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Cuestión de pertenencia por kylie

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Notas del fanfic:

Éste es un fanfic que escribí tras perder mi inspiración en el rol, así que opté por tomar esta idea. Siempre quise escribir un ZaDr con algo de ZaKr. Más adelante, quizás escriba un fanfic C137cest si termino de aclarar las ideas que tengo para una historia de ellos -todo el mundo le lanza piedras por degenerada- 

Espero le den una oportunidad a pesar del horrible resumen, tendrá mucho salseo 9v9

Lamentablemente no pienso incluir lemon, no es algo que me interese mucho en una historia, así como no lo considero una "prioridad"


Notas del capitulo:

Sin más, disfruten esta basura.

Cuestión de pertenencia.


Lunes por la mañana.

Dib cerró la libreta en la cual estuvo haciendo garabatos durante toda la clase de matemáticas, tenía una mueca de frustración en su rostro, apoyando su mejilla en su mano izquierda, miraba de reojo al invasor sentado en su pupitre.

Las cosas cambiaron mucho.

No supo cuándo es que de los estudios de nivel básico en la eskuela, ya estaba a prácticamente nada de terminar la *preparatorya. Los alumnos de la señorita Bitters fueron madurando física y psicológicamente, muchos se fueron y otros se integraron, pero ese exótico chico de piel verde seguía ahí.

Quizás la evidencia de que Zim no había cambiado ni en lo más mínimo podría ser suficiente para demostrar que era un extraterrestre, pero las humillaciones que pasó durante toda su infancia, le advertían que volver a arriesgarse a experimentar ese tipo de burlas por querer exponerlo no valdrían la pena, menos cuando se suponía que ahora era el “adulto responsable y maduro” del cual su padre estaba tan orgulloso.

Aunque para ser sincero, ya tampoco se encontraba muy interesado en mantener ese estatus de persona normal.

El timbre del instituto sonó indicando así la media hora de almuerzo que les daban. Zim se bajó de su asiento que para ser sincero, le quedaba un poco grande. Seguía conservando su pequeña estatura de infante, la misma fea peluca cubriendo sus antenas y esos pupilentes de color púrpura intenso, inclusive mantenía las mismas expresiones que hace seis años, cuando puso su primer pie en ese planeta. Dib se levantó de su silla y caminó hasta la salida, levantando su mano derecha en dirección hasta al invasor con las intenciones de moverle la peluca y así conseguir molestarlo un poco, porque claro, era su típica relación con Zim ¿qué sería de él si no lograba fastidiarle siempre? Casi se formaba una sonrisa maliciosa en su rostro cuando un chico un poco más bajo que él se interpuso en su camino.

Tenía cabello pelirrojo y rizado rapado de medio lado, con una piel rosácea y ropa de colores bastante fosforescentes para su gusto. Este chico sujetó al alienígena del hombro para atraerlo de forma más amistosa, a lo cual el invasor sólo reaccionó con un gruñido, continuando su camino hacia la cafetería.

El joven Membrana abrió sus ojos de la impresión, era la primera vez que veía que alguien se acercara de una manera tan familiar al extraterrestre, claro, no tratándose de Gir o Minimoose, peor fue la impresión cuando de antemano conocía a esa persona.

¿Desde cuándo Keef se volvió tan cercano a Zim?

-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o

Gaz de cuarto semestre de preparatorya sentó su trasero en la misma mesa donde su hermano se encontraba “comiendo” su almuerzo, o más bien, fingiendo que comía su almuerzo. Lo único que había hecho durante diez minutos fue picar su ahora frío puré de patatas con el tenedor, su vista sin despegarse un instante de la pareja de conocidos sentados a unos quince metros de él, ni siquiera pareció prestar atención cuando la joven de cabello lila se sentó, lo cual a pesar de estar atenta con la lectura en su libro, ella notó.

- ¿Ahora qué sucede contigo, Dib?

Preguntó ella sin apartar la mirada de su lectura, fue entonces cuando su hermano pareció percatarse de que ella estaba ahí.

-Gaz ¿ya notaste que Zim y Keef están juntos ahora, verdad?

