Like a Fairy Tale:
A love story of a King, a Fairy and a Prince
Prefacio:
Something to regret
Aquella noche nevó, fue una cruda noche de invierno donde los pequeños fragmentos de agua helada transformaban en una pista de hielo las calles de la ciudad de Québec. No era nada extraordinario, nada a lo que los canadienses no estuviesen habituados, después de todo siendo Canadá un país amante de los deportes sobre hielo cómo un evento tan mágico y bien recibido podría apagar las llamas de un corazón ardiente.
Cómo podrían el frío y el elemento que más amaba convertirse en una ventisca en su interior.
Este tipo de preguntas no cabían en la mente de un ocupado Jean Jacques Leroy, patinador profesional y prospecto a la medalla de oro del Gran Prix Final. El canadiense solo debía estar concentrado en su rutina, recordar una vez más el momento exacto de sus combinaciones, prestar atención única y exclusivamente a la secuencia de pasos que daría para impresionar a los jueces y enloquecer a la audiencia, a sus fieles seguidores y compatriotas quienes portaban banderas y carteles enormes con su nombre y su fotografía.
Al igual que en todas las otras competencias, el lugar rebalsaba de espectadores, un público cálido que clamaba por sus ídolos con gritos y coreando sus nombres. Era el escenario perfecto, el momento perfecto, sería la coreografía perfecta, el score perfecto, la presentación perfecta.
El reino perfecto para un monarca.
Allí en la pista de hielo Centre Gilles-Chabot*, mostraría los frutos de su entrenamiento triunfando sobre los demás competidores con una nueva marca mundial, una que superaría a sus eternos rivales rusos y nipones; tan solo debía pensar en eso mientras hacía sus estiramientos, cualquier otra cosa debía ser dejada de lado, solo así obtendría el oro, ¡solo así demostraría quién era el Rey!
Las manos al frente, piernas estiradas, espalda arqueada, ojos cerrados y cabeza en la pista.
Eliminar las dudas y los nervios.
Ganar, ganar desde mucho antes de entrar a la pista.
—It's JJ Style! —gritó haciendo su característica pose de dedos acomodados para formar sus iniciales.
Llevar el oro a casa para callar las quejas de su mujer.
Un suspiro cansado escapó de sus labios haciendo que su entrenador lo tomase por los hombros y los apretase en un intento por brindarle apoyo.
—Después de esto sería una buena idea relajarse en la casa de Vancouver —dijo Alain Leroy, masajeando los hombros del mayor de sus hijos —, necesitas unas vacaciones en familia.
Jean Jacques no respondió, inhalando profundamente optó por evitar la incómoda recomendación volviendo a concentrarse en su objetivo, ignorando los problemas que lo aquejaban del mundo real.
En esos momentos debía ser JJ, the King JJ.
No debía arrastrar a la pista otros títulos nada agradables, despreciables para un hombre joven y con un futuro prometedor, lleno de éxitos y riquezas por montón.
Cambió de posición unas cinco veces más, al terminar con la quinta se puso de pie dirigiéndose a una banca negra acomodada en un rincón de la sala de descanso donde una maleta roja y blanca guardaba los patines que utilizaría durante su presentación. Ansiaba ponérselos lo más antes posible para ir a calentar a la pista y resbalar antes que cualquiera sobre un manto de hielo recién pulido.
Amaba sentirse bienvenido por ese hermoso suelo de cristal.
No demoró en lo absoluto, fue rápido y solo tomó lo que necesitaba pues no quería que lo distrajeran con algún capricho nuevo, razón por la cual ni si inmutó al dejar caer su teléfono celular dentro.
Ya tendría tiempo para responderle tras el programa corto.
Luego de posicionarse en el primer lugar podría presumir de su talento y lo afortunada que era ella.
Podría ser el Rey como siempre.
O al menos eso fue lo que creyó, antes que los cinco minutos del calentamiento terminaran y un mensaje urgente sacudiera su mente.
Ya no podía responderle.