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ESPECIAL DE NAVIDAD por Butterflyblue

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Notas del fanfic:

Holaaaaaaaa, acompañenme en este especial de navidad que llega un poco tarde,Las historias de The Baby sitter, Promesas y mentiras y Corazones rotos, regresan en un pequeño especial de sus protagonistas , uno de varios que planeo hacer este año. Espero lo disfruten.

 

Besos y Feliz 2017

Notas del capitulo:

Las espero por aqui y espero con ansias sus mensajes. Saludos y que lo disfruten

 

Eran las cinco de la mañana cuando cruzó el umbral de su hogar. Estaba agotado pero aun así sonrió. La casa olía a primavera, como siempre.

 

Era una hermosa casa, la había comprado porque era espaciosa, pero lo que más le gustó de aquel lugar era su inmenso jardín trasero. Ese que su esposo se ocupaba de mantener frondoso, hermoso y cuidado, como una verdadera joya.

 

Dejó su maletín sobre el mueble de la sala y tuvo que volver a sonreír al ver el pequeño desastre que había en el lugar. El árbol de navidad estaba tirado en el suelo, pequeños y grandes adornos pululaban por la alfombra. Las luces no habían sido sacadas de sus cajas y la estrella que coronaba el árbol cada año descansaba en su estuche de terciopelo sobre la mesa del comedor.

 

—Es evidente que estos dos no pueden terminar nada sin mí. — murmuró sonreído y complacido.

 

Caminó hasta el pasillo donde estaban las habitaciones mientras desanudaba su corbata. Se asomó primero a la habitación cuya puerta ostentaba un anuncio rosa que rezaba “El cuarto de la princesa”.

 

La princesa que habitaba aquella habitación, estaba dormida sobre la cama, con los pequeños pies fuera de ella, las manos sobre la cabeza y a medio cubrir con una cobija que se arrastraba por el suelo.

 

Sonrió de nuevo, aquella forma de dormir de su hija era ajena a la de una delicada princesa. Se inclinó y acomodó los piecitos dentro de la cama. Tomó la cobija y cubrió el pequeño cuerpo que en seguida se acurrucó en el bienvenido calor de la cálida sabana. Un beso dulce depositó en la rosada mejilla.

 

—Papi. — murmuró entre sueños la pequeña durmiente.

 

—Te amo mi princesa. —le susurró con amor y salió sonriendo de la habitación.

 

¿Se puede ser más feliz?

 

Aquel pensamiento rondaba su mente mientras caminaba por el pasillo hasta su habitación, al entrar y ver al que en la cama en completo abandono dormía, su sonrisa se hizo aún más amplia y feliz. Representada en aquella entrañable escena, estaba la respuesta a su pregunta. Sí, se podía ser más feliz.

 

Patrick Delaney había vivido meses de infierno alguna vez, pero la recompensa que ahora ostentaba había borrado la desdicha y le hacía agradecer cada día por el regalo recibido.

 

Tres años habían pasado desde aquellos acontecimientos, ahora vivía en aquella casa, con su hija y con Nathan, su esposo.

 

Patrick estaba quitándose la camisa cuando sintió un movimiento en la cama.

 

—Pensé que llegarías más tarde. —murmuró un adormilado Nathan desde la cama.

 

Patrick no podía borrar la sonrisa de su rostro y es que Nathan era el centro de su mundo y su otro regalo, el que crecía en el vientre de su amor, era la más absoluta promesa del compromiso férreo de amor que los unía.

 

“¿Cómo no iba a ser tan condenadamente feliz?”

 

Se preguntó mientras semidesnudo se metía entre las tibias sabanas y besaba el pequeño vientre de Nathan.

 

—Resultó que la emergencia no era tal. —Explicó, dando pequeños besos a la tersa y abultada piel—. Es solo que mi paciente está ansioso y en extremo impaciente porque su bebé nazca y es la tercera vez que saca a su esposo de casa, con un parto que aún no es.

 

—Pobre. —murmuró Nathan recibiendo complacido los tiernos cariños para su hijo. Un hijo que ambos habían deseado con fervor y que ahora era un sueño hecho realidad.

 

Lo labios tiernos alcanzaron finalmente los suyos, invadiéndolos con suavidad.

 

—Menos mal que tu no eres así mi querido Doctor Delaney. —aseguró Patrick entre besos. —tu eres todo comedido, practico, sereno y…

 

—Desordenado ¿no viste el desastre que hicimos tu hija y yo, allá afuera?

 

Patrick rio con ganas y lo abrazó acurrucándolo en su pecho.

 

—Digamos que me estabas esperado para hacer el trabajo duro y así nadie se entera que el renombrado Psicólogo es un desordenado.

 

Nathan se acurrucó en el firme pecho y asintió sonriendo feliz. Patrick lo sintió dormirse casi de inmediato, suspiró contento y lo siguió hasta el dulce mundo de los sueños, todo era perfecto en aquel minuto, en aquel amado momento en que ya casi amanecía en aquel feliz hogar.

 

 

******

Otro hogar donde ya había amanecido y el desayuno era la orden del día, era el hogar de los Kiev. Aquella mañana se preparaban para una fiesta.

 

—Dylan y Sarah vengan a comer y no anden corriendo por la casa o se van a ensuciar.

 

Un tropel de pasitos se sintió por el pasillo y los niños finalmente se sentaron en la mesa del comedor.

 

—Mami Dyl se estaba comiendo los pasteles que vamos a llevar al colegio.

 

Gal estaba poniendo las tortitas en la mesa cuando su gesto se endureció.

 

—Dylan, esos pasteles son para compartir con tus amigos en la fiesta de despedida de navidad.

 

—Yo no comí nada. —se defendió el niño, pero su rostro lleno de polvo azucarado lo delataba.

 

Gal suspiró llenándose de paciencia.

 

—Desayuna y luego vas a lavarte la cara y por favor no te comas más los pasteles o no tendremos nada que llevar a la fiesta.

 

Dylan asintió compungido y comenzó a comer mientras le dirigía miradas hostiles a su hermana.

 

Gal negó con la cabeza, aquellos dos eran un dolor de cabeza. Cuando no eran los grandes cómplices, andaban como perros y gatos.

 

De pronto otro alboroto llenó la cocina y su esposo apareció por la puerta, con una niña en brazos que tenía un tremendo berrinche.

 

—Aquí hay alguien que amaneció de mal humor. — le espetó Nicolai con un dejo de molestia, mientras le entregaba a la niña con gestos azorados. —Tengo que irme, tengo una reunión y ya voy tarde.

 

Gal lo miró salir de la cocina entre el asombro y la molestia. Los gritos de Samantha y su estridente llanto no le dieron tiempo a pensar en nada.

 

— ¿Que pasa mi amor? ¿Por qué la rabieta? —le preguntó con dulzura mientras besaba sus húmedas mejillas.

 

—Yo quiero ir a la fiesta. —protestó la niña entre sollozos y Gal suspiró sentándose con ella en una de las sillas del comedor, mientras le daba una mirada a sus otros dos hijos instándoles a comer.

 

—Cariño, aun estas muy pequeñita, pronto iras a la escuela y tendrás muchas fiestas divertidas.

 

—Pero mami. —se quejó la niña entre sollozos.

 

Gal le sonrió y besó su nariz con ternura.

 

—Qué tal si tú y yo después que dejemos a tus hermanitos en la escuela, nos vamos a pasear por el parque y nos divertimos todo la mañana.

 

De sus tres hijos, Samantha era la del carácter más afable y sensible, estaba muy apegada a Gal y la palabra de su mami era ley.

