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Lazos navideños por deathotel22

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Notas del fanfic:

Feliz navidad a Todos!!!

Notas del capitulo:

Espero que tengan una muy feliz navidad junto con sus seres quieridos!!!

Luces navideñas colgadas por doquier, adornos en todas partes y un lindo árbol coronado por una brillante estrella. Todo este conjunto adornaba el nuevo departamento de Bill, cualquiera que lo viera diría que el espíritu navideño se sentía en el ambiente...o quizás no.


-          Soy un idiota, ni siquiera debería estar festejando esto-


Bill arrancó las guirnaldas y las luces con varias lágrimas en los ojos, se veía desdichado y ojeroso.


Con un lamento se dejó caer en el piso, secándose las lágrimas gateó hasta poder arrimar su espalda en la pared.


-          No sé por qué arreglé todo para empezar- con un sonido lastimero, volvió a llorar haciéndose bolita en el piso.


La Navidad para Bill pasó de ser la festividad que más amaba, a la que más odiaba. Todos los cánticos, los adornos y la celebración en sí, lo deprimían y le hacían recordar lo sólo que estaba.


Hace un año atrás, por puro capricho del destino conoció a un joven, Tom. Con quién tuvo una relación, que terminó trágicamente o al menos para Bill. Tom estuvo jugando a dos puntas, al mismo tiempo que salía con él, también tenía un romance con otra chica. Eso terminó por destrozarlo. Bill le había puesto mucho entusiasmo a esa relación, creía que era el hombre indicado, pero de nuevo se equivocó, se dejó llevar por las palabras bonitas. No quiso saber más de Tom así que un día sin previo aviso, agarró todas sus cosas y se mudó de departamento.


Sorbiéndose la nariz,  Bill se puso en pie. Tristemente volvió a acomodar las cosas que quitó por el arrebato de ira y tristeza entremezcladas. Aquella era una escena que se repetía al menos dos veces al día desde que decoró su departamento. Siempre que algo le recordaba a Tom y se deprimía, quitaba los adornos y se sentaba a llorar.


-          Ya Bill, pareces un niño- se auto reprendió- deja de llorar o vas a llegar tarde al aeropuerto-


Aquel día 21 de diciembre, su hermana Lucía llegaba al país, se quedaría hasta la mañana del 24. Era un viaje relámpago, más que nada, quería ver a su hermano porque la última vez que hablaron por teléfono, lo escuchó muy triste. Y aunque ella viviera en Francia, bien podía ir unos días a visitar a su hermano y luego regresar con su esposo e hijos a celebrar las Pascuas.


Bill condujo hasta el aeropuerto intentando serenarse, no quería que su hermana lo viese todo chorreado.


Después de varios minutos de retraso en el vuelo, que se volvían una costumbre, casi una tradición en esas épocas; apareció Lucía con su equipaje, enfundada en un abrigo grueso para no congelarse del frío.


-          ¡Bill! Hermano, cuanto has crecido- Lucía se lanzó a su brazos y lo apachurró como a un oso de felpa. 


-           ¡Me despeinas!- se quejó Bill, pero a la vez sonrió contento de verla- tú en cambio, sigues igual de fea- se burló de ella, lo cual era una gran mentira ya que ambos se parecían bastante.


-          Eres un odioso- le sacó la lengua con fingido rencor- pero luego te daré tu merecido, ahora vamos a tu departamento ¿sí? Me estoy congelando-


Bill cargó el pequeño equipaje de su hermana y ambos regresaron al departamento. Ese año en particular hacía mucho frio, no sabían si era por el calentamiento global o es que Santa estaba de tan buen humor que hacía que nevara en más cantidad y el frio se esparciera por todo el país.


-          ¿Me vas a contar qué te pasa?- insistió Lucía por undécima vez con ese tema.


-          No me pasa nada, ya te lo dije por teléfono-


Lucía por supuesto que no se iba a creer semejante mentira, se le notaba la nariz de pinocho a leguas a su hermano. Aun así seguía preocupada, Bill lucía extraño…deprimido, era la palabra justa y ella simplemente no podía entenderlo. La navidad era la época que más contento lo ponía ya que en esas fechas su familia dejaba a un lado los prejuicios y por única vez en los 365 días del año podían hablar como gente civilizada. Aunque en los últimos años dejaron de frecuentarse.


