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Concatenación por Vannar

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Death Note no me pertenece (aunque duela admitirlo).

Notas del capitulo:

 

 

Ayer lo subí, tuve algunos problemillas y ¡taz!, se eliminó. Me disculpo por ello, de antemano. 

 

 

 

CONCATENACIÓN

 

••••••

 

 

Lo suplía con garras o armas. Se acostaba en la cama con la cajetilla a medio cerrar entre los dedos, con los brazos cruzados sosteniendo su cabeza. A veces, cigarrillo en boca. Siempre esperaba. 

 


—¿Matt-kun?—le llamaba, con la voz untada de admirable abulia.

 


—¿Qué?—Giraba a ver; L se apoyaba del marco de la puerta, con un pedazo de tarta o un pedazo de nada, apretujándole los pulmones—. Quítate la ropa. 

 


L se sentaba en la yacija, se comía el pastel (nada, quizá) y se echaba luego, indispuesto a abrirle las piernas a un puberto. Matt se encogía de hombros, se fumaba un cigarro o un porro, y se largaba después de darle un beso en lo que tuviera delante, casi nunca en la boca. Un portazo y adiós mierda y adiós, adiós. Sin embargo, nunca era adiós sino hasta luego, hasta el lunes, hasta el jueves. 

 


—Adiós. 

 


Quería follárselo, más por lo que implicaba follar a un tipo mayor, de estrecha cadera, suficientemente todo, como para masturbarse en un Ford Mustang en mayo o noviembre. Cuando había chicas —bonitas, de caras de bebé—, se desfogaba y ahí sí, adiós. Como una superación, Matt escogía de largo cabello negro. Y siempre, equivalente a esperar, volvía. Como escuchando que necesitaba, ni siquiera lo tocaba. Se arrojaba a la cama de nuevo, fumaba o se escudaba con un videojuego, hasta tenerlo donde cree que quiere y lanza:

 


—Tengo diecisiete, hombre—L se mordía el pulgar, como se la mordería a él, y Matt se acercaba—. Incluso conociendo mis motivos, me dejas entrar. No te propongo matrimonio, sólo venir de vez en cuando, tener sexo y llamarte para concretar una cita al día siguiente. 

 


—Exceptuando el sexo, ¿no estás cumpliendo con una rutina similar, Matt-kun? —decía—. No obstante, es bastante obvio que tus encuentros sexuales son numerosos y no sufres de abstinencia debido a mis justificados rechazos diarios. Lamento decirte que hoy tampoco me siento atraído a la idea de practicar el coito con un menor de edad, siguiendo al hábito.

 


—Bien.

 


Le besaba, ese día en los labios, permaneciendo allí para no satisfacerse. L, a lo más, le cruzaba la lengua entre los dientes y la dejaba morder a gusto. 

 


—Son once años—rebatía, cerrando la puerta.

 


Se vino el día —como él en sueños—; hizo sonar el timbre, tocó la puerta, y L no abría. Así unas semanas, y por fin se decidió por ir al patio y romperle los vidrios. En el jardín, el lúbrico adulto de pie, atacado por la lluvia. Sin camisa, como un favor. 

 


Se vino el día en que deseo no desearlo; un amigo, sin la concupiscencia de años en los ojos y en las manos. Por eso, tal vez, quién sabe, le abrazó sin pretensiones insidiosas, le acarició el pelo y le besó la frente. Mientras lo llevaba dentro, procuró no fumar. 

 


—Me encuentro bastante bien, Matt-kun—respondió a la nula cuestión. Matt le secaba el cabello, sentado a sus espaldas, en la cama.

 


—Ya veo—Le besó en la nuca, se bajó del mueble y le trajo del armario un conjunto de ropa—. Me importa un carajo si piensas que soy un reprimido o un burdo—se sinceró de repente, preparándole el baño—, sigo siendo tu amigo. 

 

Aquel día, Matt tuvo una contingencia súbita, planteada de forma circunstancial, ignorándola como las ganas de cogérselo en la bañera. Cierto respeto, decía, obligaba a sentirle absoluta deferencia. Igual, se largó, sin obtener palabra significativa, sin besarle algo, sin patear la puerta. Se manifestaba como un adiós esa vez, y no salió de su boca, no movió la mano o se fumó algo, prometiendo regresar. No regresó, efectivamente, en el semestre siguiente. No lo llamó, antes, durante o después de besar o hacerle el amor a alguna niña de su clase; al tiempo, las ganas se bajaron, y le hacía falta un amigo. El idiota de Mello, hijo de perra, se comía a Near cada que lo veía. Near era el apoyo, curiosamente. Mello estorbaba un poco: Matt se lo había ganado primero, una vez borrosa, pero una vez.

 

—Cree que podría suceder de nuevo—informó River—. ¿L?

 

—No sé.

 

—Me aseguraré de que esté bien—prometió.

 

—Por favor.