 

—Está bien mami. —murmuró con un adorable mohín y Gal suspiró aliviado, aquel día estaba siendo agotador.

 

Todo pareció aplacarse cuando dejó a los niños en el colegio y se fue de paseo con su pequeña muñeca. Pasearon por un concurrido parque, que muy a pesar del helado clima, estaba lleno. Canadá en aquella época del año estaba hermoso, pero Gal añoraba su casa en Nueva York.

 

Mientras paseaba con su pequeña de la mano por algunas tiendas, Gal pensaba que Nicolai había estado extraño aquellos días y pensándolo bien, supo que siempre le pasaba cuando volvían a Canadá. En Nueva York su esposo se relajaba, pero no era así ahora, parecía tener más trabajo que nunca y estaba frio, distante.

 

—Menos mal que viajaremos pronto a casa. —murmuró Gal, sin darse cuenta que había dejado de pensar en aquel país como su hogar.

 

Luego de una mañana entretenida, regresó a casa, donde su sonriente niñera se encargó de la pequeña, mientras él se relajaba. Tawni solo venia cuando él le llamaba, no estaba permanentemente en casa pues a él le gustaba encargarse de sus hijos personalmente.

 

Cuando estuvo a solas se permitió pensar un poco, mirándose al espejo se dijo que nada pasaba, pero algo lo inquietaba.

 

—Voy a salir Tawn, regresaré en la tarde con los niños. Hoy voy a necesitar que te quedes en la noche, quiero salir con mi esposo a cenar.

 

La chica asintió sonriente.

 

Mientras conducía su auto hacía planes, tenía mucho tiempo que no era espontaneo y siempre era bueno intentar cosas nuevas. Pasó por una tienda, se compró ropa nueva y con una sonrisa fue a hacer una rápida visita.

 

—Listo, quedaste extremadamente guapo. —le alagó Galatea instándolo a mirarse al espejo.

 

Gal sonrió al mirarse, un cambio de imagen no le caía mal y Galatea lo había hecho muy sutil. Su rubio cabello que ya rozaba su espalda, había sido cortado en capas que ahora rozaban sus hombros. La ropa nueva resaltaba sus jóvenes y estilizados rasgos y la emoción lo hacía parecer diferente. Tal vez había estado muy apático y preocupado aquellos días.

 

—Lo matrimonios pasan por esas etapas, cariño. —le había dicho Galatea mientras arreglaba su cabello. —No tienes por qué preocuparte, tu esposo te adora, tienes un matrimonio sólido y una familia feliz.

 

Gal llevaba eso en mente cuando conducía hasta el edificio Kiev donde pensaba darle una sorpresa a su esposo. Pero la sorpresa se la llevó él.

 

—El señor Kiev salió desde muy temprano con el señor Teroux, dijo que no regresaría.

 

Gal trató de no dejar aflorar el estupor que sentía. Con una sonrisa le agradeció a la asistente de Nicolai aquella información.

 

—Debí haberlo olvidado, pasé por aquí porque estaba cerca y pensé que podíamos comer juntos.

 

La mujer asintió con una sonrisa correcta y serena. A Gal le gustaba aquella mujer, eran joven, pero no tanto y estaba muy inmersa en su cargo. Confiaba en ella, pero mantenían sus distancias, cada uno en el lugar que le correspondía.

 

Se despidió y cuando ya se marchaba la mujer le llamó.

 

—Ah señor Kiev, si lo que quería era almorzar con él, aun puede alcanzarlo, me dijo que iría al…

 

Gal asintió cuando la mujer le dio el nombre del restaurant y salió dando pequeños pasos de la oficina. Cuando entró al ascensor y este cerró sus puertas, soltó el aire que había estado conteniendo. Cerró los ojos recostándose pesadamente de las paredes del elevador, como si sus piernas de pronto hubieran perdido la capacidad de sostenerlo.

 

Había insistido hasta el cansancio para que Nicolai lo llevara a aquel restauran nuevo y muy de moda, su esposo siempre había tenido una excusa para no ir. Ahora estaba allí y…

 

— ¿Quién demonios es el señor Teroux? —murmuró con rabia.

 

Cuando estuvo finalmente en su auto, una disputa interna se llevó a cabo. Llamó a Galatea pero esta no le respondía, llamó a Dominic pero su amigo tampoco estaba y finalmente sin nadie que le diera una opinión ni un consejo sensato, se encontró estacionando su auto frente al lujoso restaurant.

 

—No debería estar aquí. — se recriminó aprensivo, pero ya era tarde, un valet parking ya le abría la puerta.

 

Salió del auto y entregó la llave al chico, sin estar muy convencido, pero sus pies parecían tener vida propia y lo llevaban sin que pudiera detenerse.

 

— ¿Tiene reservación señor?

 

Gal miró al anfitrión sin poder reaccionar.

 

— ¿Señor?

 

—N-no…tengo reservación. —sacudió la cabeza y trató de ordenar sus ideas.

 

“¿Qué hago aquí?”

 

La pregunta bailó en su mente unos segundos y cuando ya iba a marcharse, la voz del joven anfitrión le detuvo.

 

—Puede esperar en el bar a que se desocupe alguna mesa. Lo pondré de primero en la lista y le avisaré cuando haya algo desocupado.

 

Gal miró al joven sin entender y este le regaló una coqueta sonrisa.

 

“¡Lo que me faltaba!”

 

Se reprochó Gal al darse cuenta del evidente galanteo, aun así y ya que estaba allí, no dudó en aceptar y se dejó llevar hasta la barra, donde se sentó obediente hasta que el joven anfitrión desapareció. Pidió una copa de vino tinto y suspirando paseó su mirada por el atestado lugar, no tuvo que buscar mucho, pues en una apartada e íntima mesa, se encontraba el objeto de su búsqueda.

 

Apretó la copa entre su mano y estuvo a punto de romperla al ver la escena ante sus ojos.

 

Nicolai reía, no estaba sonriendo, no, el reía con genuina diversión y el joven junto a él, también lo hacía. Inmersos en su propio mundo bromeaban como dos adolescentes, se tocaban y reían en medio de una conversación que así de lejos, parecía de lo más entretenida.

 

Gal puso la copa sobre la barra y contuvo las ganas que tenia de ir a derramarle el contenido de aquella copa a su esposo en el rostro. Estaba decidiéndose en si ir a interrumpir la idílica charla o largarse, cuando vio la mano del joven extenderse hasta el rostro de Nicolai y acariciarle en un gesto por demás íntimo.

 

El tiempo se detuvo en ese segundo.

 

“Que lo rechace por favor…que lo rechace”

 

Rogó Gal en su mente, pero Nicolai sonrió y acarició la mano del joven con ternura.

 

Gal, incapaz de ver nada más, puso unos billetes en la barra para cubrir el vino que apenas probó y salió casi en carrera del lugar.

 

En el camino, tuvo que detenerse varias veces, las lágrimas no le dejaban ver la vía y la tercera vez tuvo que detenerse a vomitar. Limpió con un pañuelo su rostro y respirado agitadamente marcó en su celular. Gracias al cielo esta vez sí consiguió respuesta.

 

—¡Dominic…Nic-Nicolai me está siendo infiel…! —y el llanto estalló dolorosamente.

 

******

 

Adam Ethien Abramo Flament era un niño muy adelantado para sus apenas cuatro años de edad, así que sus padres habían decidió meterlo en un colegio donde le recibieron con gusto, a pesar de su temprana edad.

 

El niño disfrutaba de sus actividades escolares y así Dominic, pasaba la mañana sin mucho que hacer en la casa. No era que siempre estuviera ocioso. Habiendo terminado sus estudios de diseño con honores, era reclamado por lo más encumbrado de la sociedad para que diseñara y decorara diversos lugares.

