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Cursed Heart por Sly_D_Cooper

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Notas del capitulo:

Música usada en el escrito:

1. Jen Titus - Oh Death
2. Naruto Shippuden - Hidden Will To Fight OST
3. Naruto Shippuden - Kokuten OST
4. Naruto Shippuden - Despair OST
5. Naruto Shippuden - Companions OST

Nació. Creció. Aprendió. Y mató.

Así fue su vida, desde que le enseñaron el arte de matar, desde bien pequeño. La palabra piedad no estaba en su diccionario. La palabra misericordia no existía. Y la palabra perdón… Tampoco. Al menos, durante un tiempo. Abandonó su hogar, intentó suicidarse en muchas ocasiones, pero daba la maldita casualidad que siempre alguien le encontraba y le salvaba. ¿Le gustó? Claro que no. Al principio sólo vivía con el afán de derramar la sangre, de torturar a sus víctimas hasta una agonizante y dolorosa muerte, donde su único premio, era ese… Los gritos del lamento, del dolor, de las súplicas por pedirle una oportunidad…

Fue conocido bajo el mote de “Niño Genocida”, a sus cortos doce años.

Sentimientos… Vínculos… Humanidad… Nada de eso le fue enseñado. Desde que nació, sus únicos recuerdos era ser mantenido encerrado en un espacio muy limitado, donde le daban de comer algunas veces, la mayor parte del tiempo pasaba hambre. Su crianza fue horrible, pero eso él no supo distinguirlo. Siempre creyó que todos los niños se criaban así, sólo para darse cuenta que estaba equivocado… Y que simplemente sus padres lo educaron como quisieron, sin velar por su condición como ser humano, sin velar por su futuro… Y sin velar por su corazón. Nunca aprendió qué era ser sentimental.

Para él, la vida era matar o morir. Así de simple. Por eso… Conforme más le enseñaban el arte de la matanza, más peligroso se volvía… Su mente nunca tuvo una estabilidad alguna. Su único objetivo simplemente era ver a las personas fallecer por su propia mano y ninguna de ellas se salvaba de su tortura. Adoraba ver el sufrimiento en los demás. Fue tal su popularidad como “Niño Genocida” que muchos ya le consideraron como el enviado de la muerte, le consideraron… La propia muerte. Por eso, nadie se le acercó más. Pero no le importó. Lo que hizo, fue comportarse como un depredador: escoger a su presa, acecharla, acosarla y finalmente… Matarla. Y le servía. Su especialidad era precisamente el sigilo, aunque a veces eso no le importaba.

Todo dependía de lo que sintiera en ese momento…

Si yacía demasiado excitado, se volvía impulsivo e imprudente, no pensaba en nada más que en asesinar. Su manera de acechar a los demás, se volvió un infierno para las personas… Y además, su mente ya de por sí retorcida… Se tornaba más y más enfermiza, con un sentido del humor bastante negro. Él adoraba a la muerte, adoraba que le consideraran la misma muerte. Porque era así… Cuando aparecía, siempre había alguien que perdía su valiosa vida. Aunque de valiosa, no tenía nada.

Pero se aburrió. Y cuando pasó, decidió llevar una vida más tranquila.

Se alejó del mundo, dado que su instinto asesino todavía persistía con fuerza. Logró ser una persona mediantemente “normal”, pero en realidad… Era como las dos caras de una misma moneda. Aparentaba una cosa, y luego era otra. Básicamente le resultaba igual que le insultaran. No estaba atado a la moralidad de ningún tipo, porque no había aprendido nada de eso y ni siquiera le prestó el más mínimo interés… Sin embargo, un día todo cambió. O parcialmente, su mundo se tornó distinto.

Dado que era o se consideraba un ermitaño, vivía aislado en las montañas, alejado de la gente, rodeado únicamente de la naturaleza. Sabía sobrevivir, así que no tenía problemas. No obstante, en un intento por suicidarse, fue por lo que se precipitó por un precipicio. Pero ni con esas, logró matarse. Pudo seguir respirando. Había tenido una suerte inmensa. No obstante, su cuerpo sufrió daños importantes y no era capaz de moverse por las lesiones. Pensó que moriría de esa manera. Pero era sólo eso… Un mero pensamiento. Se pasó días enteros ahí en la intemperie, cada vez más débil. Y uno de esos días, fue encontrado.

Un monje lo localizó a lomos de su bisonte volador. Quiso saber quién era, qué le había pasado. Fue demasiado obvio que no obtuvo información de ningún tipo. Así que ese monje, sintiendo compasión, se lo llevó con él con los Acólitos del Aire. Allí, le atendieron debidamente. Se pasó meses y meses en cama, esperando a recuperarse. Pero siguió sin decir quién era, aunque no tardaron en descubrirlo. Él creyó que le llevarían lejos, que lo echarían de su peculiar comunidad… Pero no. El líder dejó bien claro que no sería así. Su cuerpo estaba tan machacado que no fue capaz de recordar cómo se llamaba ese tipo, ni el que parecía ser su hijo más pequeño, quien a su misma vez parecía guardar un parecido con su propia persona que con ese calvo de la flecha tatuada.

Era raro que abriera sus ojos, un par de rubíes de un pigmento concentrado, que parecía brillar por sí solo, como si realmente tuviera luz. Lo único que llevaba encima todavía, eran sus pantalones negros hasta las rodillas. Lo demás… Montones de vendajes cubriéndole. Seguro tendría muchos huesos rotos pero él ya estaba adaptado al dolor, no le importaba sentirlo, de hecho… Le gustaba. Era puramente masoquista. Y también un sádico.

Lo que no comprendió es por qué esos monjes, sabiendo que él era el “Niño Genocida”, habían dejado que permaneciera aquí. Tal vez sólo esperaban a que se recuperase para que se fuera por su propio pie. Pero algo dentro de sí mismo, le decía que su lugar estaba aquí. Y nunca dudaba de hacerle caso a su instinto. Se consideraba un animal salvaje, después de todo. No se ataba a la moralidad humana, ni al sentimentalismo humano. Él sólo se ocupaba de hacer lo posible para sobrevivir el día a día. Aunque nunca esperaría piedad de absolutamente nadie. No esperaría nada de nadie, mejor dicho.

