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Mi Razón (OS) por CerezoHimeChan

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Notas del fanfic:

Hola (?), quizá algunos recueden este one shot quizá otros no pero buenooo, lo había borrdo de la plataforma pero aquí está de regreso, corregido y aumentando (no mucho :P). Tenía muchos errores de narración y los tiempos, pero creo que ya ha quedado más bonis (?). Espero lo disfruten de la misma forma como anteriormente.

 

Saluditos :D

 

 

Notas del capitulo:

¡A leer, amores!

Cualquier cosita me dicen y bueno, no olviden dejar sus lindos rws, los leo todos <3. 

 

 

Tanto tiempo sumido en el dolor, en la desesperación, en la decepción. Sin ninguna luz al final, sin ninguna puerta que se abriese para darle la bienvenida… Nada, eso era él, absolutamente nada.


Alcohol. Cigarro. Mujeres. Sexo. Incluso drogas.


Su vida había perdido todo el control, había virado en otra dirección que ya no era la correcta y todo por un par de piernas que en su momento le pertenecieron solo a él pero que al final de la historia le había dejado para irse con un escuincle, tres años menor que él, o eso había escuchado. La verdad es que no tenía interés en saberlo pero no faltaba el comunicativo que llegaba con el informe. Sí claro, como si lo esperase. O quizás en el fondo sí lo hacía. Como hoy, se encontraba sentado en la barra del bar que tanto solía frecuentar, miró su reloj. Era extraño que Kim Him Chan no apareciera esta vez, cierto, lo había olvidado. No hace mucho él había empezado a verse con un chico, un tal Bang Yong Guk.


—Claro, empieza a salir con alguien y se olvida de su amigo.— Se dijo para sí mientras engullía ese trago que tenía en su poder. Pidió al cantinero una ronda más.


Miró alrededor, era un lugar rodeado de rostros felices opacados por su gris presencia coloreada por la mano del desamor, de la decepción.


¿Qué necesitaba él para seguir? Nada, porque en realidad no esperaba seguir, lo que aguardaba cada noche es que al salir un loco, ebrio, drogadicto o simplemente un estúpido acabara con su vida porque él era tan cobarde que no podía hacerlo. Era tan débil que no podía ni hacer eso. ¿Qué difícil era tomarse todo un frasco de somníferos, que guardaba en el botiquín del baño, junto a una botella de whisky o vodka, o de cualquier alcohol que existiese? Pero él no podía hacerlo, su madre, su padre, su hermano, su familia entera le había rogado volver en sí, volver a ser él, volver a su vida anterior.


Una vida donde el amor alguna vez había estado presente. El amor se había marchado y él no podía dejarlo ir del todo, le había herido y quería sentir ese dolor como un recordatorio. Estaba comportándose de una forma que odiaba, aferrarse a un pasado.


O quizá sí podía dejarlo ir, pero, ¿y si él no quería hacerlo? Cerró los ojos por un momento, todo le daba vueltas. Estaba a punto de caerse cuando dos brazos lo sostuvieron.


—Cuidado. — Fue lo último en escuchar antes de que todo se borrara, todo el panorama era oscuro. Escuchaba voces y nada más. No supo más, quedó sumido en el vacío por un tiempo buscando una salida, una puerta, la luz que le llevara a la muerte o lo trajera de regreso a la vida… Y la encontró.


 


Un olor familiar le despertó.


Un olor que solo podía significar algo: Hogar, amor, cuidado, protección.


¿En dónde estaba?


Abrió los ojos con calma y pesadez. Las cortinas azul claro estaba recogidas, la luz del día entraba sin restricción alguna iluminando así toda la habitación. Jamás había visto tanta luz que esta le cegó, cerró los ojos repentinamente y una risa le obligó a abrirlos de nuevo. Lo hizo uno a la vez. Primero el derecho y luego el izquierdo.


Junto a la ventana estaba la figura poseedora de esa encantadora risa, cuando cerró los ojos se dio cuenta que esa risa era como una dulce melodía para sus oídos.


— ¿Estás bien…. — hizo una pausa pensando en cómo llamarlo, desconocía su nombre. —¿Cómo te llamas?


—Dae Hyun. —Respondió al que supuso dueño de esa casa.


—DaeHyun, lindo nombre. ¿Estás bien?


DaeHyun solo alcanzó a asentir, no solo la risa era encantadora, sino que su voz le llenaba de paz, su tono era cálido, se sentía seguro. El chico se acercó a la cama, le miró a los ojos y tomó su frente.


—La fiebre se ha ido. Me llamo Yoo YoungJae. —Extendió su mano hacía él para saludarlo. El saludo fue respondido de buena manera.