 

Aun así, Dominic se había tomado un tiempo sin trabajo para dedicarse a criar a su pequeño tesoro. Pero Adam ya no le necesitaba como cuando era solo un bebé y Dominic pensó que era hora de volver a lo que le gustaba.

 

“O quizás puedo pensar en tener otro bebé.”

 

Aquel pensamiento rondaba la mente de Dominic hacia muchos días. En ese momento en el que, solo en casa, miraba al techo sentando en un cómodo sillón de su estudio, aquel pensamiento se hizo más persistente.

 

No había razones para no hacerlo. Tenían una buena posición social, un matrimonio estable, una casa grande y lo más importante de todo, Franco ya había superado todos sus complejos y temores acerca de aquel tema.

 

“¿Estás seguro de eso?”

 

Aquella vocecita que a Dominic le gustaba pensar que era su conciencia, le hizo reflexionar. Era cierto que Franco había abierto mucho su mente con respecto a aquel tema, justo hacia unos días habían cenado con Nathan y Patrick. Franco se había mostrado evidentemente feliz con el embarazo de Nathan, que ahora ya se notaba en una primorosa barriguita.

 

“Eso quiere decir que ya no tiene sus anteriores aversiones hacia el tema… ¿o no?”

 

Pero a pesar de aquello, después del nacimiento de Adam y aunque Franco había dicho alguna vez que la próxima sería una niña, no habían vuelto a hablar del tema y ya habían pasado cuatro años.

 

—No es que tener otro hijo sea mi prioridad ahora. —se aseguró Dominic, mientras con pereza cogía una revista y la ojeaba. Pero al ver en el interior de aquellas páginas las miradas sonrientes de pequeños y hermosos bebés, Dominic suspiró resignado.

 

—A quien estoy engañando. —se regañó con una dulce sonrisa, mientras miraba la foto de una niña hermosa con el cabello castaño rizado y los ojos grises y enormes. —Así de hermosa será una hija tuya, Franco.

 

Un rato después, mientras preparaba el almuerzo, pensó que era hora de tener una conversación con su esposo. Podrían pensar en tener otro bebé y eso sería todo, con dos hijos estaba bien y cuando la niña estuviera grandecita volvería a trabajar, después de todo aún era muy joven.

 

El transporte vino y trajo a su pequeño príncipe, le sirvió el almuerzo y comieron entre animadas charlas, después de terminar y mientras el recogía los platos, le recordó a su hijo con una sonrisa.

 

—Ve a descansar un rato, más tarde haces tus tareas y te preparas, acuérdate que papá trae esta noche el árbol de navidad y vamos a adornarlo los tres.

 

El niño rio alegremente y subió las escaleras hacia su habitación. Cuando ya Dominic había guardado todo y se disponía a echarse un rato a leer su teléfono sonó.

 

—Gal, primero cálmate…eso es, respira profundo. —una vez que escuchó los sollozos de su cuñado, amainar, le habló de nuevo con suavidad. —Ahora explícame bien que pasó, todo tiene que ser un malentendido.

 

Después de mucho rato colgó con Gal y respiró profundo.

 

—No tomes decisiones apresuradas ni saques conclusiones sin tener todos los hechos, recuerda todo lo que Franco y yo sufrimos por los dos no aclarar los malos entendidos.

 

Eso era lo que le había dicho a su amigo para que este se sosegara, pero aun así el sentía una espinita en su corazón ¿Qué podría haber estado haciendo su hermano con aquel joven y en esa actitud cariñosa? No quería pensar que Nicolai le estuviera siendo infiel a Gal, era cierto que su hermano había sido bastante casanova en un pasado, pero ahora estaba casado y tenía tres hermosos hijos. Además él y Gal eran un matrimonio hermoso que exudaba amor y compromiso ¿o no?

 

Después de mucho darle vueltas al asunto, decidió no pensar más. Gal y su hermano volarían a Nueva york en unos días y estaba seguro que ya habrían arreglado aquel malentendido. De todas formas volvería a llamar a Gal esa noche para apoyarlo y recordarle que no estaba solo. Gal no tenía padres y su hermano Nathan estaba esperando un bebé, por lo que Gal no había querido molestarlo con sus problemas, así que Dominic no quería que Gal se sintiera desamparado. Siempre estaría allí para ayudarlo.

 

Franco llegó comenzando la noche, ya Dominic y Adam lo esperaban con galletas y chocolate caliente para darle la bienvenida a la navidad en su casa. Franco los abrazó alegremente, el momento de llegar a casa era el favorito para el prominente abogado, pues su familia siempre lo esperaba feliz.

 

Después de los respectivos saludos y de bajar el grandioso árbol del auto, conversaban mientras colocaban los adornitos en este.

 

—¿Cómo te fue hoy?

 

—Tengo dos casos nuevos y un montón de papeleo que estudiar.

 

—Papá te ves cansado.

 

Franco le sonrió a su hijo que le pasaba una hermosa campanita de cristal, para que la colgara en el árbol.

 

—Si hijo, creo que necesito vacaciones.

 

A Dominic le gustó la idea, pero lo que más le encantó fue ver a sus dos amores, tan parecidos y perfectos, hablándose con tanto amor.

 

—Podemos decirle al abuelito Jean Luc que nos preste su villa en Saint-Tropez y pasamos unos días en la playa.

 

Su pequeño ángel negó con la cabeza.

 

—Mamá, la playa en diciembre no es buena idea, las temperaturas son muy bajas. El abuelito Ethien te dirá que lo mejor es su villa en Courchevel, allí podemos ir a esquiar.

 

—Bichito sabiondo. — le dijo Franco, alborotando su cabello con una sonrisa. —Debo dejar que tu abuelo te lleve los fines de semana a su casa. Te pones igual de remilgado que él.

 

—El abuelo Ethien no es remilgado, es muy fino. — protestó Adam con un gracioso gesto de su mano.

 

—Lo dicho, no ira más a casa de tu madre. —le advirtió Franco a Dominic con un fingido gesto de desaprobación.

 

—Trata de impedírselo, esos dos son uña y mugre.

 

Adam rio asintiendo antes la palabras de su madre y Franco, derrotado, siguió colocando figuritas en silencio.

 

Ya entrada la noche, cuando habían cenado y habían acostado a su pequeño ángel, conversaban en la terraza de su casa en compañía de una copa de vino.

 

—Estoy seguro que se trata de un malentendido. Nicolai está muy enamorado de Gallager, no creo que nada ni nadie le haría faltar a sus votos y menos después de todo lo que pasaron.

 

Domic había hablado con Gal y lo había encontrado más sereno, Nicolai aún no había llegado a casa así que habían quedado en hablar a la mañana siguiente. Dominic esperaba que todo mejorara y que de verdad se tratara de un error.

 

—Hoy me llamó William Petersen — le dijo Franco cambiándole el tema. —¿Recuerdas que lo conocimos a él y a su esposa en un fiesta del gobernador el año pasado?

 

Dominic asintió curioso.

 

—Me preguntó si habías vuelto a trabajar, quería que le remodelaras una casa nueva que están comprando en Long Island. Le dije que iba a preguntarte y le avisaría.

 

Para Dominic era una buena idea, pero contrastaba con lo que había pensado en la mañana y con el caos de lo que le estaba ocurriendo a Gal, no le había planteado a su esposo. Así que ahora que se había presentado la oportunidad, era momento de hablarlo.

 

—Justo esta mañana estaba pensando en volver a trabajar.

 

—Entonces le diré que si a Petersen o te doy su número y tu cuadras los detalles con él.

