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Between Light And Darkness por Sly_D_Cooper

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Notas del fanfic:

El escrito está inspirado en la canción de Try To Fight It de Shallow Side.


Para más curiosidades: Ichi es el hermano mayor, Ranma es el hermano mediano e Indra es el pequeño.

Ichinose Kazuya y Aki Kino eran un matrimonio feliz. A sus vidas vinieron dos mellizos: Ichinose, quien fue el primero en nacer y a quien llamaban Ichi para diferenciarlo del padre, y Ranma. Y al cabo de un año después, el destino les trajo a un tercer hijo: Indra. Al principio todo iba bien, no había ningún problema aunque estaba claro que Ranma era el más problemático. Era un muchachito que con sólo seis años no paraba quieto, siempre se metía por todas partes haciendo trastadas. Aunque con un poco de suerte, Aki conseguía hacer que el pequeño pudiera comprender que no hacía bien las cosas.

Ella e Ichinose se habían convertido en unos padres lo bastante ejemplares para ser la envidia de muchos. Se comunicaban mucho con sus hijos y siempre pasaban la mayor parte del tiempo que podían con ellos. Ichinose continuaba jugando al fútbol en Estados Unidos donde la familia se mudó para residir allí. Aki se quedaba en casa, el dinero no les faltaba así que por esa razón ella prefirió estar al cuidado de los chiquillos. El mayor de sus tres hijos: Ichi, era un hermano que solía ser muy cariñoso con Ranma y con Indra, de hecho, con Indra había demostrado estar más unido. Ranma de vez en cuando la liaba con ambos por igual, razón por la cual era regañado.

Indra era un niño que a pesar de su muy corta edad, mostró ser muy perceptivo y extremadamente inteligente, destacaba bastante. No obstante, eso no parecía importarle. Indra disfrutaba enormemente jugando con sus hermanos o con sus compañeros de colegio. Era muy sociable aunque a veces se asustase. Aki se percató que a pesar de la extrovertida personalidad del pequeño, éste era sensible, motivo que le llevaba a Ichi a ser sobreprotector con él. Los tres hermanos dentro de lo que cabe se querían y se respetaban, permanecían mucho tiempo juntos.

Sin embargo, una noche en específico, marcaría para siempre una diferencia importante. Con sólo tan cinco años, Indra dormía pero se despertó. Intranquilo, se levantó y abrió la puerta de su cuarto para salir de éste. Bajó las escaleras y se puso al lateral de la puerta corrediza del salón. Eran las doce y media de la noche, una hora a la que todos los niños de su edad ya descansaban pacíficamente.

- Mamá… - Llamó a Aki en un bajo tono de voz y aún así se le escuchó.

Sus padres, que estuvieron hablando con tranquilidad, se callaron sorprendidos y más al verle. Intercambiaron miradas y Aki se levantó del sofá para ir hacia el menor, que parecía pasarle algo.

- Indra, cariño, ¿Qué sucede? – Le preguntó, poniéndose de rodillas para estar a la altura del pequeño y cogerle de las manos. – Es un poco tarde, deberías estar durmiendo como tus hermanos.
- Es que… No puedo conciliar el sueño. – Contestó, de manera insegura. – Mamá… ¿Por qué… Por qué hay maldad en este mundo?

Aquella fue la pregunta que los sorprendió aquél día. Una pregunta que ni Aki ni Ichinose pudieron responder de manera adecuada, porque realmente no sabían cómo explicarle a Indra acerca de ese tema y más siendo el menor un niño de tan sólo cinco años. Sin embargo, aquella noche en la que Indra se levantó sólo para formular esa cuestión, levantó la preocupación de ambos padres… Porque ellos eran conscientes que no era nada normal que un muchachito se preocupara por un tema así… Usualmente los niños como Indra y sus hermanos, sólo se preocupaban por jugar y pasárselo bien y aprender.

Pero al parecer Indra era diferente. Muy diferente.

Durante las próximas primaveras, Ichinose y Aki creyeron que fue sólo algo puntual que le ocurrió a Indra, tal vez por alguna pesadilla o un mal sueño. Por eso no se preocuparon mucho por aquello pero no lo olvidaron, no debían olvidarlo y Aki lo recordaba mejor que nadie. Ella era la madre e Indra se pasaba mucho tiempo a su lado, de hecho, la mujer pudo percatarse que a diferencia de Ichi y Ranma, Indra aprendía a pasos gigantescos, era un niño avispado… Y junto a su esposo seguía pensando que sólo se debía a que Indra era diferente, nada más. Pero nadie se daba cuenta de cuán distintas eran las cosas en realidad.

