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Genos por Pasitea

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Notas del fanfic:

Mi primer escrito sobre la pareja.

Los personajes no son míos; sólo los uso de referencia para diversión.

Gracias. 

Notas del capitulo:

Espero críticas y sugerencias.

¡Gracias por tomarse el tiempo para leer! 

“Quiero imaginar que tú aún estás…”

 

 

Pasea por la oscura y derruida ciudad Z, que aún no se mal recupera del ataque del último kaiijin, ocurrido hace unos meses. Desde ese día, prefirió ocultarse en el día y salir sólo en cuanto entra la noche.

Algunos de sus compañeros suelen visitarlo, a pesar de su negativa a ver a alguien; todo le trae ajenjos recuerdos.

Claro, tampoco la caminata taciturna le sienta de maravilla, hasta es peor: siempre termina en el mismo lugar.

Ve el departamento donde vivía, completamente feliz.

Siente el dolor azuzarse por visionar una radiante sonrisa de aquel que alguna vez amó… corrección, amará.

El espadachín se coloca mudo a un lado de él.

 

-Desgraciado, se fue sin darme la revancha.- exhala humo de la pipa que lleva- … supongo que tú estás peor.-

-Te eh visto en televisión, Sonic. Sé dónde hallarte.-

-Claro, claro… ¡Eh idiota, nos vemos en el Infierno!- soltó como despedida al edificio y desapareció.

 

Él también decidió marcharse, le falta sendero a recorrer.

¿Infierno? No, él no podría estar en un lugar como ese. Él merece el Cielo. Él merecía seguir en este mundo.

 

Las sirenas sonaron anunciando la amenaza nivel “desconocido”, representado con el color escarlata: la terrible Nada.

Más de la mitad de Ciudad Z se había reducido a polvo, sin dar tiempo a la evacuación.

El terrible olor a sangre le llenó las narices a Saitama, quien apenas se inmutó al ver la desolada provincia; Genos hacía un reconocimiento minucioso, buscando vida alrededor. De pronto, un rayo negro le atravesó el estómago, dejándole inútil para la pelea. El calvo lo tomó en brazos para correr a esconderle rápidamente; lo depósito a orillas de un bosque, aquel en el que solían perderse a disfrutar del uno del otro.

-No, quiero ir con usted.- pidió asustado; tenía un mal presentimiento.

-Bonita forma de celebrar nuestro aniversario ¿No, Genos?- preguntó con una gran sonrisa.

Demonios, brillaba tanto como el mismo Sol.

-No cambie el tema ¡Quiero ir!-

-De ninguna manera. Usted se queda aquí esperándome.-

-¡Pero…!-

Un dulce beso le impidió alegar; resignado, tuvo que aceptar lo que le pedían.

-Vuelva, por favor.-

-¿Acaso no recuerdas que tienes por esposo al hombre más fuerte del mundo, sin mencionar el más guapo? ¡Acabo con los villanos de un solo golpe!- dijo haciendo una pose de pelea.

-Sin mencionar que es calvo.-

Ambos se vieron y estallaron en risas ante los comentarios lanzados. –Hasta pronto, simor.-

Y no hizo más que observarle irse, con el “corazón” echo nudo.

 

 

“¿Cuánto tiempo debo soportar este dolor?” Otra vez siente el impulso de destruir todo lo que se encuentre a su alcance.

 

Lo único que puede hacer es oír y monitorear el corazón de su esposo; se altera al notar el pulso acelerado, la adrenalina que inunda las venas del héroe de blanco y amarillo y el sonido de una explosión.

Los registros le indican pérdida de sangre velozmente; otra explosión.

Se arrastra, queriendo ir hasta donde es el campo de batalla… sin embargo, está a varios kilómetros.

Otro análisis acompañado de un estruendo. Se  paraliza ¿Eso fue un grito?

¿Su esposo gritó de dolor?

¡¿Saitama?!

El juego de luces en el cielo llama su atención: gruesos hilos negros estallan al golpear el cuerpo que va en caída libre; un miembro se desprende de él.

Queda estático.

-No puede ser…-

Ve como una flecha de energía blanca se dirige al hombre suspendido… y le hace un boquete en el pecho.

No escucha nada. Tiene la garganta seca.

El chip implantado en el cuerpo del calvo, le manda el penúltimo reporte: “Signos vitales débiles.”

Siempre se cuestionó sobre la existencia de lagrimales; bueno, podía sentir el escozor de las heridas, quizá estos no estaban del todo ausentes.

