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My unknown husband por frizzante gatto

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Sakura levantó su vista de la montaña de paquetes que había sobre el suelo alfombrado de su dormitorio, donde predominaban el malva y el dorado. Estaba arrebatadora, rodeada de montañas espumosas de cintas y telas, con su cabello rosa sensualmente revuelto, cayendo sobre sus hombros desnudos. Sus labios se abrieron en sonrisa incitante cuando Sasuke entró en la habitación.

—Llegas justo a tiempo para ver mis nuevas adquisiciones —le informó—. Esta mañana, he hecho una agradable salida de compras—dijo y, poniéndose de pie, sostuvo desde la altura de sus pechos una especie de funda que parecía una fina telaraña dorada—. Mira, querido: está hecho para usar sobre otro vestido, como adorno, pero cuando estemos solos lo usaré así, sobre la piel.

Lo pasó por su cabeza con movimientos graciosos y dejó que la tela de resplandeciente tejido se deslizara sobre su cuerpo, al mismo tiempo que dejaba caer el vestido que llevaba debajo. La trama dorada realzaba la rotunda belleza de su cuerpo y no hacía nada por ocultar el triángulo oscuro del pubis ni las puntas entre rosadas y marrones de los pezones erectos. En sus ojos aterciopelados brilló la excitación y, lamiéndose los labios, se acercó lentamente a él.

—Hazme el amor —murmuró—. Tengo la impresión de que hace siglos que no me tocas.

Sasuke miró a Sakura sin expresión, asombrado de comprobar que no le causaba la menor impresión la misma mujer a la que, en otro tiempo, había hallado tan excitante. —No he venido para eso —dijo, conservando sus brazos a los lados aun cuando ella ronroneaba y se frotaba contra él—. Quiero hablar.

—Sí... después.

Le tomó la mano y trató de llevarla hacia su pecho. Ceñudo,Sasuke retiró la mano.

—Quiero saber el apellido de tu médico. El que ha confirmado tu embarazo.

El interés sexual desapareció del semblante de Sakura y fue reemplazado por una expresión preocupada y defensiva.

-¿Por qué?

Sasuke siguió mirándola, imperturbable. -Cómo se llama?

Sakura fue hasta la cama y se envolvió en el grueso cubrecama de brocado. Con felina languidez, trazó un dibujo sobre la tela con la yema de un dedo.

—Es el doctor Orochimaru. Es un médico muy viejo y respetado, que ha atendido a mi familia durante años.

—Quiero conocerlo.

—Es muy dulce de tu parte que te intereses, querido, pero no es necesario que...

—¿Harás tú el arreglo, o debo hacerlo yo?

La piel de Sakura se cubrió de sonrojo, aunque Sasuke no pudo discernir si era de culpa o de ira.

—Lo dices de un modo tan acusador... ¿No crees que esté diciéndote la verdad con respecto al niño?

—Lo que creo es que este accidental embarazo ha sido sospechosamente oportuno para ti —dijo él, sin rodeos—. Y pienso que ya es hora de que acabemos con los juegos.

—Yo nunca he jugado contigo...

-Ah, no? -la interrumpió él con sonrisa despectiva. Sakura abandonó su actitud felina y se sentó erguida. --No quiero discutir nada contigo cuando estás tan contrariado!

Él la miró con frialdad.

—Quiero que arregles una cita para mí con Orochimaru.

—A él no puedes darle órdenes como si fuese un criado, y a mí tampoco, ya que estamos...

—Creo que he pagado por tener ese privilegio- Sakura lanzó una exclamación de rabia y le arrojó un almohadón dorado que aterrizó en el suelo, a los pies de él.

—No tienes por qué darte esos aires de superioridad. Yo no tengo la culpa de que me dejaras embarazada, tampoco que tengas que cargar con un esposo al que no puedes localizar. ¿Has hecho algún avance en ese sentido?

—Eso no es asunto tuyo.

—¡Tengo derecho a saber si mi hijo será bastardo!

—Ya te he dicho que me ocuparé de ti y del niño. Y tengo intenciones de atenerme a esa promesa.

