Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dime por Charly D

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

 

La mañana era de lo más apacible, el rocío en las hojas de las plantas del jardín apenas y se apreciaba. Los pasos en el césped no dejaban de hacerse escuchar. La parrilla comenzaba a ser encendida para que pronto pudiera ser asada la carne que esperaba en la cocina. Unos niños pequeños corrían de un lado al otro de la sala. El desesperado padre buscaba por todos los medios impedir que los pequeños pudieran ocasionar un accidente o pudieran romper alguno de los valiosos floreros de porcelana que descansaban en un pedestal en la esquina de la elegante y amplia sala.

 

-- ¡Por favor, María! – El joven hombre de treinta, llamaba a su hija mayor, de escasos cinco años - ¡Alan, tú también! –  el menor, de cuatro corría alocadamente, ninguno de los niños no parecía querer obedecer a su progenitor.

-- Déjalos en paz, están en la edad del juego, si no lo hacen ahora, quién sabe si en el futuro puedan hacerlo, con los padres que tienen, dudo que puedan ser libres de divertirse – una mujer de cincuenta años miraba complacida a sus nietos correr.

-- Como siempre solapándolos, ya veré qué cara pones cuando destrocen el caballo de barro de mi papá – el joven negaba con la cabeza.

-- Se comprará otro, como si no lo conocieras, es más, sabes que él adora a tus hijos, no los reprendería – la mayor sonreía, sentía que sus pequeños nietos la llenaban de vitalidad y juventud.

-- ¡Ya traje la salsa de soya, mamá! – una linda joven de apenas dieciocho primaveras aparecía en el dintel de la puerta que conectaba la entrada principal con la sala.

-- Ay hija, tardaste mucho, lo bueno es que tu papá aún no llega, ¿No lo viste por el camino, Graciela? – La mayor preguntaba a la joven que acaba de poner la bolsa del supermercado en la mesa de centro para contestar un mensaje en su teléfono – Graciela hazme caso – la madre pedía la atención de la hija.

-- ¡Ay má! – Acomodó un fleco de su abundante cabellera castaña detrás de su oreja derecha – No, no lo vi, y qué bueno que no está, me hubiera regañado por tardarme tanto.

-- Pues no sé qué tanto fuiste a hacer, solo debías comprar la salsa – el padre de los dos niños que ahora corrían por el jardín intervino.

-- ¿Vas a empezar a molestarme, Sergio? – cruzó los brazos y entrecerró los ojos.

-- Ya, ya, discúlpame – el joven abrazó el cuerpo de su hermana – Eres mi hermana favorita, nunca te molestaría.

-- Soy la única que tienes, tarado – haciendo un gesto de desapruebo la chica sonrió feliz.

-- Suegra, la carne yo creo que está lista para comenzar a asarla – una joven mujer, mayor que Graciela y menor que la señora de la casa, salía de la cocina limpiándose las manos en un delantal.

-- Gracias, Bety, es que tu suegro aún no llega, él es el encargado de asar la carne, y nuestros amigos no tardan en llegar.

 

La mujer miró el reloj de su muñeca, hizo un gesto de desesperación, los amigos de la familia no tardarían en llegar y el hombre del hogar ni siquiera había llegado.

-- Tu padre me va a sacar más canas de las que ya tengo – veía a la entrada en un desesperado intento por mantener la calma y pensar que el hombre aparecería.

-- No se preocupe suegra, yo creo que ya no tardará en llegar – su nuera la reconfortaba, era claro que la mayor era de aquellas mujeres que deseaban que todo saliera perfecto y a tiempo.

 

Quitando por unos segundos la vista de sus hijos, los cuales seguían jugando en la parte de afuera de la casa, Sergio observó a su hermana muy entretenida con su móvil.

-- Y me doy cuenta que estás muy contentita, ¿No se te hace? – un poco receloso el hombre habló.

-- No empieces, yo puedo estar contenta si quiero – contestó sin ver a su hermano y siguió respondiendo los mensajes.

 

 

Unos minutos transcurrieron antes de que el jefe de la familia hiciera su aparición, un coche color blanco y último modelo se estacionaba en la parte de afuera de la enorme casa de tres pisos.

-- Ya puedes respirar tranquila, má, acaba de estacionar mi papá el coche – Sergio informó haciendo que su progenitora soltara un suspiro de alivio.

