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My unknown husband por frizzante gatto

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Naruto, lleno de vitalidad y de una sensación de levedad, estaba sobre el escenario del Nuevo Teatro de Bath y observaba con satisfacción la actividad que se desarrollaba a su alrededor. Al parecer, el incendio de Londres no había abatido el ánimo del elenco ni de los tramoyistas. Armaban con entusiasmo, la nueva escenografía, ensayaban fragmentos del diálogo y las partes en que surgían bloqueos, e intercambiaban bromas relacionadas con los aspectos arduos de la gira.

Maldita ciudad, pequeña y aburrida —murmuró Kiba, poniendo los brazos en jarras. Miró a Naruto con expresión cómica—. No se ve a un solo hombre joven y saludable. Sólo viejas solteronas desesperadas e inválidos.

Naruto sonrió con amargura.

—Yo pensé que habíamos venido aquí a representar una obra, no a buscar hombres.

—El día que yo deje de buscar —comenzó a decir Kiba, de pronto, se interrumpió y en su cara apareció una expresión extraña. Naruto siguió la mirada de su amigo y vio que Ino Yamanaka, una de las actrices secundarias del elenco, coqueteaba abiertamente con Sai. El escenógrafo estaba vivamente interesado en la bonita joven de exuberante sonrisa.

—Qué tiene que hacer ella, ocupando el tiempo de Sai, cuando debería estar ensayando su parte — Preguntó Kiba, indignado, frunciendo el entrecejo.

Naruto contuvo una sonrisa al percibir la evidente nota de celos en la voz del Inuzuka.

—Inotienen sólo unas pocas líneas. Sin duda, a estas alturas ya las sabe a la perfección.

Kiba siguió ceñudo.

— Sai tiene mucho que hacer, y ninguna necesidad de estar distrayéndose con fulanas como ella.

—Tú podrías haber tenido a Sai si hubieses querido —dijo Naruto en tono práctico—

Pero, por lo que yo recuerdo, estabas más entusiasmado con lord Itachi.

—Bueno, pues él no era mejor que ninguno de los otros —repli Kiba—. Admito que se porta muy bien en la cama, pero me da la impresión de que no quiere saber nada conmigo fuera de ella. He terminado con él. Con todos los hombres, por el momento.

Cruzó los brazos sobre el pecho y se volvió de espaldas, procurando que se notara que no quería ver a Sai y a Ino. En ese preciso momento, Naruto sorprendió al esceonografo echando una mirada furtiva a Kiba. Llegó a la conclusión de que el azabache estaba tratando de provocar los celos de su canino amigo, y le temblaron los labios de risa contenida y simpatía.

—Hablemos, mejor, de tu enamorado —sugirió Kiba, adoptando una actitud pícara—En Londres, lord Sasuke fue a verme, pues estaba tratando de encontrarte. Lo único que yo le dije fue que la compañía iba a comenzar una gira en Bath. ¿Ha venido aquí? ¿Lo has visto?

Naruto asintió, después de un titubeo y un intenso sonrojo tiñó sus mejillas.

—¿Y bien? —lo animó Kiba—. ¿Qué sucedió?

Naruto sacudió la cabeza y se echó a reír, incómodo. Aun cuando hubiese tenido ganas de contárselo, no iba a describirle la noche pasada. Al salir de la casa de baños, habían ido caminando a la posada. La brisa vivaz de la noche había resultado refrescante para Naruto y, al mismo tiempo, había percibido los escalofríos que recorrían en todos sentidos el cuerpo de Sasuke, con esas prendas mojadas y frías pegadas a él. Llegaron a la habitación de Naruto y allí había avivado el fuego de la chimenea y habían puesto la ropa del azabache a secar.