No podía evitar seguir siendo un poco paranoico cuando su hermana se encontraba cerca, y finalmente en todo el día, pudo expresar su preocupación acerca de ese suceso extraño que presenció hace unos pocos minutos. Miró a su hermana menor quien dejaba el libro sobre la mesa, pero que en ningún momento le volteó a ver.

- ¿Y eso qué tiene de raro? ¿Te sientes mal porque el alíen tiene más amigos que tú?- Levantó su ceja de forma desinteresada. El mayor de los Membrana simplemente frunció el ceño ante aquella respuesta.

-¿No recuerdas que hace mucho tiempo Zim me pidió ayuda para deshacerse de Keef? ¡Si lo está buscando ahora, obviamente significa que está planeando hacer algo con él!- Contestó con un tono de voz bastante frustrado, ése era su intento patético intentando demostrar que sus preocupaciones no eran por una razón tan enfermiza. Llevó sus manos a su rostro volviendo a dirigir su atención al Irken, algo llamó su atención; El chico pelirrojo intentaba alimentar al extraterrestre. Golpeaba una cuchara con un poco de guisantes contra su mejilla, obviamente el Irken la rechazaba con un gesto no muy amigable, pero ¿por qué no lo había golpeado o al menos quitado la cuchara?

¿Eso acaso era normal?

Dib se levantó de su asiento y por su mente se cruzaron dos ideas; ir con ese par en ese mismo instante y crear un alboroto del que después se arrepentiría o irse a otro lugar para evitarse ver a esos dos cuyos actos eran dignos de una pareja.

Una pareja.

No fue cuestión de mucho para que Dib se encontrara en el pasillo que llevaba a su próxima clase. No supo por qué el hecho de cuestionarse si Zim y Keef eran una pareja le sentó como un fuerte dolor de estómago.

Zim no podía ser pareja de Keef, era un imbécil ingenuo, sin contar de las veces que el invasor intentó deshacerse de él, era empalagoso y molesto. Pero la mayor razón por la que Dib se convencía a sí mismo de que ellos no podrían estar juntos, era por cuestión de pertenencia.

Dib conoció a Zim hace seis años, y fue prácticamente desde ese momento que decidió dedicar su vida a obsesionarse con ese estúpido alíen. Quién sabía cuántas noches pasó en vela monitoreando todos sus movimientos, espiando todos sus planes, arruinando todos sus intentos para dominar a la tierra. Nadie en el mundo conocía mejor a Zim que él, las tantas cosas le desagradaban y qué otras pocas le gustaban, sobre su pequeño gusto hacia los waffles, su debilidad por el agua, su exilio del imperio Irken.

Zim prácticamente le pertenecía en muchos sentidos, y no podía permitir que alguien simplemente llegara como si nada y quisiera reclamar algo que era suyo. Si Zim fuera a ser pareja de alguien, ¡era su derecho ser ese alguien!

¿Suyo? ¿Realmente tuvo ese pensamiento? Quiso abofetearse a sí mismo por tan horrible pensamiento. No podía ver a su enemigo como su pertenencia, menos como su pareja, eso iba en contra de cualquier ley de los némesis o algo así, supuso. Pero imaginar que el invasor se encontraba saliendo con uno de los humanos que tanto criticaba y aborrecía, no terminaba de agradarle mucho.

La siguiente clase que tuvieron fue la de biología, la cual tenía que ser tomada dentro de un laboratorio. Las mesas especiales de aproximadamente un metro estaba distribuidas de manera en que los alumnos tuvieran que trabajar en parejas. El joven Membrana tenía por compañero al invasor, quien actualmente se entretenía manteniendo el equilibrio con su pluma sobre sus labios en forma de pato. Aún recordaba el escándalo que hizo Zim para tener su mesa de laboratorio sólo para él, pero por más caprichos que hizo, debido a la escases de bancas y materiales tuvo que quedarse con un compañero, compañero que no casualmente, era Dib.