Ranma e Ichi cumplieron los doce años e Indra los once. Los tres iban al mismo instituto. Ranma se había convertido en un gamberro al que solían expulsar de clase, Ichi destacaba un poco por sus notas pero especialmente porque era un genio en el fútbol, al parecer, sería igual que su padre o al menos aspiraba a eso. Por otra parte… Indra era un fracaso. Suspendía los exámenes, no prestaba atención en clases e incluso no hacía las tareas mandadas por sus profesores. Aki e Ichinose hablaron con el más joven y éste simplemente respondía que se aburría. Los adultos intentaron convencer a Indra de tener a Ichi por ejemplo, aunque Indra pareció molestarse. Comentó firmemente en que su hermano mayor era su hermano mayor y él era él, no debían de compararle.

Durante este tiempo, Aki e Ichinose fueron conscientes del gran cambio que había dado Indra. Aquél niño extrovertido, sociable y alegre ya no estaba entre ellos… Ahora era introvertido, callado y cada vez más distante, más frío e incluso podría decirse que más egoísta, no compartía nada de sus cosas y muchas veces prefería quedarse solo o encerrado en su cuarto que estar con su familia. Con sus hermanos. Ichi era quien en parte más sufría por ello debido a lo unido que estuvo con Indra y ahora le parecía que su hermano menor no le interesaba saber nada de él.

Ichinose y Aki decidieron hablar con los profesores de Indra para tener claro lo que podría estar ocurriendo. Los docentes hablaron que cada vez que Indra salía hacer un ejercicio de cualquier asignatura, lo llevaba a cabo de manera correcta pero que a la hora de los exámenes se aburría y perdía el interés. Ambos adultos se preocuparon hasta que ellos y el resto se sorprendieron cuando el psicólogo de la escuela propuso que Indra se sometiera a un test de capacidad intelectual. Fue una opción muy discutida así que para borrar cualquier duda, el psicólogo explicó algo en concreto.

Contó que los niños superdotados solían mostrar diversos comportamientos pero, cuando veían que no podían aprovechar sus grandes habilidades, perdían todo el interés, se aburrían y solían llegar al fracaso escolar. Entonces Ichinose y Aki decidieron aceptar, con tal de saber qué le ocurría a Indra… De esa manera, pasaron varios días y finalmente el joven de catorce años hizo ese test, la nota que sacó fue sorprendentemente altísima. Los profesores cuando lo vieron, se quedaron la mayoría boquiabiertos. Confirmaron entonces que Indra era superdotado, ya que su CI era de 165. Así pues, Ichinose y Aki comprendieron que se debía a ello y decidieron cambiar a Indra de instituto.

Encontraron uno tras un breve tiempo, un centro especializado en jóvenes como el muchacho, quien rápidamente mejoró considerablemente pero aquello traería más consecuencias. Cuando se supo el caso de Indra, automáticamente Ranma se sintió inferior y la relación de ambos hermanos comenzó a cambiar drásticamente. Y los tres años siguientes no cambiaron. Indra se tornó todavía más distante y menos interesado en las relaciones sociales con los demás. Y esa actitud ya preocupaba mucho a sus padres, quienes intentaban hablar con Indra pero a veces era imposible, especialmente cuando el muchacho se frustraba por cualquier cosa. Esos cambios tan drásticos en su forma de ser los alertaban y era una clara señal que algo en él no iba bien.

Hoy, Indra había salido del centro al que iba cada día y vio, a la entrada, que Ichi le esperaba con una sonrisa. Caminó hasta quedarse delante de él, mirándole tras detenerse.

- ¡Hola Indra! – Le saludó su hermano mayor, que le abrazó pero su gesto no fue correspondido.
- ¿Qué haces aquí? – Preguntó, separándose. Miró de un lado a otro, extrañado. – Has venido solo.
- Preferí hacerlo, no quería traer a Ranma y que te sintieras incómodo. Quise venir para acompañarte a casa, ¡Y de paso venir al entrenamiento!
- Sabes que no soy bueno en deportes. No tiene sentido que vaya.
- Vamos, papá te enseñó algunas cosas cuando éramos niños.
- Eso quedó en el pasado.
- Pero Indra…
- Agradezco tu intención pero no puedo ir. – Se adelantó el aludido, hablando con frialdad. – Tengo… Cosas que hacer. – Desvió la mirada.
- Ah… - La desilusión se reflejó claramente en el rostro del mayor quien sólo pudo forzar una sonrisa. – Entiendo… - Bajó la mirada. - ¡¿Y si te ayudo?! – Volvió a alzarla para mirar al menor, a quien empezó a seguir cuando le vio caminar.
- No eh… Prefiero hacerlo solo. Es que tú no…
- Sí, bueno, es verdad. – Rió con torpeza, cada vez sintiéndose peor emocionalmente por la distancia que Indra estaba marcando. – Sé que no soy tan inteligente como tú pero… No sé… Me gustaría hacerte compañía.
- Ya… - Hizo Indra, de manera impasible. – Tengo un poco de prisa, ¿Te importa si vamos más rápi…?
- Indra. – Lo llamó Ichi, cogiéndole de la mano. – Necesito hablar contigo.
- Más tarde.
- Ahora.

