Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuando me di cuenta que me daba miedo perderte por Umi chan

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

OJO: Recuerden que estos One Shot están en el mismo "Universo" pero no por ello en orden cronológico.

Esto ocurre antes de que sean pareja oficialmente.

 

Espero que sea de su agrado, me gustó mucho escribirlo :3 <3

Cuando me di cuenta que me daba miedo perderte

     Siempre estuviste ahí conmigo, en las aburridas reuniones, en las tardes llenas de hojas que firmar, en las noches frías cuando te colabas en mi cama e internamente agradecía tu calor, en mis pequeñas aventuras en las cuales los arrastraba a todas partes conmigo, defendiéndome de los enemigos que yo no sabía ver, de supuestas pretendientes, hasta de pequeñas cosas como el clima, prestándome tu chaqueta cuando hacía frío, cubriéndome con ella de la lluvia, buscándome refugio cuando el calor me hacía transpirar como el mismísimo diablo.

     Siempre estabas ahí. Y yo me había acostumbrado.

     Me acostumbré a que en casos como ese, en el cual me defendiste de aquellos ataques humanos hechos con una magia extraña y desconocida, interfirieras para que yo no saliera lastimado; recibiste el ataque por mí.

     Y estabas bien. Y lo agradecí.

     De eso ya son dos días en los que regresamos al Castillo Pacto de Sangre, donde tomamos un baño juntos para quitarnos la suciedad del viaje acumulados en el camino. Anoche caíste dormido más rápido que lo normal, pero supuse que estabas cansado y al fin tenías una oportunidad de relajarte cuando habías estado tan tenso por mucho tiempo.

     No me preocupé, porque yo igualmente estaba cansado, y caí dormido poco tiempo después que tú.

     Pero a la mañana siguiente cuando desperté, me extrañé del calor sofocante que me rodeaba. No era un día caluroso, en realidad, el sol ni siquiera había salido del todo. Me destapé extrañado, fue cuando escuché tu respirar irregular venir desde tu lado. Volteé a mirarte, tu rostro estaba colorado y tu boca abierta tratando de lograr tomar algo de aire, te movías incómodo y tus manos apretaban tu pecho, como si doliera.

     Me acerqué preocupado, tocando tu frente para asegurarme que estuvieras con fiebre. Grande fue mi sorpresa al notar tu piel hervir,  literalmente. Apenas te toqué tuve que alejarme, las yemas de mis dedos estaban rojas por la quemadura, y a ti cada vez te costaba respirar más.

     Asustado, corrí a la puerta llamando al guardia más cercano.

     —¡Llama a Gisela! ¡Que venga inmediatamente!

     Cuando lo vi correr alejándose por el pasillo, volví a tu lado. No sabía qué hacer y la frustración me llevó a la desesperación.

     —¿Wolf? Wolfram —trataba de llamarte, pero apenas abrías esos ojos verdes para verme volvías a cerrarlos en una mueca de dolor.

     Cualquier intento que hacía para tocarte era inútil. Después de varios fallos, mis manos quedaron cubiertas de ampollas por las quemaduras, pero no les presté mucha atención. A cada momento parecía que sufrías un poco más.

     Cuando Gisela llegó, yo estaba sollozando a tu lado. Supongo que ella creyó que era por el dolor que debía estar sintiendo en mis manos, pero yo no sentía nada en ese momento. Solo estaba concentrado en un tu respiración irregular.

     Tras una minuciosa revisión, en la cual me sacaron de mi propia habitación y llegaran tus hermanos preocupados al saber que yo había llamado a Gisela tan alterado, sorprendiéndose un poco de que seas tú el enfermo en cuestión y una espera casi eterna, ella salió de la habitación notablemente alterada, llamando a algunos guardias, pidiéndoles que llevaran la camilla para trasladarte, y que se pusieran guantes para protegerse.

     Entonces nos preguntó si habías tenido algún contacto extraño durante el viaje. Todos respondimos lo mismo; aquel hechizo del que me cubriste.

     —Su Maryoku ha sido alterado, es peligroso que permanezca en su habitación, Majestad. En cualquier momento puede hacerla estallar, por eso lo trasladaremos.

     —¿Y él? —pregunto, restándole importancia a lo que podría ocurrirle a mi habitación.

