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Ansiedad por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del fanfic:

Holi~

Esto es para repararme un poco el corazón. Como dicen en inglés: "a fix-it fic", donde todo está bien y nada duele.

Esta historia ha destrozado mi alma tantas veces que no volveré a ser la misma persona xD Estoy más allá de toda salvación ( T-T )

 

Formalidades: Solo idea de este escrito es mía. Los personajes no me pertenecen, son propiedad intelectual de Haruko Kumota. Todo es hecho sin fines de lucro, no gano ninguna remuneración por ello. Hecho únicamente por y para fans.

Ofrezco disculpas por si hay errores ( >///< )

Sin más preámbulo, espero sinceramente que la disfruten ( ^^ )

 

 

Ansiedad

 

 

—Estás quedándote dormido, Bon.

Es la voz de Sukeroku la que lo hace saltar esta vez. La cuarta vez.

Kikuhiko sabe que, por primera vez, Sukeroku percibe su imposible fatiga porque él tampoco puede dormir. El otro cuentero tiene la cabeza apoyada cómodamente sobre su regazo –según la costumbre– y las mejillas sonrojadas por el alcohol. Bajo la luz de la luna, la mirada del castaño es atenta y vigilante. Sombría y como embrujada por un recuerdo que no abandona su conciencia.

Es tarde, tan tarde que está empezando a amanecer pero ninguno de los dos ha buscado su respectivo dormitorio.

Han llevado a cabo el funeral de Miyokichi, han llegado a Tokio y a la casa de su maestro. Han puesto a Konatsu a dormir después de una retahíla de discusiones y luego se pusieron a beber. Bueno, Sukeroku se puso a beber y Kikuhiko decidió cuidarlo, por temor a que se le ocurriera hacer una estupidez.

El hecho de que la chica se soltara valientemente de la cintura de su “esposo” y que Kikuhiko pudiera levantar a su amigo hasta ponerlo a salvo, fue toda una proeza. (Porque lo logró, a pesar del llanto herido del otro que le rogaba por la muerte, y a pesar del sonido explosivo que hizo el cuerpo al impactar contra el río. Ambas cacofonías quedarían grabadas en su memoria como la más macabra melodía).

Salvar a Sukeroku fue un milagro.

Pero la tragedia reside en que Kikuhiko realmente no cree en los milagros. Sabe que Sukeroku amaba a Miyokichi a pesar de toda su crueldad como mujer y por sobre todas las cosas… tiene miedo de que la resignación en las facciones de su amigo no sea más que una fachada.

Al final, Kikuhiko considera que lo correcto es buscar el reposo. Su habitación está muy cerca de la sala de estar. Desde allí, será capaz de escuchar el tarareo melancólico del otro hombre, dormirá al compás de su rumiar y sus gruñidos. Desde allí, puede notar los pasos de una persona que busca la salida.

Así, todo seguiría estando bien. Solo porque no han estado exitosamente separados por algunas horas y afuera de la casa durante la última semana, no significa que Kikuhiko no pueda lidiar con la soledad. Siempre ha disfrutado de la singularidad de su existencia y desprecia infinitamente tener que hacerse cargo de asuntos engorrosos. Nada ha cambiado en él.

Y la extraña y aterrorizante presión que lo atrapasin motivo explicable, cuando no están juntos y no respiran el mismo aire, probablemente debe irse a tomar por saco, ¿no creen?

No es saludable.

Lo cual es un pensamiento gracioso en el gran esquema de las cosas. Con determinación, Kikuhiko se levanta, le desea al otro buenas noches, decide ignorar la tristeza que se suma a los labios de Sukeroku y se aleja.

O por lo menos, lo intenta.

Un paso fuera de la sala y en absoluta oscuridad. Dos. Tres pasos, pero indecisos. Cruza el pasillo y al abrir la puerta de su cuarto, esa presión indefinible se instala alrededor de su pecho. Es una sensación ofensiva, histérica y asfixiante que le recuerda el momento en que estaba inclinado sobre aquellas tablas viejas, con la mitad del cuerpo a merced del vacío y los brazos temblando por el esfuerzo de sostener y sostenerse.

Tres alientos, demasiado largos, fueron los que lo llenaron de desesperación. Tres alientos, en los que veía perder la alegría de su vida. La memoria no se aleja nunca lo suficiente y lo gobierna, lo desgarra cada vez que se le antoja, en un tormento que no sabe cómo parar.

Esta presión le hace detenerse y pensar en todo lo que pudo haber perdido, le recuerda todo el tiempo que desperdició sin estar a su lado y del futuro que jamás habrían compartido.

Para cuando se percata, sin pedirle permiso a nadie, su cuerpo ya ha dado media vuelta y ha tomado rumbo a la sala, incapaz de soportar por más tiempo la tensión en su pecho, que le roba el aire, le nubla la visión y le entumece los pensamientos.

Kikuhiko respira estrangulado hasta que mira la espalda de Sukeroku, nuevamente frente a él.

Aquellos ojos castaños lo voltean a ver y el alivio hace sonreír Kikuhiko, que se siente estúpido por preocuparse. Hay sorpresa en aquellos ojos, pero también hay una cierta paz rondando por los ángulos taciturnos de su rostro.

Hay cosas que deben decirse y hay fantasmas con los que deben hacer las pases, pero este no es el momento.

Sukeroku se levanta hasta acercarse a Kikuhiko y cubrirlo con su sombra. Alza la mano para apoyarla en su mejilla, como si su aparición se le antojara etérea. La acción y el solemne silencio que le acompaña, es tan impropia de Sukeroku que Kikuhiko lo imita sin meditación. Lleva las manos hasta su cabello ondulado y junta las frentes, para luego apenas rozarse los labios y sin dejar de mirarse a los ojos.

Respiran el mismo aire, comparten el calor de sus bocas tímidas y las caricias son tenues y familiares.

En poco tiempo, Kikuhiko está sentado en su sitio habitual con la cabeza de Sukeroku en su regazo.

Lo que los lleva a…

—Estás quedándote dormido, Bon.

Kikuhiko tiene algo mordaz para responderle pero en lugar de pellizcarle la nariz (lo que sería lo correcto), le cierra los párpados y deja que su mano recorra todas las líneas de su rostro y su cuello.

La verdad es que se está quedando dormido, pero no importa.

Cuando se despierta la quinta vez, está recostado junto a Sukeroku en el tatami.

—Vuelve a dormir —le susurra la voz del otro.

Solo cumple con lo que le dicen porque la fragancia de las flores de primavera y la frescura de la noche los arrullan con dulzura.

Cuando se despierta otra vez, ya es de mañana y ambos están en un cuarto, sobre un futón y un brazo de Sukeroku descansa sobre la cintura de Kikuhiko, sin apresarlo pero sin darle posibilidad de escapar. Justo como Kikuhiko lo necesita. 

 

 

Notas finales:

Toda crítica que quieran hacerme será muy bien recibida, se los prometo. No me enojo y lo recompensaré mejorando.

Ha sido un placer servirles~


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