- Hola. – Sus pensamientos, se vieron interrumpidos por alguien que acababa de romper su soledad y su silencio. Continuaba postrado en una cama. – Ha pasado mucho, ¿Eh? – Le vio sonreír pero el chico siguió impasible. – ¿Cómo te sientes? Pareces tener un mejor aspecto. La verdad, estaba un poco preocupado por ti. Cuando llegaste por primera vez… Lucías muy mal. – No paraba de hablar. Incluso se acercó, sentándose a la orilla de la cama. – Hablé con los médicos que te atendieron y me contaron que pronto te recuperarás. ¿No es eso una buena noticia?

Pero el muchacho continuó en silencio. Solamente observaba con atención a su interlocutor. Parecía un monje budista bastante experimentado, seguro era el líder. Más, no le importaba lo más mínimo.

- ¿Por qué…? – Habló por primera vez. - ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué lo habéis permitido? No sabéis nada de mí.
- Bueno… Tenemos ciertos conocimientos sobre ti pero, parece ser que esa vida la dejaste atrás, ¿No es así? – Cuestionó aunque ya supuso que no recibiría respuesta. – Necesitabas ayuda urgentemente, por eso fuiste traído aquí y por eso te di una oportunidad para que pudieras redimirte de tus… Pecados.
- No sé de qué pecados me hablas.
- ¿Tal vez de tus asesinatos múltiples? ¿A todas aquellas personas a las cuales has matado?
- ¿Eso es un pecado…? – Esbozó una pequeña sonrisa. – No lo sabía…
- Para alguien que sabe cómo matar a una persona, es improbable que no sepa lo que está haciendo.
- No estoy atado a nada en este mundo. Ni a la moralidad ni al sentimentalismo, a nada. Por eso… Nada me importa. Si me quieres matar, entonces está bien. Si prefieres morir, entonces también.
“¿Qué clase de pensamiento es ese…?” – pensó, preocupado. - ¿No tienes familia?
- No lo sé. Abandoné a mi familia después de que me enseñaran a matar y aprendí a vivir a mi manera. La verdad, no sé qué es una familia, realmente. – Dejó de sonreír y de nuevo, sus ojos se mostraron vacíos. – Matar es una necesidad, para los animales, ¿Por qué para el humano debería ser distinto?
- Nosotros no somos animales salvajes, somos capaces de razonar.
- Es una excusa barata… Seguimos siendo animales salvajes, pero nos creemos superiores sólo por ser “ligeramente diferentes” – recalcó las últimas palabras aunque no pudiera mover ni sus manos.
- Dime, muchacho… ¿Cómo te llamas?
“Niño Genocida” – respondió tan ancho.
- Me refiero a tu verdadero nombre.
- … … - Permaneció en silencio. – Soy Chara.
- Bien, Chara… Yo soy Aang. – Se presentó. – Me gustaría que te quedaras aquí, para poder enseñarte qué es el mundo en verdad.
- Aha… Ahahaha… Hahaha, ha… - Rió, formando una tétrica sonrisa. – No creo que sea una buena decisión la tuya… Si me quedo os podría matar a todos sin sentir el más mínimo arrepentimiento.
- Estoy convencido que no será así.
- ¿Qué te hace pensar eso?
- Simplemente… Confío en las cosas buenas que tengas aquí dentro. – Tocó su pecho con suavidad. – Tengo que atender unos asuntos, vendré a verte más seguido… Chara.
- Vete al infierno.

Sí, así fue durante el principio… Una relación complicada, entre el Avatar Aang y Chara, más conocido como “Niño Genocida”. Él siguió recuperándose. Los médicos para sentirse más seguros, anestesiaban a Chara con el fin de revisarle adecuadamente. Tal y la fama que se cargaba en los hombros, los especialistas preferían no jugársela y más teniendo herramientas más que aptas para matar a alguien. Aang no pudo decirles que no, al estar en su derecho. Aang comprendía la peligrosidad de Chara.

Sin embargo Aang había notado algo.

Chara hacía un pequeño tiempo que conoció a Frisk, su hijo adoptivo. Tal indicaba que Frisk influía positivamente en Chara, aunque éste seguía siendo reacio a aceptarlos a ellos y a cualquier cosa, había que admitir que aparte de testarudo, era realmente un chico complicado de entender. Más, lo que preocupaba a Aang, era la inestabilidad de Chara y sus múltiples cambios de humor. Era demasiado obvio que cuando hablaba, indicaba que había sufrido mucho a causa de sus padres, más si éstos sólo le enseñaron el horrible mundo de la muerte.

Por eso, Aang se propuso hacerle cambiar. Hacer cambiar a Chara y salvarle de sus tinieblas.

Pasaron alrededor de dos años, a partir de entonces. Durante ese tiempo, Chara se quedó a vivir con los Acólitos del Aire, sólo por petición de Frisk, así que no le quedó más remedio que acceder. Chara, al mismo tiempo, recibía lecciones impartidas por el propio Aang, también en presencia de Frisk y a veces de Tenzin, su hijo biológico. Y aunque Tenzin trató de ser amable, no hubo manera de que pudiera acercarse en ningún sentido a Chara, éste siempre desprendía un aura pesada, cargada de negatividad y especialmente de muerte.

