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Electric Sky por RyuStark

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, son propiedad del fabuloso Tadatoshi Fujimaki.

Me pidieron una boda clandestina en Las Vegas, y esto es lo primero que se me ocurrió sobre este par de tontos enamorado. No hay mucho que decir, son ellos molestándose, amándose y explotando todo a su paso. Y aunque puse AoKaga, es un AoKagaAo algo implícito.

Advertencias:  

*Semi AU.

*Personajes algo OoC.

*Un Kagami ebrio, coqueto y con iniciativa.

*Lime.

*Humor torpe, (como los protagonistas)

*Una que otra palabra anti-sonante.

*Fluff por doquier.

*Narrado en primera persona.

No estoy muy segura de qué rayos hice, me costó algo de trabajo, pero creo que al final lo logre. Espero de corazón que lo disfruten. Y de antemano siento mucho si hay algún error de ortografía o redacción.

Notas del capitulo:

“Para un buen matrimonio hay que enamorarse muchas veces, siempre de la misma persona.”


Mignon McLaughlin.

“¡Buenos días Las vegas! Espero que todos hayan amanecido con el pie derecho en la ciudad del pecado, porque hoy nos espera una temperatura de 37° y 34° en la mínima. Sin duda un buen día para ir de compras,  apostar, ganarlo todo, o ¿Por qué no? Para perder hasta la consciencia. Porque después de todo ¡Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas! …”

Sonreía hasta que la transmisión fue cortada repentinamente, debido a que Aomine conectó su celular para poner sus canciones de hip hop intenso a todo lo que da. ­­- ¿Es en serio? ¿Ni siquiera me vas a preguntar si quiero oír tu basura, huh? –Le pregunto mientras mantengo la vista clavada en el camino.

­­-Cierra la boca Bakagami, amas mi basura tanto o más que yo. Además es mucho mejor que oír a una bola de idiotas parlotear sobre el clima, bueno, eso o escuchar tu música antigua y oxidada.

­­-­­ ¡Son clásicos idiota!

­­-Sí, sí clásicos mi trasero. –El estúpido de mi novio me regala una sonrisita cabrona y toca cojones que me hace rodar los ojos. No sé cómo carajos termine con este tipo. O tal vez sí. Pero eso no es importante, lo que ahora me interesa es llegar cuanto antes a Las Vegas.

­­-Oye, oye, tranquilo rápido y furioso, no quiero llegar en un ataúd, ¿Por qué tanta prisa?

­­- ¿Cómo qué por qué? ¡La promoción del buffet del hotel dura hasta el medio día y ya son las once y cuarto! –Esta vez es Aomine quién me pone los ojos en blanco mientras yo continuo pisando el acelerador. Sí que llegaré a ese buffet y me comeré todo o dejaré de llamarme Kagami Taiga.

Sonrío conforme avanzamos por la autopista rumbo a la dichosa ciudad del pecado, en el estúpido y lujoso convertible dorado de Aomine, el cual me ofrecí a conducir, ya que si yo manejo mal, él lo hace mucho peor. El idiota se ha de creer uno de esos dementes que salen en las películas de acción y aunque nadie lo crea, valoro bastante mi vida.

El clima es relativamente bueno, por no decir asquerosamente caliente y más porque estamos a mitad del desierto. Todo es rojizo, rocoso y seco a nuestro alrededor, una vista no muy agradable si me lo preguntan, pero supongo que valdrá la pena al llegar.

El porqué nos dirigimos a Las Vegas tiene muchas explicaciones, dos en especial. La primera que esta noche inicia el Electric Daisy Carnival y la sede es la ciudad del pecado. Y Aomine, como el novio no tan malo que es, nos compró un par de boletos. Cuando me los regaló casi muero de la emoción, y es porque aparte de él, nadie conoce sobre mis pequeños placeres, como lo es escuchar música hasta la locura y bailar, muy de vez en cuando claro y en donde nadie me conozca de preferencia.

Daiki pareció recordarlo y eso me hizo feliz.

También decidimos venir de viaje porque por fin terminó la temporada de verano, y todo salió fenomenal para Aomine. Por segundo año consecutivo se llevó el MVP del All-Star Game de la NBA, coronándose como el jugador más valioso del juego.  Así que ahora reposan dos anillos, grabados con su nombre y rostro, pesados en diamantes y brillantes como la luna en sus dedos.

Y sí que le encanta presumirlos al señor ego grande.

Por otro lado yo no podría estar más feliz, al haber inaugurado hace apenas tres meses mi segundo restaurante cerca de Downtown, en Los Ángeles. Supongo que fue un buen medio año para ambos.

A todo eso sumándole que ya tiene casi diez años que salimos de Tokio, como un par de mocosos estúpidamente enamorados en busca de fortuna, aventura y diversión en Estados Unidos. Si en ese entonces alguien me hubiera dicho todo lo que tendría ahora, no se lo creería ni en broma.

Diez años llenos de locura pura.

­­- ¡Hey! Tierra hablando a Taiga, cambio. ¿Me escuchas? ¡Bakagami carajo, ya llegamos y estas a nada de subirte a la acera y matar a medio mundo!

­­-¡Ya te oí Ahomine! –le contesto mientras observo que realmente hemos llegado, ya pasamos el famoso letrero de “Bienvenido a Las Vegas” y comenzamos a internarnos en la ciudad. De inmediato los enormes hoteles hacen su aparición, al igual que las fuentes, escaparates inmensos y coloridos y por supuesto una gama impresionante de todo tipo de gente.

Por las aceras se ven desde turistas hasta cirqueros, bailarinas, personas disfrazadas, actos de magia, y dios, uno que otro puesto de comida ambulante, que seguramente está para morirse. Es divertido ver desde París, hasta el Egipto, todo en un mismo lugar.

Pero lo que más me emociona son todos los restaurantes que hay a lo largo de la ciudad y que pienso visitar, no que quiera comer en exceso, sino que hay que tomar nuevas ideas para mi propio menú.

­­-Oe tigre, o bajas la velocidad o el tipo del valet parking será la nueva decoración del retrovisor.

Le gruño mientras bajo la velocidad y por fin apago el auto por haber llegado a nuestro hotel, el imponente Aria. Me bajo feliz y casi matándome, porque estúpido auto y sus estúpidas puertas que no se abren normal y vuelan. 

Los chicos del servicio nos ayudan a sacar las maletas, para meterlas en un carrito mientras un anfitrión nos recibe con champagne en una bella charola.  Aomine ‘ego grande’ Daiki lo disfruta tanto, quitándose sus lentes de sol, para tomar una copa y darle un trago haciendo una mueca de aprobación. ­­-No te creas mucho, y ya vamos a registrarnos. ­­-se lo digo, no sin arrebatarle la copa y beberme el resto de un trago.