 

—No he terminado de hablar. — le reprendió Dominic con una sonrisa.

 

Franco tomó un sorbo de su copa y esperó.

 

—Pero también estaba pensando en la idea de tener otro bebé.

 

El gesto de Franco se endureció por un segundo, antes de volver a su habitual solemnidad, pero no pasó desapercibido aquel gesto para Dominic.

 

— ¿No es muy pronto para eso? —preguntó con un tono bastante neutral.

 

— ¿Pronto? Adam ya tiene cuatro años, ya va a la escuela y si sigue así muy pronto estará en la universidad.

 

—Será el alumno más joven de Harvard.

 

—O de Yale, aun no se decide si Derecho en Harvard o medicina en Yale.

 

Ambos rieron.

 

—Franco. — susurró Dominic, tomando la mano de su esposo. —Creo que es buen momento para tener otro bebé, podríamos hablar con Patrick…

 

—El Doctor Delaney tiene las manos llenas con su esposo y su embarazo.

 

—Patrick no ha dejado de ejercer. —le comunicó Dominic tratando de ser paciente.

 

Franco se puso de pie y dejó la copa sobre la mesa.

 

—Hablemos de esto después ¿quieres? Estoy cansado.

 

Dominic asintió con una media sonrisa y Franco le dio un beso en la frente antes de marcharse.

 

—Después hablaremos. —murmuró Dominic mientras bebía su vino mirando las estrellas.

 

******

 

Nicolai llegó mucho después de que ya todos habían cenado y los niños estaban acostados. Lo que no sirvió para que los nervios de Gal no se salieran de su control. Por suerte Dominic había llamado y hablando con él, Gal había ganado un poco de tranquilidad.

 

La puerta de su habitación se abrió y su esposo entró por ella con su habitual expresión de cansancio, esa que siempre lo acompañaba aquellos días.

 

— ¡Hola!

 

—Hola, pensé que ya estabas dormido.

 

Gal le sonrió a Nicolai y lo ayudó a quitarse la chaqueta.

 

—Te estaba esperando. —le dijo dulcemente. —Esta mañana te fuiste muy rápido ni siquiera te despediste y quería saber cómo te fue hoy.

 

Nicolai se desabrochó la camisa y la tiró en el suelo, mientras se quitaba los zapatos y desabrochaba sus pantalones le habló desapasionadamente a su esposo.

 

—He tenido mucho trabajo, hoy fue de reuniones todo el día.

 

¡Mentira!

 

—Yo… fui a buscarte para almorzar ¿No te dijo tu asistente?

 

Gal pudo notar como el cuerpo de Nicolai se puso tenso.

 

—No me dijo nada, debe habérsele pasado.

 

Nicolai no lo miró. Ya desnudo, entró al baño rápidamente. Pero Gal no estaba dispuesto a dejar el tema, así que lo siguió.

 

—Me dijo que habías ido a almorzar con un tal señor Teroux.

 

Nicolai se metió bajo la ducha sin responder.

 

— ¿Nicolai?

 

—Me estoy bañando. — respondió con violencia. —¿puede esperar este interrogatorio para después?  estoy cansado y solo quiero darme un baño.

 

La puerta y todo en aquel baño crepitó, cuando Gal salió de allí dando un sonoro portazo.

 

Gal salió de la habitación y de la casa. Sin aliento se sentó en un banco que había colocado en medio de su frondoso jardín. Las manos le temblaban, pero no sabía si era por el frio que debía estar haciendo en medio de toda aquella nieve o por el miedo que estaba helando su corazón.

 

—Gal… Gallager…

 

Escuchó como Nicolai le llamó varias veces, pero se escondió tras unos árboles, la nieve y la oscuridad le sirvieron de cómplices. No podía enfrentarlo en aquel momento, no quería preguntar, quizás tampoco quería oír, porque si Nicolai le confirmaba que estaba teniendo una aventura, eso lo mataría.

 

Estuvo una hora, quizás dos, afuera. La luz de su habitación se apagó y fue cuando se decidió a entrar. Caminó por los oscuros pasillos hasta la habitación de huéspedes y allí se encerró.

 

No pegó un ojo en toda la noche y en la mañana cuando la luz entraba a raudales por los ventanales de la habitación, alguien tocó a la puerta. No respondió, entonces trataron de abrirla pero, la había cerrado con llave.

 

—Gal, sé que estas allí ¿podemos hablar?

 

“No”

 

Trato de decir las palabras pero no le salían, se acurrucó más en el mueble que le había servido de cama y cerró los ojos, rogando para que el tiempo retrocediera y no tuviera en su mente la imagen de aquel hombre, riendo y tonteando con su esposo.

 

—Mira, sé que fui grosero anoche, pero estaba cansado y… Gal, abre por favor, tengo cosas que explicarte.

 

Gal cerró los ojos con más fuerza, escuchó el suspiro de Nicolai y lo oyó alejarse por el pasillo. Un rato después, salió de la habitación. Había todo un alboroto en la cocina, estaban sus hijos y la niñera, pero Nicolai no estaba por allí.

 

Sintió alivio y les sonrió a sus niños, que le abrazaron y lo llenaron de una atropellada charla, que sirvió para acallar su mente.

 

—¿Tawn, te puedes quedar hoy también? me siento mal y no creo que pueda ocuparme yo solo de estos tres traviesos.

 

La chica asintió sonriente.

 

Entre jugar con los niños, bañar a Samantha, preparar el almuerzo, se le fue el tiempo sin pensar, pero al medio día, llegó un mensajero.

 

 

Después de firmar el recibo, cerró la puerta y miró el enorme ramo de camelias que ahora adornaba el salón de entrada. No supo porque en vez de sentir felicidad, solo sintió un enorme deseo de llorar.

 

Por un momento, pensó que estaba siendo tonto e injusto, que debía escuchar lo que Nicolai iba a decirle, que necesitaba aclarar aquella situación. Corrió al teléfono y llamó a la oficina de Nicolai.

 

—El señor Kiev no vino a la oficina el día de hoy, dijo que iba a pasar el día con el señor Teroux en unas…

 

Gal no escuchó nada más, colgó el teléfono y llamó a la agencia de viajes que siempre contactaba cuando volaba a Nueva York.

 

—Hola, soy Gallager…Kiev, quisiera cuatro boletos para nueva York, por favor…Hoy mismo si es posible.

 

Cuando colgó caminó ciegamente a la habitación, donde jugaban los niños.

 

—Twany prepara las maletas de los niños por favor.

 

Hizo todo mecánicamente. Los bañó, vistió y arregló bien abrigados. Preparó su maleta y se vistió, pidió un taxi, le pagó a la niñera y cuando llegó el auto, subió a los niños, que presintiendo que algo malo había ocurrido, permanecieron callados y obedientes.

 

Solo Sarah se atrevió a preguntar, cuando llegaron al aeropuerto.

 

— ¿Papi no va a casa con nosotros?

 

—No cariño, papi no viene a casa.

 

Ya en el avión y con los niños dormidos en sus asientos, Gal se permitió respirar con normalidad, el pecho le dolía profundamente y llevado por ese dolor, comenzó a llorar.

 

******

 

—Deja de caminar, por favor, siéntate.

 

Nathan miró a su esposo con impaciencia. Patrick, solo siguió llamando por su celular.

 

Con un suspiro Nathan se sentó, tenía que pensar en su bebé.

 

— ¿Sigue sin responder, verdad?

 

Patrick asintió.

 

—Debe seguir en el avión.

 

Nathan ocultó el rostro entre sus manos y pronto sintió a su esposo rodearle con sus brazos.

