Un Te Amo Maldito
Cada día era menos interesante; cada vez las ganas de vivir eran menos. Nunca imagine que tal palabra pudiera causar semejante dolor en mi, que con tan solo mencionarla como aquella noche, fuera a causar un dolor tan infinito, que perdurara en el tiempo por tan largo tiempo.
Fue una noche de invierno, el cielo, el cual estaba cubierto de nubes negras, era nuestro único testigo. Te encontré sentado, mirando las estrellas, estrellas las cuales a gran esfuerzo se podrían apreciar. Tus ojos se encontraron con los míos. Me sonreíste, y me invitaste a tomar asiento junto a ti.
- ¿Que has hecho?.- me preguntaste, mirando al cielo, pero son darme tiempo de contestar, agregaste.- ¿Aun estas con tu pareja?.- te mire sorprendido, no pensé que supieras aquello, pensé que ignorabas aquella situación sobre mí. Te sonreí y responda.
- Así es, aun sigo con mi pareja.- comencé a mirar las estrellas. En eso sentí tu respiración cerca de mi cuello, tus manos tocando partes que no debían, y antes de que pudiera decir algo al respecto, me estabas besando. Estaba shockeado, comenzaste a tocar lentamente todo mi cuerpo. Comenzaste a besar mi cuello de forma apasionada. Mis manos comenzaron a abrazarte, no entendía que me sucedía, cada vez era más placentero el sentirte mío. Me miraste a los ojos y me dijiste
- Vamos a mi departamento.- fue una de esas propuestas que quieres rechazar, pero tu subconsciente te lo impide. Asistí con la cabeza, me tomaste de la mano, y me llevaste a aquel lugar donde la luna golpeaba directamente, donde el sonido del mar llegaba como una melodía placentera que acompañaba el momento, donde el placer, la lujuria, y la traición quedaría marcada para siempre. Llegamos a tu departamento, me miraste y lo primero que hiciste fue comenzar a besarme, tus manos recorrieron todo mi cuerpo, comenzaste a desabrochar mi pantalón, mientras que yo, estaba impactado por aquella situación, pero sin hacer nada para evitarlo. Comencé, por inercia, a desabotonar tu camisa. Tus pantalones te os baje hasta la altura de las rodillas, y te sentí, estabas dentro de mí, estabas ensuciando mi pureza, te estabas quedando con lo que yo mas apreciaba, lo que me hacia sentir orgulloso de ser yo. Una y otra vez, nuestros cuerpos fueron uno solo. Nunca deje e besarte, nunca deje de tocarte. Con una mano sostenía tu cuerpo, con la otra acariciaba tu masculinidad, para que al igual que me hiciste sentir a mí, sintieras el placer de tener al hombre de tus sueños en los brazos. El problema era, que ambos estábamos comprometidos, ambos teníamos parejas, pero no nos importo. La lujuria fue mas fuerte, quizás no fue la lujuria, y fue aquel sentimiento llamado amor. Estábamos acostados sobre la alfombra del living de tu casa, tus cabellos rosados se mezclaban con los míos rubios en el piso, nuestras manos se entrelazaban, y nuestros corazones palpitaban ala misma velocidad. Ambos desnudos, así como dios nos trajo al mundo. Nunca imagine, que mi primera vez seria con Sunao Fujimori. Me miraste a los ojos, tocaste mi cara y me dijiste.
- Te Amo, Honjou Matsuri.- te mire, estaba sorprendido, no pensé que me dirías eso. No pensé que tu, aquella persona que yo encontraba inalcanzable, aquella que nunca pensé que me correspondería, lo había hecho.
- Yo También te amo, Fujimori Sunao.- te tome del rostro y te besé. Pero sentí un leve quejido de parte tuya, sentí un sabor a sangre en su boca. Mire hacia atrás, y ahí estaba, estaba tu pareja, tu novio, aquel al que tu le habías prometido amor eterno. No podía creer, el te había dañado, el te había escuchado; te había escuchado confesándole el amor a su mejor amigo, a mí. Me miro con cara de psicópata. Me apuntaba con un cuchillo de carne, no sabia que hacer, no sabia que decir. En eso recordé, recordé aquellas palabras que me habías dicho al fin, aquella confesión que me habías hecho. Tome un cuchillo que había sobre una mesa, y a punta y punta nos enfrentamos. Una punta sentí en mi pecho. Un leve escalofrío recorrió mi cuerpo. Me mire y note que me habías apuñalado. Que me habías herido.
Yo También te amaba, Honjou Matsuri, y si mío no eres, de nadie serás.- eso fue lo ultimo que te escuche decir, antes de caer sobre el cuerpo inerte de Sunao. Comencé a sentir escalofrió, sentía que la vida se me apagaba, sentía que ya no había nada que me pudiera salvar. Pero llego el siempre salvador, el único que siempre nos ha protegido. Tomo el cuchillo que Sora tenia en las manos, lo arrojo al piso. Abrazo a mi amigo, quizás ex amigo, y lo sentó en un sillón. Se acerco a Sunao, le tomo el pulso, y una negación con la cabeza me comprobó que te había perdido para siempre. Quería morir junto a ti, no quería vivir sino te tenia junto a mi. Se acerco a mi, me beso la frente, y cerré mis ojos. Deseaba no volver a despertar, pero aquel deseo se desvaneció, cuando desperté en la sala de un hospital. Nunca volví a ser el mismo. Ahora escribo lo que nos paso, para demostrar que aun te recuerdo y amo y para decir que te perdí por un “ Te amo Maldito”
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