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Una princesa por Daymin VIP

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Notas del fanfic:

Vaya ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que escribí para esta serie? Mucho ¿Cierto? 

Notas del capitulo:

Esta es la la penúltima parte de la serie C:

 El reino de Seúl

"Una princesa" 

 

Cuando Ji Yong despertaba cada mañana era capaz de ver dos cosas, a veces el oscuro techo de su habitación y en algunas otras ocasiones podía ver el bello rostro de su rey, justo cómo esa mañana.

Rápidamente alejó la mirada, el rey podía lucir demasiado tranquilo mientras dormía, sin embargo no dejaba de ser un lobo feroz. Al ver por la ventana todo seguía oscuro, por lo que era el momento indicado para Ji Yong.

Se puso de pie y a tientas buscó su túnica, hasta logra deslizarla por su cuerpo. Sin embargo cuando estuvo listo ni siquiera quiso reaccionar y marcharse. La sensación de ese momento íntimo era demasiado acogedor cómo para decirle adiós.

—Ji Yong…—Éste sonrió entre las penumbras de la habitación, la voz del rey se volvía demasiado grave y oscura por la mañanas. —No te vayas.

—Es hora de marcharme, mi rey. Young Bae podría sospechar algo y no quiero…—La pequeña risa que provenía del aristócrata le desconcertó.

Entonces Seung Hyun se deslizó entre las suaves sabanas de ceda, hasta quedar sentado frente a Ji Yong, quién aún permanecía de pie con las emociones alborotadas. Aún si la habitación era oscura podía ver el contorno desnudo del cuerpo del rey. Aquella suave y especial piel que había tocado un sinfín de veces, casi podía sentirla sobre sus dedos con tan sólo verle.

—Ji Yong. —Estiró su mano hasta sujetar la de Ji Yong, para entonces dar un fuerte tirón y envolver sus fuertes brazos alrededor de la pequeña cintura del rubio.

Podía escuchar el corazón acelerado del menor golpear sobre su oreja, mientras restregaba su rostro sobre el estómago de éste. Ji Yong sólo enterró su nariz en el sedoso cabello del rey, aspirando el dulce olor.

—Realmente debo irme. —Sus labios se cerraron en un pequeño beso sobre la cabeza del mayor.

—Entiendes que todo el palacio sabe que estás aquí ¿cierto?

Ji Yong mordió su labio inferior con nerviosismo. Si bien el rumor de que era amante del rey se había esparcido entre todos los empleados, no dejaba de ser sólo un chisme. Nada que pudieran confirmar.

—Es por eso que me tratan como a una princesa, ya ni siquiera quieren que le traiga el desayuno a usted ¿Puede creerlo? —Seung Hyun comenzó a reír, mandando pequeñas vibraciones a través del cuerpo de Ji Yong.

El rubio era demasiado necio cómo para aceptar esos tratos especiales, a él le gustaba trabajar, sentirse útil.

—Es porque eres mi princesa. —Los dientes de Ji Yong se cerraron con más fuerza sobre su labio, mientras sentía las manos del rey deslizarse sobre su trasero aún sobre la tela de su ropa, moldeando suavemente.

Su mirada se perdió sobre aquellos retratos que el rey había pintado de él durante todo ese tiempo, sabía que era él, sin embargo era retratado cómo una mujer. Cómo una princesa.

—D-Debo irme, mi rey…—Sus palabras temblaron ante el fuerte apretón que dio el mayor, secundado de un fuerte suspiro.

—Está bien, ve con Young Bae e intenta explicar esas marcas en tu cuello. —Su sonrisa era perversa.

Ji Yong se llevó las manos al cuello rápidamente, se suponía que no deberían verse o se metería en problemas.

—Usted…—Quiso fulminarle.

—Ya, ya, es una broma. —Un tirón más y le obligó a sentarse sobre su piernas. —Quiero mi beso de buenos días. —Ji comenzó a temblar al sentir el miembro el rey debajo de su trasero.

Debía darse prisa o no habría tiempo para alistarse. Pegó sus labios a los del rey, olvidando todo el asunto del tiempo, y es que besarle era cómo viajar a través del tiempo, todo se detenía alrededor. El rey siempre parecía ansioso, deslizando su lengua a través de la de Ji Yong, dejando su sabor impregnado por el mayor tiempo posible, llevándose cada suspiro y atisbo de aire, tan sólo para sentir los dedos de Ji Yong aferrarse a él, cómo si su vida dependiera de ello.

