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Felicidad. por OnlyYou

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—¡Ya te dije que esperes!— El grito se escuchó por toda la casa y seguidamente, un quejido de falso dolor ante el golpe del rubio con quien se encontraba. Itachi se llevó una mano al hombro agredido a la vez que esbozaba una pequeña sonrisa como si de un niño se tratase, riendo luego de unos segundos pese a la mirada asesina de Deidara, quien ya había tenido suficiente con la obsesión de su novio por aquel día. —No me van a operar antes, no importa cuán antes lleguemos, hm.— Repitió por decimo cuarta vez en el día, llevando una mano a su rostro en un gesto de desesperación y es que la operación a la que lo iban a someter no le hacía ninguna gracia.

—No es mi culpa, Izuna nacerá hoy.— Se excusó, acercándose al menor y envolviéndolo entre sus brazos para depositar sus manos en el abultado vientre de su pareja. —Hoy en la noche estará en nuestros brazos.— Murmuró con cariño, depositando un beso en la mejilla del rubio. Realmente no podía contener la emoción que esto le generaba y, aunque sabía que al menor le pasaba lo mismo, estaba asustado por la operación… e Itachi marcando día a día que pasaba hasta la cesárea programada no lo había ayudado a tranquilizarse. —Te darán anestesia, recuerda eso. No sentirás nada, yo estaré ahí para ti.— Prometió, tomando las manos del menor y depositando besos en las mismas en un intento de transmitirle su tranquilidad y confianza.

Deidara se mantuvo en silencio durante unos segundos, respirando de forma profunda y dejando escapar el aire con lentitud, fue que logró sonreír aunque fuera un poco y presionar las manos de su pareja, regalándole una sonrisa malvada y feliz. —Espera a que Izuna tenga un hermanito.— Amenazó, dejando un beso en los labios del mayor para luego reír, conforme con cómo los papeles se habían intercambiado entre ellos. Ahora era él quien podía reírse de las expresiones de un Itachi tan sorprendido como confundido, sabiendo que si volvía a dejar embarazado al rubio menor, los antojos y cambios de humor que había tenido en ese embarazo se multiplicarían por quién sabe cuánto.

Sin que otra palabra saliera de los labios del pelinegro, ambos bajaron las escaleras, siendo el Uchiha quien cargaba con el bolso en donde se encontraba la ropa de su bebé y cualquiera de las cosas que pudieran necesitar tanto él como Deidara en esos días que pasarían en el hospital. Traspasaron la puerta de entrada de la casa en la que vivían, no tardando más que unos minutos en encontrarse camino al hospital donde se llevaría a cabo la operación del rubio, quien en el camino aprovechó a acariciar a su bebé no nato en el último día que estarían juntos de aquella forma. No iba a admitirlo en voz alta, pero extrañaría un poco la sensación y la felicidad que le causaba el sentir cómo su bebé se movía durante los primeros meses, porque a esa altura ya era doloroso. El dolor de espalda lo estaba matando, Izuna no era un bebé pequeño y teniendo en cuenta de quién era hijo, no había que sorprenderse. Al menos así le había dicho su suegra, la que debía estar pegada al teléfono en espera de que su hijo mayor la llamara para poder ir a ver a su primer nieto.

Itachi mantenía el silencio al notar que Deidara parecía estar en su propio mundo, aprovechó las paradas en los semáforos para observar a su novio sin que este se diera cuenta, estirando una mano hasta tocar su pierna y acariciarla de forma lenta y suave con el pulgar, apreciando desde el fondo de su corazón que estuviera dispuesto a darle una familia pese a la fobia que tenía a los hospitales y más a la operación a la cual se sometería.

Una vez aparcado en el estacionamiento del hospital, se apresuró a bajar e ir en ayuda del menor, a quien se le dificultaba un tanto el poder incorporarse una vez sentado. Tomó su mano y tiró de él con cuidado, cerrando la puerta tras él y dirigiéndose a la entrada con una sonrisa y su brazo rodeando el cuello del rubio, mientras que éste se encontraba rodeando su cintura, aunque sólo con el propósito de pellizcarlo. No sabía si lo hacía por los nervios o para desquitarse con él por haberlo llevado a esa situación…o ambos. De cualquier manera no reclamó por ello, en ese día, el rubio tenía perdonado lo que fuera que hiciera con él.

Se presentaron en la mesa de entrada y mostraron la cita que tenían para ese día, así como los documentos que debían presentar antes de que la misma les indicara dónde se encontraba la doctora para que fueran a hablar con ella, felicitándolos y animando a Deidara en el momento tan especial que pasarían como pareja. Ambos se dirigieron hasta el consultorio donde los esperaba la doctora, tocando la puerta antes de ingresar a la sala. Una rubia los esperaba del otro lado de la puerta, siendo esta alguien muy conocida para el rubio.

