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Goodbye My Love por Ominous_Suzuki

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Notas del fanfic:

La idea surgió mientras escuchaba k-pop. 

Las frases o canciones le pertenecen a su respectivo autor.

Notas del capitulo:

Estoy tratando de mejorar mi manera de escribir y meterme en mis propias historias, sin embargo, casi al final se me va la inspiración. Aunque siento que soy un asco escribiendo. 

Iba a ser un fic largo para que la relación de los personajes se diera poco a poco pero aún no termino los otros y agregar uno más a la lista sería demasiado para mí. Espero y disfruten el fic.

Corría lo más rápido que mis piernas podían. No quería soportarlo, aquel golpe de su parte hacia mi madre, me había hecho interferir en sus problemas. “Así se hacen los jodidos bebés.” Sus asquerosas palabras, no salían de mi mente.

 

De rodillas, caí sobre la suavidad del césped de aquel parque que solía frecuentar con mi madre. Mi parte baja dolía a horrores. Me negaba a regresar. Aquel hombre, había corrompido una vez más mi única inocencia.

 

—Un latido del corazón, perdido en la multitud —susurraron en mi oído. Sobresaltado, miré a aquel desconocido, con ojos acuosos.

 

—El latido del corazón, no se perdió en la multitud. Está muerto —le corregí. Él sonrió, como respuesta.

 

—Tú, abres los ojos, pero no puedes recordar por qué la nieve cae en silencio.

 

—Que poético —dije, con tono burlón.

 

—Tal vez —lo vi encogerse de hombros—¿Por qué alguien tan hermoso llora? —preguntó, notablemente preocupado.

 

Desvié mi mirada de la suya, sintiendo como un sonrojo se apoderaba de mis mejillas al instante.

 

—Cuando el mundo corta tu alma en pedazos, empiezas a sangrar.

 

—Sé que estás asustado —se sentó sobre el césped, frente a mí.

 

—Ni siquiera me conoces —dije, hastiado— No sé por qué estoy diciéndote esto.

 

—Te perdiste en tu propio dolor, sueñas con un final que te haga comenzar de nuevo —tomó mi mano, y por primera vez en tantos años, sentí calidez— Puedo ayudarte, solo confía en mí.

 

—La soledad duele —susurré con voz quebrada— Lo siento, pero no puedo hacerlo.

 

—¿Por qué? —quiso saber.

 

—Soy un fenómeno de la naturaleza —me solté de su agarre— Por favor, déjeme tranquilo.

 

Lo vi mirarme con ojos tristes. Sin embargo, los ignoré. Caminé a paso lento, el mundo se hacia cada vez más irreal con cada paso que daba.

 

Me detectaron esquizofrenia a los doce años, la causa fueron los constantes abusos de mi padre. Son pocos minutos en los que estoy cuerdo. Quiero iniciar de nuevo. ¿Habrá alguien que tome mi mano?

 

Cada día, veo a las personas desapareciendo, cada vez más lejos. ¿Por qué estoy aquí solo de pie?, ¿Por qué se detiene sólo mi mundo? Hay un vacío y profundo en mi corazón, que alguien me salve. Mis solitarios ojos atrapados en la oscuridad, no miran cuando toman bruscamente mi brazo.

 

—Aquí estás, cariño —su asquerosa voz, me hace estremecer.

 

Mis piernas tiemblan, ellas me fallaron y caí de rodillas. Él me toma de mis castaños y largos cabellos. Me obliga a ponerme en cuatro, obedezco, mi corazón palpita. Algunas lágrimas surcan mis ojos, sé lo que viene.

 

—¡No quiero! ¡Me duele cada vez que lo haces! ¡Para por favor! —dije resistiéndome.

 

Sus manos me arrebataban bruscamente mi ropa y me tocaban en lugares íntimos sin la menor delicadeza. Sus rudos movimientos no producían otra sensación más que dolor.

 

—Eres tan hermoso —lo escucho gemir. Siento náuseas.

 

Dulce inocencia, simplemente no podemos creer que el mundo pueda ser tan cruel, creemos que hay un límite que lo detiene de cruzar cierta línea, pero tal magia no existe, este lugar es abominable.

