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My unknown husband por frizzante gatto

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No bien el detective contratado salió de la habitación, Sasuke abandonó todo intento de fingir calma. Jamás se daba el lujo de perder el control de sí mismo, pero esta frustración era demasiado grande para soportarla. Sintió ganas de gritar, de golpear a alguien; a duras penas pudo contenerse. No tuvo conciencia de que tenía un vaso de cristal en la mano hasta que oyó que se estrellaba en la chimenea de la biblioteca con fuerte explosión.

 

 

—Maldita sea, ¿dónde está él?

 

Unos instantes después se abrió la puerta y su medio hermano, lord Itachi, asomó la cabeza.

 

—Parece que el detective no ha tenido la suerte de encontrar a nuestro misterioso marques

 

Sasuke guardó silencio, aunque un sonrojo poco frecuente en él delataba sus emociones. Si bien la semejanza entre los dos era notable, sus temperamentos no podían ser más diferentes. Los dos tenían cabello negro y las impactantes y bien cinceladas facciones características del clan Uchiha. Sin embargo, los ojos negros de Sasuke de un color que recordaba a la noche y a las sombras, rara vez dejaban ver sus pensamientos mientras que la expresión de los de Itachi era, casi siempre, de picardía. Itachi era dueño de un encanto y de un aire despreocupado que Sasuke, el menor, nunca había tenido tiempo ni ganas de cultivar.

 

 

Hasta esa altura de su vida de veintisiete años, William se las había arreglado para meterse en un sinnúmero de enredos y situaciones difíciles. Había pasado por ellos con la juvenil convicción de que nunca le sucedería nada malo. A pesar de todo, era raro que Sasuke lo regañase, pues sabía que, en el fondo, Itachi era un buen muchacho. ¿Qué importancia tenía si se permitía, de vez en cuando, entregarse a la alegría? Sasuke quería que su hermano tuviera toda la libertad y las ventajas que él jamás había tenido... y estaba dispuesto a proteger a Itachi de las duras realidades que él no había podido ahorrarse.

 

—¿Qué ha dicho? —quiso saber Itachi . —Ahora no tengo deseos de hablar.

 

Itachi entró en la habitación y enfiló hacia un aparador que había sobre un pedestal y donde sé guardaban hileras de lujosos botellones de cristal tallado.

 

—¿ Sabes una cosa? —dijo el mayor, como al pasar—, no es necesario que encuentres a Naruto Namikaze para librarte de él. Has estado buscándolo durante tres años y no hay señales de él ni aquí ni en el extranjero. Es evidente que los Namikaze no quieren que lo hallemos. Sus parientes y amigos no quieren o no pueden divulgar ninguna información. Yo me atrevería a afirmar que podrías obtener la anulación.

 

 

—Pero no lo haré sin que Naruto lo sepa.

 

—Pero, ¿por qué? Dios sabe que tú no le debes nada.

 

—Le debo una fortuna —replicó Sasuke, torvo—. Mejor dicho, la familia se la debe. Itachi meneó la cabeza mientras entregaba a su hermano un vaso con coñac. —Tú y tu condenado sentido de la responsabilidad. Cualquier otro, en tu situación, se habría librado de Naruto como si fuese un lastre no deseado. ¡Ni siquiera lo conoces!

 

Sasuke bebió un generoso trago de coñac, se levantó de su silla junto al escritorio y comenzó a pasearse por el cuarto.

 

—Necesito encontrarlo. En esta situación, él fue una víctima tal como lo he sido yo.

 

El acuerdo se realizó sin nuestro consentimiento pero, al menos, podemos disolverlo juntos. Además, no quiero dar ni un paso en ningún sentido sin hacer algún tipo de arreglo en beneficio de él.

 

—Él, con el respaldo de la fortuna de su familia, no necesita ningún arreglo.

 

—Existe la posibilidad de que haya roto con los Namikaze Y yo no lo sabré hasta haberlo encontrado.

 

—Me cuesta creer que Naruto sea un indigente, hermano. Lo más probable es que esté divirtiéndose en alguna playa de la costa francesa o italiana y viviendo muy bien con el dinero de papá.

 

—Si fuese así, a estas alturas ya lo habría encontrado.

 

Itachi vio que su hermano se acercaba a la ventana. Se gozaba, desde allí, de una vista espectacular, al igual que desde casi todas las habitaciones de ese castillo medieval modificado. Estaba construido sobre un lago, con grandes arcos de piedra que lo sostenían sobre el agua, y en los cuales se apoyaba la antigua construcción que se elevaba hacia el cielo. Muchos de los muros de piedra color ámbar, otrora impenetrables, habían sido reemplazados por magníficas ventanas cerradas con paneles de cristal en forma de rombos. Detrás del castillo se extendía la verde e interminable campiña de Warwickshire, con sus lozanas pasturas y sus jardines.

 

Mucho tiempo atrás el castillo había sido una sólida defensa contra los invasores de

 

 

 

Inglaterra; ahora, parecía haberse apaciguado hasta convertirse en un edificio de suave y graciosa madurez.

 

 

La familia Uchiha había estado a punto de perder la posesión de su hogar ancestral y todas sus otras posesiones, a consecuencia de las malas inversiones del actual duque, por no mencionar su inclinación al juego. Lo único que había salvado a la familia de la ruina había sido el matrimonio de Sasuke con Naruto Namikaze y la dote que había entregado el padre del blondo. Y ahora, le debían al rubio joven el título de duque, que no demoraría en llegar a juzgar por el mal estado de salud de Fugaku , el padre de ellos dos.

