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Eros (Yuri!!! On Ice) por Arizt Knith

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Notas del fanfic:

Hola aTODO EL MUNDO, soy yo de nuevo, para las personas que me conocen por mis fics de Saint Seiya, se que dije que iba a estar en Hiatus pero luego de ver Yuri On Ice, la inspiración regreso a mi pero por desgracia solo por y para este anime.

Desde el primer capítulo que he tenido unas enormes ganas de escribir una historia que será Viktuuri porque simplemente los amo con todo mi ser, ellos simplemente fueron hechos el uno para el otro, y bueno antes no sabia que escribir, pero luego de avanzar tanto en la serie y leer fics y ver doujinshi, finalmente la inspiración vino a mi.

El que escriba algo de ellos no quiere decir que mis otros fics quedarán olvidados, me tomará tiempo retomarlos, ¿saben porque? Porque esas historias de ss salieron por medio de roles o inspiración hacia esa persona que yo amaba y que bueno, me termino dejando con viles excusas, simplemente no hay inspiración para esos fics, por el momento ya que aunque me tarde, no pienso abandonar esos proyectos, porque un 95% son por derecho míos, sobre todo por esos hermosos niños que he creado y que ustedes se han encariñado, solo les pido más tiempo y por mientras disfruten de YOI!

 

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Capítulo 1
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La propuesta
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Sus dedos tecleaban con gran rapidez el teclado mientras que su mirada zafiro se mantenía enfocada en la pantalla de su portátil, era el único sonido que se escuchaba en la enorme habitación. Estaba enfocado, pues debía de terminar pronto ese informe y así dar por finalizado el proyecto en el que llevaba tantas semanas inmerso.

Vio que ya solo le faltaba una breve conclusión, por lo que se permitió tomar un pequeño descanso de al menos cinco segundos.

Se recostó por completo en el respaldar de la silla y cerró sus ojos. Sentía como estos ardían un poco, y cómo no, si llevaba varias noches en vela, pues cada que estaban por dar finalizado con el proyecto, siempre salía un inconveniente del que él se debía encargar.

Abrió los párpados. Miraba borroso, por lo que parpadeó repetidas veces hasta acostumbrar la vista nuevamente sobre la pantalla. El cursor seguía donde lo había dejado y aún se preguntaba qué debía escribir para finalizar con su trabajo. Aunque cada que intentaba volver a este, su cuerpo se negaba.

Al final terminó quedándose acostado sobre el respaldar y con la mirada sobre el techo. Su mirada azul lucía cansada y debajo de esta se encontraban la muestra de ello: unas muy notorias ojeras. Quizá debía tomar una pequeña siesta, después de todo, ya estaba por dar finalizar.

Mientras su mente divagaba en quién sabe qué cosa, sus ojos fueron viajando por toda la oficina. Desde aquella pared detrás suyo que estaba decorada con cerámica en tonos grises, algunas paredes blancas con negro, hasta el suelo del mismo color; inclusive su escritorio era de un color oscuro –café–, como todos los demás muebles de madera que tenía ahí.

Una oficina muy sobria si le preguntaban.

Ladeó levemente la cabeza hacia la derecha solo para ir viendo los objetos que tenía sobre su escritorio, los cuales eran pocos: su portátil que, para rematar, era negra; una lámpara blanca, unos folder con documentos del mismo proyecto, una placa gris y fría con su nombre en ella –Viktor Nikiforov–; también tenía un teléfono (era el segundo objeto en color blanco que tenía), aunque fue ahí cuando notó que el objeto tenía una pequeña luz roja que no dejaba de tintinear.

—Lo siento Amelia, ¿qué sucede? —Estaba tan perdido en sus pensamientos y en ver cómo redecorar esa aburrida oficina que ni cuenta se había dado que su secretaria había tratado de contactarlo por lo que rápidamente atendió la llamada, recibiendo como respuesta una ligera risa de su secretaria.

—Señor Nikiforov... —El mencionado podía escuchar cómo la joven, mientras hablaba, parecía estar tecleando en el portátil. Ahora que lo recordaba, él seguía sin terminar su trabajo— Uno de los inversionistas canceló la cita para hoy a las 3:00 p.m., dijo que le disculpara, pero había salido un asunto familiar, aunque pidió que usted reprogramara la cita. —La joven hizo una ligera pausa. El mayor había dejado de escuchar ese tecleo incesante, aunque ahora parecía estarse moviendo y sacando cosas de los gabinetes, quizá buscando algunos documentos.

