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Hermanos por Samantha0507

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Notas del fanfic:

Los personajes de KNB son solo usados por diversion, sin animo de lucro, ya que ninguno de ellos me pertenece.

Notas del capitulo:

Espero les guste, cualquier error comentenlo y lo arreglo después :)

 

 

Aomine se dejó caer en el sillón de la sala, mientras sostenía firmemente el papel entre sus manos, sentía que el pecho le dolía, incluso sentía que sus ojos lo engañaban, luego de tanto tiempo, luego de tanto dolor, de años sufriendo, algo así llegaba a sus manos

 

Sintió la puerta de la entrada, sus padres y su hermano deben haber llegado, sus manos comenzaban a sudar, miró la puerta, esperando las siluetas que tanto deseaba ver, se saboreó los labios, sintiendo los minutos más largos de su vida, el recuerdo de él mismo mirando esa puerta, hace ya largos 17 años le llegó de golpe.

 

—¿Cuándo llegará papá? — Un pequeño niño de ojos azules miraba con desesperación la puerta, Daiki sabía que hoy llegaría su padre y la nueva esposa de este.

 

—Calma mi niño, no queremos que tú nueva mami y tú hermanito se mareen en el auto, papá está tomándose su tiempo. — Su abuela tiernamente había acariciado la cabeza del niño, haciéndolo sonreír.

 

Daiki miraba la puerta ilusionado, no quería jugar, no quería dormir la siesta, simplemente quería quedarse y observar la llegada de su familia, en especial de esas dos personas que finalmente conocería.

 

Solo pasaron unos minutos, cuando la profunda voz de su padre desde la puerta lo alertó, habían llegado.

 

Una bella mujer, de largos cabellos apareció en la puerta, sus ojos eran dorados y sus cabellos de un tono dorado que deslumbró al menor, Daiki tomó la flor que había cortado con su abuela desde el jardín para regalarse a la mujer.

 

—Hola…—Daiki quiso acercarse y presentarse como lo había practicado en el espejo, pero las palabras y el nerviosismo le habían terminado por romper el discurso. — Yo…—pero nada, las palabras se quedaron en su garganta, hasta que una de las manos de la mujer se posó sobre su cabeza.

 

—¿Eres el pequeño Daiki? Eres como tú padre te describió, todo un niño grande. —La mujer le sonrió y deposito un suave beso en la frente del niño. —Soy Aiko, la novia de papá y es un gusto conocerte pequeño.

El niño se quedó embobado con la suave voz de la mujer, sentía que era como esos lindos ángeles de los libros de cuentos de su mamá, bajo el rostro sonrojado, encontrándose entonces con un pequeño cuerpo que se ocultaba entre las piernas de la mujer.

 

— y él…—La mujer agregó, mientras obligaba al pequeño niño a presentarse. —es Ryota, desde hoy será tú hermanito, saluda amor.

 

El niño se cubrió los ojos, asustado, no solía ver niños grandes, el no entendía realmente lo que pasaba, solo sabía que por fin viviría con su padre y madre, pero nadie le había dicho nada de un hermano mayor.

 

Para Daiki el niño frente a sus ojos parecía una miniatura, pero una extraña ternura y felicidad llenó su pecho, cuando el par de doradas orbes se cruzaron con las suyas. —Mi llamo Dyota, tengo así. —levantó sus dedos, mostrando tres deditos, como un gran logro. —Y ya se contar hasta 15 y deletar mi nombre…— el niño repentinamente no dejaba de hablar, logrando que una risita escapara de los labios de Daiki.

 

—Me llamó Daiki y desde hoy seré tú hermano mayor, prometo cuidarte mucho…—Daiki había cumplido 9 años esa misma semana y aunque el esperaba que su papá llagara con un bebé, sabía que ese niño le traería muchas alegrías.

 

Daiki le costó poco sentir a la mujer como su madre, Aiko era un ángel, lo cuidaba y le cocinaba, todos los días su almuerzo estaba sobre la mesa, siempre era comida saludable, esa que su padre no sabía preparar, esa que simplemente terminaba quemando, por otro lado Daiki veía a su padre sonriendo de una forma diferente, desde que los nuevos integrantes de la familia había llegado.

 

Con Ryota las cosas no habían sido muy diferentes, el niño había recurrido a él desde la primera noche en que estuvieron en su casa, el menor se había escabullido a su cuarto y con la excusa de que habían brujas bajo la cama, había terminado durmiendo en el cuarto del moreno, quien simplemente sonreía cuando la puerta del cuarto se abría.

