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RUPTURA por Nova22

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Notas del fanfic:

Los personajes de Haikyuu no me pertenecen, pertenecen a furudate Haruichi 

Capítulo 1

Abrió de par en par las puertas del armario, fue tomando con cuidado cada una de sus prendas, doblándolas y colocándolas una a una dentro la maleta sobre la cama con una lentitud que hubiese encontrado desesperante en el pasado y que ahora le resultaba reconfortante. Mientras acomodaba la ropa su cuerpo se relajaba y todo ese revoltijo de sentimientos que se acumularon en su pecho de disipaban.

Observó el casi vacío armario y antes de cerrarlo acarició con melancolía aquella camisa blanca de seda que ofreció como regalo en su primer aniversario. Tomo sus maletas y camino hacia el portal de la puerta, dejando atrás la que alguna vez fue su habitación. Dio un último recorrido a la casa inundando su mente con los recuerdos de los momentos que compartieron juntos, algunos buenos, otros no tan buenos, pero así era la vida de una pareja.

Se detuvo en la cocina y observó el sobre abierto de papel manila en la mesa, una solicitud de divorcio, se quedó mirando la perfecta firma de Kuroo, su futuro ex esposo. El shock inicial que sufrió al recibir aquellos papeles fue reemplazado por una sensación de calma. Era algo que ya había visto venir, incluso llegó a preguntarse por qué no lo habían hecho antes.  Después de todo no había podido cumplir con la "simple tarea", repitiendo las palabras de la madre del pelinegro, de darle un hijo.  Cinco años de matrimonio terminaban en esto, una separación. No podía quejarse, realmente vivió feliz durante el tiempo en que estuvieron juntos.

Tsukishima amaba a Kuroo y sabía que Kuroo le amaba, de eso no había duda, pero al parecer la presión que sus padres pusieron sobre el ante la exigencia de un heredero y el temor de perder la comodidad que su fortuna le ofrecía pudieron más que un sentimiento tan trivial como el amor. Si tan solo hubiese podido darle un hijo, en verdad lo intentaron, pero simplemente no sucedió. Mentiría si dijera que no estaba molesto, lo estaba. Estaba molesto consigo mismo, por haber soportado en silencio todos los comentarios despectivos de los padres del mayor acerca de su posición social o de su aparente esterilidad,  y con Kuroo, por elegir una vida cómoda y llena de lujos por sobre él.

Tomo el sobre y camino hacia la puerta luchando por deshacer el nudo que de pronto se había formado en su garganta. Este era el fin de lo que creyó sería una vida juntos, el fin de un matrimonio de cinco años. Pero este no era el momento para deprimirse, aún debía llamar a su abogado, quitar algunas cláusulas del contrato y poner una muy especial.

Sin perder tiempo tomo su móvil y marco el número del único abogado que podía ayudarle.

– Hola, ¿Akaashi?

 

*****

Dejo sus cosas en casa de sus padres y se dirigió a ver a su abogado. La oficina de Akaashi se encontraba en el corazón de la ciudad. Tsukishima pasó junto a la secretaria, quien le dedicó una indescifrable mirada, y entro a la oficina cerrando la puerta detrás de él.

– Tsukishima – el pelinegro colgó el teléfono y con una mano le indico el asiento frente a él.

– Lamento haberte llamado tan repentinamente, sé que estas ocupado – Dijo Tsukishima mientras ponía el sobre encima de la mesa.

Akaashi le dio una sonrisa – No te preocupes por eso, me alegra que acudieras a mí.

Akaashi tomó el sobre y leyó los papeles. Tsukishima le observó detenidamente mientras lo hacía y reprimió una sonrisa, no podía creer que todavía no hubiera superado esa manía de morderse el labio inferior cuando estaba concentrado en algo. Conocía a Akaashi desde hace poco más de diez años, era una persona sencilla a pesar de su posición social y una de las pocas personas a las que podía llamar amigo. El rubio sabía que podía confiar en él.

– Tsukishima ¿Estás seguro de que quieres rechazar esto? – Akaashi le lanzó una rápida mirada antes de volver al contrato – Te ofrecen una pensión compensatoria y el departamento en el que vivían también pasará a tus manos.