 

—Debió llamarme. — protestó, recostándose en el pecho de Patrick.

 

—Imagino que no quería angustiarte.

 

—Pero con esto me angustio más, Pat. No sé qué puede estar pensando Gal en este momento ni cómo debe sentirse.

 

Patrick suspiró y lo abrazó con más fuerza.

 

—Ya Nicolai compró su boleto, muy pronto vendrá y aclararemos todo.

 

—Él se oía bastante alterado. —recordó Nathe, levantándose del regazo de su esposo para mirarlo con preocupación.

 

—Si como te contó Dominic, Gal vio a su esposo en actitud sospechosa con ese hombre, no me extraña que Nicolai esté alterado. Él es el único que puede aclarar todo este lio.

 

Nathan pasó su mano por entre las enredadas hebras de su cabello, en un gesto de frustración, que a Patrick siempre le había fascinado.

 

—Espero que Dominic le haya dicho unas cuantas verdades a su hermano, sino espera que llegue, yo lo voy a poner en su lugar.

 

Eso no le gustó a Patrick, aunque el embarazo de Nathan era bastante estable, no estaba libre de riesgos y luego de la experiencia vivida con Dwain, ellos estaban tratando de llevar las cosas con mucha calma, para traer aquel bebé al mundo sin ningún riesgo.

 

—Tú te vas a quedar en casa con Alice y soy yo, quien va a ir a casa de Dominic a ver qué ha pasado.

 

Nathan lo miró con impaciencia, pero Patrick fue inflexible.

 

—Apenas estás comenzando el segundo trimestre, los riesgos no han pasado y no te voy a exponer a una situación de estrés.

 

—Es de mi hermano de quien estamos hablando, no me puedo quedar de brazos cruzados.

 

La protesta de Nathan quedó en punto muerto, cuando Patrick se puso de pie y le habló con mucha solemnidad, pero con un tono de velada advertencia, que le dejo ver a Nathe que su esposo no dudaría en encerrarlo si era necesario.

 

—No es negociable este punto Nathan y de nada te va a servir insistir.

 

Patrick no tiró la puerta al salir de la habitación, pero en la cabeza de Nathe sonó su partida como un escandaloso estruendo.

 

Unos minutos después y apelando a todo su pensamiento lógico, salió de la habitación. Lo encontró en la sala. Alice jugaba en el exterior de la casa con la niñera que habían contratado recientemente para que ayudara a Nathe. Se podía escuchar la risa feliz de su hija y eso lo hizo sonreír.

 

Patrick miraba, perdido, la colección de fotos que había sobre a chimenea y Nathan sabía muy bien que estaba mirando.

 

Las manos gráciles y delgadas del joven médico, acariciaban un precioso marco y en él, la foto de alguien que tenía un lugar especial en sus memorias.

 

—Cuando decidimos hacer esto. —murmuró Patrick. —cuando tu decidiste que querías hacerlo, sabíamos que tendríamos que hacer compromisos.

 

—Lo sé.

 

—Sabíamos que íbamos a hacer sacrificios.

 

—Sí, lo sé.

 

—Te perdí por un momento Nathan y no sabes cuánto sufrí por eso, pensé que tú y Alice jamás volverían a estar conmigo, fue como estar en un infierno...

 

—Estamos aquí contigo. —susurró Nathan, abrazando a su esposo por la espalda. —No vamos a volver a dejarte.

 

Patrick acarició los brazos de su esposo con un visible alivio.

 

—Dwain nos dio un regalo hermoso a ambos y ella nos necesita a los dos.

 

Nathan sabía el dolor que le causaba mencionar aquel nombre a Patrick. Muchas cosas habían pasado en aquel tiempo y su esposo aun albergaba cierta culpa por lo sucedido. Aunque nada de lo que había sucedió había sido culpa de Patrick. Dwain había tomado conscientemente todas sus decisiones, pero eso no amainaba el dolor del joven médico.

 

—Me voy a quedar en casa con Alice, tenemos un rompecabezas que terminar y una película que ver.

 

Patrick se dio la vuelta y besó a Nathe con ternura, sintiéndose un poco mezquino con su comportamiento, pero sabiéndose incapaz de no hacer nada por tener a salvo a los que amaba.

 

—Traeré torta de chocolate para ustedes tres.

 

Nathan sonrió asintiendo y fueron interrumpidos por una pequeña y despeinada princesa que reclamaba su atención.

 

 

******

 

En otra casa, la tensión y la espera, también era la orden del día.

 

—Nicolai me llamó al despacho desde el aeropuerto, se viene en un vuelo comercial porque tu padre está usando el avión privado.

 

Dominic asintió pensativo.

 

—Mamá, ya arregle mi habitación para que Dylan duerma conmigo. Sarah y Samantha pueden dormir en la habitación de invitados. Nana Melinda ya la esta arreglando para las niñas.

 

Dominic le sonrió a su pequeño hombrecito.

 

—Gracias hijo. Ve y dile a Melinda que prepare una comida deliciosa, seguro tendrán hambre cuando lleguen.

 

Cuando el niño se perdió por las escaleras, Franco se sentó frente a su esposo.

 

—¿Estás seguro que vendrán para acá? Gal podría haber decidido ir a su casa.

 

Dominic negó con la cabeza y suspirando se puso de pie para caminar un poco por el salón.

 

—Gal no llamó a nadie, no avisó, algo malo debe haber pasado y si es así no querrá ir a su casa. Tampoco ira donde Nathe y espero, de verdad espero, que venga hacia acá.

 

—Nicolai ya te dijo que todo era un malentendido, Dominic y eso que apenas lo dejaste hablar entre gritos y recriminaciones.

 

Franco se había quedado en el sillón, mirando a su esposo con un atisbo de preocupación.

 

—Nicolai tiene la mala costumbre de enredar demasiado las cosas y además, no me explicó nada, solo dijo que era un malentendido, pero ¿quién es ese tipo? ¿Cuál es la relación que tienen? Nada de eso está aclarado aun.

 

—Bonita navidad que van a pasar esos dos.

 

—Estoy seguro, Franco, que lo que menos tiene en mente Gal ahora, es la bendita navidad.

 

Franco torció el gesto en desaprobación.

 

—Pues debería, sus niños deben ser la prioridad y ellos deben estar ilusionados y ahora con este lio, seguro estarán muy confundidos.

 

— ¿Desde cuándo te importan tanto los niños?

 

Dominic quiso que la tierra se lo tragara desde el mismo segundo que esas palabras salieron de su boca.

 

—Lo siento…olvida que dije eso. —se disculpó con nerviosismo, pero era tarde, Franco se había puesto de pie y lo miraba indignado.

 

—Ese es un comentario que no se puede tomar a la ligera, Dominic ni olvidarlo así sin más.

 

—Franco yo…

 

Y como si fuera la providencia, el timbre de la casa sonó, salvando a Dominic.

 

—Ese debe ser Gal.

 

Una hora después, encerrados en la habitación de Dominic, los cuñados hablaban.

 

—Me dio tanta rabia, tanda indignación ver aquel enorme ramo, me pareció una disculpa Dom, como si se estuviera disculpando por estar otra vez con ese hombre. Todo el día Dom, su asistente me dijo que iban a pasar todo el día, juntos.

 

— ¿Y no te dijo que iban a estar haciendo? — preguntó Dominic pasándole otro pañuelo a su lloroso cuñado.

 

— ¡No! … no sé. Estaba tan sorprendido, tan alterado, que colgué y no escuché que más me dijo.

 

Dominic suspiró mirando hacia otro lado.

 

— ¿crees que estoy sobre reaccionando verdad? ¿Piensas que me porté como un idiota? —Gal sollozó ocultando su rostro entre las pálidas manos.