­­-No te pongas celoso tigre, sé que quieres ser el único en servirme, pero dale una oportunidad a estos chicos también. ­­

­­- ¡Quisieras tonto!  ­­-. Aomine me regala un juego de cejas tan estúpido que no me queda más que reírme, a la vez que lo dejo tomarme de la mano para entrar. En mi adolescencia me habría avergonzado, hecho  golpearlo y apartarlo. Pero después de diez años juntos y en un país tan libre como lo es América, ya nos resulta de lo más normal. No que nos la pasemos encima del otro, pero esto está bien, digamos que entra en mi termómetro de tolerancia.

El registro es de lo más eficaz y rápido se llevan el equipaje a nuestra suite. En el camino al buffet Aomine se choca con paredes de gente que se arremolinan, para pedirle autógrafos y fotos, y como humilde jugador  ­­y persona que es -nótese mi sarcasmo ­­- no le queda más que aceptar a regaña dientes.

Me resulta de lo más entretenido ver como ancianitos lo abrazan, le pellizcan las mejillas y le dicen campeón, haciendo a mi desastroso novio avergonzarse y huir hacia mí.

Cuando llegamos al buffet, siento que cada año de mi vida ha valido la pena al ver tanta comida reunida en un lugar. ¡Es el paraíso mismo! Ni siquiera busco una mesa, ni mucho menos espero a Aomine, oh no, tengo hambre y voy a comer.

Una vez que me surto con varios platos, me acomodo en una confortable mesa, la cual se ve llenada por mi repertorio.

-Sí que te tomas muy a pecho eso del todo lo que puedas comer, ¿No tigre?

-Jódwet…ef…frathis. -menciono intentando no ahogarme.

- ¡Termina de masticar antes de hablar cachetes de ardilla!

Por alguna extraña razón, no que sea recurrente entre nosotros, terminamos jalándonos el cabello, pellizcándonos y estirándonos la cara, hasta que nos damos cuenta que estamos atrayendo atención innecesaria.

-Odio que todos me miren, lo detesto. Es como si fuera de otro planeta.

-El precio de la fama “campeón”. -le sonrío y me dedico a comer mientras Aomine frunce el ceño y se bebe su enorme vaso de coca-cola con hielo. -Daiki, ¿Podemos ir a un par de restaurantes antes o después del festival?... Uh, ¿Por favor? -. Aomine me ve con una ceja levantada, pero me termina sonriendo y asintiendo alegrándome.

-No sé porqué no me sorprende. Tú pensando en comida cuando ya estás comiendo.

-Cierra la boca, me haces sonar como un obeso adicto a las calorías.

-Y no fui yo quién lo dijo.

De nuevo estoy por matarlo por décima vez en el día, cuando un carraspeo nos interrumpe. Giro listo para matar a quién lo haya hecho, quedándome estático y sorprendido al igual que Aomine al ver de quién se trata. -Mido….¡¿Midorima?! ¡¿Qué haces tú aquí?! -. El ex jugador de Shutoku se acomoda las gafas y suspira prolongadamente.

-¡Ah! ¡Eres tú zanahoria-chan! -. Aomine y yo nos reímos por lo bajo, ya que es nuestro chiste privado recordar que Midorima parecía una zanahoria con su uniforme naranja de Shutoku y su cabello verde. Pero claro que al ahora doctor no le hace tanta gracia, al levantarnos una ceja y apretar la ficha de casino que trae entre sus dedos, y que presiento es su objeto de la suerte de hoy.

-Aomine, Kagami…tanto tiempo sin vernos-nanodayo.

-Que hay Midorima, ¿Ya te despidieron y no te quedó más que volverte apostador compulsivo? ¿O por qué estás aquí?

-No Aomine, mi trabajo está de maravilla gracias por preguntar-nanodayo. Solo vine a una convención de medicina que casualmente hay en la ciudad, sin mencionar la reunión.

Daiki y yo nos miramos intrigados por eso último, ¿De qué reunión habla Midorima? Por un instante algo dentro de mí me dice que he olvidado un suceso enorme.

-Huh, que bien. ¿Y qué hay de tu eterno enamorado? ¿Por qué no está contigo como siempre? -Daiki claramente se refiere a Takao, el eterno amor de Midorima,  que todos saben  lo ha seguido a cualquier lado, inclusive haciéndose enfermero con tal de estar con el doctor zanahoria.

-Takao está bien, de hecho está en las máquinas jugando.

-Pues si yo fuera tú lo detendría antes de que te deje en banca rota. Y lo mismo va para ti Bakagami, no apuestes mucho, que no quiero que terminemos en un callejón afuera de tu restaurante cuando te lo embarguen. -Me lo dice el tonto de Aomine, haciéndome darle un puñetazo que le saca una mueca socarrona.

-Ustedes dos no han cambiado en nada a lo largo de estos años, siguen siendo los mismos torpes de siempre. Presiento que todos se llevaran una sorpresa al verlos más tarde, ellos también se están hospedando aquí por cierto. Kuroko, Akashi, Murasakibara, Kise…y otros más.

-Woah, woah, sostén tus gafas cuatro ojos, ¿Acabas de decirnos idiotas? ¡Mira que tiene la cara, pero Bakagami no es tan tonto!

-¡¿A quién le dices tonto, Ahomine?! ¡¿Y eso es lo único que se te quedó?! Midorima acaba de decir que “los milagros” están aquí y estarán sorprendidos al vernos. -Hago ademanes exagerados con las manos para que Aomine me entienda, pero está muy ocupado lidiando con el hecho de que le dijeron, bueno, nos dijeron torpes, lo que Aomine entiende por idiota.

-Tranquilo tigre, déjame esto a mí. Nadie te ofende y no se lleva una paliza por parte de Aomine Daiki.

-Daiki…

- ¡El único que puede decirte idiota soy yo!

Ruedo los ojos y le jalo el cabello por haber sido estúpido al pensar que me defendería, no que lo necesite, pero ver a Aomine con buenos gestos es cosa milenaria. Midorima simplemente nos ve entretenido, será que con el paso del tiempo y vivir con Takao le han ablandado su estirado corazón.

-¿Qué es tan gracioso huh, listillo? ¡Kagami y yo también somos muy inteligentes, tú cuatro ojos!

-Sí, me lo imagino. Tanto qué podrían decirme, ¿Cuál es la diferencia entre un gameto y un cigoto?

-Game…¿Qué? ¡No caigas por ello Taiga, el tonto se está inventando palabras raras!