Al separarse lo único que podían ver era el brillo de la mirada ajena.

—Descanse un poco más, iré a preparar su desayuno. —Nuevamente dio un pequeño beso, y se escabullo lejos del rey, saliendo rápidamente, antes de ser alcanzado de nuevo.

A esa hora los pasillos estaban vacíos, todos descansaban sabiendo que siempre había cosas que hacer durante el día. Así Ji Yong paseaba por el pasillo lentamente, observando cada detalle del decorado, intentando imaginar porque a Seung Hyun le gustaban esos cuadros, pensando en que sentía cuando los veía.

Él no sabía sobre arte, había visto muchas pinturas y esculturas únicas y exclusivas en el palacio, sin embargo no lograba comprender porque la euforia por ellos. No entienda cómo el rey podía observarles todo el día.

Ji Yong sólo podía reconocer una sólo obra de arte, y esa era el mismísimo rey. No había otro ser tan hermoso y especial cómo Seung Hyun, estaba seguro de que podía observarle todo el día y sin embargo no sería suficiente. Le provocaba todos los sentimientos que conlleva el arte.

Pronto entró a los dormitorios de manera sigilosa, sin pretender despertar a nadie y se dejó caer sobre su cama. Sabía que aún había tiempo para dormir, sin embargo se sentía lleno de energía y listo para comenzar el día, sin embargo si se metía a la ducha a esas horas sólo conseguiría molestar el sueño de los demás, por lo que se obligó a cerrar los ojos un poco más.

Pensaría un poco más en su rey.

—Buenos días, Ji Yong. —Saludó Young Bae al entrar al dormitorio y ver al rubio terminar de alistarse.

—Buenos días, Bae. —Le sonrió.

Ji Yong se aseguró de ajustar adecuadamente sus zapatos, con sumo cuidado, mientras Young Bae le miraba perdidamente.

— ¿Ocurre algo? —Kwon elevó la mirada, intentando leer la expresión de su compañero y al ver lo alterado que estaba éste le miró con suspicacia.

—No realmente. —El titubeo en su voz sólo hizo a Ji Yong enfrentarle con más fuerza. —Es sólo que…hay algo.

—Bae, eres mi amigo y sabes que puedes decirme lo que sea. —Aseguró el rubio, estando finalmente listo para comenzar el día.

No podía evitar sentirse emocionado ante las palabras de Young Bae, se sentía como si fuese a hablarle sobre el príncipe Seung Hyun.

—Bueno, si es así, entonces quiero saberlo. —Tomó el aire y las agallas necesarias para decirlo. — ¿Qué hay entre tú y el rey?

Ji Yong sintió cómo si le golpearan en el estómago, quedándose sin aire repentinamente y sintiendo el calor emerger de su cuerpo. Cómo pudo agrietó una sonrisa.

— ¿De…De que hablas? —Intentó reír, sin embargo sólo fueron pequeños jadeos.

—Vamos, no soy tonto. —Hizo una mueca incrédula. —Todos en el palacio rumorean al respecto.

— ¿Y te crees lo que dicen los demás? Young Bae… ¡Tú eres mi amigo! —Exasperado intento negarlo.

Iba a ser un problema si no conseguía mentir.

—Exacto, soy tu amigo, Ji Yong, y cómo amigo quiero que seas sincero conmigo. —Ji Yong bajó la mirada, sin saber qué hacer. —Ji no necesitas ocultarme las cosas, yo…buscaré la manera de entender ¿sí?

Ji Yong quiso hablar, decir la verdad de toda aquella aventura que le quemaba por dentro, sin embargo mordió su lengua con fuerza. No podía traicionar al rey.

—Bae…no diga tonterías. —Comenzó a reír de manera fluida, llegando a ser hilarante. —Sólo piensa en lo que dices, ¿El rey y yo? Es una estupidez, él…El rey Seung Hyun es mucho, Young Bae. —No mentía, cada palabra que salía de su boca eran las verdades que le atormentaban por las noches cuando veía al rey dormir a su lado. —No soy nada a su lado.

— ¡Basta! Deja de hablar así, el rey estaría molesto de escucharte.