—¡Eso dista mucho de casarte conmigo!

—Mi padre me obligó a contraer un matrimonio de conveniencia. Sería capaz de irme al infierno antes de permitir que tú, o cualquier otra persona, vuelva a hacerme lo mismo.

—¿De modo que ahora se trata de lo que te han hecho a ti?—preguntó Sakura, alzando la voz—. ¿Y qué me dices de lo que me han hecho a mí? Fui seducida por ti, me has preñado, y ahora, al parecer, estás pensando en abandonarme...

—Mal se podría decir que tú fueses una escolar inocente —dijo él, mientras una sonrisa irónica cruzaba su rostro al recordar la escandalosa persecución a que lo había sometido Sakura, las tretas que había empleado para atraerlo a su cama. ¿Y ahora afirmaba que ella había sido seducida?—. Eras una viuda rica y arrastrabas una historia de aventuras que se remontaba a antes de la muerte de tu anciano esposo. Yo no he sido tu primer protector, y Dios es testigo de que no seré el último.

—Eres un canalla sin sentimientos —dijo ella, y su hermoso rostro se crispó en una expresión desdeñosa—. Vete. ¡Sal de aquí en este mismo momento! Estoy segura de que haría daño al niño que yo me pusiera nerviosa.

Sasuke la complació con una reverencia burlona y abandonó la explosiva y perfumada atmósfera del dormitorio preguntándose cómo había llegado a estar tan embrollado con Sakura.

Cayó en la cuenta de que ya casi era la hora de reunirse con dos administradores para tratar asuntos concernientes a sus propiedades; subió a su carruaje e indicó al cochero que lo llevara a su hogar de Londres. No quería llegar tarde, pues siempre se había enorgullecido de ser puntual y responsable, cualidades que su padre, jugador com-pulsivo, jamás había poseído. Por más que intentara concentrar su mente en los negocios, surgían en ella pensamientos relacionados con Sakura y su embarazo.

Sasuke confió en sus instintos, y éstos le decían que el "niño" era un simple invento para atraparlo, aunque debía darle cierto crédito y admitir la posibilidad de que Sakura estuviese diciendo la verdad. Le abrumaba el resentimiento. Otros hombres aceptaban despreocupadamente el hecho de concebir hijos con sus queridos; hasta hacían bromas al respecto, pero para él no era un tema que pudiese abordarse a la ligera. Un hijo suyo sería una responsabilidad para toda la vida.

Fatigado, Sasuke gimió y se frotó los ojos.

—No hay ningún niño —musitó, con una mezcla de esperanza e irritación—. Ella está mintiendo, estoy seguro.

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Cuando llegó a su casa y traspuso la puerta principal, su mayordomo le informó que los administradores ya estaban esperándolo en la biblioteca.

—Bien —respondió Sasuke con aspereza—. Haga llevar té y una bandeja con bocadillos. Calculo que la reunión durará un tiempo.

—Sí, milord, pero... —el mayordomo tomó una pequeña bandeja de plata sobre la cual había una nota sellada—. Tal vez quiera leer esto. Ha llegado hace poco rato; la trajo un mensajero que parecía tener mucha prisa.

Sasuke frunció el entrecejo, rompió el sello sesgado y reconoció la escritura apresurada de su medio hermano Itachi. Su vista recorrió rápidamente la hoja:

Sasuke:

Esta vez, estoy en verdaderos problemas. Me he visto arrastrado a un duelo que deberá realizarse mañana. Te pido que seas mi padrino y me des los consejos que mucho necesito. Por favor, ven a Warwickshire de inmediato y salva el pellejo de tu único hermano.

Itachi

Sasuke sintió que de pronto sus nervios se tensaban de preocupación. Él estaba acostumbrado a los apuros y fechorías de su hermano pero nunca había llegado tan lejos.

—Por Dios, Itachi, ¿qué has hecho ahora? —su rostro se puso ceñudo y sombrío—. Maldición, mi hermano debe ser el único hombre en Inglaterra que no sabe que el duelo ha pasado de moda —ironizó y, al alzar la vista, vio un destello de simpatía en los ojos del mayordomo, por lo general implacables—. Parece que Itachi ha vuelto a las andadas —refunfuñó—. Esta vez, ha sido retado a duelo.