Se habían metido en la cama, pequeña pero acogedora, apretando los cuerpos desnudos uno contra el otro, hasta que la piel de Sasuke estuvo tan tibia como la del rubio Sin hablar, Sasuke le había hecho el amor, afanoso por expresarle sus sentimientos con el roce suave de las yemas de sus dedos, el calor de su boca y los movimientos de su cuerpo. Al evocar el éxtasis que había sentido en aquella oscuridad salpicada de fuego, el sonrojo de Naruto se intensificó. Aquella mañana, Sasuke había demorado en despertarse y, cuando lo hizo, bostezó, se desperezó y refunfuñó, atrayendo al rubio hacia él cuando vio que éste pretendía dejar la cama. Lo había poseído una vez más, penetrando en su cuerpo con lentas embestidas que habían arrebatado los sentidos de Naruto.

El kitsune logró, de algún modo, apartar su mente de esos turbulentos recuerdos.

—Es algo que me resultaría muy incómodo comentar —murmuró.

Con gozoso aire conspirativo, Kiba se inclinó para quedar más cerca del blondo.

—¡Me siento muy feliz por ti, Menma! Hasta ahora, nunca te había visto así. Debes de estar enamorado. Ha demorado mucho en llegarte, ¿no es cierto?

—No se lo digas a nadie, por favor.

—Oh, no lo haré, aunque, de todos modos, lo adivinarán. Ya sabes cómo son los rumores. Además, cuando estás enamorado no puedes disimularlo puesto que se da a conocer de mil maneras diferentes.

La llegada de Neji Hyuga, que había sido demorado por una bandada de políticos, clérigos y habitantes de la localidad ansiosos por trabar relación con él y darle la bienvenida a Bath, evitó que Naruto tuviese que responder. Los vivaces ojos perla de Neji no perdieron detalle de la actividad que se desarrollaba sobre el escenario y la aprobó con un movimiento de la cabeza. Varias personas se agolparon a su alrededor, pero él los contuvo con un murmullo y se acercó a Naruto.

—Señor Uzumaki—dijo él con animación—, ¿cómo está usted?

Naruto le sostuvo la mirada y dijo, con leve sonrisa:

—Después de una semana de descanso, estoy perfectamente bien, señor Hyuga.

—Bien.

Kiba percibió que su presencia estaba de más y se encaminó deprisa hacia Sai, que todavía estaba ocupado con Ino. Neji no apartó su mirada penetrante del rostro del kitsune

—He oído decir que Sasuke está en Bath —comentó.

Si bien lo dijo en un tono neutro, Naruto tuvo la impresión de que estaba acusándolo de algo.

Sí dijo el rubio, de un modo que tanto podía interpretarse como confirmación o como pregunta.

—¿Ya lo has visto?

Naruto no tuvo suficiente coraje para contestar, pero él no tuvo dificultad en adivinarlo, por la expresión del menor.

—¿Otra vez has estado atiborrándote de dulces? —preguntó el hyuga.

La referencia a la conversación que habían sostenido en Londres hizo sonrojar a Naruto. Alzó los hombros en gesto defensivo.

—Yo no tengo la culpa de que él quiera seguirme. Una de las cejas castañas de Neji se arqueó, irónica. —¿No la tienes?

—Si lo que insinúas es que yo lo he provocado...

—Me importa un comino que tú lo hayas provocado o no. Sólo te pido que tengas cuidado de que tu trabajo no resulte afectado. La primera mañana que llegues tarde al ensayo por haber estado retozando con...

—No he llegado tarde esta mañana —lo interrumpió Naruto, con cierto matiz helado en la voz—. Usted sí, señor Hyuga.

Neji le dirigió una mirada fría, se volvió y se alejó, disparando órdenes a derecha e izquierda.

Naruto se sintió perturbado y un tanto intrigado. Era la primera vez que llegaban a algo que se asemejaba a una discusión, y no entendía bien el motivo. Si ellos hubiesen sido personas diferentes de lo que eran, habría supuesto que Neji Hyuga actuaba movido por los celos. Pero eso era absurdo. El castaño, por cierto, no abrigaba sentimientos románticos hacia s persona y, aunque así hubiese sido, Neji habría preferido morir antes que romper su estricta regla, según la cual nunca debía entablar una relación con ningun actor de la compañía.