Pero Chara mostró poco a poco pequeños cambios. La persistencia de Aang parecía ir dando sus frutos, lentamente, además de que lo lograba también gracias a la interacción de Frisk con el chico. Algo que los sorprendió a todos, fue el parecido físico de ambos muchachitos de ahora catorce años. Eran casi como dos gotas de agua salvo por pequeñas diferencias: Frisk era de piel más morena, de ojos castaños y finos, su tono de pelo era un castaño más oscuro, y corto; su rostro siempre lucía amable y dulce. Al contrario que él, Chara era de tez más pálida y de sonrosadas mejillas, su mirada era un poco alargada que le daba elegancia, de un color rubí intenso y brillante cuyas pupilas solían ser completamente verticales, su pelo era más claro que el de Frisk pero con el mismo estilo de peinado; su cara siempre era más impasible con una expresión fría pero atenta y escalofriante, a veces la cambiaba y mostraba un lado… Psicópata. Otra diferencia destacable… Era la altura. Frisk era más bajito, aproximadamente de metro y medio, Chara parecía ser cinco centímetros más alto, no era mucho, pero sí algo.

Afortunadamente nadie les confundía. A Chara le gustaba usar su jersey verde con una línea amarilla. Nunca usaba la vestimenta de los monjes, odiaba bastante seguir las normas, así que no era de extrañar que fuera el único en dar problemas. Frisk era más pacífico, aunque no se había rapado la cabeza, sí había respetado el resto de las reglas. Aang usualmente se las veía negras con Chara… Especialmente cuando trataba de enseñarle cómo usar su elemento. Por alguna razón… A Chara se le descontrolaba. Y Aang pronto entendió la razón.

Chara era inestable, emocional y mentalmente. El fuego, que era un elemento influenciado mayormente por los sentimientos, requería de un orden en éstos para poder ser dominado… Y aquí era donde Chara entraba en conflicto. Él no tenía equilibrio alguno, ni en su corazón ni en su cabeza. Al principio Aang creyó que sería normal, por eso le dejaba practicar junto a otros pupilos de su mismo elemento… Pero con el tiempo… Llegó al extremo de prohibírselo, aunque no le gustara. Chara era muy, muy agresivo, demasiado. Era imposible que se enfrentara contra un compañero de manera amistosa para practicar, siempre terminaba haciendo daño de una manera muy seria.

Por supuesto, Chara tenía totalmente negada la entrada a la cocina por el asunto de los cuchillos y distintas herramientas que eran armas blancas. Aang era consciente que Chara aún continuaba siendo muy capaz de matar a cualquiera si se empeñaba en ello. Era un muchacho muy complicado y últimamente… Empezaba a salírsele de las manos, lo cual le preocupaba. Chara no se dejaba atar de ninguna manera en ningún sentido. Sin embargo… Aang no estaba solo.

Siempre tenía la ayuda de Frisk, la única persona que parecía poder tocar realmente el corazón de Chara.

De hecho, hoy los dos yacían juntos en el jardín, bajo la sombra de un árbol. Frisk sentado, Chara tumbado y por supuesto sin usar la vestimenta de los monjes. Ya nadie le decía nada, porque sabían que era inútil. Chara era un rebelde en toda regla. Y Aang trataba de ser flexible con él, hasta cierto punto.

- Oye Frisk. – Habló Chara. - ¿Nunca te has interesado en cómo podría ser para ti vivir a tu manera en este mundo?
- No, la verdad no.
- ¿Por qué? ¿No te atreves?
- No es que no me atreva… Lo que pasa es que yo soy feliz aquí con mi familia.
- Ellos no son nada tuyo.
- Biológicamente. Pero eso no me ha importado. Aang me dio un hogar y me acogió en el seno de su clan así que… Me siento feliz.
- … - Chara permaneció en silencio. - ¿Qué es sentirse feliz? ¿Por qué permanecer junto a alguien que no es nada para ti? No tiene sentido.
- Para ti no lo tendrá, pero para mí sí. – Dijo Frisk. – Yo creo que sentirte feliz es… Estar contento y cómodo con alguien, alguien que se preocupe por ti y te cuide, que sepas que está ahí para ti. Ya no se trata sólo de compartir parentesco sanguíneo, va más allá, permanece en los sentimientos.
- Ps… No lo comprendo.
- ¿Tan difícil es para ti? – Frisk arqueó sus cejas. - ¿Qué sueles sentir normalmente?
- Nada. No siento nada. Sólo un vacío muy grande, que nunca puede llenarse.
- Chara… Eso es imposible.
- Bueno, todo depende del punto de vista. Tú eres un enano sentimentalista y pacifista. Yo soy un genocida a quien no le importa la vida, porque no le doy ningún valor. Yo voy en contra de vuestras creencias y aún así me aceptáis aquí… Sois todos una pandilla de imbéciles acabados.
- Guarda más respeto. – Frisk se molestó. – No tenemos la culpa de que no nos entiendas. Debes comprender que nosotros no debemos adaptarnos a ti, si no tú a nosotros.
- No estoy obligado a hacerlo, ¿O sí?
- Bf… - Bufó. – Chara, dime una cosa. – Pidió. - ¿Por qué te quedaste aquí, sabiendo que eres libre de irte?
- ¿Acaso no fuiste tú, quien me lo pidió?
- ¿Lo hiciste por mí, entonces?
- Sí. Sólo porque me lo pediste. No supe negarme.
- Entonces… Es que realmente sientes algo ahí dentro. – Señaló su pecho.
- …
- ¿Verdad?
- …
- ¿Entonces tengo razón, no? – Insistió.
- A- aagghn, eres muy molesto. – Chara se levantó, llevándose las manos a los bolsillos. – Me largo de aquí. – Tenía vergüenza pero jamás lo admitiría, era algo que simplemente no entendía demasiado pero lo odiaba.
- ¡No es justo! ¡Espera! – Frisk reaccionó enseguida y le detuvo.

En un acto reflejo, Chara se giró y automáticamente, bloqueó a Frisk en el suelo, estando encima. El muchacho, se había asustado con esa reacción y más al ver esa expresión tan aterradora en los ojos de Chara… Ese par de rubíes, ahora bien abiertos, mostrándose cuales psicópatas… Y esa tétrica sonrisa. Frisk no se atrevió ni a moverse y tan siquiera a soltar alguna palabra. Se sentía como si estuviera frente a un peligro inminente, como si fuera a pasarle algo.