 

Dominic besó sus alborotados cabellos.

 

—No creo que seas un idiota y francamente yo hubiese reaccionado igual, lo hice cuando escuche unas palabras sueltas en un contestador y mira todo lo que pasó. Pero así como lo de Franco y yo fue un malentendido, estoy seguro que Nicolai también tiene una explicación lógica para esto, Gal.

 

Gal levantó su rostro mirando a Dominic con un enorme sentimiento de pérdida. Aquellos ojos verdes antes luminosos y felices, lucían tristes, apagados y esa expresión de desolación, conmovió a Dominic profundamente.

 

— ¿Y si no es así Dom? ¿Y si dejó de quererme? Ya no me hace el amor como antes, cuando volvemos a Canadá se comporta extraño, distante y ¿si es porque está ese hombre allí? Tú no lo viste Dom, le sonreía como ya no me sonríe a mí, lo acarició con ternura y eso ya no lo hace conmigo.

 

Gal sacudió la cabeza y se puso de pie sollozando con desesperación.

 

—Además, Dom, él es todo lo que yo no soy. Es sofisticado, elegante. El maldito hasta es hermoso. Seguro es de su mismo nivel social, con una profesión ¿Yo que soy? —Gal se detuvo frente a un espejo gimiendo impotente—. Soy la mamá de tres niños, ni siquiera pude seguir con mi trabajo en la guardería porque Samantha necesitaba mi atención.

 

Caminó derrotado después de darle un último vistazo a su desvaída imagen y se sentó al lado de Dominic, resignado, triste, roto.

 

—A lo mejor yo lo empujé a eso, a lo mejor es mi culpa que él se cansara de la monotonía en la que yo convertí nuestras vidas.

 

—Ahora si estás pensando como un tonto. —le espetó Dominic acariciando su rostro, notando entonces algo en lo que no había reparado. —Gal, estas hirviendo.

 

La fiebre estaba muy alta y cuando Patrick llegó a la casa ya habían decidido llevarlo al hospital. Para ese momento el dolor en el pecho que Gal había achacado a su corazón roto, se había hecho más profundo, dificultándole respirar. El médico al revisarlo no había perdido tiempo en llevárselo de emergencia.

 

Nicolai fue informado cuando arribaba al aeropuerto de Nueva York, cruzó las puertas del hospital casi sin aliento y encontró a toda la familia reunida, menos a los niños. Todos lo miraban entre la molestia y el recelo.

 

—No es lo que ustedes piensan.

 

—A nosotros no es a quien le debes explicaciones. — espetó un airado Nathan al que Patrick no había podido aunque hubiese querido evitarle estar allí.

 

Nathan dirigió de nuevo su mirada hacia la puerta de emergencia, esperando que su esposo saliera a informarles algo.

 

Fue Dominic el que se condolió de su hermano y se acercó a darle información.

 

—Cuando lo trajimos tenía casi cuarenta de temperatura. Patrick salió hace poco y nos dijo que tiene un cuadro pulmonar severo, una infección en los pulmones, por lo que tuvieron que intubarlo para que pudiera respirar. Lo van a dejar en la UCI para tratar la infección, pero no sabemos más nada, es Patrick el que ha estado adentro y nos informa de rato en rato.

 

—Todo esto es mi culpa, debí hablar con él. —murmuró Nicolai atribulado.

 

— ¿Estas teniendo una aventura Nico? —preguntó Dominic, temeroso de oír la respuesta.

 

Respuesta que no llegó, pues Patrick salió en ese momento de la emergencia.

 

Nicolai se acercó rápidamente y recibió una mirada muy hostil de su cuñado.

 

—Kiev. — fue el escueto saludo del médico.

 

— ¿Cómo está Gal?

 

—Afortunadamente mejor de lo que se esperaba, gracias a que fue traído a tiempo. La infección comenzó a ceder con los antibióticos y el resto del tratamiento. Pasará esta noche en la UCI, en observación y mañana si todo sale bien, lo pasarán a una habitación. Continuará intubado hasta que el pulmón afectado comience a trabajar por sí solo.

 

Patrick tomó la mano de su esposo hablándole con suavidad.

 

—No podemos hacer más nada aquí, no nos dejaran pasar a verlo porque debe estar en un ambiente estéril y aunque pudieras verlo yo no te lo permitiría, estamos hablando de una infección a la que tú no debes estar expuesto.

 

Nathan iban a protestar, pero otras manos tomaron sus hombros con delicadeza.

 

—Vamos Nathe, piensa en tu hijo, mejor ve a casa, el hospital nos estará informando.

 

Dominic se quedó mirando a su esposo con expresión escrutadora. Franco y Nathan eran muy buenos amigos, era cierto y no le molestaba en lo absoluto la cercanía de ambos, era la preocupación de Franco por aquel bebé ¿por qué con los hijos de otros era tan fácil y hablar de otro hijo propio era difícil para él?

 

Nathan accedió a irse. Dominic, Franco y Nicolai se quedaron en la sala de espera.

 

—Ya te dijo Patrick que no dejarán entrar a nadie.

 

—No importa, me quedaré aquí, necesito quedarme.

 

Nicolai se sentó en la incómoda silla, mirando desolado la puerta de emergencia. Franco palmeó fraternalmente su espalda.

 

—Llama si necesitas algo, vendremos mañana temprano.

 

Dominic abrazó a su hermano cariñosamente.

 

—Tenemos que hablar. —le recordó con una suave sonrisa.

 

Nicolai asintió obediente.

 

—Después de que hable con él, después de que le diga que lo amo y que todo está bien, que siempre lo amaré.

 

Dominic sonrió ante aquellas palabras, sabiendo que cuando Gal despertara, la tormenta acabaría y todos volverían a ser felices.

 

*******

La noche tocó su punto más alto y el silencio en la casa reinaba. Las lucecitas del árbol se encendían y apagaban en un juego multicolor. Sentado en el enorme sofá, Dominic miraba arder el cálido fuego en la chimenea. Muy pronto sintió el calor de su esposo, cuando este se sentó a su lado.

 

—Los niños siguen dormidos.

 

Dominic sonrió.

 

—Gracias al cielo tenemos un ángel en Adam, sino, con cuatro traviesos no hubiésemos encontrado en pie la casa.

 

Franco lo abrazó tiernamente.

 

—Al principio me preocupaba que fuera tan inteligente y tan maduro. — Franco dejó salir naturalmente sus preocupaciones. —Pero al ver lo bien que le va en la escuela y lo bien que maneja su diferencia con respecto a los demás niños, siento que fui un tonto. Adam es un niño extraordinario y va a ser un gran hombre, de seguro la vida le tiene planeado un gran lugar en este mundo.

 

Dominic se acurrucó en el regazo de su esposo sonriendo feliz.

 

—Es nuestro hijo — le dijo, complacido. — y nosotros vamos a velar porque tenga una vida feliz.

 

Franco de pronto besó sus sedosos cabellos.

 

—No es que no quiera tener más hijos, es que me da miedo que algo te ocurra.

 

Dominic se separó del regazo de su esposo, mirándolo extrañado.

 

—El comentario que me hiciste esta mañana y la forma que me miraste hoy cuando hablé con Nathan. Sé que crees que no quiero tener más hijos — le explicó Franco, acariciando su rostro con suavidad. —He pasado mucho tiempo esperando que sacaras el tema de tener otro hijo, pero no supe cómo prepararme para eso.

 

Franco suspiró y volvió a abrazar a Dominic acurrucándolo cálidamente entre sus brazos.