 

¿Alguien en algún lugar sabrá de mi desdichado corazón? Estoy volando solo en ésta oscuridad, en mi noche solitaria, con un corazón triste. Su lengua se adentra en mi entrada, siento repulsión hacia mi propio cuerpo. Por favor, que alguien me salve.

 

Quiero reiniciar, quiero reiniciar, quiero reiniciar. Repito en mi mente. No puedo soportarlo más, el sonido de sus gemidos, me hace querer morir. Miro hacia la puerta entreabierta, mi madre me mira con ojos cristalinos, un sollozo escapa de mis labios. A él parece no importarle desgarrarme por dentro.

 

—Tan exquisito como siempre —lame sus labios— Eres mi perra, Takanori.

 

—No soy tu perra.

 

—Eres mi perra quieras o no —sus manos rodean mi cuello, hacen presión en él— ¡Di que eres mi perra! ¡Dilo! —me grita.

 

—No soy tu perra —repito, con voz ahogada— Soy tu hijo.

 

—¡No eres mi hijo!

 

Cansado de mi insolencia, me da una fuerte cachetada que resuena en toda la habitación. Muevo la mano derecha pensando en acariciarme la mejilla para calmar el dolor, pero él la atrapa antes.

 

—¿Deberíamos intentar con otra cosa? —su sonrisa, me hace estremecer— Tal vez invitar a tu madre.

 

Sus palabras hacen que se me congele la sangre. Hasta el dolor parece desaparecer al momento que mis ojos se abren por completo.

 

Esa noche no encontré descanso, tanto como mi cuerpo y alma dolían. Había sido manchado una vez más, usado como un pedazo de carne sin verdadero valor.

 

Era humillante, vergonzoso; me recuerda que soy una basura que a nadie le importa. Mi cuerpo arde, como si estuviera enfermo.

 

Me encuentro acostado sobre el frío suelo de madera. Mis ojos vacíos miran hacia la nada mientras me acaricio el vientre para reconfortarme. No me importa lo que haya frente a mí, solo quiero que la noche termine.

 

—Basta, no puedo más. Lo siento —dije con mi rostro cubierto en lágrimas mientras me acurrucaba en una esquina sin tener a donde escapar.

 

Mi cuerpo tiembla, no de frío, sino que de miedo, al menos las partes que puedo mover sin que me duela.

 

...

 

Es horrible imaginar que ya me había acostumbrado a algo así, odiaba la idea. Sin embargo, era la verdad. Esto es común para mí o incluso normal en mi vida. Esperaba ser golpeado hasta que no pudiera moverme, no sabía cuando ocurriría. A veces mi padre estaba de buen humor y pasaban meses sin lastimarme. Otras en las que estaba furioso y desahogaba su ira golpeándome a mí o a mi madre, como si fuéramos la encarnación de sus problemas.

 

“¡Mátalo!” “¡Mátalos a todos!”

 

—¡No! —cubro mis oídos, es inútil, aún escucho sus voces.

 

“Te sentirás bien” “¡Hazlo, hazlo, hazlo!”

 

—No quiero —siento como mi cabeza fuera a estallar.

 

“¡Cobarde, cobarde, cobarde” “¡Eres un cobarde!”

 

—Déjenme solo, por favor —suplico. Ellas llegan cuando estoy vulnerable.

 

“Mátalos” “No lo hará” “Mátate a ti mismo, intento de aborto” “¡Suicídate!”

 

—¡Cállense! —grito. Mi voz retumba entre las paredes. Ellas se detuvieron.

 

Escucho unas fuertes pisadas. Cubro mi rostro con mis brazos para protegerlo —él me golpeará por gritar— y más importante que eso, para no ver a mi agresor. Cierro mis ojos con fuerza, solo deseo que todo termine pronto. La oscuridad me daba una pequeña calma al no saber cuando o donde sería golpeado.

 

En ese instante, sentí una fuerte patada que aplastó mi costado izquierdo rompiéndome dos costillas. Grité hasta casi desgarrar mi garganta. El dolor era punzante e insoportable. Los huesos perforaban mi carne por dentro y cada vez que me movía —por poco que fuese— los nervios gritaban una vez más.