– No necesito nada de eso, puedo trabajar por mí mismo – respondió Tsukishima. Siempre odio ese departamento, era demasiado grande y lujoso para su gusto.

– Con respecto a la cláusula que quieres añadir ¿Hay algo que no me estás diciendo? – Preguntó – Soy tu abogado, deberías de decirme lo que ocurre.

Tsukishima pegó un respingo en su asiento – Es solo una corazonada, no lo he comprobado todavía. Quieras no sea eso.

– No me estarías pidiendo esto por una simple corazonada ¿Tienes síntomas? ¿Te hiciste alguna prueba antes?

– Quizás es solo estrés, me ha pasado antes y las pruebas siempre resultaron negativas.

– ¿No crees que van a sospechar si de repente llegó y les digo que quieres agregar esa cláusula al contrato?

– En realidad esperaba que fueran ellos los que la añadieran al contrato – el pelinegro le miró con una ceja alzada – lo que quiero que hagas es sugerirlo, la madre de Kuroo siempre fue desconfiada.

– No creo que deba...

– Ella te escuchara – interrumpió – sus familias han sido amigas por años y siempre han hablado bien de ti.

– Tu imagen ante ellos va a dañarse ¿Realmente quieres eso?

– No me importa lo que ellos piensen de mi – el rubio le miro suplicante – Akaashi por favor.

El pelinegro suspiró – Está bien – alivio cruzó el rostro del rubio – pero a cambio vas a hacerte ese prueba.

El rubio asintió – llámame cuando esté todo listo – dijo Tsukishima levantándose de su asiento.

– Tsukishima – le llamo Akaashi – ¿Dónde te estás quedando? ¿Qué vas a hacer después?

– En casa de mis padres, voy a comenzar a buscar departamento mañana.

– No dudes en llamarme si necesitas algo.

– Gracias, pero no será necesario – respondió caminando hacia la puerta – voy a estar esperando noticias tuyas.

Salió de la oficina y observó las nubes grises se arremolinaban en el cielo. Camino por la ciudad sin rumbo fijo, no quería volver y encontrarse con la mirada de lastima de su madre, no quería escuchar un "Te lo dije" de parte de su padre. Ellos siempre pensaron que esa relación no funcionaría, tenían razón. Tsukishima también lo sabía, pero fue más fácil ignorar todas sus advertencias y seguir a su corazón, fue ingenuo.

Se detuvo frente a un escaparate y contemplo la escena familiar que mostraba a los padres y sus dos pequeños en lo que parecía ser un paseo, su mirada se detuvo sobre la cuna del bebe y no pudo evitar posar una mano sobre su vientre. Apartó la mirada y continuó su camino luchando por contener las lágrimas que quemaban sus ojos.

Después de casi una hora de caminar sin rumbo se sentó en la solitaria banqueta de un Parque, niños pequeños corrían de un lado a otro jugando a la pelota, otros jugaba en los diversos aparatos puestos para su entretenimiento. A la distancia sus padres observaban con sonrisas cálidas como sus pequeños se divertían. Se imaginó así mismo y a Kuroo en su lugar observando al pequeño niño que jamás pudo, ni podrá darle, jugar y se sintió vacío.

Tomo su móvil, que llevaba vibrando desde hace un rato, y miro fijamente el nombre de Kuroo en la pantalla, probablemente el ya noto que sus cosas no estaban. Sin prisa, presiono el botón de apagado y la vibración cesó. Una gruesa gota de agua cayó sobre la ya oscura pantalla y se deslizó a lo largo de ella, después de esa siguieron más hasta que se desató un aguacero. Sin prisa guardó el móvil y se levantó de la banca, no había rastro de los niños, solo un triste y olvidado oso de peluche quedo como evidencia de que alguna vez hubo niños jugando ahí.

Trato de dar un paso, pero sus piernas no respondieron, se quedó inmóvil mirando a la nada mientras su ropa se empapaba y poco a poco se instalaba en su pecho el ya conocido sentimiento de angustia.

De pronto la llovía dejo de caer a su alrededor, había una persona al lado suyo cubriéndole con un paraguas, pero no podía distinguir de quien se trataba pues sus anteojos estaban empañados.

