, observando como las lágrimas se desbordaban de esos ojos platinados. Lo trató con cuidado después de calmarse un poco, reposándolo en la cama, sin salir de su interior. Se recostó con Ryohei encima, besándolo y admirando como la inconsciencia ganaba en su ahora amante

 

 

En la mañana fue divertido. Pues quien se despertó primero fue Ryohei, que al analizar todo con cuidado se sonrojó como un tomate maduro. Quiso separarse de Koyo pero se dio cuenta de que… estaban más unidos de lo que parecía, se avergonzó todavía más y en pánico quiso solo hacerse chiquito y escapar. Pero se sorprendió cuando el peliverde lo jaló hasta recostarlo de nuevo y se quedó callado sintiendo las caricias en su cabello. No dijeron nada durante un rato, solo… disfrutando del momento íntimo

 

 

-serás mi novio y no acepto un no por respuesta – habló Koyo con seriedad

-pudiste haber sido más gentil al pedirlo – se quejó Ryohei levantándose – ahora… ¿saldrías de mi interior?

-no

-¡idiota!

-me gusta estar dentro… es acogedor – se reía al ver el sonrojo del menor – te ves  muy lindo así

-te voy a morder y… – pero cuando quiso señalar sus colmillos se dio cuenta de algo – no están – se tocó el cuerpo entero y no había evidencia de su transformación animal de la noche anterior, ¿estaba soñando?

-no estás loco… fue una pócima – dijo dejando a Ryohei debajo de él y besándolo – digamos que fue un regalo

-oye… espera, ¿qué haces? – se quejó al sentir como unos dedos acariciaban sus piernas y la lengua de Koyo se deslizaba por su cuello – espe… ah

-lindo gemido, tu cuerpo si es honesto – sonreía divertido – aprovechemos a mañana

-¿qué? No… espera, no quiero hacerlo, ¡al extremo! – trató de quitárselo de encima pero después de unos besos y caricias… cedió

 

 

No hace falta decir que ambos faltaron ese día, más bien no lograron llegar por nada del mundo a sus clases. Koyo se resignó a no entregar su reporte en literatura, pero tenía una sonrisa de oreja a oreja pues ahora tenía como novio a un peliblanco que usando sus habilidades medicas se curó solito y… tal vez lo visitaría en la noche, quien sabe. Ryohei por su parte, aun no se quitaba la vergüenza y trataba de alejarse lo suficiente de Koyo, después de lo de la mañana y empezar con su limpieza personal, su sonrojo se hizo más notorio, las evidencias lo perturbaban bastante

 

 

-¡¡¡senpai!!! ¿Cómo le fue?

-Kiki – Koyo vio a la pelirroja y frunció su ceño – la próxima vez que me des de esas cosas voy a…

-pero funcionó, ¿verdad? – sonreía la mencionada viendo al peliblanco que venía junto a su senpai – hola, un gusto conocer al novio de senpai. Espero que ahora ya no sea tan gruñón

-un placer, ¡al extremo! – sonrió al ver a la chica, la reconocía – veo que eras kohai de Koyo, se me hacía raro que a veces pasaras por mi facultad

-soy Kiki – sonreía la pelirroja – y paso por allí porque ayudo a un profesor

 

 

Presentaciones que no venían al caso, después de todo… Kiki era simplemente quien realizaba todos los experimentos de su sensei, Verde. El mismo que estaba casi saltando de la felicidad, con los resultados entregados, la pócima no solo funcionaba, sino que… los efectos secundarios eran simplemente fascinantes y aplicándolos con la combinación de otros componentes funcionaban de maravilla. Después de todo el líder de Vongola y el de Shimon, sus otros conejillos, también habían aprobado la calidad del producto y sus parejas actuales le debían un enorme pago por ello. Pero lo más importante de todo era…

 

 

-¿vienes hoy?