— ¡Él no está aquí! El rey no encaja aquí, él debe estar en su lujosa habitación, rodeado de esas mantas finas y de los placeres que desee. —Un nudo se formó en su garganta, mientras sus piernas perdían fuerza y le obligaban a sentarse. —Yo no valgo nada y sin embargo él…él…

Cegado por la cruda verdad comenzó a llorar. Siempre evitaba pensar en aquellas cosas, sólo intentando disfrutar cada instante al lado de su rey, tomarlo como si fuera la última vez, cómo era probablemente que ocurrirá.

—Ji Yong, amigo. —El moreno tomó asiento al lado de Kwon, pasando sus brazos por sus hombros. —Todo está bien ¿sí? Yo sé todo lo que el rey significa para ti, desde el momento en que lo viste…yo lo supe, había algo. —Ji Yong sólo lloró con más fuerza. —Sé cuándo le amas, y que esto no debe seguir. r13;El agitado Ji Yong paró en seco, intentando concentrarse en las palabras de su amigo. —Él es el rey…y nosotros siempre seremos los sirvientes, es algo que nunca cambiará.

—Lo sé, sé perfectamente de lo que hablas. —Pasó el dorso de su mano limpiando las lágrimas que mojaban sus mejillas. —Yo no espero mucho, no es como si quisiera casarme con él. —Rio débilmente.

—Es un alivio saber que eres consciente, Ji. —Bae sonrió dulcemente. —Ahora sólo debes terminar con esto. —Se puso de pie dispuesto a salir y comenzar el trabajo del día, se sentía mucho más tranquilo.

— ¿Qué? —No pudo evitar sentirse incrédulo. Young Bae regresó la mirada.

—Vamos, no puedes seguir con esto, Ji. Está mal.

—Young Bae, entiendo que te preocupes por mí, te lo agradezco pero yo…no puedo.

—Oh, Ji. No te preocupes, yo le diré, él nunca volverá a molestarte, él entenderá, así que…

— ¡No, basta! —Ji Yong explotó poniéndose de pie. —Yo no quiero que termine, no aún…no me interesa saber que terminará, sólo quiero que dure, lo más que se pueda.

—Estás siendo demasiado infantil, Ji Yong. ¡Es el rey!

La mandíbula de Ji Yong apretó con fuerza y su menté se nubló de malos pensamientos. Nadie tenía derecho a decidir quién le rompería el corazón.

— ¿Infantil? ¡No seas hipócrita, Young Bae! Ambos sabemos que no soy el único que se aferra a imposibles.

— ¿De qué hablas? —En sus labios se quebró una mueca.

—Tú y el príncipe de Gwangju. —Bae retrocedió unos pasos sorprendido. —Los vi besarse y entrar al dormitorio. ¿Eso qué era, ah?

—Ji eso no…no es lo que piensas…es diferente.

— ¿Diferente? ¿Eso es diferente? Él siempre será de la realeza, sin embargo aquí estás, esperando su regreso. —Los labios de Young Bae temblaban, sin poder decir nada. —Estamos igual de jodidos, amigo. —Finalmente Ji Yong se marchó, directo a la cocina por el desayuno del rey.

Dejando atrás a un confundido Young Bae.

Ji Yong dio dos pequeños golpes a la puerta real, pasando después llevando la bandeja de comida. La habitación aún permanecía en penumbras debido a la hora, así que colocó la comida sobre la mesilla y se dirigió a recorrer las cortinas, dejando que la luz matinal se filtrara e iluminara los cuadros de las paredes de la habitación, dejando a la vista su imagen en todas ellas. Sonrió sintiéndose apenado, siguiendo con su trabajo.

Se acercó a la cama, manteniendo la sonrisa cómplice en sus labios al ver al rey mirarle en silencio.

—Buenos días, mi rey. —Se inclinó respetuosamente.

—Buenos días, princesa. —El monarca tomó su mano y la besó, haciendo temblar al otro.

Ji Yong no conseguía sentirse a gusto siendo llamado de esa manera, sin embargo le gustaba ser considerado algo más que un simple sirviente para su rey.

Seung Hyun aprovechó para sujetar con fuerza el delgado brazo y atraerlo hacía él, terminando con Ji Yong debajo de él sobre la cama.

— ¿Por qué siempre es tan travieso, rey? —El soberano olfateó el dulce olor del blanco cuello, dando pequeños besos después.

—Eso es porque eres siempre tan lindo. —Ji Yong rio.

—Deténgase, por favor, ambos tenemos trabajo que hacer.

—No quiero. —Presionó con más fuerza.

—Vamos, tengo una carta para usted.