El mayordomo no manifestó la menor sorpresa. Todos en la casa conocían la veta temeraria del vástago mayor de los Uchiha.

—¿Podría ayudarlo en algo, milord?

—Sí —respondió Sasuke, indicando con la cabeza en dirección a la biblioteca—. Diga a esos dos que he tenido que atender un asunto urgente. Que pasen la reunión para el próximo lunes. Entre tanto, voy a escribir una nota que deberá ser entregada al señir Uzumaki, en la calle Somerset. Deberá recibirla esta tarde, sin demora.

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Una fría y húmeda brisa otoñal barría el pequeño jardín que había en la parte de atrás de la casa de Naruto. El viento agitaba y desordenaba su cabello de sol y lo pasaba por detrás de su oreja. Estaba sentado sobre un pequeño banco blanco, rodeada por las fragancias embriagadoras del romero, la menta silvestre y otras hierbas perfumadas; abrió la carta que tenía sobre el regazo.

Querido Kitsune:

Por desgracia, he debido alterar mi plan de verte esta noche. Debo partir de inmediato para mi casa de Warwickshire para ocuparme de un asunto urgente relacionado con mi hermano, lord Itachi. Iré a visitarte de inmediato, en cuanto regrese a Londres.

Tuyo,

Sasuke

Casi como si se le hubiera ocurrido a último momento, agregó al pie de la página una última frase:

"No me arrepiento de lo sucedido entre nosotros. Espero que tú sientas lo mismo."

Preocupado por la sucinta nota, Naruto la releyó y frunció el entrecejo. Sin duda, esa última frase tenía la intención de resultar tranquilizadora, pero él no sabía si el efecto que le causaba era de alivio o de consternación. Comenzó a estrujar la carta pero, de pronto, se sorprendió apretándola contra su cintura.

Lord Itachi Uchiha, ese cuñado al que nunca había conocido. Se preguntó si, en verdad, el muchacho estaría en problemas o bien habría servido a Sasuke de excusa para no verlo. Pese a lo que el Sasuke mismo decía, era posible que se arrepintiese de haber pasado la noche con él. Tal vez fuese una convención decir a un doncel que uno no se arrepentía, aunque en verdad fuese al revés.

Rojo de vergüenza e incertidumbre, Naruto se preguntó si, de algún modo, lo habría disgustado, si le había parecido menos apasionado o excitante que lady Haruno. Él no sabía qué hacer o cómo satisfacerlo. Quizá, para Sasuke, la experiencia había sido decepcionante o, peor aún, divertida. Tal vez, el Uchiha había esperado acostarse con un amante experto y no con un torpe virgen.

Naruto hizo una mueca y se regañó a sí mismo. No debía olvidar que quería una anulación, que nunca podría abandonar su carrera y su independencia, y vivir atado a un hombre de fuerte voluntad. Sería bueno que lo hubiese decepcionado pues, así, el azabache accedería a poner fin al matrimonio y no tendría escrúpulos.

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Los muros dorado pálido del castillo de Warwickshire se elevaban, serenos, sobre la campiña, sin revelar nada del torbellino que lo agitaba por dentro. El sol estaba poniéndose, y proyectaba largas sombras en el suelo, haciendo relucir los cristales emplomados de las ventanas del edificio medieval.

Sasuke había vivido allí buena parte de su vida, renunciando a los placeres que podría ofrecer Londres a un joven, para quedarse, en cambio con su madre durante sus

últimos años. Ella había sufrido la larga y dolorosa agonía de los que morían de tisis y él había sufrido junto con ella. Aún recordaba las numerosas ocasiones en que había levantado la vista de la página de un libro o periódico que había estado leyéndole en voz alta y había sorprendido la mirada ansiosa de ella fija en él.

—Cuida de tu hermano y de tu padre —había rogado ella—. Ellos necesitarán de tu guía y de tu protección. Me temo que tú serás lo único que pueda impedirles llegar a la ruina total.