-no entiendo qué quieres probar, Verde

-nada raro... solo una sustancia, no te dejará efectos secundarios

-bien, solo por esta vez –Verde tenía su propio experimento que realizar

 

 

Nada podía ser normal con esta singular pareja, ¿verdad? Kiki lo supo poco después porque su senpai la obligó a escribir el reporte en su nombre. La pelirroja hacía la tarea ajena mientras que ese par mantenía una seria competencia de quien soporta más estando parado de manos mientras sostenían una cucharita con un huevo encima, siendo el perdedor quien dejara caer el huevo o cayera al suelo. La pelirroja no pudo disfrutar de su investigación, la misma que tenía demasiadas evidencias fotográficas incluyendo un pequeño video de la pareja en aquella noche de luna llena, porque se vio amenazada con hacerla beber esa pócima barata que Koyo terminó descubriendo que era regalo de Verde. ¿Cómo? Porque la etiqueta en la base de la botella decía “el mejor de los arcobalenos liberados, Verde”. Fácil de localizar.

Y al final del día cuando el reporte estuvo listo, cuando las cosas estaban mejor y cuando Koyo besó a Ryohei enfrente de la respectiva facultad, recibiendo un “¡no hagas eso, al extremo!” y un zape, estaban preparados para la misión respectiva y con ello la despedida pues debían reportarse a su respectivo jefe. Eran pareja reciente, pero ambos sabían que el romanticismo o cosas por el estilo, no era lo suyo, así que un simple “nos veremos después” fue todo. Koyo en la tarde estaba frente a Enma que se veía más sonriente de lo normal, pero le alegraba que se viera así de feliz

 

 

-es tu misión Koyo – sonrió el pelirrojo cediéndole la carpeta con la información

-lo haré solo, no necesito un compañero – dijo mientras daba una ojeada a la misión, la misma que le ocuparía dos días , gracias al cielo que era fin de semana y no perdía clases

-en realidad tendrás dos – sonrió sutilmente mientras le decía a Kaoru que llamara a los respectivos compañeros

-¿cómo que dos? No me digas que Kaoru o Adelheid vendrá – se quejó, pues no quería estresarse. Podría ser su familia, la amaba, pero de verdad quería evitar enfadarse o destruir alguna cosa en la misión

-¡¡¡senpai!!!

-claro que no – se reía Enma bajito al ver a una pelirroja correr a abrazar al peliverde y luego hacerlo con él también

-llegaste a tiempo Kiki 

-a sus órdenes, Enma-sama – aquella pelirroja hacía una pose militar y a paso firme se colocaba a lado de Koyo

-estas de broma – se quejó Koyo – ¿desde cuándo tú eres parte de la mafia? – decía mirando a una divertid Kiki que se pintaba dos rayitas negras en las mejillas, como para ir a una misión militar selvática

-es porque nunca me escucha senpai – Kiki hizo un puchero indignado y le apretó una mejilla – soy estudiante de Verde-sama y me ha mandado a esta investigación para ayudar

-¿de Verde?... es decir que tu planeaste todo esto – se quejó al recordar lo de la pócima y ver la risita divertida de la pelirroja

-¡¡¡LLEGUÉ A TIEMPO, AL EXTREMO!!! – alguien ingresaba con apuro, casi pateando las puertas y jadeando por la carrera que realizó – tengo la orden de Sawada para… ¿Koyo? ¿Kiki? ¡¿Qué hacen aquí, al extremo?!

-ellos serán tus compañeros – Enma los miró un momento pues al menos parecían conocerse entre todos – espero que todo salga bien

 

 

Si esos tres se juntaban y a eso se sumaba el nuevo experimento que Verde quería probar, la misión sería divertida, mucho más si tenían dos noches que disfrutar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿cómo estuvo?

Traté de hacer un poco de humor, que haya salido bien es otro asunto XD

Espero que lo hayan disfrutado

Nos veremos en otra ocasión ^^

Besos~

¿review?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).