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[B.A.P] Tu espíritu perdido. por Raes

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Notas del fanfic:

Segunda historia de vampiros.
Primera de western.
Primer long fic (espero!) de esta hermosa couple.

 

[Actualizaciones lentas]

 

Eran las nueve de la noche cuando arribó al lugar.


Los pasos firmes y lentos del animal se fundieron con la tierra de las calles. El saloon en pleno apogeo nocturno, brillaba a través de sus ventanas invitando a quien sea que cruzase enfrente del lugar a beber un poco de whisky, por un poco de vista fémina, a por juegos de azar a apostarlo todo desafiando a la suerte en los dados y cartas. Esos lugares estaban hechos para eso, para perderse por un rato de lo atareado que resultaba acarrear a los animales del rancho, de poner vidrio únicamente en las manos de los herreros, de reunirse con otros cabecillas de familia. Dejar la mochila del pesado día en mesas de diez años.


Él pasó de largo, no estaba allí para perderse entre los habitantes del pueblo e involucrarse de la mejor manera que un forastero pudiese hacerlo. Él tenía otro propósito.


Con un toque breve de sus espuelas, echó de nuevo a andar a su caballo el cual se detuvo en pleno camino logrando de tal forma ser el centro de atención, de pronto, por los habitantes que no tardaron en murmurarse entre ellos y señalarle con disimulo y desconfianza. Para YoungJae no fue sorpresa, estaba acostumbrado a tener que lidiar con personas de esa naturaleza cada que visitaba un nuevo poblado. Estaba bien y era coherente. Los forasteros no eran siempre muy bien "bienvenidos", al menos no hasta que pudiesen demostrar que eran dignas personas incapaces de remover la paz conocida por ellos.


Pero en este poblado, la paz era algo que había comenzado a desaparecer.


Las casas que atravesó hasta su destino diferían una de otra en su aspecto externo. Algunas dejaban entrever unas largas y claras cortinas en el segundo piso, otras no presentaban color alguno, sí habían ramas en sus ventanas de lo que alguna vez pudo haber tenido flores. Otras, en cambio, estaban tan demacradas que daban pinta de haber sido abandonadas. Pero había algo, un hilo en común que unía a todas las casas que no servían de recinto popular: todas ellas tenían barrotes metálicos.


YoungJae medio sonrió al notarlo.


Con su caballo chocolate atado en las barras de madera, le brindó una gastada moneda al joven muchacho que orilló un balde de agua fresca al animal y un fardo pequeño como alimento. Acarició el hocico de su fiel acompañante e ingresó a la comisaría, no sin antes darle una señal auditiva al caballo señalando la montura con un bolso colgado de cada lado.


Las armas.


Sin duda alguna continuó recibiendo la misma atención que en las afueras del lugar.


Los alguaciles presentes clavaron su vista en el recién llegado, observando desde sus botas gastadas por los viajes, sus espuelas resonantes, hasta detenerse en sus ojos oscuros y fríos. Porque en cuanto ellos recibieron de la misma forma una mirada, sus cuerpos se helaron al instante. Claramente, YoungJae no era un extranjero más.


–Lo estábamos esperando –anunció uno de los polizontes presentes captando la atención de recién llegado en un segundo.


–¿Cómo saben que soy yo al que esperan? –contario a su mirada, el tono con el que hablaba era mucho más sereno, más relajado pero no por eso frágil. Tenía cierto encanto y gracia, lo suficiente como para confundirte y hacerte creer que se burlaba de ti.


–Bueno, señor –le respondió dubitativo– no han venido por aquí muchos extranjeros últimamente. Ninguno, de hecho.


No respondió a ello pero dio por finalizada la conversación con un asentimiento.


La puerta que abrió el alguacil hizo un chirrido al abrirse y el mismo sonido escapó al cerrarse una vez estuvo dentro. Sería espeluznante para alguien que no perteneciese a la ley. El sheriff lo invitó a sentarse, pero fue una petición que YoungJae declinó. De todas formas utilizó el asiento para dejar descansar su sombrero y su largo y pesado saco.


–Han encontrado la muerte muchos de los habitantes de este poblado –comentó el sheriff como quien da la hora–, y he de decir que no se detendrá. Él seguirá apareciendo.


YoungJae le escuchó, mientras paseaba su mirada por la oficina rústica del sheriff, contarle las escalofriantes maneras en las que hallaron a las víctimas. Ninguna se salvaba de lo sangriento, ninguna se detenía en un simple cuchillazo, ninguna podía catalogarse como homicidio rápido y sin dolor. Su mirada viajó hasta la mesa que ocupaba el comisario donde un desorden importante de archivos en papeles cubría un tercio del espacio. Supuso que pertenecían a dichos acontecimientos.