-          Bill…- habló Lucia después de pensar un poco, a lo mejor era eso lo que lo tenía así de triste- sabes que si pudiera te llevaría conmigo a Francia para que pases con tus sobrinos y…-    


-          Lo sé, no hace falta que me lo repitas- dijo apenas en un susurro, doblando en la esquina que estaba antes de su edificio.


Lucía se sintió fatal. Desde que Bill confesó abiertamente a su familia cuales eran sus gustos, ellos cambiaron muchísimo. Las peleas siempre empezaban y terminaban por “la condición de Bill”, así era como le gustaba a su padre llamarlo. Ninguno se detuvo a entenderlo, siempre lo juzgaban y lo tachaban como la desgracia de la familia. Excepto en Navidad, que al menos hacían el intento de pasar una cena en armonía. Sin embargo todo ese encanto se rompió cuando Lucía que era la que insistía en tener un poco de paz, se casó. Ahora ella tenía su propia familia y a sus dos hijos a quien cuidar. Sus hijos querían mucho a su tío Bill, pero no podían verse seguido, más que nada por el esposo de Lucía, él también era un prejuicioso y aunque nunca se lo dijo directamente, le molestaba que se acercara a sus hijos por miedo a que los “arrastrara a su lado pervertido”.


Bill estacionó en el garaje, ambos bajaron en silencio, el frio tampoco ayudaba a entablar una conversación decente. Llegaron al octavo piso que era donde estaba el departamento de Bill. Un lindo Santa Claus muy sonriente, decoraba la puerta con un letrero que decía “bienvenidos”     


-          Nunca me contaste por qué te cambiaste de departamento- comentó Lucía quitándose el abrigo- el anterior tenía mejor vista-


-          Me traía malos recuerdos, eso es todo- dijo en tono seco, dando a entender que no quería que le preguntaran más sobre ese tema.


El resto del día no fue muy fructífero que digamos, por más que lo intentó, Lucía no pudo sacarle una silaba a su hermano acerca de su tristeza.


-          A lo mejor es por un chico- dijo en la noche, cuando estaba a punto de quedarse dormida- ¡Oh, una estrella fugaz!-


Se levantó rápidamente y abrió la ventana, a pesar de que hacía mucho frio, vio la estrella fugaz por un micro segundo y cerrando sus ojos, pidió con todas sus fuerzas su deseo.


-          Tal vez no era una estrella fugaz- dijo temblando, mientras cerraba la ventana y se metía entre las cobijas- a lo mejor eran fuegos artificiales-


A la mañana siguiente Bill despertó más tarde, se la había pasado llorando en silencio casi toda la noche y por eso sus ojos parecían dos papas. Cuanto más cerca estaba el 24 de diciembre, más melancólico se ponía.


Lucía por su parte le preparó el desayuno, para ver si en algo podía animarlo. Bill fingía estar excelente delante de su hermana, pero en el fondo no podía evitar pensar en Tom y su traición.


-          ¿Quieres que revisemos la lista de obsequios?- preguntó Lucía quien se estaba aburriendo y casi contagiando de la nostalgia de su hermano.


Bill solo negó con la cabeza. Justamente por un regalo enviado a la dirección equivocada fue como conoció a Tom. De haber sabido que aquel tipo le destrozaría el corazón, le hubiera dejado el regalo con todo y moño, y así se hubiera evitado tanto sufrimiento.


-          ¡Oh, vamos!- Lucía se cansó de su pésima actitud- vengo de tan lejos a verte y tú solo te sientas en el sofá a ver pasar la vida- enérgicamente se puso de pie y jaló a su hermano, iban a salir así tuviera que llevarlo arrastrando por las orejas- Bill Trümper, mueve ese flaco trasero tuyo y no me hagas repetirlo-


Bill se puso de pie, no le quedaba de otra. Después de todo, su hermana era madre de dos niños y no le temblaba la mano cuando tenía que ser severa.


Enfundados en sus gruesos abrigos fueron a uno de los centros comerciales más grandes. Las casas que veían pasar estaban perfectamente arregladas, las calles todas alumbradas con detalles navideños por aquí y por allí. Las avenidas estaban abarrotadas de gente haciendo sus compras o reuniéndose con sus amigos. Pero Bill sabía que el verdadero caos empezaría al día siguiente. Como era costumbre todos dejaban las cosas para último momento.