-Obviamente no lo haré, ¡Midorima idiota! No nos creas tan huecos como para no saber que eso no existe. -Daiki y yo afirmamos totalmente decididos y mirándonos con complicidad. Ese Midorima, creyéndose el muy listo como siempre. Pero lo que más nos sorprende es la risa que se le escapa al doctor mientras comienza a alejarse.

-Definitivamente son los mismos. Quédense aquí, les hablaré a los demás.

Le gruño y suspiro derrotado viéndolo irse y regresando a mi comida que ahora se enfría, hasta que siento como Aomine me jala por la muñeca para levantarnos.

-Venga, ya se fue, es tiempo de correr tigre.

- ¿Huh? -Y claro que ni siquiera me deja preguntar más, al tirar de mi mano para llevarme de ahí. Afortunadamente alcanzo a tomar uno de mis platos,  para comerlo dentro del elevador que sube rumbo a nuestra suite.

- ¿Es en serio?, ¿Tenías que traerte el plato?

- ¡Tengo hambre bruto! ¡Y además es tu culpa! ¡¿Por qué huimos?! ¡Ahora tendré que esperar hasta mañana por ese buffet!

-Cierra la boca, ¿No oíste a Midorima? ¡Esos raros están aquí!

- ¡Esos raros son tus amigos!

- ¡También los tuyos! Sabía que no debíamos venir, al menos no este fin de semana. ¿Comprendes Kagami? ¡Olvidamos que la reunión sería aquí!

Apenas si asiento mientras me paso un bocado, recordando que debido a la distancia que hay entre todos, ahora tenemos esa costumbre de hacer una reunión por lo menos una vez al año, en algún lugar que se escoja al azar. Oh, así que eso era lo enorme que se me olvidaba.

-Supongo que tendremos que estar con ellos un rato. - Lo susurro mientras bajamos y caminamos por el pasillo rumbo a nuestra suite, en la cual entramos maravillándonos con lo bonito que es todo, y ni hablar de la vista de toda la ciudad que se ve a través de los inmensos ventanales de cristal.

Pero mis pensamientos se ven interrumpidos al sentir como Aomine me acorrala contra la pared.

-No, no iremos con ellos. ¡No tenemos por qué!

-Daiki, es la reunión, nadie falta a la reunión.

-¡Nosotros lo haremos! Taiga escúchame, necesitamos esto, tú y yo…necesitamos esto. Este fin de semana solo para nosotros. ¿Entiendes? Hace años que no nos tomamos un verdadero descanso. Y definitivamente no pasaré mis días libres con ese sequito de dementes.

-Tú estás más demente. Y no exageres, solo será un rato, ¿Qué tan malo puedes ser?

-¿Ya olvidaste la reunión del año pasado, cuando Kise se puso a hablar por tres horas sobre su rostro, mientras Akashi nos daba un discurso de los buenos modales? ¿O qué hay del doctor cuatro ojos y sus lucky items de grupo? ¿Y debo siquiera cuándo Murasakibara se emborrachó y casi te vomita encima?

-Oh…- Había olvidado ese detalle, fue terrible y una misión casi imposible quitarme a un tipo de más de dos metros de encima, justo antes de que me vomitara todos sus dulces y alcohol. -Bueno, ¿Entonces qué haremos? Sabes que en cuanto Akashi sepa que estamos aquí, nos rastreará y así nos larguemos, moverá a todos sus contactos para encontrarnos. Eso y qué todos saben que el “jugador del año” está en la ciudad.

-Ugh, que se jodan todos. Y Akashi puede buscarnos, pero no nos encontrará. Seguiremos cómo hasta ahora, nos cambiaremos, dormiremos un rato, iremos a tu festival y cuando nos hartemos simplemente deambularemos por la ciudad. ¡Estamos en Las Vegas! ¡Jamás nos encontrarán!

-Bien, pero si nos encuentran te culparé de todo con Akashi.

-Hecho.

Ambos nos sonreímos mientras Aomine me quita el plato vacío, me abraza con fuerza por la cintura y acorta la distancia besándome. Un beso suave y lento, que rápidamente comienza a subir de intensidad, al igual que las manos de Aomine que me estrujan los muslos y el trasero sacándome un ronco gemido. La pantera me sonríe feroz y bastante complacido por mi reacción, pero ni así cederé, por lo que le pellizco la nariz y lo aparto.

-¡Oh vamos Taiga, sabes que quieres! No te hagas el del rogar, no ahora.

-Tal vez, pero no ahora, recuerda “Festival-bailar-sin-parar-tú-y-yo” No necesito llegar adolorido, así no aguantaré tanto tiempo. Pero prometo compensártelo… ¿Sí? -Aomine se cruza de brazos y se hace el indignado sacándome una sonrisa.

Llego con él para abrazarlo y morderle levemente la barbilla antes de darle un beso rápido, seguido de las cosquillas que le hago, por fin viéndolo reírse. -Aomine Daiki a veces puede ser todo un enorme bebé que quiere toda mi atención, ¿No es así?

-Que te den Kagami, que-te-den.

-Sólo si eres tú quién me lo da.

- ¡No me coquetees después de rechazarme!

Ambos nos terminamos riendo antes de ir a explorar la habitación. ¿Y por qué no? El mundo entero, total, lo que nos sobra es tiempo juntos.

 

 

 

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-Kagami…Taiga, tigre…oh mierda, esto, esto se está descontrolando, haz que se detenga. ¡Haz que se detenga! -Kagami se carcajea hasta casi llorar y caerse, mientras aprieta botones haciendo esta cosa acelerar y girar más rápido. Gruño y me aferro como puedo, a la vez que sonrío un poco al ver lo tremendamente risueño que está Taiga.

-Oh, oh, oh, esto se está poniendo bueno, así que agárrate Daiki. ¿O me dirás que va demasiado rápido? ¿Medio metro por hora se te hace mucho?

Lo golpeo en el pecho mientras él continúa riéndose y se gira hacia mí, para abrazarme mientras giramos sobre nuestro propio eje y como estúpidos en la tonta cama redonda y rotatoria de la habitación.

-¡Tú cara es lo mejor! No vayas a marearte huh.

-¡Jódete Bakagami!

-Quisieras idiota.

Ambos nos sonreímos de lado mientras él se me viene encima, para besarme y comenzar una pequeña pelea por quién tiene el control. Claro, hasta que en una vuelta terminamos cayendo al piso conmigo abajo. -Quítate carajo, pesas. -Kagami que decidió iniciar la fiesta temprano y asaltó el mini bar por varias horas, combinando y bebiéndose de todo, ahora me ve sonriente y coqueto, dándome un par de besos en el rostro.