Durante los cinco años transcurridos desde la muerte de su madre, él había hecho todo lo posible por cumplir su promesa, aunque no había sido fácil.

Recorrió a grandes pasos el gran salón y la sala de la primera planta, y encontró a su hermano sentado desmadejadamente en un sofá tapizado de damasco, con una copa de coñac en la mano. A juzgar por sus ojos inyectados en sangre y su aspecto desaliñado, Itachi debía de haber pasado allí buena parte del día, lamiendo sus heridas con la ayuda de una generosa dosis de alcohol.

—Dios mío, qué alegría verte —dijo Itachi con fervor, levantándose dificultosamente del sofá—. Ya empezaba a pensar que te habías quedado en Londres, dejándome librado a mi suerte.

Sasuke lo contempló con afecto y fastidio, a la vez.

—De ningún modo lo haría, después de todo lo que he invertido en ti...

Itachi se movió para hacerle lugar y exhaló un prolongado suspiro.

—Nunca me he batido a duelo. Y no quisiera empezar ahora.

—No tengo intenciones de dejar que lo hagas —replicó su hermano menor, ceñudo—.

¿Cómo ha reaccionado papá?

—Todos se han puesto de acuerdo para que él no lo sepa. Como su salud es tan frágil, sin duda lo mataría si llegara a enterarse.

Sasuke negó con la cabeza, indicando su desacuerdo.

—Fuera de su pobre sentido de los negocios, papá no es ningún tonto. Él preferiría saber la verdad y no que todos anduviesen sigilosamente a su alrededor, ocultándole cosas.

—Entonces, díselo tú. Yo no tengo coraje para arrojar semejante preocupación a la cabeza de un moribundo.

Sasuke puso sus ojos en blanco y sé sentó al lado de su medio hermano sacándole de la mano el vaso de coñac.

—No bebas más —le aconsejó—. No te servirá para nada emborracharte.

Buscó con la vista una mesa baja donde dejar el vaso. Como no encontró ningún sitio que le pareciera conveniente, bebió él mismo los últimos tragos y cerró los ojos al sentir el suave y grato calor de la bebida.

—Era mío —le hizo notar Itachi , indignado.

Sasuke le disparó una mirada de advertencia.

—Yo necesitaba reponerme después del viaje. Y ahora, ¿qué tal si me dices cómo diablos te has metido en este aprieto? Tenía mejores cosas que hacer esta noche que venir a sacarte de un nuevo lío.

—No sé bien cómo sucedió —dijo Itachi, perplejo, mesándose el ya revuelto cabello negro—. Fue algo insignificante. Anoche, fui a un baile que daban, uno de esos sencillos bailes de campo... Bailé el vals con la joven Konan y nos escabullimos al jardín... ¡y lo único que recuerdo de después es a su hermano Yahiko retándome a duelo!

A Sasuke no le costó trabajo leer entre líneas. Los Akatsuki, una familia de sólidos terratenientes con título de nobleza de Warwickshire, eran conocidos por su mal carácter. Por lo que él recordaba, Konan debía ser todavía una señorita y, en consecuencia, cualquier ofensa cometida contra ella sería considerada una afrenta mortal para el honor de la familia.

—¿Qué has hecho, Itachi? —preguntó, en tono amenazador.

—¡Sólo la besé! No fue nada... no valía la pena arriesgar el cuello por ella, ¡puedo asegurártelo! Yahiko y yo nunca nos hemos llevado bien. Sospecho que él estaba espiándonos con el solo propósito de tener un motivo para desafiarme... ¡ese canalla exaltado!

—Será mejor que dejemos los insultos para más adelante —lo interrumpió Sasuke con sequedad—. La única manera de resolver esto será acudir a Nagato. Él gobierna a la familia con puño de hierro; sólo él podría cortar de raíz todo el asunto, si lo desea.

Esperanzado, Itachi abrió grandes sus ojos negros.

—¿Hablarás con él, Sasuke? Si lograses convencerlo de que Yahiko debe retirar el desafío...