Indra bufó, así que no le quedó más remedio que acceder. Siguió a su hermano mayor y ambos acabaron en un parque. Durante ese trayecto no dijeron nada, era evidente que Ichi yacía preocupado y que Indra se sentía brutalmente incómodo, tanto que ni siquiera miraba al mayor, cuanto antes acabara esto, mejor para él. Se sentaron en los columpios, Ichi cogiéndose a las cadenas, Indra con las manos en su regazo y mirando el suelo.

- Papá y mamá están angustiados por ti. – Habló el mayor. – Y yo también… La verdad… Es que has cambiado mucho, Indra. Antes eras tan y tan alegre y te llevabas bien con todo el mundo. Ahora… Parece que odias al mundo en sí. – Contaba, mirando al menor con pena. – No hablas ni con nuestros padres, ni conmigo ni con nadie… Te has… Te has vuelto tan solitario que me cuesta saber si te ocurre algo malo… ¿Sabes que me tienes contigo para todo, verdad? – Preguntó, pero no recibió respuesta. Indra se mantuvo callado. - ¿Indra? – Lo llamó.
- Sé que estáis ahí. – Habló el aludido. - ¿Y qué con eso?
- ¿Cómo que “y qué”? – Repitió, sorprendido. – Somos tu familia, Indra… Tienes nuestro apoyo, si te pasa algo no hay razón para que te lo guardes, puedes acudir a nosotros sin problemas, la familia está para eso, ¿No? Para apoyarse mutuamente.
- Lo sé. ¿Hay algo más que quieras decirme que no sepa de antemano? – Volvió a hablar con frialdad.
- Indra… - Tragó saliva y cerró los ojos. – Sea lo que sea… Estamos aquí a tu lado… Nuestros padres, Ranma, y…
- ¿Y tú? – Se adelantó, con ironía. – Ichi-anija, olvídate del pasado, olvídate de nuestra niñez. – Se levantó del columpio. – No soy el mismo, creo que eso lo sabes de sobras. Lo que pasó, pasó y no se volverá a repetir. – Empezó a andar. – Me voy, tengo cosas más importantes que hacer.
- ¡¿Es que no te importamos?! – Ichi abandonó su asiento para correr y quedar cerca de Indra, a unos pasos de éste y viendo su espalda, cubierta por ese largo y espinoso pelo castaño recogido en una baja coleta. - ¡¿Por qué no puedes darte cuenta que estamos preocupados por ti, por lo que haces?! ¡Cada vez te alejas más y más y no lo soporto! ¡Eres mi hermano y no quiero que te comportes así con nosotros! ¡Primero porque te haces daño a ti mismo y segundo porque ninguno nos lo merecemos! ¡No debes…!
- Ichi-anija. – Lo interrumpió Indra, quien le miró de reojo y su expresión ya mostraba su creciente molestia, y su creciente rencor. – Deja de montarme películas como estas en un sitio así. Tú jamás lo entenderás. El mundo que tus ojos ven no es el mismo que el que perciben los míos. – Dijo en un tono extremadamente gélido.
- ¿De… De qué estás hablando?
- Hablo de eso. Por mucho que te esfuerces jamás podrás entender lo que perciben mis ojos. Tú y yo vemos cosas totalmente distintas. No importa cuánto lo desee, no podré lograr que puedas comprenderme.
- Pe- pero Indra… Eso… Eso no es así. – Se acercó a él. – Por favor, escúchame.
- Deberías hacer como Ranma y alejarte de mí. – Continuó. – Yo no soy como vosotros.
- I- Indra yo… - Vio que el aludido dejaba de mirarle y empezaba a caminar. - ¡¡Yo sí que puedo entenderte!! – Gritó, haciendo que Indra se detuviera en seco. - ¡Todo este maldito tiempo me he esforzado en estar contigo para poder comprender cómo es tu manera de pensar! ¡Que seas superdotado no significa que seas tan diferente! ¡Eres tan normal como cualquier otra persona! ¡Lo que pasa es que sólo eres demasiado inteligente! ¡Eso no te hace…!
- Hm… - Suspiró. – Ichi-anija, me estás haciendo perder la paciencia. – Dijo. – No soy normal, y lo sabes. Y tampoco soy como los demás. Soy diferente de todo el mundo y es por eso que lo voy a cambiar.
- ¿Eh? – Se extrañó. - ¿Cambiar? ¿Qué vas a cambiar? – Frunció el ceño. - ¡Indra! – Lo llamó pero vio al chico marcharse. - ¡Indra te estoy hablando!

