Levanta la botella de vino, la segunda de la noche, y toma un largo trago. Mira hacia el horizonte, donde las luces de la ciudad brillan como nunca las había visto, como si todos se hubiesen puesto de acuerdo para hacer que la vista sea más hermosa para él esta noche. Sonríe por ese pensamiento, volviendo la cabeza hacia la chica que lo acompaña. Es la primera vez que la ve tan guapa, con tacones y vestido en vez de tejanos y camiseta; incluso tuvo la delicadeza de arreglar su cabello. Esa tiara de hojas de laurel le da el aspecto de una princesa griega. Está estupenda.
“¿Qué crees que estén haciendo?” le pregunta ella, al notar la incesante mirada de él.
“¿Quiénes?”
Rueda los ojos, quitándole la botella de vino, “Nuestros compañeros.”
“Oh, te refieres a ellos. Es la fiesta de graduación, están teniendo la mejor noche de sus vidas, simplemente,” responde, moviendo su pie cubierto por unos zapatos de vestir de Armani al ritmo de la canción que suena en la radio de su coche. “Pero nosotros somos mejores que eso.”
“Si hubiera sabido que vendríamos aquí no me hubiese arreglado tanto, ¿sabes?”
“Exacto. No me puedes culpar por querer verte bonita alguna vez.” se echa a reír, levantando las manos para tratar de evitar los golpes que ella deja caer en sus hombros. “Hablo en serio. Te ves fantástica, y debes admitir que yo también.”
“Tienes razón… ¿cuánto costó eso?” inquiere, señalando el atuendo de él. Un traje negro, muy elegante, corbata del mismo color, una camisa gris, cinturón y los zapatos relucientes. Parece el príncipe azul de los cuentos de hadas, solo que para ella no es príncipe, al menos no en ese sentido tan romántico.
“Confórmate con saber que me he vestido de Armani, de pies a cabeza, para ti. Excepto por el cinturón, es de Prada.”
“¡Qué caballero!”
Cuando abre la boca para reclamarle por su ironía, la voz de la radio anuncia la próxima canción. Una de sus canciones favoritas. Se apresura a levantarse del capot del auto, se inclina sobre el asiento de conductor y sube el volumen de la radio a todo su potencial antes de volver hacia su mejor amiga. Se ajusta la corbata y le ofrece una mano, “¿Me permite este baile, señorita?”
“Por supuesto.”
Acepta su mano, toman un par de segundos para prepararse y comienzan a moverse al ritmo de la canción. Ella no es muy buena bailarina, pero él baila tan bien que no necesita saber hacerlo, solo dejarse llevar en sus brazos. Su forma tan suave de moverse la hace sentir que están flotando. Están inmersos en su propio mundo, los minutos no pasan, solo existen los dos y la adaptación de Michael Bublé para la canción de The Drifters, “Save The Last Dance For Me.”
“Baby don’t you know I love you so,” canta él, dándole vueltas por todo el espacio que tienen a disposición, y esbozando una enorme sonrisa de dientes blancos, “Can´t you feel it when we touch? I would never, never let you go, I love you oh so much.” Se ríen, pero no dejan de moverse, él mueve las caderas, da una vuelta experta a su alrededor y la sostiene con firmeza para llevarla hacia atrás, como hacen los novios en las bodas tradicionales cuando van a besar a sus esposas. La guía delicadamente a través de las últimas notas de la canción, hasta que finaliza y terminan el baile.
“Gracias, Christian.” murmura ella, acariciando su mejilla con su pulgar.
“¿Por qué? ¿Por haberte rescatado de tus horribles padres por una noche?”
Sonríe con diversión. “Principalmente por ser tú, el único chico con el que puedo estar sin preocupaciones. Y por rescatarme de mis padres todo el tiempo.”
“No me agradezcas por eso, María Clara. Eres mi mejor amiga. Siempre voy a estar para salvarte de ellos y para evitar que asistas a patéticos eventos como la fiesta de graduación. ¡Ah!, espera,” se mete una mano en un bolsillo de los pantalones y extrae una caja de terciopelo rojo. “Este es mi regalo de graduación para ti. No es un auto como el que te dio tu hermana, pero… es un detalle.”
Abre la caja con cuidado, revelando el contenido en su interior. Un anillo de oro blanco, con un diamante rosado arriba, sujeto por minúsculas réplicas de ramas hechas con diamantes más pequeños. Lo admira maravillada, es un detalle que solo alguien como Christian le podría dar a ella. “¡Christian! Es hermoso.”
“Un símbolo de nuestra amistad. Ven, déjame colocártelo.” Sostiene el anillo, guarda la caja devuelta en su bolsillo y toma su mano derecha para deslizarlo en su dedo corazón. “Llevo dos días pensando qué historia hay detrás del anillo, ya sabes, algo similar a que el diamante rosado eres tú y los diamantes que lo sostienen me representan a mí, pero es tan ridículo…” suelta una risita, “así que es solo un regalo especial.”
“Mucho mejor sin la historia.” afirma. “Esta es la mejor noche de graduación de todas.”
“Lo sé.” Se vuelven juntos hacia la vista panorámica de la ciudad. Sin que ella se lo pida, él se retira el saco para colocarlo sobre sus hombros; la brisa fría de la noche está comenzando a notarse. “Dile adiós a la escuela, y saluda a la universidad.”
“Hablando de universidad, ¿ya decidiste a dónde vas a ir?”
“Vassar*.”
“Hablo en serio.”
“Muy bien, no se lo he dicho a nadie, eres la primera. Apliqué para Central Saint Martins*, en Moda. Y recibí la confirmación ayer.”
“¡Dios mío! ¡No puedo creerlo! Vas a hacer lo que más te gusta, estoy muy feliz por ti.” exclama María Clara con entusiasmo. “A mí me aceptaron en la LSE*. Economía y Finanzas.”
“¿Estás bromeando? ¡Es excelente! Ven aquí,” la envuelve con sus brazos para estrecharla en un abrazo de oso. “Aún no entiendo cómo te gusta la economía, chica, a los treinta años vas a estar muerta, pero si te gusta, me alegra que lo hagas.”
“Eres un idiota.”
“No más idiota que tú. Por lo menos mi carrera no me matará del aburrimiento.”
“Me apasiona demasiado como para morir.” lo empuja juguetonamente, y se acerca más hacia la gran ciudad para visualizar las escazas estrellas que decoran el cielo nocturno. “¿No dejaremos de ser amigos, verdad?”
“No me digas que vas a recitar el discurso del ‘seremos amigos para siempre y nunca cambiaremos’.”
“No soy tan tonta. Incluso si la universidad nos hace personas diferentes, quiero que sigamos siendo amigos.”
“Lo seguiremos siendo. Lo prometo. Todavía tengo tu número, ¿recuerdas?”
“Más te vale, Christian.”
Christian asiente, con energía, y toma su rostro con sus manos para besarla, sellando su promesa. La fiesta de graduación de la escuela debe estar en todo su auge, ya deben haber elegido a La Reina y El Rey de la generación, pero ahora mismo eso no les podría importar menos. Ahora mismo, en el lugar secreto que comparten, ambos son dueños del mundo.
O al menos hasta que se termine la botella de vino.
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