—Primero, quiero que me digas la verdad. ¿Estás seguro de que lo único que hiciste fue besar a Konan?

Itachi no pudo mirarlo a la cara. —En líneas generales.

Sasuke frunció el entrecejo.

—Maldición, con tantas mujerzuelas y camareras que hay entre aquí y Londres, ¿tenías que molestar precisamente a una niña de buena crianza?

—¡Yo no la he molestado! Ella no me sacaba la vista de encima, y era tan suave, con esos ojos de cierva, como invitándome a que la besara y, cuando lo hice, te puedo asegurar que me retribuyó, y entonces saltó Yahiko de entre los arbustos como un loco.

—Y Konan, para evitar el reproche de su familia, afirmó ser por completo inocente y que tú la habías atraído afuera con engaños y habías intentado seducirla.

Itachi asintió con vehemencia.

—Sí, eso fue exactamente lo que sucedió. ¡Y no me mires como si nunca te hubiese tentado una bonita joven inocente! Diablos, estoy seguro de que, has hecho lo mismo.

—¡No! Yo he estado rompiéndome el alma para impedir que la familia se hundiera bajo una montaña de deudas. Tengo poco tiempo para hacer el tonto con muchachas como Konan.

Su hermano se cruzó de brazos en postura defensiva.

—Tal vez yo no sea tan santo como algunos, pero no soy tan malo como otros. Sasuke sonrió sin humor.

—Ése es un buen lema para la familia Uchiha.

Sasuke se lavó, se cambió de ropas y fue hacia la propiedad de los Akatsuki, situada a pocos kilómetros del castillo. A pesar de su sólida fortuna, los Akatsuki vivían en una pintoresca finca rural, a medias escondida en un bosquecillo de álamos blancos y rododendros. Sasuke adoptó un semblante de apropiada gravedad y pidió al mayordomo que diese sus saludos a lord Nagato, y le preguntara si podría verlo unos minutos. El mayordomo desapareció y, al volver poco después, lo condujo a la biblioteca.

Nagato que era menor a Fagaku , el padre de Sasuke, estaba sentado en una gran silla tapizada de cuero, ante un pequeño fuego, con los pies extendidos hacia el calor crepitante. Sasuke había visto ya muchas veces a Nagato y sabía que era un hombre tenebroso, imbuido de su propia importancia, y con un enorme orgullo por sus hermanos. Konan era su única hermana y él no había ocultado su pretensión de lograr una espléndida unión para ella. Sólo se conformaría con un duque o un conde y, no hacía falta decirlo, el individuo debía tener una fortuna tan impecable como su linaje.

Sasuke no creía que Itachi fuese el candidato que Nagato tenía en mente para futuro cuñado.

Nagato levantó una mano r indicando a Sasuke que se sentara en la silla que estaba junto a la suya. La luz del fuego bailoteaba en relucientes ondas sobre su pelo rojizo.

-Sasuke —saludó, en una voz de bajo que parecía no pertenecer a un hombre de tan corta edad—. Ya veo que su medio hermano, ¡ese pillastre insolente!, ha acudido a usted para que lo protegiese. Bueno; ésta es una de esas ocasiones en que usted no podrá sacarlo del apuro. Ha actuado de manera deshonrosa y deberá responder por ello.

—Entiendo sus sentimientos, señor —replicó Sasuke con seriedad—. Al parecer, es verdad que Itachi ha ido demasiado lejos. Con todo, en interés del bienestar de su hermana tanto como en el de su hermano, he venido a pedirle que pare el duelo. Yahiko retirará el desafío si usted se lo exige.

—¿Y por qué habría de hacerlo? —preguntó Nagato, con su boca redonda fruncida por el disgusto—. ¡Konan, una señorita ingenua e inocente, ha sido arruinada, se ha manchado su reputación.!

--¡¿Por un beso?! —preguntó Sasuke, arqueando una ceja—¿No está exagerando un poco? Una muchacha bella, un jardín iluminado por la luna... estoy seguro de que cualquiera podría entender que Itachi haya perdido la cabeza.