Finalmente el rey cedió, las cartas siempre solían ser asuntos importantes de un reino a otro.

Kwon sonrió victorioso mientras se ponía de pie e iba por el sobre blanco, que esa mañana le habían entregado para el rey.

—Aquí tiene.

— ¿Gwangju? —Se preguntó el rey, al ver el sello real de aquel reino. —SeungRi es un tonto a veces, probablemente olvidó decirme algo.

Ji Yong sólo siguió preparando los alimentos y la habitación, dejando al rey tranquilo.

—El desayuno está listo. —Anunció, sin embargo sólo miró al rey apretar con fuerza aquel papel, tensando todo su cuerpo. —Rey… ¿Ocurre algo?

—Yo…no, nada…No tengo hambre. —Rápidamente se colocó su bata y salió de la habitación dejando a un confundido Ji Yong.

Sabía que debía salir de ahí y no preocuparse, después de todo Seung era el rey con un montón de cosas que hacer, sin embargo la curiosidad le ganó y tomó el sobre de la carta.

En efecto el sello era del reino vecino.

— ¿Lee Hanna? —Era el remitente.

Era cerca de medio día, el sol permanecían en lo alto provocando un ligero ardor en los brazos de Ji Yong, haciendo enrojecer sus mejillas y provocando que sus dorados mechones se pegaran a su frente.

—Deberíamos tomar un descanso. —Murmuró Young Bae, al ver a su amigo sudar. Ji Yong no dijo nada, seguía molesto por el incidente de la mañana. —Tu padre no se enfadará, hemos arreglado la mayoría de las flores. Sólo un poco. —El rubio finalmente le miró y asintió ligeramente.

Ambos estiraron sus cuerpos y caminaron hasta sentarse sobre el fresco césped que protegía la sombra de los árboles. El fuerte aire les hacía llegar el dulce olor de las flores.

—Creí que estarías con el rey toda la mañana. —Intentó Young Bae una vez más, no le gustaba cuando Ji estaba en silencio.

—Tiene cosas que hacer. —Dijo con simpleza, arrancando pequeños pedazos de césped.

—Ji…lamento haber sido tan grosero, tienes toda la razón al decir que no tengo derecho a reclamarte nada. Si yo…

Ji Yong miró la duda en su amigo, el duelo constante entre sus palabras y sus pensamientos. Estaba aceptando que tenía algo con el príncipe de Gwangju.

— ¿Lo amas? —Bae tragó grueso. — ¿Amas al príncipe?

El aire sacudió con fuerzas sus cabellos, agitando sus corazones.

—Yo no sé si es amor lo que siento por él, Ji Yong. —Una pequeña sonrisa surcó sus labios. —Pero por él yo…haría cualquier cosa, incluso esperarle el tiempo que sea necesario.

—Lo lamento mucho.

—Estamos igual. —Ambos sonrieron.

—Young Bae… ¿Quién es Lee Hanna? r13;Dong inmediatamente sintió la angustia expandirse por su cuerpo. No era algo que él quisiera decir. —Bae, por favor. Necesito saberlo, hay algo que…—Ji no podía comprender la angustia en su corazón al leer aquel nombre.

—Ji Yong, bueno, tú sabes que Seung Hyun es un rey, él tiene responsabilidades y códigos que están implícitos en su vida.

— ¡Sin rodeos, Bae!

—Es su prometida, Ji Yong. Es la mujer con la que se casará.

Ji Yong ni siquiera supo cómo reaccionar, era algo que de cierta manera lo esperaba. Era más que obvio.

—Ya veo. —Se tragó el mar de emociones que le quemaban el pecho, y sin más regresó a sus deberes.

Un nuevo día comenzó, y Ji Yong se esforzó en hacer lo mejor que podía. Ser lo que era, un sirviente.

Cómo cada día se aseguró de que el desayuno para el rey fuera el correcto, mantuvo todo en orden y lo llevó todo hasta la habitación real.

—Muy temprano. —Dijo exaltado, al sentir los brazos del rey rodearle por detrás cuando dejó la bandeja de comida.

El rey estaba listo.

—Tengo que viajar a Gwangju. —Algo quemó dentro de Ji Yong.

— ¿Negocios? —Los labios del rey sonrieron aún en el beso que depositó en sus labios.

—Por supuesto.

«Mentiroso» Quiso decir, pero no era una palabra que usara un sirviente. Así que sólo se aferró al otro y prolongó el beso lo más que pudo.