Pero no sirvió de nada. Indra se fue e Ichi se quedó allí. Había sido una conversación malísima… Y el moreno ya no sabía de qué manera podría acercarse al pequeño. No terminaba de comprender por qué Indra se empeñaba en creer que era tan diferente… A lo mejor es que se había obsesionado con la idea de que era superdotado y por eso se sentía de esa manera. Debía de ser duro, claro que sí… Pero Indra también tenía que darse cuenta que lo que hacía también se pasaba igual de mal. Ichi cada vez yacía igual de angustiado que sus padres… Y entendía el por qué ellos estaban así…

Indra se había alejado de una manera tan… Tan poco normal, tan brusca que era lógico que se preocuparan por él, y al parecer, eso a Indra no parecía importarle lo más mínimo. Indra se pasaba el tiempo encerrado en su cuarto, leyendo y leyendo… Ese era su pasatiempo… Leer montones de libros, su cuarto era una auténtica librería privada e incluso, tenía muchos libros de ediciones limitadas por los que se gastó una fortuna. Y eso a Ichi le molestaba, y si hablábamos de Ranma ya ni te digo… Muchas veces, Ichi se cuestionaba a sí mismo a dónde estaría aquél Indra pequeño y tan adorable que se divertía con todo el mundo jugando y pasando el tiempo…

Su hermano menor parecía haberse hundido en la oscuridad por sí solo. Suspiró y decidió ir a casa. Ya no servía de nada que se quedara en el parque.

Durante el camino, estuvo pensando en muchas cosas y en múltiples formas de poder ayudar a Indra… ¿A lo mejor haciéndole entender a Ranma que lo que hacía no era lo correcto? Indra ya llevaba cuatro meses sin hablarle y no era para menos… La relación entre ambos era pésima, aunque Ranma era siempre quien empezaba. Indra no era problemático, excepto cuando se frustraba y era intratable que en incontables veces pagaba su enojo con los demás. A Ichi le daba la sensación de que Indra no tenía suficiente, que necesitaba aprender más, más y más y más… Esa tremenda ambición por tener conocimientos le daba miedo.

Al mayor le preocupaba especialmente que Indra tomara un sendero por el cual se alejara de la familia y de él… Porque le daba esa sensación de que Indra parecía no tenerlos en cuenta, no querer saber nada de ellos, es como si… Poco a poco, Indra rompiera sus vínculos.

- ¡Ya he llegado! – Avisó cuando entró.
- Aah, Ichi-kun. – Acudió su madre, abrazándole. – Bienvenido a casa.
- ¿Ha llegado Indra?
- No, se supone que ibas a buscarle, ¿No?
- Lo hice pero discutimos por el camino. – Bajó la mirada. – Supongo que se habrá ido a calmar en otra parte… Suele hacerlo.
- ¿Fue grave la disputa?
- No mucho. – Sonrió. - ¿Ranma está?
- Te estuvo esperando pero como no llegabas se adelantó a ir al entrenamiento.
- ¡El entrenamiento! – Ichi llevó sus manos a la cabeza. - ¡Mierda! ¡Se me había olvidado! – Se fue corriendo a su habitación para preparar la mochila.
- Jejeje… - Rió Aki. – Como su padre. Clavadito.

Ichi tardó media hora y salió disparado de casa tras despedirse de su madre. Corrió hasta llegar al campo donde sus compañeros ya le esperaban. Allí le regañaron y especialmente Ranma. Luego, Ichi se cambió de ropa en los vestuarios y empezó a entrenar con el resto. Todo iba bien, se coordinaba con sus compañeros e incluso llegaba a competir contra su hermano. Ambos se divertían sin embargo, la preocupación regresó a Ichi y a éste se le desvió el balón en varias ocasiones. Y eso fue algo que Ranma notó especialmente. El resto sólo pensó que se trataba porque Ichi estaría estresado por algo.

Tras unas horas, el entrenador dio por finalizado el entrenamiento. El equipo se dirigió a los vestuarios. Ranma se sentó al lado de Ichi, quien se preparaba para ducharse. Le miró durante unos instantes hasta perderlo de vista en las duchas. Bufó, cruzándose de brazos y expresando molestia en su rostro. Si su hermano mayor estaba así sólo podía ser por alguien: por el estúpido de Indra. Luego se duchó él y salieron tras despedirse de sus compañeros. Mientras andaban por la calle, Ranma parecía inquieto.

