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My unknown husband por frizzante gatto

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La noche del estreno de Señor Engaño, la última obra de Neji Hyuga, la multitud convocada por la novedad era de proporciones asombrosas. Los aristócratas habían enviado a sus criados a que consiguieran y conservaran los asientos para ellos, desde horas antes de la prevista para el comienzo de la función. El teatro estallaba por las costuras, repleto de un público numeroso e impaciente. En la galería donde las localidades costaban un chelín las más baratas, se producían discusiones y hasta riñas a puñetazos, por el celo con que cada uno defendía su territorio de los intrusos. Sasuke e Itachi, a salvo del pandemonio que se desarrollaba más abajo, contemplaban todo desde uno de los palcos privados en la fila del tercer círculo. Una cantante a quien el teatro había contratado para entretener al público se esforzaba por hacerse oír por encima del bullicio.

 

—Qué chusma —comentó Itachi, mirando a su hermano con una sonrisa entre irónica y asombrada—. No es propio de ti venir al estreno de una obra. ¿Por qué ahora?

—Soy patrocinante del Capital —respondió Sasuke en actitud neutral—. Y quiero ver cómo se utiliza mi inversión.

—Dicen que la obra es muy buena —aseguró el mayor—. Lamento que no me hayas permitido traer a algún acompañantes. Es una pena desperdiciar los dos asientos que quedan vacíos en nuestro palco. Da la casualidad de que conozco a...

-¿Acaso no has correteado lo suficiente detrás de alguien como para toda la semana? —interrumpió Sasuke, sacudiendo la cabeza con fastidio.

El rostro de Itachi se iluminó con una sonrisa pícara.

—Pensé que me conocías lo suficiente para no tener que hacerme semejante pregunta —y, al ver que su hermano menor no le retribuía la sonrisa, la preocupación suavizó la expresión del mayor.- ¿Estás pensando en Sakura? —preguntó. En el transcurso del viaje a Londres, Sasuke le había contado todo lo relacionado con el supuesto embarazo de Sakura y con su propia exigencia de que el médico confirmase la situación—. Yo, en tu lugar, no me preocuparía —había dicho Itachi, en actitud pragmática—. Estoy casi seguro que Sakura debe estar mintiendo. Ella sabe que, si logra convencerte de que está embarazada, tú te sentirás obligado, por tu sentido del honor, a casarte con ella.

Los labios de Sasuke se torcieron en una sonrisa irónica.

—Yo no soy tan honorable como crees.

--Nunca en tu vida has adoptado una actitud egoísta. Has hecho sacrificios por el bienestar de la familia que yo jamás...

—Sea como sea, lo hice por motivos enteramente egoístas. Sólo pensaba en mis propias ganancias, en mi propia protección, en no verme obligado, otra vez, a hacer algo que no quiera.

Itachi suspiró y asintió.

 

—Siempre volvemos a ese malhadado matrimonio con Naruto Namikaze, ¿no es cierto?. Hermano, ¿por qué no tratamos de olvidarnos de él una noche y disfrutamos con la obra?

—Me temo que eso no es posible. El motivo por el que he insistido en venir aquí esta noche es que quiero verlo.

—¿Ver a quién? —se asombró Itachi, moviendo la cabeza como si no estuviese seguro de haber oído bien.

Sasuke no se molestó en aclarárselo y se limitó a mirarlo con la sombra de una sonrisa en los labios.

—Quieres decir que... Naruto está aquí... esta noche? —preguntó el mayor, riendo,incrédulo—. No, estás tratando de tomarme el pelo...

—Lo encontré —repuso Sasuke, sereno, disfrutando con la perplejidad que veía en el semblante de su hermano—. Ya sé dónde se ocultaba y qué ha estado haciendo durante los dos ultimos años.

Itachi mesó sus cabellos negros dejándolos desordenados.

—Dios mío, no puedo creerlo... ¿cómo has hecho para hallarlo? ¿Ya has hablado con él? ¿Por qué no…

Sasuke alzó una mano pidiéndole silencio.

—Espera. Pronto lo comprenderás.

Itachi sacudió la cabeza, farfulló y fijó su mirada en la muchedumbre que los rodeaba y en la que estaba debajo de ellos, como si esperase que Naruto Namikaze fuese a saltar de un asiento para anunciarse.

La cantante concluyó su actuación e hizo una reverencia para agradecer los escasos aplausos recibidos. Ella salió del escenario y, a continuación, la orquesta se mantuvo en silencio durante un minuto, mientras los músicos se preparaban para tocar la siguiente pieza. Arrancaron con una animada melodía que anunciaba el comienzo de la obra. Las luces que había a los costados del teatro fueron amortiguadas. Por el foso y las galerías se extendieron oleadas de agitación, mientras los aplausos y los gritos expectantes se difundían por los palcos y los asientos de las primeras filas.