—Jamás tendría que haber estado a solas con mi hija en el jardín, ¡ofendiéndola en mi propia casa, nada menos!

—Sí, lo sé. Le doy mi palabra de que Itachi ofrecerá reparaciones en la forma que usted elija, si convence a Yahiko de que retire el desafio. Estoy seguro de que podemos llegar a otra clase de acuerdo. No me cabe duda de que usted siente tanta repugnancia como yo de que haya pleitos de sangre entre nuestras familias. Sobre todo porque, si el duelo llegara a tener lugar mañana, la reputación de Konan se vería dañada. Lo que ha sido un pequeño incidente, fácil de olvidar, se convertiría en un gran escándalo. A dondequiera que ella vaya la seguirían los rumores —dijo Sasuke, e hizo una pausa para observar con atención el semblante del otro, para comprobar con satisfacción que había ganado un tanto.

Si Konan se convertía en el foco del escándalo, sería mucho más difícil casarla bien.

—¿Qué clase de "acuerdo" tiene en mente? —preguntó Nagato, suspicaz. Sasuke vaciló y luego miró al otro a la cara.

-Eso depende de aquello lo satisfaga a usted. ¿Se resolvería el problema si Itachi pidiera la mano de Konan?

No temía hacer semejante propuesta, sabiendo que Nagato tenía ambiciones mayores que su hermana se casara con un hijo de un lord y una cortesana.

—No —dijo Nagato,—. Su hermano no tiene los medios ni la personalidad que yo estoy buscando para un posible cuñado —dijo. Hizo una larga pausa y en su rostro apareció una expresión taimada—. Sin embargo, puedo proponerle una alternativa.

¿Cuál? —preguntó Sasuke, mirándolo fijamente.

—En lo que a mí concierne, daré por lavado el honor si usted se casa con Konan.

Sasuke sintió que sus cejas se alzaban hasta la raíz de sus cabellos. Tuvo que carraspear varias veces antes de poder responder.

—Me siento halagado —respondió, en voz tonca.

—Bueno. Llamaré a Konan y usted podrá proponerle matrimonio de inmediato.

—Lord Nagato yo... tengo que confesarle algo —de pronto, Sasuke percibió toda la ironía de la situación y sintió que una carcajada traicionera pugnaba por escapársele. De algún modo, logró evitar que explotase—. Konan es una muchacha encantadora, por cierto, y en cualquier otra circunstancia...

—¿Pero? —apremió Nagatol, ceñudo.

—No puedo casarme con su hija.

—¿Por qué no? —-

--Porque estoy casado.

Durante largo rato, no se oyó otra cosa que el crepitar del pequeño fuego. Los dos hombres clavaron su vista en las llamas mientras Nagato absorbía tan extraordinaria afirmación. Después de un momento, habló en un tono cargado de suspicacia.

—Ésta es la primera vez que oigo algo al respecto.

—Ha sido un secreto bien guardado durante bastante tiempo.

—¿Quién es él?

—Naruto, el hijo de lord Namikaze.

—Namikaze —repitió Nagato arqueando sus cortas cejas como signos de interrogación—. He oído decir que fue enviado a un colegio en Europa o a un convento. ¿Qué ha estado sucediendo todo este tiempo? ¿Lo han tenido oculto en el desván o en el sótano, eh?

—No exactamente.

-—Entonces, ¿por qué...?

—Me temo que no podré explicarle los detalles, señor.

Nagato adoptó un aire de amarga decepción y aceptó los hechos con toda la elegancia que pudo.

—Qué pena. Usted habría hecho bien en casarse con Konan.--- Sasuke hizo todo lo posible por poner una expresión contrita.

--Estoy seguro de eso, lord Nagato. En cuanto a Itachi...-- El otro desechó el tema con un ademán desdeñoso.

--Diré a Yahiko que no habrá duelo. Pero sepa usted que me debe un favor; su retribución le será exigida en algún momento del tuso.

Sasuke dejó escapar un suspiro de alivio apenas perceptible.

—Gracias, señor. Entre tanto, sacaré a Itachi de Warwickshire,para aliviar cualquier tensión que pueda haber quedado.