¿Acaso Neji estaría preocupado por la posibilidad de que abandonase su carrera para dedicarse a su matrimonio? “Sería difícil reemplazarte en el Capital”, le había dicho el hyuga, la semana anterior. Era posible que fuese cierto, pero no imposible. Siempre surgían nuevos actores y actrices jóvenes y talentosas; Naruto no se engañaba, no se consideraba imprescindible.

Mientras realizaban un ensayo general de la obra, la compañía tuvo el alivio de comprobar que la producción casi no tenía defectos, salvo algunos problemas de menor importancia en el ritmo. Aun así, Neji no parecía nada satisfecho e interrumpió varias veces el ensayo para fustigar al elenco y a los tramoyistas con verborrágicos sermones. La tarde se alargaba, y Naruto se preguntó hasta qué punto pensaría su jefe presionar a los actores. Recorrieron el grupo murmullos de rebeldía hasta que por fin se dio por terminado el ensayo en las primeras horas del anochecer.

—Mañana, quiero veros a todos aquí a las nueve en punto de la mañana —dijo Neji.

Los actores, refunfuñando por lo bajo, se dispersaron rápidamente.

—Deberías estar muy complacido por lo bien que salió —se atrevió a decirle el rubio a Neji, que estaba de pie en medio del escenario. Las facciones de éste se habían endurecido—. En cambio, te comportaste como si el ensayo hubiese sido un desastre.

El castaño le lanzó una mirada amenazadora.

—Cuando alguien te nombre director de la compañía, podrás decidir cómo manejar las cosas. En tanto, te ruego que dejes esa responsabilidad en mis manos.

Ese arrebato sorprendió y lastimó a Naruto.

—Ojalá todos pudiéramos ser tan perfectos como usted, señor Hyuga—repuso en tono sarcástico y se marchó.

Con movimientos bruscos, tomó su capa, que había dejado en uno de los asientos del teatro y se encaminó hacia la entrada. La prisa le hizo olvidar que debía de haber una multitud fuera. Como los habitantes de Bath estaban enterados de la presencia de la compañía teatral, sin duda se agolparían para poder echar un vistazo a Neji Hyuga y a los demás actores del Capital.

En cuanto el rubio abrió la puerta y dio un paso hacia fuera, una horda de personas la empujó de nuevo hacia dentro en sus intentos por entrar en el teatro cerrado.

—¡Es él! —Gritó alguien—. ¡Señor Uzumaki!

Se oyeron gritos impacientes, tanto de parte de los hombres, donceles y mujeres, y manos ávidas trataron de aferrarlo. Asustado, Naruto apoyó todo su peso contra la puerta y logró cerrarla, no sin que antes dos hombres hubiesen entrado por la fuerza. Naruto retrocedió, jadeando por el esfuerzo, y miró a esos dos. Uno era de pelo plateado peinado hacia atrás, de mediana edad, y el otro, alto, y de apariencia mucho más mala. El peliplata se quitó el sombrero y lo contemplé con visible lujuria. Entre sus labios hinchados asomé la punta roja de su lengua. Cuando habló, exhalé un aliento pesado, que hedía a tabaco y a licor.

Se presenté como si estuviese convencido de que el bolndo se impresionaría con su título:

—Lord Hidan , querida, y éste es mi compañero, lord Kakuzo—dijo, quitándose el sombrero y dejando al descubierto una escasa cabellera, untada con fijador y que olía a colonia—. Permítame decirle que usted es aún más apetecible de cerca que desde lejos.

—Gracias —dijo Naruto, asustado—. Disculpadme, caballeros...

Los dos sujetos se acercaron más a él, haciéndole retroceder contra la puerta. Los ojos de Hidan, como dos guijarros, despedían un brillo ávido mientras recorrían la esbelta figura de Naruto.

—Como Kakuzo y yo conocemos la ciudad y todos sus placeres, hemos decidido ofrecerle nuestros servicios para esta noche.

—No es necesario —repuso Naruto en tono cortante.

—Lo llevaríamos a cenar a un lugar excelente, luego daríamos un paseo en mi coche, señor. Le aseguro que lo disfrutará mucho.

—Tengo otros planes para esta noche.