- Aah, ¡Mierda! – Se quejó Ranma, harto de mantenerse callado. - ¡¿Me vas a contar de una vez qué demonios pasa?!
- ¿Eh? – Reaccionó Ichi. – Ah, no nada. ¿Qué iba a pasar? – Sonrió.
- A mí no me engañas, Ichi-baka. A ti te ocurre algo, es evidente.
- Jejeje…
- ¿Es por Indra, verdad? – Al preguntar eso, Ichi bajó la mirada. - ¡Lo sabía! ¡Ese imbécil siempre liándola, macho!
- No, no fue culpa suya. – Contestó el mayor. – Yo le provoqué y él simplemente reaccionó mal. Ya sabes lo sensible que es…
- ¡A mí me da igual si es Don Sensible! ¡Lo que se merece es una patada en el culo! ¡Maldita sea! ¡Estoy harto de ese gilipollas!
- Eh, no hables así de Indra, Ranma. – Le regañó Ichi. – No deja de ser nuestro hermano menor, debemos de quererlo tal y como es.
- Hm. – Miró a otra parte. – Y a mi qué. Suficiente tengo con Yumi.
- Aaah, ¿Cómo te va con tu prometida? – Rió.
- ¡Ella no es mi prometida!
- Vamos, nuestros padres y los suyos lo acordaron.
- ¡TAAH! ¡Aún no comprendo el por qué! – Se despeinó como un auténtico histérico.
- Nuestros padres lo hicieron para que mejoraras tu carácter. Eres incorregible.
- ¡¿Quieres ver cuánto lo soy?! – Lo amenazó con el puño.
- No, gracias. – Sonrió con torpeza, poniendo por delante sus manos. – Pero vamos, ¿De qué te quejas? Yumi es muy guapa, muchos querrían estar en tu lugar.
- ¿Aaah sí? Entonces te la cedo a ti. Eres tú el mayor, tú deberías ser quien estuviera prometido con ella, no yo. – Se cruzó de brazos.
- Te recuerdo que a Yumi le gustas, por eso se decidió así.
- ¡¿Qué le voy a gustar a esa pija?! ¡Es insufrible e insoportable! ¡No pienso casarme con ella sólo porque nuestros padres lo decidieran!
- Jajajajaja. – Se rió. – Seguro cambiarás de opinión.
- ¡¿QUÉ DIJISTE?!
- Nada, nada.

Siguieron andando, mientras Ranma le gastaba sus típicas bromas. Ichi se reía, de vez en cuando. Prefería aprovechar estos momentos en los cuales se divertía que recordar su situación con Indra. ¿Por qué no? Cada vez que se acordaba de ello sentía miedo… Su intuición como hermano mayor le estaba diciendo que Indra se iba torciendo de su camino, poco a poco… Y si eso seguía así, lo perdería. Perdería a su hermano pequeño. Y lo hablaría con sus padres, necesitaba hacerlo para encontrar alguna solución… Era imprescindible que fuera ahora…

Aún tenía una oportunidad para ayudar a Indra, evitar que esa oscuridad que era más y más grande en su interior, lo apartara de su lado y se lo llevase. No dejaría que ocurriese.

De mientras, Indra acababa de llegar a casa. Fue recibido por su madre por quien se dejó abrazar aunque tampoco devolvió el gesto, cosa que extrañó a la mujer. El muchacho se quitó el calzado para dejarlo a la entrada, pero lo hacía con tranquilidad, sin mucha prisa, oyendo en el proceso que su merienda estaba lista. Se quedó mirando a su progenitora. En pocos minutos terminó y entró a la cocina. Aki le indicó que le había dejado la comida en la mesa del salón, donde siempre comían. Así que Indra se dirigió allí y se sentó.

- Indra. – Le llamó Aki, sentándose delante del muchacho de catorce años. – Hoy Ichi-kun fue a buscarte y al parecer regresó sin ti. Me dijo que discutisteis. Dime, ¿Qué ocurrió?
- Nada importante. – Respondió con impasibilidad.
- ¿Seguro? – Vio al chico seguir merendando como si la cosa no fuera con él.

Tal parecía que el tema no le interesaba. Y era visible que era obvio. Aki conocía de sobras la faceta de Indra cuando éste se aburría de algo. Era difícil que alguien como él te prestara atención si no le venían las ganas.