Y me encanta, pero si sigue así no durará ni media hora despierto. Así que me lo quito de encima, lo ayudo a levantarse y como puedo detengo la cama para hacerlo sentarse sobre ella. -Mira cejas de cangrejo este es el plan, te cambias, vamos a tu festival un rato, bailas, te alocas, giras o lo que quieras y regresamos. ¿Qué tal eso?

-Qué bien te ves hoy Daiki, ¿Pero sabes cómo te verías mejor?...En esta cama, girando y debajo de mí rasguñándome la espalda.

Pongo los malditos ojos en blanco mientras Kagami vuelve a reírse, esta vez de su propia estúpida línea de ligue. Ahí está, una de mis peores y más grandes tentaciones, Kagami ebrio. - Venga ya, vístete o te llevo así. -Kagami me hace un puchero, antes de levantarse y chocar su frente con la mía.

-No eres lindo Daiki, nada lindo.

Le doy un manotazo apartándolo, viéndolo sonreírme y ahora si irse a cambiar mientras yo suspiro derrotado y le doy un trago a mi agua. Supongo que será una jodida noche muy larga.

-Hey, ¿Qué tal me veo?

Y compruebo que será una noche tremendamente larga, escupiendo mí agua y mirando cómo ha salido con mi antigua camiseta del equipo de Too puesta. Y no solo eso, sino también trae unos pantalones, ¿Cómo decirlo? Obscenos, si, esa es la palabra indicada, obscenamente ajustados y oscuros.

-Cierra la boca, no queremos que te entren moscas.

Lo ignoro y evito a toda costa, porque ver esa camiseta en él, me trae uno que otro recuerdo de los furtivos encuentros que teníamos entre partidos, o entrenamientos cuando éramos unos mocosos calientes y alborotados.

Lo malo es que aunque ya no tengo diecisiete, Kagami sigue encendiéndome tanto o más que el primer día. Pero ahora no es momento de eso, por lo que también me coloco una camiseta sin mangas, ya que seguramente hará un calor para morirse en ese lugar.

 

 

 

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Esta vez me toca a mí conducir, porque si fuera por Kagami, ya estaríamos encima de las aceras atropellando a todo el que se nos cruce en frente. Aunque, debo mencionar que sí es bastante divertido verlo saludando personas a diestra y siniestra, y como le regresan los saludos algunos más eufóricos que él.

También es excitante ver la ciudad de noche, en definitivo aquí es cuando cobra vida y sabes porque la llaman la ciudad del pecado. Enormes hoteles, estatuas, fuentes, atracciones, eventos y escaparates explotan como locura parpadeante, más miles de luces de autos y flashazos.

Kagami sube el volumen de la música a todo lo que da, y yo simplemente sonrío hasta llegar a uno de los extremos de la ciudad, al Motor Speedway de Las Vegas. Un maldito autódromo inmenso donde la locura y el infierno de colores se han desatado haciendo la noche arder.

Apenas nos bajamos Kagami toma mi mano y me jala, para salir corriendo e ingresar al lugar. Una fila rápida por nuestros pases especiales y en cuestión de segundos nos encontramos dentro.

Al instante mi boca se abre al igual que mis ojos porque es… demasiado. Hemos ido a uno que otro concierto y algunos festivales más en Los Ángeles, pero esto es enorme. Cientos de miles de personas con la ropa más bizarra y extravagante posible -por no decir que algunos se encuentran semi-desnudos- se arremolinan disfrutando el evento.

Hay juegos mecánicos brutales y gigantescos, flores eléctricas de diez metros hasta el cielo que florecen, caravanas masivas que tiran cañonazos de espuma, brillo, pirotecnia y confeti. Y ni hablar de los puestos de alcohol listos para ahogarte y que no despiertes nunca más de este sueño alienígena.

La música electrónica y rítmica tiene a todos corriendo, brincando, besándose, abrasándose, gritando, bailando, enloqueciendo y provocando a la vida misma.  Las fuentes se agitan a chorros, y las luces y láseres destellan alucinantes con colores neones al igual que todo. Es como el Disneyland para adultos excéntricos. Es la psicodelia hecha lugar y la demencia volando a través del aire.

Jamás me han gustado los lugares concurridos, pero en cuanto escucho a Kagami gritar desde lo más profundo de su ser, totalmente eufórico y emocionado, sé que es el lugar perfecto, al menos por esta noche.

Kagami me lleva casi arrastrando, para meternos entre empujones a uno de los tantos tumultos de gente que hay, en búsqueda de llegar un poco más al frente de uno de los escenarios principales. Y ahora sí, todo se transforma. Kagami me suelta, sólo para elevar sus manos y comenzar a agitar su cabeza al igual que todo su cuerpo, bailando con todo lo que tiene. Y carajo, Aomine Daiki no baila, al menos no esto y no frente a todas estas personas raras, porque es lo que son.

Pero por primera vez, después de tanto tiempo, yo no soy el jugador del año, ni Kagami es un chef reconocido. Oh no, aquí no somos más que dos extraños felices, calientes, emocionados y locos el uno por el otro, justo como el resto de los demás.

Miro para todos lados, pero al final mi vista siempre regresa a alguien, a Kagami que sonríe y brinca ahora que la música se ha acelerado a niveles extremos. Y debería odiarlo por haberme traído a este ruidoso, y asfixiante lugar, pero por algún bizarro motivo ya me encuentro tomando una de sus manos para entrelazar nuestros dedos, mientras ambos brincamos como un par de idiotas.

Grito junto a él y miles más sintiendo cada nota elevada tocarme, rozarme y calarme hasta las entrañas. 

Cuánto maldita sea necesitaba esto, sentir que se me eriza el vello del cuerpo mientras montones de gruesas y pesadas gotas de sudor caliente se deslizan por mi cuerpo. Pero sin duda, lo mejor es que mi corazón late cada vez más y más rápido, anunciándome que se saldrá de mí pecho, no solo por la música y por el momento, sino porque estoy con este tipo que me tiene como un loco por él, aun después de ya tantos años juntos.

-¡Daiki! ¡Daiki!

Kagami se me ha pegado para entre gritarme al oído en un intento porque lo escuche, pero es casi imposible con lo fuerte que está la música. -¿Qué pasa? ¿Ya te aburriste? -. Su sonrisa traviesa me dice todo lo contrario. En su lugar, me toma por el rostro para besarme en grande y de lleno.

-Me encantas Daiki. -Me lo jadea contra los labios, agotado, sin aliento pero muy sonriente y con unos ojos de fuego eterno. -Quisiera poder decir lo mismo tigre, pero aun estás ebrio y estás por ponerte peor.

