Un sonido sordo fue lo único que se escuchó en la habitación que hacia segundos se había sumiso en el más mortal silencio. La silla había golpeado el suelo sin nada que la atajara, así como el hombre que se encontraba atado de forma firme en ella. Los insultos por parte de este no se hicieron esperar, maldiciendo a todas las personas que se encontraban a su alrededor y en especial a aquel que había utilizado su pie para hacer que cayera. El círculo de hombres se limitó a observarlo fijamente, analizando cada rasgo y expresión creada por la persona que se encontraba en el suelo insultando.
Unos cortos minutos pasaron antes de que dos de los hombres rompieran el círculo y se agacharan hasta levantar al “prisionero” que había sido derribado. No perdieron el tiempo, apenas este se encontró nuevamente en posición vertical, retornaron a su lugar en el círculo y se sumieron en el silencio, dejando a este quejarse del dolor de cabeza que le había producido la caída. Los hombres que conformaban el círculo se miraron con tranquilidad, tal y como si pudieran comunicarse telepáticamente. El hombre más alto de todos ellos fue el que dio una orden silenciosa con un asentimiento, siendo comprendida por todos la orden de que abandonaran la habitación y al prisionero en ella. Luego continuarían con lo que estaban haciendo.
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—¿Crees que de verdad no tenga idea dónde está él? — La voz sonó auténticamente preocupada al cuestionar sobre el paradero uno de sus miembros más importantes de su clan, alzando la mirada hasta encontrarse con su compañero, el cual caminaba apenas unos pasos delante suyo.
—No puedo garantizarlo, tal vez, tal vez sólo está siendo leal. En cuanto a la información, solamente es cuestión de poder quebrarlo y sabes que somos los mejores en ello. — Una sonrisa se dejó ver en el perfecto rostro del contrario al finalizar su respuesta, la cual dejaba ver el orgullo y la seguridad con la que había hablado.
—No sonrías, me da escalofríos cuando lo haces.— Bromeó con una media sonrisa, dando unas leves palmadas en su espalda antes de separarse y tomar su propio rumbo, dirigiéndose a la izquierda mientras que su compañero se dirigía a la derecha. La enorme mansión en la que se encontraban contaba con el espacio suficiente para que un ejército se hospedara en ella al mismo tiempo, aún cuando apenas fueran 15 personas las que se encontraban viviendo allí y ni siquiera solían dormir allí todos. Era raro que se encontraran todos juntos como en aquel día.
Obviamente aquella situación había podido con todos, no era algo que sucediera de forma seguida. Uno de ellos había desaparecido de forma misteriosa y no podían quedarse con los brazos cruzados, el no poder hallar a esa persona era un directo insulto a todos ellos, el cual no podía permitirse. Iban a recuperarlo de cualquier forma.
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—Sabes que habrá problemas, no puedes ser tan egoísta. — Aún cuando era totalmente inútil tratar de hacerlo entrar en razón, continuaba intentándolo en un patético intento de hacer “lo correcto”. Al principio la única respuesta que recibió fue un resoplido de fastidio y una mirada cargada de molestia.
—Desistirán, ya lo verás. Sólo debo quedarme aquí un tiempo, ya han pasado 5 días.— Argumentó con convicción, subiendo una mano a la mejilla del ajeno para repartir una caricia superficial, disfrutando del tacto suave de la misma. —Si quieres que me vaya puedes decirlo, lo entiendo, después de todo nuestras famili-…— Las siguientes palabras murieron en sus labios cuando los ajenos cubrieron su cavidad beso demandante que no se molestó en romper.
—No hay mejor lugar para ti que a mi lado, así que cállate. Haznos ese favor.— En respuesta a esto sólo consiguió un golpe en su hombro que lo desestabilizó, dando paso luego a una sonrisa que poco tenía de diversión.
—Eres un imbécil, me voy a bañar. Tú ve a buscar algo de comer, vamos.— Y levantándose, le hizo un movimiento con la mano propio de una persona cuando quería alejar a su mascota, regalándole una sonrisa de superioridad. Lo siguiente en escucharse fue un gruñido bajo, pisadas y una puerta azotándose, regresando el silencio a la habitación.
—No voy a volver.— Sentenció al aire, encerrándose en el baño de la habitación como si de su propio baño se tratara.