     —Como ya dije, su Maryoku está alterado, completamente inestable. Hay que enfriar su cuerpo lo más rápido posible, se está cocinando por dentro, las temperaturas que su cuerpo está alcanzando son peligrosas incluso para un usuario del fuego que tiene más resistencia al calor.

     Entonces llegaron los guardias, llevándose tu cuerpo inconsciente por los pasillos apenas iluminados con los pocos rayos de sol salían en ese instante.

     El rostro de Conrad, siempre sonriente, estaba serio y tenso, al igual que el de tu hermano mayor.

     Después de que te llevaron, mi padrino se encargó de curar mis manos dentro  de mi cuarto, envolviéndome con vendas lar heridas de las ampollas ya rotas. Recién empezaba a sentir el dolor. Estábamos en silencio, algo extraño siendo nosotros, pero era inevitable.

     Cuando me dejó solo para cambiarme, justo antes de irse, mi dijo que llamaría a alguien para que cambiase las sábanas. Recién ahí reparé en ellas.

     En tu lado, justo donde reposabas momentos antes, había lugares quemados. Noté el olor justo en ese momento.

     No sólo tuvieron que cambiar las sábanas, el colchón igual.

     Y ahora estoy aquí, tratando de hacer entender a Greta que estarás bien, que no tiene que llorar, que debe ser la niña fuerte de papá porque así tú estarías orgulloso de ella. Pero ni siquiera yo creo mis palabras.

     El almuerzo es silencioso y tenso, ya todos conociendo la situación. Yo apenas pruebo bocado  y no puedo comer más, sintiendo mi estómago revuelto de puro malestar. Greta tampoco quiere comer, alegando no tener hambre alguna, sólo revuelve la comida, completamente desanimada.

     Algunos tratan de subirle el ánimo con comentarios positivos, pero no duran mucho al ver que no surten efecto alguno.

     Cuando voy a tratar de verte, Gisela me impide entrar, pero tras mi insistencia deja que ingrese por unos minutos.

     Me sorprendo al verte desnudo sobre una camarote sin colchón alguno, ni sábanas, en contacto directo con los hilos de metal entrelazado que te sostienen.

     —Es por su seguridad, las telas en contacto empiezan a arder y pueden lastimarle la piel, fue difícil quitarle el negligé en la mañana. Tuvimos que cortarlo.

     No me es vergonzoso verte de esta forma, no de manera pudorosa. Ya van incontables veces en que nos hemos bañado juntos, tu piel desnuda no es algo nuevo para mí. Pero lo que me mantiene intranquilo es el sudor que corre a cantaros por tu cuerpo enrojecido, que tiembla incontrolable, acompañado de jadeos forzosos que me hacen temblar.

     —¿Él… va a estar bien?

     —Lo siento, Su Majestad, pero… no sabría decirle con certeza.

     —¿Puedo hacer algo por ayudarlo?

     —Bueno… si ayudo a recuperar sus manos, usted podría aplicarle agua combinado con Maryoku curativo, eso podría no sanarlo, pero si aliviarlo un poco del malestar.

     —¡Entonces, hazlo! —exclamo entusiasmado.

     —Está bien, pero vaya a fuera, por favor. El calor cada vez es más sofocante y tengo que aplicarle frío a Su Excelencia, después, yo iré a su cuarto. ¿Le parece, Su Majestad?

     —¡Claro! —me siento renovado de saberme capaz de ayudar—. Tú cuida a Wolfram.

     Una hora después ella vino en mi busca. Sanó mis manos con su Maryoku, disculpándose de no haberlo hecho antes, y yo tranquilizándola, ya que su deber en ese momento era verte a ti.

     Las cicatrices aún siguen ahí, pero ahora puedo estar sin las vendas sin tener problema alguno. Me enseña a, manejando el agua, aplicar Maryoku medicinal en ti. De esa forma, a la vez que ayudaba a mantener estable tu temperatura manejando la del agua, podría a la vez calmar el dolor que tu cuerpo sufría.

     Y así lo hice, un poco después de anochecer paso por tu habitación con Conrad quien lleva un balde lleno con agua y hielo. Entro ya con autorización de Gisela, quien se encuentre enfrente de ti, aplicando su propio Maryoku en ti, que pareces simplemente dormir incómodo.