 

Tuvo que lanzar su celular desde el balcón para evitar los fallos. Cambió de computadora, con la condición de permitirle interferir a Near si así quería.

 

La lealtad sólo sirve de pavés. La lealtad crea a los canes, los hace desdichados, mano derecha, hasta un nuevo asalto, y los liquida, ardiendo el escudo, que se conserva con tan encantador apego. La lealtad es a lo que implora Matt, sin rosarios, sin preces. Está muerta, desde luego, en el momento antes de cerrar la puerta del baño, con L entre la espuma, vacuo de sentimiento, despidiendo a alguien que ya no creía en él.

 

Durante el suplicio, Matt quería ser su amigo, incluso cuando la tarjeta estaba perdida. La lealtad, yaciente, no parirá amigos. Así que, fúmate un cigarrillo, contrae la pena y tenlo ante el cielo seguro, que ya jamás volverás a él

 

—Está bien.

 

Near guardaba una porción de eso cada semana. Tranquilo, Matt continuaba días tras día sin proseguir realmente. Consiguió una chica, Halle, como huelga al aburrimiento. Además, una consola extravagante. El apartamento era nuevo, dulce emancipación. El colegio, tercer puesto.

 

El primer semestre se disolvió como ceniza.

 

El segundo, apenas sobrevivió.

 

El tercero…

 

—Ve a verlo—aconsejó Near—. Delimita tus funciones. Podrás contenerte, Mail.

 

—¡Que se vaya a la mierda!

 

Ímpetu, lo que faltaba. El cansancio le obligaba a tirarse por horas boca abajo, con Halle murmurando quejas a los maestros. Una caricia. Cómo deseaba follárselo. Cómo deseaba ser su amigo. Cómo deseaba no desearlo.

 

Presentándose tras el enrejado, no hacía nada. Seguro él sabría, lo vería. Si lo encontraba… sería tan leal, como los sueños. Matt se fumaba un cigarrillo, esperando que saliese por la ventana, le pediría que entrara, y él pasaría y lo besaría como antes. Jugaría un videojuego, teniendo a la suerte apretada en los sobacos.

 

—Hazlo—dijo Mello.

 

Cómo deseaba no ser leal al abandono. Cómo —¡oh, lealtad! — ambicionaba abrazarlo similar al día en que se vino (ausente de connotación sexual) él mismo, no sabiendo bien si L estaba en sus brazos o él entre los de L. Protegerlo de sí mismo. Cómo suspiraba por verlo, sobre todo. ¿Qué era esa culpa, si sólo prometía ser desvalido de principios?

 

¡Pero, por favor, lealtad maldiciente, prometer que lo amaría al nacer, al morir!

 

Retornaría a la cama, con el cigarrillo esfumándose entre sus labios (alevosos), con la cabeza sobre sus brazos cruzados (corazón). Disfrutaría de ese modo, entonces.

 

Sin llorar, Matt.

 

Así que, fúmate un cigarrillo, contrae la pena y tenlo ante el cielo seguro, que ya jamás volverás a él

 

L cumplía treinta y dos años. Matt tenía veintiuno.

 

—Yagami se unió con Mello, para prepararlo—le comunicó Near—. Irán todos sus conocidos—Arrojó una tarjeta sobre la mesa, mechón en dedo—. Sé que no irás, de todas formas, estás invitado. Esperaremos tu excusa junto con el regalo.

 

—Ahórrate el dinero—rebatía Mello—. Lo haría más feliz que estuvieses allí, malnacido.

 

Estoy enfermo. ¡Feliz vigésimo noveno cumpleaños!

 

Trabajo, universidad… ¡Feliz trigésimo cumpleaños!

 

Evento importantísimo en París. ¡Feliz trigésimo primer cumpleaños!

 

Mudanza hoy. ¡Feliz trigésimo segundo cumpleaños!

 

Exposición, tesis, trabajo. ¡Feliz trigésimo tercer cumpleaños!

 

Matt-kun, en el próximo convite, sólo envía el regalo; me es desagradable leer subterfugios que acaban en lo mismo, cada invierno.

 

Apegado, indemne. Un empleo, diseñador gráfico, con dólares flotando por el desvalijado mirar. Near persistía desde las sombras, con la mano cálida de Mihael.

 

L, afuera, en la puerta. Presionando el botón, intercomunicado invisible: Matt-kun, en el próximo convite, sólo envía el regalo; me es desagradable leer subterfugios que acaban en lo mismo, cada invierno.

 

Matt no estaba en casa. 

Notas finales:

 

Espero les haya gustado.

Ya saben que los rws son gratis, ¿no? Y un bonito regalo, además.

Como ya contemplan, el MattxL es crack seguro. Pero son preciosísimos ^^ Por ello, si alguna tiene conocimiento de algún fic —o tiene algún fic— de ellos juntos, pueden recomendarlo, porque ya es urgencia (xD).

Feliz Navidad.


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