A pesar de que el alienígena se hubiese molestado, aprendió a al menos trabajar de manera pacífica con el azabache. Debían admitir que su relación si bien no era la más saludable, mejoró bastante en los últimos años, cuando Dib comenzó a desistir un poco de querer exponerlo ante el mundo y Zim entró en una depresión al enterarse del destierro de sus altísimos.

-Zim.-Le llamó por su nombre el chico más alto, con una voz un poco… Severa. El alíen volteó a verlo alzando una ceja.

-¿Qué quieres, mono Dib?- La pluma cayó de sus labios cuando habló, y no se molestó en recogerla por el momento. El chico de ojos color miel tragó saliva sin estar muy seguro de cómo preguntar eso sin que pareciera que le importaba mucho.

-¿Desde cuándo Keef y tú volvieron a ser amigos?

-¿Eso importa?- Pareció un poco molesto al responder, eso Dib no lo dejó pasar por alto.

-Sabes que si estás tramando algo voy a descubrirlo.- Amenazó sin dudarlo un poco, entrecerrando los ojos como si quisiera desafiarlo.

-Haz lo que quieras, zángano Dib.- Le respondió sin muchos ánimos, pero aún con esa voz que mostraba desprecio hacia el humano. Dib sólo pudo suspirar pasándose la mano por su enorme mechón de cabello azabache que tenía como peinado, era inútil discutir con Zim, pero incluso si no se lo decía, más temprano que tarde lo averiguaría.

-Tsk…

No quiso prestar más atención al resto de la clase, todo lo que actualmente enseñaban ya lo sabía de hace muchos años atrás, cuando su padre lo obligaba a involucrarse en la “ciencia real” y le hacía pasar horas enteras ya fuera en el laboratorio o repasando algunos libros de ciencia, física, química o biología.

Pasaron un par de horas más hasta que las clases finalmente concluyeran, estaban en la clase de historia, la más aburrida y tediosa de todas. Varios alumnos despegaban sus rostros de los pupitres despertando de sus incómodas siestas para recoger sus cosas y finalmente irse a casa, el chico de ojos ámbar no fue una excepción y tomó su mochila en su hombro, notando con recelo como la escena de la mañana se volvía a repetir frente a sus ojos.

Keef mantenía una sonrisa carismática y una expresión alegre cuando recargaba las palmas de sus manos sobre la mesa de Zim y redactaba de manera insoportablemente rápida lo que estuvo haciendo en su fin de semana. No entendía cómo es que el invasor, quien tenía menos paciencia que él, podía soportar todo eso, cuando él ya le hubiera sujetado a Keef de la playera ordenándole que le dejara en paz desde hace un par de horas atrás.

Por el bien de su salud mental decidió ignorarlo, saliendo del salón de clases como todos los demás estudiantes quienes platicaban y bromeaban entre ellos. Mientras caminaba por los pasillos en camino a su casillero, notó como un par de chicas colocaban en las paredes un anuncio de color magenta, mismo anuncio que estaba  distribuido por todos los pasillos del instituto. Con un poco de intriga el azabache se acercó a leer, notando inmediatamente una imagen impresa de un chico junto con una chica bailando en un escenario iluminado al mayor estilo de una discoteca de los años 70.

El cartel anunciaba el baile que hacía la escuela durante el verano, justo después de la graduación de los alumnos de último grado, graduación que se realizaría dentro de tres semanas. Entre lo más destacado, se mencionaba invitar casi obligatoriamente a una pareja para el baile, así como la coronación del rey y la reina del baile.

Dib acomodó sus lentes sin mucho interés y retomó su camino. Ir a un baile actualmente era lo menos relevante para él, sólo podía imaginarse que estaría solo en alguna mesa sentado, bebiendo de licor barato mezclado en su bebida mientras veía como todos aquellos que se burlaron de él en su infancia bailarían junto con una hermosa chica, mientras él estaba ahí sin hacer nada. Una visualización que desde un inicio ya le provocaba malestar.