-          ¡Pero qué bonito!- exclamó Lucía dentro del centro comercial al ver un enorme reno hecho con luces- vamos Bill, ponte junto al reno para que te pueda tomar una foto-


Bill de mala gana y tragándose su fastidio, posó junto al reno con su mejor sonrisa fingida. Pero no fue el único lugar en el que tuvo que posar, a lo largo y ancho del centro comercial había varios adornos gigantes más: ositos polares, un trineo de Santa que brillaba, un despampanante árbol navideño, un Santa que movía alegremente su brazo y la atracción principal; un Santa de verdad preguntándole a los niños qué querían para Navidad.


El recorrido fue largo, Lucía se paraba a ver cada escaparate de los almacenes con serias ganas de comprarse todo, en eso se parecía a Bill, pero él esta vez lo veía todo como el día de los muertos.


-          Tengo sed, iré a comprar algo- comentó Bill cuando su hermana estaba por entrar en la novena tienda- ¿quieres que te traiga algo?-


-          Uhm sí, por allá vi un puesto de chocolates calientes con malvaviscos. ¿Podrías traerme uno?- dijo con una ilusión solo comparable a la de una niña entusiasmada.


Bill se alejó en busca de aquel puestito de chocolate caliente. Cuando lo encontró también se le antojó uno y se quedó a beberlo en unas bancas que estaban cerca, de paso descansaba los pies. Su hermana lo tenía dando vueltas casi durante tres horas sin descanso.


Suspiró resignado, no le importaba de hecho si se la pasaba dando vueltas toda la vida, lo que le dolía era no tener a nadie con quien disfrutar esas vueltas. Era cierto que esta vez su hermana estaba ahí, pero ella tenía su propia vida y no podía llamarla cada vez que si sintiera triste.   


Cuando terminó de beber el chocolate, fue en busca de su hermana, apostaba que ya estaba en otra tienda babeando por querer comprarse las botas que exhibían. Afortunadamente la encontró en la puerta de la misma tienda, se veía feliz sin alguna razón aparente.


-          Hermanito ¿qué crees?- dijo emocionada- me encontré con Pablo-


-          ¿Quién es Pablo?- preguntó mientras le entregaba el chocolate caliente y los malvaviscos.


-          Un ex compañero del colegio. El que estaba interesado en mi ¿recuerdas?-


Bill negó con la cabeza, no recordaba ningún Pablo interesado en su hermana. Por esas épocas del colegio en él único que podía pensar era en Arthur, un chico de un grado superior muy guapo, pero que nunca le hizo caso, porque era un mujeriego, macho castigador.


Dieron varias vueltas más por el centro comercial y regresaron al departamento agotados. Estaba nevando ligeramente pero era más que evidente que los copos de nieve aumentarían copiosamente en la madrugada.


Lucía en su habitación no dejaba de dar vueltas, solo estaría un día más con su hermano y no encontraba la manera de quitarle esa tristeza que cargaba sobre los hombros.


-          Es que está muy solo- medito cubriéndose hasta las orejas para calentarse- nunca le conocí ningún pretendiente ¿y como no?, si con los padres que nos tocó no se podía ni respirar fuerte para que no nos regañaran- con ese último pensamiento se quedó dormida.


Esta vez Bill fue el primero en despertar, estaba tan cansado que no le dio tiempo para ponerse a llorar y en parte lo agradecía, no podía seguir sufriendo por lo injusta que era la vida con él.


Preparó el desayuno y luego se quedó ensimismado viendo el árbol de navidad. En cuanto su hermana se hubiese marchado al día siguiente, quitaría todos los adornos. Lo mejor era cortar el dolor de raíz.


-          ¿Sabes lo que estuve pensando?- dijo Lucía saliendo de su habitación aun en pijama- que deberías colgar un muérdago en la puerta, podría traernos buena suerte-


Haciendo caso omiso de las quejas de Bill, buscó una silla para ganar altura y colgar el muérdago.


-          Has lo que quieras- dijo cansado- yo me voy a bañar-


Lucía rodó los ojos, su hermano era tan terco como una mula quinceañera enamorada. Antes de que ella también perdiera la paciencia, fue a cambiarse. Cuando se estaba cepillando el cabello sonó su celular, por un instante creyó que era su esposo, pero se sorprendió al ver el número que aparecía en la pantalla.          