 

—¿Por qué? ¿Por qué haces esto? ¡No hice nada malo! —pregunto entre llantos, incapaz de recordar que pude haber hecho para hacerlo enojar. Él se detiene para pensar en silencio.

 

—Me gusta golpearte.

 

Esa fue su cruel e injusta respuesta.

 

...

 

La oscuridad me abrazaba esa noche, mis piernas dolían y mi cuerpo temblaba. Podía oír sus pisadas, estaba siguiéndome. Él estaba siguiendo, el pánico se apoderó de mí.

 

—Por favor, por favor, por favor —repetía una y otra vez.

 

Ese monstruo no dejaba de seguirme, miré hacia atrás y mi cuerpo tembló. Era alto, no podía ver su cara ya que, era todo negro. Se retorcía con cada paso que daba. Devolví mi mirada al frente y me detuve.

 

—Esto no es real —dije, tratando de convencerme— ¡Esto no es real! —repetí, esta vez en voz alta.

 

Las pisadas dejaron de escucharse, suspiré con alivio. De nuevo mi mente estaba jugando conmigo. Miré el firmamento que me dedicaba esa fría noche, era hermoso. La blanca luz de la luna iluminaba el cielo y las estrellas a su alrededor la acompañaban.

 

—Eres tan pura —sonreí, con nostalgia— Quisiera ser igual que tú.

 

Me dirigí a casa pero en mi camino a ella, pasé por un parque. Mi mirada se enfocó en dos personas, al instante reconocí a uno de ellos. Era el mismo rubio que conocí hace tiempo. Lo que llamó completamente mi atención fue que, junto a él había un anciano con barba blanca. Los observé hasta que el de la bandita se fue. ¿Voy o no? ¿Voy o no? Me debatía mentalmente hasta que me decidí. Caminé hasta llegar al hombre barbudo y me senté a su lado.

 

—¿Usted lo conoce? —pregunté después de un largo silencio en el que de nuevo me debatía mentalmente.

 

—¿A quién? —preguntó notablemente confundido.

 

—Al rubio con el que estaba hace un momento.

 

—¡Oh, claro! —lo escuché reír suavemente— Tiene el corazón más grande y hermoso que ninguna otra persona.

 

—¿Por qué lo dice? —quise saber.

 

—Cada año da grandes cantidades de dinero a la gente pobre.

 

—¿Cómo? —lo miré perplejo.

 

—Todos estamos muy agradecidos con él.

 

—¿Por qué lo hace?

 

—¿Si te digo, no le cuentas a nadie? —negué rápidamente— Su madre murió durante el parto, su padre lo culpó. Mi esposa y yo en ese entonces trabajábamos para su padre y nos hicimos cargo del pequeño, fue muy travieso. Sufrió maltratos en el instituto por sus ojos, no es común que un japonés tenga ojos grises. Siempre decía que éramos como sus padres. Después de que murió mi esposa, el cerró su corazón a cualquier tipo de amor. Me alegra que eso haya quedado atrás.

 

—¿Cómo era su esposa?

 

—Era una hermosa mujer, fue una gran pérdida para todos, pero más para él.

 

—¿De qué murió?

 

—Fue dos días antes de su cumpleaños, Akira regresaba de su viaje. Ellos hablaban por teléfono y un ebrio la arroyó —con su diestra cubrió su boca.

 

—Lo siento, no debí preguntar —dije arrepentido— No me conoce, debió decirme que no. Por favor, lo siento.

 

—Estás equivocado —lo miré con confusión— Akira me ha hablado de ti.

 

—¿De mí?

 

—Ese día llegó con una hermosa sonrisa diciendo que había visto a un hermoso ángel —sonrió— Debo decir que tenía razón. Eres como uno.

 

—Tengo que irme —hice una reverencia hacia él— Muchas gracias por su tiempo.

 

Mi cara ardía de vergüenza. Esa noche al llegar a casa, mi padre no llegó y las voces no me atormentaron, sentí alivio y caí en brazos de Morfeo.

 

...

 

Últimamente mi padre no ha vuelto a tocarme, las voces se detuvieron pero, no puedo dejar de pensar en aquel rubio. Se instaló en lo más profundo de mi ser. Debo de ser un demente por ir todos lo días al parque donde nos conocimos y esperarlo. Llevo un mes haciendo esto. Durante ese tiempo, conocí a varias personas, incluso él es famoso entre ellas.