- Indra, cielo. – Aki cogió la muñeca del aludido, quien la miró. – Puedes contarme cualquier cosa que se te pase por la cabeza, ¿Lo sabes verdad?
- Sí. Todavía me debes una respuesta y no lo has hecho en diez años. – Soltó sin más, con toda la frialdad del mundo. – Aún me acuerdo que cuando era niño te pregunté por qué había tanta maldad en las personas y no supiste responderme, ni papá ni tú.
- Bueno… Es algo… Difícil.
- Para ti, supongo.
- ¿Te encuentras bien? – Le preguntó. – Te noto molesto.
- En parte, lo estoy. Pero no contigo. Sólo intento pensar en mis cosas, nada más. – Cerró sus ojos cuando bajó la cabeza para centrarse en el plato.
- ¿En Ranma, cierto? – Sonrió cuando vio que había dado en el clavo con sólo ver la reacción de Indra.

Fue un gesto muy sutil, muy pequeño pero que a ella no se le pasó por alto. Ese ligero movimiento con los dedos de su mano derecha era una clara muestra que su humor se debía por ello. Era una manía que Indra tenía y que Aki conocía muy bien.

- No tienes que darle importancia a lo que te dijo Ranma aquél día. – Dijo ella intentando convencer al menor. – Sabes que tiene la boca muy grande.
- Ya… - Contestó de manera seca. – Eso es lo que tú piensas, mis hermanos, mi padre y tú. Todos lo pensáis pero Ranma fue el único valiente en soltármelo. La verdad, no puedo negar que tiene razón. Haga lo que haga yo, o intenten lo que intenten los demás… Nadie podrá entenderme. Mis ideales, mis motivos, mi manera de ver el mundo es demasiado distinta para el resto. Por eso me aburre estar con la gente.
- No, Indra, eso no es así. – Acarició la mano de su hijo. – No es que no podamos entenderte… Más bien es que… No te dejas entender, te cierras y no permites que nadie se te acerque.
- ¿Para qué debería permitirlo? Está claro que aún no he encontrado mi lugar en este mundo.
- ¿Qué tiene eso que ver con lo que estamos hablando? – Aki notó que Indra se desviaba completamente del tema. – Indra, tú encajas perfectamente lo que pasa es que…
- No me mientas. – Alzó muy ligeramente la voz, haciéndola callar. Apartó su mano de la de su madre y se levantó con una mirada llena de enojo. – Este mundo está demasiado contaminado, demasiado sucio y las cosas no cambiarán sólo con amor y comprensión. Las personas aprenden a las malas y es a las malas como hay que ir. Por eso existen las guerras, para hacer que la gente aprenda.
- Indra, no…
- No me sirve de nada estar con las personas, no me sirve relacionarme con gente ignorante que sólo piensa en su propio beneficio. Así que buscaré mi manera de lograr un equilibrio en este mundo.
- Indra espera. – Le llamó Aki pero el chico no le hizo ningún caso. - ¡Indra!

Al ver que su hijo no le haría ningún caso, lo dejó ir. No ganaba nada hablando con él ahora que el muchacho parecía tan molesto. Sin embargo, esas palabras preocuparon muchísimo a la mujer… Sabía perfectamente que algo estaba pasando con Indra y se angustiaba porque ya no se le ocurría nada para echarle una mano… Hablar con Indra era inútil, tratar de ser cariñosa, comprensiva… A veces tampoco surtía efecto. Y eso entristecía enormemente a Aki.

Ella jamás imaginó que ese niño extrovertido y lleno de luz, de inocencia… Fuera a convertirse en alguien tan frío, tan impasible que poco a poco se corrompía a sí mismo, que alejaba a todo el mundo de su persona, que se aislaba… Eso la asustaba… Porque se daba cuenta de dónde le llevaría ese camino a Indra. Ella siempre supo que Indra era un chico hipersensible, debido a su profunda inteligencia que no parecía tener límites, Indra había desarrollado una gran sensibilidad hacia su entorno. Difícilmente se acercaba a las personas, principalmente porque él sabía de antemano que no se sentiría comprendido.

Aki bajó la mirada.

Las horas pasaron, Ichi y Ranma llegaron a casa. Aki ya yacía más animada mientras Indra continuaba encerrado en su cuarto, rodeado de libros por todas partes: en las estanterías, en las sillas que tenía al lado, en el escritorio –montañas y montañas de ejemplares-, en el regazo, en los cajones medio abiertos… Incluso de lo que leía, Indra hacía sus apuntes, sacando sus conclusiones. Tenía una pizarra de corcho en una pared para colgar aquello que él escribía y la verdad, es que poca cosa más le cabía en ella de lo llena que estaba. Es cierto que el cuarto de Ranma solía estar desordenado pero el de Indra era ya un completo caos. Tenías que mirar muy bien en el suelo y fijarte porque el piso estaba tapado por más libros y libretas colapsadas de apuntes de todo tipo.

