Warwickshire, 1825
La música proveniente de los festejos del 1 de Mayo que colmaba el aire llegaba flotando desde la aldea, hasta el castillo de piedras de color miel que había junto al lago. Uno de los habitantes de ese castillo, Sasuke, lord Uchiha, marqués de Uchiha, iba andando por el camino a la aldea, atraído por esa música, a pesar de sí mismo.
Él no era un hombre frívolo, tampoco le agradaba participar en reuniones de muchas personas. A lo largo de los dos últimos años, Sasuke había dedicado su vida a reconstruir la fortuna de la familia, y a cuidar de su medio hermano y de su padre enfermo.
Las responsabilidades que habían recaído sobre él no le dejaban tiempo para la diversión. En ese momento, una mezcla de curiosidad, soledad y la necesidad de estar al aire libre lo impulsaron a dirigirse al pueblo.
Una multitud de muchachas y donceles vestidos de blanco, dorados por la luz malva del atardecer, bailaban en torno de un árbol adornado con cintas y guirnaldas. Los aldeanos se habían reunido para celebrar las fiestas paganas del 1 de Mayo, riendo y bebiendo; continuarían así toda la noche.
Sin hacerse notar, Sasuke se mantuvo en el borde de la muchedumbre, mientras caía la noche. Se encendieron lámparas y antorchas que proyectaban sombras vacilantes sobre la hierba. Sasuke había presenciado muchas veces los ritos del 1 de Mayo, y sin embargo, seguía impresionándolo el cuadro pintoresco que constituían las doncellas y donceles que enlazaban largas cintas en torno del poste pintado y adornado con flores que siempre se colocaba en el centro del lugar de los festejos. Ellos saltaban con gracia, en rueda, con su cabello adornado con coronas de flores, las largas faldas blancas y pantalones sueltos, ondulando en torno de sus piernas enfundadas en calcetines.
Al igual que todos los demás hombres presentes, Sasuke se fijó en los más atractivos. Hacía mucho tiempo que no estaba con alguien . Se prometió a sí mismo que, más adelante, tomaría una querida y gozaría de los placeres a los que había renunciado, pero de momento tenía mucho que hacer. Rogó poder librarse del incómodo deseo de sentir el contacto de una mujer, del suave perfume de la piel delicada de algún doncel o de unos brazos esbeltos rodeándolo. De día, estaba demasiado ocupado para pensar, siquiera, en el tema pero, por las noches...
Un tenso suspiro agitó el pecho de Sasuke. Observó los festejos unos minutos más, percibiendo dentro de sí un vacío que no se apaciguaba. Decidió regresar al castillo y beber una gran copa de coñac; se volvió dispuesto a marcharse. De súbito, atrapó su atención un grupo de actores itinerantes que habían llegado para participar en los festejos. Entonaban un ruidoso canto, elevando sus voces; así se unieron a la multitud, marcando con sus palmas el ritmo de la música.
Unos aldeanos amistosos animaron a los recién llegados a que se sumaran a la gente que bailaba . Dos de los donceles aceptaron la invitación pero el tercero no, una esbelto muchacho de cabello rubio medio largo y alborotado, negó con la cabeza con gesto terminante. Los juerguistas insistieron, pese a su negativa, arrastrando y empujando a la muchacho hacia el poste de mayo. Alguien le puso una diadema de flores sobre la cabeza, haciéndole reír contra su voluntad, y él se unió a las otras personas que giraban en torno del árbol lleno de guirnaldas.
Sasuke contemplaba, fascinado, al muchacho rubio. Se la distinguía sin inconvenientes gracias a su traje oscuro y a la gracia con que se movía. Parecía un hada que hubiese surgido de pronto, emergiendo del bosque, y que se desvanecería en cualquier momento. El efecto que ejercía sobre él era extraño, pues sentía como si su cuerpo estuviese hueco de tanto desearlo y todos sus sentidos estaban enfocados en él, en su dulce y musical risa sonora.
"No es más que un niño", se dijo para sus adentros, intentando vanamente librarse de los deseos que lo consumían. "Es un niño como cualquier otro." Pero no era cierto. Lo asustó, lo electrizó la intensidad de la reacción que ese muchacho le provocaba.
Hubiese dado todo lo que tenía por pasar una noche con él. Él nunca era presa de impulsos repentinos como ése, nunca se había dejado llevar por nada que no fuese la lógica y la razón. Tuvo la impresión de que la temeridad a la que jamás se había permitido ceder había caído toda sobre él en ese instante.