     Hice lo que ella me indicaba, tomando algo de agua con mis manos gracias al Maryoku, manteniéndolo como guantes sobre mis manos, llevándolas hacia ti con lentitud. Estaba heladísima hasta el momento en que te toca, sintiendo como empieza a entibiarse hasta hervir. La boto inevitablemente, con las manos temblorosas, pero, a pesar de la negación de los demás, vuelvo a intentarlo.

     A pesar de los intentos innumerables que hago, no logro controlar la temperatura del agua con mi Maryoku, volviendo a lastimar mis manos de paso.

     Cuando lo quiero intentar una vez más, Conrad me saca de ahí. Me mira preocupado las manos, pero yo sólo me ahogo en mi frustración.

     Después de volver a curarme me envían a mi habitación.

     En cuanto pongo un pie dentro de ella y cierro la puerta siento un silencio total. Las llamas de las velas en las antorchas están  congeladas por la falta de corriente en el aire, lo que me extraña ya que siempre suelen bailar lentamente sobre sí mismas.

     Me cambio rápidamente para entrar en la cama. El colchón y las sábanas son nuevos, por lo que cuando me recuesto para mirar tu lado vacío… ni siquiera puedo sentir tu olor.

     Jamás había sentido este lugar tan grande y desolado. Recuerdo tu imagen esta misma mañana, sudorosa y llena de sufrimiento.

     —Esto es a causa de mi debilidad…

     Siempre es lo mismo.

     Tú  deberías estar aquí conmigo, no en una habitación tan oscura y aislada sufriendo.

     Siento mis manos sensibles ante las telas, y decidido, me aseguro que lo volveré a intentar mañana otra vez. Una, dos, y todas las veces que sean necesarias, para que puedas volver a dormir junto a mi lado.

     Me cuesta caer dormido esta noche, pero lo hago con la esperanza de que después volverás a mi lado.

    Ya cuando es de día lo primero que hago al levantarme es ir a verte, encontrándome con Gisela, notablemente cansada a tu lado. Estás sumergido en algo parecido a una bañera, con el rostro afuera y rodeado de agua y hielos a punto  de terminar de desacedarse. Pregunto cómo estás, pero sigues igual que el día anterior…

     Y los días pasan y nada surge efecto en ti. El Maryoku tanto de Gisela como el mío, sin poder controlar el agua aún y combinarlos, y el de otros Mazokus dispuestos a ayudar han servido para mantenerte con vida por una semana. Tu cuerpo a empezado a adelgazar al apenas poder probar bocado alguno, bebiendo agua en lo más mínimo.

     Ahora estoy yo aquí, a estas horas de la noche al apenas ser capaz de dormir por la angustia, por lo que prefiero venir a tu lado. En esta habitación tan oscura y solitaria, tú en aquel camastro y la bañera al otro lado de la habitación, rebosando en agua tibia, y un guardia afuera de la puerta.

     El calor es algo a lo que ya me he acostumbrado, por lo que en el momento en que tiemblo ligeramente de frío me sorprendo. Volteo mi visto a tu rostro, tan tranquilo y hermoso, demasiado quieto. Es entonces en que trato de sonreír al notar el ambiente cada vez menos sofocante, tomo tu mano entre las mías, alegrándome de poder tocarte al fin, pero el calor extremo que antes quemaba mi piel se ha desvanecido, y cada momento baja más y más… hasta convertirse en un frío atroz.

     —¿Wolfram? —no me respondes.

     Tu pecho está quieto al igual que tu cuerpo que se enfría a cada segundo. Toco tu rostro sintiéndolo helado y con desesperación pego mi oído a tu pecho. Tu corazón está ahí, tranquilo y silencioso…

     —¡Wolfram! —te tomo entre mis brazos con desesperación, a la vez que la puerta se abre e ingresa el guardia preguntando lo que ocurre.

     Le grito que llame a Gisela, con lo que sale corriendo inmediatamente.

     Las lágrimas caen de mis ojos sin invitarlas siquiera, pienso en que puedo hacer, pero soy completamente inútil. Volteo viendo la habitación vacía, encontrándome con la solitaria bañera.

     Tal vez…

     Como puedo te cargo hasta ella, sumergiéndonos ambos, siempre teniéndote contra mi cuerpo. El agua está tibia, casi caliente. Tu cabeza ha caído contra mi hombro, y tu cuerpo reposa en mi pecho y entre mis piernas.