Chara no dijo absolutamente nada, razón de más para que Frisk cada vez tuviera más miedo. Creyó que realmente le haría daño pero, nada más lejos de la realidad. Se sorprendió enormemente cuando Chara se hizo dueño de sus labios. Fue algo inesperado y más viniendo del chico. No le desagradó el contacto… Quizá por eso se olvidó de todo momentáneamente para rodear su cuello y atraerlo a su propio cuerpo. No entendía demasiado por qué ni tampoco la razón por la cual Chara hacía esto pero… Frisk simplemente no se podía resistir a ello.

Chara no era ningún extraño para él, llevaban tiempo de conocerse. Quizá para muchos dos años no eran la gran cosa pero… No es como si Frisk hubiera tenido la oportunidad de tener a amigos cercanos. Aquí casi todos usaban el Aire Control. Y él… Era de Agua Control. Lo único que podía compartir con el resto era defensa personal, en lo cual era bastante bueno, pero consideraba que no llegaba al nivel de Chara pero éste debía de esforzarse mucho más… Llegó a escucharle decir a algún monje que estuvo pendiente de la recuperación de Chara que éste aún tendría ciertos problemas para depende qué trabajos físicos.

Así que buscó, en su momento, las respuestas en Aang. Lo que pudo descubrir es que Chara seguramente habría cometido muchísimas locuras antes de ser encontrado en tal estado, y que su cuerpo aún tendría secuelas de las lesiones, pero podrían curarse de atenderse correctamente.

- ¿Qué…? – Quiso preguntar Frisk una vez el otro se separó de él para dejarle respirar.
- No vuelvas a hacer lo que has hecho antes, es peligroso. – Chara se adelantó. Parecía más calmado. – No me gusta que me cojan cuando estoy de espaldas, me altera.
- Lo lamento. – Se disculpó mientras el chico se reincorporaba al otro apartarse. – E- esto… Lo que has hecho… ¿Por qué?
- No lo sé. Simplemente seguí mi instinto.

Frisk se lo quedó mirando. Chara parecía serle sincero. Los sentimientos eran un problema para Chara, dado que nunca le enseñaron qué era y nunca se interesó por ello. Su vida hasta hacía poco era vivir para matar y gozar del asesinato y la tortura… Y luego aislarse en las montañas, cual ermitaño despreocupado, sin tener contacto con la gente. Muchas veces, Frisk llegó a preguntarse si una soledad como esa no terminaba por cansar… Chara no hablaba de ello, así que era un completo misterio.

- Ah, aquí estáis. – Escucharon una voz que reconocieron al instante. Frisk más que Chara.
- ¡¡Papá!! – Frisk se levantó automáticamente para correr hacia Aang y abrazarle.

Por supuesto, fue recibido por el Avatar con los brazos abiertos. Chara permaneció quieto y sin decir nada pero no parecía cómodo con la presencia del hombre en estos precisos instantes.

- Os estaba buscando, ¿Estuvisteis aquí todo el tiempo? – Preguntó Aang, con tranquilidad.

- Sí. Yo acabé con mis tareas así que, vine aquí y me encontré a Chara.
- ¿Cómo te fue todo? – Le sonrió al más bajito.
- Bien, ¡Cada día intento hacerlo mejor!
- ¡Ese es el espíritu! – Exclamó el hombre. – Pero al parecer os habéis olvidado, los dos, de que os toca un poco de entrenamiento.
- Pero… ¿Cómo vamos a entrenar? – Frisk dudaba y miró a Chara y de nuevo a Aang. – No podemos usar Aire Control.
- Bueno, para eso estoy yo aquí. – Sonrió el adulto. – Soy el Avatar así que os puedo enseñar personalmente.
- ¡Qué bien! ¡¿Has oído eso Cha…?! – Al mirar a su amigo, éste se había levantado y se fue sin más. - ¿Qué…? ¿Qué le pasa?
- Ah… - Suspiró Aang. – Ya me ocupo yo, ¿De acuerdo, Frisk? – Le sonrió al menor.

Frisk asintió y antes de quedarse solo, Aang besó su cabeza con cariño y se marchó detrás de Chara. Frisk regresó a la sombra del árbol, esperando hasta que los dos volvieran… Eso si es que volvían. Frisk siempre había sido consciente de que Chara todavía no terminaba de tragar a Aang, por lo diferentes que eran… Aunque en raras ocasiones toleraba su presencia y compañía. Pero eran sólo eso… Raras ocasiones.

Chara se había alejado de ahí. Cada vez que veía esas ridículas escenitas, algo dentro de él se revolvía y le hacía sentir asco. No lo comprendía, realmente no lo comprendía. Se supone que su vida era sólo morir o matar… Que eso era la vida en sí y su pensamiento, la razón por la cual seguía respirando. ¿Y sin embargo, qué? ¿Qué estaba haciendo ahora mismo? ¿Por qué ahora cuando pensaba en matar, había algo que le decía, dentro de sí mismo, que no era lo correcto? ¿Desde cuándo no lo era?

Entró en los pasillos, siendo iluminado por el sol y a veces por las sombras de las columnas. Se había puesto de muy mal humor. Ahora mismo no le importaría degollar a alguien.

- Chara, espera. – Escuchó la voz de Aang, así que se detuvo, quedando a la sombra. Y fue causalidad porque el Avatar permaneció iluminado por el sol.
- ¿Qué demonios quieres? – Respondió de malas maneras.
- Hablar contigo, por supuesto.
- Estoy demasiado enfadado como para dirigirte la palabra, así que abstente de permanecer cerca de mí.
- Sé que no me harías nada.
- Cállate, ¿Tú qué sabrás de mí?
- Sé lo suficiente como para ser consciente que no tienes deseos de matar. ¿O me equivoco? – Chara no le contestó aunque eso Aang ya lo supuso de antemano. Era algo habitual que el chaval no respondiera cuando le preguntaban. – Chara, escúchame por favor. – Pidió. – Es normal que te cueste habituarte a nosotros y que las cosas te sigan impactando pero… Alejándote no es la solución, ¿Lo sabes verdad?