Ji Yong tomó con fuerza el cepillo lleno de jabón, presionando con fuerza sobre el suelo y encajando los bordes del piso en sus rodillas. Restregó con esmero, sin detenerse, sin sentir el dolor y cansancio.

—Ji Yong es hora de comer, deja eso. Más tarde lo haremos.

El rubio desde luego que escuchó a su amigo, pero fingió que no, simplemente volvió a fregar. No tenía tiempo que perder, debía alistarlo todo para el regreso del rey.

—Ey, Ji…—Young Bae pronto supo que había algo mal, Ji Yong no parecía estar en sí. La piel blanca de sus brazos se estaba tornando roja. — ¿Ji Yong? —De sus nudillos brotaba sangre. —Ji… ¿Está todo bien? —Se arrodilló al lado de su amigo, tan sólo para verle llorar. —Ey amigo  ¿Qué ocurre?

Con fuerza le arrebató el cepillo y lo tomó entre sus brazos, sintiendo el agitado cuerpo cansado.

—Él se fue…se fue con ella. —Sus lloriqueos se ahogaron en el hombro de su amigo, mientras poco a poco comenzaba a sentir el ardor de sus rodillas y los entumecidos dedos. —Ni siquiera tuvo el valor de decirme a donde iba. Se va a casar.

La impotencia creciente en el rubio sólo le nubló la mente. Había un oscuro y denso sentimiento en el fondo de su pecho, amargo e inquietante. Estaba odiando, por primera vez en su vida, a la misma persona que ama.

Y se sintió miserable, y solo. Y nada pudo hacerle sentir mejor.

Ji Yong siempre había considerado el concepto de “princesa” cómo algo vacío, turbio e innecesario. La parte frágil del cuento, aquel ser que necesita ser rescatado desesperadamente.

Y sin embargo, con todas aquellas ideas fijas en su mente, permaneció cómo una. Durante los siguientes meses tomó la postura de una princesa, callado, sutil y ahogado en su propia agonía.

Desde la partida del rey, Ji no tenía mucho que hacer, había pasado de ser el primer sirviente de Seung Hyun, para pasar a ser el ayudante de su padre, y no le molestaba. Había pasado un largo tiempo desde que sintió ganas de hacer algo, sólo se limitaba a hacer lo que le pedía su padre y después se retiraba a su habitación a dormir el resto del día.

Sin sueño, por las noches se colaba dentro de la habitación del rey, tan sólo para quedarse en silencio, absorbiendo su dosis necesaria de aquel dulce aroma de su amado. A veces acariciaba las cobijas de seda, admiraba cada una de las pinturas, intentando encontrar de nuevo aquella similitud que debía de haber. Después de todo era él, o así lo fue, en algún tiempo.

Y justo antes del amanecer, abría las cortinas y observaba el sol nacer, ahogado en llanto y desesperación.

Él era cómo una princesa ¿Dónde está su rey?

Un día cualquiera Seung Hyun regresó, encontrando a un indiferente Ji Yong, con la mirada vacía y una larga coleta de oro.

Con la necesidad palpable de tocar a Ji Yong se atrevió a cargar al rubio hasta su habitación, contra su voluntad.

—Oh, Ji. —Su nariz de hundió en aquellos largos mechones rubios que había desatado instantes antes. Aquel dulce olor que soñó tantas noches. —Te extrañé tanto.

—Suélteme… —No titubeó ni un poco. El rey no comprendió cuando el menor se alejó con la clara intención de marcharse.

El rubio ni siquiera podía mirarle, no podía arriesgarse a caer ante aquel par de orbes oscuros.

— ¡Ji, espera! ¿Qué ocurre? —Con fuerza le sujetó del brazo, obligándole a regresar. — ¿Te hicieron algo? ¿Quién te hirió? —Una fuerte ira creció en su pecho.

Kwon lucía herido, desprotegido y vacío. Pero sólo sonrió con ironía.

—Los sirvientes no somos algo que debe importarle, su majestad. —Se inclinó sarcástico.

— ¿Qué demonios te ocurre? —Sacudió con fuerza el delgado cuerpo del otro.

— ¿Cómo está su esposa, rey? La princesa Lee Hanna, ¿O debería decir reina? —Había ensayado aquellas líneas noche tras noche, no podía fallar.

—Tú…—El agarré se volvió flojo, hasta soltarle por completo.