     Pongo mis manos en tu pecho, tratando de calmar mi llanto al sentirlo tan quieto. Me concentro un momento, y entonces el Maryoku se aglomera en mis palmas.

     —Por favor, Wolf, regresa… por favor…

     La luz que la magia produce envuelve ahí donde mis manos están y trato con todas mis fuerzas de que regreses.

     Veo tu rostro junto al mío, completamente pálido ante la poca luz que mi magia produce y que las ventanas dejan entrar; la luz de la luna. Tu expresión es relajada, y tu boca entreabierta no produce aliento alguno. Tiemblo perceptiblemente, pero sigo intentándolo.

     Repentinamente el agua se ilumina, produciendo destellos contra las paredes y el techo, como si estuviéramos dentro de una caverna y ahí lo siento, uno tras otro… tu corazón palpitando en tu pecho.

     Inhalas como si fuera la primera vez que lo haces en tu vida y tu cuerpo tiembla, tus manos, con apenas algo de fuerza, se aferran a mis brazos y tu rostro se oculta contra mi cuello, respirando agitadamente. Tu movimiento agita el agua, la cual deja de brillar lentamente, hasta que terminamos a oscuras otra vez.

     Cuando Gisela entra en la habitación, acompañada de Conrad y el guardia que envié, yo estoy aferrado a tu cuerpo llorando, mientras me miras sin saber que está ocurriendo. Te volteas en el agua y tratas de alejarte para verme, pero fácilmente te mantengo pegado a mí, siendo yo quien se oculta ahora en tu pecho, sintiendo un alivio que jamás en mi vida quisiera volver a experimentar. Lloro a cantaros, sollozando con fuerza, sin importarme nada me aferro a tu espalda desnuda, mientras que tú me rodeas correspondiéndome con duda.

     No sé cómo estarán viéndonos los demás, pero no importa, no cuando vuelvo a tenerte tibio entre mis brazos.

     —¡No vuelvas a asustarme así! —grito repentinamente, asustándote. El nudo en mi garganta no quiere desaparecer, haciéndose más agudo a cada momento—. No vuelvas a dejarme solo… —susurro esta vez con voz ahogada, logrando que solo tú me escuches.

     —Shh… Yuuri, estoy aquí.

     Siento tus manos acariciar mi cabello. Jamás me había alegrado tanto de escuchar tu voz, a pesar de lo pastosa y ronca que se escucha…

     Gisela y Conrad nos separan, y nos sacan de aquella habitación. Tu hermano te lleva cargado al no poder mantenerte de pie, mientras yo voy empapado a su lado, sin querer separarme de ti. Aún lloro en silencio, y a pesar de que sólo observo el piso por donde camino, noto las miradas sobre mí. No me importa en realidad. Llegamos a la habitación que Gisela había preparado para estar más cerca, donde te recuestan en la sencilla cama. Ahí Conrad inmediatamente empieza a secarte con las toallas que ahí aguardaban, supongo que para cuando tenían que aplicarte el agua y ella secarse.

     No te alejas de Conrad ni nada, pero gimes bajito de dolor teniendo la piel aún delicada.

     Conrad tiene una sonrisa en su rostro, más real que cualquiera que le haya visto hasta ahora, mientras seca las puntas de tu cabello, y yo sigo aquí, parado a cierta distancia sin dejar de mirarte.

     —Su  Majestad, es mejor que se cambie, podría pescar un resfriado —es Gisela quien me habla y entonces noto que he dejado un charco en el suelo.

     Pero no quiero cambiarme, porque eso significaría salir de esta habitación, y perderte de vista en ello. Trago saliva para tratar de evitar otro nudo en la garganta.

     Salgo de la habitación en silencio, sin emitir palabra alguna. Siento el frío recorrer mi cuerpo a la vez que avanzo por los oscuros pasillos en mitad de la noche. Sin darme cuenta llego a mi cuarto, aquel donde he estado solo todos estos días…

     Voy al baño privado hasta encontrar las toallas, sacándome la ropa mojada para secarme nuevamente. No pienso tomar una ducha caliente ni nada, sólo quiero regresar lo más rápido posible. Cuando voy al armario estando completamente desnudo, encuentro tu ropa junto a la mía, entonces me pongo otro uniforme, tomando uno de tus negligés de paso y vuelvo a salir de la habitación. Corriendo llego a donde te encuentras y aún sigues desnudo, siendo examinado por Gisela, quien parece concentrada pero con expresión alentadora.

