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My unknown husband por frizzante gatto

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Naruto entró en su pequeña casa de la calle Somerset con una mezcla de pánico y alivio.

Tenía ganas de esconderse en la cama, taparse con las mantas y encontrar el modo de borrar ese día de su memoria. Cuando se acercó la doncella, una señora un poco mayor, Naruto le indicó que no dejara pasar a ningún visitante en el resto del día.

—No quiero ver a nadie, por muy importante que parezca ser.

—Sí, señor Uzumaki —dijo la doncella ya habituada a la inclinación de Naruto por la soledad— ¿Le ayudo con sus cosas, señor?

—No, yo mismo me desvestiré.

Naruto fue a buscar una botella de vino a la cocina, y luego subió el estrecho tramo de escalera que conducía a su dormitorio.

—¡Dios mío¿Qué he hecho?! —musitó para sí.

Nunca tendría que haber enfrentado a su padre, puesto que nada lograría con ello y, por añadidura, ahora Sasuke sabía quién era.

Se preguntó si éste estaría enfadado con él. Sí, sin duda, debía de pensar que le había estado tomándolo por tonto. ¿Y si el azabache decidía tomar revancha? Naruto bebió a hurtadillas un poco de vino. Dejaría pasar varios días antes de enfrentar a Sasuke. Para entonces, tal vez su ira se hubiese enfriado y quizá pudiesen tener una conversación sensata.

Naruto entró en la soledad de su dormitorio moviéndose como un sonámbulo. Las paredes estaban revestidas con un papel de delicado estampado de artemisas y rosas que armonizaba con su ondulante dosel de verde pálido y fresco. Los otros muebles que había en la habitación eran un armario y un tocador de caoba y una tumbona con marco dorado y tapizado de terciopelo de color champaña. Pendían de las paredes unos retratos de actores y de escenas teatrales, además de la página original de una de las obras de Neji Hyuga, que el castaño le había regalado después del primer éxito en el Capital.

El rubio se paseó por la habitación, reconfortado por la presencia de sus objetos familiares, las posesiones que él mismo había conseguido. No había rastros de su pasado, ni recuerdos desagradables; sólo la seguridad y la intimidad de Menma Uzumaki. ¡Si pudiera volver a vivir el día pasado! ¿Qué clase de impulso destructivo la había llevado a revelar su identidad a lord Uchiha?

Recordó cómo el moreno lo había mirado en el instante previo a que moviera sus pasos fuera de la propiedad de los Namikaze. Su mirada lo había atravesado; creyó sentir que el azabache veía con claridad cada uno de sus pensamientos y cada una de sus emociones. Se había sentido impotente como una niño, todos sus secretos al descubierto, sus defensas destruidas.

Naruto se sentó ante la mesa del tocador y terminó el vino en unos sorbos más. No se permitiría pensar más en Sasuke... necesitaba dormir y prepararse para enfrentar el ensayo del día siguiente, el de la nueva obra de Neji. No podía permitir que su vida profesional se viese alterada por sus problemas personales.

Se quitó la ropa, la dejó caer al suelo y se puso una infantil pijama de pantalón azul y una playera interior suelta blanca. Suspiró aliviado, se quité los pasadores que ataban el pelo de la frente y se pasó los dedos por entre las desordenadas mechas rubias. Tomó una copia de Señor Engaño, e inicié el movimiento de subir a la cama cuando un ruido interrumpió el silencio de la casa. Naruto se quedó inmóvil y escuchó, atento. Dos voces apagadas enzarzadas en una discusión le llegaron desde abajo, filtrándose en su habitación, y entonces oyó, desde lejos, el grito de alarma de la doncella.

Naruto dejó la copia que tenía en la mano y salió deprisa de su habitación.

—¿Qué sucede?—llamó a la doncella, ansioso, corriendo hacia la escalera.

Se detuvo en el borde del escalón y vio a la señora de pie en el centro del vestíbulo de entrada. La puerta de calle estaba abierta de par en par: Sasuke acababa de irrumpir en su casa.

Al ver su amenazadora figura la mente de Naruto quedó en blanco por el susto. El rostro del Uchiha estaba tenso, sus ojos entornados, clavaban su mirada en su persona.

—Señor Uzumaki—balbució la doncella—, él... él entró por la fuerza... No pude detenerlo...

—He venido a hablar con mi esposo —dijo Sasuke, torvo, sin dejar de mirar a Naruto.

—Su... —dijo la criada, confusa—Entonces, usted debe de ser el Lord Uzumaki ¿no?

En el rostro de Sasuke se formó un ceño crispado.

—No, no soy el Lord Uzumaki —dijo, con cortante precisión.

Sin saber cómo, Naruto logró adoptar una expresión serena.

—Debe marcharse —dijo con firmeza—. Esta noche, no estoy preparado para discutir nada.

—Es una lástima —replicó el mayor, iniciando el ascenso de la escalera—. Yo estoy preparado desde hace tres años.

Era evidente que el azabache no le dejaría alternativa. Naruto se preparó para la batalla y dijo a la asustada doncella:

—Puede ir a acostarse. Hasta mañana.

—Sí, señor. Hasta mañana —respondió la señora, no muy segura, echando una mirada al desconocido individuo que subía la escalera.

La mujer se apresuró a desaparecer rumbo a su habitación habiendo llegado a la obvia conclusión que no era prudente interferir.

Cuando Sasuke llegó junto al rubio, Naruto levantó el mentón y le devolvió la mirada.

—¿Cómo te atreves a irrumpir en mi casa, teme? —preguntó, cohibiéndose por la ropa que llevaba.

—¡¿Qué dices dobe, qué objeto tenían tantas mentiras?! ¿Por qué no me has dicho la verdad la primera vez que nos vimos?

—Tú mentiste tanto como yo; me dijiste que eras soltero...

—No tengo la costumbre de contar secretos íntimos a personas que acabo de conocer.

—Ya que estamos en el tema de los secretos íntimos ,sabe lady Sakura que no eres el soltero que afirmabas ser?

—De hecho, sí lo sabe.

—Supongo que querrá deshacerse de tu esposo y casarse contigo, por el bien de su hijo —dijo Naruto, y tuvo la satisfacción de ver que las facciones del mayor expresaban atónita sorpresa.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó el azabache con suspicacia.

—Sakura me lo dijo cuando coincidimos en la tienda de la modista. Ella intentó apartarme de ti... y yo le hubiese dicho que no era necesario. Tú eres el último hombre con quien elegiría relacionarme.

--¿A quién preferirías? —preguntó el ojinegro en tono burlón—. ¿A Neji Hyuga?

—¡A cualquiera menos a ti!

—¿Por qué? —preguntó Sasuke, bajando la cabeza y lanzándole el aliento cálido en la mejilla—. ¿Por qué te doy miedo? ¿Por qué no puedes menos que desear lo mismo que yo?-- Naruto trató de retroceder pero las manos del Uchiha se apoyaron en sus hombros. Lo asía con firmeza y, aun así, si hubiese querido habría podido soltarse. Era otra cosa la que lo retenía, una fuerza potente que le impedía apartarse.

—No sé de qué estás hablando —dijo, en tono inseguro.

—Tú lo sentiste la primera vez que nos encontramos ambos lo sentimos.

—Sólo quiero que me dejes en paz —replicó el blondo, lanzando una exclamación cuando Sasuke lo apretó contra su cuerpo duro.

En los ojos del azabache ardió un resplandor de fuego, convirtiendo el negro en en fuego vivo.

—Sigues mintiendo, kitsune.

Notas finales:

Gracias por leer y perdón por las faltas de ortografía


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