—Sí, lo sé. —Afirmó con dureza. —Pero por favor, no ponga esa expresión asustada. No pasa nada. Usted es un rey, vaya y viva su vida de rey.

—No, Ji, tú no entiendes, yo.

— ¿Tú qué, ah? —Gritó con furia, todo aquel enojo que reprimió durante todo ese tiempo. —Sé perfectamente que es necesario, lo sé muy bien. —Su labio inferior temblaba. —Ya renuncié a ti…sólo déjalo así. —Suplicó.

Seung Hyun quedó perplejo. Ji Yong estaba frente a él, roto. Y sólo pudo tomarle entre sus brazos, aún si el rubio peleaba e intentaba marcharse.

—Lo lamento, Ji, lo siento mucho. —Repetía sin cesar, acariciando la cabeza del menor, intentando que este cesara su llanto desesperado.

—Te odio…—Murmuró, dejando que sus brazos cedieran ante la necesidad de abrazar al rey, y así las enredó en su ancha espalda. —Te amo tanto. —Y lloró con más fuerza.

—Lo sé. —Susurró.

Pasó sus manos por las rojizas mejillas, transmitiendo la misma calidez. Los ojos avellana de Ji Yong estaba hinchados y su rostro era un desastre, al igual que sus labios llenos de pequeñas heridas.

Aun así le besó, con la mayor lentitud y delicadeza que su cordura le permitió, dejando que el rubio se aclimatara y fuera él el que diera el siguiente paso para enredarse sus labios.

Nunca se habían besado con tanta necesidad, con tanta fuerza y con la clara convicción de dejarse en claro lo mucho que se necesitaban. Entonces Ji Yong decidió, eligió tener una vez más al rey, a nunca poder hacerlo de nuevo.

Ji Yong logró despertarse cuando escuchó el par de voces aceleradas fuera de la habitación, permaneciendo en penumbras en la suave cama del rey. Poco tuvo que escuchar para saber que era el mismísimo rey y su madre discutiendo afuera, en el pasillo.

No se tenía que ser muy inteligente para saber cuál era el asunto.

—No sólo me preocupo por ti, Seung, estás jugando con el futuro del reino. —Nunca antes la reina había usado aquel tono duro con su único hijo.

—No es así madre, ya he pensado lo suficiente como para saber qué hacer con el reino, tengo la ayuda de Seung Ri.

—Él tiene sus propios asuntos en Gwangju, Seung, no seas necio.

—Lo siento madre, pero ya he cancelado el compromiso con Hanna.

Ji Yong sintió quedarse sin aire, y al parecer la reina igual, pues no dijo nada durante un par de minutos.

—Eres el rey, Seung Hyun, y cómo el rey espero que te hagas cargo de tus responsabilidades. El pueblo entero depende de ti, y no les vas a quedar mal, ensuciando nuestro apellido. —Kwon casi podía imaginar al rey cabizbajo.

—Madre…sé que hago.

—Eso espero, porque de una vez te digo que espero nietos. Debemos dejar herederos, y…—Se escucharon un par de pasos más. —Ten mucho cuidado con lo que haces delante de los demás, Seung. —Su amargura era evidente.

Poco después entró Seung Hyun a la habitación, encontrando un Ji Yong inmóvil en su lugar, sentado con los cabellos alborotados, cubierto por sólo una delgada sábana.

—Buenos días, Ji.

— ¿Buenos días? —Soltó con incredulidad, sintiendo la adrenalina aún correr por su cuerpo. —Tú…El rey de Seúl, rompió su compromiso… ¡Has mandado a la ruina todo!

—Ey, ey, ey…—Rápidamente se escabulló entre las sabanas aferrándose al delgado y angustiado cuerpo de Ji Yong. —Soy un rey ¿recuerdas? He sido criado para poder resolver muchas cosas, entre ellas cómo mantener a flote un reino. Todo estará bien, y tú estarás a mi lado.

—Pero…tú, la princesa Lee. —El rey le besó la frente, enredando sus dedos entre los rubios cabellos.

—Tú eres mi princesa, mi reina, mi amigo, mi amante. Tú eres todo, Ji Yong ¿De acuerdo?

El aire escapó de los pulmones de Ji Yong en un largo y embelesado suspiro, no recordaba palabras más hermosas. En un último suspiró dio la única y fiel respuesta.

—Sí, mi rey.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer y comentar! Nos leemos en la última parte ♥


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