Caminó hasta salir del instituto encontrándose a unos pocos metros con su aterradora hermana menor, aún enganchada con el libro que leía desde el almuerzo, ella le dirigió una mirada fugaz y después no le tomó más importancia cuando su hermano decidió acercarse. Sin decirse nada, ambos comenzaron a caminar en dirección a casa. Para muchos el silencio podría parecer incómodo, especialmente cuando te encuentras con alguien tan aterrador como Gaz, pero para ambos hermanos, era casi un hecho de que mantener la boca cerrada era la mejor manera de no iniciar posteriores discusiones, que en mayor parte afectarían a Dib.

Antes de girar por una esquina, quizás como un mal capricho de su mente, Dib tuvo la decisión de voltearse a ver por última vez el instituto, buscando con la mirada a alguien en particular, sin tardarse mucho en encontrarlo, notó como el alíen de piel verde bajaba las escaleras acompañado del pelirrojo más alto, quien por el movimiento de sus labios parecía que no se había callado aún. Sin pensarlo detuvo su caminata, su hermana Gaz instintivamente también lo hizo, por primera vez apartando su vista de su libro para verlo directamente.

-¿No vas a seguir?

-No.- Respondió sin pensar en la respuesta un segundo.

-Entonces dejaré de perder mi tiempo.- concluyó ella mientras seguía su camino.- Y no vayas a llegar tarde a casa, porque papá va a joderme preguntándome dónde estás.

Dib no tomó muy enserio la amenaza de su hermana, contrariamente ya se estaba alejando aún si ella no había terminado de hablar, iba precisamente a seguir a ese par, debía saber qué es lo que se traían ambos.

Pero… ¿Por qué algo muy dentro le decía que en verdad no quería saber eso?

Se aseguró de que la distancia que mantenía fuera lo suficiente como para no ser notado por ellos, pero tampoco para perderlos de vista, aunque incluso si los perdía, por la dirección a la que se dirigían podía estar casi seguro de que iban a la casa de Zim, y ya se sabía el camino hasta allá de memoria. No podía escuchar la conversación de ambos, pero veía como de vez en cuando el chico de ojos color esmeralda acariciaba la peluca azabache del más bajo, causándole notoriamente estremecerse de manera no muy discreta, a lo cual Keef reaccionaba riéndose.

Dentro de sí, estaba hecho una furia, resignándose a ver cómo ese pelirrojo le ponía manos encima al invasor sin que él pudiera hacer nada, bueno, no sin parecer un stalker acosador celoso psicópata.

Después de estar caminando unas cinco cuadras más teniendo que soportar los mimos de los chicos delante de él, finalmente llegaron a la casa de Zim, tan horrenda y sin sentido como siempre, sólo que se veía algo sucia, con la pintura desgastada y el jardín con más adornos de lo usual, eso debió ser obra de Gir, supuso.

Mientras que Dib mantenía su distancia, veía como Keef y Zim conversaban, y cómo el invasor al intentar entrar a su casa el joven pelirrojo parecía querer evitarlo, después de unos veinte segundos aproximadamente, el más alto pareció rendirse, y tomando desprevenido al Irken, lo sujetó de la nuca y le plantó un rápido beso en los labios.

Aparentemente, eso tomó jodidamente desprevenidos a ambos, tanto al alíen como al amante de lo paranormal, quien en ese momento, tenía sus manos hechas puño apretadas con tal fuerza que incluso enterraba sus uñas sobre su piel, causándole pequeñas heridas.

No supo por qué.

Pero estaba furioso. Ése es el tipo de cosas que alguien se tomaría personal, lo supo inmediatamente.

Y Keef se lo pagaría.

Era cuestión de pertenencia.

Y Zim le pertenecía. Eso no estaba en duda.

 

Notas finales:

En lo personal, siento que quedó algo corto, intentaré hacer los siguientes capítulos más largos.

Sería muy grato para mi recibir sus comentarios, críticas buenas, críticas constructivas, críticas destructivas, desean mi muerte. Todo se acepta.

Y me disculpo si me faltaron acentos o la gramática por ahí está petando en el borde de lo absurdo.

Espero actualizar una vez cada una o dos semanas.

Eso es todo, gracias por leer, si es que alguien lo lee c":


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