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My unknown husband por frizzante gatto

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Si bien las confidencias de su padre habían dejado a Naruto demasiado estupefacto para tener hambre, Naruto acabó, de manera automática, una pequeña ración de pollo con verduras hervidas, que llevaron a su habitación en una bandeja. Había contado a Kushina todo lo hablado, y su madre no había manifestado mucha sorpresa.

—Yo sabía todo lo relativo al pobre Hashirama—admitió Kushina—, pero ningún Namikaze quería hablar de él. Tu padre jamás me había dicho que tú le recordases tanto a su hermano. Supongo que debería haberlo adivinado. Eso explica muchas cosas.

—¿Por qué me lo ha dicho ahora? —Se preguntó Naruto en voz alta—. ¿Qué pretende?

—Trata de decirte que lo lamenta —respondió su madre con suavidad.

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Era raro dormir otra vez bajo el techo de sus padres, oír los remotos crujidos de la casa, el ruido del viento que fustigaba las ventanas, los sonidos nocturnos del campo que estaba más allá de la casa. Todo le resultaba intensamente familiar. Naruto casi podía imaginar que de nuevo era un niño pequeño y que despertaría por la mañana y pasaría el día estudiando sus lecciones y buscando lugares reservados para leer montañas de libros.

 

Con los ojos abiertos en la oscuridad, Naruto vio imágenes de su infancia que pasaban ante él en lento desfile: la manera de su padre de gobernar la casa con mano de hierro, la tímida presencia de su madre, la compleja trama de sus propias fantasías y, como siempre, la sombra de Sasuke. A lo largo de toda su adolescencia, el moreno había sido el foco de su curiosidad, su temor y su resentimiento. El azabache había sido una carga invisible de la que él anhelaba librarse. Y, cuando lo conoció, había descubierto que no era un tormento sino, más bien, una tentación que le atraía peligrosamente, empujándose a traicionar su libertad, que tanto le había costado ganar.

Sasuke le había demostrado qué podía perder si dedicaba su vida sólo a interpretar papeles en el escenario y, cuando volvía a su hogar, la casa estaba vacía y la cama, solitaria. Ahora, el rubio lo amaba a pesar de su voluntad de resistir; ¡cuánto más llegaría a amarlo si se lo permitía! Lo quería aun a pesar de su enredo con Sakura. Por debajo de su aspecto controlado, Sasuke era un hombre apasionado, de carne y hueso, que se debatía con las cuestiones relativas al deseo, el honor y la responsabilidad. El blondo admiraba el denuedo con que el Uchiha perseguía sus objetivos, sus esfuerzos para someter al mundo a su voluntad. Si lo hubiese conocido antes de convertirse en actor, ¿cómo habría modificado su vida?

 

Cuando por fin se durmió, sus sueños no le dieron tregua. Su mente se llenó con imágenes de Sasuke, y el sonido de su voz le provocaba un dulce tormento. Se despertó varias veces durante la noche, acomodando su almohada, cambiando todo el tiempo de posición, en un esfuerzo por lograr comodidad.

—¿Mandarás a buscarlo? —le había preguntado su madre esa noche.

La pregunta seguía persiguiendo a Naruto, que anhelaba sentir sus brazos rodeándolo. Aun así, no enviaría por Sasuke. No quería depender de nadie más que de sí mismo.

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Durante los tres días que siguieron, Naruto pasó horas interminables junto al lecho de su padre, ayudando a cuidarlo, entreteniéndolo con la lectura de novelas en voz alta. Minato lo escuchaba con embelesada atención, su mirada clavada en el rostro de su hijo.

—Estoy seguro de que debes de ser un actor de méritos — dijo su padre en un momento dado, sorprendiéndolo en medio del silencio. Por ser un hombre que se oponía con tanta vehemencia a su carrera, debió de haberle sido muy difícil admitir semejante cosa—. Cuando lees, haces que el mundo de las páginas impresas parezca vivo.

—Algún día, podrías ir a yerme al Capital —dijo Naruto, con un acento en el que había más añoranza de la que quería poner—. Eso, si puedes soportar la idea de ver a tu hijo sobre un escenario.

—Quizá —fue la dudosa respuesta de Minato.

Naruto sonrió. El simple hecho de admitir la posibilidad era mucho más de lo que hubiese esperado jamás de su padre.

—Es posible que lo disfrutes —dijo el menor—. Tengo fama de ser un actor de bastante talento.

—Tienes fama de ser un gran actor —corrigió el mayor—. Al parecer, jamás puedo saltearme la mención que hacen los periódicos de ninguna de tus actuaciones. Eres la víctima preferida de las murmuraciones; casi todas esas habladurías son inquietantes para un padre, podría decir.

—Oh, las murmuraciones —replicó Naruto con altivez, gozando con la experiencia de conversar, realmente, con su padre—. La mayor parte de ellas son falsas, te lo aseguro. En Londres, llevo una vida muy tranquila; no puedo jactarme de aventuras ni escándalos.

 

—Se te menciona a menudo, al mismo tiempo que a tu director teatral.

—El señor Hyuga es un amigo y nada más —aclaró Naruto, mirándolo directamente a los ojos—. El teatro es su único amor genuino y no hay ninguna otra pasión que pueda aproximársele.