___Se lo agradeceré.

Intercambiaron un cordial saludo, y Sasuke salió de la habitación con una sensación de alivio. Cuando cruzaba el umbral, oyó a Nagato musitar para sí:

—Namikaze ... ningun doncel de él podría esperar equipararse a Konan.

Tras contar las buenas nuevas a Itachi, Sasuke tuvo ganas de ir de inmediato a su cuarto y dormir. Había sido un día largo y necesitaba un tiempo a solas para descansar y reflexionar. Sin embargo, le quedaba un deber por atender. Cuadró sus hombros y se encaminó hacia las habitaciones de su padre. Esperaba que el duque ya se hubiese retirado a dormir pero, mientras se acercaba a la puerta del dormitorio, vio una luz que salía desde dentro y oyó una voz de mujer leyendo una novela.

Dio un leve golpe en la puerta entreabierta y entró. Si bien su padre, Fugaku, había sufrido varios derrames cerebrales que lo habían dejado parcialmente baldado de su lado derecho, había conservado buena parte de su vigor. Tenía el aspecto toscamente apuesto de un mujeriego, de un hombre que había disfrutado de una buena cantidad de placeres mundanos y nunca había lamentado uno solo de ellos. Le encantaba relatar, una y otra vez, historias de sus pasadas correrías a los numerosos amigos que aún acudían a visitarlo con regularidad y perderse en reminiscencias de su juventud. Apoyado sobre un montón de almohadas, con un vaso de leche humeante en la mano, el duque parecía muy cómodo. Era difícil saber qué disfrutaba más: si la novela o la atractiva y joven enfermera sentada junto a su lecho. La mujer interrumpió la lectura, y el duque alzó la vista, expectante.

—He estado esperándote —dijo el padre de Sasuke con una pronunciación un tanto dificultosa, a causa de su estado físico—. ¿Por qué no viniste antes?

—Tenía que resolver un asunto—respondió Sasuke, y agregó, torvo—: algo relacionado con Itachi.

—¿Otra vez? —al duque le encantaba oír hablar de las escapadas de su hijo bastardo, y era evidente que estaba convencido de que él e Itachi tenían mucho en común—. Cuéntame.

El duque indicó a la enfermera que dejara libre la silla que ocupaba.

En cuanto la muchacha salió de la habitación, Damon se sentó junto a su padre. —Tienes buen aspecto —comento.

—Sí, estoy bastante bien.

Fugaku metió la mano detrás de la almohada, sacó un frasco de plata y echó una generosa cantidad de coñac en el vaso de leche.

—No cambias nunca —dijo Sasuke, en tono de reproche, moviendo la cabeza cuando su padre le ofreció el frasco.

Por un momento, el duque pareció desilusionado por la negativa de su hijo, luego se encogió de hombros, resignado.

—Tú tampoco —replicó. Bebió un largo trago de leche con coñac y chasqueó los labios—. Dime, ¿qué pasó con Itachi?

Sasuke le relató, con la mayor objetividad posible, los sucesos de los últimos dos días. Como él había esperado, el relato divirtió mucho a Fugaku. Al principio, pareció un tanto disgustado, pero pronto el disgusto fue reemplazado por un equivocado sentido de orgullo masculino.

—Muchacho tonto, desenfrenado... —dijo el duque, riendo entre dientes—. Itachi tiene la moral de un gato de albañal.

Sasuke frunció el entrecejo.

—¿Acaso te extraña su conducta, después del ejemplo que tú le has dado durante tantos años?

—Ah, ahí estamos, otra vez —dijo el más viejo, resignado, gesticulando con su vaso medio vacío—. Tratas de echarme la culpa a mí, ¿no es cierto?

Sasuke siempre se enfurecía al ver que su padre jamás se arrepentía que no estaba dispuesto a aceptar ninguna responsabilidad por sus acciones.

—Me preocupa que Itachi siga así—musitó—. Daría la impresión de que tiene la misma inclinación que tú por los amoríos y los juegos.

—¿Y si es así? ¿Qué es lo peor que podría sucederle?

