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Idempotente por BackAck

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Jeffrey era un chico de cabellos castaños y sonrisa cálida como el sol al amanecer. Era querido por sus inexistentes amigos y siempre intentaba ser el mejor en la clase. El chico perfecto, quien obviamente debía tener algún defecto y tal era su carácter.


Haber nacido como un omega le ponía de los nervios y, en época de celo, maldecía a su madre por haber dejado que viviera tal calvario en el que debía soportar a las feromonas y a un séquito de alfas quienes lo querían poseer. Y cuando no se encontraba en ese estado, debía estar soportando al cortejo de otros hombres.


¡¿Acaso el hecho de que sea omega quiere decir que me gusten los hombres?! Se repetía el chico con cansancio mientras que rechazaba otra de las tantas citas que apuestos alfas le ofrecían, emanando mientras tanto un apestoso olor a feromonas que era sentido por el omega y le causaba terribles náuseas.


-¡Algún día tendrás que encontrar pareja! -le decía su madre histérica-. Quiero tener nietos, Jeff.


Y el chico apartaba la vista, de nuevo su madre diciéndole aquellas cosas. Tsk, ella fue quien tuvo la culpa de haber traído a un omega al mundo. Si hubiera sido alfa seguramente sería un grandísimo descerebrado a quien solo le importaría fornicar y su madre tendría a aquellos deseados nietos.


Y su pedido se volvió cada vez más insistente desde que su padre había muerto por una extraña enfermedad que afectaba a la médula espinal y que, a pesar de los esfuerzos, no tenía cura alguna. Por ello el chico quería ser doctor, a pesar de ser un ideal bastante difícil de alcanzar.


Una legión de libros y varias tazas de té lo acompañaban durante cada noche en las que se esforzaba más que nadie para poder conseguir ser un doctor admirable. Pero... era tan difícil. Las clases eran solo para alfas y un omega entre ellos significaba una diana para sus penes.


Lo odiaba demasiado. Y más odiaba cuando sus compañeros lo observaban durante todo el tiempo y sentía los ojos ajenos en su trasero. Suspiró y tomó su sándwich para almorzar.


-Comer solo eso te hará mal -le dijo un alfa, ofreciéndole amablemente una bandeja con apetitosa comida. Era cieto que Jeff no comía bien, pero eso no significaba que otros debían tener la responsabilidad de darle comida. Era culpa suya por haberse largado de su casa hace apenas dos meses y no saber cocinar.


-No lo necesito, Jack -rechazó la comida y su insistente compañero de clases volvió a ponerla frente suyo.


-He visto que no has comido bien y realmente me preocupas, te ves mucho más delgado -dijo el alfa, liberando feromonas que al omega marearon.


-Me estás arruinando el almuerzo, idiota -le dijo Jeff hostil mientras que intentaba concentrarse en su sándwich y no en el aroma de ese alfa.


Luego de que el alfa insistiera por unos minutos, Jeff suspiró y aceptó la comida que le ofrecían. Es tan molesto, pensó y luego se dedicó a degustar aquellas patatas que se encontraban acompañando a un jugoso filete. Solo en ese momento agradeció al alfa, Jack, el molesto Jack que siempre le ofrecía regalos y era tan insistente que no podía quitárselo de encima. Además, Jeff pensaba que él tenía algo diferente a los demás, era menos descerebrado aunque casi igual.


Un concepto extraño que decidió olvidar y empezar el almuerzo. Las horas siguientes se las pasó en clase y luego, hasta las seis de la tarde, estuvo en la biblioteca de la universidad estudiando arduamente una materia que le ponía de los nervios: Anatomía.


El tiempo pasó, y no notó cuándo quedó solo en el lugar. Recogió sus cosas y fue a devolver la pesada enciclopedia de la que estaba tomando notas como loco, devolvió el libro a la bibliotecaria quien la miró con una cálida sonrisa y le devolvió el carnet.


Jeff tomó la llave del casillero y quitó sus cosas de él, luego debía devolver la llave y luego ir de nuevo a su departamento para descansar una noche, por la mañana regresaría a la universidad y volvería al departamento por la tarde, quizás recibiría algún paquete de su madre ayudándole con el dinero que gastaba, pues trabajar solo tres veces a la semana no lo ayudaba demasiado.


-¡Jeff! -era aquel chico, Jack, quien venía corriendo agitado desde el complejo de aulas-. ¡Qué alegría encontrarte! Hace apenas un momento acabamos de rendir aquella regularización-dijo, mientras que se colocaba la mochila y Jeff solo lo observaba taciturno-. ¿Podría acompañarte a tu casa?


Y el omega bajó la mirada al suelo. Seguramente todos mal pensarían la situación y dirían que eran pareja. Pero, ¿acaso eso no estaba mejor? Un omega con pareja estaba básicamente prohibido para cualquier otro alfa. Jeff se permitió una pequeña sonrisilla.


-¡Claro! -dijo con el rostro brillante de falsa emoción. Jack sonrió y se dedicó a caminar al lado del chico por el campus, bajo aquella oscura noche que les rodeaba y un par de lámparas que el jardín iluminaba.


¿Acaso Jeff se había vuelto un egoísta de aquel tipo? Él mismo esperaba que no, pues no estaba mal tener un amigo al menos.


Y menos estaba mal quitarse de encima a todos esos alfas que lo hostigan constantemente. Solo debía ser paciente.


 

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