~Mi Demonio~
Un demonio enloquecido y fuera de sí era peligroso. El campo de batalla habia sido reducido a cenizas solo por un ser del inframundo embravecido con en el cielo, sus propios camaradas le habían ofrecido redención y ordenanza con tal de no ser incinerado como a aquel iluso demonio que intento detenerlo y hacerlo entrar en razón.
Al ángel que habia intentado controlarlo le habia ido incluso peor, la inmortalidad no les habia servido de nada. Su poder, su descarga y todo su descontrol era para ellos. Aquellos seres puros que eran incluso más aborrecibles que los demonios.
Su mirada cambio al ver al ángel en sus brazos cubierto de sangre, una leve caricia depósito en sus frías mejillas. Y se atrevió a sonreír con melancolía.
“Daiki, puedes oírme”
Le pedía una y otra vez a su Ángel, esperanzado de recibir una respuesta.
El movimiento de algo lo hiso reaccionar y atacar con todo su poder, sin siquiera llegar a moverse para no remover al cuerpo sin vida que descansaba en sus brazos. Para él no estaba muerto. Solo dormido.
–¡Aléjense! – gritó con todo su enojo, furia y dolor. Su cuerpo estaba hecho trizas por la batalla y atacaba casi por inercia, autodefensa y por sobre todo para que no le quitaran a su amado.
“Amor… tienes que ayudarme no puedo solo”
Lloraba en su interior. Mientras miraba con furia al ángel rubio de ojos dorados enfrente de él. Su sonrisa sardónica le hiso abrazar protectoramente a su ángel.
–El confió en ustedes… ¿porque? – preguntó con rabia. Recordando como los ángeles que supuestamente iban a ayudarlos los habían traicionado enfrente de sus ojos.
Aún tenía la imagen de cuatro espadas celestiales atravesando el pecho de su Ángel amado. La sangre brotando de su cuerpo, la hilera roja descendiendo de sus labios, dolorosas lágrimas saliendo de sus ojos. Mientras a pasos torpes y lentos intentaba llegar junto a él. No se le borraba de la mente su mirada entristecida por haberlo puesto en peligro y no tener la fuerza para siquiera defenderlo pues sentía como la vida lo dejaba.
Aun le ardía la mejilla que gentilmente Aomine habia acariciado en señal de amor y despedida mientras expulsaba sangre por la boca con susurro suave de un doloroso de te amo.
–¿Enserio creíste que aceptaría la relación entre un Ángel y un ser repulsivo como tú? – el Ángel levitaba lentamente y con elegancia cada vez más cerca. Burlándose de la miseria del demonio.
Creyó que el matar al Ángel que solo debió mirarlo a él le dolería más. Pero al ver el dolor y la agonía en el demonio lo reconfortaba. Ahora solo le quedaba recuperar el cuerpo del Ángel y hacerse con su alma. Solo era cosa de tiempo para que Aomine volviera con él.
–Dámelo – le ordeno. Iba a tocarlo, pero las llamas comenzaron rodear al demonio junto con el Ángel, el rubio se sorprendió al ver que las llamas parecían no hacerle daño al moreno. Quiso tocarlas pero inmediatamente sintió el calor.
Kagami sonrió nuevamente mirando a su amado, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, el fuego recorría sus cuerpos a la espera de la orden de su amo, sus cabellos se arremolinaban con el viento retorciéndose con el fuego.
–¡¿Qué haces?! – dijo el Ángel rubio con desesperación, intentando acercarse.
Pero kagami le ignoraba. Su mano volvía a acariciar las mejillas con extrema delicadeza. Mientras se maldecía una y otra vez por haber confiado tan tontamente.
–Perdóname, no pude protegerte – susurraba sobre sus labios, junto su frente y cerro los ojos – sabes bien que no creo en la otra vida… pero creo en ti. –susurro sobre sus labios al momento que el fuego comenzaba a recorrer sus cuerpos haciéndose más intenso.
–¡Maldito demonio!
En cuanto iba a atacarlo, los demonios rodearon a su camarada. La impotencia y la rabia lo segaron e iba a responder la osadía de la escoria pero, otro Ángel se lo impidió. Apresándolo aun en contra de las órdenes que le gritaba un superior, El Ángel de ojos como el cielo miro por última vez a su amigo mientras las llamas se llevaban a ambos amantes.
El rubio con impotencia observo como ese demonio volvía arrebatarle a su amor por segunda vez y le besaba con el amor que Aomine no dejo que el mismo le profesara. Se habia sentido victorioso cuanto le grito a Aomine que si no era suyo, tampoco de él, pero ahora de nuevo habia perdido.
En una flama lastimera se habia acabado todo, los demonios desaparecieron en cuanto las llamas de habían extinguido, en el campo en medio de la nada ahora solo quedaba un Ángel poseído por un sinfín de sentimientos que le llenaban de ira. La razón… Aomine se la habia gritado a la cara.
“Te equivocas Kise, no importa lo que hagas, nunca podrás separarme de kagami
–Es un demonio, no rencarnan porque a nadie les importa su existencia –Aomine sonrió al recordar que aquella era la misma respuesta que le habia dado kagami, con una mirada nostálgica – si lo mato, hasta ahí llegara
–Te equivocas a mí sí me importa, es mío ¡mi demonio del cual me enamore!.
He unido su alma a la mía, En esta vida o en otra…
Siempre estaré con el”
Fin.