– Llevo un buen rato buscándote – Tsukishima conocía esa voz, había hablado con él no hace mucho.

– Akaashi – Susurró el rubio.

– Ven, te llevaré a casa – dijo el pelinegro colocando una mano sobre su hombro.

– No es necesario – dijo el rubio apartándose.

– Tsukishima ¿Estas bien?

– Sí, estoy bien – respondió con voz monótona. Se mantuvo con la mirada gacha tratando de contener las lágrimas que quemaban sus ojos.

– No, no estás bien – dijo Akaashi atrayéndolo hacia el en un abrazo y tirando el paraguas en el proceso – Deja que te lleve a casa – susurró el pelinegro.

Tsukishima no se resistió al abrazo, realmente lo necesitaba, pero no lo sabía hasta que alguien lo hizo.

– Yo...Ya no tengo un hogar – sollozaba el rubio – ya no tengo nada, no quiero ver a mis padres, no quiero ver a Kuroo – gritó entre lágrimas – Realmente lo intente, yo en verdad quería darle un hijo, pero no pude. Y ahora el me desecha como si no valiera nada, ni siquiera tuvo el valor de decírmelo a la cara, es tan frustrante. Dime ¿Qué debería hacer ahora?

Una a una lágrimas caían de sus ojos confundiéndose con las gotas de lluvia que empapaban su rostro, dejo salir todos los sentimientos que había estado guardando desde hace años, fracaso, decepción, dolor, pérdida, frustración. Se aferró a Akashi como un niño pequeño que buscada la protección de su madre, buscando el consuelo que nadie le había dado, con la esperanza de que todo desapareciera.

– Vas a enfermar se te quedas aquí – susurró Akaashi acariciando su mojado cabello – Ven conmigo.

El subió asintió y lo siguió hasta su vehículo.

 

*****

Llegaron hasta el departamento del pelinegro tan rápido que ni siquiera lo noto, Akaashi inserto la llave en la cerradura mientras Tsukishima observaba las gotas de agua que caían de sus ropas y mojaban la alfombra del suelo.

– Akaashi – le llamó Tsukishima jalándolo de la manga de su traje – Lamento haberte mostrado una imagen tan lamentable.

El pelinegro abrió la puerta y volteo a verlo – Esta bien, es una reacción natural. El hecho de que lo estuvieras tomando con tanta calma me preocupo, sabía que algo andaba mal contigo y por eso decidí salir a buscarte.

– Ya veo – dijo sin levantar la mirada aún – Ya estoy bien ahora.

– ¿Estás seguro? – Tsukishima asintió – Entonces mírame a los ojos y repite eso.

Tsukishima elevó la mirada – Estoy bien – dijo, su rostro se mostraba calmado pero sus ojos reflejaban su tristeza. No estaba bien y probablemente no lo estaría en mucho tiempo.

Hubo un momento en el que solo se cruzaron sus miradas, de nuevo las lágrimas se galopaban en sus ojos. Quería apartar la mirada pero no podía, estaba paralizado por esos ojos azules que lo absorbían.

– Estas mintiendo – dijo acercando su rostro hacia el – Deja que cuide de ti – le dijo Akaashi. Y sin previo aviso lo besó.

Tsukishima se sintió mareado y confundido, pero no lo aparto. Correspondió al beso con la esperanza de que el dolor y la soledad desaparecieran. Sus dedos alcanzaron la nuca de Akaashi y se enredaron en su cabello negro. Sus labios rozaron los suyos, su lengua acariciaba la suya aumentando su temperatura corporal. Se tambalearon al interior del departamento y cayeron sobre el sofá.

Sus besos se tornaron más posesivos y hambrientos, se desprendían de su ropa con dedos torpes y temblorosos ansiando un contacto más íntimo. Akaashi recorrió su pecho con sus manos, mordisqueó sus labios y lamió con avidez cada rincón de su boca. Y Tsukishima acepto y devolvió cada uno de sus besos y caricias sintiéndose culpable, porque aun cuando era a Akaashi a quien estaba a punto de entregarse; era Kuroo en quien pensaba, la imagen de Kuroo era la única que podía ver y probablemente sea el nombre de Kuroo el único que gritaría.