—Sin duda —replicó Kakuzo, relamiéndose los gruesos labios, y sonrió —. Pero estoy seguro de que podremos convencerlo de cambiar esos planes para acompañar a un par de caballeros que lo admiramos tanto.

—Me temo que no —respondió Naruto, tratando de empujarlos y pasar, pero fue arrinconado otra vez contra la puerta.

Para su horror, sintió que el sujeto le manoseaba tratando de meter su mano debajo de su camisa y que sus dedos cortos y regordetes le metían un pequeño fajo de billetes en la cintura del pantalón, por su pelvis. Naruoto se echó atrás, con un estremecimiento de asco y extrajo el dinero de su pantalón. Con el rostro teñido de rubor abrió la boca para pedir auxilio.

Pero, antes de que pudiese emitir el menor sonido, una especie de torbellino oscuro se abatió sobre los sujetos. Naruto parpadeó y se paralizó mientras a su alrededor se sucedían movimientos vertiginosos. Los dos hombres que la habían aplastado contra la puerta desaparecieron de repente, como si los hubiese arrancado de allí la mano gigante de un dios olímpico. El fajo de billetes cayó de los dedos de Naruto y se desparramó en el suelo. Aturdido, miró a su salvador: era Sasuke, con su rostro convertido en una fría máscara, sus ojos de tonos rojos encendidos de una furia mortífera. Había estampado contra la pared a los dos desdichados lores, como si fuesen un par de temerosos cachorros. Sasuke no daba señales de escuchar las balbucientes disculpas y explicaciones de los dos hombres. Al fin, los dos guardaron silencio y el azabache habló entre dientes.

—Si volvéis a aproximaros a él, los haré pedazos... y no me detendré hasta haber esparcido vuestros restos por todo Bath.

El rostro morado de Hidan se tornó purpúreo.

—Nosotros no sabíamos que estaba comprometidao —logré decir.

Sasuke solté a Kakuzo y concentré toda su atención en Hidan. Sus dedos apretaron el cuello del hombre.

—Tóquelo, háblele, mírelo, siquiera... y te mataré.

—No es necesario... —jadeó el peliplata, resollando—. Por favor... me ire.

Sasuke lo soltó de repente y Hidan se derrumbó junto a la puerta. Kakuzo se acercó a él apresuradamente, pálido, acobardado y ofreció a su compañero el brazo para que se apoyara. Los dos se encaminaron juntos hacia la puerta para sumarse a la ansiosa multitud que esperaba fuera.

Sasuke se volvió hacia el bolndo, con sus ojos aún reluciendo de rabia.

—¿Cómo...? —preguntó el kitsune, agitado.

—Entré por la puerta trasera. Allí también hay una multitud esperándote.

—A mi y a los otros actores —dijo el ojiazul, recuperando un fragmento de su ánimo.

—Sobre todo, a ti —corrigió el azabache, con sonrisa dura—. Señor Uzumaki, parece que es usted una propiedad pública.

—No soy propiedad de nadie.

—Yo puedo exhibir un certificado de matrimonio que afirma lo contrario.

—Esto es lo que vale tu certificado —repuso el rubio sacando la lengua de manera infantil—. La legalidad de nuestro matrimonio es dudosa, como tú bien sabes. Cualquier tribunal lo desecharía, teniendo en cuenta que ninguno de nosotros tenía la edad legal.

Pasó un largo rato, Naruto bajó la vista y se preguntó por qué, de pronto, los dos estaban tan enfadados el uno con el otro. Suavizó en buena medida el tono de su voz. —Gracias por haberme librado de esos payasos.

Sasuke no respondió, pero sus facciones seguían estando tensas.

—Tendré que aguardar aquí hasta que la gente comience a dispersarse —comentó Naruto.

—Eso no será necesario —dijo el mayor, con aire torvo—. Yo te escoltaré hasta mi coche. El kitsune negó con la cabeza y retrocedió.

—No, gracias. No me parece prudente pasar otra velada contigo.

—¿Ni una cena, siquiera? Por lo que sé, todavía no has comido.

—No tengo inconvenientes en cenar contigo, lo que sucede es que... después...