No recibió respuesta. Chara siguió de espaldas a él. Y nada angustiaba más a Aang que ver el muro que le alejaba del chico… Era realmente preocupante. Aang sabía que Chara tenía cosas buenas en su corazón pero… Había vivido por tanto tiempo en la oscuridad que no se percató de ello, de la existencia de los sentimientos. Quizá, por estar conociéndolos ahora, era que provocaba un choque en él o… En el peor de los casos: un conflicto interno. Y Aang, por experiencia propia, sabía mejor que nadie cuán malos eran los conflictos internos.

Y más en personas vulnerables como Chara.

Puede que Chara se hiciera el fuerte, pero ante los ojos de Aang era demasiado evidente que el chico era sensible. A pesar de todo, Chara desconocía el mundo, y seguramente se hacía preguntas casi de manera constante. Pero lo que el hombre no deseaba, era que Chara se dejara llevar por la oscuridad, que las garras de las tinieblas se apoderasen de su corazón y escogiera un nefasto destino… Tal y como ahora parecía estar ocurriéndole, al alejarse de todo y todos, incluido Frisk.

- No eres tan mala persona como crees ser, Chara. – Habló Aang una vez más, rompiendo el silencio. – Chara, comprendo por…
- ¡¿Qué comprendes tú?! – Le interrumpió, alzando la voz de repente. - ¡Te crees que me entiendes! ¡Te crees que sabes todo de mí! ¡Te crees saberlo todo! ¡Pero realmente no sabes nada! ¡Ni del mundo! ¡Ni de las personas! ¡Mucho menos de mí! – Aún permanecía de espaldas a Aang. - ¡Deja de decirme ideas estúpidas sólo para influenciarme! ¡No voy a permitir que nadie me susurre ideas en mi oído esperando que haga caso cual perrito faldero! ¡Porque no lo voy a pasar por alto!
- ¡No…! ¡No es eso, de verdad…!
- ¡¿Entonces qué es?! – Se puso de perfil, mirando de una manera penetrante al Avatar. - ¡¿Piensas que sabes entender al mundo entero sólo por ser quien eres?! ¡Déjame decirte una cosa, Avatar Aang! – Le señaló, mientras su mano derecha se rodeaba de fuego. - ¡Tú y yo pertenecemos a mundos distintos! ¡Tú ves las cosas a tu manera y yo las veo a la mía! ¡Pero claro, no eres capaz de aceptar mi manera de pensar! ¡Por eso mismo intentas hacerme cambiar!
- Chara, yo…
- ¡Eso es una cobardía en toda regla! ¡¿Por qué debo de cambiar?! ¡¿Para qué la gente me admita?! ¡¿Para estar cerca de las personas?! ¡¿Desde cuándo tener relaciones sociales, fue algo que importase en este mundo?!
- No se trata de que cambies por el bien de otros… Se trata por tu propio bien. – Pudo decir. – Mira… Soy consciente de que tal vez no lo estés pasando bien y trato de ayudarte a superar esa transición. Pero alejándote y apartándome, no es la solución. Yo sé que muy en el fondo… Sólo quieres salir de esa oscuridad que tanto te está castigando.

Chara apretó las manos, con rabia. Sus pupilas se tornaron completamente verticales, y el color de sus ojos se tornó brillante, como si tuviera luz propia. Esa expresión de furia no le gustó lo más mínimo a Aang, éste, pudo percibir a través de la energía que Chara desprendía, que su furia aumentaba a niveles exorbitados… Y se preguntó… ¿Por qué tanto enojo? ¿Cuál era el origen?

Sabiendo que era arriesgado, Aang tomó la decisión de ir acercándose poco a poco a Chara, pero éste retrocedía, sin atacarle por el momento. Más era demasiado obvio que lo haría en cualquier instante. Pero lo que el Avatar deseaba hacer… Era calmarle, llegar hasta él, hasta su corazón. Y llegar de verdad, traspasar esa barrera que Chara se había impuesto a sí mismo para mantener las distancias con el resto de la gente.

- ¡Deja de desafiarme, maldita sea! – Movió sus manos, destrozando uno de los pilares del pasillo. Pero eso no detuvo a Aang. - ¡¿Por qué?! ¡¿Simplemente por qué?! ¡¿Por qué estás tan obsesionado conmigo?! ¡Por más que lo intentes yo no voy a cambiar! ¡Hablas de sentimientos y de corazón pero el mío está maldito! ¡Yo no soy lo que tú crees que soy! – Gritaba, manipulado por su ira. - ¡Así que…! ¡¿Por qué insistes tanto conmigo?!
- Porque a pesar de todo, eres importante para mí. No importa que sólo hayan pasado dos años. Al igual que Frisk, te considero alguien de mi familia.
- Aha… Hahaha… ¡HAHAHAHAHAHA! – Se rió escandalosamente. - ¡¿FAMILIA?! ¡¿QUÉ ES UNA FAMILIA?! ¡Tú no eres mi familia! ¡Yo no la tengo! ¡Así que mejor…! – Chara avanzó hacia Aang. - ¡¡MEJOR CÁLLATE!!

Aang retrocedió unos pasos, evitando el ataque de Chara. Siguió esquivándole, sin muchos problemas pero el chaval se movía realmente muy rápido. Fue alcanzado en repetidas ocasiones pero usualmente bloqueaba los puñetazos y las patadas que Chara trataba de darle, incluso se protegía perfectamente de sus ráfagas de fuego, que eran más potentes de lo normal. Aang entendió que el elemento del muchacho se estaba viendo reforzado especialmente por dejarse llevar por la furia, y por su lado más enfermizo… Su faceta como genocida. Era un poco difícil evitarle en algunas veces, pero Aang lo lograba, gracias a que tenía experiencia en la batalla.