DaeHyun miró confundido porque no entendía que había pasado. Lo último que recordaba era haber entrado a ese bar esperando que su mejor amigo le trajera una noticia sobre su amor traicionero. Lo que era un simple pretexto, en realidad en casa ya no tenía alcohol y en su estado de embriaguez crónica en cualquier expendio de alcohol se lo negarían así que solo quedaba citarse en ese bar con su mejor amigo. Sonrío. Un niño bien como él que tenía en frente visitando un lugar de esos.


—Esperaba a un amigo— respondió su contrario, como si del pensamiento la pregunta hubiese arrancado. —Pero apareciste tú y henos aquí. Los dos. — ¿Fue su imaginación o eso último lo había dicho con más énfasis? —Come. — Ordenó mientras llevaba un bocado a la boca de DaeHyun, quién sin rechistar abrió sus labios para dar paso a la cuchara con picadillo de fruta.


—Estabas realmente mal.— Siguió YoungJae — El barman es un amigo mío de la infancia, por eso estaba ahí. Se te hace raro, ¿no? — El otro solo asintió ante la capacidad de deducción del chico. ¿Cómo podía saber eso sin ni siquiera lo conocía?, y peor más aún… ¿cómo podía alimentarlo si ni amigos eran? Eran completos desconocidos.


—Me gusta ayudar. — Respondió ahora a la pregunta mental de Dae Hyun. —Descansa por ahora, puedes quedarte el tiempo que quieras.


 


Sin  esperar respuesta, Young Jae salió de la habitación dejando a un anonadado Jung Dae Hyun. En silencio el mayor se dejó caer sobre ese colchón para cerrar los ojos y dejarse ir a quién sabe a dónde pero no quería ir solo, deseaba que esa risa y esa voz le acompañen por siempre. Y un simple recordatorio le reconfortó, quedándose dormido de nuevo.


 


 


 


 


Sonrió al ver el papel que sostiene en sus manos: ALTA, señalan unas letras azules. Mira hacia atrás y ve lo que había sido su hogar por seis meses. Todos en el Centro de Rehabilitación están sorprendidos. Jamás habían visto recuperarse alguien en tan corto tiempo, cuatro meses y dos de observación suman ya seis meses que no lo ve. La última vez que lo hizo, fue cuando conducía ese Cadillac rojo en el cual lo vino a dejar.


 


Luego de aquella noche, los cuidados hacía él siguieron, pretendientes enfadados protestaban al menor por quedarse a cuidar a alguien que de la nada había aparecido en su vida, y ellos que rogaban por tener su atención eran despachados por ese despojo que a veces seguía bebiendo hasta ahogarse. Fue cuando vio su realidad.


—Quiero rehabilitarme. —Le dijo en una de esas mañanas en las que despertaba en la cama del menor, con un dolor latente en su cabeza.


— ¿En serio? — Respondió el menor, incrédulo porque desde hacía mucho el otro muchacho había jurado una y otra vez dejar todo lo que le hacía daño. Y no es que no lo quisiera pero tanto afecto podía acabársele un día de estos, y no respondería a las llamadas de su amigo Moon, para decirle que una vez Dae Hyun estaba tirado y ahogado en alcohol. Young Jae ya sabía que tenía que ir por él.


El mayor asintió. Le miró a los ojos como nunca había visto a nadie.


— Quiero sanar para no perderte, quiero que seas mi luz para siempre, quiero que seas la puerta que siempre se abre para recibirme, quiero que seas mi razón para volver a ser yo. — Y antes que el menor dijera algo puesto que su sorpresa era inmensa y es que no solo las palabras le habían dejado así, sino su corazón empezó a actuar de manera extraña, una manera que jamás pensó. Él juraba saber lo que era el amor pero para cuando DaeHyun unió sus labios con los suyos, descubrió que solo eran ilusiones lo que había conocido con anterioridad. Se perdieron en la boca ajena por varios minutos que para ambos fueron infinitos milenios llenos de emociones que jamás pensaron que existirían, pero el hechizo tenía que acabar aunque no querían, el oxígeno ya casi se acababa. Dae Hyun se separó un poco para luego tomar el labio inferior de su compañero, mordiéndolo con ternura. Una sonrisa se asomó en el rostro ajeno.  ¿Así que esto era amar de verdad? Su corazón no dejaba de palpitar, quizá, empezó a pensar, quizá la razón por la que ayudaba al mayor era por amor pero lo había disfrazado con la etiqueta de solidaridad.