Sasuke imaginó a Naruto aguardando en algún sitio detrás del escenario, oyendo el rugido de la multitud, sabiendo qué deseaba y esperaba la gente de él. Esa intuición lo colmaba de una extraña mezcla de orgullo y celos, al comprender que ese público de casi dos mil almas, constituido tanto por pobres como por ricos, clamaba por ver a su esposo. El señor Menma Uzumaki había sido tema de canciones, poemas, retratos y grabados. Todos adoraban su talento, su rostro y su cuerpo. Los hombres lo deseaban mientras que las mujeres y donceles se esforzaban por imaginar cómo sería estar en su lugar, ser un actor hermoso y aclamado, que tenía Londres a sus pies.

Se preguntó si Naruto estaría dispuesto a renunciar a tan general adoración a cambio de las compensaciones más tranquilas del matrimonio y de la familia. ¿Qué tenía él para ofrecerle que el rubio pudiese preferir a esto? La riqueza no tenía importancia para Naruto, como había demostrado al hacer a un lado la fortuna de su familia a cambio de su libertad. El amor de un solo hombre no podía compararse con el de miles de personas al mismo tiempo. Atormentado por estos pensamientos, ceñudo, Sasuke fijó su mirada en el telón que se abría, dejando al descubierto una espectacular escena que representaba; un paisaje de costa marítima. Sobre el telón de fondo habían pintado un chispeante mar azul y otros telones planos fingían una elegante vivienda en la costa.

Apareció en el escenario una figura solitaria, un esbelta silueta que balanceaba su sombrero asiéndolo por las cintas y contemplaba, con mirada soñadora el mar.

Era Naruto... Menma, que se aferraba a su personaje a pesar de los tumultuosos aplausos con que la recibieron. Otra persona hubiese reconocido la enloquecida reacción de la sala por medio de un gracioso saludo de reverencia o un ademán, pero Naruto seguía manteniendo la ilusión, mientras aguardaba pacientemente que el ruido se desvaneciera. Su belleza parecía etérea, realzada por un blusón blanco , con su rubio cabello adornado por una hermosa flor roja.

—Qué criatura arrebatadora —dijo Itachi, entusasmado ¡Qué no daría yo por probar sus encantos!

—No lo harás mientras yo esté con vida —musitó Sasuke, echándole una significativa mirada de reojo—. Él es mío.

El comentario dejó estupefacto a Itachi.

—¿Con eso quieres decir que lo has convertido en tu amante? ¿No crees que habría sido más prudente deshacerte, primero, de Sakura?

—No, él no es mi amante. Tiene derechos más sólidos sobre mí.

—No entiendo. Sasuke, él no será... —Itachi miró a su hermano con expresión atónita y una risotada incrédula escapó de sus labios—. Dios mío, no querrás decir que él, no... —Reforzó la negativa con su cabeza—. No —repitió, perplejo, pasando la mirada del rostro de Sasuke al del doncel que estaba sobre el escenario—. No puedo creer que él sea Naruto Namikaze... ¿Cómo es posible?

—Su padre lo desheredó cuando él se marchó de la casa para dedicarse al teatro.

Él se construyó una nueva identidad bajo el nombre de Menma Uzumaki.

Itachi habló en tono bajo y nervioso, con la vista fija en escenario.

—Por Dios, creo que eres el sinvergüenza más afortunado que haya existido jamás.

Más aún: tendrías que besar los pies a nuestro padre por haber arreglado un matrimonio con él...

—Las cosas no son tan sencillas —repuso Sasuke, con aire torvo—. ¿Acaso crees que estoy en condiciones de reclamarlo como esposo, arrastrarlo fuera del teatro y llevarla al castillo de Warwickshire?

—Bueno, debes tener en cuenta el tema de Sakura...

—Sakura es lo de menos. Naruto no desea abandonar la vida que ha construido para él.

Itachi estaba completamente atónito.

—¿Quieres decir que Naruto no desea ser tu esposo? Cualquier doncel en su sano juicio ambicionaría casarse con un hombre como tú, con título y fortuna...

—A juzgar por todas las apariencias, él ya tiene todo lo que desea. —¿Una vida en el teatro? —preguntó Itachi, sin poder convencerse. —Es una persona independiente y tiene éxito en su carrera.

