No era gusto de si el visitar lugares concurridos de la ciudad en que vivía, no, pero por alguna razón a su único amigo cercano le llegó la brillante luz al cerebro de hacerle visitar la librería de la universidad, esa donde trabajaba el chico de cabellos rojos y ojos apenas verde que le traía loco desde una quedada hace pocos meses. Suspiraba, si, porque odiaba el sitio, y odiaba aún más al tío pelirrojo, le dedicó una mirada de soslayo girando en el acto en dirección a los libros con trama de asesinato, esos que describían el como un sujeto desconocido con problemas en la canica sacaban corazones como si de la billetera se tratara.
Oh sí, él amaba ese tipo de libros desde que era un chiquillo escueto de nueve años, extendió el brazo en dirección al estante donde descansaba lo más parecido a – entretenimiento–desde que ingresó al local, porque él no podía irse, no, más bien no debía o correría el riesgo de escuchar a Lee quejarse por abandonarlo durante horas en la cama de su habitación compartida en el dormitorio de la universidad, y por tentadora que luciera la salida él no planeaba pasar la tarde-noche de sábado oyendo esos bramidos. Distraído por los pensamientos que le inundaban la cabeza obvio al individuó que alcanzó el libro segundos antes, la cabellera rubia y tez morena del cuello –visible gracias a la camiseta de playa que el tipo traía– desconcertaron un segundo, pero el alto volumen que usó para llamar al chico que le gusta a Lee fue suficiente para traerlo una vez más a la realidad. Él era un buen chico, sí, pero no permitiría a NADIE tomar un interesante material para deshacer el aburrimiento de ese lúgubre -–en opinión suya– lugar, avanzó en dirección a la caja donde estaba el chico de cabello rojo, sonriendo, como si disfrutara el estar en un espacio así, se colocó tras los cabellos amarillos y carraspeó, llamando la atención de los tres ahí presentes.
Lee apuntó a sonreír y negar un par de veces antes de hablar. – Sai, sé que quieres irte ya pero en verdad quiero hablar un poco más con Gaara ¿Podrías ser paciente y esperar otro rato?– Las palmas juntas pidiendo favor le causó gracia, asintió y se dirigió al de cabellos amarillos, señaló el libro con el dedo bastante impávido, quitó la sonrisa que mostró a su amigo de grandes cejas y ahora fue él quién habló – Yo estaba por tomar el libro que traes ahí. – Vio a Gaara fruncir el ceño, lo que a su parecer era normal, estaba por registrar la venta cuando habló dirigiéndose a mi, a mi, no al rubio.– Serían trece dólares, Sai. – Fue extraño escucharle decir mi nombre, pero estaba satisfecho, tendría lo que quería gracias al pelirrojo que no le venía demasiado en gracia, una vez más sonrió, sacó la billetera del bolsillo trasero del pantalón y justo cuando estaba por cancelar miró un ángel, uno de ojos azules más bajo que él.
–¡Gaa-chan!– Exclamó el rubio –No es justo, yo lo traje, es el último y prometiste podría tenerlo sin importar quién quisiera comprarlo. –Los ojos de Sai se dilataron, la pupila negra que tenía reflejada al rubio fue cubierta un par de segundos, luego él habló. –Si quieres leerlo, es tuyo, pero a cambio ¿Me darías una cita y tú número celular? –Naruto le miró de forma directa, parpadeó en total desconcierto por la proposición, Lee e incluso Gaara estaban igual de sorprendidos, el primero por no saber que su amigo sería capaz de algo así y Gaara, bueno, él creía que el chico de ojos y cabello negro era un espécimen dedicado a leer y apoyar a Lee en sus vagos intentos de que le tomara una cita. – ¿Y bien Naruto? – Le cuestionó el pelirrojo al aún estupefacto ojos azules, rió por la reacción del chico, quién solo asintió con la cara roja, Sai sonrió con verdadera felicidad, pagó el libro, lo tendió a Naruto y cuando lo iba tomar le sostuvo con rigidez.– Número, para acordar el día y la hora de nuestra cita lindura. – Lee estaba aún más sorprendido ahora que le escuchaba dar halagos tan abiertos a Naruto, porque él lo conocía, hablaban mucho en el cuarto de la universidad pero resultaba reservado cuando otra persona estaba con ellos. Gaara sacó un bolígrafo junto a un trozo de papel de bajo de la mesa donde estaba la caja y lo extendió a quien pensaba –ahora– era su amigo, quien garabateó números junto a su nombre en el, se lo dio y se retiró a toda marcha del lugar con el libro entre los brazos.
Sai estaba contento, por primera vez, asistir a los ligues de Lee con Gaara servía para algo, para algo bueno, para algo que no sabía como demostrar en ese momento, para algo que muchos conocen como amor a primera vista.
Tbc…