 


 


Dae Hyun no sabía si Young Jae lo esperaba, desde que había ingresado no le habían permitido hablar con él. Recordó el día que le vino a dejar, vino en ese viejo Cadillac rojo que según le dijo, había sido de su abuelo. Le dejó en la puerta y aunque quiso entrar, Dae Hyun sabía que era algo que él solo debía hacer, ya mucho había hecho ese cachetón por él. Tomó su rosto para memorizarlo y tenerlo entre sus recuerdos cada que cerrara los ojos, con el dorso de la mano recorrió ese rostro que tanto amaba. Le miró a los ojos como la primera vez que se habían besado… y ahí estaba, esa magia de nuevo, nadie dijo nada con palabras, todo estaba en sus expresiones, se acercaron los dos para despedirse de la mejor manera que conocían, con un beso, sellando un pacto. Ninguno de los dos mencionó un adiós, solo ese eterno beso donde sus almas se habían fundido para convertirse en una sola.


 


Caminó hacia la salida, despidiéndose de todos con una sonrisa. Lo había logrado. Abrieron la gran reja verde que encerraba el lugar miraba a la derecha, y luego a la izquierda pero no había señal de alguien. La felicidad de su rostro se borró hasta que vio a lo lejos a alguien mover sus manos. Sin pensar caminó hacía él. No era el Cadillac que tan bien conocía.


— ¿Jung Dae Hyun? —preguntó el chico que resultó ser más alto que él, solo asintió. — Soy Choi Jun Hong. Ven conmigo. Young Jae hyung me envió por ti. No pudo venir tuvo algo importante que hacer.


 


Guardó silencio porque no quería gritar que estaba molesto, ¿importante? Qué podría ser más importante que él. Cerró los ojos para evitar hablar con el gigantón.


— ¿JunHong? — El pequeño gigante le miró— ¿YoungJae está con alguien más? — Dudó en preguntar pero la incógnita le estaba matando. El pequeño río y obligo al mayor a  abrir los ojos.


— No, hyung… Él te ha esperado por todo este tiempo. — El menor volvió a sonreír.


 


El motor del auto se detuvo en el edificio color blanco. Dae Hyun tomó su maleta pero el menor no lo dejó llevarla, subieron en silencio, ¿Young Jae le esperaría en casa? El miedo se apoderó de él, en todos estos meses la ausencia de su menor le había golpeado como nadie imaginaba, sus piernas flaqueaban, sus manos temblaban y todo su cuerpo temía… temía quedarse sin su luz, sin su protección, sin su apoyo emocional. Abrió con lentitud la puerta y la sonrisa se le dibujo. Frente a él se encontraba su luz, su Yoo YoungJae, no lo pensó, se abalanzó directamente a los labios del menor… Abrazarlo y no soltarlo nunca pues él era lo único que le había traído de vuelta a ser él, lo besaba con ternura y pasión, y entre cada beso una palabra llena de amor salía para inundar de felicidad al menor.


Jun Hong sonrió al vernos de esa manera, sin decir nada dejó la maleta en la sala del pequeño apartamento y cerró de nuevo la puerta.


—Dae Hyun…—susurró el menor que con leves empujones se quitó al mayor de encima. —Te extrañé.


Quedaron abrazados por un momento más. Hasta que el menor volvió a cortar esa demostración de afecto porque Dae Hyun quería seguir así, sintiendo tan cerca de él lo que más amaba. Suspiró.


—Cumplí mi promesa


— ¿En serio? — Preguntó el menor aún con dudas. DaeHyun asintió.


—Yoo Young Jae… —calló  el mayor, no estaba seguro decir lo que de sus labios quería escapar. —Sané para no perderte, quiero que seas mi luz para siempre, quiero que seas la puerta que siempre esté abierta para recibirme y quiero que seas mi eterna razón para no volver a perderme… Porque eso eres mi Jae, mi razón de ser y existir. Por mucho tiempo busqué una razón para mí, para ser la persona que siempre fui, me lamento por haberme dejado ir y hacerte sufrir por unos meses, porque sin darme cuenta un ángel estaba frente a mí para traerme a la vida de nuevo. — Los ojos del menor empezaban a humedecerse por las palabras del mayor — Y esa razón, eres tú, mi ángel, mi vida, mi Young Jae.


 


No aguantó más, esta vez fue Young Jae quién se apoderó esos labios para fundirse en el eterno beso que les uniría por siempre. Porque así como Dae Hyun había encontrado una razón para vivir, Young Jae había encontrado una razón para amar de verdad.

Notas finales:

Si llegaron hasta acá, muchas gracias amores. Les quiero mucho.

Nos leemos en una próxima ocasión ^^


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