-          Hola-


-          Lucía ¿Cómo estás? soy Pablo-


-          Muy bien. ¿Y a qué debo tu llamada? Eres un ingrato- se rió cómplice.


-          Perdóname la vida- él también rió complacido- estuve pensando en lo que me dijiste ayer y logre contactar con nuestros antiguos compañeros del colegio. Te organicé una fiesta de máscaras como despedida, ya que mañana regresas a Francia-


-          Vaya, ese gesto no me lo esperaba de ti-


-          Es mi regalo, después de tantos años sin vernos. La fiesta es a las ocho, te enviaré la dirección por mensaje. Es una fiesta estilo Venecia, así que puedes venir disfrazada. No faltes-


-          Claro que no, ahí estaré-


Esa era la excusa perfecta para que su hermano se distrajera. Además Pablo tuvo una muy buena idea al hacer una fiesta de máscaras.


-          ¡Bill!- dijo severa al ver a su hermano en el sofá con cara de lamento- otra vez sentado en ese estúpido sofá. Ahora mismo ponte de pie, nos acaban de invitar a una fiesta de máscaras-


-          Yo no voy- dijo deprimido.


-          ¿Pues qué crees? no te lo estoy preguntando, es una orden-


Después de ver el mal genio de su hermana, tuvo que obedecer. Ella se veía tan contenta y no quería echarle a perder la última noche que pasaría en Alemania.


-          Tenemos que ir por unas máscaras y unos disfraces- dijo completamente ilusionada- ¿De qué me disfrazaré?-


Fueron hasta el centro de la ciudad en busca de una tienda de disfraces. Lucía veía emocionada todo lo que tenían ahí. Observaba vestidos y descartaba opciones. Después de todo, la fiesta era en su honor y no podía llegar en fachas.


-          ¿De qué se supone que me disfrazaré yo?- preguntó Bill tratando de animarse un poco- ¿de arlequín tal vez?-


-          No seas ridículo, te encontraré un lindo traje-


-          ¿Para qué? Si de todas formas me sentiré como un bufón ahí-


Lucía no le hizo caso y siguió buscando. Al final encontró un lindo vestido blanco y una máscara con plumas, en cambio para Bill eligió un traje negro muy elegante, junto con una máscara dorada y aunque su hermano quería una máscara que le cubriera toda la cara y de esa forma no tener que hablar con nadie, Bill tuvo que conformarse con la elección de Lucía.


Aun así Bill agregó una peluca a su disfraz, con eso cubriría sus rastas bicolor. No quería llamar la atención en aquella dichosa fiesta.


A las siete de la noche partieron completamente disfrazados.


La casa en donde se daría la fiesta estaba divinamente arreglada con las características luces navideñas, además de globos por doquier haciendo alusión a la celebración que se llevaría a cabo.         


Ambos entraron en la casa y fueron recibidos por el dichoso Pablo. Bill seguía sin recordarlo y tampoco le interesaba.


El licor y los bocaditos iban y venían, Lucía conversaba sueltamente con sus antiguos compañeros, mientras que Bill estaba sentado en una silla, deseando estar en cualquier otro sitio.


-          Anímate un poco- le dijo su hermana cuando regresó de conversar con la doceava persona- te traje un poco de ponche-


-          No quiero. Ni siquiera debí venir- se bebió el ponche de mala gana.


-          No me gusta verte así, la fiesta está muy animada, tú eres el único aburrido en este lugar- le reprochó.


Bill no pudo defenderse porque en ese instante llegó un joven enmascarado que extendió su mano con intenciones de sacarlo a bailar. Bill creyó que iba en busca de su hermana, pero se equivocó.


-          No le hagas el desplante- susurró Lucía, mientras le daba un codazo en las costillas- ve a bailar con él-


Torpemente Bill se puso de pie, permanecer tanto tiempo sentado le acalambró las piernas. Bailaron unas cuantas canciones movidas, hasta que el DJ, cambió el ambiente para las baladas románticas.