 

Pero no todo podía ser color de rosa, cuando Ryota cumplió 6 años, Daiki notó un cambio, el niño parecía triste, hablaba poco y a veces no cruzaba palabra con él y por las noches permanecía en su cuarto, para incomodidad del moreno, quien ya se había acostumbrado a contar con el calor de su hermanito.

 

Daiki quiso comentárselo a su padre, pero el aniversario de la muerte de su madre biológica se acercaba y en esas fechas su padre se ponía realmente insoportable.

 

Las cosas terminaron por explotar, Ryota le había preguntado a Daiki si podía llamar mamá a su madre y así ambos tendrían dos madres, para el moreno dichas palabras habían sido casi un insulto, por lo que el moreno terminó por gritarle y darle un empujón, con más fuerza de la necesaria. — ella no será nunca tú mamá, me escuchaste…— pero la frase murió en sus labios, al notar las pequeñas grullas que se encontraban en el suelo.

 

—yo quería pedir un deseo a las grullas, quería poder ser tú hermanito de verdad, no solo de papá. — los ojos del rubio se habían llenado de lágrimas, mientras Daiki no caía en sí mismo en lo que había provocado, su pequeño, al que había jurado proteger lloraba, por su culpa. —en el colegio todos me dicen que por mi culpa tú mami no está y que Daikinii, no será feliz, yo quería que mi Daikinii fuera feliz y pensé que si Ryota era su hermano, él podría ser feliz y nadie le diría nunca nada…perdóname Daikini…—el niño lo miró y agregó. —Aominecchi

 

El cambio del rubio fue obvio para Daiki, su hermanito ya no estaba a su lado, no se metía en su cama por miedo, no lo abrazaba, ni mucho menos lo recibía con un beso cuando llegaba de la escuela, todo eso había terminado.

 

Daiki tomó distancia de su hermano, dándole tiempo al niño para que se asentara, para que se acostumbrara a todos y en una pequeña cajita guardó aquellas pequeñas grullas que su hermanito le había llevado.

 

La relación entre Daiki y Ryota no había sido muy diferente en esos años, el rubio crecía y poco a poco la atención de Daiki cambiaba de lugar.

 

Cuando Ryota cumplió 9 años, su padre lo llevó a una agencia de modelaje, donde el muchacho había llamado mucho la atención, pero para Daiki, la exposición de su pequeño hermanito no era algo que realmente lo acomodara.

 

La primera revista en donde el pequeño Ryota, modelaba como el nuevo rostro de Japón, llegó a manos de Daiki por uno de sus compañeros de la escuela, al que golpeo cuando lo escucho decir que si el menor tuviera pechos sería realmente sexy.

 

Aomine Daiki se había escondido en sí mismo con el paso de los años, con 17 años su corazón y su cerebro solo podía pensar en la imagen de su hermanito de 12 años en traje de baño, de lo guapo que se veía y de como deseaba tenerlo a su lado nuevamente.

 

Daiki pensó que lo mejor era alejarse, se dedicó a la escuela y al baloncesto, empezó a salir con cualquier chica, esperando que todo ese calor que se acumulaba en su pecho y en su entrepierna pudiera liberarse, pero nada, podía pasar horas y solo con llegar a casa y oír la cantarina voz de Ryota terminaba por sentir que nuevamente todo en el volvía.

 

Fue la noche de su cumpleaños 18, cuando Ryota lo despertó acariciando su pecho, los ojos dorados estaban fijos en los suyos, mientras el pequeño se pegaba un poco más al pecho del moreno.

 

Con un rápido movimiento el menor terminó pegado al rostro de su hermano, sus labios se unieron en un profundo beso, mientras ambos se restregaban, Daiki sentía que la respiración se le aceleraba, se separaron de golpe, cuando un minuto de lucidez llegó hasta él.

 

—Ryota, detente, no puedes, eres un niño.

 

—Ya no soy un niño.

 

—Si lo eres, un niño y mi hermanito.

 

—No lo soy, solo soy el bastardo, el hijo del amorío de papá, como todos los niños dicen.

 

—Pues para mí eso basta, no puedo verte de otra forma.

 

—No mientas. — el rubio levantó la voz. — me miras, me deseas, he visto como me miras, sientes lo mismo que yo, lo sé.