-- ¡Al fin! Pero ese hombre me va a escuchar, me va a escuchar – caminó rumbo a la entrada para reprenderlo, y apunto estaba de soltar un improperio cuando en su cara apareció un  gran ramo de rosas rojas, la cuales crujían gracias al papel celofán con el cual iban envueltas.

-- No me mates y prometo darte muchas más – sonriente el hombre de cabellos negros con bastantes canas blancas pintándose cada vez más, pidió tregua.

-- Eres un chantajista de lo peor, y lo sabes – fingió seriedad, la cual duró unos cuantos segundos, antes de aceptar el presente – Por momentos pensé que no llegarías.

-- Nunca, y menos un día como hoy, no todos los días se cumplen treinta años de casados.

-- Eso es verdad – con un tierno beso quedó arreglado el problema. El hombre de cincuenta y cinco años se dirigió al jardín para comenzar con la carne, no sin antes cargar y jugar con sus nietos unos momentos.

 

 

Ya era medio día, en el patio de la casa tres mesas habían sido dispuestas para el festejo, el empresario Gregorio Manzur y su esposa, Estela Guillot de Manzur cumplían treinta años de matrimonio, y junto con sus hijos, nietos y amigos más cercanos lo celebraban. Las risas por las bromas, los juegos y los recuerdos no cesaban.

 

-- ¿Te acuerdas cuando en nuestra luna de miel te enfermaste del estómago por comer camarones? – Estela preguntaba sonriente a su marido.

-- Ni me lo recuerdes, que el viaje que sería celebración, lo pasé en el hospital con un cuadro infeccioso – Gregorio volteó los ojos intentando no recordar el incidente.

-- En verdad que ustedes dos son la envidia, siempre juntos, sonrientes y se ve que se adoran el uno con el otro – una de las amigas presentes alababa a la pareja.

-- Treinta años han forjado ese lazo, Verónica – la mujer festejada respondió abrazada a su esposo.

-- Pues, que sean muchos años más…- uno de los amigos de la pareja levantó una copa de vino espumoso y bridó por ellos.

 

Decenas de fotos eran tomadas con los teléfonos celulares de los festejados, de los amigos y de los hijos. Los nietos eran la sensación, todos querían fotografiarse con ellos. Las sonrisas sinceras, los besos cálidos y la felicidad, aparentemente reinaban en aquel hogar.

 

 

La noche cayó, la fiesta había terminado un par de horas antes. Graciela estaba ya en su alcoba, Sergio, su mujer y los niños se habían ido a su casa al igual que los invitados. En la sala, solo quedaban Gregorio y Estela mirando el viejo álbum fotográfico, ese en el que veían sus rostros más jóvenes, sus hijos siendo bebés y los nietos de igual forma, en ese desgastado libro guardaban treinta años de recuerdos, experiencias, de vivencias juntos.

-- Soy tan feliz de estar contigo… Te amo Gregorio – la mujer a modo de susurro le confesó para luego besarlo.

-- Yo también soy feliz – le dijo para abrazarla. Así se mantuvieron unos minutos más, antes de que ella se pusiera de pie para retirarse.

-- Te veo en la recámara… no demores – mencionó con un tono sugerente la mujer, para luego comenzar a subir las escaleras.

-- No tardo – el maduro hombre permaneció sentado mirando las últimas fotografías del álbum. Suspiró y lo puso en la mesa de centro. Estaba de pie, mirando hacia la parte de afuera, todo era oscuro, se reflejaba perfectamente su silueta en los cristales de los ventanales, su mirada era perdida por unos momentos. Fue entonces que sacó su teléfono celular del bolsillo derecho de su pantalón, tecleó unas cuantas veces y puso el auricular en su oído. Esperó unos segundos antes de  que le tomaran la llamada.

-- Dime – se escuchó aquella voz juvenil del otro lado de la línea.

-- Hola ¿Cómo estás? – Preguntó alegremente para esperar una respuesta  – Me alegro, yo también, y de verdad fue un placer verte – sonriente hablaba sin dejar de ver su reflejo en el cristal – De acuerdo, está bien, lo haré… Descansa, sueña bonito – esperó la contestación – Yo también… Te amo Ignacio… - contestó al hombre al cual le había marcado por teléfono.

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).