 

—Dime, ¿aún sufres? —sobresaltado, miré a mi lado.

 

—¿Cuánto tiempo llevas mirándome? —quise saber.

 

—El tiempo suficiente —sonrió— ¿Me buscabas?

 

—¿Qu-qué? No cla-claro que no —mordí mi labio.

 

—Veo que te han hablado de mí —bajé la mirada avergonzado—Mira el cielo.

 

—¿Eh? —no entendía.

 

—¿Lo has visto? —negué— Hazlo.

 

Hice lo que me pidió y efectivamente, el cielo teñido de naranja y las aves acompañándolo lo hacia ver tan hermoso.

 

—Incluso él es amado por las personas —susurré.

 

—Algunas personas ignoran la belleza de la naturaleza —lo miré atento— Incluso a sus fenómenos más hermosos.

 

Mi corazón palpita, no puedo detenerlo. Mi cara arde y un sonrojo la adorna. Lo abrazo dejándome llevar por mis impulsos.

 

—Ayúdame a reiniciar. Incluso si soy una pequeña existencia, no me pisotees.

 

—No lo haré —sentí como con sus largos dedos acariciaba mis cabellos, cerré los ojos disfrutando de su inocente caricia.

 

Al paso del tiempo, Akira y yo, fuimos ejerciendo cada vez nuestra relación hasta llegar incluso a ser amigos. Las voces nunca se fueron, pero cuando estaba a su lado, ellas guardaban silencio.

 

No debí haberlo hecho, solo debí ignorarlo como algo que yo no vi, que no pude ver quizás, nunca debí dejar que se acercara. Pero me fue imposible el no enamorarme de él. Akira conoció a una hermosa chica, sé que ella me odia por como me mira. Si él es feliz, si puede sonreír, entonces yo también lo seré, ignoraré mis sentimientos y el dolor que siento al verlo tan feliz a su lado.

 

—Aki, ¿podemos hablar en privado? —su voz retumbó en mi cabeza.

 

—Claro —sonrió— Ruu, ahora vuelvo —asentí.

 

Los vi irse. Por favor mira hacia atrás, toma mi mano. No me importa si es solo una vez, por favor tómala. Las voces dicen que es solo un viento pasajero, trato de gritarle a la persona que en este momento se va junto a otra. Pero solo el silencio me está mirando. Algunas lágrimas escapan de mis ojos, rápidamente las limpio.

 

...

 

—¿Taka? —me llama, notablemente preocupado.

 

—¿Qué sucede? —preguntó, mi mirada se mantiene fija en el cuadernillo sobre mis piernas y el dibujo en este.

 

—¿Estás bien? Has estado muy distraído. ¿Tu padre, él de nuevo te ha tocado? —niego inmediatamente. Le había contado lo ocurrido con mi padre. Lo único que le ocultaba, era mi enfermedad. Me sentía mal por hacerlo.

 

—No, no, claro que no. Es solo que —rasco mi nuca, nervioso— ¿Qué se siente estar enamorado?

 

—¿Te gusta alguien? Oh, ahora entiendo porque has estado así —sonrió burlonamente— Cuando estás enamorado, sientes todo tipo de emociones o sentimientos, esa pequeña felicidad incondicional cuando estás a lado de esa persona, como si estuvieras en una nube de la cual no quisieras bajar. ¿Lo entiendes? —sus hermosos ojos brillaban.

 

—Creo que estoy enamorado.

 

—Oh, ¿en serio? —desvió su mirada de la mía— Que bien.

 

—¿Tú también estás enamorado? —quise saber.

 

—¿Y-yo? —lo vi sonrojarse— Cla-claro que no.

 

—¿Seguro? —le piqué una mejilla— Dime, dime, dime.

 

—Está bien —suspiró resignado— Sí.

 

—¿Sí que? —me hice el desentendido.

 

—Estoy enamorado.

 

—¿De quién?

 

—No te diré.

 

—¡¿Por qué?! —reclamé— Si no me dices, inflaré mis mejillas y aguantaré la respiración.