-Dirás, estamos, por ponernos peor.

Simplemente nos sonreímos antes de darnos un par de besos más y seguir con la explosión de sensaciones. ¿Estará mal desear que la noche nunca termine?

 

 

 

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Me pregunto, ¿Cómo habremos terminado así? La cabeza me da vueltas, como mil secuencias consecutivas aprisionándome en un mar de sensaciones indescriptibles. Me siento ligero, casi levitando por el alcohol y calor concentrado en mi sistema. Y confesaré que me encanta. Me encanta poder percibir los latidos de mi corazón en la garganta y en los oídos mientras alucinantes luces me deslumbran,  aunque claro, ninguna tan atrayente como Aomine que se encuentra tanto o más perdido que yo.

Las horas han pasado sobre nosotros y con ello enormes tragos de alcohol helado, al igual que profundas bocanadas de aire cálido y viciado, no solo por el humo de cigarrillo y pirotecnia,  sino también por la loción y el sudor fresco del cuerpo de Daiki, que tengo impregnado hasta en la lengua de tantos besos obscenos y morbosos que hemos compartido.

Mi corazón late al límite y mi sangre burbujea ardiente por mis venas, al ver a Aomine moverse tenuemente entre un mar de gente, con los ojos cerrados y apenas si logrando mantenerse de pie, pero con una sonrisa cínica, cruel y feroz que me mata. Él y yo, al igual que la multitud bailamos prendidos y embriagados, porque sin duda es una noche especial. Tan especial que en cuanto Aomine abre los ojos viene contra mí para besarme una vez más.

Su lengua suave, carnosa y mojada entra en mi boca, para tocar mis puntos más sensibles mientras nos jalamos el cabello y rasguñamos el cuello. Nos besamos con agresividad y pasión saturada, hasta sentir nuestros dientes chocar y la saliva escurrirnos de la boca.

Apenas si nos separamos para respirar agitados, mirándonos fijo, con una peculiar alusión que no logro comprender. Sin embargo Aomine no piensa y sólo actúa.

Me muerde la nariz, la barbilla y me sonríe creyéndose el dueño de todo, quizás porque sabe que realmente lo es. Y carajo, debería odiar su parte arrogante, pero lejos de enfurecerme me tiene perdido y totalmente enamorado de él.

Si tan sólo pudiéramos estar juntos para siempre, si tan sólo Aomine fuera mío eternamente. Si tan sólo… El mundo pareciera guardar silencio mientras una idea me golpea  directo al corazón, bloqueándome cualquier pensamiento cuerdo.

 -Taiga, mírame…mira lo duro y caliente que estoy por ti. Quiero follarte ahora, ahora maldición.

Aomine me lo susurra al oído con su voz más ronca, erótica y pesada, ocasionándome un turbio escalofrío en la espina dorsal y sacándome de mis ensoñaciones al hacerme sonreír. -Tengo algo mejor en mente.

- ¿Mejor que follar? ¿Hay algo mejor que eso?

-Algo mucho mejor…-Lo llevo conmigo lejos de la multitud, al frente de una de las norias masivas de colores neones, donde hay un poco menos de ruido, si es que eso es posible.  Aomine me mira sin comprender en cuanto le sonrío, tomando su mano y sacándole ambos anillos de campeonato.

-¡Oe! ¿Qué haces? ¡Si los pierdes te mato Bakagami!

-Sh…silencio - Lo callo con un pequeño beso que lo hace avergonzar y empujarme, sin embargo vuelvo a tomar su mano mientras intento aclararme la voz y encontrar las palabras adecuadas, para que este tipo tan odioso, lindo y problemático me comprenda sin morir en el intento.

-Kagami, si te quedas callado por otro segundo más, te juro que te daré un puñetazo en tu estúpida cara bonita.

-Cierra la boca Ahomine, es sólo que…uh. - Carajo. Mi boca tiembla, no precisamente de nervios, sino por el licor jodiéndome la cabeza. ¡Kagami componte idiota, es el maldito momento más especial de tu vida! Bueno, uno de tantos más que me esperan. O eso pienso mientras tomo una última honda bocanada de aire tibio. -Daiki… eres un estúpido.

- ¿Qué dijiste idiota? ¡Estúpido tú cejas de flecha!

- ¿Hah? No, espera, mierda, eso no salió como lo esperaba. Pero no, yo…¡Maldición! -Aomine que realmente está por soltarme un puñetazo -y yo otro a él- me levanta una ceja. ¿A quién quiero engañar? Las cosas lindas no me van, por lo que lo tomo por el cuello de la camiseta con agresividad y lo atraigo hacia mí.

- Escucha Ahomine me gustas, me encantas, me fascinas, me enloqueces bastardo arrogante y egocéntrico. Eres increíble y perfecto para mí aunque odie admitirlo. Así que toma esto y cásate conmigo. -Tal cual lo digo le coloco uno de los anillos en el dedo anular mientras él está en shock, parpadeando e intentando descifrar si es un delirio de alcohol. Y tal vez lo sea, pero si no me caso con él ahora mismo, probablemente termine de volverme -un poco más- loco.

- ¿Te me acabas de proponer? ¿Aquí? ¿Así?

- ¿Algún problema, huh? - Aomine abre la boca y la cierra un par de veces como pez al aire, solo para frotarse la sien algo harto. -¿Aceptas o no? -Lo miro preocupado y nervioso mientras él suspira y me mira fijo.

- ¿Estás loco? ¿Casarme contigo? ¿Contigo de todas las personas posibles? No bromees Taiga.

- ¿Eso es un no? - Sueno algo triste, pero Aomine me da el alivio y la alegría que tanto esperaba al sonreírme de lado con esa mueca ridícula que sólo él sabe darme.

-Eso es un ¿Dónde carajos tengo que firmar tonto? 

No puedo evitar reírme por lo lindo que es, mientras él me rueda los ojos y me pellizca sin fuerza. -Ten, ahora tú pídemelo. - Se lo pido con cariño, depositando el otro anillo en su mano, haciendo a Aomine verme curioso. - Oh vamos, somos chicos, así que ahora tú pídemelo y tal vez acepte.

-¿Tal vez? Jódete Kagami, te mueres por darme el sí.

Estoy por contestarle una tontería, pero me quedo callado al sentir como me sujeta por el rostro mientras sus labios suaves se chocan con agresividad contra los míos. Daiki me mira más serio que nunca haciéndome temblar de pies a cabeza.

-Mataría y mentiría por ti Kagami. Haría lo que fuera. Así que escucha bien, que solo lo diré una vez. -mi respiración se atora en mi garganta mientras Daiki inhala con fuerza.