Bill evitaba ver a su pareja de baile directamente a los ojos, a pesar de que la máscara ayudaba a taparlos un poco, se sentía incómodo. El muchacho enmascarado puso las manos en las caderas de Bill, pegándolo más a su cuerpo. La música era cada vez más lenta, las luces se apagaron dejando solo encendidas las pequeñas lucecitas navideñas, el ambiente era de romanticismo total.


El joven enmascarado sujetó a Bill de la mano y lo condujo cerca del árbol de navidad.


-          Un muérdago- dijo alzando a ver.


Bill se quedó perplejo y aceptó el beso del desconocido. Eso le dolía en lo profundo de su ser, su antigua historia de amor también empezó con un beso bajo el muérdago y no quería repetirlo.


Con lágrimas en los ojos, que descendían por el interior de la máscara, se separó. No iba a poner su corazón en bandeja de plata de nuevo para que lo hicieran mil pedazos.


-          Lo siento- fue lo único que pudo decir antes de salir huyendo.


Lucía lo vio apartarse de la gente, muy nervioso y fue tras él.


-          ¿Qué tienes Bill? ¿Qué pasa?- preguntó seriamente preocupada- ¿Te hizo algo ese muchacho?-


-          No, no pasa nada- se frotó los brazos para tranquilizarse- es tarde, creo que deberíamos irnos. Mañana sale tu vuelo muy temprano-


-          Es verdad- concedió no muy satisfecha con la respuesta de Bill- tienes razón, es mejor regresar a casa-


Lucía se despidió de sus amigos y fue al auto en donde Bill la esperaba, se había quitado la peluca y el antifaz. Quería olvidarse de todo lo sucedido, quería llegar a casa y dormir.


En el departamento Lucía no pudo sacarle ni una sola palabra a su hermano, este seguía repitiendo que no pasó nada y la apresuraba para que terminara de hacer sus maletas.


Cerca de las tres de la mañana ambos se fueron a dormir. El vuelo de Lucía partía a las 7 de la mañana, por ende solo tenían unas cuantas horas de descanso.


Cuando amaneció partieron al aeropuerto, era mejor estar antes por si surgía algún inconveniente con el vuelo.


-          Cuídate mucho hermano- lo abrazó Lucía antes de ir a la zona de abordaje- prométeme que ya no estarás triste-


-          Haré el intento- sonrió de lado, no muy convencido- salúdame a mis sobrinos, diles que cuando pueda iré a visitarlos-


-          No te preocupes, yo les digo- le dio un beso de despedida y  caminó hasta la zona de abordaje.


Bill se limpió una lágrima rebelde, estaba nostálgico. Ahora si estaba completamente solo. Fue por algo de comer ya que con las prisas a penas y pudo desayunar.


Al terminar su bocadillo respiró con resignación. Volvía a nevar y hacia un frio de muerte. Salió del aeropuerto y al poner un pie en la vereda estuvo a punto de resbalar y romperse la cabeza, si no hubiera sido por un par de brazos que lo sostuvieron.


Bill cerró los ojos esperando el golpe, pero como no sucedió los empezó a abrir muy lentamente en busca de la persona que se tomó la molestia de ayudarlo. Pero cuando vio de quien se trataba, le hubiera gustado no ser salvado.


-          ¿Bill?-


-          ¡Suéltame Tomás!- dijo enérgico, apartándose bruscamente.


-          Bill espera. ¿En dónde has estado todo este tiempo?-


-          ¡Eso no te importa!- le gritó para luego alejarse a toda prisa- déjame en paz, no quiero verte-


Tom lo persiguió por el tumulto de gente, era hora de que ambos aclararan las cosas.


Bill llegó a su auto y sin miramientos se marchó a toda prisa, no quería ver a Tom nunca más en su vida. Dentro de su auto trataba de respirar con normalidad, ver al hombre que le rompió el corazón le ponía los nervios de punta.


Cuando llegó a su edificio se dio prisa para refugiarse en su departamento hasta año nuevo. Pero no contaba con que Tom lo iba siguiendo y le estaba pisando los talones.


-          ¡Bill! No te comportes como un niño- lo sujetó por el brazo antes de que pudiera entrar a su departamento.


-          ¡Déjame en paz!- lo empujó para soltarse de su agarre.


Pudo abrir la puerta, pero Tom volvió a sujetarlo.


-          Tenemos que hablar-


-          No quiero hablar contigo. ¡Vete!- sus ojos se estaban llenando de lágrimas.