 

—No me convencerás —lo miré ofendido. Respiré hondo e inflé mis mejillas. Por su expresión noté que me había puesto rojo— No, Ruu, no hagas eso —me crucé de brazos— Bien, bien, te diré —solté el aire acumulado de mis pulmones.

 

—Dime, Aki-chan.

 

—Me gustas tú —mis ojos se abrieron de la sorpresa. ¿Era en serio? ¿Me correspondía?

 

No pude contenerme más y rocé nuestros labios, los suyos eran cálidos y suaves. Al caer en cuenta de lo que había hecho, lo miré con miedo.

 

—Lo siento, lo siento, lo siento. No debí hacerlo. No fue mi inten… —sus labios me callaron. Me estaba besando, no pude corresponder a causa de la sorpresa. Sentía fuegos artificiales en mi estómago, más bien, toda una selva.

 

—Cállate —susurró a centímetros de mis labios.

 

—No, no debiste hacerlo —coloco mis manos sobre su pecho y lo empujo suavemente— No me des esperanzas, tú no debes estar conmigo. Por favor aléjate.

 

—¿Por qué? Siempre quieres que me aleje. ¡Dime por qué! —toma mis manos entre las suyas— Dime por qué, Taka.

 

“No le digas” “Cállate, bastardo” “Nunca nos iremos, no hables sobre nosotras” “Siempre estaremos a tu lado” “Nunca te dejaremos ir” “Él solamente quiere utilizarte”

 

Ellas gritan, las voces regresaron, la cabeza me da fuertes punzadas. Todas hablan al mismo tiempo. No puedo soportarlo, ya no puedo más.

 

—Bórrame de tu vida, olvídame. No vuelvas a acercarte a mí, solo te haré sufrir.

 

—Si es a tu lado, con gusto le daría la bienvenida al sufrimiento —sus ojos se tornan cristalinos— No te vayas.

 

—Lo siento —me solté de su agarre, dejándolo totalmente destrozado.

 

Corrí y fingí que no te oía, quizás, nunca debí escuchar tu voz o mirar tus hipnotizan tés ojos. Sin una palabra, supe que es amor, me entregaste ese sentimiento a través de tus hermosas palabras, hiciste detener mi respiración y ahora me alejo sin piedad.

 

Mi madre dejó a mi padre y pidió una orden de restricción. Ella me metió en un hospital psiquiátrico, a decir verdad, me da igual lo que hagan conmigo. Dicen que durante estos cuatro años hubo mejoras respecto a mi enfermedad, que es un milagro. Yo solo quiero morir.

 

¿Por qué me duele tanto? ¿por qué sigo sufriendo? Para mí todo sigue siendo igual, excepto porque tú no estás aquí, y ya no podré verte más. El recuerdo de tu rostro lloroso suplicándome que no te dejara, me persigue. Me arrepiento de haberte dejado. Mi corazón sufre porque te extraña. Un sentimiento de soledad está a punto de estallar, trato de ocultarlo pero no puedo.

 

Los doctores dijeron que me dejarían irme de este lugar, claro, bajo medicación. Le dije a mi madre que me dejara en el parque que solíamos frecuentar cuando era un niño, ella gustosa, aceptó. Al llegar, todo era diferente. Habían juegos infantiles, puestos de dulces alrededor, niños jugando alegres y unas hermosas rosas bajo nuestro árbol.

 

Él no me ha olvidado, él no me ha olvidado, él no me ha olvidado. Repetía una y otra vez en mi mente. Que equivocado estaba.

 

Meses después me enteré que se había casado. No lloré, sé que él era feliz y me alegraba el hecho de que pudiera encontrar a alguien que lo amara. Poco después, conocí a un chico con facciones hermosas. Su nombre era Kouyou.

 

—Taka, ¿me estás escuchando? —me miraba con el ceño fruncido.

 

—Ah y-yo, no, bueno —suspiré cansado— Lo siento. ¿Me decías?

 

—Te decía que tengo que irme de Japón.

 

—¿Eh? ¿Por qué? —pregunté desconcertado.

 

—Viaje de negocios —rodó los ojos.

 

—Entiendo.