 

—Veras… es como la preocupación que siente Patrick con Nathan, ellos ya perdieron un ser amado y entiendo el miedo de Delaney a perder a su esposo o a su hijo. O, la angustia que reflejaba hoy Nicolai, él también estuvo a punto de perder a Gal, no una, sino dos veces. Yo tampoco me hubiese movido de ese hospital si estuviera en su lugar. Estoy seguro que Nicolai volverá a respirar, volverá a vivir, cuando Gal abra sus ojos, cuando sepa que está bien y seguro entre sus brazos.

 

Franco apretó a Dominic contra si, como tratando de protegerlo de sus temores.

 

—Es así como yo me siento cuando tú me hablas de pasar otra vez por ese proceso. Me siento como aquel día en el hospital, cuando no sabía si estabas vivo o habías muerto, me siento aterrado, vacío. Yo sin ti no existo.

 

Dominic se apartó del apretado abrazo y buscó la boca de su esposo para besarlo con emoción.

 

—Te amo Franco. — le susurró conmovido. —gracias por amarme tanto.

 

Franco lo despojó fácilmente de su ropa, deseaba sentir aquella deliciosa piel contra sus manos. Desnudos y necesitados, se besaron sobre la gruesa alfombra, retozaron entre susurros y risas apagadas. Se besaron hasta que sus labios ardían y Franco cubrió el delgado cuerpo con el suyo, grande atlético duro, caliente, llenando el centro de Dominic con su grueso sexo y empujándose en su interior con furiosas embestidas.

 

Dominic apagó sus necesitados gemidos entre los besos de su amor y lloró silenciosas lágrimas de gozo, cuando el orgasmo estalló en su pelvis arrasándolo sin piedad.

 

Abrazados, sudorosos, extasiados, felices, permanecieron en la alfombra por largo rato, recobrando el aliento y celebrando su amor. Dominic se sentó y acarició el pecho de su esposo mirándolo arrobado.

 

—No quiero tener otro bebé, pensé que lo quería. Estaba seguro que era mi sueño, la linda casa, el guapo esposo y los dos niños, pero hoy, cuando hablé con Gal, creo que muchos de sus temores también eran los míos, pero de forma diferente. Ya tengo la linda casa, el marido guapo y un hijo hermoso. Me gusta lo que hago y soy bueno en eso, así que pensé que debería volver a trabajar, quizás unos años y luego, bueno, a lo mejor… a lo mejor podríamos hablar de tener otro bebé. Después de todo aún soy muy joven.

 

Franco acarició el rostro dulce de su ángel y sonrío.

 

—Lo que tu decidas mi pequeño ángel, siempre te apoyaré y ya sabes que si me pongo un poco osco o nervioso es solo porque tengo miedo de perderte.

 

Dominic asintió sonriendo y feliz. Pensaba que había sido bueno llegar a conocer los temores de Franco. Era bonito y reconfortante crecer cada día como pareja y maravilloso era también saber que su matrimonio transitaba con los mismos baches que otros no habían sabido sortear, pero que ellos con amor, respeto y comunicación sorteaban cada día.

 

******

 El matrimonio era una aventura llena de compromisos y cometer errores, rectificarlos y seguir adelante era el día a día. Patrick sabía eso y por eso trataba de llevar sus temores y preocupaciones de la mejor manera, para no afectar su matrimonio con un hombre que apenas le exigía, pero que le daba más de lo que Patrick sabia, merecía.

 

—Alice se comió todo el pastel, mientras le leía el cuento. Es una pequeña glotona.

 

Nathan entró a la cocina con el plato en la mano, rezongando lo colocó en el lavaplatos.

 

—En eso salió a ti, no puedo creer que el único vegetariano de esta familia sea yo.

 

Patrick le sirvió un vaso de leche de soya y lo instó a sentarse.

 

—Seguro que logras que nuestro hijo sea vegetariano. — le dijo con una sonrisa mientras lo besaba dulcemente.

 

Nathan recibió el beso con agrado y sonriendo resopló.

 

—¿Con ustedes de cómplices? Lo dudo.

 

Patrick rio y comenzó a lavar los platos.

 

—Pat… ¿Gal va a estar bien, verdad?

 

Patrick dejó lo que estaba haciendo y se sentó al lado de su esposo.

 

—Cariño, yo no te mentiría. Él se va a poner bien y espero que tu cuñado le pida perdón de rodillas.

 

Nathan tomó su leche despacio, mirando a su esposo le dijo convencido.

 

—Siento que Gal también tiene mucha culpa en todo esto. Había algo en la expresión de Nicolai hoy, que me hizo ver que no es del todo culpable.

 

—Entonces debe ser así. — afirmó Patrick, contundente, sonriéndole amorosamente a su esposo. —tu siempre ves más allá de lo que los demás vemos, sabes entender a las personas.

 

—Contigo no fue así. —declaró Nathan apenado.

 

Patrick se puso de pie, tenso, y le dio la espalda para seguir en su labor de fregar los platos.

 

—Tenías razón de acusarme, todo lo que dijiste ese día fue cierto.

 

Nathan se puso de pie y caminó hasta su esposo. Era hora de enfrentar aquel doloroso bache.

 

—Pat…

 

—Déjalo Nathe, no quiero hablar de eso.

 

—Pero yo sí. —Cuando Patrick escuchó la voz entrecortada de Nathan se dio la vuelta suspirando con dolor.

 

— ¿Por qué lloras?— le preguntó, mirándolo con tristeza y limpiando sus lágrimas suavemente.

—Porque no lo lloramos Patrick.

 

Patrick cerró los puños con impotencia y sacudió la cabeza en una furiosa negativa.

 

—Tu lloraste Nathan, lo lloraste por días, por meses ¿crees que no lo sé? ¿Crees que no sé cuánto sufriste? Y todo por mi culpa, si yo no…

 

—No Pat… — susurró Nathan tomando sus manos y desasiendo los firmes puños para poder acariciarlas con sus dedos finos y suaves. —Yo lo lloré y estoy seguro que tú también, pero no lo hicimos juntos. Volvimos, nos reencontramos, hemos sido felices, pero siempre está ese dolor entre nosotros, ese que no hemos enfrentado.

 

Nathan acarició el rostro compungido de Patrick y lo besó tiernamente. Susurrándole con amor.

 

—Nosotros, tenemos que llorar una última vez por él y dejarlo ir Pat, porque eso es lo que él nos pidió y no lo hemos hecho, no lo hemos olvidado.

 

Patrick Delaney, se derrumbó entonces entre los brazos de su esposo y ambos lloraron silenciosamente por un dolor que habían encerrado dentro de sí por mucho tiempo.

 

— No fue tu culpa mi amor. — murmuró Nathe entre lágrimas, al escuchar los dolorosos sollozos de Patrick. —Él lo decidió, el decidió su camino, vivió la vida que quería y fue feliz hasta el último momento. Tú lo ayudaste a ser feliz, ambos lo hicimos y ahora nos toca a nosotros dejarlo ir y ser felices.

 

Aquella noche el hermoso portarretrato sobre la chimenea, desapareció. La foto que allí reposaba fue quemada en una pequeña hoguera y entre lágrimas hubo un sincero adiós, esta vez para siempre.

 

—Adiós Dwain, ojala seas feliz donde estés.

 

La ventisca se llevó lejos las cenizas y Patrick le susurró a su esposo al oído.

 

—Quiero hacerte el amor.

 

Fue esa vez muy diferente a las otras, pues si bien siempre se habían amado, esa vez eran libres de una forma completa, para amarse sin complejos ni temores ni culpas.