— Ya veo —respondió. Su respuesta había sonado escueta, aunque por dentro estaba que se moría de alegría, pues sentía que no iba a poder con más ese día. Ni tan siquiera se había acordado que tenía esa cita con el señor McGregor.

— Una cosa más, señor. —La joven desde el otro lado seguía teniendo problemas en encontrar un lápiz y Viktor no hacía más que reprimir una risa al escuchar los murmullos de la joven, quien maldecía al responsable que se robara sus lápices con aroma a menta— El señor Le...

No había terminado de comunicarle cuando un hombre interrumpió en la oficina del ojiazul; Viktor solo alzó una de sus cejas al ver a aquel hombre ataviado con un traje negro y muy caro entrar como si el mismísimo dueño fuera.

— Viktor, te ves fatal. —El mencionado volvió a alzar una ceja, solo que esta vez la contraría mientras miraba como el recién llegado se sentaba sin invitación alguna sobre una de las sillas que tenía enfrente de su escritorio. Ahora entendía de quién trataba de advertirle su secretaria. Lástima que había sido demasiado tarde.

—¿Sucede algo, Leroy? —Ahora fue turno del otro en alzar una ceja cuando escuchó al peliplateado llamarle por su apellido. Hizo una mueca de desagrado mientras cortaba la llamada.

—Sabes que no me gusta que me hables de esa forma —bufó y se levantó para ir tras el otro, pues era ahí donde el ojiazul mantenía una botella de licor con algunos vasos—. ¿Es que solo tienes Vodka? —preguntó mientras se servía un poco sobre un pequeño vaso de cristal liso. Viktor se giró sobre la silla para encarar al otro.

—Es lo que me gusta —contestó como si fuera lo más obvio del mundo. Leroy solo bufó, pues siempre le daba la misma respuesta, y en sí, hasta llegaba a pensar que los rusos solo tomaban Vodka, pues jamás había visto al otro tomar alguna otra bebida alcohólica que no fuera ese líquido quema garganta y que podía pasar desapercibido como agua—. Aunque no entiendo, si te quejas tanto, ¿por qué sigues agarrando cada que vienes?

El de cabellos negros dio un pequeño sorbo a su bebida y alzó ambas cejas, luego dejó que aquel líquido pasara por su garganta antes de responder, aunque pensándolo bien, espero un poco más mientras volvía a tomar asiento.

Viktor solo miraba al otro pasar a un lado suyo y se volvió a sentar, alzando ambas piernas para dejar los pies sobre el escritorio. Prefirió no decirle nada y que el otro terminara rápido con lo que sea que le haya hecho visitarle.

No era alguien desconocido, a decir verdad, sus familias mantenían muchos negocios juntos y se conocían desde pequeños. Podía decirse que eran amigos, aunque a veces la forma de ser del otro, ese egocentrismo, le provocaba querer hacer cosas ilegales.

—He venido a invitarte a salir —respondió como si nada. Viktor alzo una ceja al no entender la propuesta tan calmada del otro mientras le daba pequeños sorbos al líquido transparente de su vaso—. Últimamente no sales de este lugar y cada día te ves peor. —Hizo una mueca. Era algo que no podía negar.

—Sabes que he estado ocupado con este trabajo. —Volvió a acostarse contra el respaldar de la silla y en eso fue guardando su trabajo, ya que sabía que la plática seguiría y temía que en algún descuido terminara olvidando lo que estaba haciendo y perdiera ese documento que tanto le había costado escribir. Una vez hecho, enfocó toda su atención en el canadiense, quien ya se había terminado su bebida.

—Pero no solo es eso, ¿verdad? —La mirada de Leroy se fue afilando, era tan intensa como la de un felino enojado. Viktor dejo salir una leve exclamación que bien pudo ser confundida con una ligera risa al escuchar gruñir al otro— Es que, ¿sabes? Sinceramente nunca entendí como de nosotros cuatro, tú y Otabek terminaron haciendo lo que nuestros padres ordenaron.

Viktor dejó salir un suspiro mientras usaba su diestra para apartar aquel fleco que le impedía ver al otro y colocó sus cabellos plateados detrás de su oreja.

—Quizá porque tu padre y el de Chris no son tan estrictos como el mío y el de Altin —respondió quedo. Leroy tuvo que darle la razón en eso, pues su padre jamás había sido del tipo que le obligaba a hacer algo y con el suizo el caso era igual. El rubio, si bien hacia lo que quería, no era un libertino.