Estaba mal, lo sabía. No debió haberlo seguido sin pensarlo, podían ser amigos ahora, pero fueron amantes en al pasado. Sabía lo que el mayor sentía por él y estaba tomando ventaja de eso, al igual que en el pasado. Estaba haciendo lo mismo que hace cinco años, cuando creyó que todo había terminado, cuando creyó que era el fin. Buscando consuelo entre sus brazos, buscando que aliviara su dolor. No podía seguir así, no podría seguir adelante se seguí dependiendo de él, tenía que salir del pozo en el que se había unido solo; si no, no podría salir adelante, no podría superar a Kuroo.

Tsukishima movió sus manos hasta su pecho y lo empujó suavemente – Akaashi no quiero hacer esto – dijo tratando de recuperar el aliento.

Los ensombrecidos ojos de Akaashi recuperaron su tono zafiro natural y se apartó lentamente del rubio – Lo siento. No debí hacerlo, fue inapropiado.

– Creo que será mejor que me vaya – arreglándose su ropa Tsukishima se levantó del sofá.

– Espera, no te vayas – le pidió – afuera aún llueve y tú ropa está empapada, vas a resfriarte si te vas así.

– No lo sé...No creo que sea buena idea

El cuerpo de Tsukishima temblaba, el calor de la excitación ya había abandonado su cuerpo dando paso a un frío que le calaba los huesos.  

– Necesitas darte un baño y cambiarte esa ropa – el rubio parecía renuente aún – Puedes marcharte cuando pase la lluvia.

– Si..Esta... está bien.

– Te llevaré ropa seca para que te cambies – dijo – ya sabes a dónde ir.

Tsukishima asintió y camino hacia el pasillo hasta la primera puerta blanca de madera que encontró. Era una habitación sencilla y acogedora, no había cambiado mucho desde la última vez que estuvo ahí, la cama de dos plazas, el escritorio frente a ella, blancas cortinas dobles, una mesita de noche a cada lado de la cama. Esa habitación, la habitación de huéspedes en la que solía quedarse aquel tiempo; en el que ellos eran una pareja, le hizo sentir melancólico.

"No habría funcionado, igual que con Kuroo" pensó antes de entrar al cuarto de baño, familias como las suyas jamás aceptarían que alguien como el entrara a su círculo social. La familia de Kuroo jamás lo aceptó.

Salió de la habitación sintiéndose más tranquilo, todas aquellas emociones que había estado reprimiendo menguaron gracias al llanto. Akaashi se encontraba en la sala de estar usaba ropa más casual y estaba al teléfono, al verlo le pidió que se acercara.

– Es tu madre, está preocupada por ti – susurró tapando el auricular del teléfono con la mano – Kuroo también está ahí ¿Quieres hablar con ellos?

El rubio negó con la cabeza – Por favor, dile a mi madre que volveré mañana – Akaashi asintió y volvió al teléfono.

El rubio lo observo desde el sofá mientras hablaba, su expresión paso de una serena y calmada a una ligeramente molesta antes de colgar el teléfono – ¿Sucedió algo?

– Kuroo – respondió – No le hizo muy feliz saber que estabas conmigo.

– Lo siento, solo ignóralo – dijo Tsukishima. La relación de Kuroo y Akaashi nunca fue buena, podía percibir una gran tensión entre los dos cada vez que se reunían. Probablemente solo se toleraban debido a la amistad que existía entre sus familias. A menudo la madre de Kuroo exteriorizaba su deseo de unir ambas familias mediante el matrimonio de sus nietos.

– Tsukishima, pasa la noche aquí – Tsukishima lo miró dubitativo – Tu madre va a estar más tranquila si lo haces.

– ¿No te molesta que lo haga?

– Tu sabes que no.

– Gracias.

Paz. Estar con Akaashi siempre le hacía sentir paz, quizá era porque siempre mantenía un porte seguro y tranquilo o si era porque él era la única persona con la que no tenía que fingir que estaba bien, no lo sabía.