—¿Una doncel que prefiera una carrera en vez del matrimonio? —dijo Itachi, como si la sola idea lo indignase—. No es natural.

—Naruto quiere tomar sus propias decisiones, y no me extraña cuando pienso que ya ha sido manejado y manipulado por lord Namikaze durante toda su vida.

—Podría entenderlo si él fuese una arpía... pero un doncel con ese aspecto y esa educación...

Confuso, Itachi se concentró en la escena que estaba representándose ante ellos en el escenario.

Hicieron su aparición otros personajes: un hombre mayor, que arrancó muchas carcajadas en su papel del padre de Naruto, con ambiciones de ascenso social, y un doncel menuda, de cabello castaño, que hacía de su acompañante personal. Pronto apareció, también, un pretendiente alto, relativamente apuesto. Este estaba empeñado en cortejar al aristocrático señorito y, además, en conquistar la aprobación del padre de él. A continuación, se desarrolló una conversación superficial, aunque llena de encanto y cargada de sátira social.

De Naruto, en el papel de Chris, emanaba una mezcla de dulzura y soledad haciendo ver que deseaba algo más de lo que le permitían los estrechos confines de su vida. En la siguiente escena, el rubio buscaba una aventura y había tenido la audacia de hacerse pasar por un criado doméstico, aventurándose por la ciudad sin acompañante. Otro telón, pintado con la misma habilidad, con la contribución de algunas piezas de mobiliario, quedaron al descubierto representando a una bulliciosa ciudad aliado del mar.

Chris, aparentemente perdido en medio de los atareados mercachifles callejeros y los transeúntes, andaba por el escenario hasta que chocaba con un hombre alto, de cabellos color cafe. Antes de que Neji Hyuga revelase su rostro, el público lo reconoció y estalló en clamorosos aplausos. Fue recibido de manera tan ferviente como lo había sido Naruto; los gritos de aprobación y los palmoteos duraron más de un minuto. Al igual que el doncel, el castaño prefirió conservar la actitud del personaje, esperando a que el griterio se apagase.

Entre los dos personajes que dialogaban se percibía una palpable atracción. Naruto expresaba la tensión del recelo y de la curiosidad con cada línea de su cuerpo. Neji se presentó como sirviente de un lord de la localidad; sin embargo, el público estalló en carcajadas pues sospechaba que esa identidad respondía a una estratagema. Los dos, irresistiblemente atraídos el uno hacia el otro, intentaron hacer planes para volver a encontrarse en secreto. Desde ese momento, la historia adquirió un ritmo ágil que era, a la vez, romántico y alegre.

Al echar un vistazo a su hermano, Sasuke vio que Itachi miraba la obra con embelesada atención. La habilidad de los actores impedía pensar en ninguna otra cosa. Los actores secundarios eran sólidos y Neji, tan talentoso como siempre, pero era indiscutible que Naruto constituía el alma de la representación. Era como una llama que bailotease sobre el escenario, misteriosa y vibrante. Cada uno de sus gestos parecía natural, cada ascenso y descenso de su voz estaba cargado de punzante significado. Era el doncel de quien todo hombre imaginaría enamorarse alguna vez, deseable e inaccesible, al mismo tiempo. Si Naruto no hubiese sido famoso antes de esa noche, su actuación la habría vuelto célebre, sin duda.

Sasuke sentía que los celos le hacían erizan los cabellos de la nuca viendo actuar a

Naruto y a Neji como dos amantes. Rechinaba los dientes cada vez que ellos se tocaban. En el momento en que se besaron, en el teatro resonaron nostálgicos y envidiosos suspiros mientras que Sasuke, por su parte, ansiaba saltar sobre el escenario y separarlos a empellones.

Cuando se produjo la pausa de un cambio de escena, Itachi giro hacia Sasuke y lo miró con expresión especulativa.

—Crees tú que Naruto y el señor Hyuga...?

—No— replicó Sasuke al instante, sabiendo bien a qué se refería.

—Pues, te aseguro que lo parecen.

—Son actores, Itachi. Ellos tienen que comportarse como dos amantes: de eso se trata la obra.

—Son demasiado convincentes —repuso Itachi, en tono dudativo.

Ese comentario atizó las llamas de los celos de Sasuke; tuvo que esforzarse para controlarlos. Esa sería la vida, al estar casado con un actor. Siempre habría dudas, resentimientos y constantes pretextos para discutir. Sólo un santo podría tolerarlo y

Dios era testigo que el estaba muy lejos de serlo.