—Podría acabar muerto en un duelo o debiendo una fortuna.

Su padre lo miró con enervante indiferencia.

—No debería preocuparme por las deudas. De un modo u otro, el dinero siempre aparece.

—Y bien que lo sé yo —dijo Sasuke, en tono cargado de sarcasmo—. Tú lo encontraste muy fácilmente hace dieciocho años ,eh? Empujaste a la familia al límite de la pobreza y diste a lord Namikaze la oportunidad perfecta para intervenir, ofreciendo una cuantiosa dote. Lo único que tuviste que hacer fue casar a tu hijo de siete años con su hijo que apenas había dejado los pañales.

Fugaku suspiró y dejó el vaso vacío sobre la mesilla de noche.

—Bien puedes tú echarme todas las culpas que quieras, incluyendo el apremio que sufre Itachi en este momento y tu propia insatisfacción con la vida. No me cabe duda de que no he sido el padre que debería haber sido. Pero el hecho es que hice lo que tenía que hacer. ¿Por qué debes hurgar en el pasado en lugar de mirar hacia el futuro?

—Porque he enmendado tus embrollos durante años y ahora parecería que tengo que hacer lo mismo por Itachi... ¡y estoy bastante harto de esto!

—Sospecho que, en cierto modo, más bien te gusta —dijo el duque sin alterarse—. Te hace sentirte superior el hecho de llevar adelante tu vida con toda la corrección y la responsabilidad que ni yo ni Itachi fuimos capaces de tener —se interrumpió con un bostezo y se reclino de nuevo sobre las almohadas—. Que el Cielo ampare al pobre Naruto cuando lo encuentres. Me temo que ningun esposo seria lo bastante recto para satisfacerte, aunque sea un Namikaze

Sasuke abrió la boca, dispuesto a discutir pero la cerró de pronto cuando resonó en su mente un eco de la voz de Naruto:

"¿Qué podría resultar de una relación entre nosotros?... Me he convertido en una persona completamente inadecuada... Tú querrías que yo deje todo aquello por lo que he trabajado, todo lo que necesito para ser feliz..."

El duque esbozó una leve sonrisa al ver la expresión atribulada de su hijo.

—Sabes que tengo razón, ¿no es así? Quizá, lo que tú necesites sea seguir el ejemplo de Itachi. Un hombre debe tener algunas debilidades.., de lo contrario, se convierte en un fastidio mortal.

Al ver que su padre daba muestras de empezar a fatigarse, Sasuke se puso de pie y le lanzó, de soslayo, una mirada exasperada. Pocas habian sido las ocasiones en que el duque se había molestado en darle algún consejo, y ninguno de ellos había tenido el menor sentido.

—Volvere a verte mañana por la mañana, antes de que Itachi y yo nos marchemos.-- Fugaku asintió.

—Envía a la enfermera para que me atienda —hizo una pausa y añadió, en tono pensativo-—: ¿Sabes?, me recuerdas a lord Namikaze cuando era joven. Ejercía tanto control sobre sí mismo y estaba tan decidido a que todos se ajustaran a sus nociones de lo que era correcto como tú lo haces.

Por un momento, Sasuke se indignó, repugnado ante la idea de que hubiese alguna similitud entre él y Minato. Pero, al mismo tiempo, no pudo menos que preguntarse si no sería cierto, en parte. Y más perturbadora era la posibilidad de que Naruto pensara algo semejante. ¿Sería él tan rígido y dominante que el rubio pudiera temer que él convirtiese su vida en una repetición de lo que había sido su infancia?

De súbito, sintió una vehemente impaciencia por regresar a Londres y hacer entender a Naruto que él no trataría de cambiarlo, ni de quitarle nada pero, ¿sería cierto eso? No podía asegurar que fuese a aceptar sin inconvenientes su carrera, el mundo del teatro en el que el kitsune habitaba, ni su empecinada independencia. Quizá, lo mejor sería dejar libre a Naruto.. pero ésa se le aparecía como la alternativa menos viable de todas.

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer y perdón si hay una falta de ortografía


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