—Vete Stiles.
La voz del Alfa resonó dentro del loft donde se estaba llevando a cabo una reunión importante sobre cómo deshacerse de un wendigo que rondaba por ahí matando y comiendo gente.
—¿Qué?-murmuro el castaño que se encontraba en la puerta del loft anunciando su llegada.
—Lo que oíste Stiles. Vete.
—¡¿Qué?! Derek, no puedes hacer eso, necesitamos a Stiles para que nos dé información y nos ayude con los planes.-interrumpio su moreno amigo con enojó en el rostro.
—No necesariamente, tenemos a una banshee, es más útil.-respondió sin más.
—Pero...
—¡Scott!-interrumpió a su amigo, la verdad estaba harto de que el moreno dejará en claro que un humano como él, no pueda estar junto a alguien como Derek "macho alfa" Hale humillándolo frente a la manada y, sobre todo, frente a Jackson.—Él tiene razón. Es mejor que me vaya...
Y, sin decir más, dio media vuelta y marchó fuera de aquél edificio, sin hacer caso de los gritos de su mejor amigo y en dirección a su casa para poder desahogarse de todo el dolor sufrido por aquél rechazo.
Sí, era un idiota por enamorarse de una persona como Derek. Sí, era un idiota por pensar que había esperanzas con aquel lobo amargado después de tantas salvadas de culo. Sí, también fue un idiota por no llevar el jeep. Ahora, se encontraba caminando solo por las oscuras calles de las afueras de Beacon Hills. ¿Que cómo llegó hasta el loft sin tener auto? Fácil, un taxi, pero a estas horas de la noche, no había ninguno.
La oscuridad, junto a las luces de los faroles ubicados a cada 2 o 3 metros y el espeso bosque ubicado a cada lado del camino, era su unica compañia.
—Mierda, esto me pasa por no querer ir a un mecánico para que arreglaran el jeep y hacerlo yo mismo, Bravo Stiles, eres un genio.-incluso en sus pensamientos nunca faltaba el sarcasmo.-Maldito Derek. Malditos chuchos. Maldito el día en que me llegué a enamorar de un lobo. Maldito, maldito, maldito...
—¡Vaya! Un niño como tú no debería decir groserías. Eres un niño malo, ¿Lo sabías?-dijo una voz burlona detrás de un árbol a su izquierda porque... ¡Oh, no! Volví a pensar en voz alta...—Sí, y lo acabas de volver a hacer.
—¡Mierda!
—No, no, no... muy malo, eres un chico muy malo...-dijo la voz saliendo está vez de atrás del castaño, haciendo que girara bruscamente, casi rompiéndose el cuello. Era un hombre alto, pero no tanto, sólo unos centímetros más que Stiles; llevaba una camiseta negra, jeans azules, cabello negro en punta y sin calzado.—¿Sabes lo que le pasa a los chicos malos?-pregunto con tono seductor acercándose demasiado al menor.
Al parecer, el verlo sin calzado no fue lo más raro, si no, que después de invadir su espacio personal y aprovechando que el castaño seguía en Shock, acercó su nariz al cuello de este para luego apartarse rápidamente.
—Hueles a lobo...-dijo alzando su nariz cerca -pero no tanto- del castaño.—Pero no eres uno... Dime, ¿Acaso tienes una manada?-pregunto, sacando así al menor de su estado de estupor.—¡Responde!-Stiles boqueaba, era la primera vez que no sabía que decir, cuando por fin iba a responder con su habitual sarcasmo, fue interrumpido por la misma voz.—Oh, espera... en las manadas no puede haber un humano que no esté marcado, que triste...-dijo, eso le había dolido y confundido a la vez ¿A qué se refería con marcar?—Pero no importa, yo puedo ayudarte, te encontrare un buen uso...
Dicho eso, se abalanzó contra el menor. Stiles forzegeaba, daba patadas y golpes, pero la fuerza del contrario era mucho mayor, casi como la de un lobo... casi...
—Deja... me..., no... te puedo ser útil.-dijo el castaño mientras seguía peleando por su vida.
—Creeme, serás muy útil.-una sonrisa que mostraba su dientes afilados se asomó por su rostro, él era el wendigo. De pronto, el miedo empezó a surcar cada poro de su piel, el miedo de ser devorado por esta bestia, por esta... cosa... el miedo de morir sin que nadie lo busque, de dejar solo a su padre...-Tranquilo, no te comeré, estoy bastante lleno después de la comida de hace un rato...-un escalofrío recorrió su espina dorsal, más gente había muerto por el simple hecho de que tenía hambre, era repugnante.—A cambio, me divertiré un poco contigo.