-          Bill ¿por qué te fuiste?- volvió a preguntar suavizando el agarre- ¿por qué desapareciste de un día para el otro?-    


-          ¡¿Y te parece poco, sínico infeliz?!- comenzó a golpearlo en el pecho- ¿querías que me quedara a felicitarte por tu gran hazaña?-


-          ¿De qué me hablas?- Tom no estaba entendiendo nada de lo que le decía.


-          Claro- dijo con sarcasmo-  que fácil es para ti fingir demencia. Me engañaste y lo sabes- las lágrimas rodaron por sus mejillas.


-          Yo no hice eso, jamás podría hacer algo así- se apresuró a defenderse.


-          Eres un sinvergüenza, yo te vi con esa mujerzuela-


-          Bill no sé lo que habrás visto, pero yo no te engañé con nadie. Yo te quiero-


Tom sonaba muy seguro de lo que decía y por un instante a Bill se le ablandó en corazón, pero no iba a caer de nuevo en sus juegos.


-          ¡No te creo nada!- volvió a empujarlo- aléjate de mí, no quiero  sufrir más- dijo entre sollozos.


Tom soportó los golpes y sujetó a Bill por la cintura, apegándolo a su cuerpo para demostrarle que no se iba a mover. Ese acto hizo que Bill sintiera mariposas recorrerle el cuerpo entero, lo seguía queriendo y se odiaba a si mismo por eso.


-          No me pienso alejar de ti Bill- dijo seguro pero sereno.        


-          Eres un egocéntrico. ¿Acaso crees que eres el único hombre sobre esta tierra? ¡Pues te equivocas!- le gritó con toda la ira que reprimía- ayer conocí a alguien más y nos besamos bajo el muérdago- era sucio utilizar esas tretas, pero quería que también sufriera.


-          Lo sé- dijo sin alterarse- me besaste a mí-


Bill lo vio sin creer hasta donde podía llegar su desfachatez.


-          ¡Ay por favor! Tomás no seas fantasioso. Lo que dices no tiene sentido-


-          No son fantasías-


Soltó a Bill y de su bolsillo sacó la máscara que le servía como prueba. Era la misma máscara que llevaba el muchacho enmascarado de la fiesta. Se la puso en la cara y volvió a abrazar a Bill, quien estaba perplejo.


-          Si quieres te puedo mostrar que no miento- susurró mientras veía el muérdago colgado en el marco de la puerta. Aquel muérdago que colgó Lucía con la esperanza de que les trajera un poco de suerte. 


Bill se sintió pequeñito al ser inundado por todas esas sensaciones. Ser besado por Tom lo hacía estremecerse de pies a cabeza.


-          Te dije que no mentía- pronunció aun rozando los labios de Bill.


No necesitaba más palabras ni explicaciones, Bill se rindió por completo y totalmente sonrojado rodeó el cuello de Tom.


Tom profundizó el beso, mordiendo suavemente el labio inferior de Bill para que lo dejara entrar, este separó los labios dejando libre acceso a la lengua juguetona del joven de trenzas.


A Bill le temblaban las piernas, se sentía como un pudín. Amaba a Tom por más que se negara a admitirlo.  Un pequeño gemido escapó de su boca, haciéndolo sonrojar aún más.


Tom cargó a Bill sujetándolo por la cintura y se adentró al departamento cerrando la puerta con el pie. Se estaba dejando llevar por sus impulsos.


En un instante llegó a la que suponía era la habitación de Bill, ambos cayeron en la cama porque Tom tropezó con el borde, sin embargo no se despegaron del beso.


Tom acarició sus mejillas y descendió hasta su barbilla, Bill solo podía suspirar y jadear. Entonces una duda se sembró en la mente del joven de trenzas. ¿Estaba bien que hicieran eso? Levantó la cabeza para preguntárselo a Bill con la mirada. Este le quitó la máscara del rostro y asintió, estaba muy seguro y no quería detenerse.


Sería la primera vez que estarían juntos de esa manera, en los meses que estuvieron de novios no pasaron de los besos y las caricias.


Tom lo besó tiernamente e introdujo una mano debajo de su camiseta, el calor se empezaba sentir y a Bill le estorbaba el abrigo. Se apresuró en quitárselo, Tom hizo lo mismo, para después regresar a devorar los labios de Bill.