-Te…uh, amo sin motivos y por mil razones… para siempre. Así que deja de verme así y hay que casarnos ahora, antes de que me arrepienta.

Aomine me coloca el anillo sin cuidado alguno mientras yo no paro de sonreír como un tonto. Definitivamente lo amo. -Sí, sí quiero. Y volvería a aceptar un millón de veces más.  -Daiki me mira embelesado provocándome la misma reacción.

Tanto así, que por segunda vez en la noche ya me encuentro tirando de su mano.

Ambos corremos torpemente, con Daiki jaloneándose y maldiciéndome para que lo suelte, pero ni así pienso hacerlo y ni él piensa soltarse. Al contrario, aprieta el agarre, dándome a entender que mientras le dure la vida, me seguirá hasta el fin del mundo.

Corremos alejándonos de todo, saliendo del festival e inclusive del estacionamiento en donde apenas cruzamos las puertas, detengo un taxi que nos lleve.

Al haber salido de semejante fiesta por fin logro notar la vibración de mi celular, y al tomarlo me percato de que tengo millones de llamadas perdidas de Kuroko, Kise y hasta de Akashi, preguntándome cuándo carajos pensamos llegar Aomine y yo a la reunión. Dios, van a enojarse tanto cuando se enteren.

Pero ahora no quiero pensar en eso, así que lo apago y me recargo en mi novio.

El conductor sigue su camino y Aomine continua sin cuestionarme, tan sólo mirando a través de la ventana muy impasible hasta que llegamos a nuestro destino, una pequeña capilla nupcial en la avenida principal.

En cuanto nos bajamos Aomine me choca contra una maldita palmera con furia, mientras me mira con esos ojos húmedos, preciosos y cristalizados cómo zafiros ardientes, por estar aún bajo efectos del alcohol. - ¿Tan rápido te arrepentiste?

-Estoy algo ebrio Taiga, pero no lo suficiente como para no saber que si jodemos esto, lo jodemos todo para siempre, ¿Lo sabes cierto?

-Cada quién decide con qué fuego quemarse Daiki. Y yo ya escogí el mío. -Aomine me mira con crueldad, escudriñándome, pero finalmente sonriendo complacido y soltándome, para tomar mi mano y llevarme al interior del lugar.

-En ese caso a consumirnos en fuego se ha dicho.

Esta vez ambos sonreímos y entramos. Lo bueno es que sólo hay una pareja antes, que está siendo casada por un estúpido intento barato de Elvis Presley.

Así que mientras esperamos llenamos un par de formularios a muy duras penas. Y digo muy duras, no sólo por la emoción, sino porque las manos me tiemblan y aun cuando ya soy un adulto hecho y derecho, me siento justo como un adolescente que está por cometer la locura de su vida. Y vaya que la locura me va muy bien si se trata de Aomine.

-Hey Kagami, ¿Estás lo suficientemente ebrio como para ponerte un vestido? ¿O solo quieres el velo?

El tonto de mi ahora futuro esposo me lo dice con ese tonito burlón, que me hace querer ahorcarlo. -Jódete, tú ponte el vestido. Yo estoy bastante bien así. -Aomine me chasquea la boca y casi se va de boca contra el mostrador por tropezarse. Lo peor es que por momentos siento que las letras del registro se esfuman.  Carajo, solo espero no estar tan ebrio como para no recordar nada por la mañana. ¡Y es que esta es la mejor idea del mundo! ¿Cierto?

-¿Están listos jóvenes?

El intento de Elvis nos habla y no nos queda más que ir. Nos ahorramos el teatro de uno esperando por el otro y directo vamos los dos. Maldición, estoy feliz, nervioso, mareado y eufórico, ¿Será normal antes de casarse?

-No lloriquees mucho Taiga.

Le sonrío mientras nos tomamos de la mano y miramos a Elvis posar de la manera más ridícula posible, hablando y canturreando. Los segundos se me hacen eternos y perfectos minutos en los que apenas si escucho a ese hombre hablar, tan sólo fijándome en cada gesto del rostro de Aomine.  Aun mareado se mantiene firme y decidido, entrelazando sus dedos con los míos y recargándose ligeramente en mi, demostrándome que quiere esto tanto como yo.

Y así, en cuanto nos lo preguntan, nos aceptamos el uno al otro aun a palabras torpes y corridas y risitas sin sentido alguno.

-¿Algunas palabras que quieran decir antes de concluir?

-Uh… -Daiki se lo piensa, pero ahora que es tan real y palpable el matrimonio parece bastante apenado. Así que si no soy yo ninguno lo hará.

-Yo, uh…Daiki, te amo y lo haré siempre aunque seamos como la noche y el día. -Mi ahora marido me sonríe orgulloso y feliz no sin antes aclararse la voz y regalarme una dulce mirada.

-Pero qué noche la de aquel día.

Y sólo con eso, todo colisiona. No hay ni suspiros antes de que ya nos encontremos besándonos, tragándonos, mordiéndonos y ahogándonos en el otro. Porque lo quiero, lo quiero tanto que me está acabando, consumiendo y aniquilando. Y lo mejor es, que probablemente lo querré para toda la vida, sino es que también después de ella.

Y nos seguiríamos besando de no ser por el carraspeo de Elvis, que nos hace un juego de cejas indicándonos que luego podremos seguir. Por lo que, un par de firmas nuestras y de testigos -que terminan siendo parte del personal de la pequeña capilla- después y por fin llega el momento esperado.

-Es un placer para mi declararlos marido y esposo. Pueden besarse… ¿De nuevo? ¡Solo bésense o tráguense pero ya! ¡Y no olviden la foto chicos!

Y claro que no tiene que decirlo de nuevo, que ya nos estamos azotando contra la primera pared que se nos topa, para comernos a besos profundos y llenos de saliva.

-Oficialmente eres un Aomine.

-Y tú un Kagami.

-Me encanta como suena eso. -Mi marido y yo nos sonreímos y tomamos un par de fotos tontas, con Elvis y todo el personal, para luego seguir con nuestro viaje, porque esto pareciera ser el inicio de una nueva etapa. O al menos la premonición de un enorme festejo.

Salimos a las calles de Las Vegas recargados de energía, justo como si nos hubiéramos metido una alta dosis de éxtasis puro y directo al corazón.

Corremos por las aceras, brincamos autos, nos besamos y fotografiamos bajo la torre Eiffel y la esfinge de Guiza; cruzamos el canal de Venecia y navegamos en un barco pirata, que nos lleva a las infinidades del espacio en la punta de la torre más alta.