 

Daiki tomó a su hermano del brazo y lo sacó de su cuarto, esperando no despertar a sus padres con el escándalo. — Escúchame Ryota, por mucho que sienta cosas, no puedo obligarte a vivir esta vida, el mundo nos rechazara a ambos por esto y lo que menos quiero es eso para ti. — el moreno acaricio la cabeza del niño. — no quiero que Aiko sufra por lo que estamos haciendo, no quiero ver a papá llorando como cuando murió mi madre, no quiero atarte a mí, quiero que vivaz, quiero que sientas, quiero que puedas vivir un amor normal, sin que nadie te juzgue, te lo pido pequeño. — Aomine lo miró y deposito un suave beso en sus labios y agregó. — esto es lo único que tendrás de mí.

 

Esa noche, no solo Daiki se había vuelto más sombrío, lejano, Ryota había cambiado, una semana después Haizaki Shougo, había llegado a casa como el nuevo amiga del menor, convirtiéndose en su novio con el paso de los años.

 

En el cumpleaños número 18 de Ryota, el rubio había llegado con un ojo morado, diciendo a gritos que su relación con el peligris había terminado y al parecer los golpes habían sido mutuos, o por lo menos eso fue lo que Daiki pudo averiguar con los amigos de su hermano.

 

Esa noche, mientras sus padres cenaban fuera Ryota nuevamente se encontraba en el cuarto de Daiki, está vez solo con un bóxer, mirando sonrojado, como su hermano dormía sobre la cama.

 

El rubio no perdió el tiempo y simplemente despertó a su hermano. —Aominecchi, no puedes negarte, es mi cumpleaños, dame lo que más deseo.

 

—Ryota, te lo pido…— Aomine no tenía fuerzas, sus deseos superaban su conciencia, no pudo esperar mientras acariciaba los firmes glúteos del rubio.

 

—Esta noche no soy tú hermana, te prometo que después de hoy me olvidare de mis sentimientos, pero hoy Aominecchi, solo por hoy, seamos uno.

 

Daiki no necesito nada más, simplemente besos los pálidos labios de su hermano, mientras sus miembros se rozaban.

 

El calor en la habitación fue subiendo al paso de los minutos, no necesitaron mucho tiempo antes de que el rubio comenzara a preparar su entrada, mojó sus dedos, dándole una visión casi angelical al moreno.

 

Daiki posó su pene en la entrada del rubio y de una estocada quiso abrirse paso, logrando que todo el cuerpo del menor se contrajera, en un brusco movimiento.

El sudor se mezclaba, mientras las lágrimas de ambos caían en la cama, como un recuerdo de él único momento en que ambos estarían así de cerca, Aomine tomó el pene del rubio, masturbándolo, el rubio se corrió rápidamente, haciendo que su interior se contrajera sobre el miembro del moreno.

 

 Daiki sacó su pene, exparciendo su semilla por toda la cama, grande fue su sorpresa al notar la sangre que cubría su miembro y bajaba por las piernas del rubio.

 

—Ryota, tú…

 

—Nadie había entrado, siempre quise que fueras tú Aominechi…—Ambos se abrazaron, con desesperación, todo había pasado tan rápido, pero debían cumplir su promesa, desde ese día, nunca volverían a desearse de esa forma, desde ese minuto volverían a ser hermanos.

 

 

Las cosas mejoraron, como si nunca hubiese pasado nada, Ryota comenzó a salir con chicas, mientras Daiki se concentraba en su carrera.

 

Todo hasta ese minuto, Daiki con sus 26 años, había recibido una oferta en Tokio, de la universidad en la que había estudiado, para hacerse cargo del equipo de baloncesto.

 

Mientras empacaba y en un libro que era de su madre, una carta con la verdad, una carta con la liberación de su amor con el rubio, su madre le confesaba que su padre había muerto cuando tenía tres meses de embarazo, que ella le había sido infiel a su prometido, pero el a pesar de todo eso, había decido hacerse cargo de él y darte su apellido.

 

Se puso de pie cuando sus padres y Ryota cruzaron la estancia, fue como la primera vez, cuando el rubio se escondía tras su madre, después de 17 años podía entender que le pasaba con ese pequeño, simplemente se había enamorado.

 

—¿Aominecchi? — Preguntó preocupado el rubio al notar el silencio del mayor.

 

—No somos hermanos.

 

—¿Qué? — todos lo miraban atónitos.

 

—No soy su hijo. — Daiki continuaba sonriendo, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, ni Aiko, ni su padre pudieron decir algo, por lo que Daiki continuo— Ryota, no somos hermanos, no soy tú hermano.

 

El rubio dejó caer las bolsas que traía en las manos, buscando los brazos del moreno, su amor podría vivir.

 

 

FIN 

Notas finales:

Gracias por leer 


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