—¿Y qué me dices de lord Uchiha? Tu madre piensa que sientes algo por él.

Naruto apartó la vista, haciendo un puchero.

—Es cierto —admitió, molesto—. Pero nada podrá salir de todo ello. Él es demasiado... rígido.

Minato dio muestras de entender toda la carga de significados que encerraba esa palabra; lo miró en silencio, con expresión meditativa.

—Sin duda, tú debes seguir queriendo que yo ocupe mi lugar como esposo de él y que, algún día, me convierta en duque —dijo Naruto.

El padre dejó escapar una carcajada seca.

—Como lo has demostrado con total claridad durante años, la elección no está en mis manos.

 

—¿Qué pasaría si yo hiciera anular el matrimonio? —Preguntó el menor—. ¿Volverías a desheredarme?

—No —respondió Minato tras una breve pausa—. Apoyaría tu decisión, cualquiera que fuese.

Naruto sintió que la gratitud lo inundaba y, para su propia sorpresa, se acercó a su padre y cerró con fuerza su mano sobre la de él.

—Gracias —dijo, con la garganta hecha un nudo—. Nunca sabrás lo mucho que esto significa para mí.

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Para alivio de Naruto y de Kushina, Minato fue recuperando su salud de manera lenta pero firme y su color, y sus fuerzas aumentaban un poco cada día. Mientras Naruto se preparaba para regresar a Bath, disfrutaba el nuevo comienzo que había logrado con su familia La actitud de Minato para con él se había suavizado, y sus modales autoritarios se hablan ablandado por medio de la tolerancia y hasta por ocasionales muestras de afecto. También era más considerado con Kushina; cómo si hubiese comprendido el gran esfuerzo que habla exigido a su esposa al dar por descontada su devoción a lo largo del matrimonio.

 

El lunes por la mañana, después de haber cerrado la última maleta. Naruto fue a la habitación de su padre a despedirse. Era importante que llegara a Bath con el tiempo suficiente de prepararse para el ensayo y la actuación del día siguiente. Para su sorpresa, Minato no estaba solo. Había llamado al abogado que estaba al servido de los Namikaze desde hacía décadas.

—-Entra Naruto —dijo Minato—. Acabo de concluir algunos asuntos con el señor.

Naruto y el abogado intercambiaron corteses saludos, y el rubio menor esperó hasta que éste hubiese salido de la habitación para luego mirar a su padre con expresión interrogante.

 

El semblante de Minato era solemne, aunque el brillo de sus ojos revelara su satisfacción. Indicó a Naruto con un ademán que se sentara junto a él.

—Tengo un regalo para ti.

—¿Si? -dijo Naruto, empleando adrede un tono ligero y despreocupado. Se instaló en la silla, junto a la cama—. ¿Puedo atreverme a albergar la esperanza de estar otra vez en el testamento?

 

—Sí, has recuperado tu lugar en él. Pero, además, he incluido otra cosa.

Le tendió un envoltorio, un fajo de papeles envueltos en pergamino. —¿Qué es? —preguntó el menor, titubeando.

—Tu libertad.

Con cautela, Naruto aceptó el envoltorio y lo apoyó en su regazo.

—Ahí dentro está tu contrato de matrimonio —dijo Minato—. Entre tanto, yo me ocuparé de hacer que el sacerdote que llevó a cabo la ceremonia borre la inscripción del registro. No quedarán rastros de que la ceremonia se ha realizado alguna vez.

Naruto se quedó callado. Minato frunció el entrecejo, esperando al parecer una demostración de gratitud.

—¿Y bien? Deberías estar contento. Ahora tienes lo que siempre has querido.

—Para empezar, yo siempre he querido que no me casaran —murmuró Naruto, tratando de salir de su desasosiego.

No sabía bien cómo se sentía... quizá, como un prisionero a quien el carcelero le hubiese arrojado las llaves sin ningún miramiento. Había llegado sin aviso previo, sin darle oportunidad de prepararse.

—Eso no puedo cambiarlo —replicó su padre—. Pero puedo intentar repararlo.

El mayor, a su modo, admitía que había cometido un error y estaba haciendo el máximo esfuerzo posible para devolverle lo que le había arrebatado. Minato decía algo cierto: el pasado no podía cambiarse. Por el contrario, sí tenían control sobre el futuro y eran libres de darle la forma que quisieran. Naruto levantó el paquete, miró a su padre por encima del borde y le sonrió.

Al ver que los ojos de su hijo le sonreían, el rubio mayor le retribuyó la sonrisa.

—Entonces, a tu juicio yo he hecho lo correcto.

Naruto bajó el paquete y pasó los dedos sobre su superficie tersa y seca.

—Me has dado la posibilidad de fijar el rumbo de mi propia vida. No hay nada que pudiera complacerme más.

Su padre movió lentamente la cabeza y clavó la vista en su hijo.

—Eres un doncel poco común, Naruto. Supongo que habría sido más fácil para todos que fueras más parecido a tu madre.**

 

—Pero no lo soy —repuso Naruto, con el resto de una sonrisa perdurando en sus labios—. Me parezco a ti, padre.

 

Notas finales:

Aclaraciones:

** Recuerden el Occ D: 

Gracias por leer :3 


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