Naruto se sentía colmado de excitación y, a la vez, de una calma producto de la certeza de sus propósitos, mientras aguardaba entre bambalinas a que llegara el momento de su próxima entrada. Se secó con la manga el sudor de la frente, cuidando de no estropear el maquillaje. La obra estaba saliendo estupendamente bien; tenía la certeza de que estaba logrando todo lo que esperaba en el papel de crhis.

Las risas y el goce del público eran estimulantes y daban un renovado brillo a las actuaciones de los actores. Se acercaba una de sus escenas preferidas, aquella que habían representado, junto con Neji, en la casa de Asuma, durante la fiesta del fin de semana. Él y “James” descubrirían sus verdaderas identidades, en una mezcla de comedia y añoranza que haría reír y conmovería a todos, si sucedía como él esperaba.

Sintio una presencia tras él y, al darse la vuela, se encontró allí con Neji, su rostro atravesado por las sombras, en ese lugar mal iluminado del escenario. El rubio le sonrió y arqueó las cejas en muda pregunta, y el castaño le hizo un guiño. Era algo que el Hyuga hacía muy raras veces.

—Debes de estar satisfecho —le dijo Naruto en tono seco—. O será que te ha entrado algo en el ojo.

—Estoy contento de que no hayas dejado que tus problemas personales interfiriesen en tu actuación —murmuró el ojiperla—. Esta noche, tu actuación es bastante decente.

—Nunca dije que tuviese problemas personales.

—No era necesario que lo dijeras —dijo Neji, haciéndolo volverse hacia la sección del escenario que se extendía más allá de los laterales—. Pero eso es lo único que importa. La escena jamás te fallará en tanto tú te entregues a ella por completo.

—¿Tú nunca te cansas de la escena? —preguntó Naruto en voz queda, contemplando las largas tablas de madera gastadas por miles de marcas de pies y huellas dejadas al arrastrar la escenografía—. ¿Nunca anhelas algo que no puedes hallar aquí?

—No —respondió Neji de inmediato—. Eso es para las personas convencionales.., y ni tú ni yo lo somos.

Oyó que decían su pie y, pasando junto al menor, entró en el escenario, ya imbuido del personaje. Naruto frunció el entrecejo y, sujetando un pliegue del suave terciopelo de la cortina, acarició la tela gastada. Avanzó para ver mejor el desarrollo de la escena y vio a kIba que también esperaba, en el lateral opuesto al de él. Se sonrieron y subieron el pulgar en señal de suerte y complicidad, compartiendo entre las dos el placer del éxito de la obra.

Se percibía en el aire un olor intenso y picante, las conocidas fragancias de la pintura, el sudor y los focos de calcio que se usaban para iluminar el escenario. Pero en esa mezcla había algo más. Intrigado, Naruto frunció el entrecejo y tendió la mirada más allá de Kiba, hasta los telones de fondo y los planos. No se veía nada fuera de lo común, pero un sexto sentido le avisó que sucedía algo malo. Preocupado, miró alrededor y vio a unos integrantes del personal, un grupo de tramoyistas y carpinteros que se disponían a realizar el siguiente cambio de escenografía. Se preguntó si ellos también habrían notado que había algo fuera de lo normal, pero le pareció que no se habían inmutado.

De súbito, Naruto sintió el olor a humo.Le recorrió en su cuerpo un estremecimiento de pánico. Pensó que, tal vez, fuese su imaginación y aspiró más a fondo. Esta vez, el olor era más fuerte. Su corazón martilleó en el pecho y sus pensamientos se volvieron caóticos. Hacía dieciocho años, el fuego había destruido los teatros, tanto en Drury Lane como en Covent Garden. En situaciones como ésa, el tributo de la muerte solía ser elevado, no sólo a causa del fuego y del humo sino, también, por el pánico que provocaba en un edificio atestado de gente. Aun cuando dominasen rápidamente el fuego, habría personas aplastadas y atrapadas. Pronto llegaría el pie de Naruto para entrar en escena, y él tenía que decir a alguien lo que sucedía, pero, ¿dónde estaría el fuego que no podía verlo?

Como en respuesta a su pregunta muda, el plano que había a la derecha de la escena estalló en llamas. Una lámpara colocada al descuido debía de haberlo sobrecalentado o encendido, y la llama se difundía, hambrienta, por la superficie pintada. Los actores, tomando súbita conciencia del desastre, se paralizaron en el escenario, y entre el público estallaron los gritos.

 

—Carajo—susurró Naruto, mientras los miembros del personal pasaban corriendo junto a él, empujándolo, en medio de una catarata de maldiciones.

Notas finales:

Siento la tardanza pero la escuela me tiene toda ocupada D: 

Gracias por leer 

 


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