Y aunque podríamos pagar el restaurante más caro, nuestro banquete de bodas termina siendo un montón de comida chatarra en una terraza, que nos tiene chupándonos los dedos, arrojándonos soda con hielo y untándonos helado mientras nos reímos hasta quedarnos sin aire.

Deambulamos por la ciudad del pecado como si fuéramos dueños de ella, entrando a clubes nocturnos y casinos, apostando y ganando todo en el proceso, porque aun cuando el efecto del alcohol ha pasado, el de la adrenalina por estar juntos se sigue disparando hasta el universo.

En este momento la realidad es una deliciosa, increíble, surrealista y chillante paleta de colores fosforescentes, que se derriten desde el cielo, el cual cambia de forma y sobresale de una forma nunca antes vista ni imaginada.

Será que por el simple hecho de estar con Aomine, todo se vuelve más y más perfecto.  Desde la risa más tonta hasta el simple roce de nuestros labios, genera que nos estremezcamos hasta temblar y electrizarnos por completo.

Recorremos todo tomados de la mano, jalándonos el uno al otro, llevándonos y no deteniéndonos ni siquiera al llegar al límite.

Subimos en el elevador exterior de cristal, admirando las luces más psicodélicas de la noche mientras nos besamos, aventamos y abrazamos entre risas. Y aunque Daiki suele comportarse serio en público, esta noche pareciera haber perdido toda compostura. En especial en nuestra habitación en silencio y a oscuras.

-No te creas mucho, pero me encanta estar casado contigo.

Nos sonreímos de lado, a la vez que él termina de estrellarme contra el enorme ventanal que nos da la vista perfecta. Permanezco inmóvil, sintiendo mi aliento atorarse en mi garganta al notar sus manos grandes y ásperas entrar bajo mi camiseta, para subírmela lento hasta lograr quitármela, seguido de mis pantalones y ropa interior que llegan a mis tobillos en cuestión de segundos.   

Aomine hace lo mismo a torpes brincos, sacándome una pequeña sonrisa que es rápido remplazada por una mueca lasciva y pecaminosa al ver su brutal cuerpo desnudo.

Así es Aomine Daiki, emana de sí vibraciones, alusiones y matices que cargan la atmósfera de un erotismo siniestro que incita al peligro. Un peligro que me hace querer derretirlo entre mis dedos como delicioso chocolate caliente.

-Ven aquí maldición.

Daiki elimina la distancia, pegándonos para besarme el cuello, bajando lo suficiente hasta mi manzana la cual muerde, haciéndome retorcer y gemir  en dulce agonía. Lo abrazo aferrándome a su espalda ancha para clavarle las uñas, disfrutando no solo de la deliciosa fricción de su cuerpo caliente y aceitoso por el sudor contra el mío, sino también de su rico aroma a madera, estoraque y ámbar burbujeante.

Aomine me rasguña los muslos, dejando ardientes e hinchadas hileras a su paso, mientras sus labios suaves depositan pequeños besos húmedos sobre mis clavículas. Tiemblo entre suspiros, sintiendo mi erección más dura que nunca.

 Lo quiero tanto y tan mal que estoy por perder la cabeza. Por lo que me encargo de darle un beso agresivo y rápido antes de llevármelo a la cama y arrojarlo a ella, en donde se acomoda boca arriba recargándose en sus codos.

-¿Tienes hambre tigre? -Me lo pregunta mi guapo y arrogante marido con ese tono coqueto y viciante mientras me sonríe perverso.

-Yo siempre tengo hambre… -Me voy contra él, para revolcarnos en placer, lujuria incandescente y apetitosa pasión. 

Y justo así, a través de la noche infinita y el cielo eléctrico, la tierra gira hacia una creación desconocida. Y lo amo porque todo fluye con el tiempo y el porvenir, que nos devuelve a un comienzo donde nunca hay fin…

 

 

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Calor, hambre, mucho calor, mucha hambre, sueño, dolor. ¿Qué carajo pasó? Y más importante, me estoy muriendo de hambre. Entre abro los ojos sintiendo un brutal flashazo de luz derretirme las retinas por las cortinas abiertas, haciéndome retorcer y gruñir; hasta que me percato que me encuentro en un enredo de brazos y piernas con Aomine que ronca contra su almohada justo a mi lado.  Y lo más raro es que la estúpida cama se encuentra girando.

Bostezo sintiendo los huesos tronarme y crujirme, provocándome un rico desentumir. Me estiro adormilado y curiosamente mirándome los brazos. Tengo mordidas sangrantes y hasta besos ahora púrpuras que me hacen terminar de descubrirme, para ver que están por todo mi cuerpo. Carajo. Giro viendo que aun tras su preciosa piel morena, Aomine también tiene varias marcas como las mías. Mierda, seguro que follamos hasta de cabeza y por eso me duele hasta el alma.

O eso pienso mientras sonrío y me percato de los anillos en mi dedo anular. ¿No es el anillo de campeonato de Aomine? Seguro que me lo prestó anoche, pero el otro con un par de dados al estilo Las Vegas, llenos de pequeñas piedras preciosas me hace levantar una ceja. Se parecen a los que dan en las bodas…Oh no.

No, no hay manera. ¿Oh sí? no, no. ¡Oh mierda! ¡Nos casamos anoche!

Repentinamente los recuerdos me caen uno tras otro como una pesada y muy brutal avalancha que me deja noqueado por unos segundos, pero que finalmente me hace sonreír como un tonto demasiado feliz para ser verdad. Estamos casados. - ¡Daiki despierta idiota! No, digo uh…sólo despierta.

Supongo que no es muy gentil decirle idiota en nuestro primer día de casados, ni levantarlo a jalones como de costumbre. Así que lo remuevo y agito despacio, inclinándome para susurrarle. -Hey despierta…Aomine despierta, espera, oh no, ahora también soy Aomine… Daiki despierta carajo. ¡Esto es importante!

-Cierra la boca cejas de cangrejo. -Me lo dice no sin antes darme un manotazo en la cara, que me quita cualquier rastro de cariño. Voy a matarlo, con delicadeza, pero muerto estará al fin y al cabo. Le jalo las mejillas con mucha fuerza, hasta verlo retorcerse y gritar del dolor mientras se incorpora de golpe.

- ¡¿Por qué fue eso?!

- ¡Te dije que despiertes! Es uh…importante. ¿Recuerdas lo que hicimos anoche? -Y aunque nunca le pido nada a la vida, por primera vez suplico que no haya olvidado nuestra noche. Aomine me mira curioso, aun sobándose las mejillas mientras intenta encajar conjeturas mirando a nuestro alrededor. Y estoy por perder toda esperanza hasta que él también nota los anillos en su dedo. Daiki me mira y luego a mi mano, a la suya y así varias veces.