Y aunque no le gustó, tuvo que golpear a Chara en todo el estómago, enviándolo a la otra punta del pasillo, pero el chico se levantó como si nada. La sonrisa que decoraba el rostro del joven, le indicó perfectamente al hombre que no se iba a rendir. Aang no quería hacerle ningún daño, prefería hablar las cosas y llegar a un punto de entendimiento pero, ahora mismo… Con Chara era inútil. No podía conversar civilizadamente con él. Chara no le escucharía.

Todo indicaba que debía de pelear contra su persona, pero no lo haría. Por sus santos cojones que no lo haría. Era demasiado obvio que Chara no se rendiría, parecía estar lleno de determinación a enfrentársele… Aang mismo era consciente que con mantenerse a la defensiva no serviría de nada, a la larga. Pero él se mantendría en sus trece. No le haría daño. Chara era muy joven e ingenuo, aunque ya hubiera visto el mundo de la muerte y asesinado a muchas personas… Incluso alguien como este chico merecía nuevas oportunidades de redención, si no… ¿Qué? ¿Le apartarían? No, esa no era la solución. Y Aang lo sabía.

Lo que Chara necesitaba era apoyo, era cariño y ser enseñado adecuadamente. Poco a poco su pensamiento cambiaría.

- ¡¡Chara ya basta!! ¡No hay necesidad de pelear! – Le dijo Aang en un intento por evitar la pelea.
- ¡HAHA! ¡VOY A MATARTE! – Le gritó. - ¡A TI Y A TODOS LOS QUE VIVÍS AQUÍ! ¡NO VOY A DEJAR A NADIE VIVO!
- ¡Por favor, recapacita! ¡Sé que en el fondo no quieres hacerlo! – Aang se vio obligado a crear bloques de tierra en los que Chara se estrelló de pleno en varias ocasiones… Pero a pesar de eso… No se detenía.
- ¡¡Tú no sabes nada sobre mí!! ¡Mejor cierra el pico! ¡Esta es mi auténtica naturaleza y nadie la va a cambiar! ¡Mucho menos tú! – Contestó.

Chara evitó los bloques de tierra, esta vez con agilidad y alzó la mano al estar frente a Aang, quien creó una ráfaga de aire con la cual, Chara volvió a ser alejado bruscamente. Cayó al suelo, pero a pesar de los golpes que se dio, se levantó todavía con esa sonrisa. El hombre veía muy angustiado la actitud del joven, quien le atacó con fuertes bolas de fuego en diferentes ritmos pero, lo que le llamó la atención a Aang, es que Chara cayó al suelo por sí solo y entendió a qué se debía.

- ¡¿Es que no lo estás viendo, Chara?! – Habló Aang. - ¡Tu cuerpo no puede seguirte! ¡Aún tienes las secuelas de tus lesiones!
- Qué me importa a mí el estado de mi cuerpo… - Susurró, poniéndose en pie, alzando su rostro con esa maligna y ominosa sonrisa.
- ¡Chara! ¡Razona de una vez! ¡No vas a poder aguantar! – Aang sólo se angustiaba más. Era increíble que al chico poco le interesara en qué condiciones se encontrara… Parecía que sólo quería seguir adelante.

Chara no le escuchaba. Durante las dos horas siguientes, siguieron peleando sin descanso. El joven no se detenía en ningún momento, se empeñaba y se empeñaba en su intento por “matarle”. Había veces en las que Aang no tenía tiempo a reaccionar y Chara le alcanzaba. Pero Aang continuaba negándose a hacerle daño, por eso, en todo este tiempo, se mantuvo a la defensiva, usando los distintos elementos para combinarlos y así mejorar su defensa y su rapidez de movimiento.

Chara solía fallar cuando atacaba a distancia, el fuego que usaba se desviaba al no estar concentrado en un punto en sí. La furia podía de sobras con él pero no le ayudaba a concentrarse. De todos modos, Chara no se rendía. Su determinación era tal que simplemente seguía y seguía aunque no obtuviera ningún beneficio. Además, Aang ya veía que el cuerpo del muchacho era incapaz de seguirle el ritmo y más después de los tremendos golpes que se había llevado entre los bloques de tierra y la combinación defensiva que hacía el Avatar, y las propias caídas del chico.

Aang veía que nada parecía ser una solución… Chara no razonaba, había perdido la “mentalidad” por decirlo de alguna manera. Parecía simplemente determinado en matarlo, aún viendo que no era capaz ni tan siquiera de acercársele excepto cuando iba demasiado rápido. Justo y como había pasado ahora. Aang se vio acorralado entre el muro del pasillo y Chara, quien tenía su mano derecha alzada, dispuesto, al parecer, de darle el golpe de gracia.

Pero por alguna razón… Chara se mantenía inmóvil. Aang no veía sus ojos, al estar éstos ocultos por su flequillo. Era extraño pero, entonces, se sorprendió cuando se dio cuenta que Chara… Lloraba.

- ¿Por qué…? – Susurró. – A pesar de todo… ¿Por qué…? – Cuestionaba sin ser capaz de alzar la voz. – Te rehusaste a atacarme… Desde que he venido aquí… Te has negado a dejarme ir, te has empeñado en… Tenerme cerca… En mantenerme cerca de ti… ¿Por qué…?

Aang esbozó una comprensiva sonrisa, al parecer… Esta batalla había tenido el efecto que buscó al tratar de hablar las cosas con él. Creyó que no lo lograría pero, se alegraba de haberse equivocado.

