-Vamos Tim, no lo tome asi, no hay necesidad de que te vayas.
-¡¡¿Que no la hay?!! De qué rayos hablas Dick?! Ese demonio tiene que sacarme el ojo por completo para que te des cuenta?!
-El no haria algo asi… solo fue un accidente, por favor Timmi.
-¡No Dick!, tu cariño desmedido por él no te deja ver las cosas claras, ¿o es que no quieres verlas?- suspiro intentando calmar su voz, después de todo quien le había cortado la mejilla con una katana había sido Damian y no él- Me regresó con los titanes. Se supone que mientras Bruce no está aquí tu eres el líder- hizo una breve pausa donde dudo, al final habló mientras lo miraba serio- tal vez un puesto muy grande para ti.
Eso no era lo que realmente pensaba o sentía por su hermano, después de todo Dick Grayson había sido el primer Robin, había aprendido muchas cosas de él y había demostrado en más de una ocasión que era apto para liderar a la perfección, pero con la llegada de Damian Al Ghul todo cambio. Dick le tenía un particular aprecio al hijo biológico de Batman. Lo mimaba a más no poder, cada vez que se metía en problemas intentaba ayudarlo y cuando agredía más de lo permitido a los enemigos (y hermanos también) simplemente le restaba importancia y lo solapaba. Justo como lo estaba haciendo en esos momentos.
Para ningún miembro de la batifamilia era desconocido que el más joven de los Wayne no aceptaba a nadie más que a su padre, Dick y Alfred.
Suspiro al ver a su hermano salir con una maleta al hombro, sabia que tenia razon en todo lo que decía, pero cada vez que miraba los hermosos jades que Damian tenía como ojos era incapaz de enfadarse, sin embargo esa ocasión fue diferente.
Tim estaba en la mansión por unos días en los que pretendía descansar de sus actividades con los Jóvenes Titanes pero desde que puso un pie en la moraba fue recibido por la típica hostilidad del demonio. Dos días seguidos fue víctima de las “travesuras” (como las describe Dick) del Wayne menor, hasta que en la mañana del tercer día mientras caminaba por uno de los jardines laterales fue sorprendido por una katana directo hacia la cara. Por pura suerte esquivó el feroz impacto haciendo que solo el lado izquierdo de su rostro fuera alcanzado por el filo mortal del arma. La única explicación que ofreció el menor fue que estaba midiendo sus reflejos.
-Encontré el videojuego que padre me regaló en navidad el año pasado. Hay que jugarlo.
La voz de un Damian de ya quince años le llegó por detrás sacándolo de sus cavilaciones. Ese timbre y tono no demostraban absolutamente nada, ni una pequeña pizca de arrepentimiento o interés por la salud de su hermano.
-Ya estoy harto Damian.
-¿Drake vino a llorarte?- se cruzó de brazos- típico de él.
-Ve a tu habitación.
-Prefiero ir a la tuya- se acercó para abrazerle por la espalda, durante cinco años su relación de compañerismo se fue transformando en algo más personal, esa era una de las razones por las que Dick le tenía particular preferencia.
-No irás a patrullar hasta nuevo aviso- se removió para zafarse del agarre- te quedaras en la mansión y ayudaras a Alfred en las labores domésticas.
-¿Qué? No puedes hacerme eso Grayson! Solo porque el estúpido de Drake no puede moverse rápido.
-No Damian- sus ojos se fijaron en los contrarios- esta no es la primera vez que tus impulsos de niños consentido provocan problemas- el tono serio que empleo era tan impropio de él que Damian se estremeció ligeramente- te quedarás aquí, y mientras ayudas a Alfred a cocinar te recomiendo que recapacites mejor tus actos.
-Y quien te crees que eres para ordenarme!!!- apretaba con fuerzas sus puños mientras sus ojos lo fulminaba sin reparo alguno.
-Mientras Bruce esté fuera del planeta, te guste o no… soy el lider.
Sin agregar mas se alejo de la estancia dejando a Damian solo con su enfado.
***
Entró en su habitación sigilosamente, no quería que lo vieran con semejante corte en el rostro, en especial su novio kriptoniano. Arrojó su maleta a un rincón y de un impulso se aventó sobre su mullida cama. Recargo el lado derecho de la cara sobre la almohada y cerró sus ojos intentando descansar de sus supuestos días de vacaciones. Una rápida brisa removió sus finos cabellos haciéndole saber que ya no se encontraba solo. Hubiera preferido esperar hasta la mañana siguiente para verlo, pero ya su enfado le había obligado a volver a pelear con su hermano mayor y lo último que deseaba era discutir con Conner.