     Me acerco en silencio hasta Conrad, quien me ve algo preocupado, pero sonríe inmediatamente en cuando estoy a su lado.

     —No se preocupe Su Majestad. Él ahora estará bien gracias a usted.

     Asiento sin decir nada, viendo la tela entre mis manos. Cuando Gisela termina, habla para todos:

     —Ahora Wolfram va a estar bien. Su ritmo cardíaco es correcto y su temperatura normal. Además, tu Maryoku se ha vuelto estable otra vez.

     Es ahí que me acerco a ti. Me miras como si buscaras una respuesta en mí, pero lo único que hago es arreglar tu pijama para ponértelo. Levantas los brazos y te visto tranquilamente, como si fueras un niño pequeño. Pero no me gritas ni nada, demasiado tranquilo ante mi actuar.

     —Lo siento, vine apresurado y olvidé tu ropa interior —comento apenado, sin verte a los ojos, sintiendo que en cualquier momento me puedo poner a llorar otra vez.

     —No importa…

     —¿Wolfram podrá… volver a la habitación? —pregunté dirigiéndome a Gisela.

     —Sí, podrá volver, eso después de comer lo que le han traído.

     Recién ahí noto la bandeja con comida que reposa junto a la cama sobre el velador. Después de veinte minutos comes todo lo que puedes, dejando un poco al no tener más estómago que resista, tomando harta agua de paso, diciendo Gisela lo importante que es que te hidrates, ante tanta agua que habías perdido. Te explicaron la situación, ya que no la comprendías del todo.

     Mientras te lo explican no puedo mirarte, pero yo siento tu mirada sobre mí en algunos momentos. Cuando ya entiendes lo ocurrido, aunque sin mencionar lo que yo hace poco he vivido, se nos permite ir a descansar.

     Intentas levantarte pero con suerte te sostienes en pie. En el momento en que Conrad se acerca a ayudarte, me adelanto y te tomo entre mis brazos. Tú gritas sorprendido, pero en un momento callas y te quedas quieto mientras avanzo hasta salir de la habitación.

     Me despido de todos de forma general, quienes no hacen nada para impedir que me aleje, excepto Conrad quien se acerca y te cubre con una manta. Tú refunfuñas, lo que me hace sonreír.

     El pasillo no me parece tan frío como hace un rato, y la luz de la luna hasta parece ser más brillante a cada momento. Te acurrucas en mi pecho, temblando ligeramente, por lo que me apuro en avanzar.

     Llegamos a la habitación y te llevo directamente a la cama, a aquel lado que me había parecido tan vacío hace un momento. Me cambio para ponerme mi pijama y tú me pides ropa interior, alegando estar incómodo. Te la paso rápidamente, y en lo que te vistes voy a mi lugar, notando como las llamas de las velas bailan tranquilamente… ¿Es tu presencia lo que hace eso? Pestañeo extrañado ante el descubrimiento.

     Entro en la cama, ocupando el lugar junto a ti, es en este momento cuando te veo a los ojos, tan tranquilo me miras de vuelto, con aquellos grandes ojos verdes como las profundidades de un lago, y tus largas pestañas rubias como tu cabello. Siento como mis propios ojos se humedecen, y veo tu ceño fruncirse repentinamente. Cuando abres la boca para decir algo, te sorprendes al sentir mi mano recorrer tu mejilla con suavidad…

     Ahora puedo sentir tu piel, puedo tocarte libremente otra vez.

     Inevitablemente te tomo entre mis brazos nuevamente, acercándote a mí, ocultándome en tu cuello, y sollozo otra vez.

     —Wolfram… —siento tu olor en mi nariz, aquel olor que antes impregnaban las sábanas y solía acompañarme al dormir, pero que estuvo tan ausente por un tiempo—. Por favor, no me dejes nunca…

     —¿De qué hablas idiota? Yo no podría dejarte —tu voz suena ahogado, siendo yo consciente de que te es fácil llorar cuando los demás también lo hacen.

     No quiero volver a quedarme solo en esta habitación, en esta gran cama con dosel, ni volver a sentir como desapareces entre mis brazos.

     Porque hoy descubrí el miedo atroz que se puede llegar a sentir. La desesperación, y el dolor.

     Descubrí el miedo que tengo a perderte.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).