Al ver hasta qué punto el menor se acaloraba, Sasuke adoptó una actitud extrañamente dulce. Extendió la mano hacia el su capa del rubio y lo acomodó sobre sus hombros.

—No he venido a Bath sólo para perseguirte por el dormitorio... si bien esa idea tiene su encanto.

—Entonces, ¿por qué estás aquí?

—Quiero pasar un poco de tiempo contigo. Quiero conocer mejor la vida que llevas y por qué esa vida es tan atractiva para ti. De hecho, todavía somos unos desconocidos.

No estaría mal que, antes de hablar de cómo poner fin a nuestro matrimonio, nos conociéramos mejor.

—Pienso que no —coincidió Naruto, cauteloso, alzando la mirada hacia el más alto.

—En ese caso, cena esta noche conmigo, en mi casa. Después, yo te llevaré hasta la posada sin tocarte. Te doy mi palabra.

Naruto reflexionó sobre la proposición. En ese momento, la perspectiva de comer solo en la posada o acompañada por otros integrantes de la compañía no le resultaba muy grata.

—Estoy seguro de que cualquier cosa que prepare tu cocinera será mejor que la comida de la posada —dijo el rubio.

Esa aceptación tan renuente hizo sonreír a Sasuke.

—En ese sentido, también tienes mi palabra.

Naruto siempre había tenido que defenderse solo de pretendientes y admiradores demasiados entusiastas. Por eso, era un cambio agradable ir del brazo de un hombre fuerte y permitir que él asumiera el control de la situación. No protestó cuando Sasuke pasó una mano por su espalda en gesto protector y lo guió por entre la turba de desconocidos curiosos que había fuera. De inmediato, recibió el asalto de ansiosas preguntas y manos que tironeaban su capa.

Sobresaltado, Naruto sintió que jalaban cada vez más de su ropa. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando tiraron de su cabello. Dio la espalda a esa avalancha de gritos excitados y se pegó a Sasuke hasta que llegaron al carruaje. Hizo un esfuerzo y sonrió a la multitud antes de entrar en el vehículo. Sasuke, en cambio, no fue tan indulgente y apartó a empellones a la gente que estaba en la primera fila de la turba para alejarla, sin hacer caso de sus protestas.

Una vez instalado y a salvo dentro del carruaje, Naruto suspiró aliviado y se frotó el cuero cabelludo dolorido.

—Pensé que iban a arrancarme el pelo tebayo! —exclamó, mientras el coche emprendía la marcha.

La mirada de Sasuke era imperturbable.

—Regodearse en la adoración del público, que todos te persigan... es lo que cualquier actor podría desear.

Naruto reflexionó acerca del comentario y respondió con cautela:

—No niego que me agrada saber que a la gente le gusta lo que hago... y la aprobación de ellos significa que mi puesto en el Capital y mi paga estarán seguros.

—La aprobación del público significa más que eso para ti.

El tono desdeñoso de la voz del moreno irritó a Naruto, que abrió la boca para replicar.

Reconocía que el contrario estaba en lo cierto, pero la exasperaba su perspicacia, porque no quería que nadie adivinara con tanta facilidad sus sentimientos. Era cierto que le gustaba la sensación de ser admirado por el público, un público que estaba más que dispuesto a consagrarle toda la atención y el afecto que su padre siempre le había negado.

—En comparación, cualquier vida ordinaria debe de palidecer —comenté Sasuke.

—No lo sé —dijo el rubio, con cierto sarcasmo, alisando su cabello revuelto—. Te diría que me contaras cómo es una vida ordinaria, pero olvidaba que tú tampoco lo sabes.

—Yo he llevado la clase de vida para la cual me prepararon.

—Yo también —dijo Naruto, a la defensiva.

 

Apareció un sesgo irónico en la comisura de la boca del moreno, pero prefirió no discutir. Lo contempló atentamente mientras el rubio utilizaba sus dedos para ordenar sus cabellos, volver a colocar las horquillas para que su cabello no estorbara sus ojos grandísimos azules.

Notas finales:

Gracias por leer <3 <3 

  


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