- Porque eres una buena persona. – Respondió, calmadamente.
- ¿Una… Buena persona? – Repitió. - ¿Quién? ¿Quién es una buena persona?
- Tú, Chara. Tú lo eres.
- No. Soy sólo un corazón maldito… Eso es todo. Por eso no siento… Por eso no padezco.
- ¿De verdad? Entonces dime, ¿Por qué no me has matado? Puedes hacerlo, tienes tu oportunidad. – Le dijo, más Chara no dijo nada. Sus ojos a pesar de permanecer ocultos, seguían liberando agua salada. - ¿No te has dado cuenta, Chara? Eres una gran persona, sólo necesitabas encontrar a las personas indicadas para que te ayudaran. Para que te hicieran posible salir a la luz. Sólo necesitabas apoyo.
- Te di motivos suficientes para odiarme… Para que me apartaras… Realmente… No lo entiendo… Yo… - Sollozó. – No comprendo nada…
- ¿Qué? ¿Ya lo has olvidado? – Le preguntó Aang, haciendo que Chara le mirase, por fin. – No importa las razones que me hayas dado para que yo te dejara ir, para que te rechazara y te expulsara de este lugar. Eres importante para mí y aunque no lo creas también para Frisk. Eres parte de nuestra familia por más que te has negado a aceptarlo. – Contaba, con una amable y cálida sonrisa. – Nunca he perdido la esperanza en ti, he seguido creyendo en ti y la luz de tu corazón. – Vio la sorpresa reflejada en el rostro del muchacho. – Quizá mi fallo fue no decirte que te quiero, y que hicieras lo que hicieras, siempre sería capaz de perdonarte.
- … - Chara fue incapaz de decir nada durante los próximos instantes. Pero lentamente su mirada fue llenándose de lágrimas más abundantes y su expresión fue cambiando. – A- Aang yo… - Su voz sonó entrecortada. – L- lo siento…
- Está bien. – Aang sonrió. Extendió sus brazos, con los que acercó al chico para abrazarle. – No te preocupes, ¿De acuerdo? – Le acariciaba la cabeza. – Ya verás como todo saldrá bien.
- Lo siento… Lo siento mucho…
- Tranquilo, todos cometemos nuestros errores. Sin embargo, si nos arrepentimos de ello sinceramente, entonces tenemos derecho a una nueva oportunidad. – Dijo. – Tú mismo lo has comprobado. Eres una buena persona, sólo necesitas el apoyo y el cariño que nunca recibiste, pero eso se puede solucionar.
- Pe- pero yo… - Se apartó para mirarle de frente. – Yo intenté… Matarte.
- Pero no lo hiciste, tú mismo te frenaste, porque has entendido que no es correcto. Así que no pasa nada. – Acercó sus manos a las mejillas de Chara para secarle las lágrimas. – Todo está bien ahora, ¿De acuerdo? Nos tienes a todos a tu lado, no hay razón para que te sigas apartando.

Desde aquél día, las cosas comenzaron a cambiar de manera positiva. Chara aprendía poco a poco a ser más sociable y pasaba más tiempo con Frisk, con quien ahora compartía una amistad profunda y estrecha. Al unísono, ambos, entrenaban juntos, bajo la supervisión de Aang, quien les enseñaba cómo dominar su elemento. Chara seguía teniendo problemas y de vez en cuando, al frustrarse, se enfadaba y simplemente se iba a otra parte. Pero Aang siempre estaba ahí para apoyarle.

Aang, poco a poco, le fue mostrando a Chara cómo era tener una auténtica familia y lo bien que era sentirse el hecho de compartir con alguien un vínculo, como por ejemplo el que tenía con Frisk. Chara fue entrando lentamente dentro del mundo de los sentimientos. Seguía un poco reacio y era muy normal en él, reprimirse por cualquier cosa, o por mera inseguridad de hacer algo y quedarse al lado del árbol del jardín, como queriendo esconderse. Tanto Frisk como Aang, comprendían su posición, y se hallaban ahí para demostrarle que estaban a su lado.

Ellos dos, se convirtieron en los pilares más importantes para Chara y pronto, éste dejó atrás su antiguo pensamiento de matar o morir, e incluso de que su corazón estaba maldito. Encontró una estabilidad, una que le dieron Aang y Frisk, con los cuales decidió ser parte de su familia. Y lo demostró, al empezar a llevarse bien con Tenzin y el resto de monjes que vivían cerca. Muchas veces, Frisk y Chara se encontraban en compañía de Aang en el jardín y se sentaban junto a éste, para pasar el rato. Chara no solía decir gran cosa, por eso Frisk se las apañaba para sacar lo mejor de su gran amigo.

Lo mejor de todo es que Chara ya no se descontrolaba. Gracias a la insistencia, a la paciencia y al afecto de Aang, Chara consiguió avanzar con su dominio con el fuego. Lo que antes eran emociones de pura destrucción y de no valorar la vida… Ahora eran totalmente sentimientos diferentes. Durante esa transición, Chara fue incapaz de usar su poder, al perder la base para el uso de éste pero… Halló la manera, para recuperarlo, por encontrar un motivo, un sentimiento que pudiera substituir sus antiguos pensamientos. Actualmente, Chara era movido por el amor a los suyos.

Frisk estaba realmente contento, así como Aang, orgulloso de haber conseguido sacar al verdadero Chara de toda esa oscuridad. Costaba de creer el cambio tan drástico que había dado. Y podía llegar a entender lo que a una persona le pasaría de criarse y educarse sin el calor de una familia, sin el cariño, sin los sentimientos más importantes del ser humano. Chara era la prueba de ello. El mote que antes ocupaba, con el tiempo desapareció. Dejaron de llamarle“Niño Genocida”.

A pesar de todo, Chara seguía teniendo un carácter de mil demonios, dentro de la calma que solía ahora desprender. Era fácil avergonzarle, y difícil hacerle sacar su lado más tierno y dulce pero, cuando pasaba, Chara siempre actuaba de manera sincera. Era bastante enternecedor, especialmente para Aang, cuando Chara se comportaba de manera tímida. Cuando alguien proponía algo y él se quedaba como apartado. En muchas ocasiones, Aang mismo pudo comprobarlo cuando les invitaba a Frisk y a él a jugar un rato, para que pudieran seguir siendo niños dentro de sus estrictas obligaciones. Chara solía quedarse regazado, con una carita de pena por su inseguridad… Como preguntando si realmente podía participar. Y esa pequeña sonrisa que solía mostrar cuando le extendían la mano, para que viniera con ellos.