—¡Deidara!— Exclamó la misma apenas ver a su sobrino del alma pasar por la puerta junto a su pareja, sin demorar nada en ir a saludar a ambos. —Al fin, ¿eh, Itachi?— Preguntó esta y antes de que el aludido pudiera responder, recibió un codazo del menor para que no dijera nada. Deidara estaba perdonado de todo ese día. Sonrió de forma leve antes de asentir, ignorando la risa de la mujer ante cómo lo dominaba su pareja. —¿Estás listo? Iremos a que ambos se cambien y podremos comenzar con la operación.— Comentó, observando los rostros de los futuros padres y cómo estos asentían, listos para uno de los mejores día de sus vidas.

— — — — — — — — — — — — — —Dos horas después— — — — — — — — — — — —

Desde el momento en el que entró a la sala de operaciones junto a Itachi, pudo jurar que el tiempo se había detenido allí mismo. Fuera del pinchazo otorgado por la aguja al momento de anestesiarlo, el rubio no pudo quejarse de haber experimentado ningún otro dolor en su cuerpo. Agradeció el que su novio permaneciera en todo momento con él, siendo testigo de cómo su hijo por fin salía al mundo. Las expresiones en el perfecto rostro del moreno llenaron su corazón de un sentimiento cálido, el cual fue en aumento cuando el llanto de Izuna llegó a sus oídos. Había observado cómo el mayor miraba fascinado el bultito que se encontraba en brazos de alguna enfermera, aguardando a que esta higienizara al bebé antes de entregárselo a Itachi y que este lo colocara con todo el cuidado en brazos de su rubio. El resto de la cirugía no le importó, su atención estaba por completo en aquel fruto de su amor por el Uchiha mayor.

Una vez acabada y dada como exitosa la cesárea, Deidara e Izuna fueron trasladados a una habitación privada donde el rubio y su bebé pudieran descansar. En ese momento se encontraban allí en compañía de Itachi, quien se encontraba sentado en un pequeño espacio de la cama cerca del menor, repartiendo suaves caricias en su cabello y rostro, en un intento de que pudiera relajarse y dejarse llevar por el sueño que la anestesia lograba causarle. Él estaba allí para cuidarlos, no debían de preocuparse de nada, ni siquiera de su escandalosa suegra, la cual había advertido que ni bien fuera el horario de visita, estaría allí junto a su esposo y su hijo menor para ver al nuevo integrante de la familia Uchiha-Namikaze.

—¿Estás feliz ahora?— Su voz sonó más suave de lo que quisiera, aunque siendo posible que el pelinegro lo escuchara sin problemas, la habitación estaba en total silencio después de todo.

—La felicidad se siente diminuta a comparación como me siento, no tengo palabras para explicar lo que causas en mi.— Admitió, agachándose a depositar un beso en la coronilla de Deidara y regalarle una sonrisa que causó un sonrojo en el contrario, para que luego ambos bajaran la mirada al bebé que dormía en completa tranquilidad en brazos de su padre. —Se parece a Sasuke cuando era bebé.— Susurró con una cálida, recordando la primera vez que había observado a su hermano menor. —Espero que no saque su carácter.— Comentó, riendo un poco al recordar lo posesivo que era con él y cómo odió a Izumi apenas la conoció.

—¿Qué te dijo mi mamá?— Preguntó luego de unos momentos en que ambos habían quedado observando a Izuna dormir con tranquilidad, pasando su dedo con cuidado por su mejilla y el poco cabello negro que se apreciaba en su cabecita. —Espero que al menos saque mis ojos o tendrás problemas, Uchiha. Hm.— Advirtió, pues aún no había podido observar los ojos del bebé, cosa que hizo que el amenazado se quedara en un incómodo silencio de unos instantes, pues ya había visto que el bebé había sacado los ojos negros propios de un Uchiha.

—Kushina dijo que vendría con Minato y Naruto apenas fuera la hora de visitas, seguramente ya están en el hospital contando los minutos.— Cambió de tema completamente, sin contestar a la exigencia de Deidara por los ojos de su bebé. ¡No era su culpa que los genes Uchiha fueran más fuertes! Y no le molestaría seguir probando hasta que uno de sus bebés saliera rubio y con los ojos celestes como los Namikaze… El rubio ya sabía cuánto ansiaba una familia numerosa.

—Me sorprende que espere que sea el horario.— Admitió, para luego dejar escapar una leve risa, su madre no era la persona más indicada para la palabra “paciencia”.