-Volviste antes- fue lo primero que escuchó antes de incorporarse.
-Si.
-Me gustaría decir que es una lastima pero en verdad me alegro que esté de regreso Tim- camino para sentarse en el borde de la amplia cama- te extrañe.
La habitación se encontraba con las luces apagadas y la luz del exterior ya se había extinguido hace unas horas atrás. Aun así sabía que la vista kriptoniana de su novio sería capaz de ver a la perfección su rostro. Cuando Tim se volteo no necesito de vista mejorada para imaginar la expresión de Conner. Este último era extremadamente protector y posesivo. Subió una mano para remover un pequeño mechón de cabello y poder despejar la herida que se extendía desde arriba de la ceja hacia la mitad de la mejilla.
-¿Quien fue?- la voz sonaba como un susurro amenazador.
-Damian- contestó sin rodeos, conocía lo persistente que podía llegar a ser el super chico.
-¿Qué hizo Nightwing?- conservaba el mismo tono.
-Nada, como siempre- se removió el cabello con los dedos- cada vez que Batman no está es como si ese demonio aprovechará para fastidiarme.
-Pues ya va siendo hora que alguien lo ponga es su lugar- se puso de pie- no es la primera herida que te hace.
-Olvidalo Conner de nada servirá que…
No fue capaz de terminar su frase ya que en un abrir y cerrar de ojos nuevamente se encontró solo. Pudo haber llamado a casa para prevenir a Damian de que un furioso kryptoniano iba por su cabeza, pero sabía que en realidad Conner no sería capaz de hacerle nada grave y para ser sincero en verdad deseaba que alguien le diera una cucharada de su propia medicina, así que con una sonrisa en el rostro volvió a recostarse imaginando el divertido desenlace de aquella historia.
En el aire volando a gran velocidad Conner Kent iba recordando todas las historias que su novio le había contado sobre el menor de sus hermanos. Ninguna de ellas era agradable. Cuando divisó la morada del murciélago disminuyó el vuelo para localizar a su víctima, nunca lo habia visto en persona pero segun la descripcion de Tim era un niño arrogante, molesto, pretencioso y creído. No tenía mucha referencia en cuanto a su físico pero teniendo en cuenta de que en ese hogar solo se escuchaba el palpitar conocido de el fiel mayordomo de los Wayne supo que el otro corazón acelerado que escuchaba y que no reconocía tenía que ser del ese tal Damian.
En el jardín principal Damian arremetía golpes feroces una y otra vez sobre el tronco de un árbol descargando su frustración, detuvo sus ataques cuando un estruendo en el suelo hizo que la tierra temblará, una expansión de aire lanzo volando en diferentes direcciones pedazos de tierra y unas cuantas hojas cercanas. El joven Robin cubrió sus rostro e instintivamente se colocó en una pose de defensa.
En medio de aquel hoyo se encontraba un joven de aproximadamente dieciocho años quien llevaba unos pantalones azules y una camisa ajustada de color negro con una “S” roja en el pecho, su entrecejo se juntó tanto que daba la impresión de que solo tenía una ceja.
Damian no supo cómo reaccionar “idiota” dijo mentalmente para Grayson quien antes de salir hace diez minutos a patrullar (sin él) le arrebató su espada y armas. Ahora tenía enfrente al clon de Superman sin absolutamente nada para defenderse, ese día no podía ir peor, así que sin ser capaz de aguantar más el impulso unas finas gotas comenzaron a resbalar por la comisura de sus bellos ojos, mojando sus tersas mejillas en el camino.
Si, Conner nunca lo habia visto en persona, segun la descripcion era un niño arrogante y creído, pero definitivamente Tim había olvidado agregar una palabra a todo eso: lindo.
Porque ante los ojos de Superboy Damian Wayne era eso. Inesperadamente tierno con sus pequeñas mejillas ligeramente infladas, los suaves gemidos que emitía mientras intentaba inútilmente controlarse, sus puños cerrados y su antebrazo secando las lágrimas. No eran lágrimas de dolor o miedo, sino de coraje, pero eso el joven kryptoniano lo desconocía. Un pinchazo en el corazón lo atacó haciéndolo pensar que se había excedido con su entrada provocando un gran susto al pequeño que se estremecía frente a él.
Su propósito inicial antes de ver los jades relucientes por el agua que lo miraban expectantes era amedrentarlo para que dejara a su novio en paz.
Ahora su nuevo propósito era consolarlo.