—Punto para ti. —Bajó los pies del escritorio y dejo el vaso sobre este— Es por eso que he venido por ti.

—Oh, no. Sabes que estoy casado. —Alzó la mano donde mantenía aquella fría sortija y el canadiense solo rodó los ojos con molestia.

—Creo que eso no lo puedo negar. —Igual se levantó, pero esta vez con el propósito de servirse algo de vodka.

—Nadie lo puede negar —recalcó.

—Simplemente no entiendo por qué te casaste con ella. Sí, bueno, Yekaterina es hermosa... —El ruso solo volteo a verle, pues el otro lo había dicho como si dudara de la belleza de la rusa— No me mires así —le recriminó.

— ¿Así como? —preguntó, divertido. Las curvaturas de sus labios se alzaron en una ligera sonrisa, esta vez una genuina, antes de llevar el vaso a sus labios y degustarse con el sabor de su bebida.

—Olvídalo y deja de sacarme pláticas, pues no harás que se me olvide el propósito de mi visita. —El ruso maldijo por lo bajo, por un momento pensó que estaba logrando su propósito— Vamos, es para que te diviertas. Además, hace siglos que no salimos.

—Ve con Chris —Le señaló con la mano que tenía el vaso.

—Oh, él también ira, pero el propósito es que tú nos acompañes —Se cruzó de brazos. Lucía molesto, pues si el otro seguía negándose, tendría que usar la fuerza para sacarlo a rastras de ser necesario.

El ruso se quedó en silencio, observando cómo el otro alfa soltaba gruñidos por lo bajo y esperando el momento justo para lanzarse le encima y sacarle de la oficina. Sabía que Leroy iba en serio.

—Tengo trabajo. —Fue su excusa, una muy tonta, porque el otro soltó una exclamación.

—¡Deja de mentir! —le exigió demandante y golpeando el escritorio con ambas manos.

—Tengo una cita con el señor... —El canadiense volvió a rodar los ojos con molestia y girarse sobre sus talones para caminar como león enjaulado por toda la oficina.

—Viktor, Viktor, Viktor —Negaba con la cabeza. Sus ojos azul oscuro se encontraron con los fríos del ruso— Sé que el señor McGregor canceló la cita a último momento por quién sabe qué cosa

—¿Cómo lo...? —guardo silencio. El canadiense mostró una sonrisa muchísimo más amplia mientras abría los brazos y sonreía con prepotencia.

—Jamás subestimes al rey. —Se halagó a sí mismo— No tienes nada más que hacer a excepción de terminar un mísero párrafo y no creo que quieras llegar a casa a escuchar los reclamos de tu queridísima esposa —El ruso bajó la mirada hacía su escritorio, donde, a un lado del teléfono, se encontraba un porta retrato boca abajo.

—Está bien. —Terminó aceptando, después de todo, ahora que ya estaba prácticamente libre de sus responsabilidades, pensaba irse a algún bar a beber y pasar un rato de paz y tranquilidad antes de llegar a casa.

—Bien. —Nuevamente la sonrisa de ganador volvió al canadiense, quien se acercó al escritorio del ruso para tomar una pluma y un post-it donde le dejó la hora y la dirección del lugar donde se irían a encontrar— Más te vale no llegar tarde y mucho menos faltar. —Esta vez fue Viktor quien rodó los ojos.

—Está bien, está bien, ya entendí. —Agarró la notita para verla el mismo— Este lugar queda algo lejos de aquí.

—Lo sé, pero créeme que vale la pena. —Sonrió— Es... es uno de los mejores bares en todo el país. —Había algo en esa respuesta que había dejado intrigado al ruso, y cuando volvió su atención hacia el canadiense, solo vio la espalda de este— No llegues tarde —volvió a advertirle antes de hacer un saludo como despedida e irse para que el otro terminara rápido con el reporte y ya no tuviera más excusas para no querer acompañarle.

Una vez a solas en la oficina, le informo a su secretaria que no quería ninguna interrupción, ni porque se tratara de su esposa, y en caso de que algo importante saliera con relación al trabajo, informar que se encontraba realizando alguna diligencia familiar.

Continuará...

 

Notas finales:

Solo paso a decir que estoy editando esta historia, quiero ver que clase de errores tengo y quién sabe, quizá agregar algo más(?)


¡Da svidániya!


 

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