 

—Gracias a Dios que yo sólo soy hijo de Fugaku y una cortesana —dijo Itachi con acento sincero—. Fue un acuerdo bastante extraño el que realizó nuestro padre casando a su hijo legítimo a los siete años para así poder contar con dinero para pagar sus deudas de juego. Y, más extraño aún, es el hecho de que tú no hayas visto a tu esposo desde entonces.

 

—Yo nunca quise ver a Naruto. Para mí, fue más fácil hacer como si no existiera. No podía aceptar que él era... es parte de mi vida.

 

Los dedos de Sasuke se apretaron alrededor del vaso.

 

— ¿El matrimonio es legal? —preguntó Itachi.

 

—No... Pero ése no es el meollo de la cuestión. Nuestro padre ha hecho una promesa hace años, y esa promesa me involucra a mí. Yo tengo la responsabilidad de honrarla o, al menos, reembolsar a los Namikaze el dinero que habíamos recibido de ellos.

 

—Honor... responsabilidad... —reflexionó Itachi, estremeciéndose y haciendo una mueca juguetona—. Las dos palabras que menos me agradan.

 

Sasuke hizo girar la bebida y clavó su melancólica mirada en el vaso. Si bien Naruto no tenía la culpa, cada una de las letras de su nombre era un eslabón de la cadena invisible que lo ataba. No podría estar en paz hasta que no resolviera la cuestión.

 

—He imaginado a Naruto de cien maneras diferentes —dijo Sasuke —. No puedo dejar de especular acerca de él y de preguntarme qué fue lo que lo llevó a desaparecer de este modo. ¡Por Dios, cómo quisiera verme libre de él!

 

—Quizá, cuando lo encuentres, Naruto quiera exigirte que cumplas tu obligación. ¿Habías pensado en eso? Tú has triplicado la fortuna de la familia desde que te hiciste cargo de las finanzas de los Uchiha —le hizo notar Itachi, con un brillo burlón en sus oscuros ojos—. Y tú resultas atractivo a donceles y mujeres, a pesar de tu carácter sombrío. ¿Por qué crees que con Naruto sería diferente? Él quiere lo mismo que todos los donceles: un esposo con un título aristocrático y una fortuna que acompañe a ambas cosas.

 

—Yo no sé qué quiere de mí —dijo Sasuke, dejando escapar una amarga carcajada—. A juzgar por el hecho de que aún se oculta, parece no querer nada de mí.

 

 

—Bueno, será conveniente que hagas algo con respecto a esta condenada situación pues, de lo contrario, Sakura te convertirá en bígamo.

 

—No voy a casarme con Sakura.

 

—Ella ha dicho a todo el mundo en Londres que vas a casarte con ella. Por Dios, Sasuke ¿no crees que deberías decir a Sakura que los rumores de que estás casado son ciertos?

 

La alusión a Sakura, lady Haruno, hizo que el ceño de Sasuke se profundizara. Esa viuda joven había estado persiguiéndolo durante un año, invadiendo su intimidad, arrinconándolo en cada una de las reuniones sociales a las que él asistía.

 

Sakura pertenecía a esa clase de mujer que sabía muy bien cómo complacer a un hombre. Era una bella mujer de cabellos rosas, sin inhibiciones en la cama y con un seco sentido del humor que atraía a Sasuke.

 

 

En contra de su propio sentido común, él había iniciado un romance con Sakura hacía unos seis meses. Después de todo, él era un hombre con las mismas necesidades que cualquier otro, y no le agradaban mucho los cortesanos. Tampoco tenía interés en las bandadas de vírgenes donceles y jovencitas obsesionados por el matrimonio que se presentaban en sociedad cada temporada. Ellos estaban prohibidos para él, si bien el hecho de su matrimonio no era demasiado conocido por el público.

El último tiempo, sin embargo, Sakura había iniciado una campaña para convertirse en la siguiente marquesa de Uchiha. Hasta ese momento, había tenido la astucia de no presionarlo ni exigirle nada. Más aún, todavía no se atrevía a preguntarle si era cierto el rumor de que él ya tenía esposo.

—Ya le he dicho muchas veces a Sakura que no abrigue esperanzas de forjar un futuro conmigo —replicó Sasuke, en tono áspero—. No la compadezcas: ella ha sido generosamente recompensada por el tiempo que ha pasado conmigo.

—Oh, no compadezco a Sakura —aseguró Itachi—. Tengo una idea bastante clara de las joyas, vestidos y cuentas bancarias que le has dado —dijo, dibujando una taimada sonrisa—. Debe de ser sobremanera entretenida en la cama para merecer todo eso.

—Ella es buena en muchos aspectos. Bella, encantadora e inteligente. En suma, no sería una mala esposa.

—No estarás pensando seriamente en... —Itachi frunció el entrecejo y miró, sorprendido, a su hermano—. ¡Esta clase de conversación me alarma, Sasuke! Es probable que agrades a Sakura, hasta puede que esté encariñada contigo pero, en mi opinión, ella no es capaz de sentir amor.

—Tal vez, yo tampoco —murmuró Sasuke, con semblante inescrutable.

Se hizo un silencio extraño, durante el cual apareció en el rostro de Itachi una expresión estupefacta. Entonces, lanzó una breve carcajada:

—Bueno, yo no diría que te haya visto locamente enamorado... pero haber estado casado desde los siete años es un obstáculo para ello. No has querido sentir nada por ningún doncel o una mujer debido a una supuesta obligación por un muchacho que jamás has conocido. Yo te aconsejaría que te deshicieras de Naruto... y tal vez te sorprendas de lo pronto que se deshiela tu corazón.

—Siempre el mismo optimista —le reprochó Sasuke, indicando a su hermano con un ademán que saliera de la habitación—Tendré en cuenta tu consejo. Entre tanto, tengo cosas que hacer.

 

Notas finales:

Sigue lo emocionante. Muchas gracias a los que leen 


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