Sasuke se desplazó por el borde de la multitud con los deliberados movimientos de un depredador, con la vista clavada en el rubio. No sabía bien qué haría; sólo estaba seguro de que necesitaba estar cerca de él. Ahora, él danzaba a mayor velocidad, impulsado por la música y por los impacientes tironeos de las otras personas a cuyas manos estaba prendido. Él logró romper el círculo, riendo y jadeando, y apartarse a los tumbos. La guirnalda de flores cayó de su cabeza y aterrizó cerca de los pies de Sasuke. Él se inclinó, sus dedos la asieron y, sin advertirlo, aplastó algunos de los fragantes pétalos.
El muchacho se secó la cara sudada con la manga y se alejó en sentido contrario al de la muchedumbre. Sasuke lo siguió, con el corazón palpitando con fuerza en su pecho. Aunque no hizo ruido, él debió percibir su presencia. Se detuvo y se volvió de cara a sasuke , mientras la gente seguía festejando el 1 de Mayo. Sasuke avanzó hacia el rubio y se detuvo muy cerca.
—Creo que esto es tuyo —dijo, en voz densa.
El rubio levantó la vista hacia el otro y, en la oscuridad, Sasuke no pudo ver de qué color eran sus ojos. La tierna curva de sus labios dibujé una sonrisa.
—Gracias.
Alargó la mano hacia las flores, y sus dedos frescos rozaron un instante los ajenos , el azabache sintió al instante una especie de sacudida eléctrica en todo el cuerpo.
—¿Quién eres? —barbotó Sasuke.
El doncel se echó a reír, tan sorprendido por la brusquedad de él como el propio Sasuke.
—No soy ninguna persona importante. Un simple actor que viaja con su compañía itinerante —y tras una breve vacilación—: ¿Y tú?
Él moreno guardó silencio, sin poder responder y sintiendo el aroma embriagador de las flores, del vino y de la transpiración del rubio que llegaba a sus narices y aceleraba el ritmo de la sangre en sus venas. Sintió deseos de apartarlo de la gente, llevarlo en brazos al bosque, tenderlo sobre el suelo cubierto de hojas húmedas... Quiso apretar la boca sobre su piel y deshacer sus deseos, hasta sentir que su cabello ondulaba entre los dedos de él.
El doncel lo observó con curiosidad, ladeando su cabeza.
—Tú debes de haber venido del castillo —dijo y, de inmediato, su expresión se tornó recelosa—. ¿Acaso eres uno de los Uchiha?
Sasuke negó con la cabeza, renegó de su identidad con el deseo de separarse de todo lo que había en su pasado y en su futuro.
—Soy un visitante en este lugar —dijo, en voz un poco ronca—. Igual que tú. Él lo miró con incredulidad, pero se aflojó.
—¿De dónde eres? —preguntó Sasuke .
Los dientes del doncel relampaguearon en la oscuridad. Sasuke nunca había visto nada tan bello como su sonrisa.
—Prefiero no pensar en mi pasado —respondió, echando atrás unos mechones de reluciente pelo rubio que había caído sobre su frente—. ¿Qué te ha hecho salir, señor?,¿Fue la necesidad de tomar aire o de contemplar el baile?
-- La necesidad de encontrarte.
El rubio dejó escapar una risa queda y se puso tenso, como un pájaro a punto de volar.
Sasuke percibió que el más pequeño iba a escabullirse y reaccionó sin pensarlo conscientemente. Puso las manos a ambos lados de la cabeza del contrario y lo retuvo, pese a sus alarmadas protestas.
—Déjame —susurró.
Un temblor recorrió sus dedos que apretaban las aterciopeladas mejillas del menor. Aplastó su boca sobre la del otro, que se quedó inmóvil. Sasuke sintió el aliento rápido y cálido del doncel sobre su piel mientras su sabor se derramaba sobre sus sentidos embriagándolo de golpe. Él sintió su respuesta y, entonces, el tiempo quedó en suspenso por un instante mágico, diferente a todo lo que le hubiese sucedido hasta entonces.
El rubio volvió su rostro apartándolo del contrario, y emitiendo una exclamación confusa. Sasuke tuvo una intensa percepción del aterciopelado contacto de la mejilla contraria apoyada en la suya, de la proximidad de su cuerpo. Los dos estaban en silencio, inmóviles, bebiendo la sensación de estar tan cerca uno de otro.
—Buenas noches —susurró el rubio.
—No te vayas —dijo el azabache.
Pero el menor se alejó andando, y el Uchiha tuvo la impresión de que el doncel se fundía con la multitud. Sasuke pudo haberlo seguido pero prefirió no hacerlo. Le parecía imposible que una persona así pudiera ser real. En cierto sentido, no quería que lo fuese. Era mejor que siguiera siendo una fantasía, una imagen que él pudiese conservar durante el resto de su vida, que permaneciera intacta, sin ser rozada por las realidades desagradables que tanto abundaban en su vida. Abandonó los festejos del 1 de Mayo, sin poder apartar de su mente la repentina intuición de que, de algún modo, algún día... volverían a encontrarse.