—Tsunade debe haberle pedido que te deje descansar, al fin parece querer hacer cumplir las reglas del hospital.— Comentó, rodeando los hombros del rubio con su brazo derecho y tirando de forma suave de él para que apoyara la cabeza en su pecho. —Mi madre debe estar en la misma situación, compadezco a padre.— Esbozó una pequeña sonrisa, depositando un nuevo beso en la sien de su novio. —Aprovecha a dormir un rato, Dei, aún falta para que se desate la batalla campal aquí dentro.— Y es que ya imaginaba cómo las nuevas abuelas se pelearían por ver quién sostendría a su primer nieto primero.

 — — — — — — — — — — — — — —Tres horas después— — — — — — — — — — — —

—¡Yo seré la primera, dattebane!— El grito se escuchó por fuera de la habitación y antes de que Itachi pudiera ver a su suegra ingresar a la habitación, ya sabía que estaba peleando con su madre. Dejó escapar un suspiro desganado al ver que su rubio despertaba por el ruido de los gritos de su madre, no tardando en unirse a la pelea.

—¡Estás en un hospital, mamá! ¡Ten respeto, hm!— Itachi tuvo que contener su lengua con todas sus fuerzas para no replicar que él no estaba teniendo respeto al gritar más fuerte que la pelirroja de su madre, así como tampoco reír por la loca familia de su novio.

El pelinegro casi pudo jurar que la puerta iba a caerse al momento en que Kushina la abrió, como si intentara hacer que se volviera giratoria, seguida inmediatamente por la matriarca de los Uchiha, quien traía consigo algunos regalos que había comprado para su nieto y Deidara. Grande fue su sorpresa cuando se vieron fulminadas por la mirada de los nuevos padres, pues tanto griterío había despertado a Izuna, aunque para su total alivio no había comenzado a llorar.

—Madre, por favor.— Itachi trató de apelar a la parte racional de su progenitora, mientras que Deidara regañaba sin pelos en la lengua a su madre, quien no estaba prestándole atención especialmente. Ambas mujeres se habían quedado enamoradas del bebé apenas lo vieron, importándoles poco lo que pudieran decirles sus hijos.

—¡Dei, mi nieto es hermoso-dattebane!— Simplemente encantada, la pelirroja dio un pequeño empujón a la Uchiha para ser la primera en tener contacto con Izuna, quien la veía con curiosidad al momento de alzar su mano hacia ella. —Es igual a ti, Itachi. Muchas felicidades a ambos.— Extendió los brazos con una gran sonrisa en espera de que su hijo le cediera a su nieto.

—Señora Uchiha, ¿quiere cargar a Izuna, hm?— El rostro de Kushina se transformó de forma que pareciera que su propio hijo la hubiera apuñalado, dejando caer los brazos derrotada a la vez que bajaba la cabeza y fingía limpiarse las lágrimas. Su propio hijo la traicionaba.

—Les trajimos algo de comida y ropa para ti, Deidara.— Mikoto le extendió un pequeño paquete donde contenía la ropa para su yerno y luego señaló la bandeja que llevaba su esposo, el cual se encontraba ingresando en la habitación en esos momentos junto a Minato, quienes habían sido dejados atrás por sus esposas en el apuro por ingresar en la habitación. Libres sus manos, la madre de Itachi tuvo la dicha de ser la primera en tener al pequeño Izuna en sus brazos, sin demorar en mostrárselo a su marido. —¡Es igual a Sasuke!, ¿no, cariño?— Preguntó con emoción, sonriendo ampliamente a la vez que su esposo, quien asentía con orgullo, su nieto era realmente hermoso.

Luego de que el rubio menor agradeciera por los regalos, pasó a entablar una conversación con sus padres, contándoles cómo se sentía y preguntando por qué su hermano no se encontraba allí con ellos. Olvidando por un momento la “traición” de su hijo mayor, Kushina le explicó que Naruto llegaría más tarde gracias a que le había ordenado asear su habitación o cuando volvieran y vieran su desastre, lo dejarían sin mesada hasta que cumpliera la mayoría de edad. El gusto por los niños y su emoción por conocer a su sobrino habían sido fuertes, pero más lo había sido la amenaza de su madre, porque no quería verla enojada. Ese era el único problema real.

Saciado su ánimo por sostener a Izuna, Mikoto cedió el bebé a la pelirroja para que pudiera conocerlo, enternecida al ver cómo el recién nacido parecía disfrutar el ir y venir en brazos de su familia.

Tanto Itachi como Deidara guardaron silencio mientras se abrazaban, disfrutando de la escena familiar tan hermosa que podían presenciar. Izuna parecía ser la nueva gran alegría de sus familias. 

Notas finales:

No olviden dejar comentario si quieren un tercer oneshot~


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