Yo te miraba a los ojos y mi corazón se aceleraba. Estabas tan quieto, contemplando el horizonte en la playa, con mi brazo detrás de tus hombros, deseoso de no dejarte marchar. Y estoy seguro de que tu pecho también se comprimía y estiraba rápidamente.
Yo te quería hablar. Quería explicarte todo lo que pasaba por mi cabeza, porque sabía que aquello no duraría mucho tiempo aun cuando yo era incapaz de soltarte. Solo disfrutaba de la vida cuando estabas a mi lado. Solo amanecía cada mañana cuando tus ojos se abrían a mi costado, y me besabas con esa calidez tan característica de tus labios. Por eso, porque no respiraba más ya el perfume de las rosas, ni le prestaba atención a la caricia de la brisa, tenía que decírtelo y terminar con todo.
Te reclinaste sobre mí todavía más. El sol comenzaba a ponerse sobre el mar, y yo sabía que esa noche tenía que ser la última. No podía consentir que mi alma se marchitara. No podía permitir que nuestras vidas se entrelazaran tanto hasta consumirse la una a la otra. No podía…
—Shun… —te llamé, en apenas un susurro. No quería romper la magia que nos envolvía, pero sabía que no tenía otra opción.
—Dime, Hyoga.
No supe cómo comenzar. Las palabras se apelotonaban en mi cabeza pero no bajaban hasta mi boca para realizarse. Quería llorar. Solo deseaba llorar y que todos mis pensamientos no fueran más que una vaga pesadilla que no me dejaba dormir por las noches. Pero la realidad era que no estaba soñando.
—Yo… no sé cómo empezar.
—Prueba desde el principio —me dijiste a media voz temblorosa.
Sentí que tu corazón se aceleraba más de lo normal, pero no era capaz de apartar mi brazo tras tu cabeza. Entonces, sin pensarlo más, comencé a hablar entrecortadamente:
—Verás, yo… hace un tiempo que… que pienso… Hace un tiempo que creo que deberíamos…
Te giraste de súbito, con lágrimas en los ojos y los labios nerviosos, como queriendo decir algo sin saber el qué. Alzaste una mano y me apartaste el pelo tras la oreja. Después, me acariciaste la mejilla y me animaste a continuar.
—Que deberíamos, ¿qué? Se… ¿separarnos?
Asentí lentamente, temiendo tu reacción, pero no hiciste más que seguir contemplándome, sin dejar de llorar.
—¿Por qué?
—Porque… no sé cómo explicarlo…
—Inténtalo —me pediste, más seriamente.
—Porque… estamos viviendo obsesionados.
Por fin lo había dicho. Me había pasado varias semanas dándole vueltas y vueltas a esa idea desde la última vez que nos peleamos. Nos llamamos desesperadamente y quedamos para arreglarlo todo al día siguiente, y nos prometimos y juramos que no seríamos capaces ya de vivir el uno sin el otro. Y ahí es cuando mi mente me pidió que detuviese el camino hacia la muerte, que cesase los llantos, la desesperación por no saber qué está haciendo en cada momento. No quería que se separase de mi lado porque no soportaba estar sin él. Y él pronto caería en la misma trampa de amor.
—Nuestro amor no es más ya que una pura obsesión, Shun —repetí, tratando de contener las lágrimas bajo los párpados—. No podemos seguir juntos, solo estamos yendo en dirección a nuestra destrucción. Y lo menos que quiero es que… estés triste, desesperado, enfadado, obsesionado… como yo. No me digas que no te has dado cuenta, por favor…
—Pero Hyoga… no puedo vivir sin ti. Sin ti me moriría, ya te lo dije.
—¿Ves, Shun? Es eso a lo que me refiero… No podemos… seguir basando nuestras vidas en torno a esta relación.
—Pero…
—He tomado ya una decisión. Necesitamos urgentemente romper.
—Hyoga, no… No quiero vivir si no es contigo.
—Yo tampoco, Shun, pero es por nuestro bien. Por favor, entiéndelo.
—No puedo. ¡No puedo! No me hagas esto. No quiero volver a pensar en morir…
—No lo pensarás. Shun, recuperaremos a nuestros colegas, a nuestra familia y, cuando lo hagamos, volveremos a vernos, pero como amigos. Yo tampoco quiero que esto se acabe, pero es necesario, Shun. Amarte es una obsesión.
Aparté mi brazo de detrás de él y me levanté del banco. Escuchaba su llanto mientras caminaba por el margen de la playa, bajo la luz de la luna y las estrellas que ya habían tomado el relevo del sol.
Nunca más le volví a ver.