 

Siete años han pasado, mi relación con Kouyou no resultó como esperábamos, decidimos ser amigos. Cuando mi madre murió, sentí que mi corazón había muerto por segunda vez. Fue una gran pérdida para mí. Me especialicé en la música, decían que tenía una hermosa voz. Cada último día del año, iba al parque. Tenía una pequeña esperanza de que pudiera encontrarme de nuevo con Akira, quería disculparme. Aunque no estaba seguro de que si me perdonaría.

 

Cuando menos me lo esperé, lo encontré. Miraba con ojos soñadores el bajo que una tienda de música tenía en un vitral. Lo miré con admiración a lo lejos, su cabello rubio ahora era castaño, ya no llevaba su bandita. Mi corazón latió con fuerza. Ahora me doy cuenta que aún lo sigo amando. Alguien tropezó conmigo, sus cosas cayeron al suelo.

 

—Que torpe soy —lo escuché susurrar— Lo siento, iba distraído.

 

—No importa —le ayudé a recoger sus pertenencias— A mí también suele pasarme.

 

—Gracias —sonrió— Shiroyama Yuu —extendió su mano.

 

—Matsumoto Takanori —la estreché.

 

—Si me disculpas, tengo que irme. Hasta luego —corrió hasta perderse en la multitud.

 

Sonreí divertido. No todos los días conocías a alguien agradable. Cuando volví a mirar en dirección en donde se encontraba Akira, ya no estaba. “Olvídalo, es casado” me regañé mentalmente. Sacudí mi cabeza desechando mis pensamientos innecesarios y seguí mi camino.

 

Los días siguientes fueron aburridos. Sin nada nuevo. Harto de morir en el aburrimiento, salí a caminar. El silencio de las calles y mis pisadas, me daban una tranquilidad inigualable. El frío del invierno, me hacia temblar, pero eso no me detuvo. Mi mente me hizo una mala jugada y divagó al pasado. Algunas lágrimas traicioneras escaparon de mis ojos y resbalaron por mis mejillas hasta perderse en el pavimento de las calles. Ahora estaba completamente solo. Me siento débil, de nuevo me doy asco, me odio a mí mismo.

 

Miré hacia arriba —sentí necesario hacerlo— abrí los ojos de golpe. No podía ser él, era fuerte y nunca haría algo así. Me adentré al edificio abandonado de aquella zona desierta, corrí por las escaleras sin importarme que podía resbalarme. Abrí de golpe la puerta y lo vi.

 

Sobre el techo, el aire es tranquilo y frío. Grito su nombre, pero no quiere oírlo ahora. Los ojos de la ciudad, cuentan las lágrimas que caen. Cada una, es una promesa incumplida. Por segunda vez, grito en la oscura noche por él. El recuerdo de cuando nos conocimos, surca mi ser.

 

La lluvia cae, sus gotas se pierden en el suelo. Recuerdo una casa vacía, sin calidez, ni comprensión, la palabra amor nunca tuvo significado para mí hasta que lo conocí. Golpe tras golpe, el trauma al fin llegó. Ellos dicen que estoy fijo, pero todavía me siento roto. Me alimento de mis mentiras, con palabras no habladas. “El tiempo cura el dolor.” Hago oídos sordos a lo que el mundo dice. He estado esperando por siempre, pero ese día nunca llegó, y nunca llegará. Los gritos en mi mente, los mantengo en secreto.

 

Por tercera vez en esa noche, lo llamo. Él me miró y por su mirada, sé que se arrepintió al instante. Sus preciosos ojos de un gris profundo, me miran con tristeza y algunas lágrimas resbalan por sus mejillas.

 

—Akira —susurré—No saltes —le suplico— No te olvides de ti y de mí —mi voz sale ronca a causa del llanto— el mundo de ahí abajo, ya no importa. Por favor, Aki, no saltes.

 

—¿Por qué? No hay nada que pueda evitarlo —dirigió su mirada hacia la Ciudad, contemplando sus luces, ellas lo engañan— ¡No tengo nada, Takanori!

 

—¡Me tienes a mí! —traté de acercarme, pero me detuvo con su mano.

 

—No te acerques o salto —me advirtió— Nunca te tuve, ahora debes pertenecerle a alguien más. Mi esposa me dejó, mi padre nunca me quiso y mi único amor se fue.