Seguido de los abrigos, desparecieron las camisetas, los zapatos y los calcetines. Tom descendió sus  manos hasta el cinturón de Bill mientras le lamía el cuello.


Las respiraciones se agitaban aún más, los besos ya no eran suficientes.


Tom deslizó el pantalón de Bill junto con sus bóxers. Bill estaba avergonzado, pero no quería detenerse.


-          Te ves muy lindo así- Tom se acercó al oído de Bill para susurrarle aquellas palabras.


Eso provocó que se estremeciera y sonrojara más, buscó los labios de Tom para sentirse tranquilo. Tom lo besó con devoción mientras él también se quitaba los pantalones.


Al estar completamente desnudo, juntó sus caderas con las de Bill, quien gimió al sentir el roce. Tom descendió besándolo desde la barbilla hasta llegar a sus caderas, mientras las lamía, con la mano derecha le proporcionaba placer al miembro de Bill que iba cobrando fuerza.


Bill al sentir las caricias de Tom apretó las manos en torno a las cobijas, ya no estaba tan avergonzado como hace un instante. Los labios de Tom descendieron hasta su pene y sin  previo aviso se lo metió a la boca. Bill arqueó la espalada por el placer que sentía          


Cuando terminó su labor allí, descendió aún más hasta llegar a su entrada, Bill gimió sin pudor al sentir la lengua de Tom en aquella parte de su anatomía. Unos minutos después cambió su lengua por uno de sus dedos.


-          Dime si te duele-


Bill asintió, sabía que tenía que estar relajado. La intromisión de un dedo no le molestaba, se sentía raro pero nada más. Tom introdujo un segundo dedo y esta vez vio como Bill fruncía el ceño, para distraerlo volvió a masturbarlo. El efecto relajante comenzó a funcionar, Tom se arriesgó a meter un tercer dedo, el interior de Bill estaba muy apretado, mientras lo dilataba encontró su punto dulce. Golpeteó con un dedo la próstata de Bill, que lo volvía completamente loco.


Al sentir que estaba listo, suplantó sus dedos por la punta de su pene. Hizo un poco de presión y comenzó a deslizarse dentro.


Bill sentía como su interior se partía en dos, esa sensación no le gustaba, para nada era como se lo había imaginado. Tom notó su sufrimiento y se acercó a besarlo.


-          Está bien si quieres que nos detengamos- le susurró mientras le besaba las mejillas.


-          No…- dijo adolorido, pero decidido- quiero seguir-


Bill se abrazó a la espalda de Tom y le dijo que continuara. Tom tratando de ser lo más cuidadoso posible terminó de introducirse, se detuvo para dejar que Bill se acostumbrara. Todo aquello era nuevo para el joven de rastas bicolor, pero lo peor había pasado.


-          Puedes…moverte- dijo en voz entrecortada.


Tom lo besó con ternura, dándole a entender que lo amaba. Luego, lentamente comenzó a salir y a entrar, eran estocadas cortas para que Bill se fuera acostumbrando al movimiento. Sin embargo Bill quería llorar, su interior le quemaba y era muy doloroso, hasta que Tom se impulsó hacia abajo rozando su próstata y cambiando todo el panorama. El dolor iba disminuyendo, siendo sustituido por el placer absoluto. 


Bill se abrazó con más fuerza al cuello de Tom, no paraba de gemir derritiéndose ante el placer. Tom empezó a moverse con más libertad, todo ahí dentro le apretaba dulcemente. Las estocadas eran más fuertes, la habitación se fue inundando de gemidos y jadeos.


Cuando Tom sintió que no podía más, comenzó a masturbar a Bill al ritmo de las penetraciones. Bill casi no podía articular una sola palabra. Al sentir el orgasmo llegar clavó las uñas en la espalda de Tom y arqueó la espalda del placer.


Tom terminó en su interior haciendo un sonido gutural.


Estaba agotado, satisfecho y feliz.


Besó a Bill en los labios y con cuidado salió de su interior, luego se acostó a su lado y lo abrazó con ternura.


Bill escondió su rostro en el cuello contrario. Estaba feliz, pero aún seguía avergonzado. Tom lo acurrucó y jaló las mantas para cubrirlos a ambos.