–La gente que ha vivido por muchos años no tiene intenciones de abandonar el pueblo –continuó el sheriff– pero están aterrados, como todos. Él ha matado a mujeres y hombres, viviendo como sea que su dinero o status se lo permitiese. Padres de familia jóvenes hijos, mujeres solteras con hijas a quienes cuidar. No discrimina, es despiadado, él...


–Él es un vampiro –afirmó–. ¿Qué esperaba, comisario?


El hombre de ley carraspeó sorprendido por la ligereza en sus palabras. Incómodo, rebuscó entre sus tantos papeles hasta hallar uno deteniéndose unos segundos para leer.


YoungJae, mientras tanto, tanteó su cinturón palpando su revólver. Éste era común y como la de cualquiera que pudiese permitirse un arma en el poblado. Una Colt Peacemaker. Le gustaba poseerlo porque le hacía sentir más humano y mucho más cercano a un simple mortal.


Mortal para un humano, un juguete para ellos.


El herrero que tuvo rumor de hechicero en otro poblado lejos de ése, le forjó una daga cuando era pequeño. Le dijo que le protegería de cualquier mal y que si algún día lo quisiesen atacar, sólo tenía que apoyar el filo en la piel del rostro del atacante. Años más tarde, le confesó que sabía de su naturaleza vampiresa. Eso por eso que, en sus últimos días de vida, le fue entregado a YoungJae una bolsa de cuero curada y gastada con balas y perdigones negras en su interior. Una cadena fina sellaba la apertura. No recibió instrucciones, no recibió ningún mensaje en palabras, simplemente se dejó capturar por el anciano que lo haló por el brazo y quemó su muñeca con sus propias manos.


"Lo que toques, será mortal"


Detestaba a los vampiros, a cualquiera que apareciese ante su vista o le llegaran como rumores de ataque o aparición. Su apariencia, su extrema confianza y superioridad, su aroma a sangre permanente y el afán por hacerse de todo lo que quisiesen, entre otras cosas. Por eso los exterminaba, por eso los cazaba, por eso los mataba. No sentía que fuera un privilegio poder detectarlos cuando nadie más podía, ni ser igual de veloz que ellos, ni poseer su fuerza y visión aguda, porque esto sólo le recordaba que de alguna forma estaba ligado a ellos, a seres abominables. Y era para siempre.


Un dhampiro.


Un cazador de vampiros.


YoungJae era hijo de una mujer humana y un hombre vampiro. Le costó aceptar que ella no supo acerca de la naturaleza de su padre y que de haberlo sabido nunca se hubiera enrolado con él. Pero ahí estaba, ahora, solo y sin familia, aislado del mundo... Vivo. Y era algo que jamás se iba perdonar. El haber sido mantenido con vida sabiendo cuál sería su destino. Porque él hubiera deseado haber muerto cuando era tan sólo un bebé.


–Ha llegado a matar hasta a familias completas –siguió hablando el sheriff, ensimismado en sus hojas–. ¿Sabe cuán perturbada está la gente? La última muerte fue hace una semana, bastante tiempo comparada a las demás.


–Sospechan de uno, ¿cierto? –interrogó YoungJae.


–No lo sé –negó meneando la cabeza el comisario, luego le dirigió su mirada–, han sido tantas muertes y muy brutales que da a creer que se traten de varios. Pero preferimos creer que sea uno.


–Cuantos sean, los encontraré –aseguró–. Y exterminaré a cada uno de ellos.


Con la promesa flotando en el aire, YoungJae recogió sus pertenencias y encaminó hacia la salida resonando los tacos de sus botas en el suelo de madera.


–Espere –exclamó el sheriff– no hemos hablado de su paga.


–Sólo prepárelo y téngalo listo, comisario.


Colocó su sombrero y abandonó el lugar en completo silencio.


Un dhampiro. YoungJae se llamaba a sí mismo de tal forma porque era la única manera de recordarse día a día, minuto a minuto, que su único propósito de vida era el de aniquilar a aquellos con quiénes compartía irrefutables características.


"Date por muerto, maldito vampiro"


 


 


 


 

Notas finales:

 Vampiros + western = la voy a delirar en colores.


Y bien, ¿qué les parece?

Me animo a este ambiente y a otra historia de vampiros, me estoy arriesgando y ni siquiera sé por qué. La ansiedad(¿?) No escribo long fics pero espero arrastrar este con toda la furia.

Muchas gracias por leer hasta aquí!

Espero poder volcar lo mejor posible lo que tengo en mente D:!

Nos vemos!


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