Ese niño lleno de oscuridad, que derramaba la sangre, que no le daba valor a nada… Ése, ya no existía. Había desaparecido, para dejar que la luz gobernase ese corazón que siempre necesitó de apoyo y cariño, de protección. Ahora, todos estaban totalmente tranquilos, sabiendo que Chara ya no haría daño a nadie. Ahora… Chara era uno más del grupo.

- Oye. – Habló Frisk, sentado de espaldas al pecho de Chara, los dos, de nuevo bajo la sombra del árbol.
- ¿Hm? – Hizo su interlocutor.
- ¿Sabes una cosa? – Se movió un poco, para mirarle. – Me gustas mucho. – Al decir eso, Chara le observó, sorprendido. – Llevaba tiempo dándole vueltas al asunto porque al principio no lo comprendía, así que se lo pregunté a Aang.
- Hm… - Suspiró, rascándose la cabeza. No sabía qué hacer o qué decir.
- Por eso sé que te quiero mucho, pero no de manera fraternal.
- Frisk me estás poniendo nervioso…
- ¿Eeeeeh? ¿Por qué? – Actuó de manera infantil. - ¡Eres tú el primero que me demostró que me quería!
- ¿Qué? – Alzó las cejas. - ¿Cuándo hice eso?
- Cuando me diste ese beso hace tiempo, ¿Recuerdas?
- O- oh mierda… - Se tapó la cara. – Qué vergüenza…
- ¡Jajajaja! ¡No! ¡No hay que tenerla! ¡No es malo! – Frisk parecía feliz. - ¡Si yo también te quiero mucho, Chara!
- Ya… - Miró a otra parte, cohibido.
- ¿Qué? Es que… ¿No te parece bien? – Frisk se desanimó.
- ¡¿Eh?! ¡No! ¡Claro que me lo parece! – Chara reaccionó enseguida. – Es… Bueno… Es sólo que… Debí de decírtelo directamente, no sé…
- Aang me suele decir que a veces una acción vale más que mil palabras. – Frisk esbozó una amplia sonrisa. - ¿No crees que tiene razón?
- Supongo. Es el Avatar, sabe muchas cosas.
- Yo prefiero verle como mi padre. Aunque sea el Avatar, no deja de ser una persona, ¿No?
- Ya… Pero, ¿Es especial, no?
- Bueno… ¡Pero Aang prefiere que le veamos como alguien normal! Él nos ve así y quiere lo mismo.
- Entiendo… Tiene su lógica.
- ¿Y qué? ¿Cómo te parece que es Aang como papá? ¿A qué es divertido? – Frisk se rió, haciendo sonreír a Chara.
- Sí. Es alguien agradable. – Dijo pero vio que Frisk se giraba completamente. - ¿Qué? ¿Qué pasa…?
- Nada, que te quiero mucho. – Al oírle, Chara desvió la mirada, sonrojándose.
- Ya… Yo… Yo también. – Murmuró.
- ¿Eeeh? No te he oído, Chara.
- Que yo también… - Repitió, más abochornado que antes.
- Chara, grita más que no te escucho.
- ¡¡QUE TE QUIERO, JODER!!
- Ah, ahora sí.
- … … …
- ¡JAJAJAJAJAJAJAJA! ¡Qué cara has puesto, Chara!
- ¡¡FRISK!! ¡ESO NO SE VALE!
- ¡Aaah, no es culpa mía! – Se levantó rápidamente para salir corriendo.
- ¡ESPERA! ¡No vas a huir! – Y Chara fue detrás de él.

Se pasaron la tarde entera jugando el uno con el otro. Frisk se aprovechaba de su elemento para mojar a Chara, bueno, al menos se quitaban el calor de encima. Sin embargo, se divirtieron durante horas y horas, nadie les regañó, así que se estuvieron divirtiendo al máximo. Una vez anocheció, siguieron ahí, hasta que Aang pasaba y les vio. Suspiró, sonriendo y como diciendo: “no tienen remedio”. Se acercó, y cuando le vieron, ambos muchachitos se acercaron.

- ¿Qué? ¿Muy cansados?
- ¡Ha sido divertido, tendrías que haber estado aquí, papá! – Decía Frisk la mar de contento.
- He tenido cosas que hacer. Ya es un poco tarde, anda, vamos a cenar.
- ¡Sí! – Accedió Frisk, comenzando a caminar junto al hombre que se percató que Chara se quedaba atrás.
- Adelántate tú, enseguida voy. – Le dijo Aang al menor, quien asintió.

Aang miró a Chara y caminó hacia él, esbozándole una sonrisa. Una vez más, se enternecía al verle tan inseguro. Solía ser algo común en el chico pero el adulto estaba seguro que con el tiempo, eso cambiaría.

- ¿Vamos, Chara? – Aang le extendió la mano. – Hay que ir a cenar, ¿No? ¿O no tienes hambre?
- Sí. Sí que tengo. – Respondió. Entonces, al ver que Aang le insistía un poco, Chara cogió su mano.
- Entonces vamos, ya sabes que debemos estar pendientes de que Tenzin no nos queme la cocina.
- ¡Jajajajaja! ¡Tienes razón!

Así, los dos llegaron al salón donde Frisk les esperaba y entre los tres, decidieron ayudar a Tenzin con la comida. Para Chara, fue entretenido aprender a cocinar, aunque fuera un poquito. Aunque con los cuatro en la misma sala… Fue una escena memorable, para todos ellos. Chara se sintió feliz y se prometió a sí mismo, proteger a estas personas y hacer de este sitio, su verdadero hogar. Y por supuesto… Quedarse al lado de Frisk, para nunca abandonarle.

THE END

Notas finales:

¡Gracias por leer y/o comentar! ¡Hasta más ver!


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