Indra era un chaval inquieto, muy inquieto con una mente demasiado activa. Había noches en las cuales, Indra iba a dormir muy tarde, tanto que se quedaba sobre la mesa porque ya no aguantaba más y esto se volvió casi una costumbre. Encontrarlo así no era nada extraño para la familia. Pero incluso Ichinose, el padre, ya se molestaba por la actitud de Indra, pero sólo porque creía que a la larga, Indra tendría problemas de salud y parecía que ni eso le importaba.

Llegó la hora de cenar, Ichi ayudaba a su madre mientras Ranma ponía la mesa, a regañadientes para no variar. Eso era algo que al mayor le daba gracia, ver a su mellizo hacer las cosas enrabietado siempre le resultaba gracioso. Miró el reloj, viendo que eran las nueve menos cuarto… Se acordó que su hermano pequeño aún no había salido de su habitación.

- Mamá, voy a llamar a Indra.
- Vale.

Pasó de largo por delante de Ranma, quien bufó. A veces el menor de la casa le daba mucha rabia porque de alguna manera siempre tenía la atención de los demás sobre él. Aunque Aki ya le contó al muchacho que Indra era un niño especial y que por eso eran atentos con su persona, Ranma continuaba tratándole como a una persona normal y corriente a pesar de que su madre ya le tenía dicho que Indra no era alguien ordinario.

Ichinose subió las escaleras y caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta que quedaba al fondo. Hizo varios toques en ella, antes de abrirla pero lo que se encontró le sorprendió… Al parecer, Indra se había tumbado en la cama tras haber tirado todos los libros de su escritorio al suelo… Quizá de alguna rabieta, de las que solía tener cuando se frustraba consigo mismo. Ichi tragó saliva y decidió entrar, algo dubitativo.

- Etto… ¿Indra? – Lo llamó, viendo a su hermano pequeño en el lecho. – Hey, Indra. – Volvió a llamarlo, pero con suavidad.

Se acercó pero no tuvo ni tiempo cuando vio que el otro reaccionaba y le miraba, levantándose de golpe. Ichi en aquél momento se sintió como intimidado por esa penetrante mirada, sin embargo, esa sensación se terminó y se convirtió en preocupación cuando Indra cambió su expresión a una triste, tanto que hasta pudo apreciar que esos par de ojos de un hermoso color verde oliva se llenaban de agua salada.

- Ichi-anija… - Habló el joven, en un susurro con la voz impregnada de dolor.

Abrazó al mayor, quien ante el gesto se quedó parado pero muy sorprendido. Sin embargo, poco a poco fue alzando sus brazos para rodear al menor. No comprendía qué le ocurría pero suponía que se debía a una de sus tantas frustraciones que le causaban un gran malestar. Con suavidad acarició su espalda, mirándole ciertamente preocupado.

- Venga, tranquilo. – Habló Ichi, con calma. – Sea lo que sea que te esté pasando no estás solo, ¿Vale?
- No lo comprendo… No lo entiendo…
- ¿Qué no entiendes?
- A este mundo… Este mundo es… Es tan… Tan oscuro.
- ¿De qué…? ¿Eso es lo que te preocupa?
- ¿Acaso a ti no? – Se apartó para mirarle. - ¿No te angustia saber que hay tanto sufrimiento y que podemos ser víctimas de él?
- Pero… - Suspiró y cerró los ojos. Puso sus manos sobre los hombros de Indra para sonreírle. - ¿Cálmate, de acuerdo? Eso no te tiene que afectar tanto. La gente sufre, claro que sí, es imposible que todo el mundo sea feliz.
- ¿Me estás diciendo entonces que la felicidad es un privilegio de unos pocos?
- No, bueno… Yo… No sé. Sólo sé que evitar el sufrimiento es… Es inútil. – Contestó Ichi. – Pero por eso está la familia, los amigos… Los seres queridos en quienes confiar. Puedes contar con todos nosotros para cualquier cosa, Indra.
- Entonces… Ayúdame.
- ¿Eh? – Alzó las cejas, extrañado.
- Ichi-anija, ayúdame a equilibrar este mundo. – Indra puso sus manos en el pecho del mayor. – Ayúdame a encontrar la manera de hacer de este mundo un lugar mejor y más justo.
- Pero Indra… Eso… Es una utopía… - Dijo, tragando saliva. – Es imposible.
- ¿Por qué debería…? – Frunció el ceño. – Ah… Claro… - Bajó la mirada.
- Esto… ¿Por qué no te lavas la cara y nos vamos a cenar? Mamá ya tiene la comida hecha.
- Sí… Ahora voy. – Contestó, desviando sus ojos hacia otra parte.

Ichi abandonó el cuarto e Indra se fue al baño donde se mojó la cara. Cuando terminó en pocos minutos, bajó, encontrándose con la mesa puesta, sus hermanos esperándole junto a su madre. Ichinose estaba en un partido así que seguramente no vendría hasta muy tarde. Indra entró al salón y se sentó al lado de su hermano mayor, sin haberse molestado a mirar a Ranma, con quien llevaba alrededor de cuatro meses sin hablarle. Y la verdad, eso había creado mucha tensión entre ellos.