 

Patrick tomó el cuerpo de Nathan como si lo hiciera por primera vez. Lo llenó de cálidos besos, de suaves caricias, lo penetró con inusitada suavidad y se enterró en él, muchas veces, en una danza suave y cadenciosa, regodeándose en los sonidos de sus gemidos y extasiándose en el sabor de sus besos, impregnándolo con su semen para marcarlo como suyo. Suyo esta vez de verdad e inequívocamente para siempre.

 

—Te amo. — susurró entre besos y Nathan sonrío, durmiéndose cobijado entre los firmes brazos y sintiendo un mano cálida que protegía su vientre, donde la promesa de ese amor crecía feliz y sería bienvenido por unos padres que lo esperaban con sus corazones limpios y esperanzados.

 

******

 

La esperanza tampoco abandonó a Nicolai aquella noche y cuando despuntó la mañana valió la pena la espera.

 

—El señor Kiev está despierto. — le informó una enfermera mirándolo compasiva. —El médico le va a retirar la intubación y en un rato lo pasaran a la habitación.

 

La mujer puso su mano sobre el hombro del atribulado hombre.

 

—Se va a mejorar pronto.

 

—Gracias. —murmuró Nicolai y sus ojos brillantes de lágrimas contenidas se cerraron aliviados.

 

La espera se hizo larga, pero finalmente lo dejaron pasar a la habitación.

 

—Solo un rato, el paciente debe descansar. —le recordó el doctor.

 

El sólo asintió obediente y se sentó al lado de Gal, tomando su mano amorosamente.

 

—Perdóname. —susurró, besando la pálida mano.

 

—Nico. — le llamó Gal con la voz rasposa e intentando abrir los pesados parpados.

 

Cuando pudo fijar la vista, el rostro ajado, lloroso y descompuesto de su esposo, lo enterneció. Había amor, miedo, dolor y preocupación en aquella mirada y comprendió que todo había sido un error. Supo que Nicolai lo amaba y se sintió mal por haber sido tan ciego.

 

—Lo siento Nico, por irme así, por no escuchar…

 

Nicolai besó la mano de su esposo y luego llenó todo su rostro de cálidos besos.

 

—No…no… no, mi amor, soy yo el que lo siente. Yo soy el estúpido que siempre comete el mismo error.

 

Acarició el pálido rostro y apartó lo rubios mechones de su hermoso cabello, sonriendo le suplicó.

 

—Escúchame ¿sí?

 

Gal asintió.

 

Nicolai se sentó en la cama y con la mano de Gal entre la suyas comenzó su explicación.

 

—Cada vez que volvíamos a Canadá yo te sentía muy triste. Es verdad que allí tenías a Galatea y a Philip pero es la casa de Nueva York a la que siempre llamabas nuestro hogar. Además en Canadá siempre he tenido más trabajo porque estúpidamente no había pensado en delegar a alguien más para poder dedicarme a ustedes. Todos los días llegaba agotado y así me fui distanciando, había una nueva fusión con otra empresa y eso me absorbió. Era mucho trabajo para mí solo, mi padre me lo dijo, Franco me lo dijo, pero yo me empeñé en demostrar que podía y mira lo que causé. Cuando me di cuenta ya no me mirabas como antes, te veías tenso, ansioso y me da pena reconocerlo pero mi cuerpo estaba tan desgastado que comencé a tener problemas de… de erección.

 

Gal apretó la mano de su esposo con comprensión.

 

—¿Por qué no me dijiste nada?

 

—Me daba vergüenza. —confesó Nicolai. — ¿Cómo iba a decirte que mi cuerpo ya no respondía al deseo que sentía por ti? ¿Que no podía hacerte el amor? Me sentía mal, acomplejado, avergonzado y eso me distanció más de ti. Me armé de valor y consulté un especialista, este me dijo que todo era por el estrés. La cantidad de trabajo y yo mismo me estaban causando todo lo que me atormentaba.

 

Nicolai besó la mano de Gal, mirándolo ansioso.

 

—Entonces comencé a planearlo todo, no quería perderte y estaba resuelto a solucionarlo todo, yo solo, como el idiota que soy. Alastair Teroux es un compañero de clases de la universidad, era muy inteligente y nos llevábamos muy bien, yo de cierta forma lo envidiaba porque era abiertamente gay y sin complejos. Tiene una personalidad avasallante y es muy emprendedor, por eso lo busqué, él era la persona idónea para reemplazarme en la sucursal de Canadá.

 

— ¿Reemplazarte?

 

Nicolai asintió ante la expresión de asombro de Gal.

 

—Si mi amor, eso es lo que estuve haciendo estos días, mostrándole las empresas filiales, las fábricas, todo el conglomerado Kiev en el país. Lo voy a dejar todo a su cargo y solo iré cuando haya reuniones en la junta directiva. Me dedicaré a la oficina principal en Nueva York y así podremos estar aquí, en casa.

 

Gal no podía creer que todo aquello fuera real.

 

—El…él estaba acariciando tu rostro…yo lo vi. — murmuró avergonzado.

 

Nicolai sonrío y besó la punta de la enrojecida nariz.

 

—Dominic me contó que estuviste allí y si te hubieses quedado un poco más, habrías visto también a su esposo, que estaba en el baño. Alastair es muy cariñoso y expresivo y su esposo es aún peor. Estábamos celebrando su aniversario, no sabes como quería que estuvieses allí conmigo, pero eso hubiera arruinado la sorpresa que te tenía. Compré unos boletos para el caribe, iba a regalarte unos días en la playa y los niños se quedarían con mis padres, sería como una segunda luna de miel y luego volaríamos a casa.

 

—Y yo lo arruiné todo. — sollozó Gal.

 

—No… no mi amor, no llores. — lo calmó Nicolai con suaves besos. —Fue mi culpa, debí decirte todo, compartirlo contigo. Eres mi esposo y eso es lo que los matrimonios hacen, comparten lo bueno y también lo malo. Yo quería protegerte de todo lo malo y terminé haciéndote daño ¿Me perdonas por ser tan estúpido?

 

Gal asintió entre lágrimas.

 

—Perdóname tú a mí también.

 

Nicolai lo besó feliz.

 

—No tengo nada que perdonarte mi amor. Te amo, te amo con locura.

 

Aprender a revelarse sus temores fue la lección que aquellos dos aprendieron ese día, pero gracias a todo el lio que habían armado, muchos malentendidos se aclararon. Quizás la vida lo tenía planeado todo así.

 

La noche de navidad llegó pronto y una enorme cena se celebró en la mansión Kiev. Estaban todas las familias reunidas y el gran árbol de navidad rebosaba de regalos y de niños ansiosos por descubrir lo tesoros que ellos encerraban.

 

Comieron la deliciosa cena y a las doce, en medio de la algarabía de los niños abriendo sus regalos, los adultos brindaban.

 

Nicolai fue el primero en alzar su copa.

 

—Por el amor. —declaró, sonriéndole hermosamente a su Gal, que aún convaleciente, reposaba en un sillón a su lado.

 

—Por la confianza. —brindó Gal, con una dulce y enamorada sonrisa.

 

—Por el perdón. —brindó Nathan, sonriéndole a Patrick.

 

—Por el futuro. — brindó el médico, acariciando amorosamente el vientre de su amor.

 

—Por el respeto. —brindó Franco, besando el suave cabello de Dominic.

 

Dominic besó los labios cálidos de su esposo y alzó su copa para brindar.

 

—Por la vida, para que nos sonría siempre y para que cuando no lo haga tengamos el valor de seguir adelante hasta volver a encontrar la felicidad.

 

Por la esperanza, para que siempre este con nosotros y nos de la voluntad de alcanzar nuestros sueños.

 

Feliz Navidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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