-          Quiero que sepas…- comenzó a hablar Tom- que yo nunca te fui infiel con nadie- era el momento justo para aclarar esa duda.


-          ¿Y quién era esa tipa con la que te vi besándote?-


Tom exhaló, recordando.


-          La tipa a la que creo que te refieres, es una mujer muy pesada- comenzó a explicar- una chica nueva en mi trabajo. Desde que llegó no paró de perseguirme y aunque yo nunca le hice caso, ella no se detuvo. El beso que viste fue en una circunstancia en la que no pude hacer nada. Perdóname por no contártelo a tiempo-


-          Soy un tonto- dijo con tristeza Bill- supongo que por eso nadie me quiere, me vuelvo demasiado intenso-


-          Claro que no eres un tonto- Tom lo abrazó con más fuerza-, eres muy sincero. Y si crees que nadie te quiere, entonces no hubiera estado buscándote todo este tiempo-


En eso tenía razón. Si no le importara a Tom, nunca se hubiera tomado tantas molestias.


-          ¿Cómo fuiste a parar en la fiesta de máscaras?- preguntó Bill esta vez.


-          Como te dije, te estuve buscando todo este tiempo, iba seguido a tu antiguo departamento para ver si alguien me daba algo de información, pero mis intentos eran en vano…hasta ayer. Alguien que conocía a tu hermana me dijo que harían una fiesta y que posiblemente tú estarías ahí- sonrió feliz- y no se equivocó, te encontré. Aunque estabas disfrazado, te reconocí al instante-    


-          ¿Por qué no me dijiste que eras tú?- preguntó haciendo un pucherito.


-          Intenté hacerlo cuando te besé bajo el muérdago, pero saliste corriendo y no pude seguirte porque llegó tu hermana. Pero por cosas del destino hoy tuve que ir al aeropuerto por un paquete y te volví a encontrar-


Bill sonrió feliz. La vida ya los juntó una vez por un capricho. ¿Acaso esta era su forma loca de decirles que no se separarían nunca? Bill quería creer que sí.        


-          Entonces…- volvió a hablar Bill- ¿pasarás conmigo Noche Buena?-


-          Si quieres pasaré contigo el resto de las noches de nuestras vidas- dijo con amor. Ahora que lo había encontrado no lo dejaría ir, estaba dispuesto a pelear con cualquiera por su amor.


-          Si lo dices así, claro que acepto- dijo coqueto mordiéndose el labio inferior- pero tenemos un problema, no preparé nada para hoy-


-          No importa, comeremos arroz con atún- dijo divertido- lo importante es que pasemos juntos-


Después de unos minutos de permanecer abrazados y repartiéndose cariñitos, ambos se vistieron para ver que podían comer.


Tom inspeccionaba la cocina en busca de algo decente que poder cocinar, cuando abrió el horno y encontró un asado.


-          Uhm ¿Bill?- lo llamó con incertidumbre, no podía ser que le hubiera mentido- ¿Por qué me dijiste que no preparaste nada, cuando en el horno hay un asado completo?-


-          ¿Eh?- se acercó sin entender, creía que era una broma o algo así.


Pero no, Tom estaba en lo cierto. Dentro del horno esperaba un asado con una nota. Bill la tomó y leyó:


«Espero que no te sientas triste nunca más. Te quiere Lucía»


Su hermana le había preparado todo eso. No supo a qué hora lo hizo, pero se sintió dichoso.


-          Mi hermana lo hizo- comentó Bill sonriendo- supongo que tendremos que decirle que no al arroz con atún-


Ambos se sentaron a la mesa muy contentos, pero sobretodo muy enamorados. Disfrutaron dándose de comer en la boca y brindando por no volverse a separar nunca más.


Cuando dieron las 12 de la noche, subieron a la terraza del edificio para ver los fuegos artificiales. Todo estaba lleno de luces de colores explotando por doquier.


Tom aprovechó para besar a Bill con aquel espectáculo de fondo.


Ahora Bill podía sonreír y sentirse feliz, la Navidad regresó a ser su época del año favorita.


Fin.          

Notas finales:

A todos los mejores deseos del mundo, en esta epoca de unión. Que la paz y la prosperidad reine en sus hogares!!! 

 

Les mando muchos besos sabor a gomita, nos vemos en "por un beso"...bye!!!


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