- ¿Estás mejor, cariño? – Aki miró a Indra, quien simplemente asintió. – No te preocupes, ¿De acuerdo? – Le sonrió, cogiéndole de la mano. – Todo saldrá bien, ya lo verás.
- No sé para qué te molestas tanto con él, mamá. – Habló Ranma de malas maneras. - ¿No ves que sólo lo hace para llamar la atención? – Bufó. – Parecéis unos tontos preocupándoos tanto por él.
- Ranma. – Le regañó Aki.
- Indra no tiene la culpa de ser como es. – Saltó Ichi, mirando molesto al otro. – Sólo necesita ayuda y ya está, ¿O qué? ¿Eso te fastidia?
- Lo que me fastidia es que le tratéis como si fuera especial y de especial no tiene nada. – Contestó Ranma. – Es sólo un fenómeno, nada más. – Ante sus palabras, Indra hizo ese sutil gesto con sus dedos que, una vez más, fue captado por la madre.
- Si estás celoso sólo porque eres más idiota que él aún tienes tiempo de decirlo abiertamente.
- ¡¿Qué has dicho?! – Ranma se levantó, mirando a su hermano mayor.
- O creo que más bien te puede la envidia.
- ¡Tú lo que pasa es que eres un gilipo…!
- Ranma, Ichi, es suficiente. – Los regañó Aki. – Ni Indra es un fenómeno ni tú eres culpable de no ser como él. – Miró a Ranma al decir esto último. – Comed de una vez y tengamos una cena tranquila, ¿Os parece?
- Hm… - Bufó Ranma. – Tenéis a Indra demasiado mimado. – Dirigió su vista hacia el aludido. – Y no sé por qué, es sólo un maldito egoísta.
- Eres su hermano mayor, deberías darle un ejemplo mejor del que le das.
- Yo no lo considero mi hermano, como ya dije: es un jodido fenómeno.
- ¡Ranma! – Aki alzó la voz. - ¡Vete a tu cuarto!
- ¡Perfecto! ¡Pues me voy antes que estar con una rata de biblioteca insoportable como esta! – Señaló al menor.

Y sin más, Ranma dejó el salón y se marchó. Aki e Ichi suspiraron y observaron a Indra, preocupados de que tal vez las palabras del muchacho le hubiesen herido pero, al parecer, el más joven estaba impasible, como si nada. Ichinose creyó que Indra a lo mejor habría hecho oídos sordos a Ranma pero Aki sabía perfectamente que no era así. Indra podía parecer que no te escuchaba, que no te prestaba atención pero te oía perfectamente. Ella era consciente que Ranma le había ofendido pero no lo demostraba.

La cena siguió igual pero en un momento dado, Indra se marchó sin más. Ichi intercambió miradas con su madre y ambos volvieron a suspirar. A partir de ese día pasaron otros y la familia, decidió regresar a Japón durante una temporada. Los tres hermanos hicieron sus maletas y por supuesto, Indra se llevó los libros más importantes y que más le gustaban, aunque en realidad no fueron pocos los ejemplares. Y los tres fueron sacados de sus colegios dado que a partir de ahora estudiarían en Japón.

Con esto, tanto Aki como Ichinose esperaban que el pensamiento de Indra cambiase o que en general, él pudiera mejorar aunque Ichi, el hermano mayor, intuía que eso no sería así. Era muy difícil que Indra llegase a pensar de una manera distinta. Su mente era tan compleja que no cualquiera era capaz de entenderle. A Ranma le daba igual a donde fueran pero admitía que le resultaba curioso el hecho de regresar a su lugar de “origen”, ya que tanto él como sus dos hermanos se habían criado en Estados Unidos. A lo mejor podría hacer amigos, ¿Y quién sabe? También encontrar a jugadores fantásticos con los cuales medirse.

Indra sólo pensaba en la clase de libros que encontraría, la clase de ideas que tendrían las personas y los conocimientos que hallaría. Sin embargo, Indra no abandonaba su afán por poder crear un equilibrio en este mundo, de disipar y eliminar la maldad. No le interesaba saber si Ichi o cualquier otra persona le parecía utópico, en realidad lo creían así porque no podían entenderle. Pero él lo lograría.

Llegaron al aeropuerto y de ahí, al avión que los llevaría a Japón. Los nervios casi se podían ver reflejados en los hermanos, porque ellos sabían que, un nuevo destino: les esperaría.

THE END

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado mucho, ¡Hasta más ver!


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