Y, usando más fuerza de la necesario, tomo las manos del menor bajo él y las puso sobre su cabeza, dejándole marcas rojas que después se convertirían en moradas. El wendigo bajo a los pantalones del muchacho y de un tirón se los arrebato, observó la escena desde lejos lamiendo su labio inferior, después, llevó una de sus manos a su propio pantalón y lo desabrochó dejando a la vista su miembro erecto, el ser sobrenatural tomó a su amigo y lo alineó con la entrada virgen del castaño y de una sola estocada entró en él, haciendo soltar un alarido de dolor por parte del menor. El vaivén era rápido y doloroso para Stiles, mientras que para el mayor, era excitante y placentero. En un punto de aquel acto tan desagradable, el menor, sin poder soportar más el dolor, calló inconsciente mientras el otro seguía en lo suyo.
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Al día siguiente, Stiles se encontraba en el mismo lugar de ayer, sin ropa de la cintura para abajo y con un líquido -que seguramente era semen y algo de su sangre- escurría por su entrada.
Intentó levantarse, la verdad es que dolía horrores. No era así como tenía planeado perder su virginidad, él lo pensó siendo mucho más romántica, con la persona que ama, con Derek. De pronto, todos los recuerdos de ayer en loft, cuando el moreno lo corrió, cuando iba caminando solo por que había dejado el jeep, cuando se encontró con el wendigo y, finalmente, cuando fue violado. Jamás creyó que fuese a experimentar algo así, siempre pensó que los que contaban sus historias en la televisión eran unos exagerados, pero ahora sentía lo que ellos y ellas sentían. Era horrible.
Después de mucho, mucho, y me refiero a ¡Mucho! esfuerzo, logró llegar a su casa, donde no supo, ni quiso saber, si su padre se encontraba o no.Se encontraba en un estado ido, no supo a donde se dirigía hasta sentir el chorro de agua cubrir su cuerpo, tomo una esponja con jabón y comenzó a tallarse hasta dejar su piel roja, se sentía sucio, sus manos, sus dientes, su lengua, su miembro, su semen, todo lo que le hizo aquel wendigo llegó a su mente y, como si estuviera ocurriendo en ese momento, rompió en llanto. Talló con más fuerza su piel hasta que el ruido de la puerta siendo tocada lo sacó de sus recuerdos.
—Stiles, hijo. ¿Estas bien?-la voz de su padre se escuchó del otro lado de la puerta, pero al no recibir respuesta volvió a insistir, pero el resultado fue el mismo.
El castaño no oía nada a su alrededor, estaba tan ido en sus recuerdos que no sintió cuando unas manos pasaron por sus brazos, acariciandolos. Con miedo, el castaño se alejó y comenzó a gritar.
—No, no, no, no. Déjame, por favor. Déjame.-sollozaba el menor.
—Stiles...-la voz de aquella persona invadió sus oídos, perturbándolo aún más.—Stiles...Stiles…-volvio a escuchar, está vez más lejana y distorsionada.—Stiles… Stiles… Stiles…- la voz se fue distorsionando hasta caer en cuenta de que la voz no era de ese hombre, si no de su padre.
—Papá.-sus sollozos aumentaron, se aferró al cuerpo de su padre. El agua ya no caía y, en cambio, una toalla fue pasada por sus hombros.
—Tranquilo Stiles, todo va estar bien. Tranquilizate.
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Ver a su hijo de esa forma le destrozaba. Estaba malherido, con sangre que se iba por el drenaje de la regadera. Mataría al hijo de… que fue capaz de hacerle eso a su hijo.
Después de que Stiles dejará de temblar y se tranquilizara, lo ayudó a pararse e ir a la habitación del más joven. En el pequeño transcurso del baño al cuarto se dio cuenta de que el menor tenía hematoma por todo el cuerpo. Cuando llegó a la habitación de su hijo, lo sentó en la cama a lo que el castaño soltó un quejido por la molestia en su espalda baja. Tomó algo de ropa y se la puso con mucho cuidado, tratando de no lastimarlo más. Llamó a Melissa para que viniera a curar las heridas de Stiles y en menos de 20 minutos ya estaba sentada frente al castaño con un botiquín a su lado.
Tomó la mano del menor con suavidad, no queriendo asustarlo, a lo que este reaccionó quitándole rápidamente y arrastrándose por su cama hasta llegar a la esquina de su cuarto abrazando sus rodillas y suplicando entre sollozos que se alejara de él.
Ante esta imagen, Melissa no pudo evitar soltar unas lágrimas. Su pequeño, su hijo con el cual no comparte lazos sanguíneos pero que aún así lo quiere como si fuera propio, llorando, suplicando que se alejará, que lo dejara en paz. Era más que obvio lo que le había sucedido. Miró a John que estaba parado en el marco de la puerta con sus ojos empapados de lágrimas. Ambos lo sabían e iban a hacer sufrir al que se atrevió a profanar el cuerpo de su hijo.