 

—Yo no le pertenezco a nadie, no pude olvidarte, nunca podré hacerlo —sus profundos ojos me miran atentos—No lo hagas realidad —le tendí una de mis manos— Por favor, no me dejes solo. Te advertí que te alejaras, pero ignoraste mis advertencias ¡te acercaste y me enamoraste! ¿Qué haré cuándo tu también te vayas?

 

—Te amo —susurra— ¡Te amo, Takanori! —lo miró con sorpresa— Desde el primer momento en que te vi quise protegerte, que te quedarás a mi lado, pero te fuiste.

 

Nunca me había dicho un “Te amo.” No puedo evitar que algunas lágrimas escapen de mis ojos.

 

—¿Me amas? —pregunté, tratando de ocultar mi nerviosismo.

 

—Te amo —repitió una vez más esa noche.

 

—Yo también te amo —lo miré, mis mejillas ardieron.

 

—Pero debes borrarme de tu vida.

 

—No puedo hacerlo, me niego a borrarte —di un paso hacia él— Te has convertido en mi corazón.

 

—Piensa en mí por lo menos una vez. Eso es todo lo que necesito. Hasta el día que nos encontremos de nuevo. Hasta entonces, hasta entonces…

 

—Voy a esperar, es solo un adiós momentáneo.

 

No puedo verte, no puedo escucharte, pero estoy bien. Las despedidas son tristes, me duele el corazón. Como el destino, nunca voy a tener a alguien como tú. Solo tú. Tanto como mis lagrimas, solo quería que fueras feliz, Akira. Sabía que yo solo te traería sufrimiento. Extendiste tus brazos y cerraste los ojos, la fría brisa dio de lleno contra tu cuerpo. Cuando ibas a saltar, lo impedí. Tomé tu mano, estaba fría. Me negaba a dejarte ir de nuevo, está vez no me lo perdonaría.

 

—Si es necesario, yo saltaré por ti —te abracé por detrás.

 

— En la oscuridad, tu sonrisa brilla justo en mi corazón.

 

—Creí que estaba solo, todos me dejaron, pero ahora comprendo que nunca lo estuve —entrelacé nuestros dedos— Te tengo a ti. Llenaste el vacío de mi corazón con tu amor —un sollozo escapó de sus labios— Te extrañé, pensé que nunca volvería verte.

 

—Ruu —me llamó— Te amo, en ésta y mil vidas más, siempre te amaré.

 

—Entonces, déjame vivir ésta contigo.

 

—No puedo —se soltó de mi agarre— Ya es mi hora, Ruu. Tengo que dejar este mundo. Gracias por enseñarme el significado del amor. Sé que también aprendiste a amar junto a mí. Adiós, mi amor.

 

Me miró por última vez y saltó. Traté de detenerlo, pero no pude hacerlo. Mediante él caía cada vez más, la oscuridad lo abrazaba. Me dedicó una hermosa sonrisa antes de caer. Bajé corriendo las escaleras, un hueco se instaló en mi pecho. Me acerqué a él, recosté su cabeza en mis muslos y mis lágrimas bañaron su rostro.

 

—Gracias por hacerme feliz —besé sus labios— Tuve que irme, alejarme de ti porque estaba enfermo. Nunca te lo dije, no quería preocuparte —sorbí mi nariz— Perdóname por haberte dejado, no quería hacerlo, pero no podía hacerte sufrir porque te amo.

 

Las sirenas de las ambulancias, se escuchaban cada vez más cerca. Mis ojos pesaban a causa del llanto. Sentí como me alejaban del cuerpo de Akira, me resistí pero al final acepté el hecho de que él ya se había ido.

 

—Volvemos a encontrarnos —llevé mi mirada hacia la persona frente a mí— Soy Yuu.

 

Lo abracé hundiendo mi cabeza en la curva de su cuello. Necesitaba desahogarme. Déjame llorar una vez más por ti. Solo una.

 

¿Alguien en algún lugar sabrá de mi desdichado corazón? La respuesta es sí. Tal vez parte de amar, es aprender a dejar ir.

 

Notas finales:

¿Y...? ¿Les gustó? Me gustaría saber que opinan o si he mejorado o no.

Oh, casi lo olvidaba. ¡Lo siento! No pude evitar que el final fuera así.

¡Saludos! ^-^/


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