-Oh…

-Sí, oh… -Suspiro aliviado mentalmente al ver que recuerda, aunque lo malo es que la vergüenza se hace un tanto evidente en ambos. - ¿Te arrepientes?

- ¿Qué? ¡No! ¡Claro que no Bakagami! Sólo que…es tan real y creo que me gusta. Y aunque esto es muy asquerosamente romántico y eso, mejor vamos a comer algo, que seguro que no tardas en morder hasta la mesa. Ya luego uh… seguimos con esto. ¿Sí? Carajo,  sólo déjame ir o me dará algo de la maldita vergüenza.  -En definitivo adoro a este tonto.

Aomine me besa y revuelve el cabello antes de levantarse y casi irse de boca, gruñéndome en el intento por llegar a la puerta de la sala seguramente rumbo al mini bar por un poco de agua. De igual manera me levanto listo para besar el suelo, no solo por el mareo de la cama, sino por el dolor corporal. Una noche loca, huh.

- ¡Ahh, carajo!

- ¡¿Daiki?! -Apenas he escuchado su grito, dejo de estirarme y salgo corriendo hacia la sala donde lo veo arrodillado y oculto tras uno de los largos sillones, el cual ocupa como trinchera - ¿Qué pasa? ¡Me asustaste idiota! -Me cruzo de brazos, mirándolo acusatoriamente y notando que me señala hacía el lado contrario, por lo que giro viendo lo impensable. De inmediato también brinco, trago saliva y un grito reprimido, sintiendo un turbio escalofrío recorrerme hasta la medula.

-Buenos días Taiga, Daiki. Tanto tiempo sin vernos.

Casi me desmayo al ver que se trata de nadie menos que el emperador, sentado plácidamente en el otro sillón, con una apacible y perversa sonrisa. Y estoy seguro de que debería preocuparme en saber cómo carajos entró a nuestra habitación, pero estoy más ocupado intentando idear respuestas en mi mente para librarnos de una muerte prematura.

- ¡¿Qué haces aquí Akashi?! ¡¿Conoces siquiera el sentido de la privacidad?!

- ¿Y tú conoces el sentido de la responsabilidad Daiki?

-¿Hah? ¡¿Lo dices por la reunión?! ¡Si faltamos, y qué! Ni que fuera la gran cosa. -Lo dice Aomine mientras se levanta refunfuñando y yo corro por un par de boxérs, para él y para mí evitándonos más penas.

- Daiki…llevo planeando esa reunión desde hace casi un año. ¿Y tú tienes la insolencia de no solo no asistir, sino de aparte evitarme e indignarte? Y lo mismo va para ti Taiga. -El tono frío de Akashi me hace tragar en seco y casi irme de espalda al verlo levantarse, inclusive intimidando a Aomine que se aclara la voz.

-Pues…pues tuvimos mejores cosas que hacer.

- ¿Qué cosas son más importantes que ver a sus amigos, después de tanto tiempo separados?

-Bueno pues…uh, tú sabes, cosas.  

Prometí entregar a Aomine en bandeja de plata si las cosas se complicaban, pero supongo que ya casados si le va mal a él, igual a mí. - ¡Daiki y yo nos casamos anoche! -Aomine abre la boca hasta el piso, porque era obvio que pensábamos planear el cómo decirle a todos y en especial a Akashi, pero si hemos de morir que sea rápido.

Akashi nos levanta una ceja y nos mira escudriñándonos, hasta que Aomine llega a mi lado, abrazándome por los hombros y dándome el soporte que necesitaba.

- ¿Algún problema con eso Akashi? -Daiki lo dice con seguridad, haciendo que Akashi nos mire fijo, prolongando segundos en eternas horas, hasta que sonríe y niega.

-Ninguno. Y ya lo sabía, más bien, todos lo saben. Y cuando digo todos, es todos.

Akashi nos arroja un periódico que Aomine atrapa y abre, ahora sí matándome.

-Oh mierda, no se les escapa nada. Y por cierto que bien nos vemos.

El periódico de Las Vegas Sun tiene de portada en el área de sociales, una fotografía mía y de Aomine brincando sobre el capote y techo de un auto.  Y hay un pequeño cuadro enfocando nuestros anillos de casados. Con el titular de “Estrella de la NBA y chef famoso por fin se dan el eterno sí en la ciudad del pecado.”

-Hah, carajo. ¡Genial! Esto es…maldita sea genial. -La sección de chismes no era la manera en que quería que todos supieran que me case, pero supongo que tampoco me desagrada del todo.

-Sí que lo es. Mira cuántas llamadas perdidas y mensajes tengo, seguro que tú igual empezando por las de tu padre que obviamente ya se enteró.

Decido ignorar mi teléfono, que me pasa Aomine, y que ya ha de haber explotado internamente de tantas llamadas, mejor concentrándome en Akashi que se dirige a la puerta. - ¿Ya te vas?

-Nos vamos, dense prisa y vístanse. No creerán que con Ryota y Tetsuya aquí los dejarán tranquilos después de semejante noticia. Desayunaremos algo juntos y luego son libres de disfrutar su luna de miel por cuánto tiempo les plazca. Y por cierto, felicidades por su matrimonio, estoy muy feliz por ustedes.

-Gracias… -Le doy un codazo a Aomine que también termina agradeciendo antes de ver a Akashi partir, no sin decirnos que él y los chicos nos estarán esperando en la piscina.

Apenas la puerta se cierra Aomine se arroja al sillón, para recostarse boca arriba y yo me le voy encima. Mi marido me frota la espalda mientras yo suspiro feliz.

-Tetsu hará que nos casemos de nuevo frente a él, estoy casi seguro. Es eso o va a matarnos.

-Te compraré un bonito ataúd. -Aomine me sonríe, metiendo sus dedos entre mi cabello para acariciarlo despacio.

-Será una locura al volver sabes.

-Así es, la mejor locura que hemos hecho.

-Espero sigas pensando igual cuando tengas que lavar toda mi ropa sucia tigre.

-Ya lavo toda tu ropa sucia inútil ser humano.

-Por eso digo que eres el esposo perfecto. -Nos reímos un poco, finalmente dándonos un beso y sabiendo que podremos afrontar todo lo que viene de ahora en adelante, siempre que estemos juntos.  Será que un día la casualidad nos juntó y nosotros no supimos negarnos nunca más… Porque simplemente no hay otra manera para nosotros.

Notas finales:

Gracias por leer las aventuras de estos dos tontos adorables.

No solo a la dulce Dashi, sino a todos, espero que les haya gustado…<3


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