“Es de humanos aferrarse a una última esperanza…” le habían dicho alguna vez. Si tan sólo las piernas le funcionaran.

El vientre reacciona dando choques eléctricos a su anatomía por cada avance que da; no puede llegar… no lo hará.

Un pitido hace eco en su cerebro.

“……”

Grita.

 

 

“Y comienzo a recordar tiempos que no volverán…”

 

Detiene su andar; lanza un profundo suspiro. Las estrellas esparcen una tenue luz.

“¿Serías la respuesta a la pregunta que me eh hecho desde que nací?” rememora de golpe: nada más ni menos que aquel momento en el que le pidió formalizar la relación.

Sonríe triste. ¿Por qué ahora?

Algo dentro de él comienza a destruirse. Miles de imágenes se abarrotan.

Frunce el ceño. Y aunque anormal, le duele la cabeza. Deberá volver a otra revisión con su “padre”.

Vuelve a moverse. Intenta tararear una dulce melodía, la preferida del maestro.

 

“-Se llama Saturn… raro ¿No?-”

“-Para ser francos, sí. Nunca imaginé que a usted le gustara ese tipo de composiciones.-”

“-¿Te digo la verdad? Empezó a gustarme cuando te auto invitaste a vivir conmigo.-”

“-….-”

“-¡Jajajaja! Bueno ¡Que se le va hacer! ¡¡Me enamoré!!-”

 

 

No puede sólo fingir que no pasó nada.

Lo amaba como a nadie.

Y no le sale el tarareo tan fluido, ni tan cargado de afecto.

 

El viento se desata, arrastrando hojas quebradizas que se enredan con los hilos oros que posee.

Al fin, ha llegado al apartado jardín; maldice para sus adentros. Teóricamente, no tendría por qué estar ahí. Ya no desea lacerarse; total, es una simple representación.

 Si. Ese primoroso huerto, que cuidan entre el señor Bang y él, es la tumba de Saitama.

Simple representación ya que debajo de la tierra, no hay nada. No quedó más que un pedazo de la capa, toda sucia y quemada.

Recostado entre la lápida y un montón de hojas secas, prendado de la destellantemente oscura bóveda.

 

-Genos ¿Qué dices?-

-Yo…-

-No te ofrezco mucho, más que lo que ya tengo, pues no; sin embargo, prometo cuidarte hasta los días finales.- dijo rascándose una mejilla- Eso y los descuentos especiales de la gran barata, ¿Aceptas?-

 

 

“Tanta paz, tanto amor, tan sólo al oír tu voz…” Lo extraña tanto.

 

Habían estado planeando unos días fuera, perdidos en las montañas. Se hizo así.

El valle era maravilloso.

-Chico, quiero que cierres los ojos.-

-Aaammm…-

-Por favor, ¿Si?-

Asintió de mala gana. Los ruidos que el calvo hacía, le estaban poniendo nervioso. Nunca lograba adivinar lo que pasaba en su mente.

El aroma dulce se impregnó en las fosas nasales, mareándolo un poco.

-Ya puedes abrirlos.-

Se encontró al héroe con un pequeño ramo de flores de Luna, que relucían la blancura del marfil.

-Preciosas…- susurró avergonzado.

-¿Verdad?-

-…. Y ahora…- señaló al éter vuelto carbón- Mira con atención…-

Una a una, delgadas estelas comenzaron a surcarlo; por momentos, eran tantas y tan definidas que era imposible no estar tentado a levantar las manos.

Él nunca de los nuncas, se había molestado en observar el cielo, ni como humano ni como androide; la antipatía aún formaba parte de su ser. Más, esta ocasión, no dudo en llenarse los pulmones y reír a pleno. Su pareja le veía de hito en hito, complacido.

-Genos, eh venido a esta zona desde hace 5 años y puedo jurarte que jamás me pareció tan hermoso ni yo me sentía tan feliz.- alzando los brazos murmuró- Mi deseo al fin se cumplió…-

 

Despierta.

 

-Mierda…- las nubes se tornan rosas poco a poco, de ahí para irse palideciendo.

Los rayos del astro le acarician tibios e hirientes.

Recuerda un par de labios y rompe a llorar.

Llora a gritos.

Vocifera.

Maldice.

Jura.

Se rompe.

Por eso odia ver el día: él era su Sol.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero sus comentarios. Hasta pronto.


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