Agradeció que Akaashi no hiciera ningún comentario sobre Kuroo o su divorcio y que respetara su deseo de no querer hablar. Solo se quedó ahí ofreciéndole su compañía y cuando parecía que nuevamente iba a sucumbir ante la tristeza el pelinegro posaba una mano sobre su hombro de forma consoladora, se aseguró de que se alimentará apropiadamente e incluso de que no tuviera fiebre. Tsukishima se sentía más por abusar de su amabilidad, no solo le había pedido ayuda con su divorcio sino que también estaba haciendo que cuidara de él, realmente se sentía una persona débil y patética.

 

*****

Se despertó con unas terribles náuseas que lo llevaron directo a cuarto de baño. Cuando concluyó y la habitación dejo de dar vueltas se refresco el rostro en el lavabo. La imagen que le devolvió el espejo no era la mejor: su piel, naturalmente blanca, estaba más pálida que de continuaré y tenía los ojos rojos y levemente hinchados.

– ¿Sabes? Dicen que es habitual sentir náuseas los primeros meses de embarazo – esa calmada voz le hizo volverse hacia la puerta abierta encontrándose con Akaashi.

– No estoy embarazado – respondió pasando al lado suyo. Sus piernas le temblaron y estuvo a punto de caer, pero fue sostenido por el brazo del pelinegro.

Segundos después están ayudándole a sentarse sobre la cama.

– ¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿Ya te hiciste una prueba?

– No, pero ya he tenido estos síntomas antes. Solamente es estrés.

– Entonces ¿Por qué poner aquella cláusula al contrato de divorcio? – preguntó Akaashi – Creo que una parte de ti ya sabe la respuesta, pero estas demasiado asustado para comprobarla.

– No, no es así. Yo solo... – Akashi tenía razón, estaba asustado. Ya había pasado por esto muchas veces antes, hacerse una prueba solo para ver todas sus ilusiones rotas. Ya no podía más con eso, prefería dejar las cosas así.

– Tsukishima, esto podía salvar tu matrimonio.

– ¿Salvarlo? – Susurró – No, las cosas están bien así como están.

Ya estaba cansado de tratar de salvar su matrimonio. Amaba a Kuroo, quería pasar el resto de su vida con él, pero no iban a poder vivir en paz. No mientras Kuroo siguiera anteponiendo lo deseos de su familia por sobre los suyos. Aunque le doliera en el alma, el divorcio había sido la mejor decisión.

No sabía que expresión tenía en el rostro, pero probablemente debía ser una muy lastimera; porque ahora Akaashi lo estaba abrazando – lo siento – susurró el pelinegro sobre su cuello.

Tsukishima cerró los ojos aguantando las lágrimas que quemaban sus ojos – Quizá debí haberme casado contigo en lugar de Kuroo – dijo en broma.

– Eso me habría gustado – dijo mirándole a los ojos.

 – C-creo que ya es hora de que vuelva a casa – dijo levantándose.

– Espera ¿No quieres desayunar primero?

– No, lo haré en casa – dijo cruzando la puerta hacia la sala de estar. Akaashi lo siguió de cerca.

– Bien, pero yo te llevaré.

Tsukishima acepto su oferta. No se sentía del todo bien, esa caminata le había dejado los pies adoloridos. Era algo natural, cinco años haciendo uso de los servicios de un chófer estaban pasando factura, tendría que acostumbrarse a ello, así como a otras cosas.

Cuando el auto se detuvo frente a su residencia Tsukishima se quedó estático en el asiento del pasajero, deseando estar en cualquier otro sitio menos ese.

– Podemos marcharnos si así lo quieres, no tienes que hablar con el ahora.

– No, está bien. Hablaré con él y terminare con esto de una vez – dijo decidido – Llámame cuando arregles lo del contrato.

Akaashi asintió con la cabeza– Tsukishima – el menor volteo – Suerte.

Tsukishima cerró la puerta detrás de él y desde esa distancio miro a Kuroo. Si Akaashi le hacía sentir tranquilidad, con Kuroo era totalmente lo contrario. Kuroo le hacía sentir nervioso, hacía que su corazón latiera fuerte, que sus piernas temblaran, que sus manos sudaran y que el aire le faltara cada vez que lo veía.  Él se hacía sentirse como si estuviera flotando sobre la nube más alta, no quería bajarse de aquella nube, pero tenía que hacerlo.

 


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